Los verdaderos enemigos de Milei y Caputo y su misión final para el 2025…
Enemigo público. Dibujo: Pablo Temes.
Saben de la economía real, el factor Brasil, el atraso cambiario, el precio de las commodities y hasta el FMI podrían conspirar contra su programa.
© Escrito por Carlos Burgueño y publicado
el sábado 21/12/2024 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, República Argentina.
El primero y fundamental es la economía real, donde habita la mayor
cantidad de votantes y donde aún no se ven los efectos reales del eufórico
festival que se vive en este segundo semestre en los mercados de capitales y
financieros; en una conga que parece no tener fin. Y que esta semana, tuvo como
principales números de atracción a la caída del riesgo país por debajo de los
700 puntos básicos y a las acciones de los bancos que cotizan en Buenos Aires y
Wall Street. Sin embargo, la construcción, el consumo y la industria siguen sin
reaccionar. En el caso de la construcción se trata incluso de un área que
parece indomable. No hay actividad pública, salvo algún puñado de obras que sí
o sí deben ejecutarse porque están financiadas en todo o parte por organismos
financieros internacionales. El problema es la privada, donde el costo de
construir está por arriba de los 1.200 dólares el metro cuadrado, un número que
espanta la posibilidad de acceso de la clase media. Sólo grandes proyectos se
sostienen, la mayoría, a la espera de futuros tiempos mejores. El consumo
parece que recién hacia noviembre podría haber encontrado su piso de caída, lo
que no quiere decir crecimiento. Sin dinero extra en el bolsillo, el mercado
interno languidece y sólo hay compras de supervivencia y sostenimiento de la
situación del bolsillo actual. La industria la ve de afuera. Los últimos datos
de la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina, la
actividad en noviembre mostró una baja del -7,1% interanual y respecto a octubre
de este año del -0,9%. Acumula en el año una contracción de -12,9% en relación
a los mismos meses del año anterior, con una capacidad instalada del 50,5%, un
-4,5% por debajo del mismo mes del año previo y -8,9% debajo del promedio de
2023.
El segundo enemigo es Brasil. Y no por Luiz Inácio “Lula” da Silva en
particular, enemistad que, parece, Milei y el brasileño aprendieron a pilotear.
La devaluación del real acumulada del 24% anual en el 2024, es un verdadero
problema para el país. Y no sólo por los argentinos que invadirán las playas de
Florianópolis este verano y que (con sus colegas que viajarán a Miami, Cancún y
otros destinos) demandarán una pérdida de entre mil y 1.500 millones de dólares
este verano. Según el Palacio de Hacienda, ese número ya está presupuestado. No
sería problema. El tema con Brasil y su moneda en caída es la pérdida de
competitividad del país. Y el recuerdo de lo que sucedió en los 90, cuando ante
una convertibilidad en pelea permanente por la productividad en caída del uno a
uno y un déficit fiscal en dólares, una devaluación fuerte del gobierno de
Fernando Henrique Cardoso provocó la debacle final. Los números marcan que esa
devaluación de casi el 25% del real durante este año, con una inflación anual
en el país vecino del 4,9%; cruzado un alza de los precios en el país de más de
160%; provocaron una pérdida del poder adquisitivo del real contra el peso de
más del 60% en un año. Por otro lado, los precios en dólares para los
argentinos caen 19% en el mismo período. Quizá la balanza comercial bilateral
engañe, ya que sólo existe un déficit de algo más de 300 millones de dólares
proyectados para este año. Sin embargo, hay que tener en cuenta en el análisis
que ese número comenzará a ser tergiversado por las ventas argentinas de
energía a Brasil. El problema será la industria. Y un detalle, mientras
Argentina está desmantelando su industria de electrodomésticos y artículos para
el hogar, el gobierno brasileño reforzó en las últimas horas la ayuda
impositiva a Manaos; el extremadamente protegido polo industrial del país
vecino. Que a diferencia de lo que sucede en la masa media criolla, en Brasil
genera orgullo tener productos locales producidos con subsidios públicos.
El principal enemigo que reconocen todos, es el retraso cambiario y el
ingreso de dólares que no cesará en el 2025. Con la emisión de pesos
esterilizada al mínimo (solo pago de deudas que no se puedan renegociar) y tres
ductos de divisas abiertos (las exportaciones energéticas, las exportaciones
del campo y el eventual acuerdo con el FMI); la situación parece no tender a la
mejora en el 2025. Más bien a su consolidación. Todos, dentro y fuera del Gobierno,
lo dicen: Argentina está cara en dólares, producto de las propias fuerzas
económicas internas, y de las devaluaciones múltiples que operan en los
mercados emergentes. Y puede encarecerse aún más. Algo que lógicamente
provocaría más pérdida de la competitividad, alza de los costos, pérdida de
exportaciones con valor agregado y auge de las importaciones de todo tipo y
color. Un factor que afectará a la industria local, uno de los tres capítulos
que “no arrancan”. El tema fue planteado en todas las reuniones de Pymes y
Cámaras del interior, además de la Unión Industrial Argentina en su asamblea
anual, un acto que fue abandonado a propósito por el oficialismo. Pero también
fue el principal concepto de críticas de la última reunión Propyme, organizada
por el grupo Techint, donde Paolo Rocca tomó el micrófono para quejarse de la
apertura a las importaciones, especialmente desde China. El problema es hoy. Lo
complejo del asunto, es que el ómnibus del plan de Milei y Caputo va en firme
por una carretera donde el conflicto se profundizará.
Finalmente, los últimos enemigos están en Washington. Los técnicos del
FMI que hoy tienen la responsabilidad del caso argentino, encabezados por la
número dos del organismo Gita Gopinath y con la cara visible del venezolano
Luis Cubeddu; no creen que el plan económico de Javier Milei sea sostenible en
el tiempo, precisamente por la política cambiaria. Si bien ponderan, con
aplausos de pie, el ajuste fiscal que llevó al país a superávits primarios y
financieros este año, algo que se repetirá en el 2025, y consideran
“espectaculares” las decisiones de desregulación de la economía que se aplican
en el Ministerio de Federico Sturzenegger; creen que el retraso cambiario
afecta una de las tres patas de cualquier acuerdo en firme con el FMI: el
aumento de las reservas. Mira el Fondo que el número continúa negativo, pese a
que el BCRA tuvo un muy buen año de compras y que no hay un ritmo creciente de
recuperación de ahorros en el Central lo suficientemente fuerte y sólido como
para sostener una política cambiaria de largo plazo. Creen que el problema de
revaluación del peso es serio y que alguna decisión hay que tomar.
Concretamente, devaluar un 20%. Esta posición es la que recibieron los enviados
del Gobierno comandados por el viceministro de Economía José Luis Daza. Pero
también es la que el organismo expuso en julio pasado, y que llevó a la crisis
y posterior renuncia a seguir tratando con los argentinos del Director Gerente
para la región, el chileno Rodrigo Valdés. Y que aún no cambió. Y que sólo una
gestión personal de Donald Trump podría modificar.
Combatir, y vencer en la contienda a estos enemigos. Esa es la
verdadera misión autoimpuesta del jefe de Estado y su ministro para el 2025.