lunes, 2 de enero de 2023

Reculando en chancletas… @dealgunamanera...

 Reculando en chancletas…

El fallo de la Corte sobre la Coparticipación. Dibujo: Pablo Temes   

El desconocimiento del fallo de la Corte sobre la coparticipación desató un vendaval.

© Escrito por Nelson Castro el viernes 30/12/2022 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina. 

El presidente Alberto Fernández y profesor de derecho –como le gusta enfatizar– fue protagonista, una vez más, de llevar a la Argentina al abismo, empujado por una parte significativa del Frente de Todos contra Todos, más un grupo de 14 gobernadores peronistas.

El fallo de la Corte Suprema que ordenó la restitución del porcentaje de coparticipación que el gobierno nacional le quitó a la Ciudad de Buenos Aires en tiempos de pandemia, dinamitó los nervios de la vicepresidenta en funciones y sus laderos. 

La labilidad del Presidente no deja de sorprender, a pesar de que ya ha hecho historia por su incapacidad para resistir cualquier archivo. Esta vez arremetió con furia contra el máximo tribunal, aseguró en línea con la mayoría de los gobernadores peronistas que “el fallo es de imposible  cumplimiento” y llegó a decir más adelante: “La Corte no me puede decir que le pague a la ciudad”. Resultado: en menos de siete días tuvo que volver sobre sus pasos. El gobierno nacional, luego de tamaño circo que dejó al país en medio de un conflicto de poderes, pagará a la ciudad con bonos. El pequeño elenco de moderados invitó a pensar al profesor de derecho para que entienda que estaba incurriendo en un alzamiento contra otro poder del Estado. La secretaria Legal y Técnica de la Presidencia, Vilma Ibarra, fue una de las personas de confianza del Presidente que lo hicieron reflexionar. Pero hay otros motivos. La lluvia de denuncias penales fue torrencial, y el tembladeral en la economía era una amenaza de ejecución casi automática.

El procurador General porteño, Gabriel Astarloa, denunció el martes penalmente al presidente Alberto Fernández por el delito de desobediencia del fallo de la Corte. La Ciudad no fue la única. La presentación en tribunales se sumó a otras similares radicadas por legisladores de la oposición. El PRO, la Coalición Cívica de Elisa Carrió y otros legisladores de JxC, como Graciela Ocaña, avanzaron con diferentes denuncias penales que se diferenciaban solo por su dureza y alcance. Alberto Fernández, Juan Luis Manzur –jefe de Gabinete de Ministros–, Sergio Massa –ministro de Economía–, Raúl Rigo –secretario de Hacienda–, Wado de Pedro –ministro del Interior– y Silvina  Batakis –presidenta del Banco de la Nación– entre otros, por la presunta comisión de los delitos de sedición, incumplimiento de los deberes de funcionario público y desobediencia.  

Se complica el “vamos viendo” 

El ministro de Economía, Sergio Massa, además de ser uno de los primeros en intentar despegarse de la maniobra, lógicamente puso el grito en el cielo. “Sergio no puede creer que hayamos hecho todo lo posible para llegar a fin de año con relativa tranquilidad y ahora dinamiten todo con esta jugada infantil”, repetían en su entorno. De hecho, hay quienes afirman que fue suya la idea de pagar con bonos a la ciudad para salir del planteo de desobediencia que no hizo otra cosa que recalentar la economía por la falta de seguridad jurídica que implicaba la postura inicial. El mejor ejemplo fue la disparada del dólar, que alcanzó el récord de 356 pesos a mitad de la semana. 

Cuentan fuentes del Palacio de Hacienda que el secretario Raúl Rigo estaba furioso y muy preocupado. Lo mismo dejaron trascender desde el Banco Nación. Silvina Batakis había logrado olvidar por un momento su triste y fugaz paso por el Ministerio de Economía y ahora debía afrontar una serie de denuncias que la ponían contra las cuerdas. En un gobierno que se maneja con reacciones viscerales e impulsos repetitivos que no pasan por el tamiz del lóbulo frontal de sus principales funcionarios, todos están en peligro. 

El desacato hacia la Corte hubiera dejado a la Argentina al mismo nivel que Venezuela. Desde la Casa Blanca no tardaron en advertir la situación. En medio de los planes y el delicado equilibrio con el Fondo Monetario Internacional, esto no le convenía a nadie, y los representantes de los Estado Unidos en el país se lo hicieron saber a los funcionarios argentinos. Todo se volvería mucho más complicado. 

Del otro lado de la grieta, Horacio Rodríguez Larreta buscó capitalizar el papelón a su favor. Se endureció y se mostró renuente a aceptar el pago de la deuda por coparticipación en bonos y aprovechó para sumar a su gobierno y a su equipo presidencial nuevos y viejos nombres. El más destacado es el expresidente del Banco Central Martín Redrado.

Sin embargo, los desencuentros siguen a la orden del día en No tan Juntos por el Cambio. Es increíble que la coalición opositora con más chances de hacerse cargo de un próximo gobierno no logre refinar sus modales en la discusión pública y ponerse a tono con lo que pide la sociedad: ejecutividad, seriedad, pero, sobre todo, unidad, paz y concordia de cara a 2023. 



    

domingo, 1 de enero de 2023

El hombre de las mil batallas… @dealgunamaneraok...

El hombre de las mil batallas…

Otra vez en la lucha. El dirigente metalúrgico en un acto de campaña en San Pablo. Fotografía: AFP.

Presidente por tercera vez, asume el desafío de recuperar el país tras el paso arrasador de Bolsonaro. Biografía personal y política del líder popular que cambió el rostro de Brasil. 

© Escrito por Manuel Alfieri y publicado el domingo 01/01/2023 por la Revista Acción de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.


Su nombre vuelve a resonar con fuerza en Brasil y a nivel mundial. Lula Da Silva regresa a la presidencia del gigante sudamericano tras vencer al ultraderechista Jair Bolsonaro. Cuenta con una historia de lucha que lo avala y, por eso, su vida merece un repaso.

Muchísimo antes de ser conocido como «Lula», Luiz Inácio Da Silva fue uno de los tantos chicos del nordeste brasileño que experimentó la miseria en carne propia. Nació en una casa diminuta en la que llegó a convivir con 13 personas, sin luz ni agua corriente, y sin la presencia de su padre, alcohólico y analfabeto, quien había emigrado tempranamente al sur en busca de empleo.

Entre tanta falta y precariedad, el pequeño Luiz Inácio jamás había soñado con la posibilidad de ser presidente. «De noche soñaba con el desayuno, a la mañana soñaba con el almuerzo, en el almuerzo soñaba con la cena. Era la ley de la supervivencia», contó alguna vez sobre su dura infancia.

En la adultez las cosas tampoco serían fáciles: sufrió la persecución y la cárcel en dictadura y en democracia, y padeció tanto la enfermedad propia como la muerte de muchos seres queridos de forma inesperada.

Los registros oficiales indican que Lula nació el 6 de octubre de 1945, pero su mamá, Eurídice, siempre juró que tuvo al niño el 27 de ese mismo mes. Del lugar de residencia nunca hubo dudas: Caetés, Estado de Pernambuco, una de las zonas más carenciadas del país. A su papá, Arístides Inácio, recién lo conoció a los cinco años, cuando viajó 13 largos días junto a su madre y sus siete hermanos en la caja de un camión hacia Guarujá, paso previo a instalarse definitivamente en San Pablo.

Ahí trabajó como vendedor ambulante, lustrabotas y ayudante de una tintorería. A los catorce, y tras de dejar obligadamente la escuela pese a ser un estudiante aplicado, conocería el mundo obrero e industrial: consiguió un puesto en una planta de producción de tornillos, con un régimen de 12 horas corridas y bajísimo sueldo. Unos años después pasó a una fábrica de carrocería automotriz, donde perdió gran parte del dedo meñique de su mano izquierda. Fue en 1964, justo cuando comenzaba la dictadura militar que tanto marcaría su vida política.

En 1968, el dolor por el arresto y tortura de su hermano, militante del Partido Comunista, lo llevó a meterse en política. Empezó a participar activamente en el sindicalismo, defendiendo los derechos de los trabajadores y en abierta oposición a la dictadura. Su ascenso fue frenético: para mediados de los 80 ya se había convertido en el líder del sindicato metalúrgico.

Desde allí coordinó las mayores huelgas y manifestaciones contra el Gobierno militar, poniendo contra las cuerdas a sus jerarcas y acelerando su caída. En paralelo fundó el Partido de los Trabajadores (PT), plataforma de izquierda que rompería con el tradicional bipartidismo. El régimen que tanta admiración despierta en el excapitán Jair Bolsonaro no se lo perdonó: en 1980, Lula pasó 31 días en la cárcel.

Ni un paso atrás.

La breve pero difícil experiencia del encierro no lo hizo retroceder un centímetro. Al contrario, lo envalentonó y lo llevó a redoblar la apuesta. Con el retorno de la democracia por la que tanto luchó, se presentó a las elecciones de 1986 y fue el diputado federal más votado de Brasil. Su figura crecía, sobre todo en las barriadas populares, y en 1989 decidió competir por primera vez por la presidencia, con un plan que incluía salario mínimo para los trabajadores y reforma agraria. Perdió, al igual que en 1994 y 1998.

En este caso, la cuarta fue la vencida: ganó las elecciones de 2002 con el mayor caudal de votos de la historia brasileña –más de 52 millones– y el 1 de enero de 2003 fue investido presidente. Por primera vez, un obrero que había nacido en el barro de la miseria llegaba al Palacio de la Alvorada. «Y yo, que tantas veces fui acusado de no tener un título universitario, consigo mi primer diploma, el título de presidente de la República de mi país», dijo, emocionado, en su discurso de asunción.

En una porción del mundo signada por la pobreza y el hambre, su primer objetivo de gestión fue sencillo, pero no por eso menos titánico: que todos los brasileños y brasileñas comieran al menos tres veces por día. Y en parte lo logró. Con los programas «Hambre Cero» y «Bolsa Familia» como bandera, la desnutrición infantil se redujo un 46%.

Eso le valió el reconocimiento del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, que concedió a Lula el título de «campeón mundial de la lucha contra el hambre». El empleo creció, el poder adquisitivo de los trabajadores también, y más de 30 millones de personas salieron de la pobreza en menos de una década. La idea de lo que debía hacer un presidente no venía de un manual de ciencia política, sino de su propia experiencia personal, esa que marcó a fuego su infancia: «El mejor ejemplo de gobierno no se saca un de libro. Se saca de una madre: ella siempre va a cuidar al más débil».

Resurrecciones.

El fervor y entusiasmo que produjo en el pueblo brasileño, golpeado por décadas de neoliberalismo, se tradujo en un enorme apoyo popular y en 2006 ganó nuevamente las presidenciales. Pero los logros no fueron solo sociales, sino también económicos. El país creció como nunca y se convirtió en la sexta economía mundial, desplazando de ese lugar al Reino Unido. Lula intervino en todos los debates internacionales posibles: imperialismo, dependencia, desarrollo, educación, salud, cambio climático. Fue, junto con otros presidentes de la región, uno de los máximos impulsores del proceso de integración latinoamericana. Gobernó hasta el 31 de diciembre de 2010, día en que dejó el cargo con un nivel de popularidad impensado para un dirigente político en retirada y vapuleado por los grandes medios de comunicación: 87% de aprobación.

Con su salida del Gobierno volvieron los padecimientos personales y políticos. En 2011, y después de más de 40 años de cigarro, le diagnosticaron un cáncer de garganta, único momento en que perdió su tupida barba a raíz de la quimioterapia. Tiempo después de superar la enfermedad, comenzó la persecución mediática y judicial: denuncias por corrupción que se multiplicaron, una polémica condena y, nuevamente, la cárcel.

Esta vez no fue un mes de encierro como en los años de plomo, sino 580 días. Casualmente, justo cuando las encuestas lo daban como favorito para vencer a Bolsonaro en las elecciones de 2018. Poco antes de eso había muerto su segunda esposa. Durante su encierro en Curitiba también perdió a un hermano y a un nieto de ocho años. Recuperó la libertad en 2019 y en 2021 la Corte Suprema anuló todas las sentencias dictadas en su contra, considerando incompetente y sesgada la actuación del juez Sergio Moro, archienemigo del fundador del PT. Lawfare puro.

Como hace más de 40 años, el encierro le dio a Lula más fuerza. Volvió a casarse y se puso al hombro una gigantesca campaña electoral. Ahora, el hombre de las mil batallas tiene una nueva –y quizás la más desafiante– por delante: recuperar la deteriorada democracia de su país y el bienestar de su pueblo, ese del que él mismo surgió.





 

Murió el Papa emérito Benedicto XVI a los 95 años... @dealgunamaneraok...

Murió el Papa emérito Benedicto XVI a los 95 años. 

Cuando Ratzinger eligió para sí mismo el nombre de Papa Benedicto, se convirtió en el Papa número 16 con este nombre, siendo el más reciente el Papa Benedicto XV (1914-1922). Fotografías: AFP 

Joseph Aloisius Ratzinger renunció a su cargo como sumo pontífice en 2013 para dedicarse al retiro espiritual, debido al gran deterioro físico que había sufrido su salud. 

© Publicado el sábado 31/12/2021 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

Murió el papa emérito Benedicto XVI, cuyo nombre real era Joseph Aloisius Ratzinger, a los 95 años tras largas semanas de duras complicaciones en su estado de salud. Nació en Alemania, fue arzobispo de Múnich, se convirtió en la mano derecha de Juan Pablo II, asumió en 2005 y marcó historia al renunciar en 2013.

El gran deterioro físico de Ratzinger lo obligó a renunciar a su cargo en la Santa Sede para dedicarse al retiro espiritual. 
Su salida del Vaticano fue la que le dio lugar a Jorge Bergoglio para convertirse en el papa Francisco. De esta manera, existieron dos pontífices en simultáneo.


Pese a que prometió mantener un silencio absoluto y no “opacar” a Francisco, un escándalo estalló al conocerse un informe que lo responsabilizaba sobre actos de encubrimiento de abusos sexuales a menores. 

 

Ratzinger murió en un monasterio del Vaticano.

 

La noticia fue confirmada por el director de la Oficina de Prensa del Vaticano, Mateo Bruni. “Con pesar doy a conocer que el Papa emérito Benedicto XVI ha fallecido hoy a las 9:34 horas en el Monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano. Apenas sea posible se proporcionará mayor información”, escribió en un breve comunicado.

La salud del teólogo alemán se había deteriorado mucho más en los últimos días. En ese sentido, el último parte médico decía que se encontraba “estable”, pero que había pedido no ser trasladado a una clínica para recibir tratamiento.

 

 

El funeral de Bendecito XVI

 

Una vez que se conoció la noticia de la muerte de Ratzinger, el Vaticano anunció que el cuerpo del papa emérito será expuesto desde el lunes en la basílica San Pedro para ser venerado por los creyentes. 

 

Ratzinger fue papa durante 8 años.

 

La ceremonia para despedir al papa número 265 estará encabezada por Francisco, por lo que se convertirá en un hecho único en la historia, puesto que la tradición de la Iglesia Católica indica que un papa es elegido como tal luego de la muerte de su predecesor. Se espera que presidentes, líderes políticos y referentes religiosos participen del funeral.

La última referencia que realizó Bergoglio sobre el estado de Ratzinger fue el pasado miércoles 28 de diciembre en una audiencia general en la que pidió "orar" por su predecesor, ya que se encontraba "muy enfermo".

 

 

El mensaje de algunos líderes por la muerte de Benedicto.

 

Uno de los primeros líderes del mundo en referirse a la muerte de Benedicto XVI fue el primer ministro británico, Rishi Sunak, quien expresó: “Me entristece saber de la muerte del papa emérito”. 


Benedicto XVI murió a los 95 años.
 

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, se sumó inmediatamente a Sunak y lo definió como un hombre “que luchó con alma e inteligencia por un mundo más fraterno”.

La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, lo calificó como un “gigante de la fe y la razón”. Además, aseguró que se comunicó con el papa Francisco para manifestar su “dolor” por el fallecimiento de Benedicto XVI.

Francisco, por otro lado, aún no ha realizado una declaración pública sobre la muerte de su antecesor.
 

RdC / ED.