La orfandad
de los jubilados...
Escrito por el Doctor Nelson Castro el sábado 15/03/2025 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.
Las catástrofes naturales dejan expuestas las deficiencias de la
dirigencia política de un país, una provincia o una ciudad. Esa mala calidad de
la dirigencia se traduce en déficits de infraestructura y de planificación que
terminan combinándose en una ecuación desastrosa y fatal. Esto es lo que ha
dejado en evidencia la tragedia de Bahía Blanca que tanta destrucción y tanto
dolor causó, causa y aún causará por un largo, largo tiempo.
Veamos. Según un estudio de hidrografía urbana que se publicó en la web
del Conicet en 2012, la ciudad de Bahía Blanca está localizada en la cuenca
inferior del arroyo Napostá y del canal Maldonado por lo que, frente a un
episodio de lluvias copiosas, el agua se acumula rápidamente. Además, la
geografía del terreno, en especial en aquellas zonas de baja pendiente, empeora
esta situación, ya que el escurrimiento generado en áreas más altas erosiona
calles sin pavimento, desplazando así sedimentos hacia zonas bajas, lo que
lleva al bloqueo de los sistemas de drenaje. A esto hay que agregarle la
expansión urbana carente de planificación, hecho que agrava el problema porque
crea áreas impermeables y reduce los espacios naturales de absorción. Todo esto
lleva a un aumento del volumen de escorrentía superficial que dificulta el
correcto drenaje del agua hacia el mar.
Desde que se realizó y publicó ese informe pasaron trece años. A lo
largo de esos años ejercieron la presidencia Cristina Fernández de Kirchner,
Mauricio Macri, Alberto Fernández y, desde hace un año y tres meses, Javier Milei;
en la Gobernación de la provincia de Buenos Aires estuvieron Daniel Scioli,
María Eugenia Vidal y Axel Kicillof, quien continúa en el cargo; y los
intendentes fueron Gustavo José Bevilacqua del PJ, Héctor Norberto Grey, PRO y
ahora Federico Susbielles, PV. No hay registro de que alguno de los mencionados
haya tenido en cuenta las advertencias de ese informe y encarado obras
destinadas a corregir la situación y disminuir los efectos y los riesgos de un
fenómeno como el sucedido el viernes 7 de marzo.
Hoy
más que nunca Suscribite
A eso se le debe agregar el desamparo por parte de las autoridades que
padeció –y aún padece– una gran parte de la población. La ausencia del Estado
en muchas de las zonas afectadas es tristemente impactante. Javier Milei y Axel
Kicillof siguieron enfrascados en su pelea. Los gestos de mancomunión fueron
tan pocos y forzados que nadie los notó. “No vino ninguna autoridad por acá”,
se escuchaba decir por doquier en los barrios periféricos de Bahía Blanca, en
General Daniel Cerri y en Ingeniero White. Era como una letanía que se repetía
con la resignación. A nadie le sorprendía. La mitigación la traían vecinos
solidarios que, en muchos casos, apenas llegan a fin de mes, pero con un amor
por el prójimo en desgracia conmovedor. Viendo esto está claro que una gran parte
de la dirigencia política vernácula es parte del problema, y no de la solución.
La evidencia quedó a la vista en la vergonzosa batahola que se vivió
dentro de la Cámara de Diputados en la sesión que se llevó a cabo el miércoles
donde se buscaba tratar distintos proyectos, como el escándalo de Libra y
también la emergencia que vive Bahía Blanca. A esto se le sumó la marcha de
cada miércoles en la cual los jubilados reclaman un aumento en sus haberes.
Esto merece un capítulo aparte. Oscar Zago y Lisandro Almirón fueron los
protagonistas de una vergonzosa pelea donde hubo golpes e insultos. No fueron
los únicos. Lilia Lemoine y Marcela Pagano también se agredieron dentro del
recinto. Rocío Bonacci le tiró un vaso con agua a la ladera de Javier Milei. Todos
compañeros y excompañeros o aliados de La Libertad Avanza. Rápido de reflejos,
Martín Menem, presidente de la Cámara Baja, decidió levantar la sesión en medio
de los insultos y reclamos de Máximo Kirchner. Ninguno estuvo a la altura de
las circunstancias. No es que sea la primera vez que sucede un hecho de estas
características, es la falta de estatura política que vuelve a poblar las
bancas del Congreso de la Nación. Ningún argentino merece esta calidad
deplorable en su dirigencia. Todos ellos, sabían que sesionaban en medio de un
clima enrarecido por la marcha de jubilados que estaba convocada para las 17 y
que prenunciaba el escándalo y los disturbios que tomaron la calle por la
presencia de barrabravas de distintos clubes, organizaciones de izquierda y lo
peor del sindicalismo. Aun así nadie pudo aportar un gramo de cordura.
La movida en redes sociales fue promovida por agrupaciones ligadas a los
violentos del fútbol que encabezan dirigentes de La Cámpora, entre otros. No
hace falta hacer mucha memoria para recordar la romantización que la propia CFK
hacía de los “maravillosos muchachos de las tribunas”. Por la red social X
habían confirmado su presencia “hinchas” de más de diez clubes entre ellos
Boca, River, Racing, Chacarita, Deportivo Español y Chicago. Que quede claro: a
ninguno le importaba los jubilados, el objetivo del encuentro no fue otro que,
tras escudarse en una causa noble, volver a ganar la calle para llevarle un
nuevo dolor de cabeza al gobierno libertario. Sin embargo, esto pone de manifiesto
la orfandad política –salvo pocas excepciones– que padecen los adultos mayores.
En los últimos 30 años ningún gobierno se interesó verdaderamente por ellos.
Los jubilados merecen apoyo real e institucional con planes definidos de
crecimiento de sus haberes y una revisión seria y profunda de la
sustentabilidad del sistema previsional. La defensa de quienes aportaron toda
su vida al país, no puede quedar en manos de barrabravas ligados a lo peor de
la política a quienes –claro está– sólo les interesa utilizarlos para provecho
propio.
El tendal de heridos dejó al borde de la muerte al fotógrafo y militante Pablo Grillo que se encontraba en la marcha haciendo su trabajo. Las destempladas declaraciones de la ministra Patricia Bullrich no hicieron más que echar nafta al fuego. Cualquier intento de obstrucción de la vida institucional merece una respuesta adecuada del Gobierno en defensa del orden público. Pero la violencia no se responde con más violencia. Los errores deben condenarse e investigarse. La historia argentina ha dejado muestras suficientes que la dirigencia política no debería olvidar.