sábado, 30 de enero de 2010

Para que el Holocausto no se repita... De Alguna Manera...

Para que el Holocausto no se repita...

(*) Museo de la Shoá en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

La Asamblea General de las Naciones Unidas eligió la fecha de la liberación de Auschwitz, el símbolo del nazismo, como el Día Mundial del Holocausto y de recordación de sus víctimas. La Shoá fue en primer lugar una tragedia del pueblo judío pero, por sobre todo, de la humanidad.

A pesar de esta iniciativa y que la Asamblea General de la ONU haya adoptado por unanimidad una resolución que condena sin reservas cualquier negación del Holocausto hay expresiones que nos deben preocupar, como las recientes declaraciones del obispo de Cracovia, quien sostuvo que la Shoá es un invento e intentó disminuir sus consecuencias.

Hoy el "revisionismo histórico" que niega o minimiza la Shoá se ha convertido en la cara moderna del antisemitismo.

La primera tarea del mundo civilizado es que no se repita el espanto del Holocausto. Es la educación la clave para luchar contra los revisionistas, la xenofobia, el antisemitismo y las distintas formas de discriminación.

Nuestro país ha dado algunos pasos en ese sentido. Participa en forma activa y como único país latinoamericano del Grupo de Trabajo para la Cooperación Internacional en Educación, Rememoración e Investigación del Holocausto. Esta fuerza fue creada para promover la cooperación internacional en ámbitos relacionados con la educación, la conmemoración, la construcción de monumentos y la investigación referida al Holocausto en cada uno de los países que componen este grupo.

Sin embargo, se deben multiplicar en Argentina los cursos de capacitación de docentes en temas de la Shoá, las visitas de estudiantes al Museo del Holocausto como también seguir trabajando para que se concrete el compromiso asumido por nuestro país ante el Grupo de Trabajo para que esta temática sea incluida en la currícula escolar obligatoria a partir del presente año.

Esta iniciativa es el primer proyecto de esta magnitud en América latina. Por tal motivo es de esperar que una vez que nuestro país cumpla su compromiso, promueva iniciativas similares en el marco del Mercosur y de la OEA.


© Escrito por Agustín Romero (Profesor de la Maestría en Relaciones Internacional de UBA) y publicado en el Diario Clarín de la CIudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 30 de Enero de 2010

(*) Museo de la Shoá. Montevideo 919. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. (54 11) 4811-3588

jueves, 28 de enero de 2010

El Amor... De Alguna Manera...

El Amor...

Ella está gravemente herida...


Él le trae comida y se ocupa de ella...


La vez siguiente que él regresa con comida, se da cuenta de que ella está ya muerta...


Él trata de moverla, quiere que reaccione; pero todo es inútil...


Él no se conforma, se para a su lado y grita con todas sus fuerzas para que ella despierte y se mueva...


Finalmente, viendo que ya no puede reaccionar, se para a su lado gritando su desolación...




Las fotos de dos pájaros han sido tomadas en la República de Ucrania, donde el pájaro trata desesperadamente de salvar a su compañera...

Millones de personas se emocionaros al ver estas preciosas fotos en Europa, en América, en todo el mundo...

Se dice que el fotógrafo cedió estas fotos por un precio módico a un periódico famoso de Francia, y todas las copias del periódico fueron vendidas el día en que se publicaron.

EN EL AMOR NO SE TRATA DE ENCONTRAR A ALGUIEN CON QUIEN VIVIR

SINO DE ENCONTRAR A ALGUIEN CON QUIEN NO SE PUEDE DEJAR DE VIVIR

lunes, 25 de enero de 2010

Haití... La Libertad... Eduardo Galeano... De Alguna Manera...

El primer día de este año, la libertad cumplió dos siglos de vida en el mundo.


El primer día de este año, la libertad cumplió dos siglos de vida en el mundo. Nadie se enteró, o casi nadie. Pocos días después, el país del cumpleaños, Haití, pasó a ocupar algún espacio en los medios de comunicación; pero no por el aniversario de la libertad universal, sino porque se desató allí un baño de sangre que acabó volteando al presidente Préval.

Haití fue el primer país donde se abolió la esclavitud. Sin embargo, las enciclopedias más difundidas y casi todos los textos de educación atribuyen a Inglaterra ese histórico honor.

Es verdad que un buen día cambió de opinión el imperio que había sido campeón mundial del tráfico negrero; pero la abolición británica ocurrió en 1807, tres años después de la revolución haitiana, y resultó tan poco convincente que en 1832 Inglaterra tuvo que volver a prohibir la esclavitud.

Nada tiene de nuevo el ninguneo de Haití. Desde hace dos siglos, sufre desprecio y castigo. Thomas Jefferson, prócer de la libertad y propietario de esclavos, advertía que de Haití provenía el mal ejemplo; y decía que había que “confinar la peste en esa isla”. Su país lo escuchó. Los Estados Unidos demoraron sesenta años en otorgar reconocimiento diplomático a la más libre de las naciones.

Mientras tanto, en Brasil, se llamaba haitianismo al desorden y a la violencia. Los dueños de los brazos negros se salvaron del haitianismo hasta 1888. Ese año, el Brasil abolió la esclavitud. Fue el último país en el mundo.

Haití ha vuelto a ser un país invisible, hasta la próxima carnicería. Mientras estuvo en las pantallas y en las páginas, a principios de este año, los medios trasmitieron confusión y violencia y confirmaron que los haitianos han nacido para hacer bien el mal y para hacer mal el bien.

Desde la revolución para acá, Haití sólo ha sido capaz de ofrecer tragedias. Era una colonia próspera y feliz y ahora es la nación más pobre del hemisferio occidental. Las revoluciones, concluyeron algunos especialistas, conducen al abismo. Y algunos dijeron, y otros sugirieron, que la tendencia haitiana al fratricidio proviene de la salvaje herencia que viene del África.

El mandato de los ancestros. La maldición negra, que empuja al crimen y al caos. De la maldición blanca, no se habló.

La Revolución Francesa había eliminado la esclavitud, pero Napoleón la había resucitado: –¿Cuál ha sido el régimen más próspero para las colonias? El anterior. Pues, que se restablezca–. Y, para reimplantar la esclavitud en Haití, envió más de cincuenta naves llenas de soldados. Los negros alzados vencieron a Francia y conquistaron la independencia nacional y la liberación de los esclavos. En 1804, heredaron una tierra arrasada por las devastadoras plantaciones de caña de azúcar y un país quemado por la guerra feroz. Y heredaron “la deuda francesa”. Francia cobró cara la humillación infligida a Napoleón Bonaparte.

A poco de nacer, Haití tuvo que comprometerse a pagar una indemnización gigantesca, por el daño que había hecho liberándose. Esa expiación del pecado de la libertad le costó 150 millones de francos oro. El nuevo país nació estrangulado por esa soga atada al pescuezo: una fortuna que actualmente equivaldría a 21,700 millones de dólares o a 44 presupuestos totales del Haití de nuestros días. Mucho más de un siglo llevó el pago de la deuda, que los intereses de usura iban multiplicando. En 1938 se cumplió, por fin, la redención final. Para entonces, ya Haití pertenecía a los bancos de los Estados Unidos.


A cambio de ese dineral, Francia reconoció oficialmente a la nueva nación. Ningún otro país la reconoció. Haití había nacido condenada a la soledad. Tampoco Simón Bolívar la reconoció, aunque le debía todo. Barcos, armas y soldados le había dado Haití en 1816, cuando Bolívar llegó a la isla, derrotado, y pidió amparo y ayuda. Todo le dio Haití, con la sola condición de que liberara a los esclavos, una idea que hasta entonces no se le había ocurrido. Después, el prócer triunfó en su guerra de independencia y expresó su gratitud enviando a Port-au-Prince una espada de regalo. De reconocimiento, ni hablar. En realidad, las colonias españolas que habían pasado a ser países independientes seguían teniendo esclavos, aunque algunas tuvieran, además, leyes que lo prohibían. Bolívar dictó la suya en 1821, pero la realidad no se dio por enterada. Treinta años después, en 1851, Colombia abolió la esclavitud; y Venezuela en 1854.

En 1915, los marines desembarcaron en Haití. Se quedaron diecinueve años. Lo primero que hicieron fue ocupar la aduana y la oficina de recaudación de impuestos. El ejército de ocupación retuvo el salario del presidente haitiano hasta que se resignó a firmar la liquidación del Banco de la Nación, que se convirtió en sucursal del Citibank de Nueva York.

El presidente y todos los demás negros tenían la entrada prohibida en los hoteles, restoranes y clubes exclusivos del poder extranjero. Los ocupantes no se atrevieron a restablecer la esclavitud, pero impusieron el trabajo forzado para las obras públicas. Y mataron mucho.

No fue fácil apagar los fuegos de la resistencia. El jefe guerrillero, Charlemagne Péralte, clavado en cruz contra una puerta, fue exhibido, para escarmiento, en la plaza pública. La misión civilizadora concluyó en 1934. Los ocupantes se retiraron dejando en su lugar una Guardia Nacional, fabricada por ellos, para exterminar cualquier posible asomo de democracia.

Lo mismo hicieron en Nicaragua y en la República Dominicana. Algún tiempo después, Duvalier fue el equivalente haitiano de Somoza y de Trujillo.

Y así, de dictadura en dictadura, de promesa en traición, se fueron sumando las desventuras y los años. Aristide, el cura rebelde, llegó a la presidencia en 1991. Duró pocos meses. El gobierno de los Estados Unidos ayudó a derribarlo, se lo llevó, lo sometió a tratamiento y una vez reciclado lo devolvió, en brazos de los marines, a la presidencia. Y otra vez ayudó a derribarlo, en este año 2004, y otra vez hubo matanza. Y otra vez volvieron los marines, que siempre regresan, como la gripe. Pero los expertos internacionales son mucho más devastadores que las tropas invasoras.

País sumiso a las órdenes del Banco Mundial y del Fondo Monetario, Haití había obedecido sus instrucciones sin chistar. Le pagaron negándole el pan y la sal. Le congelaron los créditos, a pesar de que había desmantelado el Estado y había liquidado todos los aranceles y subsidios que protegían la producción nacional. Los campesinos cultivadores de arroz, que eran la mayoría, se convirtieron en mendigos o balseros. Muchos han ido y siguen yendo a parar a las profundidades del mar Caribe, pero esos náufragos no son cubanos y raras veces aparecen en los diarios. Ahora Haití importa todo su arroz desde los Estados Unidos, donde los expertos internacionales, que son gente bastante distraída, se han olvidado de prohibir los aranceles y subsidios que protegen la producción nacional.

En la frontera donde termina la República Dominicana y empieza Haití, hay un gran cartel que advierte: El mal paso. Al otro lado, está el infierno negro. Sangre y hambre, miseria, pestes. En ese infierno tan temido, todos son escultores. Los haitianos tienen la costumbre de recoger latas y fierros viejos y con antigua maestría, recortando y martillando, sus manos crean maravillas que se ofrecen en los mercados populares. Haití es un país arrojado al basural, por eterno castigo de su dignidad. Allí yace, como si fuera chatarra. Espera las manos de su gente.

© Eduardo Galeano

domingo, 24 de enero de 2010

El Clavo de Mulá Nasrudin... De Alguna Manera...

El Clavo de Mulá Nasrudin


Mulla Nasrudin, tras haber sufrido los reveses de la fortuna, se ve con la obligación de vender la casa que heredará de su padre. Aprovechándose de la situación, un hombre sin escrúpulos le propone un precio irrisorio. Nasrudin se da perfecta cuenta de que se las tiene que ver con un ladrón, pero acepta poniendo una pequeña condición:

¿Cuál?

¡Cómo puede usted ver, en esta pared hay un clavo!… Este clavo fue de mi padre quien lo puso y es el único recuerdo que me queda de él. Le vendo esta casa, pero deseo seguir siendo propietario del clavo. ¡Si está conforme con esta condición, acepto su oferta!… ¡Tendré evidentemente, derecho a colgar de él todo lo que me plazca!

El comprador se tranquiliza pensando que un clavo en una casa no es gran cosa. Le pregunta a Mulla:

¿Vendrá usted a menudo?

No, no, a menudo no…

No viendo ningún problema el comprador aceptó la cláusula, firman el contrato de venta ante notario en el que se específica que Nasrudin es el propietario del clavo y que puede hacer lo quiera con él. El nuevo propietario toma posesión del lugar y se instala en él con toda su familia hasta que un buen día se presentó Nasrudin.

¿Puedo ver mi clavo?

¡Por supuesto! ¡Pase! – responde cordialmente el propietario.

Mulla entra y se recoge profundamente delante del clavo y luego vuelve a irse.

Algunos días más tardes, regresa con un pequeño cuadro en el que hay la foto de su padre.

¿Puedo ver mi clavo?

El propietario le deja entrar y Nasrudin cuelga el cuadro (cláusula obliga)

La vez siguiente, llega con un manto y una túnica.

Estas son ropas que pertenecieron a mi padre. ¡Quisiera colgarlas en mi clavo! – Le dice al propietario ligeramente irritado.

Pero, un buen día, Mulla se presenta ante la puerta arrastrando detrás de sí el cadáver de una vaca. El comprador, estupefacto, le pregunta:

Pero ¿qué viene hacer aquí con ese cadáver?

¡Está claro, vengo a colgarlo en mi clavo!…

Cosa que hace al instante, sordo a las súplicas del comprador estupefacto. La policía, llamada al lugar del litigio, le da la razón a Nasrudin a la vista del contrato. El cadáver empieza a pudrirse para gran desesperación del imponente propietario. Al cabo de un cierto tiempo, Nasrudin vuelve con otro cadáver que cuelga del mismo clavo. La pestilencia es tal que el propietario se ve obligado a huir del lugar. Y así fue como Nasrudin recuperó su casa.

Extracto del comentario que de este cuento hace Alejandro Jodorowsky en su libro “La sabiduría de los cuentos”:

La más pequeña concesión es un clavo en la propia casa. Es en esto en lo que el intelecto puede ayudarnos. Su papel no es otro que el de velar con atención constante para que nadie venga a nuestro universo a poner clavos que no nos corresponden.

Cada experiencia, cada cosa que aceptamos y que no nos corresponde equivale a dejar entrar el cadáver de la vaca en nuestra propia casa.


© Publicado el sábado 27/09/2008 por





La Rock & Pop que fue... Ya no lo es... De Alguna Manera

Ni del CIE ni de Perlolini, ahora la Rock & Pop es de Raúl Moneta...


La compró junto a la Metro y otras seis radios…

El ex banquero que ganó poder con el menemismo compró las frecuencias que hace 12 años administraba el holding mexicano y los tres edificios en que funcionan, más su playa en Mar del Plata. Habría pagado U$ 30 millones.

Dos grupos empresariales argentinos se unieron para concretar la compra de la totalidad de las radios que administraba hace 12 años en nuestro país el holding mexicano CIE, entre ellas la Rock & Pop y la Metro. El resultado de las negociaciones fue oficializado por los flamantes propietarios Raúl Moneta
, dueño de varios medios, y Matías Garfunkel Madanes, un joven empresario. Cada uno tendrá el 50% del paquete accionario de cada sociedad que se conformará para administrar las emisoras.

Los empresarios adquirieron a través del holding Corporación Infomed Hia S.A. a Radiodifusora Buenos Aires S.A.; Radiodifusora Metro S.A.; y Radifusora Net S.A., que administran Splendid (AM 990), Rock & Pop (FM 95.9), Metro (FM 95.1), Belgrano (AM 950), Blue (FM 100.7), FM 95.5 San Isidro Labrador, FM 106.5 Villa La Angostura, FM 107.5 Ostende, FM 95.3 Metro (Mar del Plata) y FM 98.9 Rock & Pop (Mar del Plata), además de otras repetidoras en el interior del país.

La transacción, que se concretó por una cifra cercana a los 30 millones de dólares, también comprende la adquisición de los tres edificios que la empresa mexicana poseía en las calles Freire 932, Freire 942 y Conde 935, en el barrio porteño de Colegiales, y el centro de espectáculos "Arena Beach", en Mar del Plata.

Según se informó, la dirección general de las emisoras, con su actual equipo gerencial, continuará a cargo de Marcelo Ripoll, que mantendrá a Pablo Lete como director artístico.

La Dirección General de Corporación Infomedia S.A. estará a cargo de Raúl Cruz Moneta (hijo del ex banquero), con su actual equipo gerencial actualmente dedicado a la producción y comercialización integral de contenidos gráficos, audiovisuales y digitales bajo las marcas Infocampo, El Federal, Bacanal, El Tradicional, Dinámica Rural y Tierra de Jinetes, entre otras.

"Esta nueva iniciativa, enmarcada en la decisión de los accionistas de invertir fuertemente en la industria de nuestro país, constituye un proyecto de largo plazo, que contempla el desarrollo de nuevos negocios, a partir del fortalecimiento de las inversiones en tecnología y en el desarrollo digital de las emisoras ya existentes", se destacó a través de un comunicado.

La aparición de Moneta descolocó las aspiraciones de Pergolini y de Electroingeniería, una firma cordobesa propiedad de los empresarios Osvaldo Acosta y Gerardo Ferreira, quienes estaban negociando con el grupo mexicano la compra del holding. A principios de diciembre pasado una fuente allegada a la empresa constructora le aseguró a este medio que las negociaciones estaban encaminadas.

© Publicado en el Diario Crítica de la Argentina de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 23 de Enero de 2010