sábado, 19 de febrero de 2011

Los sueñor posibles... De Alguna Manera...

Fue a Europa con 300 dólares y hoy juega ante Manchester...

Sergio Torres está en el Crawley, de la quinta división inglesa, sorpresa de la FA Cup. Así cumplió un sueño.

Allí, en ese templo del fútbol denominado Old Trafford, estará él. Entre tantas piernas cotizadas en millones de euros estarán las suyas, que cotizan en millones de sentimientos. La película, por ahora sin final previsible, parece guionada por el mejor director. Pero no está en cine. Es real, demostrando que la realidad, a veces, suele ser más fantástica que la propia fantasía. El protagonista es Sergio Torres, un hombre que convierte utopías en sueños y sueños en realidad. Hoy, nuevamente, dará fe de esa virtud: a las 14.15 saldrá a esa cancha, defendiendo la camiseta del humilde Crawley Town de la quinta división inglesa, para enfrentar al poderoso Manchester United por los octavos de final de la FA Cup. Así, el argentino le agregará un nuevo capítulo a su increíble historia.

Esa historia, su historia, comenzó hace ya un tiempo. En 2003, con 22 años, este marplatense trabajaba con papá Raúl en una fábrica de ladrillos de su ciudad, cuando decidió viajar hacia Londres para cumplir su gran sueño: ser futbolista profesional. Lo definieron, entre tantas definiciones, como loco, aventurero y hasta de imbécil. Sin conocer el idioma, sin club, sin experiencia, sin representante, sin casa, sin su familia y con apenas 300 dólares bien escondidos en un bolsillo se las arregló para superar distintas adversidades hasta llegar a jugar, por ejemplo, contra Chelsea, de visitante, antes 42.000 personas.

Pasó de todas. Se probó primero en Brighton, club de la tercera división. Pero no quedó. “Ellos eran aviones a mi lado. No tenía la preparación suficiente. Los primeros tiempos en Inglaterra fueron muy duros. Había conseguido vivir gratis en la casa de un camerunés, pero tenía que compartir la cama con otro africano. Ese camerunés me terminó echando después de una pelea que tuve con él”, le cuenta Torres a Clarín .

Se quedó sin vivienda y sin dinero. Pero no se rindió. Quería continuar caminando con la alegría de ir y sin la urgencia por llegar. Quería seguir intentando. Seguir soñando. Por eso decidió permanecer en Europa. El destino, ese que a veces actúa con maldad y otras veces lo hace con sorpresa, de a poco le fue tirando centros. Gracias a otro argentino (Cristian Levis) pudo tener alojamiento y jugar dos meses en Molesey, un equipo de la octava división. En mayo de 2004, debido a su satisfactorio rendimiento, pasó a Basingstoke, de la sexta categoría. “Cuando llegué a este club, no tenía dónde vivir. Por eso pensé irme pronto. Pero sucedió algo muy loco. Después de un partido, un hincha, de la nada, me ofreció que vaya a vivir a su casa. Y eso que se había casado hacía dos semanas. La señora dio el visto bueno, por suerte”, recuerda con felicidad. También tuvo que dormir tres meses debajo de una de las tribunas de Basingstoke. Muy extraña situación: “el lugar donde dormía era donde se recibía los días de partido a los directores de los equipos visitantes. Ese día, entonces, tenía que esconder mi bolso y la cama”.

En ese período, para comer, tuvo que trabajar. “Lo hice en una distribuidora, de 6 de la mañana hasta el mediodía. Iba en bicicleta. Media hora pedaleando bajo la lluvia. Los sábados eran tremendos. De 6 a 12 trabajaba, a las 13 comía y a las 15 se jugaba. Me cargan porque una vez me quedé dormido en la charla técnica”, cuenta con emoción, con la misma emoción con la que contó su historia en Clarin.com (el 26 de octubre de 2010).

Su sueño de ser profesional en el mundo de la pelota lo cumplió en 2005, cuando fue contratado por Wycombe Wanderers, de la cuarta división. Allí firmó su primer contrato. Allí empezó a actuar en estadios más grandes. Allí, a su vez, llegó a jugar una semifinal de la Carling Cup contra Chelsea, en Stamford Bridge: “Había 42.000 personas. Estaba enfrente de Ballack, Shevchenko, Lampard, Drogba. Perdimos 4 a 0, pero en ese partido le tiré un sombrerito a Ballack y otro a Drogba”.

Sergio Torres seguirá soñando hoy en Old Trafford, en ese estadio conocido como el Teatro de los Sueños. “Como bien lo dice su nombre: sueños. Soñé varias veces estar en esta cancha. Mi papá no tenía plata para venir a verme. Pero usé el dinero que gané por haber pasado la ronda pasada. Le dije: ¿cuándo vas a ver a tu hijo jugar en Old Trafford de nuevo? Esto es increíble”.

Que no se diga

Los medios ingleses contrastaron a Fernando Torres con Sergio Torres. Chelsea, por el español, pagó 58 millones de euros; Crawley, por el argentino, abonó casi 120.000. El español vive en una mansión; el argentino alquila un departamento. El español, con Liverpool, quedó eliminado de la FA Cup; el argentino aún no.

© Escrito por Juan Manuel López y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 19 de Febrero de 2011

lunes, 14 de febrero de 2011

Huracán 1 vs. Argentinos Juniors 1... De Alguna Manera...

El Globo fue muy Blandi...

Huracán se puso arriba antes de los dos minutos por un penal de Cámpora. Se metió muy atrás, no pudo meter ni una contra para estirar la ventaja y Argentinos se lo empató en el final con un gol de Blandi.

La falta de Santiago Gentiletti en el arranque del partido fue un tesoro demasiado codiciado para Huracán que se aferró en los 88 minutos restantes a esa ventaja que sacó con Cámpora. Tanto fue el amor del Globo por ese regalito del defensor del Bicho que se preocupó poco por tratar de aumentar la diferencia y al final lo terminó pagando. En el cierre el gol de Blandi hizo justicia. Fue parda y la sonrisa terminó en el rostro de los hinchas visitantes. El Globo tenía todo para meterle presión a River pero no supo cómo llevarse la victoria. Tendrá un semestre de mucho sufrimiento y esta noche recién fue el comienzo.

Argentinos tiene la mente en otra cosa. Al menos Juan Mercier, pieza clave del equipo de Troglio y que en las últimas semanas fue pretendido por Racing pero en Paternal le cerraron la puerta. Que me voy, que me quedo, que quiero que me dejen ir, tantas idas y vueltas hicieron que el volante se desgarre cuando todavía no se habían jugado 25 minutos y sus compañeros sintieron el golpe. Sin Mercier y 1 a 0 abajo casi desde el vestuario, parecían demasiadas las adversidades para el equipo de Troglio. Sin embargo fue a buscar el empate, en la primera parte con más fútbol que en la segunda, pero transformando en figura al arquero del Globo. Y con tanta insistencia fue que al final tuvo su premio.

Fue empate el cierre de la primera fecha. Un punto que en Paternal se celebra. El equipo de Troglio tuvo una buena semana, hizo un partidazo en Brasil y ahora se quedó con un buen empate en Patricios. Huracán necesitaba ganar para aprovechar los puntos que dejaron sus competidores en la zona caliente del descenso. Sabor amargo para el Globo que ahora deberá ir al Monumental por la victoria que se le negó esta noche. No la tendrá fácil Brindisi, el semestre pinta más que complicado.

© Publicado por la el Diario Deportivo Olé de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el lunes 14 de Febrero de 2011.



domingo, 13 de febrero de 2011

Comer basura para sobrevivir... De Alguna Manera...

Donde los desechos de comida son sinónimo de supervivencia.

En la planta procesadora de desperdicos del Ceamse, en San Martín, cientos de jóvenes cirujean a diario durante una hora escarbando los desechos industriales de fábricas de lácteos, frigoríficos y supermercados. Muchos de ellos proceden de la villa "La Cárcova", de José León Suárez, donde dos menores murieron baleados tras el descarrilamiento de un tren.

José León Suárez es el parquetemático de la miseria, sostiene Lalo. “Vivimos sobre rellenos de desechos, tenemos la gran quema y hasta trenes descarrilados. Solo falta clavar el cartel en la autopista, Bienvenidos a Quemaikén ”.

Lo que se cuenta aquí es apenas una visita al cirujeo que ocupa a miles de vecinos de San Martín cinco días a la semana, en la planta procesadora del Ceamse. Es el paso por una escena postapocalíptica, en tiempos industriales y en una de las llanuras más ricas del mundo.

Ernesto De la Cárcova, el artista que pintó Sin pan y sin trabajo , uno de los cuadros emblemáticos del museo argentino, da nombre a esta villa, cuyos habitantes llaman Carcova, sin tilde y con acento grave. Es una villa como cualquier otra, ni más grande ni más violenta, estable en población, donde se concentra en pocas manzanas la desintegración de una comunidad . Dos menores -Gabriel Ramos y Franco Almirón- fueron asesinados por la Policía bonaerense la semana pasada tras el supuesto descarrilamiento y saqueo de un carguero, en lo que parece un episodio de “gatillo fácil”. Las pericias de la Gendarmería no han sido concluyentes sobre el incidente del tren. Aunque el grueso de su población, de origen argentino, vive del cirujeo, la mayoría no sube a los pocos camiones que salen a media tarde hacia el microcentro sino que cartonea en el Ceamse, a pocos kilómetros . A las 16.30, decenas de jóvenes preparan sus bicicletas y carros para atravesar la villa. Deben cruzar las vías y enfilar para la autopista del Buen Ayre, hasta la curva que se adentra en el campo hacia la montaña de basura descargada por los camiones todo el día.

En rigor, la planta del Ceamse dejó de ser una quema hace décadas, pero todos la siguen llamando así. Técnicamente, el Relleno Norte II concentra el 86 por ciento de la disposición final de los desperdicios de la Capital, el conurbano y el primer cinturón, en total, 34 municipios. A priori, el cirujeo en este inmenso basural suena al último escalón del trabajo humano , y lo más fácil es convertir a sus peones en una jauría ante la carroña, ellos también posthumanos. Sin embargo, mirado en frío -respirando por la boca-, no hay pozo más suculento ni que ofrezca lo que en rigor es la totalidad completa de los bienes de consumo, rotos, podridos, degradados pero desplegados en toda su diversidad, en lotes ofrecidos a una grotesca cosecha. Ni hay una fuente de negocios tan cercana en el municipio de San Martín.

Ofrece la cornucopia del capitalismo en clave de esperpento .

El paisaje es degradante y a la vez, barroco. Su orografía es multicolor, trepa por bultos de todas las materias y hasta tiene un río, el Reconquista, con su propia fauna de ranas que, por los vertidos, nadie se atrevería a comer . Se supone que el fuerte de la villa Carcova es el reciclaje del nylon , el polímero PET. Los envases plásticos se recogen, se venden a los acopiadores y se compactan en grandes cubos que se exportan a China y Brasil, donde se reprocesan en lana polar. Además del Ceamse, existen en este mismo partido quemas clandestinas de PET a un costo muy inferior. En su reciente libro ¿Quién mató a Diego Duarte?, en el que se indaga en la muerte de un joven cartonero bajo un alud de basura en marzo de 2004 y cuyo cuerpo nunca apareció (la escena recuerda el final trágico de Gomorra , la película basada en el libro de Roberto Saviano sobre la mafia de la basura), Alicia Dujovne Ortiz pinta esas otras quemas a cielo abierto. Además del nylon , muchos cartonean papel.

Sin embargo, lo que horripila y al fin hace repensar las propias coordenadas de vida -el perdedero sin fondo de los recursos, el dispendio como la verdadera obscenidad- es el cirujeo de desechos alimentarios, que han salido del sistema comercial por la mañana para reingresar en otro circuito paralelo esa misma tarde . No siempre se trata de alimentos vencidos sino desechados por razones industriales, la más común, por haberse roto la cadena de frío. Ambrosio Nougués, consejero de la Fundación Banco de Alimentos, observa que nuestro vencimiento alude a otras “propiedades organolépticas”, como su punto óptimo de aroma y color, lo que no quiere decir que no sean comestible. En muchos países, como los EEUU., la leyenda señala su fecha de consumo preferible. En la práctica, esto pondría en circulación y volvería aptas para donaciones masivas altísimas cantidades de alimentos que hoy se descartan con demasiada facilidad. Existe un proyecto, la ley Donal, guardado desde hace meses, que procura reglamentar esta clase de donaciones directas a entidades humanitarias. En la práctica, toda la población que cirujea en el Ceamse desde los años 80, pero con un gran estallido desde la crisis de 2001, se ha alimentado de lo que sus padres rescataban aquí.

Lalo Paret, tercera generación de cirujas, referente de la fundación internacional La Base y un activista en favor del reciclado, cuenta que se alimentó de desperdicios desde los siete años. “Me acuerdo que una temporada viví dos meses enteros a base de mondongo”, cuenta. “Aquí las vecinas saben que si levantan pollos de la quema, deben dejarlos hervir dos horas.

Decía mi abuelo que el fuego mata todo .” En la esquina de la Carcova donde paran los amigos de los menores muertos, cerca de las casillas donde todavía impera el duelo de los familiares, ninguno nos querrá acompañar; ni locos se aventuran con toda la zona bajo la mirada de la Gendarmería . Una joven bella y muy “cuadro” despotrica contra la prensa corporativa y es un eco del movimiento globalifóbico de los años 90, atravesado por los debates de la ley de Medios. Es necesario caminar hasta el final de la avenida Central de la villa y emprender una marcha de 40 minutos, hasta el atajo donde el Ceamse abre un camino campestre hacia el botín, a la extensión donde gotea cada día el maná envenenado de todos los supermercados, fábricas de lácteos, refinerías y frigoríficos . Y lo que se viene es la barata última, el despliegue de estos otros commodities que, rancios y vencidos, mal empaquetados o impresentables, las plantas y góndolas regurgitan en este barranco, tan lejos de los niños famélicos de Salta. La quema del Ceamse es el confín de todos los productos que nos acompañan a diario, allí donde lo ordenado por la industria se confunde en un yacimiento de materia sin etiquetar y todo se superpone -y esa es parte del escándalo y el chiquero-: el picadillo de tabaco con los bidoncitos de yogur, la carne picada y los pollos junto al balanceado de nuestros voraces golden retrievers, mientras el brazo ciego va tanteando, por si acaso los dedos tocan un DVD .

Primero hay que llegar hasta el retén policial del Ceamse y la gran reja, al otro lado de un puente donde las autoridades esperan la hora indicada. La inmensa mayoría de cartoneros son menores de 25 años, muchos de ellos niños con hermanos mayores y cantidad de jovencitas. Pocos adultos soportan el esfuerzo atlético de llegar primero a la montaña. Walter, un señor adulto, dice que ha visto a muchos quebrarse, porque a más juventud, mayor es la presión de la largada . Hacia las 17.30 abren la reja -suena la campana de Pavlov; “comida, mi plato favorito”, decía Groucho Marx- y se larga la carrera. Habrá unas quinientas bicicletas y carros hoy pero en meses como diciembre puede llegar a triplicarse. Es un embudo rodante por ocho cuadras y el clima es de competencia por acceder a los mejores lotes. Aunque es festivo sin alegría, porque todos saben en carne propia que hacer esto es una condena y anticipan en la piel cómo saldrán de ahí, hay una euforia por resolver, cruzada de chanzas y sociabilidad y bravuconadas hormonales. Al rato de andar con ellos, lo que a mis ojos es basura repugnante cambiará de signo: se convertirá, como dicen, en “mercadería”.

Al llegar a la podredumbre, empieza la pugna. La gente se conoce, unos son amigos y otros se odian. Reina el apuro por hacer rendir la única hora que el banquete será ofrecido, por pescar en la misma mierda cien kilos de salchicha, tres plasmas rotos de los que quizá salga uno sano, yogures, la caja de cosméticos Avon . Para todo ello es preciso hundirse en el piso viscoso y meter los brazos; los guantes no resultan para los alimentos. La escena actualiza aquel cuadro donde las negras revuelven vísceras en El Matadero, de Esteban Echeverría, pero en conjunto tiende más al futuro que al pasado. De algún modo, las tensiones por los alimentos en todo el planeta se juegan también acá.

Claro que donde hay dinero, hay método y un sistema comercial. Que existe una mafia de la basura en el Ceamse parece ya fuera de duda . Rige un turno anterior de cartoneros privilegiados -llamados veedores -, que entra pocas horas antes para marcar su botín. A estos bagayos con destinatario se los llama “tendidos”; por la tarde ya están cubiertos con plásticos. A los bandazos sobre una sola bicicleta, tres estibadores sacan 300 kilos de carne picada ; a la salida la cargan en uno de esos Valiant que solo conservan la primera marcha. Los venderán a pocas cuadras, a 5 pesos el kilo. Esa tarde hubo grandes descargas de salchichas, en bolsas de cien kilos, y de alimento canino: el kilo de balanceado se revende a 2 pesos. Quienes recogieron salchichas negaron que las vendieran, p ero más tarde algunas casillas de Carcova abrirán sus ventanas y revenderán panchos y yogures . Es imposible determinar a qué marcas pertenece cada lote de desechos, pero es evidente que proceden de molinos y frigoríficos; todo llega en bolsas sin inscripciones. Los cartoneros aseguran que levantan alimentos de todas las primeras marcas. También vimos gigantescos paquetes de pan rallado donde más tarde pescaron patitas de pollo procesado. Si las empresas pagan al Ceamse la terminación de sus desechos, cuatro horas después de que sean arrojados ya reingresaron en otro nivel más abajo. Fuera de la quema, esa carne no se distingue en nada de las hamburguesas “caseras” de cualquier carnicería de barrio. Alguno nos confía que en los casos de la salchicha y el jamón, la puzza se enmascara con un paso por lavandina. Otros aseguran que las compran granjas de porcinos.

De vuelta por el camino, los pibes parecen más viejos. Van embadurnados de la cabeza a los pies: grasa, reguero de lácteos y el barro orgánico en que chapotearon durante una hora. Cada uno vuelve con lo suyo, más encallecido y hosco que a la ida . Las pibas van en grupo, casi todas ellas con alguna mujer mayor. Tienen una reciedumbre de heroínas para pelear a la par y es posible imaginarlas bailando “Bombón asesino”, una vez que hayan conseguido lavarse con el escuálido chorrito de agua no potable que llega a Carcova en unas mangueras de PVC. Se les oye alguna amenaza (“Si me dice algo, la muelo a palo en seco”, querrán decir “antes de saludarla”). Pero ellas son, de hecho, las más frontales, las más politizadas y las que mejor se expresan. Hasta se les intuye una fuerte identificación con la presidenta Cristina Kirchner, allí donde los muchachos se concentran mayormente en la demolición o la colección de quejas. Y todo el tiempo se oye un léxico nuevo, que hace rato se despidió de la escuela y se aleja de la lengua común.

Está hecho de onomatopeyas, “conchaetumadres” y otras contracciones : ese magma violento de palabras obliga a pensar otra vez de cero. Oigo un insulto loco, programado a la perfección con una pedrada a otro que lleva su carro adelante: “¡Chancho puto lambeverga!” Unos jóvenes me gritan, “Doña, ¡acá nada de firmar !” Les digo que pierdan cuidado. El fotógrafo quedó muy atrás, impedido por los policías que nunca supimos si querían cuidarlo de la lluvia de piedras. No es solo que los avergüencen las cámaras y el festín amarillo. ¡Lo que ellos no quieren por nada del mundo es que se corte el suministro! Acá todavía se oyen lamentos por la suspensión del Tren Blanco, que unía José León Suarez y Retiro. En la práctica, aseguran, eso solo sirvió para hacer menos visibles a los cirujas: significó la privatización del acceso a la Capital y reconcentró la mafia del cartoneo . A corto plazo, quizá ellos tengan razón y el banquete deba seguir, porque en verdad lo que da náusea es el hambre en la factoría de soja. Pero en el mediano término, el cirujeo en el Quemaikén es aberrante, es la ironía que hace saltar la línea completa . Al salir de la quema, volvimos a estar cerca de la pampa húmeda.


© Escrito po Matilde Sánchez y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 13 de Febrero de 2011.