sábado, 29 de marzo de 2014

Madre de tod@s... De Alguna Manera...

Madre de tod@s...


En una nueva cadena nacional, la presidente confesó que se siente "la madre" de los argentinos.
 

El seguimiento del lenguaje oficial sería irrelevante y frívolo si se tratara apenas de un pretexto para no encarar las circunstancias delicadas que confronta la Argentina. Sería una especie de secuestro de la agenda verdadera: hablar de apariencias, modas, zapatos, carteras, joyas y maquillaje, pero eludir lo central. De más está decir que ésa no es mi intención ni propósito. Pero, una vez más, lo que a veces forzadamente se pretende diferenciar entre problema de fondo y problema de forma, la manera de actuar (nunca el verbo estuvo mejor utilizado que en este caso), de quien preside el país revela hasta el tuétano la naturaleza de sus políticas.

“Yo me siento la madre del país”, dijo esta tarde Cristina Fernández de Kirchner. Pero no lo dijo tomando el té con sus amigas en una confitería, sino hablando desde la residencia presidencial de Olivos, cuya manutención costeamos los contribuyentes hasta el último centavo, y lo hizo confiscando nuevamente, “de prepo”, el aire de las emisoras de radio y televisión aún no sometidas al Gobierno, con el supuesto objetivo de anunciar algo de interés general.

Mis oyentes, que son millares en todo el país y en el mundo, saben que lo vengo diciendo hace mucho tiempo y no me voy a cansar de reiterarlo. El uso de “la cadena” oficial, el encadenamiento de los medios, es una operación arbitraria, discrecional y autoritaria específicamente encuadrada en situaciones y condiciones que así lo ameriten. Hay un ordenamiento legal que establece el sentido y la razón de ser de “la cadena”. La presidente y sus seguidores claramente se ríen de eso. 

Ellos siguen pensando que el país es propiedad privada del grupo gobernante y que, en consecuencia, no hay nada que explicar, justificar ni demostrar. Hacen entrar a las emisoras en cadena porque se les antoja.
 Bastaba verla y escucharla a la presidente este jueves 27 de marzo de 2014 para advertir que nada de lo que decía ameritaba una cadena nacional. Anunciar el recorte en los disparatados subsidios que el Gobierno ha venido esparciendo por la zona metropolitana hace ya largos años, no era una razón digna de paralizar a todos los medios de comunicación para darlo a conocer como quien anuncia un gran acuerdo internacional o una guerra, Dios no lo permita.

Ella lo ha dicho y es esclava de sus palabras: “Yo me siento un poco la madre del país, la madre de todos los argentinos”. Menos mal que dijo “un poco”, ¿no? De alguna manera atenuó su concepción íntima de la naturaleza de la relación que la vincula con el país. Según ella, somos sus hijos y ella es la madre de los argentinos.

Además, se preocupa por subrayar que es “muy grande” el esfuerzo que está haciendo ella, como si se tratara de algo que hace contra su voluntad. Estamos hablando de un Gobierno que en pocas semanas va a cumplir once años consecutivos en el poder, un récord histórico. En esta misma cadena nacional, dialogando con sus asesores, haciendo preguntas supuestamente casuales, y amistosas, al ministro de Economía y a la ministra de Industria, fue ensayando una explicación según la cual el recorte de los subsidios no es un “tarifazo”. Es un auténtico acto de magia, entre lingüística e ideológica.

¿A qué se llama un “tarifazo” cuando se está eludiendo la verdad de una sociedad que aparece hoy crucificada porque siguen sin clases los niños de las escuelas públicas de la Provincia de Buenos Aires? ¿Qué quiere decir que esto no es un “tarifazo”? El concepto de “tarifazo” puede discutirse, podríamos entretenernos en una disquisición que permita establecer en qué momento un ajuste es lo suficientemente grande como para llamarlo “tarifazo”. Claro, acá el “tarifazo” no existe en sentido estricto.

Pero es de una alta escuela de hipocresía esconderse en los vericuetos de las palabras para decirles a los argentinos que donde pagaban 20 ahora van a pagar 60 u 80 y eso no es un aumento significativo. Habrá que pagar desde ahora un poco más lo que corresponde pagar, porque el Gobierno había congelado absurdamente -con ese blindaje ideológico que se confunde con la negación de la realidad- un sistema de tarifas que en un país de altísima inflación como la Argentina estaba totalmente desactualizado.

Esos subsidios se mantuvieron con un pretexto, a estas alturas y desde hace años, ridículo según el cual así se fomentaba el consumo. Montaron un berenjenal de costos y precios que ha terminado explotándole bajo los pies al Gobierno. En lugar de haber ido ajustando progresivamente acompañando el incremento del costo de vida con precios un poco más razonables y lógicos para el transporte público, y servicios esenciales como electricidad, agua, luz y gas, el Gobierno decretó la inexistencia de la inflación. El Gobierno ajustaba las asignaciones universales por hijo. Dos veces por año, el Estado debe actualizar, por ley, el monto de la jubilación mínima, y sin embargo en cada ocasión de ajuste, como si en lugar de una ley fuera una prebenda monárquica, la presidente capturaba las ondas de radio y televisión para anunciar un aumento que, de todas maneras, tenía que ser hecho.

Pero, de todos modos, hacia ese ajuste, pequeño, progresivo, parcial, limitado, insuficiente, pero aumento al fin, excepto en las tarifas. Cuando esto ya no se puede seguir sosteniendo, el Gobierno debe retroceder de la peor manera, pero lo hace a su modo, negando la realidad, escabullendo el bulto y, lo que es mucho más grave, tratando de plantear una realidad absolutamente demencial según la cual acá hay un ajuste pero que no significa nada para el bolsillo de la gente.

Que explique el Gobierno cómo es que esto va a suceder así y, sobre todo, cuál es la lógica, el concepto racional mediante el cual se mantuvo subsidiado el costo de los servicios públicos para sectores de la sociedad largamente capacitados a pagar precios mucho más reales que los congelados políticamente. El Gobierno ha mantenido la filosofía de que existe el almuerzo gratis y lentamente tiene que darse cuenta de que se metió el pie en la boca.

Ahora, si encima de todas estas revelaciones y al margen de todos estos anuncios, nos enteramos de que la señora presidente de la Argentina se considera la madre de todos los argentinos, falta decir:
“¡Bingo! Cerrame la 4 y traeme la adición”. Ya no falta nada.

© Escrito por Pepe Eliaschev el Viernes 28/03/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 

El país de Cristina... De Alguna Manera...


El país de Cristina...

Ya probaste el chiquitto… Ahora probá el grandote. Dibujo: Pablo Temes. 

Preocupa una Presidenta que habla de trivialidades y elude los temas de fondo. Zancadillas 2015.

El problema más grave de la Argentina tiene dimensiones gigantescas, pero habita en un lugar pequeño: la cabeza de Cristina. Es difícil comprender qué piensa la presidenta de la Nación cuando despilfarra una cadena nacional para hablar de frivolidades mientras el país arde en la mayor crisis educativa de la década, se congela de pánico frente a una inseguridad que crece geométricamente y es víctima de un feroz ajuste ortodoxo que es música para los oídos del Fondo Monetario Internacional.

La falta de información certera y la liviandad para asumir la realidad hizo correr frío por la espalda de una sociedad que acumula broncas diversas y que se prepara para paralizar la Nación el 10 de abril con las centrales obreras a la cabeza y que incuba cacerolazos para cuando el tarifazo y la devaluación impacten de lleno en sus bolsillos. La jefa de Estado obliga a que una columna de análisis político tenga que explicar nimiedades vinculadas a las bandejitas de catering que las líneas aéreas ofrecen a sus pasajeros o las bondades de los distintos tipos de alfajores. Fantoches se les llama a ciertos títeres ridículos que provocan risa, como algunos de sus funcionarios, que tratan de atajar todos los penales que Cristina les patea al ángulo de manera sorpresiva. 

La Presidenta y su gobierno tienen méritos para exhibir. La asignación universal, el matrimonio igualitario, la vigencia de las paritarias y varios más. Pero no debería encapricharse en sacar pecho por Aerolíneas Argentinas, que nos costó 700 millones de dólares por año a todos desde que los pícaros muchachos camporistas se hicieron cargo. Es tan inmenso el barril sin fondo que el caso Aerolíneas se estudia en el mundo de los negocios como un tema extremo e insólito. La Presidenta no lo sabe, pero nadie le dice que Aerolíneas no es la única que reparte algún tentempié durante los vuelos de cabotaje. LAN incorporó una cajita de productos Havanna donde hay una bolsita con snack, un alfajor y una galleta dulce, además de las gaseosas, el jugo o el café. Un lujo, che, como dijo Cristina. 

Y no hay que pagar en “efeté”, para seguir con su lenguaje. Aerolíneas hizo bien en copiar esa idea, aunque lo hace casi con los mismos elementos, pero de Arcor. Lo grave es que, además del agujero negro terrible que genera para nuestra economía, Aerolíneas tiene cosas inexplicables. El vuelo a Jujuy, adonde no va otra empresa, vale un 30% más que el de Salta (adonde viajan también LAN y Andes), pese a que es la misma distancia. Curiosidades que Cristina no tiene por qué conocer, pero que debería averiguar.

Referirse a los dos aires acondicionados que se compró su madre y al poco frío que hacía en la sala donde le hicieron la resonancia magnética en Italia por el percance del esguince puede ser un paso de cordialidad coloquial si son colaterales a los temas que más preocupan a los ciudadanos. Pero quedarse solamente con esas cuestiones menores lleva a la pregunta más inquietante desde el punto de vista institucional. ¿Qué le pasa a Cristina? ¿En qué país vive quien se siente la madre de todos los argentinos, que, a veces, nos sentimos huérfanos de conducción?

Axel Kicillof, el ministro que abandonó el marxismo académico para convertirse en el ejecutor de las medidas más neoliberales, podría concursar como inventor de metáforas o, mejor dicho, de eufemismos. “Deslizamiento de precios”, bautizó a la inflación, que licuó el aumento semestral de los jubilados en sólo sesenta días, y ahora denomina “reducción diferencial de subsidios” al simple y llano “tarifazo”. Y, si no lo cree, que le pregunte a Hugo Yasky, a quien nadie podría acusar de opositor, que dijo que “la devaluación afectó fuerte el bolsillo” y que “deberían reducir subsidios por el nivel de ingresos de cada familia” porque, se preguntó, “¿cómo baja un 20% del consumo alguien que sólo tiene una cocinita de cuatro hornallas?”. 

Puro sentido común, que escasea en varios ministerios. Es ofensivo a esta altura, provocador, que el ministro de Educación de la Nación haya enmudecido frente al conflicto de los docentes bonaerenses y ocho provincias más que sacudió las fibras íntimas de las familias. Me hizo acordar a una chicana de Julio Bárbaro sobre la presunta genialidad de los que no hablan en política, como Carlos Zannini o Máximo Kirchner: “No hablan porque no tienen nada para decir”.

La parábola descendente del cristinismo debe ser custodiada por toda la sociedad para no permitir que se desborde. Los ataques a Sergio Massa (responsable del paro, de la inseguridad y la falta de cloacas en Tigre, según Capitanich) y el aislamiento hostil al que someten a Daniel Scioli, para que se cocine en su propia salsa con los maestros estrella de los programas oficialistas, es un gesto desesperado ante la ausencia de un candidato puro de Cristina que tenga chances reales de superar el 10% de los votos. Miguel Díaz, el sindicalista docente, contó por radio que los funcionarios del sciolismo les confesaban que era Cristina la que boicoteaba todo tipo de acuerdo hasta que se hizo la luz.

Cosecharás tu siembra. Fue tanta la concentración del poder y los negocios sucios del matrimonio Kirchner que en lugar de que florezcan mil flores se pisaron todos los brotes. Cristina está aceptando lentamente la idea de que necesita que no gane un peronista de ninguna especie para poder soñar con un regreso heroico tipo Michelle Bachelet o, por lo menos, aspirar a la módica ambición de no recorrer los tribunales de la mano de Máximo y de un tal Lázaro Báez.

© Escrito por Alfredo Leuco el Viernes 28/03/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 

Argentina, Diciembre de 2001 en fotos... De Alguna Manera...


El trabajo de los fotógrafos es clave en el juicio por las muertes del 2001...


El registro de los reporteros fue sumado como prueba en la causa por la represión policial que sólo en Capital Federal dejó 5 muertos el 19 y 20 de diciembre de ese año. Galería de imágenes.

"Corríamos postas. Si frenabas para tomar la foto, te disparaban. Si corrías, no tenías la foto. Corríamos postas". Ese es el recuerdo preciso del fotógrafo Juan Pablo Barrientos sobre lo que ocurrió el 20 de diciembre de 2001.

Barrientos fue uno de los varios reporteros gráficos que en aquellas trágicas jornadas salió a la calle para documentar la represión policial desatada por el gobierno de Fernando de la Rúa que sólo en Capital Federal dejó un saldo de cinco muertos (39 en todo el país) y 117 heridos (se estima que fueron 224 en total).

A 13 años de esos hechos, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 6 avanza por estos días sobre las responsabilidades del ex secretario de Seguridad, Enrique Mathov; el ex jefe de la Policía Federal, Rubén Santos y del exjefe de Superintendencia Ciudadana, Raúl Andreotti, acusados por los delitos de  homicidio culposo, lesiones culposas y abuso de autoridad junto a otros quince imputados. De la Rúa, en tanto, consiguió la absolución y sólo declarará como testigo. El documento fotográfico aportado en la causa por los reporteros es clave para reconstruir lo ocurrido y fue considerado como parte de las pruebas por los miembros del Tribunal.

"La foto más fuerte es una pequeña emboscada a siete u ocho pibes en Rivadavia y Avenida de Mayo. Empezaron a pegarle de una manera increíble con culatazos. Había un pibe que se llamaba Juan y tenía más de 27 perdigones en la espalda. A uno de los pibes le rompieron tres dientes a borcegazos", dice Barrientos que por entonces se desempañaba como diseñador gráfico en la revista infantil Billiken y salió de la redacción para registrar la violencia policial en Plaza de Mayo.

Como Barrientos, Nicolás Pousthomis y Paloma García acompañaron con su trabajo la formación del colectivo de contrainformación Argentina Arde, que nació al calor del Argentinazo: "Recuerdo una sensación de cierto optimismo porque de alguna manera sentí que (a partir del 19 y 20) podía haber un cambio grande, que estaba ocurriendo lo que siempre quería que ocurriera; estar viviendo un momento histórico y formar parte de ese movimiento", cuenta Pousthomis, reportero de SUB, cooperativa de fotógrafos. "La fotografía era una herramienta, además de poner el cuerpo. Muchos nos decían que éramos manifestantes con cámaras".

Según García, las asambleas de Argentina Arde - un colectivo del que formaban parte Contra Imagen y Cine Insurgente - llegaron a convocar 250 personas con la consigna "Vos lo viviste, no dejes que te la cuenten".

"Registré el 19 de diciembre a la noche y la represión del 20 al mediodía", recuerda la fotógrafa que retrató una extensa movilización de vecinos de la asamblea del barrio porteño de Saavedra a Plaza de Mayo (mirá las fotos). "Es verdad que pusimos el cuerpo; muchos fotógrafos y camarógrafos, que además de ser profesionales dentro del periodismo y la fotografía, entendimos nuestra profesión como una herramienta urgente y necesaria", explica García.

"Había que romper el cerco informativo que precisamente no ‘informaba’ nada o desinformaba: muchos barrios en estado asambleario casi permanente, fábricas abandonadas por sus dueños y recuperadas por sus trabajadores; piquetes y focos de resistencia en todo el país. Nuestras fotos volvían a la gente en muestras callejeras que hacia el colectivo tanto en las paredes del Cabildo como en la asamblea Interbarrial de Parque Centenario", recuerda Paloma García.

Rodrigo Borda, abogado del Centro de Estudios Sociales y Legales (CELS), patrocina a los familiares de Gastón Rivas y Diego Lamagna, asesinados junto a Carlos Almirón en pleno microcentro: "En ese lugar había algunos reporteros gráficos que antes y durante los asesinatos, sacaron fotos. El principal Víctor Belloni era quien tenía la voz de mando en Avenida de Mayo entre Tacuarí y Bernardo de Irigoyen; está probado que ese hombre disparaba con balas de plomo".

Según Borda, "la represión no fue alocada y descoordinada, sino, por el contrario, fue coordinada: la policía cumplió órdenes". El CELS aportó los registros de los fotógrafos Iván Clemenco Villagrán y Bernardino Avila, cuyo trabajo finalmente fue desestimado por el tribunal. Clemenco fue amenazado de muerte después de que se conocieran sus imágenes y debió ingresar en el Programa de protección de testigos: "Su foto muestra el momento en que cae herido de muerte Gastón Rivas; él dice ver al policía que lo mata".

Se estima que el juicio por los asesinatos del 19 y 20, donde se escucharán los testimonios de 500 personas, durará al menos dos años.

© Escrito por Juan Pablo Mansilla el Sábado 29/03/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Las fotos





























© Fotografía de: Paloma García, Nicolás Pusthomis y Juan Pablo Barrietos el Sábado 29/03/2014 y publicadas  por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.