sábado, 26 de julio de 2008

Se todos los cuentos...


SE TODOS LOS CUENTOS
.
Yo no sé muchas cosas, es verdad
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos...
Que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos...
Que el llanto del hombre lo taponan con cuentos...
Que los huesos del hombre los entierran con cuentos...
Y que el miedo del hombre
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas es verdad.
Pero me han dormido con todos los cuentos...
Y sé todos los cuentos.
León Felipe (1884-1968)

ESMA. Descubren escritos de un secuestrado…

Un grupo que trabaja en el edificio halló anotaciones que serían de Horacio Maggio.

Un grupo de colaboradores del Instituto Espacio para la Memoria, que realiza tareas de conservación en el ex centro clandestino de detención de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), descubrió dos inscripciones que habrían pertenecido al desaparecido Horacio Domingo Maggio, un delegado sindical santafesino que, luego de escapar de prisión en marzo de 1978, denunció públicamente a la dictadura militar por sus crímenes y torturas.

"27/12/77 cio Maggio" y “3/3/78 H.M.” dicen los escritos ocultos en una de las vigas del sector denominado "La Pecera", en el Casino de Oficiales. Para Víctor Basterra, colaborador de el Instituto y sobreviviente del centro clandestino, no hay duda de que Maggio es el autor: “He cotejado con una carta manuscrita de Maggio y hay detalles inconfundibles", dijo Basterra a Críticadigital.

Las cartas a las que hace referencia Basterra son aquellas que Maggio escribió a varias instituciones nacionales e internacionales cuando logró escapar de la ESMA. Las mismas que el diputado nacional Miguel Bonasso incorporó en su libro Recuerdo de la Muerte.

En conversación con Críticadigital
, Bonasso reflexionó que los escritos “pueden haber sido de los últimos momentos", aunque se mostró sorprendido porque en la fecha de la última inscripción Maggio "estaba disimulando que se iba a fugar”.

“Él no estaba tratando de hacer ninguna cosa testimonial, sino más bien tratando de ocultar que había estado ahí. Que él hubiera dejado su nombre ahí la verdad que es una novedad total”, opinó el diputado nacional.

RECUERDO DE LA MUERTE. Maggio usaba los sobrenombres "Nariz" y "Polichinela", trabajaba en el Banco Provincial de Santa Fe y tenía 30 años cuando fue secuestrado por el Grupo de Tareas y trasladado a la ESMA. Luego de pasar unos meses en ese campo de concentración, consiguió fugarse y desde la calle llamaba por teléfono a los marinos que lo habían tenido cautivo.

"Con los bolsillos llenos de cospeles y monedas, llamaba a sus verdugos, se identificaba, los insultaba y les preguntaba cuanta gente más habían matado desde que él no estaba en la ESMA. Y como una premonición, decía al teléfono: 'Va a haber un Nüremberg para todos ustedes, asesinos'", cuenta Bonasso en su libro.

También mandó cartas "a Raúl Castro -Embajador de EE UU en Argentina-; a los monseñores Aramburu, Primatesta y Zaspe; al propio dictador Videla; a los mandos militares; los sindicatos; los dirigentes políticos; al staff del Ministerio de Relaciones Exteriores; al Secretario de Naciones Unidas (ONU); a Amnesty Internacional y a toda la prensa extranjera".

"En las cartas denunciaba su secuestro y los hechos que ocurrían en la ESMA , los nombres y alias de los represores que actuaban allí y los casos de asesinatos y secuestros que él conocía", agregó el legislador en su libro.

Poco antes del Mundial de Fútbol 1978 Maggio "tuvo una entrevista con el sub director de Associated Press que fue publicada en los principales diarios del mundo. En ella reiteró sus denuncias, el caso de las monjas francesas detenidas y desaparecidas y el caso de Dagmar Hagelin".

Según Bonasso, Maggio "se transformó en el objetivo primordial de la dictadura" hasta que fue nuevamente aprehendido y "desarmado, se defendió a pedradas contra sus captores y asesinos" que lo ejecutaron.

"Su pequeño cadáver fue expuesto en la ESMA como trofeo de guerra ante los prisioneros en el mes de septiembre de 1978", relató
Recuerdo de la Muerte.

La esposa de Maggio, Norma Valentinuzzi, docente de 28 años, fue detenida el 11 de septiembre de 1979 y desde entonces permanece desaparecida. De ese matrimonio nacieron sus hijos Facundo y María Eva, dos sobrevivientes del terrorismo de Estado.

© Publicado por el Diario Crítica de la Argentina de la ciudad Autónoma de Buenos Aires, el día 22 de julio de 2008.

Latidos en el viento...

“PRIMERO MATAREMOS A TODOS LOS SUBVERSIVOS, LUEGO A SUS COLABORADORES, DESPUÉS A LOS SIMPATIZANTES, LUEGO A LOS INDIFERENTES, Y POR ÚLTIMO LOS TÍMIDOS”.

Gral. Ibérico Saint Jean. Gobernador de la Provincia de Bs. As. Mayo de 1977.

Prólogo

El caluroso y agobiante 6 de noviembre del 2004 son descubiertos en el sector privado de un cementerio de Provincia cuatro cadáveres enterrados como NN. Se sospecha que podrían ser los restos de victimas de la dictadura que asoló a la Argentina en la década del 70. Una comisión judicial, que es guiada por un viejo sepulturero de ojos muy claros, se hace presente en el lugar y comprueba que los esqueletos son de cuatro mujeres. Algo los impresiona. La posición de los restos. Los cadáveres parecen abrazarse y algo más. Entre los jirones de ropa sobresale una tela floreada que aún conserva sus intensos colores.

La Historia

En la madrugada de 10 de diciembre de 1977 Azucena Villaflor camina apresuradamente hacia un kiosco de revistas. Es una mujer de cincuenta años, de buen porte, que luce sin prejuicios un colorido vestido floreado. Al llegar al kiosco busca con ansiedad en el diario matinal una solicitada cuyo titulo es: POR UNA NAVIDAD EN PAZ. Sonríe satisfecha y emprende el regreso, pero a mitad de la avenida dos autos sin identificación la interceptan. Cuatro hombres de civil la golpean y a pesar de su resistencia logran introducirla a uno de los vehículos para trasladarla a la ESMA, el mayor Centro de Detención Clandestina de la Marina Argentina.

Encapuchada y engrillada Azucena es conducida al Casino de Oficiales donde la espera para interrogarla el “tigre” Acosta, jefe del grupo de tareas GT 3.3.2, una especie de GESTAPO Argentina. Acosta es un oficial “duro”, encargado también de la “inteligencia”, de la tortura a los detenidos que se realiza en los sótanos de la ESMA. En su escritorio el oficial tiene abierta una carpeta, abultada, escrita a máquina y con abundantes fotografías de Azucena en distintos lugares de la ciudad.

El informe fue realizado por Alfredo Astiz, un joven oficial de 26 años, espía, que en los últimos meses se ha infiltrado en las organizaciones de familiares de desaparecidos y sobre todo entre el grupo de las Madres de Plaza de Mayo cuya fundadora y líder es Azucena. Con exasperante paciencia Acosta comienza el interrogatorio, revisa la carpeta y como si fuera un profesor de historia elige al azar alguno de los hechos, de las “acciones” realizadas por Azucena en estos largos doce meses en que esta mujer, sencilla ama de casa de un barrio del suburbio obrero, comenzara la búsqueda de su hijo Néstor, de 24 años, secuestrado por las fuerzas militares. Pero Azucena no responde, debajo de la capucha que cubre su cabeza solo se escucha un susurro; que día a día se transformará con más fuerza en el sentido de su lucha: “Solo busco a mi hijo”. Acosta no se inmuta. Tiene la paciencia del torturador, el tiempo juega a su favor o al menos eso es lo que él cree. Azucena es trasladada a el altillo del casino de oficiales donde se hallan otros detenidos. En medio del silencio y la oscuridad se reencuentra con dos de sus compañeras de lucha, madres que buscan a sus hijos como ella, y a dos monjas francesas, Alice y Leonie, secuestradas cuarenta y ocho horas antes, en otro operativo comandado por Astiz. Las mujeres ya han sido torturadas, aún así, se preocupan por la suerte de los otros detenidos y preguntan insistentemente por Gustavo Niño y su hermana, un joven al que “las Madres” han adoptado meses atrás como a un hijo.

Lo que ellas ignoran es que “Gustavo” esta muy cerca, las vigila y también las tortura, ya que el muchacho no es otro que Alfredo Astiz y su supuesta hermana, una joven de 20 años, una detenida y alojada en la ESMA, a la que Astiz le proporciona un “trato especial”. En los cuatro días subsiguientes las cinco mujeres serán interrogadas y salvajemente torturadas Pero la saña de los marinos se centrará especialmente en Azucena a quien Astiz a sindicado como integrante de la organización guerrillera Montoneros. Será Azucena, dotada de una carismática personalidad de líder quién, a pesar de los tormentos, descubra el macabro entramado de convivencia de la ESMA, donde interactúan, como en una “familia disfuncional”, secuestrados y secuestradores.

A medida que transcurren los días crece la tensión entre Acosta y Astiz. El fantasma de “Gustavo Niño” se hace presente para quebrarlas y arrancarles alguna confesión. Pero todo es en vano. Azucena y sus compañeras son solo madres y religiosas que buscan a sus hijos. La fe inquebrantable de estas mujeres enfrentara a los torturadores a su propia conciencia y ya sin respuestas reflexionan acerca de su liberación. Si esto ocurre será un doble triunfo ya que Azucena no ha perdido el tiempo y en los días transcurridos, ayudada por una “detenida reconvertida”, ha confeccionado una lista de todos los secuestrados alojados en la ESMA.

Pero, en el exterior del Centro de Detención, una nueva jugada del azar cambiará para siempre el destino de las mujeres. Los secuestros del 8 y 10 de diciembre de 1977 han impactado duramente en la política internacional de la Argentina. Francia reclama por las monjas, y EEUU por las tres Madres “desaparecidas”. En un intento desesperado por inculpar al “enemigo”, Acosta recibe la orden de fotografiar a las monjas francesas frente a una bandera de la organización Montoneros.

El engaño se completa con un “petitorio” de cuatro puntos escrito de puño y letra de la monja Alice Domon. La embajada de Francia recibe la misiva pero rápidamente sus servicios de inteligencia descubren la maniobra. La suerte de Azucena y sus compañeras está echada. En el despacho de Acosta suena insistentemente el teléfono. Al atender el oficial recibe una orden precisa. En el atardecer del 15 de diciembre de 1977, Azucena Villaflor, Esther Careaga, Maria de Bianco y las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet son inyectadas con Pentotal y posteriormente arrojadas al mar, en un avión de la Marina, en los ya célebremente famosos “Vuelos de la Muerte”. Para el grupo de tareas GT 3.3.2 es un caso cerrado y para las victimas el comienzo de otra lucha: ahora contra la impunidad.

Epílogo

El 20 de diciembre de 1977, un pescador furtivo encuentra en las costas de Mar Chiquita, en el Océano Atlántico los cuerpos flotando de cuatro mujeres. Algo lo impresiona, están todas juntas, como tomadas de la mano. Una de ellas lleva puesto un llamativo vestido floreado. Rápidamente, el aceitado aparato represivo, ordena enterrar los cuerpos en un Cementerio de Pueblo como NN. Un joven sepulturero, de ojos muy claros, se encarga de tapar “la fosa común”. Es un manso atardecer, el joven sepulturero ha finalizado su labor.

El cementerio está desierto cuando el muchacho clava en la tierra húmeda una cruz con la inscripción NN. Luego se queda un segundo en silencio y quitándose la gorra se persigna. Por último coloca un ramo de flores en la tumba para luego retirarse, silbando, mientras anochece.

EN ENERO DE 1978, LOS GOBIERNOS DE FRANCIA Y EEUU, A TRAVÉS DE SUS SERVICIOS DE INTELIGENCIA COMPROBARON LAS MUERTES DE LAS CINCO MUJERES. LA “DECISION DE ESTADO” FUE SILENCIAR LOS RECLAMOS AL GOBIERNO DE LA JUNTA MILITAR PRIVILEGIANDO SUS INTERESES ANTE UN “HECHO IRREMEDIABLE”. EN JUNIO DEL 2005, EL EQUIPO ARGENTINO DE ANTROPOLOGÍA FORENSE APORTÓ A LA JUSTICIA LAS PRUEBAS DE ADN QUE COMPROBARON LAS IDENTIDADES DE LOS CUERPOS RECUPERADOS DE AZUCENA VILLAFLOR de DEVICENTI, ESTHER CAREAGA, MARÍA DE BIANCO Y LEONIE DUQUET. LAS PRUEBAS APORTADAS POR EL ANÁLISIS DE LOS HUESOS SE CONVIRTIERON EN LA CORROBORACIÓN CIENTÍFICA DE LA METODOLOGÍA Y LA EXISTENCIA DE LOS “VUELOS DE LA MUERTE”. EN AGOSTO DEL 2005, EL JUEZ TORRES CITÓ EN EL PALACIO DE TRIBUNALES A LOS REPRESORES PERTENECIENTES AL GRUPO DE TAREAS GT 3.3.2 PARA COMUNICARLES EL CAMBIO DE CARÁTULA EN EL EXPEDIENTE ELEVANDOLO A “PRIVACIÓN ILEGÍTIMA DE LA LIBERTAD, TORMENTOS Y HOMICIDIO”. PARA ELLOS EL HALLAZGO DE LOS CUERPOS ES EL FIN DE UNA LARGA IMPUNIDAD. LAS CENIZAS DE AZUCENA VILLAFLOR FUERON ESPARCIDAS EN LA HISTÓRICA PLAZA DE MAYO.

LOS RESTOS DE ESTHER CAREAGA, MARÍA DE BIANCO Y LEONIE DUQUET FUERON ENTERRADOS EN LOS JARDINES DE LA IGLESIA DE LA SANTA CRUZ LUGAR DONDE FUERON SECUESTRADAS.

EL CUERPO DE ALICE DOMON AÚN NO HA SIDO HALLADO.

© Publicado en http://www.pampafilms.com.ar

martes, 22 de julio de 2008

Las dos horas en que el país estuvo sin vicepresidente ...

Desde Olvos. Kirchner condujo el operativo con su celular. Ordenó que Cobos no votara.

Las dos horas en que el país estuvo sin vicepresidente...

-¡Pelotudo, hay cinco millones de tipos mirando la tele! ¿A quién carajo querés que saque? ¿Quién carajo se va a levantar de la banca, Pepe? Todo el país nos está mirando. Cagamos, Pepe. Hagan algo ustedes.

Las paredes de madera de cerezo y roble de Eslavonia del Salón de Lectura del Senado contuvieron los gritos de Miguel Ángel Pichetto. Cerca de la medianoche del miércoles, enfurecido y derrotado, el jefe del bloque de senadores kirchneristas admitió que todas sus gestiones habían llegado a un límite. Que el peso del destino de su Gobierno ya no estaba en sus manos.

Su compañero de bancada, el presidente provisional del Senado, José Pampuro, apoltronado en un sillón de cuero marrón habano, comprendió que a partir de ese momento, si había alguna chance de revertir el resultado, esa llave estaba ahora en su poder. Pampuro llamó una vez más al jefe de Gabinete, Alberto Fernández: “Seguimos empatados y esto no cambia”.

–Entonces convenzan a Cobos. No me atiende el teléfono. Si vota, nos caga. Se va todo al carajo. ¿Entendés, Pepe? Cleto no tiene que votar.Hasta esa hora, la agenda kirchnerista del día sólo acumulaba fracasos. Y no había margen para uno más. La noche anterior, Pichetto y Pampuro se habían ido a dormir con la certeza de tener 34 votos en su haber, contra 33 que sumaba la oposición. También había cinco senadores que no habían revelado su juego. Con las primeras luces del día el conteo ya estaba empardado: 35 a 35. Después del mediodía, fue el propio vicepresidente quien les anunció que el santiagueño Emilio Rached, un radical K como él, acompañaría el rechazo a la resolución 125. “¿Y qué va a hacer Saadi?”, avanzó el mendocino. "Con Saadi están Florencio (Randazzo) y el Chueco (Mazzón). Todavía no sé nada”, respondió Pampuro.

Las definiciones de la tarde quedaron en absoluta reserva. Incluso los radicales Gerardo Morales y Ernesto Sanz cuidaron con celo la decisión de Rached. El santiagueño le había dicho a Morales que se sumaría a la postura de la oposición en el restaurante del primer piso del Senado. El reloj del comedor marcaba las 15.25. Rached salió temblando del restaurante, como quien sostiene el peso de la República sobre sus hombros. Morales, en cambio, terminó sus sorrentinos de ricota y corrió al despacho de Sanz disimulando una sonrisa.

Cuando Saadi confirmó en el recinto que votaría por el Sí, el temblor invadió al vicepresidente. ¿Cuánto pesa una República? Pichetto y Pampuro también se estremecieron. Ya no había dudas, Néstor y Cristina estaban en manos de Cobos.

“Esto se define esta noche. ¿Escuchaste, Pepe? Vamos de frente. Se hunde con nosotros o está afuera. Cleto no tiene que votar”, ordenó Kirchner desde Olivos.

Pichetto se ocupó del Plan A: forzar a uno de los díscolos a abandonar el recinto al momento de la votación. El jefe de la bancada K llamó a 16 senadores, no respondió ninguno. La presión subió. También la suya. Debió ser atendido por un pico de tensión arterial en la enfermería del Palacio. Los nervios se apoderaban de la tarde. Kirchner le pidió a Hugo Moyano que se sumara a la Plaza. La orden era clara: presionar.

El blanco del Plan A fue Carlos Menem. El blanco más fácil. “Le van a limpiar sus causas judiciales”, se dijo una y otra vez. El rumor se extendió hasta la noche. Menem no hizo nada por ahuyentar los fantasmas: desde el mediodía que no estaba en el Palacio. Tampoco atendía el teléfono. “Me juró que votaba”, decía Adolfo Rodríguez Saá.

Sanz entró en pánico: “Llamemos al hermano Eduardo”. El ex senador se ocupó del resto. Eduardo Menem llamó a su sobrina Zulemita. “Estamos con el papi en el Otamendi. Le hicieron unas placas de pecho por la neumonía. Cuando terminemos, lo llevo al papi de nuevo. No te preocupes”, dijo Zulemita.

Casi a la 1 de la madrugada apareció. Y después de una década, Carlos Menem volvió a adueñarse de la palabra. Sus enemigos de ayer y los de hoy le concedieron un profundo silencio. Menem estaba mareado por la fiebre, por el cansancio y por los años. No era muy diferente el estado de Pichetto, que ante la figura corvada de su ex jefe veía fracasar su última estrategia.

Cobos le cedió la presidencia a Juan Carlos Romero. Era la 1.30. El vicepresidente se fue a su despacho. Lo siguió Pampuro. Tenía la orden de ejecutar el Plan B. Se encerraron a solas.

“No podés bajar. No podés votar. Julio, está en juego el Gobierno. Tenés que acompañar a la Presidenta o irte”, le transmitió Pampuro. En ese momento llamaron Alberto Fernández y el ministro del Interior, Florencio Randazzo. No los atendió. “Ya di públicamente mi palabra. Dije que si llegaba el momento, iba a expresarme en la sesión. Eso voy a hacer”, afirmó Cobos.

En el recinto, los partidarios del No intentaron precipitar los hechos. “Sentá a todo el mundo”, le indicó Morales a Sanz, que junto a Rodríguez Saá se ocuparon de llamar a los demás senadores. Aún no eran las 2 de la madrugada. “Sería bueno que se acerque también el vicepresidente de la Nación, porque seguramente lo vamos a necesitar”, dijo Morales.

La chicharra comenzó a sonar. A las 2.35 el único senador que faltaba ocupar su banca era Pampuro. Tampoco estaba Cobos, que seguía con él. Pero nadie en el recinto, salvo Pichetto, lo sabía.

El turno para hablar le tocó a Sanz, al jefe de la bancada radical. “Si me está viendo el vicepresidente de la Nación, me gustaría que presidiera esta sesión en honor a los senadores que ya llevamos más de quince o dieciséis horas debatiendo”. Cobos no apareció.

–Pepe, no quiero votar en contra. Voy a pedir un cuarto intermedio para que busquemos un acuerdo. Tiene que haber consenso. Pero voy a bajar.

Pampuro le dijo una vez más que los Kirchner le pedían que se sumara al Gobierno o que se alejara de la votación. “Acepten el cuarto intermedio. Es lo que ofrezco”, insistió el vicepresidente.

Las negociaciones se desconocían en el recinto. “¡Qué bueno sería tenerlo al vicepresidente de la Nación!”, gritó Sanz al borde de la desesperación. Llevaba más de media hora prolongando su discurso, esperando. Ninguno de los 36 senadores que votarían por el No se atrevían a dejar sus bancas para averiguar personalmente qué estaba pasando.

Cualquier ausencia circunstancial podía abrir la puerta para una votación repentina, y fatal. Hasta las ganas de orinar también estaban vedadas.

Un colaborador de Sanz, mendocino como Cobos, se acercó al despacho del vice. Sólo se calmó cuando lo vio en persona.

–Julio, te estamos esperando.

–Ya estoy saliendo. Dame un minuto.

El asistente volvió al recinto y tranquilizó a Sanz. Pampuro ocupó su banca y Pichetto, el último orador, tomó la posta de los discursos. Cobos volvió por un segundo a su despacho. Hizo coraje y llamó a Alberto Fernández. Con vez temblorosa, le advirtió: “Voy a bajar. Ustedes pueden evitar que emita mi voto. Acepten el cuarto intermedio y busquemos consenso”.

Alberto cortó y alertó a Pampuro: “Esto se decide ahora. Cobos no puede llegar al recinto”. Junto al santacruceño Nicolás Fernández, Pampuro salió disparado. Mientras tanto, Pichetto entretenía a la tribuna con sus confesiones sobre las miserias electorales del oficialismo y sus aliados. Fernández y Pampuro interceptaron a Cobos a mitad de camino, entre su despacho y el recinto. Lo llevaron, casi a empujones al Salón de Lectura.

–Estás loco. Querés cargarte al Gobierno. Si votás en contra te tenés que ir. Va a presidir Pepe y va a desempatar Pepe.

–No voy a aceptar órdenes de ustedes. Si me tiene que decir algo, que me llame Cristina.

Pampuro volvió a llamar a Olivos. No consiguió dar con ella. A esa hora, la Presidenta ya estaba durmiendo.

–Julio, si pasás por esa puerta, tenés que renunciar. Cobos abrió la puerta, se volteó y los mandó al carajo. A las 2.58 el Vicepresidente entró al recinto.

A las 3.46 habilitó la primera votación: empate. Segunda votación, un nuevo empate. “¡Que la historia me juzgue! Pido perdón si me equivoco. Voto… Mi voto no es positivo”, le dijo Cobos a la historia. Pichetto le ordenó a su bloque: “Saquen la tarjeta (del voto electrónico). Nos vamos a la mierda”.

© Publicado por Damián Glanz en el Diario Crítica de la Argentina de la ciudad Autónoma de de Buenos Aires el viernes 18 de julio de 2008.