Hubo en el
pasado una industria de la muerte. Prosperó en los campos de concentración
alemanes. Hay ahora una comercialización de la muerte. Acaba de convalidársela
en el Parlamento argentino.
Ahmadinejad puede sentirse satisfecho. A su negacionismo de la Shoá se suma ahora la subestimación del dolor judío por parte del Estado argentino. Si se trata de renegar de lo sucedido, la coincidencia no podía ser mayor.
A los dos atentados
materiales que ya tuvieron lugar se agrega ahora este tercer atentado que es de
índole moral y que, una vez más, es cometido en la Argentina. Con él ha volado
por el aire la máscara que cubría la cara del delito y la mentira. Hoy no hay
conexión local en la siembra del espanto; hoy todos los responsables de lo
ocurrido son argentinos y forman parte del gobierno nacional.
La defensa del acuerdo
establecido con Irán es clara en su propósito: se trata de convertir a los
verdugos en inocentes y a los inocentes asesinados en seres insignificantes.
Con este acuerdo
humillante, la Argentina se aparta de la verdad y de la historia. De la
historia, porque la historia pide que no haya olvido. De la verdad, porque la
verdad reclama justicia y sólo se le brinda el encubrimiento del crimen y el
desprecio del dolor.
¿Dónde está el
progresismo de quienes se subordinan al mandato de los delincuentes?
¿Dónde está la política
de derechos humanos de un gobierno que tiene oídos para los que violan esos
derechos y no los tiene para quienes exigen su vigencia?
Ayer la verdad ha sido
vendida al mejor postor por el Parlamento. Su responsabilidad era resguardarla.
Y la ha rifado. Mayoría de la pequeñez y de lo infame. Mayoría de lo vergonzoso
y lo perverso. Mayoría del desprecio por la soberanía nacional. Mayoría de la
bajeza ejercida sin temblar y de la obediencia debida practicada con fervor.
Ni la justicia argentina
ni la comunidad política del país ni la colectividad judeo-argentina están con
el Gobierno. Pero el Gobierno no está solo. El Gobierno está con Irán.
Hay desde ayer una nueva
clase de desaparecidos en la Argentina. Son los asesinados en la AMIA y la
embajada de Israel.
El Gobierno ha decidido,
con su acuerdo escalofriante, terminar con su significación como fundamento de
la búsqueda de la verdad y la justicia. Los ha hecho desaparecer como límite
intransponible de toda conducta indigna. Ha volatilizado su valor real y
simbólico para convertir en un patético acuerdo la indignidad. El Gobierno lo
sabe. Lo sabemos nosotros. El olvido no tendrá lugar.
Este texto fue leído por
el autor en el acto de ayer frente al Museo del Holocausto.
©
Escrito por Santiago Kovadloff el viernes 15/02/2013 y publicado por el Diario
La Nación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.