jueves, 6 de marzo de 2008

Albert Einstein... La bola de la vida...

© Foto: Uniandes
La bola de la vida

"La vida es como jugar con una pelota en la pared.
Si fuera jugada una pelota azul, ella volverá azul.
Si fuera jugada una pelota verde, ella volverá verde.
Si la pelota fuera jugada franca, ella volverá franca.
Si la pelota fuera jugada con fuerza, ella volverá con fuerza.
Por eso nunca juegue una pelota de la vida,
de manera que usted no esté preparado para recibirla.
La vida no da, ni presta, no se conmueve, ni se apiada.
Todo lo que ella hace es retribuir y transferir.
aquello que nosotros le ofrecemos."


Albert Einstein

martes, 4 de marzo de 2008

Actimel... ¡¡¡WARNING!!!

El ACTIMEL provee al organismo una bacteria llamada L.CASEI. Esta sustancia es generada normalmente por el 98% de los organismos, pero cuando se le suministra externamente por un tiempo prolongado, el cuerpo deja de elaborarla y paulatinamente 'olvida' que debe hacerlo y cómo hacerlo, sobre todo en personas menores a 14 años. En realidad, surgió como un medicamento para esas pocas personas que no lo elaboraban, pero ese universo era tan pequeño que el medicamento resultó no rentable; para hacerlo rentable se vendió su patente a empresas alimenticias. La Secretaría de Salud obligó a ACTIMEL (La Serenísima S.A.) a indicar en su publicidad que el producto no debe consumirse por un tiempo prolongado; y cumplieron, pero en una forma tan sutil que ningún consumidor lo percibe... Por ejemplo: "Desafío ACTIMEL: Consúmalo durante 14 días" o "Haga de agosto su ACTIMEL". Si una madre decide completar la dieta con ACTIMEL, no percibe ningún aviso sobre su inconveniencia y no ve que puede estar haciendo un daño importante a futuro a causa de las manipulaciones publicitarias para impulsar los negocios.

Cámara de Diputados de la Nación

Diputado Nacional Raúl Patricio Solanas

PROYECTO DE LEY

Texto facilitado por los firmantes del proyecto. Debe tenerse en cuenta que solamente podrá ser tenido por auténtico el texto publicado en el respectivo Trámite Parlamentario, editado por la Imprenta del Congreso de la Nación.

Nº de Expediente

1405-D-2007

Trámite Parlamentario

027 (11/04/2007)

Sumario

BACTERIA "L CASEI DEFENSIS": OBLIGATORIEDAD DE INCLUIR UNA LEYENDA EN PRODUCTOS ALIMENTICIOS DE CONSUMO HUMANO, ADVIRTIENDO SUS CONTRAINDICACIONES.

Firmantes

SOLANAS, RAUL PATRICIO.

Giro a Comisiones

ACCION SOCIAL Y SALUD PÚBLICA; DEFENSA DEL CONSUMIDOR.

El Senado y Cámara de Diputados,...

INCLUSION EN LOS PROSPECTOS DE UNA LEYENDA ADVIRTIENDO LAS CONTRAINDICACIONES EN PRODUCTOS ALIMENTICIOS QUE CONTENGAN LA BACTERIA L CASEI DEFENSIS

Artículo 1°: Será obligatorio indicar en todos los productos alimenticios, sustancias alimenticias y bebidas destinadas al consumo humano que contengan la bacteria L Casei Defensis lo siguiente:

a) Leyenda sobre contraindicaciones, efectos secundarios y advertencias que contenga el producto;

b) Dosis recomendadas;

c) Certificación de organismos públicos de regulación.

Art. 2°: La leyenda referida al artículo anterior deberá ser clara y visible para el consumidor.

Art. 3°: Comuníquese al Poder Ejecutivo Nacional.

FUNDAMENTOS

Señor presidente:

El proyecto de ley que se somete a la consideración del Honorable Congreso de la Nación tiene por finalidad incorporar en los prospectos de los productos alimenticios, sustancias alimenticias y bebidas destinadas al consumo humano que contengan la bacteria L Casei Defensis una leyenda que indique las contraindicaciones, efectos secundarios y/o adversos del mismo en el consumo diario, continuo, y/o prolongado; pero de una manera clara y fácil de ser visible.

Dicha finalidad se basa en la necesidad de proteger los derechos de los consumidores, establecidos en nuestra Constitución Nacional y garantizar el acceso a la información, principalmente en productos que son consumidos como complementos de la capacidad de defensa inmunológica.

L Casei Defensis es una bacteria perteneciente al grupo de los lactobacilos o Lactobacillus que se puede encontrar espontáneamente en los alimentos de origen lácteo y viviendo en simbiosis -asociación- con el resto de bacterias habituales del intestino humano. Se caracterizan por formar ácido láctico como producto principal de la fermentación de los azúcares dando lugar a yogur a partir de la leche y otros productos comestibles como los quesos.

Es considerable destacar que diversos estudios realizados han confirmado que en el intestino humano, la L casei defensis ha demostrado que puede reducir la incidencia y disminuir la duración de ciertos tipos de diarrea de origen infeccioso ejerciendo un papel protector sobre la flora intestinal normal lo que condiciona a su vez un mejor funcionamiento de las células que conforman las paredes intestinales. También, han demostrado mejorar algunos de los parámetros - medidas de valoración- del sistema inmunológico -defensivo- intestinal local. En concreto, las bacterias del género Lactobacillus se distinguen por su capacidad de atravesar en gran número la barrera gástrica y sobrevivir durante el tránsito intestinal, lo que permite desarrollar sus efectos beneficiosos en el intestino. Entre dichos efectos beneficiosos de los Lactobacillus destaca el mantenimiento de la flora intestinal, la modulación de la renovación celular a nivel del epitelio intestinal, la contribución a la conservación del equilibrio del sistema inmunológico.

Sin embargo, no hay pruebas de que estos resultados puedan ser extrapolables al sistema inmunológico general. Es decir, actualmente no se puede afirmar que la presencia de esta bacteria en el intestino nos pueda proteger frente a una infección sistémica como pudiera ser, por ejemplo, una gripe. Incluso se ha descubierto que esta bacteria es generada normalmente por el 98% de los organismos, pero cuando se le suministra externamente por un tiempo prolongado, el cuerpo deja de elaborarla y paulatinamente "olvida" que debe hacerlo y cómo hacerlo, sobre todo en personas menores a 14 años. En realidad, surgió como un medicamento para esas pocas personas que no lo elaboraban, pero ese universo era tan pequeño que el medicamento resultó no rentable; y para hacerlo rentable se vendió su patente a empresas alimenticias. Además, existen varios trabajos de experimentación en animales y humanos que han demostrado que el consumo de ciertos probióticos y prebióticos, como esta bacteria disminuye el nivel de colesterol en sangre, sin embargo, aunque se han sugerido posibles mecanismos, ninguno se ha verificado.

En consecuencia, el Gobierno Nacional a través de la Secretaría de Salud obligó a la Empresa Láctea "La Serenísima S.A." a indicar en su publicidad que el producto no debe consumirse por un tiempo prolongado; y cumplieron, pero en una forma tan sutil que ningún consumidor lo percibe (por ejemplo "desafío actimel: consúmalo durante 14 días" o "haga de agosto su actimel"). Es decir que si una madre decide completar la dieta con cualquier producto alimenticio que contenga la bacteria L Casei Defensis, no percibe ningún aviso sobre su inconveniencia y no ve que puede estar haciendo un daño importante a futuro a causa de las manipulaciones publicitarias para impulsar los negocios; y tampoco se le informa a esa madre que al hijo le está suministrando un medicamento.

Es por ello, que consideramos fundamental que mediante una Ley se obligue a todas las empresas alimentarías a indicar en sus productos estos efectos colaterales para que la población sea quién decida consumir o no dicho producto, y se evite ser engañada mediante avisos publicitarios. Se trata de proteger y ejercitar uno de los principios básico del Estado que es garantizar la salud de su pueblo mediante acciones concretar e intervención directa.

Por las razones aludidas solicito de mis pares, la aprobación del presente proyecto de ley.

© H. Cámara de Diputados de la Nación.






domingo, 2 de marzo de 2008

Nació "Crítica de la Argentina" para informar mejor… @dealgunamanera...


Nació "Crítica de la Argentina" para informar mejor…

Jorge Lanata

Todos los nacimientos son iguales: primero el tiempo no termina de pasar y luego se atolondra, se enciman los minutos, se empujan y se te caen encima. Nacer es siempre una violenta confusión; sucede con las personas y con las ideas. Nunca voy a olvidarme de la cara de Andrea cuando dio a luz a Bárbara o del rostro de Kiwi cuando nació Lola: plenitud, asombro y miedo. Nunca se está preparado para nacer. Con las ideas es igual: el piso caótico de Perú 367 con Página/12, los estudios de Crónica TV con Día D o las oficinas de Suipacha cuando Veintitrés era Veintiuno. Nunca es el momento, nunca alcanza el dinero, nunca la competencia deja de boicotearte, nunca todos, casi todos, te dicen tantas veces que no, que no se puede, que ahora no, que así está mal, que del otro modo, que cómo se te ocurre, que el fracaso es seguro, que basta ya. Te pegás la cabeza como una mosca dentro de una campana de vidrio y finalmente nacés, violento, confuso, nuevo.

Escribo estas líneas cuando el tiempo comenzó a empujarme: ahora sólo puedo concentrarme en nacer. Voy a tener –dentro de pocas horas– el extraño privilegio de haber fundado dos diarios, y no haberlos heredado de mi bisabuelo general o de mi abuelo millonario. Ver crecer algo desde la nada es una feliz inconveniencia, uno siempre maldice por las necesidades, pero nada se compara con ver crecer un proyecto contra viento y marea. El sueño que se sueña individual se transforma en colectivo; por algún motivo todos comienzan a creer en algo que aún no existe, construyen un puente a medida que cruzan por él. El diario se transforma en mil diarios, en cien, en uno y en mil otra vez: la gente deja empleos seguros, altera su rutina de pacíficos fines de semana y cambia de vida a regañadientes pero con ganas; después de todo, ¿no nos hicimos periodistas para esto?

Durante meses cerramos vertiginosamente una edición que no estaba en la calle, puteamos cuando la competencia salía mejor y nos alegró ganar a veces. Ganábamos en nuestro juego, en una oficina de Maipú al doscientos, sin nadie que fuera a enterarse de nuestra efímera gloria de papel. En las últimas semanas vimos cómo el resto del mundo se comenzó a preocupar: Clarín publicó autoavisos que daban cuenta de sus premios y prestigio, y luego páginas dobles tituladas: "¿Lo creés? Salió en Clarín". Página hizo lo que pudo desde su velorio oficial y todos, sin excepción, regalarán libros, poemas, champú, viajes y loterías. Más páginas, más despliegue, enviados especiales, invitados estrella y mucha, sobre todo mucha "información independiente". ¿Por qué no se harán de Racing? Desde aquí, naciendo, sólo podemos asegurarles buenas notas. Nos gusta ocupar este lugar en el mundo, peleamos mucho para conseguirlo. Y nuestra pelea fundamental será contra nosotros mismos: pelearemos para ser mejores, para dar más, para informar mejor.

© Jorge Lanata. Director de Crítica de la Argentina. Domingo 2 de marzo de 2008.

Locos por los diarios


Jorge Lanata en la redacción. 20 años después de haber lanzado Página 12, hoy lanza el diario Crítica de la Argentina.


Me había acostado a las 4 de la mañana para dejar escrito el reportaje a Quindimil. Desayuné al mediodía, antes de volver a la redacción. La mucama me sirve el café y me dice: “Le puse la mesa adentro, porque afuera el tiempo está feo. Además, desde ayer hay un gato que se perdió y quiere entrar a la casa”. Dormido aún, no le presté atención y seguí revisando los diarios del día, hasta que un gato se paró en dos patas frente a la puerta de vidrio que da al jardín, maulló y me miró.

Saqué la vista de los diarios, lo miré durante unos segundos y, quizá porque todavía estaba bajo los efectos de postsueño, mi mente instantáneamente fue al inconsciente y rescató un recuerdo. Primavera de 2005: llego a mi casa el día que se imprimió el primer número cero de este Perfil. Me dicen: “Llamó Lanata, pide que lo llames, no importa la hora”. Me comunico, y Lanata me explica: “Este diario va a ser un éxito. Creeme, boludo. Cuando saqué Página/12 y tuve el primer cero, un gato se acostó sobre aquel ejemplar y Soriano, al que le gustaban los gatos, me dijo: ‘Es un gran augurio, vas a ver’. Lo mismo me pasó ahora con el cero de Perfil: mi gato se acostó sobre él”.

Volví al presente, abandoné el desayuno y le pregunté a la mucama: “¿Tenemos leche para el gato?”, y salí al jardín. Allí descubrí que tenía un pequeño collar con su nombre: “Doloro”, y un teléfono: 1535669... Llamé, y finalmente encontramos a su dueño.

Luego, en el auto, mientras venía a Perfil, no pude dejar de pensar en la escena: yo, con un platito de leche, jugando con un gato por primera vez en mi vida, “justo hoy que el gordo saca su diario...”.

Lanata va a saber que esta introducción con el gato es la mejor demostración de afecto. Ojalá sea para Crítica, el diario que lanza hoy, el mismo augurio de la buena suerte que tuvieron en su lanzamiento Página/12 y en su relanzamiento Perfil.

Es triste ver cómo los diarios publicamos con gran destaque cualquier información sobre los medios electrónicos y, cuando aparece un diario, mezquinamente se lo ningunea, y luego sólo se resaltan sus desaciertos. Yo lo sufrí en carne propia las dos veces que salió Perfil, y no me perdonaría hacer lo mismo con Crítica.

Lanzar un diario serio es una obra mucho más ciclópea que la construcción de la mayor parte de los medios audiovisuales. Un ejemplo, para que el lector tenga una dimensión económica comparativa: la radio donde Lanata fue segundo en audiencia, Del Plata, se vendió en dos millones de dólares. El lanzamiento de un diario, dependiendo de su envergadura, puede costar de dos a diez veces más ese valor. Y luego hay que tener éxito. Decir que también en un diario trabajan de dos a diez veces la cantidad de personas que lo hacen en las mayores radios del país es otra forma similar de reflejar esa magnitud.

Lanzar un diario es, además, una de las obras más complejas de realizar, porque una vez que el contenido está terminado no se aprieta el botón de una consola y la audiencia lo recibe, sino que la tarea recién comienza para los gráficos, que deben imprimir millones de kilómetros de papel, para luego transportar toneladas de ejemplares. Sólo las páginas de esta edición de PERFIL, pegadas una a una por su lado más corto, como las sostiene el lector en su mano, ocupan 26 metros de largo, y todos sus ejemplares sumados, más de dos mil kilómetros de hojas, que pesan 100 toneladas, que suben a centenas de camiones y aviones para llegar a 17.000 kioscos de todo el país.
¿No merece eso tanto esfuerzo como para que todos los demás colegas lo destaquemos? Yo creo que, independientemente del resultado, debemos reconocerle a su mentor las ganas, la dedicación y la entrega que una obra así demanda.

Mi trabajo me ha permitido viajar realmente mucho, hasta vivir de puente aéreo con el exterior durante varios años. Pero cada vez que me siento en un avión no puedo dejar de maravillarme de que eso en lo que voy, vuele. O desde tierra, al ver un avión aterrizar, que aterrice.

Ya lo conté: la misma sensación tengo cada vez que entro a la planta de impresión y aparece ese edificio de ocho pisos de hierro que es la máquina de impresión, donde el papel avanza a 700 kilómetros por hora (sí, leyó bien). ¿Cómo hace para que cada letra y cada imagen salgan sin moverse?, me pregunto cada madrugada de sábado y domingo.

Pero es Lanata una de las pocas personas que ví mirar la máquina de impresión de Perfil como la miro yo. Con los ojos bien abiertos, moviendo la cabeza de arriba abajo y haciendo un esfuerzo para que no se le abra la boca. Como un hombre enamorado mira a la mujer de sus sueños.

Enamoramiento, como decía Lacan: una forma de locura. No se podría explicar si no que el periodista más famoso, más creíble y más reconocido de la Argentina se aleje de los medios electrónicos e hipoteque sus horas, su prestigio y su patrimonio material e intelectual en un proyecto que sabe que no le va a dar nada a cambio, más –lo que no es poco– que la satisfacción de hacerlo.

Alcohólicos Anónimos difunde una publicidad que dice: “Si tenés problemas con el alcohol, llamanos. Nosotros ya estuvimos allí”. En estos días previos al lanzamiento del diario de Lanata, cada vez que escuché por radio ese “nosotros ya estuvimos allí”, recordé mis propias experiencias, sonreí y me dije: “Uy, pobre gordo, los problemas que debe estar enfrentando”. “Sarna con gusto no pica”, decía mi abuela asturiana. Y también: “No cualquiera”, cuando quería destacar a alguien que sobresalía. No cualquiera lanza no uno, sino su segundo diario, como lo está haciendo Lanata.

Mis respetos a esa incontinencia creativa, a que la locura –para Freud, los creativos pueden sacar utilidad de su neurosis– se sublime en un diario y no, como tantas otras personas destacadas, en hacer de su talento dinero, y a que su pecado de ambición desmedida sea convertirse en papel todos los días.

© Jorge Fontevecchia. Director Diario Perfil de Buenos Aires. Domingo 2 de Marzo de 2008
Lanata te cuenta el día después

Alfieri dijo que en Florida, a las tres de la tarde, vendían el diario a nueve pesos. A la mañana el teléfono no paró de sonar ni los mails de llegar:

–No hay más diarios en Palermo –decía el mensaje de texto de Mario Lion.
–Siete kioscos, me recorrí siete kioscos –me dijo Luis, camino a Ezeiza, volviendo a París, sin haber podido comprarse ningún ejemplar.
–Te lo mando por correo –lo consolé.
–Se me ríen en la cara cuando pregunto –me dijo Sara, mi mujer, relatando su peregrinación por la avenida Santa Fe:
"¿Crítica? No... olvidate. Se agotó temprano".

Por la tarde Gabriel Díaz, el jefe de fotografía, me pasó un archivo con las fotos de la fiesta. Me impresionaron las del “momento Harry Potter” (como lo bautizó Fernando Moya) cuando llegó el camión con los diarios a la Facultad de Derecho y los invitados se avalanzaron sobre los diarios sin armar.

Pero más me impresionó a la madrugada, cuando obviamente no podía dormirme, leer por Internet la contratapa de Perfil. Jorge Fontevecchia saludaba la salida de este diario, su nuevo competidor, con una nota en la que evocó mi paso por Perfil. Es reconfortante encontrar a un caballero: quiero ganarle, o que me gane, pero disputar con él con el mismo cariño y respeto que pocas veces se encuentra alrededor.

El primer ejemplar de Crítica de la Argentina agotó, en un 95%, una tirada de cien mil ejemplares.

Daniel Capalbo esperó a verme en el mensajero del gmail para darme las novedades:146 entradas por segundo a las 00.06 de la noche, a seis minutos de haber entrado al aire de la red www.criticadigital.com

Julito López me envió la curva de la cantidad de conexiones por segundo que recibía el servidor:
–Me voy a hacer una remera –me dijo. Olvidé pedirle otra, en triple XL.

–¡Lanata, te tengo que contar! –me gritó Margarita, que está muy molesta con su nuevo rol de estrella televisiva anoche, cuando terminaron de imprimir el diario en el taller, todos los obreros gráficos pararon a aplaudir–. Fue emocionante, nunca en mi vida lo vi.

Margarita trabaja en esto hace más de veinte años.

El aplauso de los gráficos estaba en sintonía con la alegría de los canillitas y la de los lectores que postearon comentarios, enviaron mails, acercaron cartas. Estaban contentos. Es bueno haber ayudado a que eso sucediera. Nos alegra estar juntos, habernos reencontrado. Nos alegra ver que somos muchos más de los que pensamos cuando estamos solos. Ayer comenzó, verdaderamente, la construcción de este diario. Sólo podemos hacerlo juntos.

© Jorge Lanata. Director de Crítica de la Argentina. Lunes 3 de marzo de 2008.


Doctor Hamilton Naki, el cirujano “clandestino”, las manos del primer trasplante de corazón en 1967…

Hamilton Naki, que murió el 29 de mayo de 2005, a los 79 años, empezó de jardinero en la Universidad de Ciudad del Cabo. Luego limpió las jaulas del Departamento Médico y, más adelante, trabajó como anestesista de animales. Lo más importante es que su destreza hizo posible el primer trasplante de corazón humano.

La muerte de Hamilton Naki, condenado durante casi cuatro décadas al anonimato por su condición de negro, nos recuerda uno de los episodios más vergonzosos de la medicina moderna.

En la Sudáfrica racista del apartheid, donde se establecían diferencias en el sistema jurídico en función del color de la piel, fue Christian Barnard -sudafricano blanco- quien en 1967 recibió todos los honores por llevar a cabo el primer trasplante de un corazón humano. Pero fue también Naki, el humilde autostopista, quien aquella noche hizo posible lo que durante siglos había supuesto un reto imposible para la medicina.

El 2 de diciembre de 1967, Denise Darvaald, una joven blanca atropellada al cruzar una calle, fue trasladada con urgencia al Groote Schuurhospital (El Cabo), donde se le diagnosticó muerte cerebral, aunque su corazón seguía latiendo.

En otra cama del mismo hospital, Louis Washkansky, un tendero de 52 años, agotaba sus últimas esperanzas de vivir. Entonces, el Doctor Barnard decidió intentar el trasplante. En una épica intervención de 48 horas, los dos equipos lograron extraer el corazón de la joven e implantarlo en el cuerpo de Washkansky. Los asistentes recuerdan la delicadeza con la que Naki limpió el órgano de todo rastro de sangre antes de que Barnard volviese a hacerlo latir en el pecho del hombre.

Pero, ¿qué hacía Hamilton Naki, un ciudadano de segunda, que había abandonado los estudios a los 14 años por necesidad, en medio de una de las operaciones más destacadas del siglo? Quizás las palabras del célebre Barnard, poco antes de su muerte, lo resuman: "Tenía mayor pericia técnica de la que yo tuve nunca. Es uno de los mayores investigadores de todos los tiempos en el campo de los trasplantes, y habría llegado muy lejos si los condicionantes sociales se lo hubieran permitido".

Nacido hacia 1926 en una aldea del antiguo protectorado británico del Transkei (provincia de El Cabo), todo parecía condenarle -como al resto de sus compatriotas negros- a una existencia mísera en el inicuo régimen del apartheid. Poco a poco, sus capacidades le fueron granjeando puestos de responsabilidad. De limpiar jaulas pasó a intervenir en operaciones quirúrgicas a los animales del laboratorio, donde tuvo la oportunidad de anestesiar, operar y, finalmente, trasplantar órganos a animales como perros, conejos y pollos. De manera encubierta, Naki se había convertido en técnico de laboratorio.

Él a menudo ingrato trabajo de experimentar con animales le permitió afinar sus dotes quirúrgicas: "Ahora puedo alegrarme de que todo se sepa. Se ha encendido la luz y ya no hay oscuridad", dijo éste héroe clandestino al recibir en 2002 la orden de Mapungubwe, uno de los mayores honores de su país, por su contribución a la ciencia médica. Hasta sus últimos días, uno de los mayores cirujanos del siglo sobrevivió con una modesta pensión de jardinero.

© Jorge Escohotado. Diario El Mundo de Madrid. 13 de Junio de 2005