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domingo, 11 de marzo de 2018

Unión Industrial. Astilla del mismo palo… @dealgunamanera...

Astilla del mismo palo…
Una Roca en el zapato (Oficial). Paolo Rocca. Dibujo: hablo Temes.

El Presidente se queja de las bajas inversiones de sus ex colegas. Insatisfacciones mutuas y pipa de la paz.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 11/03/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Todo comenzó un 18 de abril de 2016. Era la primera reunión del entonces flamante presidente Mauricio Macri en la quinta de Olivos con los empresarios más influyentes del país. Cristiano Rattazzi (Fiat), Eduardo Elsztain (IRSA), Paolo Rocca (Techint), eran algunos de los nombres de la selecta lista de invitados. “Lo que la Argentina necesita de ustedes es que inviertan”, les decía un Macri que estaba como pez en el agua. Es que, en verdad, el Presidente se sentía un primus inter pares. Después de 12 años de kirchnerismo, de una Argentina aislada del mundo y de la “pistola” de Moreno, la era de los guantes de boxeo parecía finalizar para darle paso a otra de caricias. Esta vez, “uno de ellos” tomaba el mando. Dos años después, el escenario es otro.

Ruidos.

Luego de hacer un balance crudo del presente, la junta directiva de la UIA –Unión Industrial Argentina– expuso fuertes críticas al Gobierno. “Nos preocupan los costos energéticos, la fuerte caída del consumo y el crecimiento de las importaciones”, señala el manifiesto. En un contexto social agitado, donde, a pesar de sus esfuerzos, al Gobierno le está costando muchísimo llegar a su anhelado objetivo de paritarias del 15% sin cláusula gatillo, estas críticas no cayeron para nada bien en la Casa Rosada. Ya bastante áspera es la negociación con los gremios, en donde el oficialismo despliega toda su creatividad para que le compren el ansiado número, como para recibir por parte de los empresarios –sus amigos– una bofetada en vez de una caricia. Pero, al igual que las inversiones que les pidió en aquella “noche de bodas” de abril de 2016, ese mimo nunca llegó. Con los tapones de punta, y con el aval del Presidente, el ministro de Producción, Francisco Cabrera, salió al cruce de la directiva de la UIA: “Que se dejen de llorar y se pongan a invertir”.

Hay algunos datos que sirven para poner en perspectiva la discusión: según cifras del Ministerio de Producción de la Nación, en la Argentina existen 605.626 empresas, de las cuales el 99,8% son pymes. Solo el 0,2% restante son grandes compañías. Ese menos del 1%, que sabe a poco –muy poco–, es el que aglomera los grandes nombres que son claves para el país. En este universo están, entre otros, los nombrados Arcor y Techint, es decir, grandes influenciadores de precios. Vamos a un ejemplo: una de las quejas de la UIA se refirió al aumento de importaciones de tomates frescos, que ascienden a 44 mil toneladas, y de tomates en conserva, que se incrementó en un 1.077% entre mayo de 2016 y mayo de 2017. Ante la queja del sector, el ministro Cabrera respondió: “El costo lo tienen en la lata y no en el tomate. Compren latas más baratas o bajen el precio”. ¿Por qué el ministro menciona las latas en este reclamo?

A la lata, al latero. Porque Siderar, que pertenece a Techint, produce toda la chapa que hace la Argentina. Es decir, produce la chapa con la que se hacen las latas, las heladeras y los autos. Si Siderar decidiese aumentar los precios, por ejemplo, en un 20%, este aumento se vería transferido a las grandes empresas, que fabrican y enlatan, por ejemplo, leche en polvo. Las grandes empresas trasladarían el aumento a los comerciantes –que incluye a grandes supermercados– que vuelven a remarcar los precios. Por lo tanto, las decisiones que toma ese menos del 1% del empresariado –grandes productores, grandes fabricantes y grandes puntos de distribución– repercuten en toda la cadena de valor del producto. Las pymes, sin el mismo peso, siguen estos precios, de otro modo, se quedan afuera.

Hay un componente estructural de la economía argentina que condiciona muchos de estos fenómenos. Una sola empresa de panificados tiene el 80% de lo que se ve en las góndolas; las dos cervezas líderes el 70%; las dos leches el 80%. La Ley del Mercado que aplica el Gobierno, que lleva a que los precios se regulen solos por efecto de la competencia, serviría si tuviésemos cuarenta empresas lácteas, cada una con el 2% del mercado. Cuando hay solo dos, es casi imposible que esa mecánica funcione porque la tendencia es que acuerden un precio entre ambas con el consiguiente perjuicio para el consumidor.

Macri desreguló todo y pretendía que esos empresarios fueran responsables en un sentido social”, sostiene una fuente que supo ser partícipe de las negociaciones entre el Gobierno y el sector industrial, que agrega: “Los empresarios son empresarios, no van a dejar de optimizar sus ganancias siempre que puedan hacerlo, si no hay sanción, hay mucho premio por no cumplir el compromiso”.

Lo que estaría en las antípodas del pensamiento económico del PRO terminó resonando fuerte ante este conflictivo escenario. Un año atrás el dirigente radical Ernesto Sanz decía: “Algunos empresarios argentinos se merecen un Moreno”. La decepción de Macri con los empresarios la resumió con tono embravecido en esta línea que le dirigió a Cabrera: “Me encantó lo que dijiste; Guillermo Moreno les rompió la cabeza a muchos de estos tipos”.  

Razones. 

¿Por qué la cúpula empresarial, que le reclamaba cambios sustanciales respecto de las prácticas “morenistas” al nuevo gobierno y –en su mayoría– fueron concedidos, salió a criticar las políticas económicas de Macri? “Los sectores productivos más pequeños le venían exigiendo a Miguel Acevedo –presidente de la UIA– que salgan a hablar. La capacidad industrial ocupada es del 61%; las altas tasas de interés dificultan los créditos; la caída de consumo es brutal, las importaciones nos están matando y con los aumentos en los servicios no nos cierran los números”, manifestó un referente de las pymes. “El consumo no está pasando un buen momento, ese es el telón de fondo, más allá de los problemas personales. Hay una confusión que tiene Macri que es inexplicable. Las inversiones vienen cuando las ventas se sostienen”, señala un experimentado economista.

La reunión de mañana entre el Gobierno y la UIA será una puesta en escena que probablemente no aportará soluciones de fondo. Es la Argentina del mañana mejor, que nunca llega.

Producción periodística: Lucía Lopreiato.

sábado, 29 de marzo de 2014

El país de Cristina... De Alguna Manera...


El país de Cristina...

Ya probaste el chiquitto… Ahora probá el grandote. Dibujo: Pablo Temes. 

Preocupa una Presidenta que habla de trivialidades y elude los temas de fondo. Zancadillas 2015.

El problema más grave de la Argentina tiene dimensiones gigantescas, pero habita en un lugar pequeño: la cabeza de Cristina. Es difícil comprender qué piensa la presidenta de la Nación cuando despilfarra una cadena nacional para hablar de frivolidades mientras el país arde en la mayor crisis educativa de la década, se congela de pánico frente a una inseguridad que crece geométricamente y es víctima de un feroz ajuste ortodoxo que es música para los oídos del Fondo Monetario Internacional.

La falta de información certera y la liviandad para asumir la realidad hizo correr frío por la espalda de una sociedad que acumula broncas diversas y que se prepara para paralizar la Nación el 10 de abril con las centrales obreras a la cabeza y que incuba cacerolazos para cuando el tarifazo y la devaluación impacten de lleno en sus bolsillos. La jefa de Estado obliga a que una columna de análisis político tenga que explicar nimiedades vinculadas a las bandejitas de catering que las líneas aéreas ofrecen a sus pasajeros o las bondades de los distintos tipos de alfajores. Fantoches se les llama a ciertos títeres ridículos que provocan risa, como algunos de sus funcionarios, que tratan de atajar todos los penales que Cristina les patea al ángulo de manera sorpresiva. 

La Presidenta y su gobierno tienen méritos para exhibir. La asignación universal, el matrimonio igualitario, la vigencia de las paritarias y varios más. Pero no debería encapricharse en sacar pecho por Aerolíneas Argentinas, que nos costó 700 millones de dólares por año a todos desde que los pícaros muchachos camporistas se hicieron cargo. Es tan inmenso el barril sin fondo que el caso Aerolíneas se estudia en el mundo de los negocios como un tema extremo e insólito. La Presidenta no lo sabe, pero nadie le dice que Aerolíneas no es la única que reparte algún tentempié durante los vuelos de cabotaje. LAN incorporó una cajita de productos Havanna donde hay una bolsita con snack, un alfajor y una galleta dulce, además de las gaseosas, el jugo o el café. Un lujo, che, como dijo Cristina. 

Y no hay que pagar en “efeté”, para seguir con su lenguaje. Aerolíneas hizo bien en copiar esa idea, aunque lo hace casi con los mismos elementos, pero de Arcor. Lo grave es que, además del agujero negro terrible que genera para nuestra economía, Aerolíneas tiene cosas inexplicables. El vuelo a Jujuy, adonde no va otra empresa, vale un 30% más que el de Salta (adonde viajan también LAN y Andes), pese a que es la misma distancia. Curiosidades que Cristina no tiene por qué conocer, pero que debería averiguar.

Referirse a los dos aires acondicionados que se compró su madre y al poco frío que hacía en la sala donde le hicieron la resonancia magnética en Italia por el percance del esguince puede ser un paso de cordialidad coloquial si son colaterales a los temas que más preocupan a los ciudadanos. Pero quedarse solamente con esas cuestiones menores lleva a la pregunta más inquietante desde el punto de vista institucional. ¿Qué le pasa a Cristina? ¿En qué país vive quien se siente la madre de todos los argentinos, que, a veces, nos sentimos huérfanos de conducción?

Axel Kicillof, el ministro que abandonó el marxismo académico para convertirse en el ejecutor de las medidas más neoliberales, podría concursar como inventor de metáforas o, mejor dicho, de eufemismos. “Deslizamiento de precios”, bautizó a la inflación, que licuó el aumento semestral de los jubilados en sólo sesenta días, y ahora denomina “reducción diferencial de subsidios” al simple y llano “tarifazo”. Y, si no lo cree, que le pregunte a Hugo Yasky, a quien nadie podría acusar de opositor, que dijo que “la devaluación afectó fuerte el bolsillo” y que “deberían reducir subsidios por el nivel de ingresos de cada familia” porque, se preguntó, “¿cómo baja un 20% del consumo alguien que sólo tiene una cocinita de cuatro hornallas?”. 

Puro sentido común, que escasea en varios ministerios. Es ofensivo a esta altura, provocador, que el ministro de Educación de la Nación haya enmudecido frente al conflicto de los docentes bonaerenses y ocho provincias más que sacudió las fibras íntimas de las familias. Me hizo acordar a una chicana de Julio Bárbaro sobre la presunta genialidad de los que no hablan en política, como Carlos Zannini o Máximo Kirchner: “No hablan porque no tienen nada para decir”.

La parábola descendente del cristinismo debe ser custodiada por toda la sociedad para no permitir que se desborde. Los ataques a Sergio Massa (responsable del paro, de la inseguridad y la falta de cloacas en Tigre, según Capitanich) y el aislamiento hostil al que someten a Daniel Scioli, para que se cocine en su propia salsa con los maestros estrella de los programas oficialistas, es un gesto desesperado ante la ausencia de un candidato puro de Cristina que tenga chances reales de superar el 10% de los votos. Miguel Díaz, el sindicalista docente, contó por radio que los funcionarios del sciolismo les confesaban que era Cristina la que boicoteaba todo tipo de acuerdo hasta que se hizo la luz.

Cosecharás tu siembra. Fue tanta la concentración del poder y los negocios sucios del matrimonio Kirchner que en lugar de que florezcan mil flores se pisaron todos los brotes. Cristina está aceptando lentamente la idea de que necesita que no gane un peronista de ninguna especie para poder soñar con un regreso heroico tipo Michelle Bachelet o, por lo menos, aspirar a la módica ambición de no recorrer los tribunales de la mano de Máximo y de un tal Lázaro Báez.

© Escrito por Alfredo Leuco el Viernes 28/03/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.