viernes, 8 de agosto de 2014

Los Derechos Humanos y el kirchnerismo... De Alguna Manera...


Las políticas de Derechos Humanos no son invento kirchnerista...

La política de derechos humanos fue una de las prioridades del Gobierno de Néstor y Cristina Kirchner. Foto: Cedoc

La noticia de la recuperación del nieto de Carlotto generó autoelogios por medidas que existen hace décadas. 

Es imposible no emocionarse con las palabras de Estela de Carlotto. Una abuela que luego de 36 años encontró a su nieto. La titular de Abuelas sabía que había nacido en cautiverio. Durante años, los perversos servicios de inteligencia –muchos de sus integrantes reciclados en nacionales y populares- hicieron correr falsas historias sobre la hija de Carlotto como también de los hijos de Hebe de Bonafini. Aún hoy, muchos argentinos reproducen tales mentiras. La recuperación de Ignacio Hurban es un hecho histórico. A la emoción no se la discute. Ahora bien, la utilización política y la tergiversación de la historia, sí merecen debatirse e incluso cuestionar.

Aplaudo que Estela haya dicho que es un triunfo de todos, de la sociedad y que es una abuela más. Es el discurso que la colocó en un lugar de referente por amplios sectores de la sociedad. Esa trayectoria sólo se empañó cuando se encegueció con los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner y prejuzgó sobre los hijos de Ernestina Herrera de Noble o se sumó a la división maniquea de la historia, entre buenos y malos impuesta por el relato.

Ayer, uno de los peores días para el kirchnerismo, en el que el vicepresidente Amado Boudou estaba por sumar un nuevo procesamiento judicial, la estrategia del gobierno frente a los fondos buitres se volvía a dar la cabeza contra la pared, la jueza federal María Servini de Cubría ordenaba allanar la sede de la Asociación del Fútbol Argentino, la noticia del nieto recuperado por Abuelas de Plaza de Mayo le venía como anillo al dedo al gobierno para tapar el sol con la mano, al menos por unas horas. ¿El hecho no existió? Nadie duda de eso. Pero como periodista y analizando los antecedentes que tiene este gobierno en adueñarse de las alegrías que deberían ser de todos y en modificar la historia de cualquier manera, creo que el kirchnerismo comenzó a montar un nuevo capítulo a su “épica” trayectoria de la que hacía mención el director, guionista y productor, Juan José Campanella anteayer.

En los medios de comunicación –críticos, oficialistas, paraestatales, liberales- los voceros del kirchnerismo salieron en cadena nacional a festejar el hallazgo de un nieto con las “incuestionables” políticas de derechos humanos que Néstor Kirchner habría puesto en marcha a partir del 25 de mayo del 2003. “Es una política de estado”, aludiendo a la recuperación de nietos, decía el diputado nacional Juan Cabandié que frivolizó su propia historia chapeando a una agente de tránsito con su pasado en el que “se bancó la dictadura”. 
Lo hizo para evitar pagar una multa. La frivolidad política no es sólo un defecto de Martín Insaurralde. Hace dos años le pregunté sobre los hijos de Ernestina y los manejos espurios de la Fundación de Bonafini al ex diputado nacional Juan Carlos Dante Gullo. El histórico dirigente me contestó: “Estamos buscando nietos, ¿entendés? Nietos. Yo tengo a mi madre desaparecida. Entonces no se puede cuestionar esas cosas”. Cuando le recordé que no era yo el que compartía la mesa con un “cómplice de la dictadura” como Héctor Magnetto, Gullo le echó la culpa a los “tiempos” de la política.   

En medio del canto de sirenas del relato oficial, en las redes sociales, decenas de fanáticos me exigían dejar de dar malas noticias y que me rectificara de haber titulado a mi libro anterior. “El negocio de los derechos humanos” es una espina que, más de uno, tiene clavada. Como si fuese el flautista de Hamelin, uno de los referentes del Partido Justicialista en la ciudad, repasaba en televisión los “logros” del proyecto nacional y popular en materia de derechos humanos. Vale recordar que ese partido político, impulsaba la amnistía a los militares. Cristina fue uno de los millones de argentinos que votó esa propuesta. 

Y para algún desmemoriado habría que decir que el Banco Nacional de Datos Genéticos fue creado en 1987. En 1992, durante el gobierno de otro justicialista –mal que les pese a muchos- Estela de Carlotto disfrutó de un té con masitas en Olivos junto con Carlos Saúl Menem. Por ese entonces, el ex presidente había firmado los indultos a los militares y a los líderes de las organizaciones guerrilleras. Carlotto le entregó un petitorio a Menem con varios puntos, entre los que se incluían la colaboración del gobierno en la búsqueda de los nietos, la creación de un organismo específico –lo que sería la CONADI- y la difusión de sus tareas. Menem aceptó sin chistar. Todos se sacaron fotos sonrientes, junto con otras 50 personas, entre ellos, varios periodistas influyentes de esa época. 

Lo acompañaban Claudia Bello y el polémico Ministro del Interior, José Luis Manzano, actual empresario de medios cercano al kirchnerismo. El dato demuestra que no sólo este gobierno quiso y entabló relaciones con los referentes más importantes de los organismos de derechos humanos. Por otra parte, confirma que la política de derechos humanos, con sus idas y vueltas, no comenzó con el kirchnerismo. Para los lectores menores de 30 años, en la Argentina se realizó un histórico juicio a las Juntas Militares. A la actual Presidenta no se le conoció participación alguna en el hecho. Pero, es posible, que durante el 2015, el ministro de Defensa, Agustín Rossi, encuentre la participación secreta de los Kirchner como ideólogos del juicio.

¿Qué es una política de estado en materia de derechos humanos? En la práctica sería algo así como hablar de política ferroviaria y tapar la corrupción y la tragedia del 22 de febrero del 2012. Es como llenarse la boca con los pueblos originarios y abrazarse con Gildo Insfrán. O confiar en que la Presidenta se hizo millonaria, de la noche a la mañana, porque es una abogada exitosa que participó en dos o tres juicios en su vida. El relato tiene una extraña manera de calificar a los derechos humanos. El mismo día en que se adueñaba de la felicidad que significa encontrar un nieto más, se ordenaba extraer pruebas de ADN a un hijo del gobernador tucumano, José Alperovich.

La memoria, verdad y justicia para saber quién asesinó a Paulina Lebbos en febrero del 2006, es más lenta que la tortuga Manuelita. El encubrimiento por parte del poder político y judicial tucumano que ha denunciado su padre, Alberto, en ocho años, no tuvo eco en Casa Rosada ni provocó que nadie se pusiese colorado. Hasta hace poco, la senadora y esposa de Alperovich, Beatriz Rojkés, era la tercera en la línea sucesoria de la Presidenta. El 9 de julio del 2013, Lebbos intentó dejarle una carta a la Presidenta. No pudo. El gas pimienta de la policía local le nubló la vista. Es la mirada maniquea de los derechos humanos que esboza el relato oficial. Derechos humanos que convirtió en una sociedad anónima y en negocio privado expresado en el trunco programa de construcción de viviendas, Sueños Compartidos.

Las causas nobles y justas trascienden a los gobiernos. La Presidenta es capaz de creer que San Martín cruzó los Andes gracias a ellos, que los goles de Messi surgieron de su ingenio y que el mundo se nos cae encima porque no se bancan que tengamos un modelo económico y productivo exitoso. Algún trasnochado, avalado por el oficialismo, confundirá la histórica noticia de ayer con un supuesto mérito de este gobierno. Cuando baje la espuma de las olas del mar, la Argentina seguirá igual. Con inflación, inseguridad, recesión económica, una sociedad intolerante y dividida, y con un gobierno que está escribiendo sus últimas páginas para reinventarse fuera del poder y la caja estatal. Serán tiempos de contrahegemonía y de resistencia “revolucionaria”.  

© Escrito por Luis Gasulla, autor de El negocio de los derechos humanos, el Domingo 03/08/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

 

jueves, 7 de agosto de 2014

Riesgo Kicillof, detrás de los buitres… De Alguna Manera...


Riesgo Kicillof, detrás de los buitres…

Buscando precios, Axel Kicillof. Dibujo: Pablo Temes

El ministro apuesta a liderar la malvinización del conflicto con los holdouts. Deseos políticos.

Hay varias versiones sobre por qué no hubo acuerdo con los holdouts y caímos en default, y todas apuntan a Kicillof.

La primera explicación señala que él boicoteó el acuerdo entre privados, impulsado apenas disimuladamente por Fábrega y Capitanich, por la disputa de poder que mantiene con ellos. Cuando en la conferencia de prensa del miércoles 30 a la tarde, momento en que parecía que los banqueros de ADEBA iban a poner las garantías de pago que les venían exigiendo sin éxito los demandantes, el ministro de Economía sacó a relucir que la ley que en 2010 levantó el cerrojo en verdad lo había hecho a medias y el Estado no reconocería ni entonces ni nunca más de 35% del valor de los bonos que Brito y sus pares estaban comprometiéndose a pagar al 100%, éstos se mandaron a guardar y todo voló por los aires. Así, Kicillof habría logrado imponer su condición de única voz oficial en la materia y hombre fuerte del Gobierno.

La segunda versión llama la atención sobre una inclinación ideológica y política más general del ministro, y su preferencia por una buena pelea antes que un mal acuerdo (categoría en la que ubica a casi cualquier arreglo posible). Hace tiempo que Kicillof se convenció, y luego convenció a Cristina, de que pagar la sentencia no sólo implicaba riesgo material, por la RUFO, sino sobre todo un gran riesgo simbólico, quedar humillados ante un tribunal extranjero y los peores personeros del capitalismo financiero, con la previsible consecuencia de perder apoyo tanto en el núcleo duro que reclama coherencia doctrinaria como de votantes del común que quieren un gobierno fuerte que dé seguridades.

Se convencieron también de que la recesión, aun en caso de cerrar el litigio y conseguir algo de financiamiento, seguiría al menos por el resto del año, así que mantener abierto el conflicto ofrecía la oportunidad de echar la culpa por la mala situación doméstica a los demandantes y a Griesa. Para Kicillof resultó conveniente entonces asumir una tesitura de máxima, inflexible, apostando a que, hubiera o no acuerdo, él resultara beneficiado: si los demandantes cedían y esperaban para cobrar él habría ganado la pulseada emulando, al menos a ojos de su jefa y de las bases, al Néstor de la reestructuración de 2005; si también aquéllos se mantenían en sus trece y había default, el ministro estaría llamado a liderar la politización y malvinización del conflicto.

Probablemente lo que sucedió fue una mezcla de ambas cosas, internismo y radicalización, y también puso su granito de arena un tercer factor, la torpeza e improvisación. Si en el Ejecutivo se hubiera valorado a tiempo y en serio la oferta de los bancos locales y extranjeros se habría podido evitar la chapuza de los últimos días. El optimismo con que el propio Kicillof salió del último encuentro con Pollack, su sorpresa cuando éste afirmó que las negociaciones habían fracasado y la todavía esperanzada alusión a un acuerdo entre privados con que cerró su conferencia de prensa, para una vez consumado el default dedicarse a denostar a Brito como si hubiera entorpecido un plan maestro del Gobierno, revelan que su promesa de “tener todo estudiado profundamente” quedó en eso. 

Volviendo al rol de Kicillof, su intervención debió ser decisiva también por otro factor, que tiene relación tanto con la interna oficial como con el proceso de radicalización y “salvación simbólica del modelo”, pero los supera con creces a ambos: la propia carrera política del ministro.

Seguramente Kicillof percibió en estos días el riesgo que estuvo corriendo su cabeza. Pero como buen aventurero que es, debió estar particularmente atento a las oportunidades que la situación ofrecía para proyectarse como líder hacia el futuro. Oportunidades cuyo aprovechamiento dependía no sólo, e incluso no necesariamente, de salvar el ethos oficial, sino de salvar en particular su protagonismo.

Todos los que conocen al ministro desde sus tiempos de líder estudiantil acuerdan en algo: que siempre ha sido leal a una sola cosa y una sola idea, él mismo y el rol providencial que cree le tiene reservado el destino. De allí que jamás se incorporara a ninguna estructura u organización (ni siquiera es miembro de La Cámpora) y siempre dedicara sus mayores esfuerzos a rodearse de un séquito de obnubilados acólitos.

De allí también que se resistiera siempre a pagar cualquier costo político, incluso para defender las políticas oficiales: su renuencia a avalar las cifras del Indec hasta el momento en que asumió como viceministro, a fines de 2011, más que como homenaje a la verdad científica o muestra de espíritu crítico dentro del campo oficial, vista desde hoy (después de comprobar cómo el “nuevo INDEC” a su cargo sigue mintiendo, y en algunos casos, como el de la pobreza, lo hace más que antes, y el monolitismo doctrinario se fortaleció en vez de suavizarse desde que él y su gente lograran reemplazar a Moreno y los boudouístas) puede considerarse un indicio elocuente de ese afán de autonomía y excepcionalidad.

Para un político con estos rasgos e inclinaciones, el estallido de la crisis con los holdouts, que puso el foco de atención de todo el mundo en él, junto a la decisión presidencial de mantener abierta la lista de posibles candidatos para 2015 y con ella la búsqueda de un sucesor a la medida para el proyecto oficial, mientras en el propio frente económico se le acumulaban problemas mucho más difíciles de hacer funcionar como trampolín a la gloria, actuó como un estímulo imposible de resistir para hacer progresar su carrera tomando altos riesgos. Kicillof los corrió y por ahora se puede decir que su juego le está dando frutos, aunque los costos para el país sean considerables y puedan terminar siendo incluso catastróficos.

En estos días varias organizaciones kirchneristas anunciaron, como para completar la semana de la desmesura, un homenaje a Boudou, según ellos para resarcirlo por la “condena mediática” que habría sufrido. Aun en su delirio, es seguro que los promotores del encuentro saben muy bien que el vicepresidente es irrecuperable como figura pública. Por eso varios aprovecharon para adelantar que su candidato preferido ya no es Urribarri, ni será tampoco Randazzo, porque quieren entronizar a Kicillof. 

La deriva que experimenta el proyecto oficial tal vez sea una buena ocasión, aunque por cierto tan costosa como penosa, para plantearse una pregunta difícil de responder, y que puede ser vital para nuestro aprendizaje político: ¿quién es más dañino: un oportunista, incluso un ladrón que dice cualquier cosa para justificarse, o un fanático que en serio se la cree y actúa en consecuencia?

© Escrito por Marcos Novaro el Domingo 03/08/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma e Buenos Aires.


miércoles, 6 de agosto de 2014

Gabriel Rabinovich, y la inmunidad contra el Cáncer... De Alguna Manera...


“Sueño con avanzar en la capacidad del sistema inmune contra el cáncer”

Futuro. “Nuestras herramientas podrán combinarse con otras. El cáncer podría volverse una enfermedad crónica”, dice Rabinovich. Foto: Néstor García

A Fondo. Gabriel Rabinovich. Investigador en inmunopatología. Luego de muchos ensayos y errores, el entrevistado identificó una proteína, la galectina 1, que -asegura- puede ser heroína o villana, según actúe frente a las enfermedades.

Es como el Javier Mascherano de la ciencia argentina. Gabriel Rabinovich corre muy bien tanto en la ciencia básica como en la transferencia de sus descubrimientos, que ya están patentados. Tuvo su crisis porque los experimentos no le salían como esperaba, pero se levantó y descubrió una proteína que es clave para el sistema de defensas del organismo humano (el sistema inmune): lo llevó a potenciales tratamientos para cáncer, la artritis reumatoidea, la esclerosis múltiple y otras enfermedades autoinmunes. 

Y sabe alentar a otros con humildad: juega con un equipo de investigadores y becarios que tienen entre 24 y 45 años, que se reúnen en un café para compartir ideas y luego se lucen en las publicaciones científicas de nivel internacional como Cell y Nature Immunology. Rabinovich, de 45 años, trabaja como investigador en inmunopatología del Instituto de Biología y Medicina Experimental del Conicet y como profesor de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Por su trayectoria, es el ganador del Premio Bunge y Born 2014, el más prestigioso y longevo premio científico nacional (se creó en 1964), que ganaron el Nobel Luis Federico Leloir, Alfredo Lanari, Eduardo De Robertis, Eduardo Artz y Armando Parodi, entre otros.

¿Cómo se enamoró de la inmunología en la universidad?
Yo no sabía si quería hacer ciencia. Empecé a estudiar ciencias químicas porque mis padres tenían una farmacia en Córdoba y yo pensaba que iba a volver a trabajar allí después de graduarme. Me gustaba muchísimo la carrera, pero no había una materia que me volviera loco. Hasta que la inmunología sí me atrapó: se hace preguntas apasionantes que incluso hoy no están respondidas totalmente. Por ejemplo, se sabe que el sistema de defensas de un individuo puede reaccionar frente a algo extraño con lo que nunca antes tuvo contacto, como un virus. Pero ¿cómo es la “educación” de los glóbulos blancos, los linfocitos T, para reaccionar frente a ese virus? ¿Y cuáles son las estrategias que los virus, las bacterias o los tumores usan para escaparse? Cada clase era como un juego de rompecabezas.

¿Ahora hay más respuestas?
Viví una época de maravillas cuando cursaba, pero no se conocía tanto sobre el sistema inmune. Después, explotó el conocimiento. Hoy se sabe que hay muchas subpoblaciones de linfocitos, como si fueran diferentes regimientos de un ejército. Hay linfocitos que reconocen bacterias. Otros que detectan virus, otros alergenos (que causan alergias), otros parásitos. Ya hay muchas subpoblaciones de linfocitos que están especializados en detectar tumores y microbios. Cuando estudiaba, no había trabajos fuertes que demostraran los mecanismos de vigilancia del sistema inmune ni los de escape del tumor como ocurre en la actualidad. La revista estadounidense Science seleccionó a las inmunoterapias contra el cáncer como el avance del año 2013. Son terapias que usan la capacidad natural del sistema inmune para destruir células cancerosas. Ya algunas dieron excelentes resultados en combinación con tratamientos clásicos.

¿Cómo llegó al primer descubrimiento en inmunología?
En 1993, empecé con un proyecto durante mi doctorado en la Universidad Nacional de Córdoba, y la verdad es que no podía encontrar resultados contundentes. Pasaban las semanas y sentía que la tarea experimental quizás no era lo mío. Entré en una crisis muy intensa durante un año. Hasta que formulé un nuevo proyecto, con mis mentores Carlos Landa y Clelia Riera, e intenté observar si unos anticuerpos que eran de conejos podían reaccionar contra alguna estructura en el sistema inmune de roedores. Una noche (porque suelo quedarme a trabajar hasta tarde) estaba frente al microscopio y reconocí una estructura desconocida. Luego, de varios años, nos dimos cuenta de que se trataba de la proteína galectina-1.

Desde entonces, su vida como científico cambió para siempre.
Sí, mucho. Fue totalmente inesperado. Desde entonces hemos ido haciendo otros descubrimientos que se relacionan con el rol de la proteína galectina-1 cuando el cuerpo humano está sano, pero también cuando se enferma.

¿Qué hace la proteína?
Es como una gran silenciadora de nuestras defensas. Cuando hay una inflamación o una infección, se genera una respuesta inmunológica del organismo que tiene que frenarse a tiempo. Porque si no se frena, el sistema inmune pasa a atacar al propio cuerpo. Galectina-1 entra a jugar en ese momento como un mecanismo homeostático. Los niveles de esa proteína hacen un pico y empieza a matar linfocitos T que andan dando vueltas y no sirven para seguir atacando. Esto ocurre en cualquier infección o inflamación. En casos de pacientes con un trastorno de autoinmunidad, como artritis reumatoidea o esclerosis múltiple, lo que se observa es que no hay una resolución porque no se eliminan los linfocitos en forma adecuada. Estamos explorando qué pasa en las personas con enfermedades autoinmunes para que no puedan producir suficientes niveles de galectina o que no puedan producir suficientes receptores para que el sistema inmune se frene cuando corresponde.

¿Y qué pasa en casos de cáncer?
Después de identificar a galectina-1, intentamos buscar qué relación había entre su rol y el desarrollo de los diferentes cánceres. Encontramos que, si sus niveles están aumentados, la proteína impide que el propio sistema inmune ataque a los tumores. También logra que el tumor pueda seguir produciendo vasos sanguíneos para nutrirse y crecer, y que pueda proliferar en otros tejidos y órganos del cuerpo. Esto significa que la proteína contribuye también a las metástasis. Un tumor puede tener hasta 20 veces más de galectina-1 que un tejido normal.

Llama la atención que la misma proteína se encuentre involucrada en enfermedades diferentes.
Es cierto. Galectina-1 es una molécula que se puede comparar con una moneda con dos caras. Puede ser una heroína. Puede ser una villana. Todo depende de las concentraciones en que se encuentre y del estado patológico. En niveles adecuados, es una heroína que consigue frenar a tiempo la respuesta del sistema inmune frente a infecciones o inflamaciones. En niveles aumentados, en cambio, ayuda a los tumores a crecer e invadir nuevos órganos.

¿Esos descubrimientos básicos se podrían trasladar a la medicina de todos los días?
Estamos desarrollando dos estrategias diferentes. En el caso de las enfermedades autoinmunes, nos encontramos en el camino de estimular la producción de la proteína. En el caso de los cánceres, la proteína está aumentada. Por lo cual, el tratamiento debería pasar por bloquearla con anticuerpos u otros antagonistas para dejar que el sistema inmune sea capaz de combatir los tumores. Estamos trabajando en esas aproximaciones, aunque nos falta aún llevarlas a ensayos clínicos con pacientes y comprobar su eficacia y seguridad.

¿Contribuiría a un mejor control de los cánceres?
Hoy hay una hipótesis que se llama de las tres “E” de la inmunoedición. La primera es la “eliminación”. Todos tenemos células que se transforman, pero el sistema inmune es suficiente para detectarlas y matarlas. Por eso, la mayoría de la gente ni se entera si tiene células malignas ya que el mismo sistema inmune se ocupa de eliminarlas. La segunda “E” es la del equilibrio, que dura muchos años: el sistema inmune coexiste con el tumor, pero no puede matar las células malignas. La última “E” es la del escape. Es el momento en que el tumor ya se manifiesta y hace que los niveles de galectina se encuentren elevados y pueda matar los linfocitos que tenían la misión de controlar el cáncer. Hoy la mayoría de los pacientes llega al diagnóstico cuando están en la tercera etapa. Lo ideal sería detectar el cáncer en la etapa anterior.

¿Cómo maneja la ansiedad de que haya hoy un montón de enfermos y los tratamientos aún estén en desarrollo?
Es la parte más sensible de todo lo que hacemos. Comunicamos nuestros descubrimientos porque sentimos que es nuestra obligación y somos optimistas. Pero también queremos transmitir cautela. A veces nos consultan pacientes, pero les aconsejamos que consulten a buenos profesionales médicos. Las herramientas que estamos desarrollando todavía están en etapa pre-clínica. Hay compañías que están interesadas en tener las licencias de las estrategias que ya hemos patentado. Pero todavía no se encuentran disponibles.

¿Estima que las herramientas que desarrolla con su grupo llegarán a estar disponibles pronto?
Pensamos que en el futuro nuestras herramientas podrán combinarse con otros tratamientos, como otras inmunoterapias, terapias que disminuyen los vasos sanguíneos, quimioterapias o con las cirugías. El cáncer podría volverse una enfermedad crónica, como ocurre con la diabetes.

En febrero pasado, el ministro de Ciencia, Lino Barañao, dijo que el trabajo de su equipo “ejemplifica el ideal de hacer ciencia básica inspirada en el uso porque impacta económica y socialmente en toda la comunidad”.
Sí, estoy muy agradecido con sus palabras. Yo siempre fui un defensor de la investigación básica. Los proyectos robustos en investigación básica pueden dar lugar a desarrollos importantes en la clínica. No creo que haya una división entre ciencia básica y ciencia aplicada. Es un mito. Hacer buena ciencia para ayudar a que los pacientes no sufran tanto es un gran desafío. Ahora, siento que mi carrera está más relacionada con la medicina que nunca y que puede tener un impacto social. Sueño con avanzar en la capacidad del sistema inmune contra el cáncer” 

Otro mito es que el científico trabaja solo en el laboratorio.
Trabajamos en equipo. Cada uno de los que pasan por mi laboratorio pone su granito de arena. Quiero que aprendan muchas cosas, pero que cada uno pueda desarrollar su talento. 

Que tengan paciencia porque de cada 10 experimentos que hacemos en el laboratorio, sólo uno sale bien, y que se aprende de las crisis. Quiero que cada uno sea un héroe.

© Escrito por Valeria Román el Domingo 03/08/2014 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.