Decir vs. Hacer. Disonancia cognitiva...
Omato Manuel Adorni.
Dibujo: Pablo Temes.
El Presidente la atribuye a la
educación pública, pero él es el primero que la exhibe en sus actos de
gobierno.
© Escrito por Nelson
Castro el Sábado 20/04/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires. República Argentina.
“Pero
después uno intenta modernizar las leyes laborales y se ponen como locos… La
disonancia cognitiva que generó el lavado del cerebro en la educación pública
es tremendo”, dijo Javier Milei a través de sus redes sociales. La intención era
clara: la desacreditación de la educación pública en medio de los reclamos
presupuestarios, que vienen haciendo las universidades nacionales.
La disonancia cognitiva es la incomodidad o desasosiego que padece una
persona cuando sus convicciones o conductas entran en contradicción con sus
actos. El término fue acuñado por el psicólogo social estadounidense Leo Festinger (quien vivió entre 1919 y 1989) y,
en 1957 publicó su libro referencial “A Theory of Cognitive
Disonance” (Teoría de la Disonancia Cognitiva). Uno de los casos que
siempre se mencionan para ejemplificar la definición, es el de la persona que,
sabiendo de lo comprobadamente nocivo que es el hábito de fumar para su salud,
decide continuar haciéndolo con el argumento de que no es así. Otro ejemplo
clásico es el del integrante de un matrimonio que, habiéndose comprometido a
serle fiel a su cónyuge, finalmente lo engaña y trata de justificarse arguyendo
que la culpa de su claudicación es del otro u otra.
De la definición de la afección y de los ejemplos recién citados, emerge
claramente que la condición sine qua non para su existencia es la mentira,
cuyas principales consecuencias son el autoengaño y la contradicción. Vayamos
pues a los casos concretos.
¿Hay
funcionarios del actual gobierno que hayan estudiado en universidades públicas? La respuesta es
“sí”. De una primera y rápida mirada surgen los siguientes: Federico
Sturzenegger, cerebro del proyecto de ley “Bases y Puntos de Partida para la
Libertad de los Argentinos” es graduado de la Universidad de Buenos Aires. Lo
mismo acontece con el ministro de Economía, Luis Caputo. La canciller Diana
Mondino es graduada de la Universidad Nacional de Córdoba y el ministro de
Defensa, Luis Petri, es graduado de la Universidad Nacional de Cuyo. Y la lista
sigue…. ¿Diría el Presidente que todas estas personas han sufrido un lavado de
cerebro por haber estudiado en universidades públicas?
Avancemos por este camino de ver las decisiones del Gobierno que
representan un caso de disonancia cognitiva, o sea, decir una cosa y hacer
otra.
Nos tropezamos ahí con el de las prepagas. Claramente, los aumentos
exorbitantes que han impuesto en las cuotas a sus afiliados generan una enorme
angustia en la totalidad de los usuarios, muchos de los cuales han debido darse
de baja o adoptar planes inferiores a los que durante años sostuvieron. Ante
esta situación –sumada a la convicción que tiene Milei de que el renunciado
presidente de la Unión Argentina de Salud, Claudio Belocopitt, jugó
decididamente a favor de Sergio Massa –en la elección presidencial del año
pasado–, actitud que tuvo la mayoría del empresariado argentino, el Gobierno –o
sea, el Estado–, decidió intervenir para acabar con lo que entiende es una
situación de cartelización. Este accionar hace a las atribuciones del Estado al
que, en sus declaraciones y pensamientos, el Presidente demoniza
permanentemente.
Lo mismo aplica para el concepto de casta –pilar de la construcción de
poder de Milei– para el cual, hay que reconocerlo, lo ha ayudado mucho el
bochornoso espectáculo que dio la Cámara de Senadores el jueves pasado con el
escandaloso aumento de dietas, gastos de representación y por desarraigo que se
autootorgaron con un accionar furtivo, propio de bribones. Sin embargo, el
hecho salpicó también a los senadores de la Libertad Avanza que, desde el punto
de vista del reglamento de funcionamiento de la Cámara, terminaron avalando tal
aumento. Para explicarlo con claridad: cuando un proyecto se vota a mano
alzada, la forma de oponerse es pedir la palabra y expresar la oposición. Eso
no ocurrió. Tampoco hubo una crítica por parte de la vicepresidenta, Victoria
Villarruel –a quien no le gusta que se le diga vicepresidenta, sino
vicepresidente– quien sólo se limitó a decir que todo lo ocurrido era
perfectamente legal aun cuando le era ajeno. Lo que no dijo fue si le parecía
correcto o no. El que calla, otorga.
La disfuncionalidad cognitiva es la manifestación de una conducta
patológica, que se manifiesta en las personas de todas las clases sociales en
todas partes del mundo. No es patrimonio exclusivo de los argentinos. El mismo
Milei es un exponente de ello. La tildó a Patricia Bullrich de ser una
montonera que ponía bombas en las escuelas, de lo que después debió
disculparse, Lo mismo ocurrió con el papa Francisco, a quien llamó el
representante del “Maligno” en la Tierra. Despotricó también contra el presidente
de China, Xi Jinping, para luego asignarle a la canciller Mondino la tarea de
disculparse, situación que se repitió en estos días con el presidente de
Brasil, Luiz Inácio “Lula” da Silva.
La llamó montonera que ponía bombas en
los jardines de infantes a Bullrich, y después la nombró ministra.
Y dos ejemplos finales para marcar estas contradicciones del Presidente.
Hablando el viernes ante lo más conspicuo del empresariado vernáculo reunido en
el Foro del Llao Llao dijo que los que habían fugado dólares eran “héroes”
porque habían escapado de las “garras del Estado”.
Fue ésta una apología de la ilegalidad, porque en ese universo no sólo
hubo pequeños ahorristas tratando de salvar sus pocos ahorros sino,
principalmente, grandes evasores que se aprovecharon del uso de instrumentos
financieros que están al alcance de unos pocos para incumplir la ley. Si
nos atenemos a la definición de liberalismo dada por Milei –“El liberalismo es
el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio
de no agresión y en defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la
propiedad”– esa conducta nada tuvo de “heroica”, porque quien evade impuestos
perjudica al resto de la sociedad, es decir, el prójimo.
Tampoco encaja en la definición de liberalismo dada por Milei su
agresividad permanente, contra quienes no piensan como él. Los economistas que
no piensan como él, son todos burros o delincuentes. Los periodistas que lo
critican –esta semana les tocó a Jorge Lanata y María Laura Santillán, para
quienes va la solidaridad de esta columna– son todos “ensobrados”. He ahí otro
ejemplo de la disonancia cognitiva del Presidente. Y van…