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lunes, 9 de diciembre de 2024

Siempre oficialistas... @dealgunamanera...

Siempre oficialistas...

Altri tempi. Álbum fotográfico. Kueider en ‘la mesa de los senadores héroes’ del 11 de septiembre. Fotografía: Cedoc.


El presidente debería recordar que un juez que adhiere al oficialismo siempre lo hará, no importa el color político.


© Escrito por Nelson Castro el sábado 07/12/2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

El caso del senador Edgardo Kueider tiene aire de cosa repetida. La conclusión es simple: la corrupción política en nuestro país sigue vivita y coleando. El Congreso se ha convertido en una guarida para los corruptos. Casi un aguantadero. Eso no es nuevo.

No obstante, es menester no generalizar. Hay honestos. Sin embargo, lo que pervive no son sólo los deshonestos sino también los circuitos de la corrupción. Cuando Javier Milei llamó al Congreso “un nido de ratas” cometió el error de usar la descalificación. Debió, en cambio, haber usado la descripción y hablar concretamente de los nichos de corrupción que allí subsisten.

El impactante caso descubierto en la frontera, ha dado pie a una disputa entre Milei y Cristina Fernández de Kirchner por ver a quién se le debe cargar la responsabilidad de que Kueider sea senador. La respuesta es indubitable: esa responsabilidad es de la expresidenta. La boleta electoral con la foto suya y del senador es lapidaria. Dicho esto, lo que tampoco se puede negar, es que el senador había entrado en el grupo de los predilectos del Gobierno como consecuencia de haber votado positivamente la Ley Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos junto a su par Carlos “Camau” Espínola. Hay que recordar que el Presidente había tratado de “héroes” a los diputados que votaron a favor de la ley. Por carácter transitivo, Kueider estaba en esa categoría y estaba nominado a ser el presidente de la Comisión de Inteligencia del Senado, nada menos. Afortunadamente no ocurrió. 

El senador viajó a Paraguay los días 3 y 6 de marzo, 16 y 21 de junio y 13 de octubre. Su secretaria, Lara Guinsel Costa lo acompañó en cuatro de esos viajes. Hizo uno más –sola– el día 18 de junio. En total, los dos hicieron seis viajes.

En la investigación en curso se sabrá seguramente cuáles fueron los motivos de esos desplazamientos hacia el Paraguay compartidos con su subordinada. Algún día se sabrá qué pasó esta vez para que el senador fuera sometido a la revisión que evidentemente, nunca había ocurrido. ¿Alguien lo vendió? ¿Se trata, acaso, de un pase de facturas?

“Esa plata no es mía”, dijo el legislador. Fue lo mismo que dijo Guido Antonini Wilson cuando, el 4 de agosto de 2007, fue sorprendido con 790.550 dólares que llevaba en una de sus valijas por la entonces funcionaria de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) María del Luján Telpuk. Aquella plata se supo luego que era para la campaña presidencial de CFK. La otra reminiscencia nos lleva a José López y los bolsos con 5 millones de dólares en el monasterio de Nuestra Señora de Fátima en General Rodríguez. “Ese dinero no es mío” expresó el exsecretario de Obras Públicas de los tres primeros gobiernos kirchneristas hoy preso. Más tarde, luego de prestar declaración, atinó a decir que era plata de la política.

El caso Kueider pone otra vez en superficie el tema de la ficha limpia, algo de lo cual hay una enorme necesidad. Sin embargo, lo que se ve hasta hoy en los hechos es la escasa –o nula– voluntad del Presidente de enviar el nuevo proyecto prometido para el cual, como se recordará, se convocó al destacado abogado Alejandro Fargosi. No hay indicios de que este proyecto sea enviado para su tratamiento en el período de sesiones extraordinarias del Congreso. Tampoco se ve una acción decidida para acelerar el proceso de destitución del senador entrerriano. Quien tiene sí una sorprendente voluntad para forzar el desafuero del legislador, es CFK, quien no tuvo la misma actitud antes, considerando que él ya venía siendo cuestionado por sospechas de corrupción al momento de candidatearse.

Cabría preguntarse por qué la exvicepresidenta ignoró esos antecedentes a la hora de postularse. Por lo pronto, hay un dato clave para entender esta súbita preocupación por la decencia de “la condenada” por activar los mecanismos de destitución del senador. Es que, en caso de prosperar, su reemplazante sería Stefanía Cora, referente de La Cámpora. Créase o no, a CFK volvió a preocuparle la política. En realidad, lo que necesita es volver a contar con una masa crítica de votos –dentro y fuera del Congreso– que le permitan postularse como cabeza de lista y blindarse tras los fueros para gozar de impunidad.

Existe una cuestión de fondo que es la piedra fundamental para alargar la vida de este tipo de maniobras: los interminables tiempos de la Justicia. Sobran ejemplos a lo largo de la historia política reciente y, por si esto fuera poco, vale la pena recordar las palabras del juez de la Corte Suprema de Justicia, Juan Carlos Maqueda, quien ya se había expresado sobre la ratificación de la condena a Cristina Fernández de Kirchner en la Causa Vialidad y la posibilidad de que sea el Máximo Tribunal el que defina la suerte de la expresidenta. “La Corte estudiará el caso en los tiempos correctos. Seguramente habrá un pronunciamiento en un tiempo prudencial”. ¿Cuál sería un tiempo prudencial? La respuesta es obvia. Veamos otro caso paradigmático: el expresidente Carlos Menem murió con una condena confirmada por la Cámara de Casación, pero sin que la Corte resolviera su caso y, por ende, sin que la pena empezara a hacerse efectiva. Más claro agua.

Se entiende, pues, el porqué de la necesidad de muchos expresidentes de nombrar jueces compulsivamente. Por este camino la calidad institucional no tiene oportunidad de mejorar y el caso de Javier Milei no es la excepción. La intención de nombrar al juez Ariel Lijo para ocupar un sillón en el Máximo Tribunal, es una muestra cabal de ello. El primer mandatario debería tener presente una de las mayores lecciones de la historia: un juez oficialista es oficialista siempre, más allá del color político. Lo que hoy se defiende con naturalidad, mañana sin dudas, cambiará.



domingo, 1 de diciembre de 2024

Ficha Limpia. Se impuso la casta… @dealgunamanera...

 Ficha Limpia. Se impuso la casta…

Ponga 10 centavos en la ranura. Dibujo: Pablo Temes

Una pregunta: ¿desde cuándo exigirles decencia a los candidatos puede ser usado con fines oscuros?

La corrupción avanza. Ese es el título que mejor define lo que sucedió en las primeras horas de la tarde del último jueves, en la Cámara de Diputados. En medio de un clima de crispación el proyecto de Ficha Limpia cayó por falta de quórum. Falta de quórum que se debió en gran parte, a la ausencia de ocho diputados libertarios. Hubo otras ausencias que también sorprendieron: José Núñez y José Chumpitaz del PRO –un tercero, José Tortoriello está enfermo– y Ricardo López Murphy. Emilio Monzó, por su parte, se movió durante el registro de asistencia.

El Gobierno intentó desentenderse de esto. Las argumentaciones que se dieron desde el Poder Ejecutivo fueron absolutamente no creíbles. Tan carentes de credibilidad fueron que el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, tuvo que intentar disfrazar esa decisión diciendo que, en realidad, el Presidente estaba trabajando en una ley más amplia para evitar cualquier sospecha de que el proyecto que no se llegó a tratar, no se circunscribiera a Cristina Fernández de Kirchner (sic). De esta afirmación surge inmediatamente una pregunta pertinente: por qué, entonces, el Gobierno no lo comunicó antes y formuló una propuesta alternativa para ser discutida en el seno del oficialismo, y sus aliados y evitar tanto ida y vuelta. Por otra parte, todo el mundo sabe que Ficha Limpia fue y es una iniciativa de la sociedad civil que nació mucho antes de la condena a CFK.

Las explicaciones del vocero presidencial Manuel Adorni tampoco convencieron. “Vamos a impulsar el proyecto de Ficha Limpia cuando se use para el bien” –dijo Manuel Adorni (sic). ¿Qué significa eso? ¿Desde cuándo exigir decencia a los candidatos puede ser usado con fines oscuros? Según se informó, en diálogo con la diputada Silvia Lospennato, autora del proyecto –que tenía un solo artículo–, Javier Milei se comprometió a enviar el año que viene un nuevo proyecto de ley de Ficha Limpia para que sea tratado por el Congreso. ¿Por qué no lo hizo directamente este año?   

Además, la semana pasada, el proyecto se había caído porque había faltado sólo un diputado para alcanzar el quórum. Es decir que tanto el Gobierno como sus diputados estaban al tanto del tema. De hecho, el dictamen de mayoría de la propuesta presentada por la diputada Lospe-nnato contaba con el apoyo de diputados del PRO, La Libertad Avanza, la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica. ¿Qué hizo, entonces, que ocurriera semejante cambio de parecer por parte de los legisladores libertarios? Ni uno, ni dos ni tres, las ausencias fueron ocho. Categórico.

Claramente, se impuso la casta.

El peronismo se siente cómo en coquetear con el término proscripción. Le encanta victimizarse.

El peronismo azuzó la amenaza del desorden social y las protestas en caso de que la ley fuera sancionada. Cristina Fernández de Kirchner –la condenada, como ella misma, con toda propiedad se autodefine–, es la principal beneficiaria de esta circunstancia. ¿Significa eso que la ley estaba hecha a medida de la necesidad de evitar su candidatura? Ésta es una cantilena que se escucha desde el momento mismo que, en una sentencia irrefutable, se confirmó su culpabilidad en la causa Vialidad. La condenada sabe, además, que seguramente en el futuro habrá más sentencias que le serán adversas.

La novedad que traía el proyecto de Ficha Limpia es que establecía que una persona con una condena confirmada por una Cámara de Apelación no podría presentarse a ninguna elección. Cristina está en esa condición. ¿Equivale eso a decir que la ley está hecha específicamente a su medida para sacarla de la cancha? Definitivamente, no. Sólo una manipuladora puede hacer creer eso. El peronismo se siente siempre cómodo en coquetear con el término proscripción. Le encanta victimizarse y generar los ya desgastados operativos clamor para teñir con un dejo de épica todas sus supuestas hazañas. Lo mismo arguyó el expresidente Carlos Menem cuando fue condenado por la Justicia. Sólo la actitud propia de casta por parte del Senado y la lenidad de la Corte Suprema impidieron que esa sentencia se cumpliera.

La semana dejó otro frente de batalla abierto en el seno de la actividad económica. “No es contra nosotros, es con nosotros”. Esa fue la respuesta de la UIA al plantón del Gobierno en su 30° Conferencia industrial. La presencia de Toto Caputo estaba comprometida y sobre la marcha se había sumado Federico Sturzenegger. Todo fue en vano. El Presidente bajó línea inmediatamente; la orden fue muy clara: “Nadie pisará esa ceremonia”. En el Gobierno creen que los industriales no apoyan su plan macroeconómico y que presionan para revertir el atraso cambiario con más devaluación.  Un hombre de negocios intentó poner paños fríos: “Es una pelea de sordos. El enfrentamiento no le sirve a nadie. Necesitamos más diálogo y dejar de lado el látigo y el banquito”. En el Gobierno no abundan los grises. Como ya es sabido, el tridente del poder se siente cómodo en el conflicto. El problema se da cuando las formas toman cierto tinte autoritario. Es cierto que gran parte del empresariado argentino no deja de mirarse el ombligo pero, en el contexto actual, todos deberían estar empujando el carro y alejándose de la discordia. Milei tiene plena confianza en el rumbo de la economía y eso, en ocasiones, lo envalentona y termina cayendo preso de la soberbia. En los próximos días habrá un encuentro reducido entre ambas partes. No hay mucha expectativa, pero todos apuestan a una reconstrucción de la relación. Un industrial avisó: “Acercamiento sí, pero no estamos para que venga nadie a jugar a someternos”.

En el Gobierno exhiben como un triunfo la salida de Pablo Moyano de la CGT. A principios de la semana el hijo mayor de Hugo, redobló la apuesta y criticó a sus excompañeros. El resto de la Central sabe que no es momento de tensar la cuerda con un gobierno que logró bajar la inflación, terminar con el déficit fiscal y sostener la estabilidad cambiaría. Se acerca fin de año y las principales variables son favorables al Gobierno. El 2025 no será fácil. La gente, que viene haciendo un esfuerzo descomunal, tendrá la última palabra.




domingo, 14 de enero de 2024

Cuando el éxito es un drama… @dealgunamaneraok...

 Cuando el éxito es un drama…   

Voraz, Javier Milei. Dibujo: Pablo Temes.

La inflación de diciembre es un disparate y no debería celebrarse. Un gobierno que es un experimento.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 13/01/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.


La cifra dio la vuelta al mundo: 25,2%. El índice de inflación de diciembre es mucho más que un número: es la consagración del disparate. Es algo irracional que está sucediendo acá y ahora. Acá es la Argentina. Esto es de lo que habla la gente cada hora de cada día. Llamar esto un éxito es otro disparate.  

El Presidente debería ser cuidadoso con el vocabulario. Ese “éxito” significa para gran parte de la población un drama. Una cosa es que el índice de inflación haya sido menor al 30% que esperaba el Gobierno y otra cosa es llamar a ese guarismo un éxito. Para que se tenga dimensión de lo que enfrenta la gente en el día a día, conviene recordar algunos precios.  

Una docena de huevos, dependiendo de su clase, puede alcanzar los 3 mil pesos en un almacén de barrio; 200 gramos de jamón cocido oscilan entre los  mil y 3 mil pesos dependiendo de su calidad; el litro de nafta premium está cada vez más cerca de los 900 pesos. Llenar el tanque de un auto mediano, que tiene una capacidad de 55 litros, sale aproximadamente 40 mil pesos, dependiendo de la estación y barrio de la Capital. Es cierto que Javier Milei lo predijo, así como predijo que estos primeros meses serán duros. Es cierto que, a la luz de tanta mentira y promesa falsa del desastroso gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, Sergio Massa y Alberto Fernández, la decisión de no ocultar la realidad es un valor. Pero con eso solo no alcanza. Con eso solo, la gente no llega a fin de mes.  

Nunca se vivió algo así en los 40 años de la reganada democracia       

El gobierno de Milei es un experimento en toda la acepción de la palabra. Nunca se vivió algo así en los cuarenta años de la reganada democracia argentina. Es decir, un gobierno en minoría absoluta en ambas cámaras del Congreso y sin ningún gobernador que le responda queriendo imponer un megadecreto de necesidad y urgencia y un megaproyecto de ley sin ningún acuerdo con el resto de las fuerzas políticas. Hay que recordar que, en el apogeo de su poder, el menemismo tejió un acuerdo con el radicalismo para lograr la aprobación de la Ley de Reforma del Estado.  

Las cosas se hacen aún más complicadas cuando La Libertad Avanza (LLA) busca aplicar un criterio de todo o nada en su discusión parlamentaria. 

Otra vez aparece aquí el tema del fondo y de las formas. Muchas de las reformas que quiere instrumentar Milei son loables. Otras, decididamente no lo son. Es francamente curioso ver cómo algunas de las personas con experiencia en la función pública en anteriores gestiones que forman parte de la actual administración no se dan cuenta de lo vulnerable que, desde el punto de vista del derecho constitucional, es el DNU. Las sucesivas cautelares que se vienen dictando lo demuestran. A esta altura ya son más de 60 los amparos presentados. El Gobierno apuesta a que, una vez terminada la feria judicial, sea la Corte Suprema la que se aboque al tema y le dé luz verde. Hay que recordar a su vez que, antes de iniciarse la feria judicial, la Corte aceptó la presentación que hizo el gobernador de la Rioja, 
Ricardo Quintela –el mismo que dijo que si Milei ganaba renunciaría, promesa que no cumplió, algo habitual en muchos dirigentes del peronismo que hacen de la mentira un dogma– pidiendo la declaración de inconstitucionalidad del DNU. 

A pesar de su reticencia, el Gobierno en general y Javier Milei en particular chocaron de frente con la política y no tuvieron más opción que negociar en el Parlamento. Haber enviado a cada ministro a defender la ley ómnibus no fue una mala jugada, pero se notó la diferencia de experiencia y solvencia de cada uno. Lo que sigue generando roces con los otros bloques legislativos –y lo seguirá haciendo– es que el Presidente no oculta su desprecio por todo este ejercicio que se vio obligado a hacer para poder avanzar. Es en el fondo, desprecio por la política. Debería reflexionar y darse cuenta de que una cosa es “la casta” y otra muy distinta el ejercicio democrático. En JxC –sobre todo en el PRO– salieron de urgencia a reclutar gente de la sociedad civil (empresarios, cámaras y académicos) para ir a defender la ley ómnibus en el plenario de comisiones del Congreso que continuará mañana. Algunos expondrán en forma presencial y otros de manera virtual. En el equipo amarillo, con algunos matices, están trabajando a destajo para darle soporte parlamentario al oficialismo. 

Muchas de las reformas que se quieren implementar son loables. Otras, no.   

En la UCR la división es bastante más elocuente. Allí continúan las negociaciones para definir cómo pararse ante las reformas que plantea el Ejecutivo y ya se observa cierta tensión entre los duros y los dialoguistas. La Unión Cívica Radical es dueña de 34 bancas y se ha convertido en el principal bloque al que el Gobierno deberá convencer para poder avanzar con la ley ómnibus y el resto de sus proyectos. Facundo Manes, el jujeño Gerardo Morales y hasta Julio Cobos sostienen que la bancada debe adoptar una posición intransigente frente a los deseos del Gobierno.  

Del otro lado, 
Rodrigo de Loredo y Karina Banfi, entre otros, se anotan como una oposición constructiva y dialoguista. Aunque la ley ómnibus –con modificaciones– tiene grandes chances de ser aprobada, todo está por verse.  

El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional se alcanzó tras un trámite rápido. Nada que sorprendiera: el programa ultraortodoxo que intenta instrumentar el Gobierno no puede cosechar más que apoyo por parte del organismo. Atrás quedaron las tortuosas negociaciones que fueron moneda corriente durante los cuatro años de la administración kirchnerista.  

La pregunta que –más allá de ese apoyo– se hacen desde Kristalina Georgieva hasta el último de los funcionarios involucrados en las tratativas con 
Luis Caputo y su equipo es si lo que propone LLA se podrá implementar o no. Y más allá de los planes en materia económica que figuran en el Excel, el termómetro de viabilidad lo seguirá marcando la gente.




    

domingo, 26 de noviembre de 2023

Algo más que el voto bronca… okdealgunamanera...

 Algo más que el voto bronca…


El Gabinete del Dr. Caligari (After Robert Weine). Dibujo: Pablo Temes.

El gabinete del doctor Caligari. Robert Wiene, 1920.

El presidente electo sabe que debe responder también a una gran expectativa de cambio que se expresó en las urnas.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 25/11/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.


Se vive un clima particular tras el resultado electoral que consagró como nuevo presidente de la Nación a Javier Milei. Por un lado, hay en gran parte de la sociedad un sentimiento de alivio generado por haber dejado atrás al kirchnerismo. Es como haberse liberado de una pesada carga que producía agobio y daño. El kirchnerismo ha sido una desgracia, no porque todas sus medidas de gobierno hayan sido malas –aun cuando las malas fueron mayoría– sino por su concepción antirrepublicana del poder, de sus prácticas corruptas y de su visión antinómica de la política con su lógica ilógica amigo-enemigo. 


El objetivo permanente de Cristina Fernández de Kirchner y sus secuaces fue la búsqueda de la suma del poder público para consagrar la impunidad de los muchos delitos de corrupción cometidos por numerosos funcionarios, comenzando por la misma vicepresidenta. A ese menú se le agregó un ingrediente que fue letal para las aspiraciones de Sergio Massa: su desastrosa gestión, que llevó el índice de inflación a niveles altísimos que no se registraban en el país desde hace treinta años. Así fue que se sirvió de su rol como ministro de Economía para hacer uso y abuso de los recursos del Estado al servicio de su campaña. Por primera vez desde la recuperación de la democracia, al peronismo en el ejercicio del poder le explotó la bomba que fabricó como producto de su mala gestión. El “¡Ah!, pero Macri” no le funcionó. Como tampoco le funcionó la descomunal campaña del miedo que se desplegó contra el líder de La Libertad Avanza.    

Por una renovada esperanza


Convive con ese sentimiento de alivio generado por la caída del kirchnerismo otro motivado por el nuevo gobierno: la esperanza de un cambio. Eso representa un crédito fundamental para Javier Milei, que tiene el desafío de no defraudar. Es decir, no solo hubo voto bronca. El presidente electo alcanzó el poder apoyado por una avalancha de votos que muestran una transversalidad pocas veces vista. Lo votaron personas de todos los estamentos socioeconómicos. Muchos que habían votado al peronismo depositaron en la urna la boleta del binomio Milei-Villarruel. Hay un hartazgo en muchos sectores muy castigados por la pobreza con la condición de sumisión a la que los expone tener que vivir dependiendo de un subsidio, hecho que significa depender de los caprichos de un puntero y de la corruptela que lo circunda. Habrá que ver si esa expectativa de cambio se concreta. Sería algo fenomenal porque representaría un cambio de cultura de enorme impacto político en la necesidad que tiene la Argentina de dejar de lado el populismo al que la llevó el peronismo kirchnerista. Otra prueba de esa sensación de hartazgo es la impactante elección que La Libertad Avanza obtuvo en la provincia de Buenos Aires toda y en vastos sectores del Conurbano. Dejó en claro que esos fueron votos ganados al peronismo y en eso no hay discusión. 


La primera semana del presidente electo lo puso en el camino de la realidad. En una de las varias entrevistas que concedió habló de pragmatismo. Fue un reconocimiento a algo de lo que se habló en esta y otras columnas de opinión: una cosa es la campaña electoral y otra, gobernar. La gobernabilidad de la nueva administración exige acuerdos políticos. La Libertad Avanza por sí sola carece del poder suficiente en el Congreso que necesita para aprobar muchas de sus propuestas. Deberá negociar –como ya se ha visto en estos días– con la casta a la que, por otra parte, ya pertenece. El acuerdo con Mauricio Macri y Patricia Bullrich es evidente. El expresidente tuvo la lucidez de jugar un pleno al ganador. Lo más importante será pues que todo eso se explicite ante la sociedad. Milei es una persona honesta. Y esa es una condición fundamental. Es un punto de partida clave luego de la oleada de corrupción que representó el kirchnerismo. 


Las idas y vueltas en los nombramientos de los funcionarios que lo acompañarán durante su gestión tuvieron un toque de amateurismo. Que se entienda bien, esa misma ingenuidad fue la que lo mostró bien intencionado ante el común de la gente frente a la soberbia infinita de Sergio Massa. Ahora bien, la presidencia nunca es un buen lugar como sala de ensayo. El presidente electo deberá afinar la puntería y volver a ordenar la tropa interna. La salida de Emilio Ocampo, motivada por la elección del ex secretario de Finanzas Luis Caputo, y expresidente del BCRA, fue un golpe duro para los planes de dolarización y “desconexión” del Banco Central. Caputo no es una persona querida en el ambiente; sus ínfulas y su soberbia aún resuenan en lo más alto del Fondo Monetario. Un economista que recuerda los años del macrismo a la perfección señaló que “la renuncia de Toto al Central fue irresponsable porque se fue en el medio de una crisis y con las negociaciones con el FMI sin encaminarse. No fue en buenos términos”.

Frankenstein vs. Drácula


Sin mirar hacia atrás, el futuro titular de la cartera económica ya adelantó ante empresarios y banqueros que “no habrá sorpresas para desarmar la maraña de Leliqs”. Milei ya le había dejado claro que no quería nada similar a un plan Bonex. Aseguró también que “la totalidad de su programa está basada en el equilibrio fiscal y que la prioridad es establecer un ancla fiscal fuerte. El equilibrio fiscal debe empezar recortando 2 puntos del gasto público del PBI”, aseguró. 


Que el árbol no tape el bosque. Milei es el primer presidente economista. Es sabido que tendrá la pericia suficiente para intervenir en las decisiones en materia de economía. Sin embargo, este doble rol encarna algunos peligros encubiertos. En primer lugar, los choques temperamentales con su ministro estarán a la vuelta de la esquina. En segundo lugar, sería esperable que, como presidente, esté por encima de las decisiones de política económica aportando una visión mucho más general y estratégica tanto a nivel local como internacional. En ese plano, la elección de Diana Mondino para conducir el Ministerio de Relaciones Exteriores parece acertada. A pesar de algunos “disparates de campaña”, Mondino es una mujer formada. El presidente electo aguantó los embates del macrismo para colocar en ese lugar a Federico Pinedo. También sostuvo a Mariano Cúneo Libarona en lugar de ceder a la propuesta –casi una exigencia– de sentar en la cartera de Justicia a Germán Garavano. En el entorno de Macri se escuchan quejas por lo que consideran una baja consideración por los votos aportados. “No nos pueden pintar la cara”, bramaron. 


Milei sabe que no puede ceder un ápice si quiere ser un presidente con poder pero también es consciente de su estructura carente de volumen político. En ese delgado equilibrio se juega las primeras fichas para estabilizar su futuro gobierno.




domingo, 19 de noviembre de 2023

Por una renovada esperanza… @dealgunamaneraok...

Por una renovada esperanza…  

Leudando… Dibujo: Pablo Temes.

Hoy por la noche la Argentina tendrá un nuevo presidente. Ojalá que también se renueve la confianza de la sociedad.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 18/11/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

A la hora de escribir esta columna la única certeza existente en medio de la navegación por las procelosas aguas del proceso electoral que culmina hoy es que, gane quien gane, en el horizonte se avizoran tiempos duros para la Argentina. 

Lo saben los que vayan a votar por Sergio Massa, lo saben los que vayan a votar por Javier Milei, lo saben los que vayan a votar en blanco o impugnar el voto y lo saben los que no vayan a votar. Es producto de lo que representan los dos candidatos: Milei, un salto al vacío; Massa, la profundización del abismo. Los dos han protagonizado la peor campaña electoral de la que se tenga memoria desde la recuperación de la democracia en 1983. A lo largo de este fatigoso e interminable devenir electoral hubo escasez de ideas y superabundancia de agresiones y riñas. La última la vimos todos el domingo pasado durante el debate entre los dos candidatos. Llamar debate a lo que se vio la noche del domingo pasado es absolutamente incorrecto. El candidato de Unión por la Patria con su soberbia y el libertario con sus incongruencias dieron un espectáculo penoso. Resultó ser absolutamente incongruente con la lógica política que Milei no haya puesto sobre la mesa el tema de la inflación, o el tema del escándalo por el espionaje ilegal o de la corrupción en la Legislatura de la provincia de Buenos Aires que toca a dos dirigentes de directa relación con Massa. 


Tan extraño fue que, sumado a otro burdos errores de campaña cometidos no solo por la candidata a la vicepresidencia, Victoria Villarruel, como así también por la diputada Lilia Lemoine, no fueron pocos los que comenzaron a hacerse una única pregunta: ¿quiere Milei realmente ganar las elecciones?  

La opción entre dos malos candidatos define el estado de situación de la política argentina. Es la constatación de una decadencia que, elección tras elección, se acentúa. No es un fenómeno exclusivo de nuestro país. Lo padecen también las grandes democracias. Esa decadencia, que tiene profundas consecuencias sociales y económicas, atenta contra la solidez del mismísimo sistema democrático y de los valores republicanos, dando pie así a la aparición de líderes con aires mesiánicos cuyo principal valor es ser supuestamente antisistema. El caso de los Estados Unidos es el más paradigmático. Donald Trump es lo más parecido a lo que representan muchos de los dirigentes vernáculos: corrupto, despectivo, despreciativo del orden legal, intolerante con las críticas y ávido de alcanzar el poder absoluto. Lo notable de todo ello es el acompañamiento social que logran, el cual se mantiene incólume no importa cuántos delitos cometan y con cuánta evidencia se los muestre a la parte de la sociedad que los apoya y los vota. En la primera mitad de los años 50, durante el apogeo del general Juan Domingo Perón, circulaba un dicho que grafica a la perfección lo antes dicho que decía así: “Aunque sea un ladrón, lo votamos a Perón”. 

Sergio Massa es un mal candidato; Javier Milei, también. Particular encrucijada esta en la cual se encuentra la sociedad. Elegir entre dos malos nunca puede ser bueno. La teoría del mal menor suena a consuelo vano. Los malos son, al fin y al cabo, siempre malos. 

Milei representa un salto al vacío. Hay que reconocerle que siempre dijo lo que iba a hacer en caso de llegar al poder. Sus premisas esenciales estuvieron expuestas desde un principio. Nunca cambiaron más allá de algún maquillaje que hubo en el último tramo de su campaña. Lo que no dijo fue cómo lo iba a hacer. En todas ellas hubo un dejo de disparate y de irrealidad. Desde la dolarización hasta el tan mentado cierre del Banco Central pasando por la venta de órganos. A ese dejo de disparate contribuyeron no solo el candidato, sino también algunos de sus acólitos más relevantes. En esa nómina “sobresalieron” Victoria Villarruel, candidata a vicepresidenta, Diana Mondino, mencionada como eventual canciller y la diputada Lilian Lemoine. Para subrayar también fue el fugaz romance político con Luis Barrionuevo, un engaño en el que el candidato libertario cayó con la ingenuidad de un amateur.  

Sergio Massa es alguien que ha hecho de la mentira un evangelio. Es, además, el representante genuino de un fracaso: su gestión al frente del Ministerio de Economía ha llevado al país a sufrir la peor inflación de los últimos treinta años. Desde ese punto de vista, es un verdadero rara avis: no hay registro de un ministro que, habiendo llevado adelante una gestión tan mala, haya tenido la posibilidad real de ser electo presidente. A la mentira le agrega su falta de escrúpulos. La última muestra de esto la dio el jueves en el acto de cierre de campaña. Lo hizo en un colegio público –el Carlos Pellegrini– con menores de edad. La degradación cultural de la Argentina es tan grande que no muchos han advertido la dimensión de lo que eso significa. La escuela es un lugar sagrado que nunca debe ser usado para el adoctrinamiento. El acto se desarrolló en horario de clase con el consentimiento del rector del colegio. Seguramente habrá entre sus alumnos quien no comulga con la ideas de Massa más allá de simpatizar –o no– con Milei. El acto exhibió a pleno la cultura de la apropiación del Estado que es característica del peronismo.  

Elecciones: es lo que hay

El candidato de Unión por la Patria hace acordar mucho al Néstor Kirchner de 2003, que prometía un gobierno diferente del peronismo clásico. El tiempo mostró que eso era una mentira: al igual que Carlos Menem, su afán fue apropiarse del poder absoluto con la idea de permanecer para siempre. Si, en caso de ser electo hoy, Massa cumpliera con sus promesas –gobierno de unidad nacional, Justicia independiente, órganos de control para la oposición y un largo etcétera–, debería, lisa y llanamente, traicionar tanto a Cristina Fernández de Kirchner como a su hijo Máximo. No es que ello sea una novedad: en el nombre de la lealtad, la traición es en el peronismo una norma. Lo hizo Eduardo Duhalde con Menem y luego Néstor Kirchner con el mismo Duhalde.  

Al final de este largo camino electoral es imprescindible hacerse una pregunta: ¿qué es lo que ha llevado a una parte significativa de nuestra sociedad a elegir candidatos tan malos? ¿Son estos dirigentes los que representan los valores genuinos de la ciudadanía? Estas preguntas caben no solo para Milei y Massa, sino también para los otros que quedaron en el camino, muchos de ellos como producto de la soberbia y el egoísmo.

Hoy por la noche la Argentina tendrá un nuevo presidente. Ojalá, también, una nueva esperanza.



   

domingo, 3 de septiembre de 2023

Realineamientos. Massa, en plan “vamos viendo”… @dealgunamaneraok...

Realineamientos. Massa, en plan “vamos viendo”…

 

El bono del ministro-candidato chocó con los gobernadores del PJ. Y la meta fiscal con el FMI es de difícil cumplimiento. 

© Escrito por Nelson Castro el sábado 02/09/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina. 

No fue una buena semana para Sergio Massa. Las cosas no le vienen saliendo bien al ministro-candidato. El plan platita que necesita implementar desesperadamente para darle aire a su desvaída campaña electoral chocó contra una piedra impensada: los gobernadores, incluidos los propios. La negativa a pagar el bono de 60 mil pesos fue contundente. Nunca había ocurrido algo así en un gobierno peronista. El enojo de Massa es mayúsculo. “A lo mejor así Sergio se termina de dar cuenta de que son muchos los que dentro de Unión por la Patria no lo quieren”, afirmaba en la tarde del jueves una voz desde las entrañas de la Casa Rosada. Está claro que entre quienes lo quieren poco está el presidente saliente. En su creciente tiempo libre, Alberto Fernández se dedica a compartirles a algunos de sus interlocutores sus amargas quejas contra Cristina Fernández de Kirchner y contra el exintendente de Tigre.  

El plan platita representa un brutal aumento de la emisión monetaria. La maquinita está funcionando a full. Al ministro no le importa nada; al Gobierno, tampoco. Hay que ganar la elección como sea. Esa desaprensión también encuentra su razón de ser en que, en caso de no llegar a ser reelectos, la tremenda maraña de emisión de pesos que van directo a la inflación será un problema mayúsculo que deberá afrontar el próximo gobierno.

El porqué de los elogios a Milei

El resultado definitivo de las PASO confirmó el pronóstico de Cristina Fernández de Kirchner: el escenario electoral está dividido en tercios. Matemáticamente, Unión por la Patria tiene chances de acceder a la segunda vuelta. A Massa, eso lo envalentona. Es un dato que hace incomprensible a la Argentina en muchas partes del Mundo. “¿Cómo es que el ministro que ha llevado al país a la inflación más alta de los últimos treinta años tenga chances de ganar la elección?”, se preguntan con una pizca de azoro muchos analistas prestigiosos de distintos países.

Pero aún hay más en este descontrol económico y financiero desatado para sostener el plan de emergencia de cara a las elecciones generales. El Gobierno modificó el Presupuesto y otorgó un millonario aumento del gasto con partidas para subsidiar la campaña y ayudar a sostener a las empresas públicas. Todo debe estar aceitado a la perfección. Se trata de una de las mayores ampliaciones presupuestarias de los últimos tiempos. “No es el plan platita, es el plan justicia”, se atrevió a decir el presidente Alberto Fernández, como si él y su administración no fueran los responsables de este presente lleno de penurias que dejó al país al borde del abismo.

La vicepresidenta en funciones mantiene el silencio. Sabe que es mejor callar que hacer el papel de comentarista de la realidad que le es hostil y con un final abierto de cara a los comicios de octubre. No se jugará por Sergio Massa; ni ella ni los intendentes y gobernadores que le han dado vuelta la cara esta semana al ministro-candidato quieren quedar pegados a una posible derrota. CFK es experta en salir de la escena cuando las papas queman.

En este festival de emisión descontrolada, la meta fiscal del 1,9% de déficit que el Gobierno se comprometió para este año ante el Fondo Monetario Internacional parece difícil de cumplir. Es parte de otro modus operandi del kirchnerismo en general y de Sergio Massa en particular: el “vamos viendo”. Así lo describe un funcionario identificado con la antigua ancha avenida del medio: “Cuando estás tan cerca de las elecciones, no tenés opción: o pisás el acelerador o te despedís. Sergio es un campeón en ganar tiempo. Sabe cómo patear la pelota para adelante”.

En Washington no piensan lo mismo. El humor está caldeado. Los burócratas del Fondo exigieron –con razón– conocer el impacto fiscal de las medidas de auxilio anunciadas por el ministro de Economía en modo campaña. Estas son las consecuencias del doble rol del tigrense. No solo es una aberración ética, también aparecen las consecuencias de su accionar en materia ejecutiva. Un delgado equilibrio que ya ha sido violentado en otras oportunidades.

En No Tan Juntos por el Cambio siguen ensayando fotos de unidad para intentar tapar las heridas autoinfligidas en la riña de campaña. No será tarea fácil. En la Ciudad de Buenos Aires, luego del ajustado triunfo de Jorge Macri sobre Martín Lousteau, un abismo separa a la UCR del PRO. Muchos radicales se sienten más cerca de Leandro Santoro a sabiendas de que no es un kirchnerista confeso. A nivel nacional la película no es muy distinta. En el radicalismo nadie está dispuesto a pactar con Javier Milei para “auxiliarlo” en materia de gobernabilidad y crece la desconfianza sobre el rol de Mauricio Macri en ese sentido. Ya no es un secreto que, ante un triunfo del libertario, el PRO cerrará filas con él. Las horas de la coalición opositora están contadas.

Hora de un baño de realidad

Patricia Bullrich tampoco se siente cómoda. “Si no es todo; es nada”, rezaba su claim de campaña mostrando su costado extremo de firmeza que apelaba al orden y el apego a la ley sin diálogo posible con el kirchnerismo. Sin medias tintas, cargaba contra Horacio Rodríguez Larreta. Ese perfil inflexible y aguerrido, sin lugar para los débiles, hoy es patrimonio de un irascible Javier Milei. En el intento de reconfigurar su perfil, la extitular de la cartera de Seguridad optó por cerrar filas con Carlos Melconian como su ministro de Economía. Un hombre experimentado en surfear las olas de las múltiples crisis argentinas y muy hábil declarante en los medios. Ideal para desarticular los puntos débiles del plan Milei que, según dijo el propio Melconian, hace agua por todos lados.

Entre tanta frivolidad, la realidad ha vuelto a golpear a la sociedad con el asesinato del joven ingeniero Mariano Barbieri. Un recordatorio cruel de que la Argentina actual es inviable. No se trata solo de la inseguridad. Es la impericia de todo el arco político, que dejó en su camino generaciones diezmadas sin educación, sin oportunidades y a merced del narcotráfico como mecanismo de ascenso social en el submundo de la delincuencia.

Una deuda gigantesca que los políticos y toda la clase dirigente tardarán años en pagar.