Mucho en juego…
La caladera
del diablo. Dibujo: Cedoc
De la escalada con Moyano a qué hacer con Triaca, el Gobierno tiene varios
frentes abiertos. Lecciones de la gira.
La gira de Mauricio Macri por Europa confirmó algo que debería ser un aprendizaje no solo para
este gobierno, sino también para los que aspiren a sucederlo: si no hay
previsibilidad política, el flujo de inversiones que Argentina necesita para
poder revertir la dura realidad social que representa un nivel de pobreza del
30% nunca se producirá.
El mundo político y de los negocios ha quedado escaldado con los vaivenes de un devenir pendular exhibido por nuestro país en los 34 años de
democracia, producto de la falta de acuerdos partidarios y de políticas de
Estado. Eso es lo que le transmitieron los empresarios con los que se reunió el
Presidente a su paso por el foro económico de Davos. Es lo mismo que le sucedió el año pasado, cuando se encontró con
empresarios estadounidenses en Nueva York. Eso es lo que también le
transmitieron los hombres de negocios que acompañaron al canciller de Alemania, Angela Merkel, en su viaje a Buenos Aires.
El Presidente ha exhibido como respuesta a esta inquietud la presencia del
gobernador de Entre Ríos, Sergio Bordet, a la que también había planeado sumar
la del gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, quien debió quedarse en su provincia a causa del cierre del ingenio San
Isidro. Ese paso es parte de un largo camino –“Todo viaje, por largo que sea,
empieza por un solo paso”, Lao Tse– por desandar en pos de alcanzar ese estado
de convivencia y coincidencia que reclaman los inversores.
Ánimos.
El transcurrir de este enero ha tensado las cosas de tal manera que la
posibilidad de lograr esos acuerdos luce aún lejana. Hay que ser claros: ninguna de esas posibilidades de acuerdo incluye
al kirchnerismo. Todo lo que anida allí es resentimiento y ánimo de
revancha. Sea dicho con todas las letras: en el universo K lo que importa –lo
único que de verdad importa– es que el Gobierno caiga. El último estándar te de
ese pensamiento fue la frase del ex ministro de la Corte Suprema de Justicia, Eugenio Zaffaroni, en la que abogaba
por la finalización del Gobierno. Aun cuando no sea original, es necesario
insistir con esto: de haber dicho esto un dirigente opositor durante el
kirchnerato, habría sido inmediatamente acusado de ser destituyente.
Comodoro
Py.
Febrero será un mes caliente. Terminada la feria judicial, ese será el
ámbito por el cual sucederán hechos de alto impacto político. A estas horas,
esa es la expectativa en lo referente a las causas judiciales que perturban hoy
seriamente a una buena par te de la dirigencia sindical.
La dinámica de los hechos ha dado pie a una coincidencia peculiar: la causa
judicial que involucra a un verdadero peso pesado como Hugo Moyano se da en el tiempo en el que
comienzan a desarrollarse las paritarias. En el Gobierno anida ya la convicción
de que, para enfrentar una trama
tan compleja como esta, no es lo más conveniente contar con un ministro de
Trabajo debilitado. Y ese es el problema que hoy representa Jorge Triaca.
El affaire de la empleada doméstica que trabajaba en la quinta de la
familia –a quien, además de insultarla de un modo descalificante, se la tuvo
durante largo tiempo en negro y se la contrató en el Sindicato Obreros
Marítimos Unidos (SOMU), que estaba bajo la intervención del Ministerio de
Trabajo – lo ha afectado severamente.
Ninguna de las acciones defensivas y de respaldo que hasta aquí ha
intentado el Gobierno ha sido efectivas. Y es lógico, porque la situación del
ministro es insostenible, especialmente para un gobierno que tiene el discurso
del compromiso que despliega la actual administración.
Problemas.
Es verdad que ningún presidente entrega a un ministro por presión mediática
u opositora. Esto forma parte del ABC de la política. “El gordo es uno de los funcionarios más queridos
en el gabinete. Es un buen profesional y una buena persona.
Pero Macri está realmente enojado y dolido con él”, se sincera una voz que
conoce la realidad interna del Gobierno. A eso se agrega otro problema: no hay
nadie de igual envergadura política para reemplazarlo.
En algunos otros países del mundo, un ministro envuelto en un caso así no tiene
otra opción que renunciar. Puertas adentro, en el oficialismo hay muchos que
comparten este pensamiento. Es que, para el estándar ético que propone
Cambiemos, el episodio que involucra al ministro no debería tener otro camino
que la renuncia.
Y por supuesto que, en atención a la conflictiva relación que se viene
entre el Gobierno y la dirigencia sindical a propósito de la negociación
paritaria y las derivaciones de las investigaciones judiciales que comprometen
en estos momentos a Hugo y a Pablo Moyano, Triaca representa un problema. Por
todas estas cosas es que la ida y vuelta sobre su suerte aún no está definido. Habrá que esperar el regreso del Presidente.
Impunes.
Las causas judiciales contra varios caciques sindicales habrán de
continuar. En el ámbito de la dirigencia gremial hay un submundo dentro del
cual algunos han construido verdaderos feudos. Habitan también en ese universo quienes se han convertido en prósperos
empresarios. Balcedo no es el único. Son situaciones conocidas desde
hace muchos años. Y a pesar de un sinfín de denuncias, permaneció inmune –tal
vez la palabra debería ser “impune”– a cualquier investigación judicial. La
pregunta, pues, es: ¿por qué ahora? La respuesta es una: el temor de jueces y
fiscales de sufrir represalias por parte del poder político en los tiempos en
que gobernó el peronismo.
Encrucijada.
La dirigencia sindical debería pensar y analizar detalladamente la
encrucijada que enfrenta a la hora de responder a estas denuncias. Si la
respuesta es el patoterismo, no hará más que sumar descrédito frente a amplios
sectores de una sociedad harta de esas prácticas. “La violencia es el miedo a
las ideas de los demás” (Mahatma Gandhi).