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martes, 9 de julio de 2024

FEDERICO STURZENEGGER. EL REGRESO DEL QUETEJEDI... @dealgunamanera...

Federico Sturzenegger. El regreso del Quetejedi…


Fue uno de los responsables del Megacanje que antecedió al estallido de 2001. Luego hombre clave del gabinete económico de Mauricio Macri. Desde 2023 es asesor estrella de Javier Milei. Con los recientes cambios en el gabinete nacional, Federico Sturzenegger tendrá ahora un ministerio hecho a su medida para avanzar en la desregulación de la economía y las privatizaciones. Facundo Iglesia traza un perfil del economista fan de la Guerra de las Galaxias, que se prepara para hacer su tercera aparición estelar en la turbulenta historia económica argentina.        

© Escrito por Facundo Iglesias el domingo 28/06/2024 y publicado por la Revista Anfibia de la Ciudad de San Martín, Provincia de Buenos Aires, República Argentina. Ilustraciones: María Elizagaray Estrada.

Federico Sturzenegger golpea el monitor monocromático en su oficina del Ministerio de Economía. Lo que ve no es lo que esperaba. Es agosto de 2001. En mayo, el presidente Fernando De La Rúa lanzó el Megacanje, una operación para postergar tres años los vencimientos de deuda. Por unos meses pareció que sí, pero ahora es evidente que no: los mercados no les creen.

—El riesgo país tendría que bajar y está subiendo —dice Sturzenegger, secretario de Política Económica, mirando el numerito en la pantalla.


A principios de agosto el riesgo país retomó su camino alcista. El indicador que mide las chances de cesación de pagos y que aparece constantemente en televisión con música catástrofe. “Tener 975 puntos de riesgo país como hoy, igual no cambia demasiado las expectativas de una reactivación rápida, aún lejos - publicó el diario Ámbito Financiero el 8 de mayo de 2001 - la Argentina sigue afuera del mercado internacional para financiarse”.


Sturzenegger tiene 35 años y un doctorado de economía en MIT. Hace seis años volvió al país desde Los Ángeles para convertirse en el economista jefe de la privatizada YPF. Sostuvo el puesto hasta 1998, cuando la española Repsol tomó la empresa. En marzo de 2001, Ricardo López Murphy lo convocó para ser parte del gobierno de Fernando De la Rúa. Sturzenegger dice que siente su rol como “estar en la cabina de un avión cuyos motores empiezan a fallar”. López Murphy renunció el 20 de marzo, a los quince días de asumir, pero Sturzenegger no se fue. Sturzenegger, todavía, no se quería ir.


“No tenía recorrido o vocación de meterse tanto en la ejecución, pero sí en la estrategia, en el diseño de políticas de corto plazo y en la comunicación con terceros”, dice alguien que lo cruzaba en los pasillos de Economía.


Ya en la segunda mitad de 2001 el superministro Domingo Cavallo, con quien tiene muy buena relación y lo ubica entre los “jóvenes economistas más brillantes del país”, está cada vez más convencido de sus propias ideas y toma medidas sin consultarlas con nadie. Antes de cada reunión, Sturzenegger coordina cuidadosamente con sus compañeros cómo le transmitirá la situación al ministro que ya no escucha razones. Ante lo que perciben como una situación insostenible, varios funcionarios de segunda línea del Palacio de Hacienda empiezan a renunciar escalonadamente para no desatar una crisis institucional. Sturzenegger se irá el 20 de noviembre, poco más de ocho meses después de asumir, diez días antes de que se impusiera el “corralito” y un mes antes de que caiga el gobierno de Fernando de la Rúa.


Pero Sturzenegger va a volver. En diciembre de 2015, catorce años después del 2001, se convierte en el primer presidente del Banco Central de la gestión de Macri, cargo del que será eyectado en medio de internas cruzadas: su esquema de “metas de inflación” choca con la realidad. Volverá otra vez. Javier Milei lo llevará como asesor en 2023, como uno de los principales arquitectos de la reforma integral que el libertario impulsará en el país con la Ley Bases y su Mega DNU. No es todo: en la noche del 27 de mayo Milei hará cirugía mayor en su gabinete y Sturzenegger ocupará un ministerio de “desregulación” creado a medida. Si la economía es el motor de la historia, Sturzenegger es uno de los principales personajes de la Argentina reciente.

 


Federico Sturzenegger nació en 1966 en Rufino, un centro agrícola y ganadero de 20 mil habitantes en la provincia de Santa Fe. Se crió en Gonnet, una ciudad de La Plata famosa por albergar la República de los Niños, el primer parque temático del continente americano, creado en 1951 por Juan Domingo Perón. Su padre, Adolfo Sturzenegger, es un integrante de la Academia Nacional de Ciencias Económicas de origen radical.


Federico es, ante todo, un académico. El segundo economista más citado del país después de Eduardo Levy Yeyaty, con quien escribió varios textos. Se licenció en la UBA, fue profesor asistente de Economía en la Universidad de California en Los Ángeles, enseñó y fue decano de la Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella y fue profesor visitante de Políticas Públicas en la Escuela de Gobierno Kennedy de la Universidad de Harvard. Se doctoró en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), una cantera de funcionarios públicos a nivel mundial.


En el MIT fue discípulo de Rudi Dornbusch, un liberal alemán experto en países emergentes y crisis de balanza de pagos que apoyaba la dolarización. Sin embargo, dice un colega suyo, hay algo que el argentino no aprendió de Dornbusch: “Sturzenegger ve las cosas de una manera muy teórica, con una teoría que baja muy rápidamente a la realidad”. Sturzenegger toma como guía para analizar la realidad y plantear políticas “la teoría más estilizada, con supuestos lo más abstractos posibles y alejados de las prácticas, de las instituciones y de la historia”, dice la misma fuente. A lo largo de su carrera política, las instituciones (sobre todo, los sindicatos) se le figurarán como un estorbo.


Luego de renunciar al gobierno de la Alianza, se acercó al PRO y ocupó una seguidilla de cargos: presidente del Banco de la Ciudad de Buenos Aires (2008-2013), diputado nacional (2013-2015) y presidente del Banco Central (2015-2018). Cuando Milei llegó a la presidencia, se sumó como su asesor estrella. 


Una pesadilla que tuvo en octubre de 2008, narrada en su libro Yo no me quiero ir (2013), da cuenta cabalmente de su pensamiento más profundo.

Sturzenegger soñó que moría. Moría sin ver a Gimnasia de La Plata campeón.

Pero después se dio cuenta de que la pesadilla no se trataba sobre el equipo de sus amores: “Comprendí que estaba elaborando la idea de que mi anhelo de ver a la Argentina como una nación avanzada, equitativa y pujante, quizá no fuera posible en toda mi vida”. El sueño, dice el libro, se debe a que ese año asomaba por parte del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner un incipiente intento por hacer crecer “el poder económico y regulatorio del Estado”. Eso, según Sturzenegger, llevaría a la cooptación de voluntades políticas.


En su libro se define como un “optimista incorregible”. Quizás no sea tan distinto a los adjetivos que le atribuyen las fuentes consultadas para esta nota: máquina de trabajar, disciplina suiza, fundamentalista, mesiánico, cabeza dura, ingenuo, dogmático.

 


El 85 por ciento del universo es completamente invisible. A esa materia que no emite ningún tipo de radiación electromagnética ni interactúa con la luz la astrofísica la llama materia oscura. Su existencia es puramente hipotética. Sólo puede inferirse por sus efectos gravitacionales en el movimiento de las estrellas o las galaxias, que ninguna otra masa podría causar. Su composición es casi completamente una incógnita. El concepto sirvió, también, para explicar la economía. 


En 2004 el gobierno de Estados Unidos calculó que tenía un déficit en su cuenta corriente de 2,5 billones de dólares. Pero si su economía tuviera tal agujero, dicen en un famoso artículo Sturzenegger y su colega Ricardo Hausmann, el gigante del norte pagaría intereses de deuda astronómicos. Los dos economistas encontraron su respuesta en las estrellas. En 2005, acuñaron el término “materia oscura” para referirse a los activos “invisibles” de un país que generan ganancia y escapan a las mediciones oficiales. El know how de una empresa o la reputación de una marca son activos invisibles. Bajo este concepto, Estados Unidos no tiene déficit, sino superávit: el 40 por ciento de su PBI, calculan, está hecho de esa incógnita.


“Una vez que se considera la materia oscura, el mundo está sorprendentemente equilibrado”, aseguran Hausmann y Sturzenegger en un artículo del Financial Times. La economía, para ellos, es un poco como el universo.


Alguien que lo conoce bien dice que Sturzenegger, como muchos economistas, necesita un modelo teórico de referencia en su vida. Antes de 2001 y el estallido de la convertibilidad, estaba convencido de que el esquema que traería estabilidad al país era un tipo de cambio fijo e inamovible: un hard peg, es decir, una paridad dura como la convertibilidad. Años después de que el uno a uno estallara por los aires y que De la Rúa volara en helicóptero, Sturzenegger decía a quien quisiera escucharlo que había cambiado completamente de opinión: que ahora creía en los regímenes de tipo de cambio flotantes.

Escribió papers detallando la nueva evidencia empírica que había encontrado al respecto. “El decepcionante caso argentino” es parte de ese corpus.


En 2002 volvió al llano y recuperó su rol como decano de la escuela de negocios de la Universidad Torcuato Di Tella. En 2005, lo nombraron "Joven Líder Global" en el Foro Económico Mundial de Davos. Ya por esos años, comenzó a acercarse a un nuevo partido político de corte vecinalista y oenegeísta: Propuesta Republicana, liderado por Mauricio Macri y luego rebrandeado como PRO.


En 2008 Macri se convirtió en el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires y llamó a Sturzenegger para que presidiera el Banco Ciudad, cosa que hizo hasta el 9 de octubre de 2013. Algunos hitos de su gestión: despidos masivos, una encarnizada lucha contra el sindicato La Bancaria, denuncias de créditos preferenciales a miembros del PRO (luego desestimadas por la Justicia), la construcción de una nueva sede diseñada por el arquitecto británico Norman Foster y la instalación de la primera sucursal del banco en un barrio de emergencia, Villa Soldati.


En 2013, ya como diputado nacional, Sturzenegger comenzó a tener más visibilidad pública, aun cuando algunos de sus asesores le dicen que conviene guardarse porque él no era candidato a nada. De esa etapa tiene un remordimiento que lo persigue hasta hoy: haber votado positivamente por la ley de moratoria previsional en julio de 2014, que permitió que 500 mil personas accedieran a un haber jubilatorio. Se los suele comentar a sus alumnos de Macroeconomía Avanzada en la Maestría de Economía en la Universidad de San Andrés. Para él, fue un error que contribuyó a que el sistema jubilatorio hoy sea “insostenible”.

 


Sturzenegger es cinéfilo. Son conocidas las figuras de Star Wars con las que adornaba su oficina en el Central (“cascos y equipamientos tamaño ser humano de los personajes de la Guerra de las Galaxias”, los describe alguien que visitaba asiduamente su despacho para discutir con él), pero también hace cursos de cine con su esposa Josefina Roullet. Su loft de soltero fue una locación en El Hijo de la Novia, la película de Juan José Campanella.

Su libro Yo no me quiero ir está plagado de referencias cinematográficas: Indiana Jones, Mujer Bonita, Wall Street, Goodbye Lenin!, Gladiador. También compara a la “búsqueda del poder” del segundo gobierno de CFK con la joya de El Señor de los Anillos. “¿Quiénes serán nuestro Gandalf y nuestro Frodo?”, se pregunta.


Además de papers y conferencias, Sturzenegger también escribe poesía. Uno de sus versos más famosos, desenterrado por Página/12 en 2011, habla de un viejo amor o acaso algo más etéreo que no puede olvidar porque “en vos todo comienza y en vos termina…”. Quizás hablaba de él mismo.


Es 17 de diciembre de 2015 y Federico Sturzenegger está muy seguro de lo que hace. Mauricio Macri asumió la presidencia de la Nación hace siete días y, como presidente del Banco Central, está cumpliendo una de las principales promesas de campaña del PRO: levantar el cepo cambiario. Sturzenegger acaba de subir el tope a 2 millones de dólares mensuales y de levantar todos los requisitos. El dólar sube a 13,93. Sturzenegger festeja la medida en un almuerzo con el directorio del Banco Central. Pero uno de los invitados le hace notar que la devaluación se trasladará inmediatamente a precios. El fenómeno se llama pass through.


—El pass through es un mito —responde.


Los números oficiales del Banco Central en 2016 son fuertes: la inflación mensual de diciembre, que fue de 4%, duplicó a la de noviembre; la anual fue de 40%, unos 15 puntos más que la del 2015. En 2017 amaina, pero se está incubando una crisis que estallará en 2018 y que expulsará a Sturzenegger del gobierno. 

La estrategia del presidente del Central para contener los precios se llama inflation targeting, o metas de inflación, que usa como principal ancla la tasa de interés (y no el tipo de cambio o la cantidad de dinero). El 13 de enero de 2016, el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, anuncia los objetivos para todo el mandato. Este año, dice, la inflación se encontrará en un rango entre 20% y 25%: al final será el doble. 


“Yo no me atrevo a decir que Federico se enteró por los medios cuáles eran las metas de inflación, pero anduvo por ahí - explicará Fernando Meaños, gerente de prensa del Banco Central entre 2007 y 2018 -. ¿Qué hizo Federico frente a eso? La meta de 2016 directamente no la tomó en cuenta. Era incumplible”.


Macri pretende terminar con la era del “superministro” de Economía y lotea su gabinete económico: en 2016 las funciones pasan a las carteras de Hacienda y Finanzas, de Producción, de Agroindustria, de Energía y Minería, de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, y Transporte. En 2017 va un paso más allá y separa Hacienda y Finanzas en dos. Todos ellos supervisados por el jefe de Gabinete Marcos Peña. Un funcionario del Banco Central nos dirá: “Era un entrecruzamiento de internas. Un gobierno lleno de caciques, donde había muchísimos funcionarios que se sentían en condiciones de ser ministros de Economía o banqueros centrales”. 


La gestión de Sturzenegger queda en medio de ese fuego cruzado y explica gran parte de su fracaso. Pero no todo.


Es que ni siquiera los propios están convencidos del esquema de metas de inflación: en el paper de octubre de 2017, el profesor de la Universidad de Columbia Guillermo Calvo, que conoce muy bien al jefe del Banco Central, llamará a la lucha contra el aumento de precios crónico usando tasas de interés: “Cortar la cabeza de una Hidra con una navaja suiza”.


Y advertirá: “Subir las tasas de interés sólo conseguiría aliviar la inflación temporalmente”.


Pero Sturzenegger no afloja. Organiza conferencias de prensa, escribe informes, asiste a congresos. En la presentación del informe de política monetaria de octubre de 2017 reafirma el régimen de tipo de cambio flotante con metas de inflación. Planta como meta una inflación de 10 puntos para 2018. Pero llegará a 47,6%, la cifra más alta en los últimos 27 años.

 

 

Sturzenegger es un ferviente evangelizador de la teoría del equilibrio general, una rama de la microeconomía que busca dar una explicación global del comportamiento de la economía. Así lo explicó en una charla del 16 de marzo de 2016 en la Academia Nacional de Ciencias Económicas: por ejemplo, si aumentaran las tarifas de energía un 100%, la inflación debería subir acorde. 

Pero Sturzenegger propone que si los precios de la energía subieran un 100% las familias tendrían menos para gastar en otros bienes. Por la baja de demanda, entonces, el precio de estos otros bienes debería bajar y por lo tanto, el índice general de inflación también.


“En este caso [...] los efectos de las tarifas sobre los precios serían nulos”, concluye.


Una de las pocas veces que Sturzenegger tuvo que hacer algo en lo que no creía quedó grabada para la posteridad. A la fecha, el 28 de diciembre de 2017, se la conoce entre políticos y economistas con una denominación propia de acontecimientos históricos: el 28D.


Conferencia de prensa en Casa Rosada. A los periodistas les avisaron la noche anterior. Los voceros están nerviosos, los funcionarios llegan tarde. El ambiente es turbio. En la mesa, de izquierda a derecha: Sturzenegger, el jefe de Gabinete Marcos Peña, el ministro de Hacienda, Nicolás Dugones, y el secretario de Finanzas, Luis “Toto” Caputo. “Sturzenegger es literalmente un cero a la izquierda”, murmuraba una periodista a la espera de que hablaran los de la mesa.


El anuncio fue simple: la meta de inflación para el año siguiente, originalmente del 10%, aumenta al 15%. Para eso, el Banco Central debe bajar las tasas de interés.


Sturzenegger se opone: primero, la foto evidencia que la independencia del Banco Central, algo declamado por el macrismo, no existe. Y segundo, que una política monetaria más expansiva acelera la inflación. Los mercados ven con recelo al gobierno del PRO.


El entonces presidente del Central dijo en privado que le torcieron el brazo, que Macri parecía comprender y acordar con él pero que a la hora de la verdad cambiaba de opinión. Dirá que esa vez eligió la estabilidad del partido y del gobierno contra su convencimiento más íntimo. Sturzenegger culpará al jefe de Gabinete Marcos Peña y al círculo íntimo del presidente.


El 28D tiene, también, la multiplicidad de versiones de los acontecimientos históricos: gente que trabajó con Sturzenegger está convencida de que Federico fue a la conferencia sin saber del todo qué se anunciaría. Otros dicen que sus asesores le aconsejaron no asistir. “Tendría que haber renunciado el 29D”, dice un economista de alto perfil que aprecia a Sturzenegger y que supo integrar la mesa chica de La Libertad Avanza.


No es el único. Alguien que empieza a aparecer en los medios dice que el anuncio dinamitó la reputación de Sturzenegger. “Si yo estuviera en sus zapatos, presentaría mi renuncia de manera indeclinable”, afirmó ese mismo día, en diálogo con El Cronista, el economista libertario Javier Milei.


Sturzenegger asumió en el Banco Central de Macri estando procesado por negociaciones incompatibles con la función pública en el Megacanje del 2001, algo que sus opositores políticos y mediáticos le recuerdan casi a diario. En 2003 el perito en Ingeniería financiera Moisés Resnick Brenner probó que le produjo al país un perjuicio de unos 55 millones de dólares. Diez años después, procesaron a Sturzenegger.


Cavallo y su secretario de Finanzas, Daniel Marx, habían sido absueltos en 2014 y 2010 respectivamente. Una fuente con conocimiento de la causa dijo que Sturzenegger, aunque más alejado que Marx y Cavallo de la operatoria, no aclaró su rol y por eso la Justicia no fue tan benévola con él.


La investigación intentaba determinar si todos ellos habían “obligado de manera abusiva a la República Argentina” a hacer la operatoria con el propósito de lograr “un lucro indebido” para los bancos que participaron: Banco Francés, Banco Galicia, Credit Suisse First Boston, Grupo Santander Central Hispano, HSBC, J. P. Morgan y Salomon Smith Barney­.


Para la Justicia la operación tuvo “un altísimo costo financiero fiscal”, no cumplió con los “criterios de razonabilidad” que impone el artículo 65 de la ley 24.156, ni consiguió un “diferimiento relevante” en el calendario de pagos: “Para lograr un alivio financiero de U$S 12.840 millones hasta el año 2005 inclusive, se incrementaron los vencimientos hasta el año 2031 en más de 55.000 millones de dólares”.


En su declaración judicial de 2006, Sturzenegger dijo que su función era de “índole estrictamente técnica”, y que él “no adoptó decisiones ni dio instrucciones, no emitió opiniones o recomendaciones, no participó en reuniones o negociaciones con poder de decisión”. Su rol nunca estuvo relacionado a la emisión de títulos de deuda o a la vinculación con bancos internacionales o extranjeros, dijo, y nunca participó en la elaboración ni implementación del Megacanje.


Marx testificó en el mismo sentido: dijo no recordar que Sturzenegger hubiese participado en el proceso de selección de las entidades financieras del Megacanje, sino que fue un simple observador.


En junio de 2016 el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal 2 absolvió a Sturzenegger. Una de las primeras llamadas que hizo al recibir la noticia fue a un viejo adversario para notificarle que ya no podría referirse a él como “procesado”.


No había pasado un año desde la victoria de Cambiemos en las elecciones de medio término en 2017. El 25 de abril de 2018 aparecieron los primeros cimbronazos de la que sería la primera turbulencia financiera del gobierno amarillo. Ese día, la JP Morgan ordenó desprenderse de 800 millones de dólares de Lebac, un título público de deuda a corto plazo del BCRA, y comprar dólares. La JP Morgan, una de las mayores empresas financieras del mundo, había colocado 2.300 millones de dólares de deuda voluntaria. Tenía buena relación con el gobierno de Macri y varios de sus funcionarios habían trabajado en sus oficinas. Por eso el desconcierto en la mesa de dinero del Central.


Solo ese día, el Central vendió US$1.471 millones para contener al dólar. Pero no fue suficiente. Fue la primera gota de una sangría. En pocos días el dólar pasó de 20 a 25 pesos. Antes de fin de año llegó a 38.


Días después, Macri recibió un llamado del secretario de Finanzas, que luego contó en su libro Primer Tiempo. “Se está complicando, no creo que podamos conseguir más plata” le dijo Caputo. El 8 de mayo, el presidente ordenó al ministro de Hacienda sellar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, el número 22 que firmaría el país con la institución de crédito. Ese mismo día, grabó un mensaje para anunciarlo: “El problema que tenemos es que somos de los países del mundo que más dependemos del financiamiento externo, producto del enorme gasto público que heredamos y que estamos ordenando - dijo - frente a esta nueva situación, y de manera preventiva, he decidido iniciar conversaciones con el Fondo Monetario Internacional para que nos otorgue una línea de apoyo financiero”.


Diez días después, en medio de lo que parecía una pax cambiaria, Sturzenegger invitó a un grupo de jóvenes economistas activos en Twitter a su despacho para dar la versión oficial de lo que se perfilaba como una catástrofe. Los recibió con uvas. Es que el analista Christian Buteler, uno de los invitados, solía twittear monitoreando las cuotas de los créditos hipotecarios UVA (Unidades de Valor Adquisitivo), que tienen sus cuotas indexadas por inflación y que, por la reciente crisis, se habían disparado. 


Los créditos UVA fueron una creación de Sturzenegger, que recibió a los economistas sosteniendo un plato con un racimo jugoso: 


—A vos que no te gustan las uvas, te preparé esto —le dijo a Buteler.


Los recién llegados se divertían con los modelos de naves de Star Wars que adornaban la oficina. Desde su sillón, Sturzenegger daba explicaciones para todo: blanqueó la interna en el gobierno, dijo que no creía en el acuerdo con el FMI, negó que la escasez de divisas o el sobreendeudamiento fueran un problema, prometió que convocaría mujeres la próxima vez (eran todos hombres) y explicó su modelo de equilibrio general.


—En nuestro modelo, no hay lugar para el dólar a 25 pesos. 


Ese día, las pizarras en la city mostraban casi exactamente ese valor para la venta: $25,05. Uno de los invitados le advirtió que dejar flotar el tipo de cambio podría tener consecuencias sobre la inflación, el empleo y el crecimiento. Sturzenegger se encogió de hombros y mostró las manos, como diciendo “y qué se le va hacer”.


De buen semblante, explicó que el motivo oficial para la retirada era la entrada en vigencia del decreto 279/2018 del 6 de abril: un impuesto a la renta financiera para inversores extranjeros, que gravaba con 5% para las ganancias en pesos y 15% en dólares.


Buteler dice hoy: “Era medio discutible si ese había sido todo el motivo o no: era una crisis de demasiada magnitud para reducirla a simplemente ‘se fueron porque no quisieron pagar un impuesto’. Si a ellos le da que siguen ganando plata, por más que tengan que pagar un impuesto, lo pagan y listo”. 


“Acá hubo, a mi criterio, una visión de que había inconsistencias que algún momento iban a estallar - explica el economista - y bueno, esto es como el juego de la silla, ¿no? Nadie se quiere quedar cuando se apaga la música y sin poder sentarse”.


Ese mismo día, el FMI informó que el plan de metas de inflación de Sturzenegger no funcionó y evaluó un esquema de agregados monetarios. La noche del 8 de junio, Sturzenegger anunció junto a Dujovne en el CCK el nuevo acuerdo con el FMI, que incluía un préstamo de 50.000 millones de dólares: el más grande que dio el Fondo en sus más de setenta años de historia.


Esa primera versión del acuerdo no le permitía al BCRA usar el dinero del préstamo para contener al dólar. Según cuenta Macri en su libro, Sturzenegger creía que ese acuerdo era suficiente, pero Caputo no estaba de acuerdo con la regla. “En dos o tres días te van a ir a buscar otra vez, Fede”, le dijo Toto en una reunión en Olivos. “Saben que no tenés armas para contrarrestarlo”.


Dos días después de ese encontronazo, el dólar saltó de 26 pesos a 28. Para Macri, eso le terminó de dar la razón a Caputo. “Federico, abollado y sin credibilidad, tuvo que renunciar”, dice el expresidente en su ópera prima.


Macri’s Macro, the meandering road to stability and growth (La Macro de Macri: 

el serpenteante camino hacia la estabilidad y el crecimiento) es el título del paper de Sturzenegger en el que analiza el fracaso de la gestión macrista. Su tesis es que, tras un éxito inicial, todos los programas económicos del gobierno fracasaron por los “excesos fiscales” del macrismo y el hecho de que las jubilaciones estuvieran indexadas por la inflación.


“El presidente Macri se puso del lado del Tesoro y tomó la decisión trascendental de cambiar los objetivos de inflación, socavando su propio marco macroeconómico y desencadenando una crisis financiera”, escribió Sturzenegger en una nota en Infobae, titulada El fracaso económico de Macri es sorprendente. La publicó cuatro días después de que Macri perdiera las elecciones contra Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner.


A instancias de Karina Milei, viejos conocidos del economista libertario crearon el Instituto para el Crecimiento (IC) en 2022 para producir informes y propuestas de ley para un posible gobierno de su hermano. Ese es el equipo originario al que Javier Milei se refería en medios como su “gabinete en las sombras” antes de asumir. Una fuente del IC asegura que, en un zoom tres semanas antes de la segunda vuelta presidencial, José Rolandi (que se convertiría en número dos del jefe de Gabinete, primero, y director de YPF, después) mencionó el nombre del que se convertiría en el nuevo líder del equipo: Federico Sturzenegger sería el encargado de “compatibilizar” los proyectos de LLA y el PRO.


Sin embargo, el ex banquero central de Macri se apropió casi completamente de la lapicera.


Desde 2021 Sturzenegger alimentaba de ideas económicas al sector de Patricia Bullrich. “Somos bichos políticos, no somos bichos técnicos”, explica hoy un encumbrado dirigente del bullrichismo. Según dice, la misión del economista era emprender una reforma del Estado que, en su versión original, tenía 3.000 artículos, decretos y derogaciones. La reforma del Estado es, principalmente, la reforma del PRO.


Hasta ahora, apenas un tercio de ellos llegó al público: 644 en el DNU que Milei anunció diez días después de asumir y 366 en la primera versión de la Ley Bases.


Sturzenegger sonaba como posible ministro de Economía en los meses previos a la asunción de Milei pero el cargo fue para Caputo, un viejo adversario de con quien nunca recompuso el lazo. En febrero, un ex miembro de LLA afirmaba que no veía la mano de Sturzenegger en las decisiones de política económica del gobierno. “Federico no está. Conociéndolo a Caputo, no creo que acepte cuestionamientos de Federico sobre la política económica”.


A Sturzenegger le ofrecieron primero encabezar una “Unidad Transitoria para la Desregulación de la Economía”. Pero la rechazó y se convirtió en un asesor ad-honorem del presidente. Según un dirigente del PRO, a Sturzenegger lo tienen sin cuidado las legalidades y los cargos, algo que le trae problemas prácticos ya que el asesor “no tiene firma”.


Sus apariciones públicas son cada vez más virulentas, pero existe un hilo conductor entre el Sturzenegger que en 2013 contaba cómo heroicamente le descontó el sueldo por los días de paro a los empleados del Banco Ciudad y el que planteó “empobrecer a estos grupos de interés y drenarlos de los recursos” en 2024.


Luego del anuncio con bombos y platillos de la vigencia del DNU, comenzó una desenfrenada negociación con la llamada “oposición dialoguista” por Ley Ómnibus. Desde LLA y el PRO comentan que el economista no era receptivo a las sugerencias de cambios en el texto. Cuando le sugirieron no incluir el controversial cambio de la fórmula jubilatoria que ataba las actualizaciones a la inflación, Sturzenegger fue claro: “Lo sacamos, pero vamos a matar de hambre a los jubilados”. El día antes de la asunción de Milei, un funcionario libertario advirtió que eliminar las contribuciones solidarias a los sindicatos abriría un foco de conflicto con los trabajadores. Sturzenegger dijo que lo consideraría, pero en la primera versión de la Ley Bases avanzó con la eliminación.


Parte del trabajo de Sturzenegger consistió en receptar reclamos de distintos sectores empresarios. En una entrevista reciente en C5N, el economista Emmanuel Álvarez Agis reveló que aspectos desregulatorios del régimen para grandes inversiones de la Ley Bases ya circulaban como exigencias por los despachos oficiales cuando Alberto Fernández era presidente. En enero, Daniel Funes de Rioja, entonces presidente de la Unión Industrial Argentina afirmó en una entrevista radial que el bufete Bruchou & Funes de Rioja participó de la redacción. Hubo abogados que También fueron de la partida el actual secretario de Energía, Eduardo Rodríguez Chirillo, que trabajó en la empresa eléctrica española Iberdrola y Jorge Muratorio, partner del Estudio O'Farrell. En la primera versión de la Ley Bases sobrevivieron, también, algunos pocos aportes de la formación original del IC, que despidió a todas sus autoridades originales.


Enero de 2024 fue un punto álgido de las negociaciones por la Ley Bases. Varios medios dieron cuenta de un “encuentro secreto” entre diputados libertarios y de la llamada oposición dialoguista para terminar de puntear el texto en el departamento del libertario Cristian Caram. La reunión terminó mal. La presencia de Sturzenegger incomodó a un grupo de legisladores - entre ellos Miguel Ángel Pichetto y Oscar Agost Carreño, de Hacemos Coalición Federal - que se fueron de la casa a los gritos. Fue el propio Pichetto quien tendió luego la trampa a Oscar Zago, que mató el proyecto cuando lo mandó a comisiones. 

 


La nueva versión de la Ley Bases ya tiene dictamen en Diputados y se está negociando en senadores. Tiene muchas más manos y menos artículos que la original: 232, esta vez con más aportes de Presidencia, consensuado con gobernadores y legisladores de la oposición.  

Sigue siendo, en su núcleo, el proyecto de Sturzenegger y su equipo. Declara como “sujetas a privatización” a empresas como Aerolíneas Argentinas o Nucleoeléctrica Argentina, aunque en el segundo caso, dice que el Estado debe mantener su participación mayoritaria. Prohíbe a los sindicatos públicos descontar parte del salario de los trabajadores no afiliados, plantea descuentos a los trabajadores en huelga, sube el período de prueba a desde seis meses a un año. Impone un cuestionado régimen para grandes inversiones (enfocado, principalmente, en proyectos de extracción de cobre o litio) que según varios analistas consultados, es mucho más que lo que pedían las empresas del sector.


En los últimos meses, Milei tuvo trato casi diario con su asesor estrella. Después de bajar a Nicolás Posse de la Jefatura de Gabinete y poner en su lugar a Guillermo Francos, anunció la creación del nuevo ministerio que se encargará de la desregulación de la economía y las futuras privatizaciones. Sturzenegger vuelve a primera fila y con firma. Parece que en él todo comienza y todo termina.



     

domingo, 30 de junio de 2024

Desinteligencias. Palabras devaluadas... @dealgunamanera...

 Desinteligencias. Palabras devaluadas...

El Messi de la economía... ¿Va al banco? Dibujo: Pablo Temes.

El Gobierno debe evitar hacer un dogma del doble discurso y la falta a la verdad como en el kirchnerismo.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 30/06/2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Javier Milei obtuvo, finalmente, su primera ley. La sanción definitiva que le dio la Cámara de Diputados en su sesión del jueves terminó con el largo trámite de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos iniciado allá por enero. Luego de seis meses, el tortuoso camino que siguió el proyecto hasta su aprobación desnudó no solo la falta de poder que el oficialismo tiene en el Congreso, sino también la ineptitud de muchos de sus funcionarios para conducir la negociación política. Esto último dio pie a un profuso pase de facturas en el gabinete en el que aún persisten los recuerdos amargos de la gestión de Nicolás Posse. Como ya se dijo aquí, fue la mano del flamante jefe de Gabinete, Guillermo Francos, la que permitió llevar a buen puerto las complejas tratativas que fueron necesarias para sacar la ley adelante.   

Le corresponde ahora al Presidente poner manos a la obra y concentrarse en la gestión, el déficit más significativo que exhibe su administración. Eso mismo le señaló Mauricio Macri en el mensaje que le hizo llegar por medio de un tweet. 

Le corresponde ahora al Presidente poner manos a la obra y concentrarse en la gestión, el déficit más significativo que exhibe su administración. Eso mismo le señaló Mauricio Macri en el mensaje que le hizo llegar por medio de un tweet.

En la entrevista que le concedió a Antonio Laje en LN+ el viernes por la mañana, el Presidente adelantó algunas de las decisiones y medidas que dispondrá. Una de ellas es la confirmación de la designación de 
Federico Sturzenegger para llevar adelante la compleja trama de regulaciones que complican a nuestro país. El pensamiento del oficialismo para con la tarea del economista se resume en una frase: “No hacen falta muchas más leyes –todo lo contrario–; necesitamos derogar unas cuantas para avanzar sector por sector en diferentes desregulaciones”.

Entre los “devaluadores seriales” contra los que cargó el ministro Luis Caputo está el Fondo Monetario.

El expresidente del Banco Central en la gestión macrista tendrá un rol fundamental que lo llevará de manera ineludible a una alta exposición. Eso generará ineluctablemente tensiones con el ministro estrella Luis Caputo. Hablando del titular de la cartera económica, en su exposición del martes en el encuentro organizado por la Cámara de la Construcción, embistió duramente contra los que hablan de la existencia de un atraso cambiario. “Devaluadores seriales”, los llamó. Entre esos “devaluadores” se encuentra el Fondo Monetario Internacional, con alguno de cuyos funcionarios la relación es decididamente mala. Concretamente con Rodrigo Valdés, director del Hemisferio Occidental.  

No hubo una euforia extraordinaria en los mercados, ni aun con el elogio que a Milei le prodigó el FMI. Ocurren dos cosas: la primera es que el cepo todavía está lejos de levantarse. La caída de reservas que viene experimentando el Banco Central muestra la falta de dólares que complica el presente de la economía. Y sin el levantamiento del cepo, las inversiones con las que se ilusiona el Gobierno no llegarán, más allá de las que se experimentan en el ámbito de la minería y el petróleo. El dólar blue reflejó esta semana algunas de aquellas tensiones. Caputo presentó un nuevo borrador de acuerdo para el FMI, pero fue bruscamente rechazado por Valdés y la cúpula del organismo. “Nos hacen una caricia en el lomo, pero piden más ajuste sin valorar todo lo que hemos venido haciendo”, braman cerca de Luis Caputo y Javier Milei. Esa incomprensión los disgusta. Sobre todo, porque hace más difícil la llegada de nuevos desembolsos. Junto al fallido borrador, los funcionarios argentinos habían pedido unos 10 mil millones de dólares. Habrá que esperar a que cambie el viento. En el FMI prefieren que el país comience a devolver lo adeudado. 

Por otra parte, la falta de acuerdos políticos, sus expresiones confrontativas y sus conductas insólitas son factores negativos a los que el Presidente debería atender prioritariamente. En ese sentido, sus conductas no ayudan. Alguien tendría que asesorarlo bien para evitar situaciones como la que se produjo con el canciller Olaf Scholz. Según declaró el vocero del gobierno alemán, Steffen Hebestreit, Milei pidió poco antes del encuentro suspender la conferencia de prensa conjunta con Scholz y que la reunión durara una hora (sic). El Presidente negó que durante la conversación, el canciller le haya expresado su preocupación sobre la situación social y económica de la Argentina. Sin embargo, el señor Hebestreit señaló que en la reunión, Scholz habló, entre otros temas, de las consecuencias sobre el pueblo producidas por la reformas implementadas por Milei, a quien le insistió en la necesidad de mantener la cohesión social, subrayando que, en su opinión, la compatibilidad social y la protección de la cohesión social deberían ser estándares importantes.

El Presidente no puede darse el lujo de que lo desmientan a viva voz. Con ese tipo de “desinteligencias” corre el riesgo de ver devaluada su palabra, algo que era una marca registrada del kirchnerismo, que supo hacer de la falta a la verdad y el doble discurso un dogma que lo acompañó durante toda su gestión. No se puede cruzar esa marcada línea roja.




   

miércoles, 5 de junio de 2024

Crecimiento y panza vacía… @dealgunamanera...

 Crecimiento y panza vacía…

El plato fuerte de la semana, Sandra Pettovello. Dibujo: Pablo Temes

El crecimiento de Francos, la falta de gestión y de equipo de Pettovello y la gira de Milei marcan las contradicciones del gobierno nacional.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 01/06/2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

La eyección de Nicolás Posse de su poltrona al frente de la Jefatura de Gabinete fue una buena decisión de Javier Milei; el nombramiento en su reemplazo de Guillermo Francos, también. Le llevó seis meses al Presidente convencerse de los problemas que le generaba Posse, “el Mudo”, según el apodo con el que era conocido en los pasillos del poder. Nadie sabe bien qué vio Milei en quien fue su jefe durante el tiempo en que trabajaba en Aeropuertos Argentina 2000 para haberlo nombrado en un cargo de semejante relevancia. Desde el primer minuto hubo abundante evidencia de que el ahora despedido funcionario se encargaba de trabar las gestiones de los otros ministros. Uno de los que más las sufrieron –si no el que más– fue precisamente Francos, que vio cómo en más de una ocasión los acuerdos que tejía con la oposición eran borrados de un plumazo por “el Mudo”, sobre quien, además, se sumaron sospechas –que en algunos casos se transformaron en acusaciones– de ser el instigador de operaciones de inteligencia sobre otros miembros del gobierno libertario. Una de las consecuencias adversas más importantes de este embrollo con Posse fueron las dificultades que se multiplicaron en todo el tortuoso proceso del tratamiento del proyecto de ley Bases y Puntos de Partida para Libertada de los Argentinos, incluido el paquete fiscal.

Los primeros pasos de Francos han sido la contracara de todo eso. Por lo pronto, al nuevo jefe de Gabinete se le conoce la voz. Habla, explica y responde preguntas. No hay duda de que tiene otro aplomo, políticamente hablando. También ha quedado claro que tiene margen para actuar. “El Presidente no entiende de política”, fue una de las frases más significativas de Francos a lo largo de la semana que pasó. Habrá que ver si logra imprimirle al Gobierno el nivel de gestión que le ha faltado desde el comienzo del mandato.

La gestión. 

He aquí un tema sobre el que Milei debería reflexionar seriamente. Lo que ocurrió con la falta de gas en estas dos últimas semanas es una muestra clara de esa deficiencia y de sus consecuencias. La situación, que representó un incordio y un daño para muchas empresas y trabajadores que utilizan sus vehículos como medio de vida, pudo haber sido mucho peor. En efecto, la escasez de gas llegó a tal nivel que estuvo a punto de gatillar el cese automático del suministro, lo que hubiera dejado sin abastecimiento las viviendas en gran parte del país. Alguien se dio cuenta de esto a último momento y puso en marcha la maquinaria para que se hiciera efectivo el pago de la carga de gas proveniente de Brasil que estaba esperando en el buque anclado en el puerto.

El otro ejemplo elocuente es el escándalo de la falta de distribución de alimentos que dejó descolocada a la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello. Pettovello tiene dos problemas de base: el primero es la dimensión de su ministerio; el otro, la falta de equipos. La decisión de la ministra de echar y denunciar al secretario de Niñez, Adolescencia y Familia, Pablo De la Torre, está generando un terremoto político dentro del oficialismo con incriminaciones cruzadas. Pettovello acusa a De la Torre de irregularidades por contrataciones y desmanejo de la distribución de alimentos, mientras que, por su parte, desde el entorno del exsecretario señalan a la ministra diciendo que ella estaba al tanto de todo y que nada se hacía sin su conocimiento y consentimiento. Es humanamente imposible conocer los pormenores de cada rincón de la gestión en una estructura sobredimensionada.  

La falta de distribución de alimentos es –por sobre todas las cosas– la exhibición de una mayúscula insensibilidad. Debería haber una profunda autocrítica dentro del Gobierno por este hecho que, por otra parte, le ha venido como anillo al dedo a Juan Grabois que, en el medio de denuncias por hechos de corrupción en el manejo de la ayuda social que lo comprometen, demostró tener muy buena información acerca de la existencia de alimentos que no se repartían. El Gobierno termina pagando un costo social y otro político.  

La gestión y la falta de muñeca política.  

En el Senado de la Nación, la oposición estuvo a punto de arrebatarle al Gobierno la posibilidad de alzarse con un dictamen para llevar la ley de Bases y el paquete fiscal al recinto. El hombre salvador volvió a ser Guillermo Francos. No es casualidad. Pero el precio que tuvo que pagar el oficialismo fue altísimo. Entre otras cosas prometer que los cambios en el proyecto de ley votados por la Cámara alta no podrían ser modificados por Diputados, aunque tengan los votos para hacerlo. Al presidente Milei le importa poco avanzar a los tumbos mientras la rueda libertaria siga girando. En lo personal sigue cosechando la admiración –tal vez la palabra adecuada sea curiosidad– de distintos empresarios y líderes mundiales. Más allá de la tapa en la revista Time, Javier Milei es el hombre de moda. El Presidente debería saber que semejante toque de popularidad no significa ni se traduce en un aval directo a su gestión política. De todas maneras, ante la lánguida –o mejor dicho– e inexistente agenda internacional del Alberto Fernández, la Argentina ha dado un salto de calidad. El primer mandatario tiene una visión de futuro anclada en la desregulación con base tecnológica. Es un apasionado de los avances que en otros tiempos tenían su base en Silicon Valley. Eso es música para los oídos de los hombres de negocios que buscan terreno fértil para ampliar sus inversiones y desarrollar nuevos proyectos. Nuevamente el abismo con la Argentina kirchnerista anclada en la memoria selectiva, el pasado proyectado hacia el presente y las alianzas con personajes jurásicos y polémicos como los Moyano, los otros gremialistas vetustos anclados en sus interminables mandatos y los barones del Conurbano, cuya única razón de ser es mantener un status quo a costa del sufrimiento de la gente, es enorme.

Milei necesita imperiosamente dar una señal clara de que está pensando en la gente para poder sostener todo lo antes mencionado. No se puede mantener la idea del crecimiento tan anhelado con la panza vacía. La baja de la inflación debe apuntalarse con la puesta en funcionamiento del resto de la economía. La gente necesita trabajar para poder seguir creyendo.







   

domingo, 26 de mayo de 2024

Ajuste que no cesa. Nadie es irreemplazable… @dealgunamanera...

Ajuste que no cesa. Nadie es irreemplazable…


En tránsito, Nicolás Posse. Dibujo: Pablo Temes.

Javier Milei ha dejado en claro que todos sus ministros y funcionarios de alto nivel están bajo análisis permanente. No hay respiro para nadie.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 25/05/2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.


Hay un estado de revulsión dentro del Gobierno. El anuncio hecho por parte de Javier Milei en el reportaje con Luis Majul acerca de los cambios que habrá en el gabinete después de la aprobación de la ley Bases y Punto de Partida para la Libertad de los Argentinos es la confirmación de las tribulaciones que se viven en el corazón del poder. El hombre señalado es Nicolás Posse. El actual jefe de Gabinete, cuya voz conocimos recién hace diez días, cuando presentó su informe ante el Senado, no es cualquier funcionario. Por el contrario, es alguien que conoce al jefe de Estado desde hace años, de quien fue jefe en Aeropuertos Argentina 2000. Desde hace semanas las cosas no venían bien con el funcionario. Su relación con Karina Milei era tensa y crecientemente complicada. A él se le atribuyó el error de los aumentos de sueldos a los miembros del Poder Ejecutivo. A eso se le suman críticas por sus dificultades para encarar la gestión. Y no están ausentes también las sospechas que apuntan a cosas poco claras en el ámbito de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI).

Frente a todos los inconvenientes de gestión por los que atraviesa el Gobierno, el Presidente despliega una estrategia comunicacional intensamente proactiva. El objetivo es claro: concentrar la atención sobre sus excentricidades y exabruptos para generar una agenda paralela que desplace la que atañe a la situación que vive la gente de a pie, en la que se enseñorean los aumentos de precios, la caída de la actividad económica, los despidos y la penuria causada por las crecientes necesidades de los que caen súbitamente en la pobreza y la indigencia. Esta semana los ejes de la agenda comunicacional que marcó el líder libertario pasaron por la disputa personal –innecesaria– con el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez; el acto y show en el Luna Park, en donde el jefe de Estado presentó su libro y cantó, la tapa de la revista Time, la visita a La Rural y el acto sin pacto de ayer en Córdoba en la conmemoración de la Revolución de Mayo.

Hay que reconocer que, hasta el momento, todo esto le está dando resultado. El apoyo popular sigue intacto y por momentos renovado e incrementado. Lo que nadie sabe es hasta cuándo. Lo que sí está claro es que la oposición, con sus desaciertos, lejos está de poder perforar este núcleo duro de apoyos que concentra el Presidente. No solo eso. Con sus comportamientos, en los que lo que abunda es el oportunismo y la chicana de poca monta, la oposición parece empecinada en hacer todo lo posible para ayudar al oficialismo a fortalecerse. En el PRO, la imparable crisis que se viene desatando desde las elecciones del año pasado lejos está de encontrar su techo, alimentada por la fuerte interna entre Mauricio Macri y Patricia Bullrich por la conducción del partido amarillo. A la actual ministra de Seguridad le llueven reproches –según la lectura de sus detractores– por querer intentar (léase forzar) la fusión de un sector del PRO con los libertarios. Los macristas de paladar negro están que trinan: “No podés olvidarte de dónde venís solo por el hecho de tener un cargo en el Gobierno”. Y agregan con malicia: “Bueno, en realidad no está claro de dónde viene”, haciendo referencia directa a la sinuosa carrera de colores políticos de la ministra.

Halcones versus palomas

En Unión por la Patria las cosas no están mejor. El procesamiento de Fernando Espinoza por abuso sexual puso de manifiesto la doble vara moral del kirchnerismo. Para la tribuna quedaron el Ministerio de la Mujer y los derechos de las víctimas a la hora de encubrir al intendente de La Matanza. El propio Axel Kicillof y la pomposidad de Mayra Mendoza quedaron en offside al no poder hacer pie en sus declaraciones sobre el caso. El gobernador de la provincia de Buenos Aires necesita pisar sobre seguro para poder seguir construyendo poder en su territorio. No es momento de pelearse con nadie, más aún cuando aparecen encuestas que señalan que sectores medios y bajos de la población le dan su apoyo al presidente Milei. La base electoral que siempre le ha servido de sustento al peronismo –sobre todo en las profundidades del Conurbano– ya no es un lugar seguro.

A estas horas nadie sabe bien cómo y cuándo la ley Bases será aprobada. A medida que pasan las sesiones de las comisiones parlamentarias del Senado, el mamotreto pergeñado por Federico Sturzenegger se va deshilachando mientras su nombre suena cada vez más fuerte para ingresar a un posible nuevo gabinete. Un día le modifican un artículo y al siguiente, otros más. Cada cambio envalentona a los senadores de la oposición y a sectores con capacidad de lobby para encarar el intento de alcanzar más enmiendas. Se ha transformado así en algo que parece ser de nunca acabar. El kirchnerismo duro sigue festejando de manera infantil la caída del “pacto de mayo” mientras el Presidente intenta mostrarse imperturbable rockeando en un acto partidario. La presentación de su nuevo libro, Capitalismo, socialismo y la trampa neoclásica, fue una excusa perfecta para volver a marcar la cancha y concentrar la atención pública, pero no bastó para apaciguar el malestar que se vive puertas adentro de La Libertad Avanza. La palabra correcta es incertidumbre. Eso sienten muchos de los funcionarios oficialistas respecto de su propia continuidad en el poder. Parece claro que la estrategia de Milei es que nadie se crea que tiene el lugar asegurado. Nadie es irreemplazable y todos están bajo análisis permanente. El Presidente debería entender que una cosa es la eficiencia como base sólida de continuidad y otra muy distinta es el caos interno que genera su modo de ejercer el poder, el de su hermana y el del consultor estrella, Santiago Caputo. No hay respiro para nadie, mucho menos para cada uno de los argentinos que están haciendo esfuerzos inconmensurables para seguir creyendo que habrá luz al final del túnel. Que así sea.