Un peligroso precedente...
En busca de templanza y compostura (de calzados). Dibujo: Pablo Temes.
La designación de Lijo y García
Mansilla en la Corte en comisión por decreto representa una seria amenaza para
la credibilidad de la Justicia.
Lo
sucedido con la designación de los dos nuevos ministros de la Corte Suprema ha
abierto un peligroso cauce para la institucionalidad. Ni el kirchnerismo se
atrevió a tanto. Y eso, claro está, es decir mucho. Cristina Fernández de
Kirchner desesperó durante cada uno de los períodos en que gobernó por tener
una Corte integrada por ministros adictos. La intención de tener al menos uno
durante el gobierno compartido con Alberto Fernández chocó con la falta del
número necesario de votos para su aprobación en el Senado. La designación en
Comisión nunca fue una alternativa.
Al interpretar el inciso 19 del artículo 99 de la Constitución, que señala que el Poder Ejecutivo podrá ¨llenar vacantes que requieran acuerdo del Senado y que ocurran durante su receso, por medio de nombramientos en comisión que expirarán al final de la próxima Legislatura¨, la mayoría de ellos coinciden en señalar que se refiere a designaciones de embajadores o militares que necesiten su aprobación.
El clima en la Corte está irrespirable. El jueves las discusiones fueron acaloradas, por decirlo de una manera elegante. ¨No podemos hacer nada para oponernos a los nombramientos¨ expresaba una voz desde el interior del cuerpo con absoluta conciencia de la verdadera caja de Pandora que abre estas incorporaciones por decreto. A lo controvertido de la medida se le agregan los cuestionamientos sostenidos que, desde distintos sectores de la sociedad y del derecho, se le hacen al juez Lijo.
El mecanismo utilizado por el Gobierno para proceder a estas designaciones sienta un muy peligroso antecedente puesto que, si el presidente quedase habilitado a designar durante el receso del Congreso jueces sin acuerdo del Senado mediante un simple decreto y reiterar la maniobra al año siguiente, podría lograr cubrir vacantes de magistrados que no tienen acuerdo del Senado por tiempo indefinido. Esto sería, lisa y llanamente, el fin de la división de poderes, de la independencia de la Justicia y de la república. Demás está decir que, ante la llegada a la Corte de Ariel Lijo, quien festeja es “la casta” que el propio líder libertario dice combatir. El presidente Milei insiste en contradecir sus palabras y pensamientos. El perjuicio será para todos los argentinos de bien.
El otro episodio de alto voltaje político que dejó la semana fue la disputa con el gobernador de la provincia de Buenos Aires Axel Kicillof por los tremendos casos de inseguridad que azotan al conurbano bonaerense y que lo han convertido en un sitio invivible. El Presidente movió primero con un estrepitoso posteo en la red social X donde le pidió al gobernador que se corra del medio y lo “deje intervenir la provincia por la inseguridad”. La jugada no fue sólo un impulso incontenible a los que suele tenernos acostumbrados. El temprano horario de la publicación dejó en claro que tuvo toda la noche para meditarlo. Estaba escrito de antemano. Para concretar semejante petición el gobierno debería demostrar que se cumplen las condiciones previstas en la Constitución nacional y contar con el respaldo del Congreso. Cosas poco probables. Entonces, las declaraciones del primer mandatario parecieron destinadas a fustigar al gobernador en el terreno político en lugar de ofrecer ayuda real ante tamaño flagelo.
La respuesta de Kicillof tampoco estuvo a la altura de las circunstancias. El bonaerense ensayó una puesta en escena con un rejunte de kirchneristas, ex kirchneristas y algunos peronistas para simular un apoyo que, en lo real, no siempre es explícito. También estuvo Malena Galmarini, la esposa de Sergio Massa, a quien todavía le cuesta aparecer.
Kicillof ha demostrado su total incapacidad para resolver el problema y el presidente debería convocarlo de manera seria y respetuosa si de verdad pretende ayudar.
Al cierre de esta columna, terminaban los preparativos para el discurso de Javier Milei en el Congreso. Una nueva oportunidad para tomar la senda de la templanza y la compostura. El Presidente no debe olvidar que, en el medio, está la gente.