Crisis en el oficialismo. Crisis
en Un gobierno que ve que el poder se le escapa como si fuera agua...
La política entró en modo reconfiguración.
La torpeza de la gestión le dio aires, especialmente, a los gobernadores.
Hay un momento en el devenir de una
gestión gubernamental en el que, no importa lo que digan o lo que hagan sus
funcionarios, el poder se comienza a escurrir como el agua. Es entonces que los
acontecimientos se hacen inmanejables. Cuando ese gobierno tiene tan poco poder
como el actual, las cosas se hacen aún más difíciles. Y, cuando enfrente se tiene
como oposición al kirchnerismo, que no duda en agitar banderas destituyentes
–es decir, golpistas– las complicaciones se multiplican sin cesar. El fantasma
del helicóptero es un deseo para muchos que no sienten el más mínimo respeto
por las instituciones y la democracia toda.
En su discurso del viernes en la Bolsa de Comercio de Córdoba, Javier
Milei, habló de esto. Señaló allí, que el origen de esta turbulencia económica
es política. Tiene razón. Enhorabuena que se haya dado cuenta de ello. Lo que
no queda claro es si eso equivale a decir que se dio cuenta de los errores que
cometió que han llevado a cimentar esta crisis. Errores que condujeron a la
catastrófica derrota electoral en la provincia de Buenos Aires, en medio de una
situación socioeconómica dramática para vastos sectores de la sociedad. Creer
que hay doce millones de pobres menos es no tener una dimensión de lo que
significa la pobreza. Errores que se siguen repitiendo. La gente, en especial
la clase media y media baja –que lo votó– ve cómo se deteriora su calidad de
vida día tras día y esto se hace por momentos, insostenible.
Lo que se ha visto en estas dos semanas transcurridas desde que, el
oficialismo atravesó el fatídico domingo 7 de septiembre, es un gobierno en
situación de parálisis y sin poder de maniobra en el Congreso. Los 87 héroes de
la Cámara de Diputados que evitaron el veto de la Ley Bases y Puntos de Partida
para la Libertad de los Argentinos se han reducido a unos setenta. Varios de
los gobernadores que acompañaron el proyecto e instruyeron a sus diputados y
senadores para que le dieran vida, se han distanciado del Presidente hartos de
sus malos tratos e incumplimientos de promesas hechas en aquellos días de
febriles negociaciones por la ley. Hay que resaltar que ese maltrato también lo
sufrieron los propios puertas adentro. “La euforia de Javier le hizo perder de
vista varios semáforos amarillos en la gestión. Su seguridad, respecto de lo
que había estado haciendo para ordenar la macro le impidió humanizar parte de
su gestión, en pos de medidas necesarias, pero impopulares que implicaban
sacrificios enormes para el electorado” –aseguró un libertario que ya no forma
parte del Gobierno. El resultado en la provincia de Buenos Aires, para algunos
pocos buenos observadores no fue una sorpresa.
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El Banco Central perdió reservas por más de mil millones de dólares
entre el miércoles y el viernes. Es una cifra que supera los márgenes
autorizados por el Fondo Monetario Internacional en el último acuerdo. Esto
genera preocupación en los burócratas del organismo, que participaron en todo
el proceso de negociación que saben que, si las cosas no salieran bien, sus
carreras estarían en serio peligro. El salto en el tipo de cambio que lo colocó
en la banda superior y obligó al Central a intervenir es también producto de
una crisis de confianza. En ese marco el ministro de Economía Luis “Toto”
Caputo arremetió con otra de sus frases temerarias y desafortunados: “Vamos a
vender hasta el último dólar en el techo de la banda” dijo con la seguridad
–más bien la soberbia– que lo caracteriza. La pregunta que sigue es obvia y
bien simple: ¿y luego qué?
Lo mismo está pasando en los centros del poder económico y financieros
mundiales donde la preocupación va en aumento ante la falta de un volumen de
poder político, sin el cual todo lo que prometa hacer Milei se ve como utópico.
La paliza legislativa que recibió el oficialismo en Diputados y en el Senado es
una muestra de ello.
La misma sensación también se puede señalar para el proyecto de
Presupuesto 2026 que el Presidente presentó el lunes pasado, con un índice de
inflación anual y un valor del dólar que no parecen reales.
Nadie duda del equilibrio fiscal como política necesaria para darle
certidumbre a la economía argentina, pero hemos llegado a un punto en donde la
motosierra lastimó más de la cuenta. El problema no es el orden fiscal
calificado de innegociable sino más bien las acciones y decisiones que se toman
para sostenerlo. Todo tiene un límite desde las formas hasta el fondo. El
Presidente no lo supo ver.
En este contexto el tablero político entró en modo reconfiguración. Un
movimiento que se esperaba naturalmente para después de las elecciones del 26
de octubre. Nada de eso. El momento es ahora. Veamos algunos ejemplos. La
torpeza del Gobierno le dio a los gobernadores peronistas –y no tanto– el
impulso necesario para rearmarse y pensar y repensar nuevas estructuras de
poder. También le dio una nueva vida al vapuleado Horacio Rodríguez Larreta,
blanco de las peores descalificaciones de parte de Milei. Lo mismo ocurrió con
Mauricio Macri, quien pasó de poner la estructura del PRO al servicio del
Gobierno y de recibir el destrato del líder libertario a observar la realidad
con más calma y negarse –al menos por el momento– a reunirse con los emisarios
del ala política del Gobierno. ¿Para qué? Es la pregunta que hizo trascender
harto de comer milanesas y recibir elogios que nunca se tradujeron en
participación política concreta. El partido amarillo ha quedado herido de
muerte y dividido. ¿Estarán a tiempo de volver a construir una opción de
centroderecha viable, capaz de erigirse como alternativa al presente? Parece
difícil. Pero atención: hasta ahora la mayoría de los analistas se han cansado
de repetir que Milei tiene la suerte de no contar con nadie en la vereda de
enfrente capaz de hacerle sombra. Esto no es tan así. El Presidente debería
volver a leer la cancha y darse cuenta que, cuando el peronismo huele sangre,
acelera y se rearma de forma sorprendente. El oficialismo ya no está tan solo y
tiene cada vez menos margen de error si quiere llevar a los argentinos a buen
puerto.