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sábado, 22 de diciembre de 2018

Durán Barba de Macri: Es un modelo de dirigente que disgusta al círculo rojo"... @dealgunamanera...

Duran Barba analizó el llanto de Macri: "Es un modelo de dirigente que disgusta al círculo rojo"...

Jaime Duran Barba estuvo con los alumnos de la Escuela de Educación Perfil. Fotografía: CEDOC

El asesor oficialista analizó la emotividad del Presidente durante la gala del G20, y el significado que esto representa para la sociedad y el círculo rojo.

© Publicado el miércoles 19/12/2018 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

En el marco de una serie de reportajes en profundidad de la materia Ciclo de Entrevistas, estudiantes de Periodismo de Editorial Perfil, tuvieron la oportunidad de dialogar con Jaime Duran Barba y hablar de todos los aspectos coyunturales y de fondo de la política argentina.

En particular se trató, naturalmente la figura del Presidente y la comunicación. En este campo, no dejó de tratarse la emotividad de Mauricio Macri durante la gala del Teatro Colón en el G20.

Se le consultó al profesor universitario y consultor: "Usted estaba en el teatro Colón cuando Macri comenzó a llorar. ¿Qué pensó de ese momento?", y Duran Barba respondió que "en parte es un alivio de estrés y en parte tiene que ver con el modelo de dirigente que es Mauricio y que al círculo rojo normalmente le disgusta". Y se explayó: "La gente antes elegía estatuas y ahora quiere elegir seres humanos".


Sobre la personalidad del primer mandatario detalló: "El Presidente siempre ha sido un tipo que expresa lo que siente, que incluso mete la pata y se equivoca. Pero la gente quiere que los políticos sean seres humanos y que se equivoquen también, como todos".

"Esa idea del Presidente ideal que estaba momificado no tiene salida", remarcó Duran Barba.


Asimismo, se le consultó por su evaluación general del G20, al margen del emotivo episodio en la gala, y concluyó: "Salió extraordinariamente bien. A veces no nos damos cuenta de que existe un mundo afuera: según datos del Banco Mundial, por ejemplo, está desapareciendo el trabajo tal como lo conocemos, y probablemente dentro de unos 40 años el humano pueda controlar la inmortalidad. Todo eso no se remedia cerrando a la Argentina para que no lleguen los avances. Hay que repensar todo esto a fondo".


(Fuente: www.perfil.com). El periodismo profesional es costoso y por eso debemos defender nuestra propiedad intelectual. Robar nuestro contenido es un delito, para compartir nuestras notas por favor utilizar los botones de "share" o directamente comparta la URL. Por cualquier duda por favor escribir a: perfilcom@perfil.com

sábado, 23 de junio de 2018

Traficantes de paradojas… @dealgunamanera...

Traficantes de paradojas… 

Macri, Messi y Darin: tres cuestionados de la última semana. Fotografía: CEDOC / PERFIL

Sentimos primero que Darín es bueno o malo, Messi es o no patriota, y Macri es o no competente o bien intencionado, y luego construimos conceptos que sostengan nuestra creencia.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 23/06/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La diferencia entre el éxito colectivo y el individual ya quedó presentada en esta columna el domingo pasado. Mientras en Argentina Macri tiene cada vez más en riesgo su reelección, incluso si le tocara ir a un ballottage con Cristina Kirchner (el escenario ideal para Jaime Duran Barba), porque la ex presidenta mejora en las encuestas en proporción a lo que empeora la economía, en Estados Unidos todos los presidentes del último cuarto de siglo fueron reelectos, incluso George Bush, y ahora se cree que lo sería hasta Trump. Que sea más fácil tener éxito como presidente –y en cualquier función– en un país poderoso como Estados Unidos que en otros más débiles como Argentina promueve muchas reflexiones

La relación con el éxito como con el fracaso está condicionada por la memoria. ¿Cuántas veces nuestra sociedad se ilusionó con la llegada de un nuevo presidente y revivió la esperanza de “ahora sí, la Argentina despega”? No es la misma relación con el éxito de los norteamericanos, ni con los exitosos, sea Trump o su más famoso deportista y artista, como en Argentina es con Macri, Messi y Darín, las tres mayores celebridades de la política, el deporte y los artistas, quienes simultáneamente fueron cuestionados esta semana: donde el éxito no abunda, se es menos tolerante con los exitosos.

Que MSCI nos pase de mercado fronterizo a emergente fue vivido igual que el triunfo de Nigeria ante Islandia.

Estoy subinformado sobre fútbol pero me resultó paradójico ver cómo los analistas deportivos el día antes del partido con Croacia hablaban con mucho optimismo y explicaban por qué eran lógicos los pronósticos positivos y al terminar el partido en derrota, explicaban lo contrario. De la misma forma que hicieron los economistas en diciembre con las proyecciones sobre inflación, precio del dólar y crecimiento del producto bruto, y lo opuesto en mayo/junio. El método de juicio emocional era el mismo, solo cambiaba el objeto de análisis. Se podría decir algo parecido sobre las consecuencias posteriores al debate sobre el aborto en el Congreso y cómo sus efectos en las cuestiones de género pueden hacer pasar el simbólico falo del hombre a la mujer con la misma fuerza del sunami que aumentó el dólar o cambió el humor sobre la selección de fútbol.

Hay un texto, viralizado en las redes, en defensa de Darín, cuyos argumentos son tan plausibles como los que se usan en su contra, y demuestra el grado de emocionalidad exaltada que nos caracteriza. Su autor es Coni Cherep, quien se define como “periodista en licencia” y “opinador serial”, calificación esta última que representa a tantos argentinos (ver: No, con Darín no).

Idéntica subjetividad hiperbólica pasa del espectáculo a la política y al deporte, tres actividades unidas por la misma matriz de la fama. Cuando Morgan Stanley Capital International subió la calificación de los mercados de acciones de Argentina de fronterizo a emergente después de la megadevaluación, fue sentido como el triunfo de Nigeria ante Islandia tras la derrota de nuestra selección de fútbol con Croacia. “Ahora sí, nuevamente, podemos”.

Un párrafo aparte merecen las calificadoras de riesgo y Morgan Stanley Capital International (MSCI), cuya arbitrariedad no es una excepción, al igual que los consultores económicos argentinos. En junio del año pasado, la economía argentina y la popularidad de Macri estaban mejor que hoy; sin embargo, el año pasado MSCI no aprobó la mejora de calificación porque “había que esperar a ver que las reformas que había producido Macri no fueran reversibles”, o sea: que no volviera el populismo, riesgo que hoy no es menor. Son calificaciones tan discutibles como que ya éramos país emergente mientras estábamos en default antes de 2009, cuando nos bajaron de categoría. En todos los casos por cuestiones políticas.

“Lo verdadero es solo conveniente respecto de nuestro pensamiento, exactamente como lo correcto es solo conveniente a nuestra conducta”, escribió William James en Pragmatismo y El significado de la verdad. O como lo hizo Hilary Putnam en Realism with a Human Face: “Lo que llamamos realidad es el proyecto de vernos a nosotros mismos como cartógrafos de algo”.

Paradojas tan viejas como la humanidad, como la vieja lucha por reducir sensaciones a conceptos, o la reducción inversa que intentó el empirismo. Opinadores de todo lo que sentimos, somos malos alumnos de Aristóteles, quien sostuvo que el “conocimiento de” era anterior al “conocimiento de que”; y de Kant, para quien “las intuiciones sin conceptos son ciegas”. Sentimos primero que Darín es bueno o malo, Messi es o no patriota, y Macri es o no competente o bien intencionado, y luego construimos conceptos que sostengan nuestra creencia. Viendo el comportamiento de los mercados y las opiniones de los economistas, habría que disculpar al público y a los opinadores mediáticos por una carencia que también afecta a las “mentes más elevadas”.

Nada nuevo: Richard Rorty, en La filosofía y el espejo de la naturaleza, explica cómo los problemas son los mismos, solo que se renuevan modificando las palabras, porque no cambian las creencias sino el vocabulario ya que no existe una relación permanente entre lo correcto e incorrecto, como entre los electrones y los protones. No pocas veces los problemas parecen nuevos solo por desprendernos de una terminología obsoleta: lo que hay son mitos antiguos para prejuicios modernos. Siempre se refuerzan las maniobras intelectuales que permitan la conservación del mito, tan difícil de erradicar (también para bien) como las enseñanzas de nuestros padres.

Sentimos primero que Darín es bueno o malo, Messi patriota o no, y Macri bien intencionado, y luego argumentamos.

Jaime Duran Barba, simbólico presidente del club de fans latinoamericanos de Yuval Noah Harari, es él mismo tan especialista en mitos como su admirado historiador israelí, autor de best seller mundial Sapiens: de animales a dioses. La política, el deporte y el espectáculo, que comparten el mismo sistema conceptual mitológico, son ideales para los traficantes de paradojas, que mantienen en vilo a la audiencia para que crea que suceden situaciones diferentes.



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miércoles, 20 de junio de 2018

Verás que todo es mentira… @dealgunamanera...

Verás que todo es mentira…

Presidentes del BCRA: Sturzenegger y Caputo. Fotografía: CEDOC/ PERFIL

Las hipótesis a priori deben ser susceptibles de verificación en la realidad, por lo menos tendencialmente. Tantos pronósticos incumplidos ponen en duda la credibilidad de todos los economistas del Gobierno.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 16/06/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

“Con los 50 mil millones de dólares del Fondo Monetario Internacional, el dólar baja”. No bajó. Como tampoco florecieron los brotes verdes, ni llegó ningún segundo semestre, ni tampoco los precios en pesos de diciembre de 2015 asumían el precio del dólar blue antes de la salida del cepo. ¿Solo Sturzenegger es quien perdió credibilidad? Tantos pronósticos incumplidos ponen en duda la credibilidad de todos los economistas del Gobierno.

Milton Friedman, en The Methodology of Positive Economics, escribió: “Los supuestos de una teoría deben juzgarse en función de su idoneidad para suministrar predicciones suficientemente ajustadas”. No hay ciencia sin algún tipo de posibilidad predictiva. Las hipótesis a priori se deben confirmar en el testeo posterior, ser susceptibles de verificación en la realidad, por lo menos tendencialmente.

Obtener resultados predichos, esencia del apriorismo, es el fin del conocimiento. En una columna de la semana pasada, escrita con el mismo clima de escepticismo que hoy, poniendo en duda que muchos economistas argentinos cumplieran con ese estándar, recibí a pocas horas de ser publicada dos reclamos de dos economistas celosos de su profesión que por su extremadamente opuesta adscripción ideológica pintan la singularidad del Gobierno.

Un pronóstico tras otro se revela equivocado en un clima generalizado de escepticismo.

Ambos coincidían en que hubo injusticia en la generalización porque ellos habían pronosticado en diciembre lo que viene sucediendo, no como la calificadora de riesgo Fitch, que suelta de cuerpo esta semana bajó de un día para el otro (no escalonadamente) su pronóstico de crecimiento del producto bruto argentino en 2018 a la mitad de lo que había previsto en diciembre.

Con razón, Carlos Melconian me recordó la cantidad de advertencias públicas que hizo sobre cómo se subestimaba la herencia, se erraba en el diagnóstico y se cometía mala praxis. Desde la perspectiva opuesta, Axel Kicillof, a quien no conozco, en su argumentación me envió su discurso de diciembre pasado, cuando se aprobó el Presupuesto y, otro anterior donde dice expresamente: “Esto termina en el Fondo Monetario Internacional”.


Que Kicillof, que tiene aversión a Macri, y Melconian, que tiene justificados motivos para sentirse maltratado por el Gobierno, fueran de los pocos notables, junto a alguna otra excepción, que advirtieran en diciembre un futuro económico tan distinto al que preveía el Presupuesto aprobado en el Congreso no quita la importancia de que la mayoría de los pronosticadores no lo haya advertido. Ni las consultoras de economistas argentinos, ni las calificadoras de riesgo como Ficht, ni tampoco el Fondo Monetario Internacional, previeron una megadevaluación.

Una respuesta posible es porque los pronósticos siempre están guiados por intenciones, conscientes o inconscientes, lícitas o ilícitas. El Gobierno y los legisladores de Cambiemos impulsaron un Presupuesto optimista (dólar a 19 pesos en diciembre de 2018 e inflación anual entre 10% y 12%) porque deseaban que así fuera, y con su deseo quisieron contagiar las expectativas de la sociedad para que contribuyera a la realización del pronóstico: la vieja idea de que el oráculo cumple una función performativa, no adivina qué va a pasar sino que dice lo que tiene que pasar. El mismo argumento se podría utilizar para los pronósticos de Kicillof y, de forma muy diferente, de Melconian: que con su sola formulación contribuyeron a que sucediera lo que pronosticaron.

En el caso de los estudios de economistas locales, la explicación puede ser esta: venden sus pronósticos a las empresas cuyos CEO les piden que por favor sean optimistas con sus proyecciones para que los accionistas no reduzcan las inversiones y no tener menos presupuesto para todo, incluso para seguir contratando los informes de los economistas.

En el caso de las calificadoras de riesgo puede deberse a que no cuentan con más recursos de análisis que el periodismo especializado, incluso algunas surgieron de editoriales de publicaciones económicas, y siguen en sus vaticinios lo que dice la mayoría, sin pensamiento propio.

Finalmente, respecto del Fondo Monetario Internacional, salvo que se trate de un país en beligerancia con las principales potencias que integran su directorio, sus informes tienen en cuenta el ámbito político y entonces tratan de no generar la profecía autocumplida.

 En un contexto donde hay crisis de representación, porque las instituciones políticas perdieron autoridad y legitimidad, el descrédito también afecta a la economía, que genera una sensación de vacío en los ciudadanos. A Macri se le reclama que tenga éxito en la economía o que se vaya en 2019, pero en cualquier caso la sociedad precisará volver a creer en los que saben de economía  y creer que ellos la guiarán hacia el progreso. Sin credibilidad no hay economía ni política que resistan.

Si lo que se dice que va a pasar reiteradamente no se cumple, la pregunta a formularse es: ¿“es la economía, estúpido”, como se le dijo a George Bush padre cuando competía contra Clinton por la presidencia de los Estados Unidos y perdió, o “es la política, estúpido”? Puesto en otros términos, ¿el problema era Sturzenegger o en su momento Prat-Gay y hasta el mismo Melconian promoviendo autocrítica desde dentro del Gobierno, o el problema es que el propio Presidente perdió credibilidad?

La pérdida de credibilidad no es solo de Sturzenegger sino del equipo del Gobierno

Otra forma de escaparle al tema de fondo es criticar la comunicación, el clásico “matar al mensajero”. El error de usar para el día a día del Gobierno las mismas técnicas con las que Jaime Duran Barba hace ganar las elecciones no es una explicación válida. No es lo mismo que el Gobierno recién asumido no haya explicado por cadena nacional la pesada herencia recibida que más tarde haya anunciado que lloverían dólares, que en el segundo semestre se despegaría o que ya habían aparecido los “brotes verdes”. Esto no habla de comunicación sino de una percepción distorsionada de la realidad, probablemente potenciada por los economistas argentinos y extranjeros que le pronosticaron a Macri un futuro mejor para poder venderle deuda y servicios de consultoría. En síntesis, no es ni la economía ni la política, “estúpidos”; es el deseo.



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domingo, 29 de abril de 2018

Corrida y tropiezos… @dealgunamanra...

Corrida y tropiezos… 
TERMINEGGER Federico Sturzenegger. Dibujo: Pablo Temes.

Las tarifas y la suba del dólar dejaron al desnudo errores reiterados del Gobierno.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 29/04/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

No hay dudas: fue una de las semanas más difíciles que debió enfrentar Mauricio Macri en los casi dos años y medio que lleva de gestión. Si se analizan las causas, nadie debería sorprenderse: el Gobierno está pagando el costo de una inadecuada lectura de la dinámica de la realidad. Lo que no deja de sorprender es que esa lectura errónea se haga sobre inflación y tarifas, dos ítems sobre los cuales se supone este gobierno tiene abundancia de especialistas. En el centro del poder se pensó que el aumento de las tarifas no generaría tanta resistencia como la que se está viendo en distintos sectores de la población. Los muestreos de opinión pública revelan que la gente es consciente de que los valores que se pagaban durante el kirchnerato eran irreales. Lo único que pide es poder pagarlos.

Efectos. 

El malestar social trajo aparejada no solo una caída de la imagen del Presidente y de su gobierno al nivel más bajo en lo que va de su gestión, sino también cortocircuitos políticos dentro de Cambiemos. El descontento inicial lo manifestó Elisa Carrió, y al de ella le siguió el del radicalismo. Cuando en el peronismo observaron ese cuadro de situación comprendieron que debían pasar a la acción.

Eso fue lo que se vio en el Congreso en estas dos semanas. La sesión de la Cámara de Diputados del miércoles pasado puso al Gobierno en alerta. Desde el punto de vista reglamentario, en dos semanas la oposición estará en condiciones de aprobar alguno de los proyectos que buscan modificar el cuadro tarifario que motiva este complicado presente político. Esto ha alertado al Gobierno sobre la necesidad de recurrir a un eventual veto presidencial para frenar la promulgación de una ley que alteraría seriamente los planes presupuestarios del oficialismo. Por eso se ha puesto en marcha una serie de conversaciones con los gobernadores afines a la Casa Rosada para ver cómo, desde ahí, se frena a una veintena de diputados a fin de tornar inviable la aprobación de los proyectos opositores. ¿Le será posible al oficialismo lograrlo?

En la Argentina pendular hemos pasado de un gobierno que creía que la gobernabilidad pasaba por la comunicación –de ahí los insufribles Aló Presidenta por la cadena nacional de radio y televisión con los que agobió Cristina Fernández Kirchner– a este otro que, hasta aquí, ha mostrado desprecio por esta tarea. Las conferencias de prensa se han espaciado y los funcionarios hablan, en general, en ámbitos de confort. Esto puede estar en revisión en estas horas. En la reunión que hubo el viernes en la Casa Rosada encabezada por el Presidente, de la que participaron –entre otros– Jaime Duran Barba, su socio Santiago Nieto, el publicitario Joaquín Molla y el sociólogo español Roberto Zapata, se habló de esto. Zapata trajo información desde las provincias referidas a la imagen de Macri. Nadie adelantó ninguna cifra aun cuando algunos de los asistentes confirmó una caída de ese guarismo. Es lo que la totalidad de las encuestas corroboran.

Sobrevolaron en esa reunión las duras críticas que recibió desde distintos ámbitos del macrismo el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, quien muy suelto de cuerpo dijo en el reportaje que concedió en la mañana del viernes a Radio Mitre que no había que ponerse nerviosos por la suba del dólar. Hizo acordar a la tristemente célebre frase de Lorenzo Sigaut –“el que apuesta al dólar pierde”–. Con esa declaración, el ministro demostró tener un desconocimiento sorprendente de lo que significa el dólar en la cultura económica de los argentinos. Pero no solo eso, porque además de los muchos que temen que el aumento de la divisa estadounidense se traslade a precios y/o a cuotas de créditos hipotecarios, también hay nerviosismo dentro del Gobierno por el impacto político que produce una corrida cambiaria como la que se vivió en estos días.

Alguna vez Macri explicará qué lo llevó a la designación en un cargo de tamaña relevancia a un funcionario de tan poca entidad política que, al final del día, le trae más problemas que soluciones. Tanta es la preocupación del jefe de Estado por la volatilidad del precio del dólar que el viernes ocurrió un hecho que tuvo consecuencias importantes: la conversación que tuvo con el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger. Durante esa comunicación, se bajó una orden taxativa: poner freno a la corrida cambiaria que vino ocurriendo desde el comienzo de la semana. En términos concretos, se tradujo en dos medidas: se vendieron en el día US$ 1.382,1 millones y se aumentó la tasa de interés al 30,25% anual. Pero además, el hecho representó una reivindicación para Sturzenegger, cuya autoridad había quedado esmerilada luego de aquella conferencia de prensa del 28 de diciembre pasado en la que el jefe de Gabinete, Marcos Peña, junto al ministro de Finanzas, Luis Caputo, y a Dujovne, hizo añicos la tan mentada independencia del Banco Central que meneaba el Gobierno. Macri reconoció que ese fue un error.

Endógenos. 

La corrida cambiaria es además una enseñanza para el Gobierno. Hubo sorpresas en la Casa Rosada por este hecho inesperado para muchos. “Dónde quedó la confianza de los mercados”, se preguntaba una voz que suele hablar con el Presidente. Hay una respuesta técnica para la corrida de estos días: el alza de la tasa de interés en Estados Unidos y la aplicación del impuesto a la renta financiera a partir del 1º de mayo. Pero, más allá de esto, aparecen en el Gobierno las conductas propias de la enfermedad de poder.

En el reportaje que les concedió a Eduardo van der Kooy y a Julio Blanck, Macri dijo “escuchamos mucho pero tampoco podemos escuchar todo”. La pregunta que surge a continuación es: ¿con quiénes lo analizaron? ¿Lo hicieron con especialistas de otros partidos? ¿Evaluaron algunos de los proyectos que están analizándose en el Congreso? No hay constancia de que así haya sido. Desde el radicalismo, por ejemplo, hubo quejas por no habérselos consultado. Sobrevuela en algunos funcionarios del Gobierno un cierto aire de infalibilidad. La infalibilidad y la soberbia van de la mano. Y la soberbia, ya se sabe, es uno de los siete pecados capitales.



lunes, 2 de octubre de 2017

Justicia se busca… @dealgunamanera...

Justicia se busca…

Alta Tensión. Julio De Vido. Dibujo: Pablo Temes

Impunidad y poder de dirigentes gremiales que contaron con protección política y judicial.

Comienzan a desplegarse los lineamientos de lo que será la esencia de la campaña electoral que desembocará en los comicios del 22 de octubre. En el oficialismo reina el optimismo. Los números de la incipiente y sostenida recuperación de la economía no podrían haber llegado en mejor momento. La caída de la pobreza y la reactivación de algunos sectores claves de la economía se aúnan para generar un ambiente de esperanza en aquellos sectores que decididamente no quieren la vuelta del kirchnerismo.

Esta combinación de factores ha generado una situación que motiva una paradójica preocupación dentro del oficialismo: que la dirigencia y la militancia se relajen, circunstancia que sería fatal a tres semanas de una elección que de ninguna manera está aún definida. “Nos dicen que estamos un punto y medio arriba de CFK pero las cifras verdaderas son más holgadas y están guardadas bajo siete llaves”, reconoce una fuente de Cambiemos. Desde la mesa chica del oficialismo bonaerense, compuesta por María Eugenia VidalFederico SalvaiJaime Duran Barba y su socio Santiago Nieto, se baja la orden de que se debe trabajar como si estuvieran un punto abajo. La tarea pues es levantar a los candidatos todos los días para ir a hacer campaña a los lugares más recónditos y adversos del conurbano bonaerense con toda la energía. El objetivo no es sólo electoral: se busca un cambio de la cultura política en esos bastiones cuasi inexpugnables del peronismo.

Las dos últimas semanas están guardadas para el Presidente. Volverán los escenarios en 360 grados y los encuentros cuidadosamente estudiados. Su presencia en el Gran Buenos Aires será preponderante en los lugares más ásperos en donde, de a poco, Cambiemos va haciendo pie.

Por su parte, Cristina Fernández de Kirchner concedió dos entrevistas como parte de su campaña. Tanto en la que realizó Carlos Cué para El País como en la de Chiche Gelblung para Crónica dijo cosas que indignaron y que lograron un efecto claro: no sumar un solo voto más. ¿Quién la asesora?


En las filas del randazzismo reina la calma. Allí la apuesta es a mediano plazo y comenzará a perfilarse mejor luego de la elección. La convicción es que, si no hay sorpresas, Cristina Fernández de Kirchner pasará a formar parte del pasado y a partir de allí comenzará una etapa de verdadera renovación dentro de las filas del peronismo. 

En el massismo, por su parte, la decisión es dejar de hablar de CFK. “Cada vez que volvemos sobre la corrupción, las denuncias y los discursos gastados de Cristina, le hacemos el juego al Gobierno”, señala una voz cercana a Sergio Massa.

La detención de Juan Pablo “Pata” Medina, el poderoso e intocable secretario general de la seccional La Plata de la Uocra, tiene un valor fáctico y otro simbólico.

El fáctico a los hechos de corrupción y de comportamiento mafioso sobre los que armó su emporio este nefasto personaje al que aguarda una larga estadía –años– en alguno de los presidios del país. Está claro que todo el entramado que armó para lograr el fenomenal poder del que hizo gala durante  los veinte años que duró su despótico reinado, contó con una escandalosa protección política y judicial. Ahí están los videos en los que se lo ve al ex gobernador Daniel Scioli agradecer a la Uocra La Plata.

Tanta impunidad fue posible también por la complicidad de jueces que dieron vergüenza. Son muchos los que recuerdan aquel cumpleaños del hoy destituido juez César Melazo, al que Medina fue invitado y en el que se codeó con el ex ministro de Justicia Ricardo Casal, y el entonces jefe de la Policía Bonaerense, comisario Juan Carlos Paggi.

El Pata Medina no sólo se enriquecía vilmente, sino que, con sus formas, tenía atemorizado a todo el vecindario de la sede de la Uocra La Plata que padeció durante años la prepotencia y el patoterismo que impuso en ese lugar. 


Claro que el hecho se proyecta más allá del dirigente sindical hoy preso. Es útil conocer cómo fue el proceso a través del cual Medina sumó poder y acuñó riqueza. La metodología la aprendió de sus mayores, y aquí mayores significa la conducción central de la Uocra. Las obras se cotizaban y después se arreglaban los sobreprecios con los empresarios. La Cámara de la Construcción –que sistemáticamente niega estos hechos– ha sido copartícipe de todo este engranaje de corrupción.

Tampoco hay que olvidar el caso de Omar “Caballo” Suárez, secretario general del Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU) y hombre de cercanía de CFK. Las sospechas sobre otros dirigentes gremiales a veces quedan transformadas en evidencias a partir de circunstancias impensadas. He ahí el  caso de Gerónimo Venegas, el histórico secretario general de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (Uatre), de quien ahora se confirma un patrimonio enorme que se encuentra en disputa entre sus hijos. ¿Cuántos más hay en la misma situación?

¿Qué esperan jueces y fiscales para investigar y avanzar en causas que duermen hace mucho tiempo en cajones y archivos?

Las razones que se esgrimen desde algunos ámbitos tribunalicios para explicar semejante molicie es que este despertar se debe a que ahora  están dadas las condiciones políticas para avanzar en las causas e investigar. El argumento es ominoso.

Si hay algo que no puede resignar la Justicia, es su independencia. Si ese concepto no se modifica, la Argentina se queda sin un instrumento clave para combatir el grave delito de la corrupción. Y esto es peligrosísimo no sólo desde el punto de vista político e institucional, sino también social y personal, porque la corrupción mata. La tragedia de Once nos lo recuerda todos los días.

Producción periodística: Santiago Serra.


  

domingo, 13 de agosto de 2017

Gobierno vs. CFK... @dealgunamanera...

A quién le alcanza…


Los votos de hoy pueden ser reveladores de cuál será el futuro político de Macri, Vidal y Cristina.

Las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) tienen dos consecuencias: definen a través del voto los candidatos de cada de uno de los partidos para la elección de octubre venidero y se transforman en una verdadera encuesta abierta de alcance nacional que, a la manera de una foto, le permite a cada agrupación política conocer cuál es la verdad de su presente electoral. De esas dos consecuencias, la de mayor significación es la segunda ya que –salvo en algunos casos– en nuestro país la primera se torna abstracta debido a la falta de competencia interna que exhiben las alianzas partidarias. Por eso, los tres interrogantes que se plantean en la jornada cívica de hoy – ¿Ganará Cristina Fernández de Kirchner o ganará Esteban Bullrich? En caso de que CFK ganara, ¿con qué guarismos y con qué diferencia sobre Bullrich? ¿Cómo le irá al oficialismo a nivel nacional?– van más allá de la interna partidaria. Es algo que Mauricio Macri siempre supo y que, increíblemente, algunos conspicuos miembros de Cambiemos, no. En ese marco, la batalla electoral por la senaduría de la provincia de Buenos Aires es su desvelo.  

La campaña electoral, que ha sido en general mala, ha dejado sin embargo mucho para el análisis. Ante la escasez de propuestas, las formas han sido casi todo.

Lo que se vio. Hemos asistido a una campaña que pareció hecha a partir de las sugerencias e ideas de Jaime Duran Barba: actos en los que candidatos aparecen en medio de un escenario rodeados por la gente; candidatos que pronuncian discursos cortos que apelan a lo emotivo; spots publicitarios en los que habla la gente. Donde más se notó el cambio fue en CFK. Nada hubo de las largas peroratas de sus Aló presidenta. “Hemos decidido que había que escuchar a la gente” –parece que antes no–, dijo la ex presidenta en su discurso de cierre en La Matanza. Habló poco y se mostró poco. Su objetivo fue mantener el caudal de sus votantes, ese núcleo duro del kirchnerismo que le es absolutamente fiel y que, según exhiben la mayoría de las encuestas, le augura buenas posibilidades.

El precandidato a senador Esteban Bullrich representó, hasta aquí, un verdadero dolor de cabeza para el oficialismo. Su nominación fue producto del dedo del Presidente y, hasta aquí, en sus cercanías muchos consideran que cometió un error. “Perdimos un muy buen ministro que como candidato resultó malo”, se confesaba en la mañana del jueves último un operador del Gobierno que, aun cuando se esperanzaba con los guarismos de alguna encuesta de último momento, no paraba de lamentarse por la mala performance que tuvo Bullrich durante toda la campaña. La verdad es que un triunfo suyo sería un batacazo.

“De no haber sido por sus disputas de protagonismo con María Eugenia, la candidata debió haber sido Lilita”, reconoció otro funcionario de cercanía con el Presidente. Por todas estas circunstancias, tanto la gobernadora como la diputada debieron ponerse la campaña sobre sus espaldas. La fuerte imagen positiva de Vidal –incluso superior a la del Presidente– llevó a Macri a dejarle el rol central en la parte final. De hecho, si hoy se diera el resultado positivo que sólo una o dos encuestas le dan al oficialismo, deberán levantarles un monumento de gratitud tanto a la gobernadora como a Carrió.

Más allá de Buenos Aires

El panorama luce diferente para el Gobierno en el resto del país. Ahí, los pronósticos hablan de buenos resultados que buscará capitalizar mostrando un crecimiento que lo consolida como primera fuerza a nivel nacional. En ese marco, la aspiración es, además, ganar alguna provincia más. En la mira están Santa Cruz, San Luis y Santa Fe. Sergio Massa está lejos de la disputa central, y Florencio Randazzo, lejísimos.

Cada elección plantea un escenario propio y, por lo tanto, hacer comparaciones con las anteriores es casi siempre un error. Vale esto para los que intentan hacer algún paralelismo entre esta elección y las de 2013 y 2015. En 2013, el triunfo de Massa estuvo apuntalado por la decisión del macrismo de apoyarlo en aquella cruzada que tenía como objetivo impedir la reforma de la Constitución Nacional que buscaba darle vuelo al proyecto de reelección indefinida con el que soñaba CFK. En 2015 se trató de una elección presidencial, cuya dinámica es distinta a la de una legislativa.

Las encuestas muestran que el tema central de las preocupaciones de la mayoría de la gente pasa por la situación económica.

A la hora de votar, la inseguridad pesa menos y la corrupción, mucho menos. En el vasto territorio de la provincia de Buenos Aires, esto no solamente emerge como dato en las zonas más carecientes del Conurbano profundo sino también en ciudades de su interior como, por ejemplo, La Plata, Mar del Plata y Bahía Blanca. En 2015, María Eugenia Vidal tuvo en esas tres ciudades un caudal de votos notable, lo que le permitió compensar los que no tuvo en La Matanza. Fue una performance extraordinaria que incluso superó a la de Macri.

Hoy eso parece difícil de repetir. El impacto de la inflación y el ajuste de las tarifas de los servicios públicos ha llevado a muchas pymes a bajar sus persianas o a reducir su personal.

En ese universo anidan muchos de los desencantados a los que apeló en sus últimos discursos Vidal. Veremos si con eso alcanza para mantenerlos en el redil.

Más allá de las encuestas, la volatilidad del dólar le ha mostrado en estas semanas al Gobierno lo que la calle presiente: que CFK gana. Por eso, no alcanzó con los millones de dólares que el Banco Central lanzó al mercado para frenarlo. Es un adelanto de lo que pasará si el Gobierno no hace una buena elección. Nada que sorprenda. Al Presidente se lo han dicho en la cara muchos potenciales inversores extranjeros: no vendrá un dólar a la Argentina mientras exista la posibilidad de que el proyecto presidencial de CFK se mantenga vivo. Esto es lo que está en juego en estas elecciones que se definirán en octubre y de las que en la noche de hoy tendremos un adelanto.

Producción periodística: Santiago Serra.