Un triunfo ajustado dificulta la gobernabilidad. Ganó Lula, ganó el bolsonarismo. Un mensaje para decodificar en la Argentina. ¿La extrema derecha puede ser amenaza? ¿Cuál será la respuesta para consolidar la democracia?
Pasadas las 8 de la noche.
Ganó Lula. Es una afirmación matemática. Tendrá el control de parte del aparato
del Estado, sobre el que construyó antes. Luego lo hizo Bolsonaro.
Perdió Bolsonaro. ¿Perdió el neofascismo? La paridad de resultados indicaría
que no. Lo apoyó casi la mitad del país, con diferencia de decimales.
Escribo mientras chateo. Fluyen los tuit y las preguntas.
Me responde Lucía. Dice que perdió
Bolsonaro pero ganó el bolsonarismo. Es claro. Hay un crecimiento electoral
espeluznante.
Pese a la locura, al oscurantismo, a la mentira como medio, al corporativismo
como instrumento, a la violencia como insumo, a la destrucción del ambiente
como negocio (tiro en el pie de la humanidad), consiguió casi el apoyo de la
mitad de los brasileros.
Ahora a Festejar.
No preguntes, en
este momento sólo quiero festejar, me responde ella. Paulista. Politóloga con
años de carretear por el mundo. Ama la democracia, pero no ahorra críticas a
las experiencias del PT.
Es la euforia que tiene Antonio, un
consumado cientista político con experiencia ministerial en el gobierno de
Fernando Henrique: ¡“Derrotamos o neo-fascismo brasileiro! ¡Vitória da
democracia, da modernidade e da justiça social!”
Lo imagino festejando con sus setenta y pico. Fue exiliado de las dictaduras,
intelectual de las izquierdas, inmisericorde con los extremos y lobista
inclaudicable por las causas de una sociedad brasileña más justa y pacífica.
-Tengo miedo, le confieso. Bolsonaro
perdió por muy poco. Ganó el Congreso y la mayoría de los Estados. ¿Cuánto
puede durar un gobierno débil? Ya derribaron a Dilma.
-Es bueno que sea débil, porque el PT tendrá que gobernar con otros. No son 49%
de fascistas. Muchos son pobres que fueron comprados y no tienen ideología. Sin
el Estado, Bolsonaro no alcanzaría 35%.
Un análisis alentador.
8 y 20, Tuitea Andrés. Siempre certero.
Dice que en los últimos 4 años, de 11 elecciones la oposición ganó 10. Libera a
su análisis de los moldes ideológicos.
Insinúa factores comunes de
inconformismo con lo que están consiguiendo los gobiernos.
Quedan flotando preguntas. ¿La pandemia
evidenció el fracaso del Estado en su promesa de protegernos? ¿O fue la
seguridad? ¿Existe un determinismo económico? ¿Hay una mayor eficiencia de la
extrema derecha en marcar las limitaciones del progresismo? ¿Es el progresismo
el que dejó de enamorar como proyecto?
Perdieron gobiernos con éxitos
económicos, como el de Uruguay.
El desafío en la Argentina será
canalizar la reacción conservadora ante el bastardeo de las convicciones
progresistas.
El progresismo post Concertación perdió
un referéndum en Chile, para montar un estado social. La violencia criminal
crece y no ha logrado respuestas.
Siguen los etcéteras.
Argentina. La oposición jugó a dos
puntas. Macri calla (recién reaccionará a las 11 de la noche). Larreta felicita
indistintamente. El radicalismo sigue festejando su épico triunfo de hace 39
años, fundador de la democracia. Morales. Lousteau y Manes mandaron saluditos.
El oficialismo sigue creyendo que Lula es el de la década pasada. Predomina un
análisis en clave ideológica, mientras en Brasil las reglas del juego se
olvidaron de la racionalidad democrática.
Milei, seguro que festejará, aunque confesó su amor por el neo-fascismo de
Bolsonaro. Alberto dirá que ganó en Brasil (será su mesa 86 de Necochea). Hasta
Cristina debe estar decodificando el escrutinio en primera persona.
La izquierda democrática, obviamente, festejó anticipadamente por Lula. Durante
todo el día. Hay conciencia sobre los desafíos que se avecinan.
Mensaje para la Argentina.
Casi las 9 de la
noche. Siguen los WhatsApp y los tuit.
El desafío en la Argentina será canalizar la reacción de hartazgo, que será
conservadora ante el bastardeo de las convicciones progresistas.
Las bastardeó el peronismo con retórica desvinculada de sus resultados. Estamos
más pobres y menos confiados en la solución democrática que hace dos décadas,
pese al viento de cola de los comodities y al estancamiento de una década.
Las bastardeó el centro liberal conservador, con su retórica neoliberal y
prácticas fracasadas. Algunos sueñan con un revival menemista pero ya conocemos
las consecuencias: lo mismo estamos endeudados, paralizados, agobiados por el
vaciamiento (operativo) del Estado y la corrupción.
(Quizá sea oportuno observar a Fernando Henrique Cardozo, responsable de
políticas equivalentes en los ’90 de Brasil: eligió apoyar la opción
democrática. El eje de los acuerdos y tal vez de la futura gobernabilidad).
Pasan las 9. Ganó Lula, ganó la democracia y el futuro de racionalidad es más
prometedor para la región.
Perdió Bolsonaro. Proyectando, el desafío será sobreponerse a sus socios
locales.
Como con Lula, el objetivo será
ensanchar las bases de un acuerdo para fortalecer el sistema democrático.
Habrá que aprender de los errores del PT.
Como escribió en estas páginas Coni Cherep: ¿Y vos qué estás
haciendo para que no crezca la extrema derecha?
(Esta crónica urgente se publicó a las 10 de la noche del domingo 30 de octubre de 2022 y perecederá en 12 horas, cuando proliferen análisis más profundos y relajados)
(*) Martín Appiolaza
Magíster en Política y Planificación Social. Docente de postgrados. Director de Relaciones Institucionales de Godoy Cruz. Ha trabajado en América Latina y el Caribe con gobiernos y organismos internacionales. Periodista resocializado. Director de La Vanguardia.