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domingo, 1 de junio de 2014

¿Sale Amado, entra Axel?... De Alguna Manera...


Axel por Amado…

Voila, Axel Kicillof. Dibujo: Diego Temes

Cristina imagina una candidatura presidencial de Kicillof. Pero la mochila Boudou pesa demasiado.

Axel Kicillof será el candidato a presidente de Cristina. Ella lo llama “genio” en la intimidad y estaba esperando algún logro importante que sirviera como trampolín para el lanzamiento. Por eso no sólo lo felicitó por cadena nacional, algo infrecuente en la mezquindad de los Kirchner, sino que hasta se compadeció de que no había podido dormir en toda la noche. Pobre Kichi. El destino le dio la revancha a Cristina al mismo tiempo de que el juez Ariel Lijo extendía poco menos que el certificado de defunción política a Amado Boudou, quien había sido el elegido anterior para sucederla en el cargo. Aquel delfín que CFK bendijo en soledad para que fuera su compañero de fórmula hoy está más cerca de la cárcel que de las urnas.

Axel tiene un perfil similar pero, por ahora, ninguna sospecha de corrupción. Sólo acusaciones de infantilismo, mala praxis y de haber comandado un ajuste ortodoxo, neoliberal y antipopular. Pero es un joven fachero, economista con diploma de honor, intelectualmente destacado, de formación marxista y keynesiana (en las antípodas de Amado), que no tiene poder propio, pero que es un ídolo en las filas de La Cámpora y un socio de Wado de Pedro. Axel es tan enemigo de las corbatas como del periodismo y eso calmaría la ansiedad de Carta Abierta, que fue el ariete que utilizó Cristina para descartar cualquier tipo de apoyo a Scioli. En el lenguaje militante, Axel es del palo y Daniel es de la corpo.

El acuerdo con el Club de París será diseminado mediáticamente con la misma impronta de epopeya con que se presentó el pago de Néstor al FMI. Irónicamente, algo así como “somos los más revolucionarios y por eso somos los que más pagamos”. Cerrar el conflicto con el Club de París es valioso como mensaje a los inversores y a la Corte Suprema de los EE.UU. para debilitar la posición de los fondos buitre. A pesar de haber utilizado la misma matriz del caso YPF, es decir, sobreactuar heroicidad soberana y pagar más de lo que los acreedores esperaban, Axel y Cristina cosecharon beneficios políticos. Transmitieron que no tienen la irresponsabilidad de patear el tablero para huir del poder y que, por el contrario, apuestan con la bendición del Papa a entregar el Gobierno en forma ordenada en el 2015. Tienen la convicción de dar batalla para mantener su condición de primera fuerza en legisladores y capacidad de movilización, aunque no logren la continuidad de un presidente K.

Es que, por ahora, todas las mediciones rigurosas muestran un escenario de segunda vuelta donde perdería cualquier variante cristinista. Pero si consiguieran que Kicillof, por ejemplo, pasara al ballottage, sería un logro de gran magnitud que dejaría a Cristina muy fortalecida como la jefa de la oposición más dura de que se tenga memoria desde el ‘83 y a un paso de regresar triunfante en el 2019.

La estrella de Axel les cayó del cielo. No lo trajo la cigüeña, pero es un bebé nacido en París. Es que nada de lo mucho que había conformaba a Cristina ni a los fundamentalistas más cercanos. En la intimidad, ven a Scioli casi como un enemigo de la magnitud de Massa. Florencio Randazzo avanza como una locomotora, pero su florería no alcanza a darle confianza a los que dijeron “que florezcan mil flores” y pisaron todos los brotes y los demás no acusan peso en la balanza. 

Julián Domínguez tiene el respeto del justicialismo histórico, los rezos de la Iglesia y el reconocimiento de que nunca fue hostil en el ejercicio de sus funciones como ministro de Agricultura ni como presidente de la Cámara de Diputados. Sergio Urribarri, autoproclamado como el más puro y fanático de los K, no tiene vuelo ni carisma y padece un altísimo nivel de desconocimiento. 

Aníbal Fernández y Agustín Rossi sufren lo contrario: no los votan porque los conocen demasiado.Falta mucho para las elecciones y todavía hay tiempo para algunas apariciones fulgurantes como las de Axel y para implosiones terminales como las de Capitanich. Incluso hay asesores de Scioli que están estudiando el nuevo tablero y cuál podría ser la próxima movida del gobernador ajedrecista.

El domingo asomó el sol del 25, pero Scioli no fue a la Plaza multitudinaria. Apenas había aparecido en el tedéum. Es que ese discurso de “no quiero la unidad nacional para ir para atrás”, más el documento de los carteros abiertos y la frase del jueves de que “no hay espacio para proyectos individuales ni personales” fueron avisos muy obvios según algunos “justisciolistas”.

Hasta ahora el mejor escenario electoral posible para Cristina era que ganara Macri. No sólo para intentar repetir el esquema de Chile, con un presidente de la derecha empresaria que alfombró el camino para el regreso de Michelle Bachelet, sino porque ningún peronista quedara en condiciones de disputarle el liderazgo a Ella.

Cristina está eufórica. Nada empaña su alegría por haber encontrado un heredero que deje conforme a todos, que tape la macana que se mandó con Boudou y que sea competitivo electoralmente.

Pero recibió misiles de la Justicia suiza y la de entrecasa. Primero, porque desde el exterior se confirmó la investigación periodística del programa de Jorge Lanata sobre la ruta del dinero K de Lázaro Báez, el socio de Cristina y Néstor. Segundo, porque la tarjeta amarilla a Boudou impacta de lleno en el capital simbólico del matrimonio presidencial.

A Cristina la erosiona porque fue de su entera responsabilidad la decisión que encumbró a Boudou como vice, cuando ya se sabía que era el jefe de una banda de malandras, y a Néstor, porque la orden de quedarse con Ciccone se la dio el ex presidente. El tema revulsivo es que cuando murió el ex presidente, Amado dijo “papita para el loro”, se frotó las manos y aceleró el operativo para apropiarse de la fábrica de billetes. Ese día comenzó a sepultarse como ciudadano.

Cada vez está más cerca de instalarse en la historia como el primer vicepresidente en ejercicio destituido por corrupción.

Y esa será la mochila más pesada que deberá cargar durante la campaña la estrella naciente de Axel Kicillof.

© Escrito por Alfredo Leuco el Sábado 31/05/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


sábado, 22 de febrero de 2014

Ni el volantazo alcanza… De Alguna Manera...


Ni el volantazo alcanza…


Tarde, el Gobierno baja sus banderas: drogas, dólar, Clarín, inflación, intendentes del PJ y hasta Venezuela. ¿Seguirá?

Nadie se atrevió nunca a decírselo a Cristina. Es que les temen a sus gritos y castigos. Pero como en el cuento de Andersen, la reina está desnuda. El modelo se fue descascarando hasta quedar, impúdicamente, con su esqueleto al aire. En los últimos tiempos las evidencias son de una contundencia irrefutable hasta para los que se fanatizaron por convicción o por dinero.

Veamos algunos ejemplos:

1) En la patética discusión pública que condenó al silencio a Agustín Rossi en un tema tan grave como la instalación del narcotráfico, nadie pudo explicar por qué Brasil, Chile y Uruguay tienen radarizado el 100% de su espacio aéreo y la Argentina, sólo el 10%. Y estamos hablando de radares 3D, que puedan detectar aviones que vuelan a baja altura. ¿Es tan grande el nivel de corrupción en la cima del Estado que son capaces de dejar desprotegido el futuro de varias generaciones que implosionan y multiplican la muerte cuando se consolidan los carteles de la cocaína? ¿O van a decir que no hubo dinero en esta década para atender algo tan estratégico, tan de vida o muerte? Tal vez no les importe la prostitución de las instituciones y la muerte cotidiana como resultado de la penetración de ese crimen organizado.

2) Axel Kicillof está tan desorientado y desesperado que no le importa mandar al muere a Tierra del Fuego y sus fábricas con tal de no soltar un dólar. Pero como también teme que colapsen en 15 días todos los teléfonos celulares por falta de insumos dice que es capaz de mirar para otro lado si las empresas les compran directamente a los grandes fabricantes en el exterior. Y eso que el relato productivista e industrialista sigue firme. Débora Giorgi –desde Ezeiza– y Cristina –desde Florencio Varela– recordaron que cuando llegó Néstor había ochenta parques industriales, “muchos de ellos eran potreros y hoy inauguramos el número 316”. ¿Alguien le preguntará al ministro Kicillof cómo puede seguir en el Gobierno después de haber dicho que Repsol le iba a tener que pagar a la Argentina por su daño ambiental y terminamos indemnizando a la empresa española con 5 mil millones de dólares? No fue un pequeño error de cálculo. Relató un penal a favor y terminó haciéndose un gol en contra.

3) Es extraño que el Gobierno diga en voz baja y sólo por boca del “ladriprogresismo” que derrotó a Clarín con la aplicación de la Ley de Medios. Si fuera cierto, ¿no deberían celebrar semejante toma del palacio de invierno? Algo no cierra. Fue planteada como la madre de todas las batallas. Martín Sabbatella y Víctor Hugo Morales dicen que ganaron, que el Grupo “se rindió ante el imperio de la ley”, pero nadie grita los goles. ¿Qué pasó? ¿O en realidad fue Cristina la que tiró la toalla? Fue tanto el odio que condujo esa pelea que los llevó a un callejón sin salida. Nadie le hizo caso, pero Teresa Parodi propuso el lunes pasado como “un día de festejo para los trabajadores de la cultura” porque “terminar con los monopolios mediáticos es un paso fundamental”.

4) El ajuste ortodoxo y conservador de Cristina deberá pasar esta semana la prueba de fuego con las paritarias de los trabajadores. La Presidenta pidió “responsabilidad” a los dirigentes sindicales. Roberto Lavagna se preguntó: “¿Qué significa eso? ¿Pedir el 20% cuando la inflación es más del 30% es responsabilidad?”. El ex ministro de Economía que rechazó por inexistentes todas las explicaciones conspirativas de Cristina dijo que un gobierno nacional y popular no tiene que tener como variable de ajuste ni el salario ni las fuentes laborales.

5) Acalorada como pocas veces, la Presidenta hizo ayer un esfuerzo hasta estético en Florencio Varela para evitar que huyan de su lado más intendentes o dirigentes justicialistas. Sentó a Daniel Scioli y a Julio Pereyra en lugares de privilegio, y La Cámpora tuvo menos cámara en esta ocasión. Tal vez sea demasiado tarde para lágrimas. La inmensa mayoría de los cuadros justicialistas ya piensa en un nuevo jefe, en alguien que les pueda garantizar la continuidad en el poder después de que Cristina vuelva al llano. Muchos piensan en Scioli, otros esperan la evolución de Sergio Massa. Sólo el núcleo duro confía en un candidato del palo, al estilo Sergio Urribarri. Es que el Gobierno camina por un peligroso desfiladero económico y lo hace en chancletas. De un lado tiene la hiperinflación, si no controla la puja distributiva, y del otro la recesión, si continúa con el enfriamiento de la actividad. Hay un debate encubierto entre las primeras espadas K. Algunos dicen que tienen que llegar de pie a 2015, aunque sea desangrados en su discurso revolucionario y mostrando la verdadera cara del modelo, y los más fundamentalistas apuestan al portazo victimizador.

6) Curiosamente, hasta en su apoyo a Nicolás Maduro la Presidenta actuó con prudencia. Comprendió que el tema divide aguas y crispa a grandes sectores sociales. Es verdad que no se atrevió a cuestionar el pedido de fusilamiento que hizo Luis D’Elía, sólo pidió “más tolerancia con nuestras lenguas”, pero tampoco apeló a la flamígera verba chavista.

7) Como contracara de lobo feroz frente al disfraz de cordero patagónico, el grupo antidemocrático Quebracho fue el autor material, acompañado y protegido por la Policía Federal, de los escraches violentos cuya autoría intelectual fue de la Presidenta. Hubo persecusiones y aprietes de todo tipo, muchos de los cuales silenciados por sus propias víctimas para “evitar que se produzca el efecto contagio”.

Lo nuevo es que tanto tiraron de la cuerda que no alcanza ni el volantazo a la derecha.

© Escrito por Alfredo Leuco el Sábado 22/02/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


jueves, 31 de octubre de 2013

La asombrosa, veloz (y vergonzosa) reconversión de Massa... De Alguna Manera...



La asombrosa, veloz (y vergonzosa) reconversión de Massa...


Luego de las elecciones, el clima se puso más y más espeso. Al mismo tiempo, Daniel Scioli trató de encontrar consuelo en La Plata, donde le juraban que las encuestas daban como ganador al oficialismo por tres puntos.

Mientras tanto, en el bunker del Frente para la Victoria empezaron los reproches, los cuales llegaron hasta los insultos contra los intendentes del conurbano. Es que, en varios distritos, los jefes territoriales cosechaban sus propios votos, alejados del oficialismo.

Fue entonces que se improvisó una reunión de urgencia, en la cual, a la familia presidencial se sumaron Scioli, Massa, y, a último momento, el ministro del Interior, Florencio Randazzo.

Aunque parece una crónica de lo sucedido el domingo pasado, en realidad es la trama de lo acaecido el 28 de junio de 2009, cuando el kirchnerismo tuvo la peor elección legislativa desde 2003.

Así lo conto entonces diario La Nación: “El encuentro duró poco. (Néstor) Kirchner se deshizo en críticas por cómo Randazzo había cargado el escrutinio. Para Massa hubo miradas fulminantes: en su distrito (Tigre), su esposa, que era candidata, estaba sacando más votos que el líder peronista”.

Al tiempo que esto sucedía, los ministros del gabinete deliberaban sin saber qué hacer: las explicaciones públicas se demoraron al tiempo que recrudecían los gritos e insultos.

El matutino reflejó con precisión lo que pasó luego de esas ingratas horas: “Afuera llovía a mares. Unos 40 militantes de La Cámpora intentaban entrar para colgar banderas. No los dejaron y hubo trompadas e insultos. Los jefes de seguridad cerraron todas las puertas. El búnker se transformó en una suerte de hermética fortaleza”.

Quien intentaba tranquilizar los ánimos era el entonces jefe de la Juventud Peronista, el hoy cuestionado Juan Cabandié: "Compañeros, tranquilos, estamos achicando las diferencias. Tengan paciencia". La esperanza duró poco: después de las 2 de la mañana, Kirchner aceptaba la derrota.

Cuatro años más tarde, la historia les daría revancha a varios de los actores de este culebrón. En realidad, la mayoría siguió gravitando en su propio devenir, solo dos referentes sorprenderían a la ciudadanía al paso del tiempo: Néstor Kirchner, por su fallecimiento; y Sergio Massa, por posicionarse en la vereda de enfrente del gobierno pocos meses más tarde.

El hoy diputado por el Frente Renovador fue cultor de su propio destino. Pasó de ser satirizado en el programa de Marcelo Tinelli a provocar la reverencia de los principales referentes de la política vernácula. ¿Quién no recuerda acaso la burla de un hiperquinético Mariano Iúdica que reflejaba la hipérbole de la obsecuencia de Massa?

Apenas cuatro años más tarde, el destino quiso que el intendente de Tigre se recobrara por completo, como si jamás hubiera existido su pasado por el seno del kirchnerismo.

Un dato no menor: “Massita”, como solía llamarlo Néstor Kirchner, ha sabido lidiar con contradicciones mucho más complejas que esa. Lejos de su actual “progresismo”, sus orígenes lo vinculan con la UceDé, el partido conservador creado por Álvaro Alsogaray.

Más aún, todavía son recordados los días en que fue presidente de la Juventud Liberal de la Provincia de Buenos Aires: ocurrió entre los años 94 y 96. Posteriormente, fue uno de los pocos que se animó a saltar a las filas del menemismo y no dudó en trabajar para el polémico sindicalista gastronómico Luis Barrionuevo.

Se insiste: si Massa pudo sortear esas contradicciones, ¿cómo no podría ahora reinventarse como si jamás hubiera sido K?

El destino quiso que el hoy diputado fuera eyectado del círculo íntimo del kirchnerismo y armara su propio camino en la provincia de Buenos Aires. Lo hizo con una gestión cuidada, pero también a fuerza de gastar millonadas de dinero oficial en autopromocionar su mandato.

Como sea, Massa logró forjar una figura de buen administrador y hombre público comprometido con la sociedad. Y, lo que es más importante, consiguió convertirse en el principal enemigo de Cristina Kirchner de cara a 2015.

Es un dato de una elocuencia a prueba de balas. Pero no es lo más importante, sino el hecho de que finalmente la disputa que viene —en realidad, que ya está en discusión— es qué peronismo será el próximo que gobierne la Argentina.

Porque, hay que decirlo, la lectura real de lo sucedido el domingo pasado, es que la mayoría de los votos se los llevó el justicialismo, en sus distintas versiones.

Massa es más peronismo, desde otra óptica —o no— pero es más de lo mismo. Para graficarlo, solo basta prestar atención a su discurso, sin críticas directas hacia Cristina Kirchner y solo centrado en golpear a los únicos “soldados” indefendibles del oficialismo, como Guillermo Moreno y Luis D’Elía.

El tigrense convive con esas tribulaciones y muchas otras, como su cercanía al siempre cuestionado empresario mendocino Daniel Vila y sus conversaciones subrepticias con Eduardo Duhalde. Con esos antecedentes, ¿cómo puede hablar de ética y principios?

Massa puede ser muchas cosas, pero siempre será él mismo: aquel obsecuente jefe de gabinete que solo atinaba a agachar la cabeza cuando Cristina lo retaba en público por no haber sabido responderle cuál era la cotización del real brasileño.

© Escrito por Christian Sanz el martes 29/10/2013 y publicado en Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 

sábado, 22 de junio de 2013

La diferencia en hacerse o ser... De Alguna Manera...


Locura presidencial…
 

Es inevitable, pasado cierto tiempo en el ejercicio del poder todos los presidentes enloquecen. Por lo menos eso muestra la historia argentina reciente. Ninguna ideología desarrolló anticuerpos suficientes pues el virus ataca por igual a presidentes progresistas o conservadores, a democráticos o autoritarios. Es cierto que hay alguna diferencia entre los que son buenas y malas personas. Aunque sin ninguna garantía, los primeros tienen posibilidades de recuperarse pasado cierto tiempo como ex presidentes; así sucedió con Alfonsín, que algunos años después de la resaca del poder volvió a ser la misma persona profunda, bien humorada y tierna de cuando asumió la presidencia. En cambio, Menem nunca se sanó; tampoco llegó a la presidencia siendo un cúmulo de virtudes. Y quizás el mayor talento de Néstor Kirchner haya residido en algo poco valorado por sus seguidores: no haber querido ser reelecto inmediatamente. No vale el argumento de que si se intercalaban con su esposa podrían haber logrado 16 años consecutivos en la presidencia, porque si él hubiera sido reelecto y luego recién lo hubiera sucedido Cristina Kirchner habrían logrado la misma duración.


Megalónama
:

La megalomanía es un estado psicopatológico caracterizado por delirios de grandeza, poder, riqueza u omnipotencia. A menudo el término se asocia a una obsesión compulsiva por tener el control.


Pareciera que ningún presidente puede superar el resentimiento que debe producir haber sido primero adorado y premiado con índices de aprobación aplastantes y más tarde, cuando sus políticas dejan de ser útiles, pasar a ser descartado, ridiculizado e insultado. El primer mecanismo de defensa al que apelan los presidentes es la negación, que luego concluye con un autismo profiláctico. Pero antes la paranoia se transforma en odio generalizado al Otro.

Este proceso no es cronológicamente homogéneo; el resentimiento tiene una etapa de incubación en el que los síntomas no son muy expresados para luego producirse una aceleración de lo que vulgarmente llamamos “locura”, donde los presidentes parecen personas totalmente diferentes de las que fueron electas, desconocidas. Para ellos, los desconocidos son los votantes, que antes aplaudían lo mismo que ahora castigan. Igual que en las relaciones personales: cuando el cristal se rompe, el otro, más que extraño, parece siniestro, aquello que había sido familiar pasa a resultar tenebroso.

Eso le sucede a Cristina Kirchner con la sociedad: el despecho que le produce sentirse rechazada la lleva a retroalimentar el rechazo. Por momentos parece que provocara a propósito a la Corte Suprema para que le falle en contra. Auto cumple sus profecías. Carlos Zannini, pareja simbólica de la Presidenta, redobló la apuesta al decir que Lorenzetti tiene ambiciones presidenciales. Y para completar, Diana Conti agregó: “Hay países latinoamericanos que, por fallos de la Corte Suprema, han sacado a un presidente, hay que estar preparado para resistirlo”.

Ambos se refieren a que el presidente de la Corte Suprema llegue a la presidencia del país frente a una acefalía por renuncia de Cristina Kirchner, de su vicepresidente y los presidentes de las dos cámaras del Legislativo. El presidente de la Corte Suprema ocupa el cuarto lugar en la sucesión presidencial y el primer lugar entre los funcionarios no elegidos por voto popular. Esto último lo obligaría a ser presidente interino y llamar a elecciones en seis meses, pero una visibilidad extrema en un momento de crisis podría darle una altísima popularidad, como la que repentinamente tuvo Cobos en la época de la crisis del campo, y eventualmente ser él mismo candidato a presidente, manteniendo el cargo de presidente interino, y ganar la elección representando a una fuerza de unión nacional multipartidaria.

¿Pero para qué Zannini y Conti convocan a esos fantasmas? Últimamente sobran preguntas como ésa: ¿para qué promueven leyes contra la Corte Suprema sabiendo que tiene el poder de declararlas inconstitucionales? ¿Para qué la castigan públicamente si precisan de su benevolencia en fallos sustanciales para el kirchnerismo? ¿Para qué se comprometen con un 7 de diciembre que cambiaría la historia de los medios sabiendo que procesalmente esa fecha estaba fuera de su alcance? ¿Para qué sacan a Tinelli de El Trece para que no haya imitadores humorísticos en un año electoral y terminan con imitaciones más corrosivas para el kirchnerismo en el programa de Lanata? ¿Para qué colocan el fútbol en el mismo horario que Lanata aumentando su visibilidad? Justificaciones triunfalistas del tipo “las derrotas templan la militancia” esconden una acumulación de fracasos que pueden ser mejor explicados por una pérdida de lucidez.

La sinrazón encuentra alguna justificación formal en las palabras de la Presidenta cuando en Córdoba, tras el fallo adverso de la Corte Suprema, dijo: “La única batalla perdida es la batalla no dada”. Pero quizás lo definió mejor cuando al día siguiente, en el acto del Día de la Bandera en Rosario, comparó su lucha con la de Belgrano, de quien destacó que “lo tildaban de loco”.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 22/06/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.