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domingo, 2 de marzo de 2014

Hipogresía…De Alguna Manera...

Hipogresía…


Convierten lo malo en inevitable y lo antes denostado, en parte de una etapa promisoria. Por eso acuñaron la quimera de que la devaluación de enero le fue impuesta al Gobierno desde “afuera”. Arquetípica mueca peronista, siempre hay complots enderezados a despedazarnos. Ya en mayo de 1973, con Cámpora en la Casa Rosada, a punto de volver al país para morir aquí, Perón denunciaba la doble pinza de los “centros trotskistas” y de los “centros gorilas” conjurados contra él y contra la Argentina (portada de La Opinión, el diario de Jacobo Timerman, 31 de mayo de 1973). Esa característica indoblegable que permite usar las posiciones de principios dándolas vuelta como un guante, es una visceral hipocresía.
No debo robarle la palabra a Jorge Fernández Díaz, que cada noche se hace cargo del micrófono de Radio Mitre cuando yo concluyo mi “Esto que Pasa”. Él propone hablar de hipogresía para describir la hipocresía de quienes se llaman “progresistas”. Otra colega, Luciana Vázquez, inventó la semana pasada en La Nación un adverbio ríspido pero válido, “progremente”, que adjetiva en términos de prolijidad ideológica lo que se hace en nombre de la causa, aunque haya que devorarse densos guisos de sapo.
Es lo que hizo el académico Alfredo Zaiat esta semana en Página/12. Zaiat, a quien Cristina Kirchner elogia en público, aseguró que la deuda contraída por la Argentina para indemnizar a Repsol por la expropiación de su 51% en YPF, era “buena” porque tuvo “un resultado muy favorable al Estado argentino”, algo que “culmina en saldo positivo para la Argentina”.
Es cierto que Axel Kicillof, exuberantemente elogiado por Zaiat, dijo que “no les vamos a pagar lo que ellos dicen, sino el costo real de la empresa. Dicen que son 10.000 millones de dólares. ¿Y eso dónde está? Los tarados son los que piensan que el Estado tiene que ser estúpido y comprar todo según el estatuto de YPF”. También es cierto que Kicillof y Julio de Vido habían calificado de saqueadora a Repsol y habían sugerido que debería ser la empresa española la que debería pagarle a la Argentina, no al revés.
Si bien la progresía local admite que el motivo oficial al decidir la expropiación es que el Gobierno se desayunó en 2012 con la calamidad de que la Argentina había perdido su autoabastecimiento energético, Zaiat es enternecedor en este punto. Barrunta que eso sucedió porque el Gobierno “confió (sic) en demasía en el comportamiento de las petroleras privadas, en especial de Repsol con sus socios argentinos Eskenazi”. O sea que Néstor Kirchner, uno de los dos padres de la patria, al lado de Jose de San Martín, como dictaminó estos días el gobierno argentino, fue una víctima de su buena fe. Pobre Néstor, dice la academia progresista, Repsol y los Esquenazi le hicieron el cuento del tío y luego se la llevaron con pala, hasta que llegó Cristina y “mando a parar”.
Las agachadas son movimientos tácticos geniales, los giros a cualquier extremo son artilugios monumentales que revelan la sapiencia profunda de la conducción. Todo obedece a la arcaica pero vigente doctrina nacional: así-como-te-digo-una-cosa-te-digo-la-otra. El muy presidenciable Daniel Scioli se maneja con una consigna astuta: propone alejarse del populismo y del neoliberalismo, o sea de Menem y de los Kirchner, gobiernos que han sido producidos por el peronismo. Juegos de palabras, muecas retóricas, impunidades semánticas, en todos los casos habrá siempre voluntariosos explicadores, listos para argumentar que el cambio de ruta es un imperativo táctico que no modifica el destino ideológico.
Sucedió en 1921 en la Rusia bolchevique, cuando tras los primeros años de revolución socialista, Lenin adoptó la Nueva Política Económica (NPE), una estratagema para lograr inversiones capitalistas en la derruida economía soviética. Eso incluiría libre mercado y un capitalismo de Estado que numerosos comunistas rusos aborrecían. Sin embargo, Lenin solo quería ganar tiempo y la NPE le permitiría fortalecerse para, ahí sí, lanzar a la URSS rumbo al socialismo. Lenin murió en 1924 y fue reemplazado por Stalin, que instauró un reinado del terror, en el totalitarismo mas desaforado. Así y todo, al georgiano no le tembló el pulso para pegar un volantazo en 1941 al firmar un tratado de no agresión con la Alemania de Hitler.
La feligresía intelectual del comunismo siempre justificaría las razones “del partido” para zigzaguear sin sonrojarse. Cuando la URSS se desplomó en 1990/1991, Cuba, que era a esa altura poco menos que un satélite dócil de los soviéticos, proclamó el “período especial”. Tres lustros más tarde, y ahora bajo la conducción de Raúl Castro, ha iniciado un tembloroso pero ostensible retorno a una especie de socialismo pequeño burgués o capitalismo barrial. Para todo siempre hay una explicación y una tolerancia inauditas. ¿Cómo no existirían, en esta estólida mirada, deudas “buenas”, mientras que otras serían malas?
La semana pasada este diario dedicó 12.500 palabras a reproducir una entrevista de Jorge Fontevecchia a Beatriz Sarlo y Horacio González. El director de la Biblioteca Nacional fue capaz de decir en esa ocasión que “el acto de la ESMA con (Néstor) Kirchner (en marzo de 2004) solo en la tarima, fue una injusticia hacia Alfonsín, reconocida de inmediato. Y por otro lado, el Gobierno es alfonsinista por todos los lados que lo quieras ver”. Dos patrañas en muy pocas palabras: Kirchner nunca reconoció en público el juicio a las juntas, ni jamás se rectificó de esa insolente desvirtuación de veinte años de luchas democráticas previas a 20113. Calificar de “alfonsinista” al gobierno de 2003 a la fecha es, por otra parte, una gruesa demasía, indigna de los pergaminos literarios de González, para quien el kirchnerismo es “como un intento de transformación de la trama íntima del peronismo”.
Deudas buenas y un Kirchner “alfonsinista”; para la ardorosa y florida prosa explicatoria de los sacerdotes de la hipogresía oficial no hay límites imposibles. Esas rodillas siempre se pueden flexionar un poco más.
© Escrito por Pepe Eliaschev el Sábado 01/03/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


jueves, 27 de febrero de 2014

Él y Ella, el matrimonio perfecto... De Alguna Manera...

El día que los Kirchner apoyaron la privatización de YPF…


La errática historia de YPF —con el capítulo de hoy incluido— es la postal de la sinuosidad del propio kirchnerismo. Muchos parecen olvidar que fue Néstor Kirchner quien gestó el ingreso de la familia Eskenazi al directorio de YPF en 2008, provocando la inevitable transferencia de divisas que debían utilizarse para exploración hacia los bolsillos de los mismos accionistas españoles que hoy denuesta Cristina.

Sin embargo, no es esa la peor contradicción del entonces matrimonio: en 1992/93, Néstor y su esposa fueron los impulsores más férreos de la privatización de YPF. Video y documento que se muestran a continuación, son irrefutables a ese respecto:


En realidad, no ha sido gratuito el apoyo de los Kirchner al impulso privatizador. A cambio, el entonces ministro de Economía Domingo Cavallo —hoy curiosamente fustigado por los K— les "ofrendó" más de 500 millones de dólares bajo el engañoso concepto de "regalías mal liquidadas". Ese dinero, que pertenece al Estado, jamás apareció luego de que fuera girado al exterior por Néstor. Se trata de los evaporados fondos de Santa Cruz.

Solicitada publicada en 1992 por los principales diarios santacruceños

¿Cómo explica Cristina ese viraje, de apoyar la privatización de YPF a impulsar su expropiación? En efecto, la mandataria no explica nada porque nadie le pregunta nada.

Si alguien se atreviera a indagarla, la Presidenta debería responder, entre otras, las siguientes preguntas:

-¿Adónde estaban ella y su esposo cuando Repsol se encontraba vaciando la misma empresa que ahora "nacionaliza"? ¿Por qué no lo denunció antes?

-¿Por qué se impulsó el ingreso del grupo Eskenazi a YPF y luego se destrozó a esa misma familia públicamente?

-¿Por qué un año antes de expropiarla, la mandataria alabó el trabajo de esa misma empresa?

Como se dijo anteriormente, Cristina no responderá nada: no le interesa dar explicaciones de sus actos. Es su naturaleza, ni más ni menos.



© Escrito por Christian Sanz el Jueves 27/02/2014 y publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


sábado, 25 de enero de 2014

Del dicho al hecho… De Alguna Manera...


La derrota cultural K…

Uniforme de combate. César Milani. Dibujo de Pablo Temes

Cómo el propio Gobierno demuestra en la gestión que la batalla por una sociedad justa era, más que nada, retórica. Del dicho al hecho.

No es lejano el recuerdo de cuando se hablaba de la “batalla cultural” ganada por el kirchnerismo. Apenas tres años después de aquel juicio impactante, con la misma contundencia y el mismo apoyo empírico aquella vez alegados, podemos proclamar la noticia, en principio muy buena, de su derrota. Necesito aclarar por qué digo que la noticia es “muy buena,” por qué digo que es “contundente,” y por qué digo sólo “en principio”.

La noticia es muy buena porque, finalmente, el kirchnerismo dejó claro que era más un obstáculo que un medio para alcanzar una sociedad más justa, más igualitaria y sobre todo más fraterna. Luego del huracán de su paso por diez años, los niveles de pobreza y desigualdad son dramáticos en términos históricos, y con tendencia al empeoramiento (la diferencia de ingresos entre el 20% superior y el 20% inferior era de 7,36 en 1961, 10,24 en 1986, 12,28 en 2009, y en grave declive desde entonces, si las simuladas cifras oficiales nos permitieran confirmarlo); todos los servicios públicos básicos aparecen abandonados; y los lazos sociales se han corroído hasta los niveles de horror que comprobamos durante los últimos saqueos: vecindarios armados contra un “enemigo interno”, nacido y criado en su propio vientre.

La noticia es contundente porque hoy ya no es necesario hacer esfuerzos de “desenmascaramiento”. Para cualquiera –salvo para el núcleo duro de su militancia– el kirchnerismo es, más que la contracara, la caricatura de los ideales que alguna vez predicó. Años atrás, cualquiera podía entender de qué hablaba el kirchnerismo cuando sacaba el pecho y contraponía el intervencionismo estatal (con el que se identificaba) al neoliberalismo menemista (al que repudiaba con el fanático fervor de los conversos). Hoy, en cambio, el kirchnerismo representa la falta de luz en verano, ante los primeros calores; la falta de gas en invierno, ante los primeros fríos; tarifas subsidiadas para los ricos y caras para los más pobres; una red de transporte que nos condena al sufrimiento, con trenes que luego de la masacre siguen rodando salvajes, amenazantes: un insulto que se graba día a día sobre la piel de un pueblo cansado. Pese a la retórica estatista, fue el kirchnerismo el que obligó a ese pueblo a recurrir al abuso de los proveedores privados. En manos privadas hubo que recalar para proveerse de los bienes dignos que antes garantizaba un Estado bueno: primero salud y educación, luego transporte y seguridad, enseguida el agua porque bajaba sucia, y –la novedad de estos días– generadores de electricidad particulares.

Años atrás, hablar de las continuidades existentes entre menemismo y kirchnerismo resultaba una provocación que corría en desventaja, una injuria que debía demostrarse ante interlocutores impávidos. Hoy, esa continuidad es demasiado obvia como para ser demostrada. No sólo porque el elenco es casi el mismo (repásese la lista de los principales legisladores, gobernadores, intendentes), sino, sobre todo, porque la estructura económica y social del país no difiere mucho de la que entonces predominaba: la economía está tan concentrada y más extranjerizada que durante el menemismo; el país quedó maniatado a la voluntad de los Repsol, los Chevron, las compañías mineras contaminantes y los empresarios del juego. Es decir, seguimos dependiendo de las decisiones de un puñado de empresarios ricos, envueltos en negocios sucios, y aplaudidos por la misma farándula excitada de los años idos.

Carcomida la retórica K sobre el Estado, la de los derechos humanos pasó a ser la última frontera de su legado. La debacle en la materia fue brutal: medidas y nombramientos sucedidos uno tras otro, sin respiro, sin compensación y sin matices: la ley antiterrorista, aprobada –para no dejar dudas– como primera ley del cristinismo. Enseguida llegaron el espionaje sobre militantes sociales (Proyecto X), organizado por el Ministerio de Seguridad; el uso de las fuerzas armadas para resolución de conflictos internos; los nombramientos de Sergio Berni en el Ministerio de Seguridad, César Milani al frente de la Inteligencia, Alejandro Granados en la Seguridad de la Provincia, Alejandro Marambio en el Servicio Penitenciario. No eran errores ni excesos, sino una política consistente, rotunda y sin fisuras, que se coronó días atrás con Hebe de Bonafini abrazada a Milani, nuevo jefe del Ejército, y un coro de partidarios celosos balbuceando tonterías.

Los hechos señalados sólo ilustran el fin de la fábula. Dejo constancia de que hasta aquí no mencioné siquiera a la corrupción; no he dicho nada sobre los diez años de mentiras del Indec; nada del hiper-presidencialismo; nada sobre la hostilidad con los campesinos e indígenas; nada sobre el modo en que desalientan, ridiculizan y atacan a la participación popular, a las ONG, a los grupos ambientalistas; nada sobre el modelo extractivista, clientelista y consumista de desarrollo. No es necesario hacer más esfuerzos argumentativos. Quien no quiera convencerse no será convencido por nadie, pero ya no es necesario convencer a más gente. (Hasta hace poco, muchos veían estos problemas, pero los balanceaban diciendo que el peronismo era liderazgo, la única garantía de gobernabilidad en un país desbocado. Pero luego de meses de una presidenta ausente, con pánico de contaminar su investidura con algún problema; luego de saqueos que recorrieron el país en medio de la falta de luz, gas, agua, trenes, policía, es difícil seguir repitiéndolo. El peronismo no garantiza la gobernabilidad, y es parte fundamental de los problemas que la ponen en crisis).

El kirchnerismo perdió la batalla cultural, pero el problema es que el mal contra el que peleamos lo trasciende largamente. De allí que la buena nueva de su derrota sea buena sólo “en principio.” Las bases de la desigualdad estructural, que el kirchnerismo consolidó como nadie, nacieron antes que él, y seguirán luego de su duelo. Resolver la desigualdad no requiere sólo medidas que no se toman, sobre una estructura de miseria sólida e intacta, sino disposiciones morales y actitudes sociales –un ethos extendido– que hace años quedaron exhaustas. Por eso la derrota del kirchnerismo no significa victoria. La disputa por una sociedad justa, igualitaria, fraterna la venimos perdiendo desde hace años.

© Escrito por Roberto Gargarella, Doctor en Derecho, el Domingo 12/01/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

domingo, 20 de mayo de 2012

Riesgo país y sus buitres... De Alguna Manera

El mayor riesgo país sería creerles…

Los bonos en dólares son la herramienta utilizada por quienes buscan fugar dinero en forma clandestina. Imagen: Guadalupe Lombardo

Tras la expropiación de YPF, las calificadoras llevaron el índice riego país a más de 1.000. Un viejo fantasma volvió a la city y al escenario político. Mientras los bonos en dólares se pagan hasta un 30 por ciento por encima de su valor de rescate, las calificadoras le suben el riesgo país como si sus títulos de deuda fueran bonos basura. ¿Por qué?

En las últimas semanas volvió a hablarse en los medios de un concepto que parece arrancado de la penosa historia política y económica de los ’90, “el riesgo país”. Y si reapareció, lógicamente, es porque se lo asoció a un alza que para algunos merecía convertirse en noticia: superó los 1000 puntos. Es decir que, a los ojos de “los inversores extranjeros”, el país vuelve a ser una plaza riesgosa, de improbable recuperación de la inversión, y más aún de los créditos que se le otorgaran. ¿Cuánto tiene que ver esa sensación transmitida por las calificadoras y los medios con la realidad económica del país? ¿Cuánto tiene que ver la intencionalidad de quienes buscan obstaculizar determinadas acciones del Gobierno para cambiar reglas de juego aún vigentes desde la época de la convertibilidad? En definitiva, volver a hablar del riesgo país elevado, ¿significa que el país volvió al pasado o que volvieron al escenario los actores que antes agitaban esos mismos fantasmas?

La reaparición de este viejo y conocido fantasma está rodeada, como no podía ser de otro modo, de misterios. El primero tiene que ver con su propia génesis. El nivel de “riesgo” que le corresponde a cada país tiene que ver con el diferencial de tasas entre un título de deuda pública de “riesgo cero” (de cobrabilidad absolutamente segura) y la tasa que se le asigna al país que se está buscando “medir”. El bono de riesgo cero está definido por convención: es el título de la deuda de largo plazo de la Reserva Federal de Estados Unidos. Es el organismo encargado de imprimir los dólares, por lo cual el incumplimiento de compromisos de pago en esa moneda resulta inverosímil, casi imposible. Casi, porque el año pasado Estados Unidos estuvo a punto de declararse en default porque el Congreso no le autorizaba a seguir endeudándose y la emisión de dólares (para capitalizar a bancos defondados durante la crisis) ya había llegado a un límite intolerable.

A pesar de las circunstancias, el bono de deuda de la Fed sigue siendo el considerado de riesgo cero. Como medida para contrarrestar la crisis, la tasa de ese bono está en uno de sus más bajos niveles históricos, en el 0,5 por ciento anual (medio punto de interés al año, 50 centavos de dólar por cada 100 dólares prestados). Es un dato cierto, exacto, público. En cambio, la tasa que se le asigna al país al que se le “mide” el riesgo es mucho menos preciso. Para eso están las grandes consultoras, como Standard and Poors y Moody’s, que dirán cuál es el riesgo de cada país en función del valor de mercado de sus bonos de deuda, pero también ponderando la “solvencia” macroeconómica y la de su gobierno, la “voluntad” de pago de su deuda y “la capacidad potencial de generar divisas”.

Entre los numerosos bonos de deuda soberana que emite Argentina, se toman los que pagan el vencimiento en valor dólar para compararlo internacionalmente. Cuando un país está en crisis y hay una fuerte presunción de que no va a pagar su deuda, estos bonos caen a un valor irrisorio porque es como una brasa caliente, que nadie quiere tener en sus manos cuando se declare el default. Un especulador lo podría tomar a la mitad de su valor sólo porque se arriesga a que, si se cobra, recibirá el doble de lo que invirtió (100 por ciento de ganancia). Ese diferencial entre la renta reclamada para aceptar el bono y la que paga un bono seguro (el de Estados Unidos) es lo que se denomina “riesgo país”.

Hasta aquí, todo bastante razonable y técnico. Cuando Argentina hacia fines de los ’90 era visto como país caminando por el desfiladero y con los ojos vendados, los bonos de deuda soberana se ofrecían por monedas, por al altísimo riesgo de default, y el “riesgo país” trepaba a 2000, 3000 o más puntos. Quienes preveían el default no se equivocaron: ocurrió en 2002. Pero hoy, sin la trampa de la convertibilidad, Argentina cumple sus compromisos y los bonos, curiosidad del destino, cotizan en el país con un “premio” del 20 o el 30 por ciento del valor nominal de rescate: entre 5,40 y 5,80 pesos por dólar nominal.

Si el riesgo país se tomara en función de este valor del mercado local (Buenos Aires), hoy resultaría negativo: el inversor está comprando a 5,40 lo que el Gobierno promete pagar 4,47 más un 7 por ciento anual. ¿Qué pasa con esos mismos títulos, por caso el Boden 2017, denominado en dólares, en el mercado de Nueva York? Hasta hace un mes, se llegó a pagar (en dólares) hasta un 8 o un 9 por ciento por encima de la par (por encima del valor de rescate que ofrecía el Gobierno). Conforme a ese parámetro, al menos, el bono argentino resultaba para el inversor más seguro o confiable que el bono estadounidense. Nadie habló entonces –las consultoras, menos– de un riesgo país cero o negativo para Argentina. ¿Cómo es posible que, en menos de un mes, el tema se convirtiera en noticia, pero justamente en el sentido contrario?

Es sabido que en Buenos Aires estos bonos denominados en dólares están siendo utilizados por quienes pretenden transferir dinero sin declararlo al exterior, mediante una operación que la jerga financiera llama “contado con liqui” (por “operación local al contado con liquidación en el exterior”): compra del título en pesos acá y venta del mismo título inmediata en el exterior para su cobro en dólares. Como esa fuga de divisas no se puede declarar, quien la hace no puede comprar los dólares en el mercado formal, y está dispuesto a pagar una diferencia porque seguramente será más lo que gane por sacar del país lo que obtuvo con malas artes. Eso justifica el alto precio local de los bonos en dólares.

Mientras tanto, lo que sucedió en el exterior (Nueva York) fue que los Boden 2017 empezaron a bajar de precio y en pocas semanas pasaron de cotizarse 8 por ciento sobre la par a un valor del 15 por ciento de descuento respecto de su valor nominal. La regla dice: baja el precio de mercado del bono, sube el riesgo país. El inversor extranjero reclama un precio mayor por “prestarle” al Gobierno (comprar un título de deuda). En este caso, paga 85 en vez de 100 (el mencionado 15 por ciento de descuento de la cotización) para obtener un interés del 7 por ciento. Es decir, está reclamando una tasa de retorno tres veces mayor. ¿Eso es equivalente a una suba del riesgo país a un índice 1000? Para nada, es una caída de la calificación totalmente desproporcionada respecto de lo que reflejan los mercados. Pero entre ambos “castigos”, el del mercado y el de las calificadoras, hay más de un punto de contacto.

Hay un dato objetivo: el valor de los bonos argentinos en Nueva York empezó a caer a partir de que se conoció la decisión del Gobierno de recuperar YPF, enviando al Congreso el proyecto de expropiaciones de acciones en propiedad de Repsol. Menos certero resulta indicar por qué cayeron los bonos, si fue por percepción de mayor riesgo de parte de los inversores, o por un manejo intencional de algún sector económico-financiero que tiró abajo el precio para sancionar la decisión del Gobierno. El mercado de bonos argentinos en Nueva York es muy reducido y todo es posible.

El otro dato objetivo es que las calificadoras reaccionaron inmediatamente a estos movimientos y comenzaron a subir el índice de riesgo país, pero de modo más acelerado o amplificado respecto de lo que se observaba en el mercado. Otra vez el mismo interrogante respecto de las motivaciones: ¿fue por percepción de que empeoraban las condiciones generales para la inversión en Argentina o fue una acción concertada con grupos económico-financieros con intenciones políticas? Con los antecedentes de estas consultoras internacionales, también todo es posible.

Estos son los sucesos que escoltan el reingreso del riesgo país en el escenario. Un escenario en el que predomina la disputa entre los grupos financieros aún dominantes en la economía mundial (pero en crisis) y gobiernos que buscan quitarse de encima las restricciones impuestas con el neoliberalismo. El riesgo país es una de las herramientas con las que se ejerció el dominio sobre las políticas económicas de los países dependientes, condicionando lo que podrían o no hacer en función del “humor de los mercados”. En la actualidad, por propia voluntad, el gobierno nacional no toma crédito en el mercado financiero mundial, por lo cual la suba del “riesgo país” no encarece, como en los ’80 y los ’90, el costo que paga por endeudarse. Es más una sanción política que económica, que tendrá mayor o menor peso en función de la legitimidad que se conceda a las calificadoras que determinan ese riesgo país.

© Escrito por Raúl Dellatorre y publicado en el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 20 de Mayo de 2012.



viernes, 11 de mayo de 2012

Roberto Lavagna...Expresionista y muy crítico... De Alguna Manera...

“Al Gobierno ya no le quedan ni la caja en pesos ni la de dólares”...

Expresionista y muy crítico. Roberto Lavagna en su escritorio. En la pared, una de las últimas obras del ex ministro de Economía. El cuadro lleva por título, Pasión Gitana.

Se cumplieron diez años desde que tomó el manejo de la Economía en 2002 y el ex ministro dice que de aquel modelo, ya no subsiste nada.

¿Es un Marcia Shcwartz? No. Es un Roberto Lavagna.

Últimamente, el ex ministro se dedica a la pintura, lo que no es sinónimo de retiro y mucho menos, de silencio. Ya transcurrió una década desde que asumió para el manejo de la economía en el dramático 2002. Los bancos estaban cerrados y la mitad de la población había caído en la pobreza. Lavagna y su equipo fueron desmontando desde la crisis de la deuda con una quita del 75% a los acreedores, hasta la normalización del sistema bancario y el fin de las cuasi monedas que ahora amenazan con volver. Fueron casi cuatro años (abril de 2002, diciembre de 2005) de decisiones contundentes. Cuando se le pregunta sobre uno de los pilares de su modelo, los superávits gemelos, el comercial y el fiscal, responde: “ Hoy no hay ni caja en pesos que es la fiscal ni caja en dólares que es el superávit comercial. Tampoco hay inversiones y si no hay inversiones no hay suficiente empleo en blanco ”, le dice a Clarín.

¿Qué quedó de aquel modelo?

Quedó una experiencia social e intelectual importante. Pero en términos de política económica no quedó nada. El superávit fiscal, que había sido récord histórico, ha desaparecido, hoy hay déficit. El de cuenta corriente, que era de mas de 10.000 millones, también desapareció. Un tipo de cambio que hacía a la Argentina competitiva ya no está, la tasa de inversión es mucho menor y hay además una inversión ineficiente a cargo del Estado. Quedó, eso sí, el esfuerzo que hizo la sociedad argentina con mucho éxito y el conocimiento intelectual de cómo se puede conducir una política distinta.

La soja a más de US$ 500, ¿blinda la economía?

Vea, en diciembre de 2005 cuando se produce el cambio de gabinete económico, la soja valía US$230. Y desde 2007 cotiza entre 450 y 600. Eso significa un frente externo cómodo, además, por la refinanciación de la deuda. Pero esa gran comodidad desapareció por efecto de errores muy grandes en política energética. Este año hay previsto importaciones por US$ 12.000 millones cuando el país exportaba más de lo que importaba. El error liquidó la caja en dólares. Pero hay otro tema grave y es que dejó de caer la pobreza por efecto de la inflación.

¿Pese a la Asignación por hijo?

La Asignación ayudó a que haya menos indigentes. Pero actualmente está perdiendo el impacto por culpa de la inflación. Si se le puede enviar un mensaje a la Presidenta es que hoy tiene una prioridad y ya debe hacer un ajuste en la asignación universal.

La estatización de YPF, ¿no era una prioridad?

La privatización fracasó. Repsol nunca estuvo a la altura de YPF, era el pez pequeño que se comía al grande. Era simplemente una empresa de distribución y no tenía ni el capital ni la tecnología. Luego vinieron los socios argentinos que tampoco tenían el capital y la tecnología y ahora que el Estado se convierte en dueño tampoco la tiene. Hay que ver cómo se resuelve para atraer empresas que dispongan la tecnología. Sino, el simple cambio accionario no modifica nada.

¿Qué puede hacer el Estado?

Atraer socios internacionales. Requiere una conducción de primer nivel. No es lo que se vio al menos hasta el viernes, cuando los responsables de la crisis energética estaban sentados en YPF. Además, hacen falta controles.

¿Qué observa en la economía?

Veo un cuadro de degradación progresiva. No soy de los que creen en crisis inminentes. Este cuadro empezó en 2007. No se notaba porque las cajas tenían un gran superávit. Pero a medida que fueron enflaqueciendo, los problemas emergen. Esa dinámica llevó a tener más inflación. Ya vamos por el séptimo año de inflación entre 20 y 25% y hay fuga de capitales. El último año de ingreso neto de capitales fue 2005. A partir de ahí, la salida fue mayor al ingreso. Esos capitales son los que tendrían que estar hoy en la inversión y en la creación de empleo. Es la otra cara de la moneda. Si hay desconfianza, los capitales se van, la inversión no se produce, el empleo no se crea.

¿Cree habrá estancamiento de la actividad con inflación?

Todavía las tasas de crecimiento rondan en torno al 4% pero viene desacelerándose, porque la falta de las cajas y la desconfianza que genera la apropiación de ciertas cajas hace que se acelere la salida de capitales y no haya recursos para la inversión.

¿Qué debería cambiar? Todo. Le diría a la Presidenta cuidado con los vendedores de fantasía, que los hay, del lado empresario. Cuidado con los que le dicen que una medida como la devaluación resuelve las cosas. Eso no resuelve nada.

¿Cuál es su opinión sobre el nuevo hombre fuerte de la economía, Axel Kicillof?

No opino sobre gente sino de resultados. De la gente supongo siempre lo mejor. Pero en política energética los resultados son catastróficos, lo mismo en transporte.

¿Cuál es el mayor riesgo?

Lo que me preocupa no son tanto los capitales que no vienen sino los que se van, En estos seis años se acumuló una salida de capitales de U$$ 80.000 millones y esto es desconfianza. La credibilidad es central. Nosotros fuimos duros en las negociaciones pero fuimos creíbles y eso es hacer lo que se dice y decir lo que se hace, tanto internamente como en el exterior. Lo hicimos con un gran contenido técnico y dando la cara siempre, lo que ayudaba después a resolver las cosas.

© Escrito por Silvia Naishtat y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el martes 8 de Mayo de 2012.


martes, 8 de mayo de 2012

Cemento peronista... De Alguna Manera...

Cemento peronista... 

Néstor Kirchner en bandera de fútbol, en el Congreso por YPF.

La estatización del 51% de YPF reavivó el disgusto del antikirchnerismo con la mayoría de los dirigentes de la oposición. Les reprochan que sus discursos sean duros contra el Gobierno pero luego voten a favor gran parte de sus principales leyes. Y que dejen toda la iniciativa política al oficialismo.

El foco de esta crítica recae sobre el panradicalismo: la UCR, el socialismo y sus aliados del Frente Amplio Progresista, y los legisladores residuales de la Coalición Cívica/ARI sin Carrió. No es casual que la crítica institucional proviniera del macrismo y la defensa la asumiera Alfonsín. Macri no pudo hacer una alianza electoral nacional en 2011 porque dentro del radicalismo perdió el ala más conservadora (en distintos grados Aguad, Sanz y Cobos), sector al que le gustaría sumar al PRO para las elecciones de 2013.

Además de las del macrismo, se suman críticas –muchas veces con igual o mayor dureza que contra el oficialismo– de quienes no soportan al kirchnerismo y se ponen impacientes en la búsqueda de cualquier alternativa que le haga frente sin importar que provenga de la derecha o la izquierda.

Como el peronismo pudo privatizar YPF en los 90 y reestatizarla ahora, suponen que poco importa que la oposición venga del progresismo o del conservadurismo, con tal de que venga.

Pero es equivocado percibir sólo contradicciones entre aquella privatización y esta estatización. Como entre el Perón de los cincuenta y el de los setenta, o entre los dos sectores armados del peronismo que se enfrentaron también en los setenta. Hay una unidad de acción en la trama de los gobiernos peronistas que es invisible para muchos y evidente para todos los que votan sistemáticamente al PJ.

Hay un cemento peronista que une los ladrillos que privatizaron y reestatizaron YPF. Ese cemento es más valorado por muchos argentinos que los propios ladrillos. Y ese cemento está hecho de acción y ejecutividad. De un vitalismo que es la causa de Menem o Kirchner y no su consecuencia.

En los discursos sobre YPF en el Congreso, el jefe de los diputados kirchneristas, Agustín Rossi, citando a Scalabrini Ortiz, explicó de qué está hecho ese cemento: “No somos agua de estanque, no queremos pudrirnos, por eso siempre avanzamos”.

Pero para avanzar continuamente no se puede hacerlo siempre en la misma dirección. Y el peronismo se encarna en cada época en lo que es posible para ese ciclo del país. En los 90 no había un contexto mundial afín al keynesianismo, había caído el comunismo, la Academia de Suecia no otorgaba el Premio Nobel a economistas como Joseph Stiglitz o Paul Krugman, y los países en vías de desarrollo sufrían malos términos de intercambio entre sus exportaciones e importaciones porque los precios de las materias primas eran bajos.

En ese contexto, la única forma de aumentar el gasto público era con deuda y venta de activos. No son pocos los extranjeros que sostienen que los argentinos siempre se las arreglan para salir ganando (aunque no sin consecuencias). Primero, al tomar dinero de los extranjeros en forma de préstamos y ventas de activos para luego hacer default y no devolver los préstamos y reestatizar los activos pagando mucho menos o nada. El argumento de que gran parte de ese dinero se lo llevó la corrupción o benefició sólo a un determinado círculo, tanto en los primeros años de los 90 como en estos últimos del kirchnerismo, no se compadece  con el 50 y 54% de votos que obtuvieron Menem y Cristina Kirchner en sus reelecciones.

Los políticos venden felicidad presente, no futura –cuidado Moreno con los faltantes de antidepresivos por sus trabas a la importación– y la oposición no encuentra un proyecto alternativo que pueda ofrecer mayor suma de felicidades presentes.

A la vez, la oposición está dividida en dos sectores difícilmente reconciliables: el conservador de Macri y el progresista de la mayoría del panradicalismo. El sector conservador tiene el problema de que está a contramano de la historia, cuyo espíritu de época se inclina hacia el progresismo. El sector progresista sintoniza con el momento pero queda opacado por un Gobierno que ocupa ese mismo espacio ideológico. Como en tantos ámbitos, las cosas son una sombra de las ideas para unos; y para otros, las ideas son afecciones del alma.

Si se quiere que algo nuevo emerja, a veces hace falta una emergencia. Para que la oposición tenga futuro, el kirchnerismo debería hacerse conservador y dejar vacío el espacio del progresismo al panradicalismo o fracasar con un progresismo profundizado, recreando en la sociedad deseos de lo contrario, la esperanza de Macri.

Ninguna sociedad cambia mientras le va bien y todas lo hacen cuando les va mal. Europa, Estados Unidos y Latinoamérica muestran en cada elección el mismo comportamiento.

Queda la apuesta de Scioli a que la sociedad no quiera ni tanto cambio ni tanta continuidad y ser en 2015 el plan B de un kirchnerismo resignado a la homeopatía.

Hay una diferencia entre hacer algo y dar lugar a algo. Quien abre una ventana  y con ello refrigera una habitación no hace el viento que entra por la ventana sino que da lugar a que baje la temperatura. En la política hay ejemplos comparables: Menem o Cavallo no hicieron los 90 ni los Kirchner, Moreno y Kicillof, lo actual. Afuera había un clima  que hacía posible –abriendo la ventana– cambiar la temperatura interior. Pero no hicieron ellos el clima. El kirchnerismo, en los 90, no podría haber practicado esta política y el menemismo no podría haber realizado la actual en su época. Más allá de las batallas de relatos, los climas se descubren, no se inventan.

Cuando hay conflicto entre nuestro sistema de creencias y la realidad, cambiamos nuestras creencias. Fue siempre así. Esto vale también para los otros: Repsol fue hiperagresiva la década anterior, cuando España era el país estrella de las finanzas y se convirtió en “reposol” cuando la crisis española le multiplicó el costo del crédito.

El imperio de lo real estructura nuestra manera de pensar. Cualquier cosa puede ser semejante a otra si nos esforzamos lo suficiente.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 5 de Mayo de 2012.


sábado, 5 de mayo de 2012

YPF como es "De Vido"...

YPF desde los ’90 como es "De Vido"...

La esposa de De Vido, Alessandra Minnicelli, fue síndica de YPF cuando se vendió a Repsol y también durante la estafa a 30 mil ex ypefianos. Los directores de YPF desde 2003.

Los vínculos entre el kirchnerismo y la YPF privatizada empiezan antes del 2003. Durante los 90s, los actuales interventores Julio De Vido y Daniel Cameron, el ministro de Planificación que no planificó y el secretario de Energía que nos llevó a la crisis energética respectivamente, fueron “miembros activos” -expresión literal del currículum de De Vido- de la Organización Federal de Estados Productores de Hidrocarburos (OFEPHI). Cuando se privatizó YPF en 1992, Néstor Kirchner era el presidente de la OFEPHI, a la vez que secretario de Acción Política del Consejo Nacional del PJ.


Alessandra, tu síndica

Como parte de los acuerdos con el gobierno nacional de Carlos Menem, la esposa de De Vido, Alessandra Minnicelli, fue síndica suplente entre el 30 de abril de 1996 y el 14 de octubre de 1999. Integró el directorio de YPF durante la venta a Repsol. También durante la estafa a los ex trabajadores ypefianos. Como síndica representaba las acciones del Estado nacional, los provinciales y el 10% que se le había otorgado a los trabajadores por el Programa de Propiedad Participada (PPP) a principios de los noventa. Pero esas acciones nunca fueron repartidas como se había prometido. En la época en que la esposa de De Vido era síndica, el Estado nacional se las apropió para inmediatamente venderlas en la Bolsa de Nueva York, lo que significó la primera compra de acciones de Repsol en YPF. 4.677 trabajadores fueron obligados a desprenderse de sus acciones y cobraron un valor menor al real, mientras que 30 mil ex ypefianos (despedidos durante los 90s, posteriormente al PPP) no vieron un peso. La operación se hizo mediante el decreto 628/97 de Menem, con el aval previo de una reunión del Directorio de YPF que realizó un prospecto en donde se señalaba, falsamente, que se habían recabado las autorizaciones de los trabajadores accionistas. Por tal motivo, Alessandra Minnicelli fue procesada junto con otros funcionarios (el resto del directorio, Cavallo, Menem y otros) en la Causa Penal 8568/99, acusada de ser corresponsable por “acción u omisión” de hechos fraudulentos. A Miniccelli la defendió el estudio de Esteban Righi. Sobreseída por el juez Bonadio en 2006, en 2007 la causa -y la imputación- fue reabierta, y finalmente en 2011 la Sala I confirmó el sobreseimiento, en un fallo dividido ya que un juez (Horacio Cattani) votó por seguir la investigación. Los camaristas Eduardo Farah y Martín Irurzun utilizaron un curioso argumento: “una mala administración no se traduce en la comisión de un delito” aunque quede claro “la toma de decisiones que, vistas a la distancia, indudablemente no fueron las más convenientes para el universo total de los trabajadores de la empresa”.

Por lo tanto, aunque las acusaciones no se hayan correspondido con tipificaciones penales, Farah indicó que “la eventual exclusión de la responsabilidad penal no coarta la posibilidad de la existencia de una responsabilidad política, civil o de otra naturaleza”.

Previamente al sobreseimiento, en 2001 la Corte Suprema dictaminó en el “Caso Antonucci” que el 10% de las acciones debería haber pasado a todos los trabajadores. En respuesta a ello, en 2002 el Congreso votó una ley de indemnizaciones, cuya resolución y reglamentación ocurrió durante los años 2003 y 2004, ya en plena gestión de Néstor Kirchner. Los ex ypefianos criticaron los bajos montos allí fijados, a pagarse en bonos (negocio para financieras y especuladores), y que además el cobro implicase la renuncia a toda acción judicial, según determinó el decreto 821/04 firmado por Kirchner, estableciendo incluso que el decreto pase por encima de las normas fijadas en la Ley de Contrato de Trabajo. La crítica de los ex ypefianos prosiguió, no sólo por una cuestión indemnizatoria, sino considerando todo el proceso de la venta de acciones como ilegal y nulo -planteo que Kirchner eligió desoír. Dichas acciones volvieron a ser noticia estos días por un fallo de la jueza Edith Cristiano del 23 de abril, bloqueando una venta de acciones realizada por Repsol en 2011, dado el reclamo de 25 mil trabajadores enrolados en la Federación de Ex Trabajadores de YPF. En la compra de acciones actual ningún funcionario hizo referencia a esta situación ni ningún porcentaje se destina a los trabajadores.


Alessandra, de regreso

Tal vez por el éxito de su desempeño como síndica en YPF, además de haber sido funcionaria provincial (síndica también en una empresa estatal), Néstor Kirchner la nombró en 2003 -y permaneció en el cargo hasta diciembre de 2007- Síndica General Adjunta de la Sindicatura General de la Nación (SIGEN). Organismo de control que debería supervisar a su marido.

En la noche del 16 abril de 2012, día de la intervención a YPF, la agencia EFE registró la salida del ministro de Planificación en el intervenido edificio de Puerto Madero, aunque no estaba solo. Alessandra volvió a YPF.


Dos semanas antes, la pareja había recibido otro sobreseimiento, esta vez en una causa por enriquecimiento ilícito. La Sala IV de Casación rechazó una apelación de otro organismo de control, la Fiscalía de Investigaciones Administrativas, por considerar que no entraba en su competencia, sin entrar a responder la critica de no haberse completado las medidas de prueba, en el previo sobreseimiento dictado por el ex juez federal Octavio Aráoz de Lamadrid. Aquel dejó el cargo tras ser imputado por recibir sobornos para beneficiar a Pedraza, en el caso del asesinato del militante del Partido Obrero Mariano Ferreyra.


Los Directores del Estado en YPF entre 2003-2012

Durante la venta de casi todas las acciones a Repsol en 1999, se modificó el estatuto para que el Estado, mientras contase con al menos un acción -siguió con mil-, tuviese un Director en YPF, quien ademas tendría derechos especiales y poder de veto por ser la suya una “acción de oro” (Kirchner sin embargo declaraba públicamente, todavía en 2007, que la acción de oro se había perdido). El Estado podía nombrar un Director titular y otro suplente, pero nunca se ocupó ese segundo cargo. También designa, mediante la SIGEN, a un síndico titular y otro suplente.

A la llegada de Kirchner al gobierno, el director estatal en YPF era Carlos Tempone, amigo muy cercano de Eduardo Duhalde. El 11 de mayo de 2004 Kirchner designa por el decreto 595/04 a Ernesto Dardis en su reemplazo. Dardis venía de ser un funcionario de primer orden en Santa Cruz: desde 1991 Director Provincial de Energía hasta el 2003, cuando escaló a Secretario de Producción del Ministerio de Economía. Ya con el cargo en YPF, trabajó también como asesor ad-honorem del ministro de Economía y Obras Públicas santacruceño.

Néstor Kirchner designaba a un hombre de su riñón, que le respondía completamente. Dardis declaraba por esa época que “el accionista es el Estado Nacional, yo sólo soy el director designado por el accionista”.

Posteriormente, Héctor Masnatta, un viejo cuadro peronista, ex juez de la Corte, funcionario de Menem, constituyente en 1994 y consultor para la re-reelección de Menem, luego de trabajar de asesor para Néstor Kirchner es nombrado por decreto el 28 de junio de 2006 como Director de YPF.

En marzo de 2007 Roberto Baratta, mano derecha de Julio De Vido, secretario de Coordinación del Ministerio de Planificación, fue nombrado Director de YPF en representación del Estado. En febrero de 2008 pasó a ocupar el cargo el contador Santiago Carnero, ascendido en 2011 a superintendente de Entidades Financieras y Cambiarias del Banco Central. En su reemplazo, en abril de 2011 Baratta volvió al directorio.


La burguesía nacional en el Directorio de YPF

En el directorio de YPF, además de los representantes del Estado y de aquellos vinculados directamente a Repsol, los españoles nombraban todos los años “directores independientes” y funcionaba también, de acuerdo a la Ley de Sociedades, un Comité Auditor. En ambos espacios pasaron durante estos años grandes empresarios locales, que nunca cuestionaron la política de Repsol. Algunos de ellos son: Miguel Madanes, de Fate y Aluar, quien también fuera vicepresidente y presidente de YPF entre 1995 y 1999. Luis Pagani de Arcor. Mario Vazquez, director en varias sociedades como Telefónica, Santander, Mercado Libre, asesor en la “reestructuración” de YPF a principios de los 90. El presidente y el vicepresidente del Banco Hipotecario (banco que recibe prestamos a una tasa ínfima por parte de la ANSES), Eduardo Elsztain (grupo IRSA) y Mario Blejer respectivamente. Jorge Brito del Banco Macro y presidente de la Asociación de Bancos Privados de Capital Argentino (ADEBA). Carlos De la Vega, presidente de la Cámara Argentina de Comercio (CAC). Alejandro McFarlane de Edenor y Edelap, yerno de Hugo Anzorreguy, el ex jefe de la SIDE menemista.


Siempre, siempre

Pese a la interpretación de los sueños a posteriori propuesta por la Doctora Fernández, Néstor se oponía a la renacionalización. El accionar de sus representantes en el Directorio de YPF durante 9 años siguió ese camino. Nunca criticaron la gestión, por el contrario la alababan. Así fue hasta fines de 2011, recién este año el director Baratta se opuso al giro de utilidades. La contradicción del Relato no es sólo respecto a un pasado escondido sino en el mismo presente, con el viceministro Kicillof afirmando que han sido “amigos de Repsol” cuando “iban en la dirección adecuada”, mientras que la Ley votada indica que el vaciamiento fue “progresivo” desde 1999.

Estos y otros hechos alertan sobre el futuro de YPF, la capacidad del gobierno para solucionar la crisis energética y los negocios y nuevos precios que habrá con la asociación de YPF a petroleras como la Exxon, Chrevon y Conoco Philips.

© Escrito por Lucas Tabaschek y publicado por plazademayo.com el viernes 4 de Mayo de 2012.


Marca país e YPF... De Alguna Manera...

Marca país e YPF... 
En los 70 había dictaduras militares en casi todos los países sudamericanos. En los 80 había alta inflación en todos los países sudamericanos. En los 90 había baja inflación y gobiernos democráticos en todos los países sudamericanos. ¿Casualidad?

La lista continúa hasta la actualidad, porque en la primera década de este siglo la economía de todos los países sudamericanos creció al doble de la de los países desarrollados.

Piense, ahora, lector, en una letra “X” donde la línea que sube es la última década de Sudamérica y la que baja es la última década del sur de Europa. Y en otra “X”, pero exactamente inversa para las décadas anteriores. Porque, una vez superadas las heridas que dejó la Segunda Guerra en los países europeos del Norte, les tocó el turno a los del Sur. En los 70 se produjo el Risorgimento italiano, en los 80 el español, en los 90 se terminó de concretar la Unión Europea, y a comienzos del siglo XXI entró en circulación el euro como moneda única.

Mientras que en la última década, primero las economías de Grecia y Portugal, y luego la de Italia y en mayor medida la de España comenzaron una debacle.

Pero justo antes de que estas “X” se invirtieran, cuando Sudamérica estaba abajo y el sur de Europa estaba arriba, se privatizaron varias empresas estatales sudamericanas, cuyos compradores eran principalmente españoles y en menor medida italianos.

El mejor ejemplo son las telefónicas, donde una empresa española y otra italiana ganaron las dos licitaciones en las que se dividió la estatal de las telecomunicaciones, tanto en Argentina como en Brasil. Y como la “X” se dio vuelta, hoy Telefónica de Brasil es mayor que Telefónica de España (la empresa nacional, y no la internacional que incluye varios países).

En el caso del petróleo, España llegó más tarde, pero las historias paralelas entre Telefónica y Repsol permiten comprender el factor epocal y geopolítico de las privatizaciones como el ascenso del mundo financiero y su posterior colapso en la década pasada.

Telefónica y Repsol fueron la Entel y la YPF españolas. Telefónica fue del Estado; se privatizó una parte recién en 1995 y la restante en 1999. Repsol también era del Estado español; en lugar de YPF era INH, Instituto Nacional de Hidrocarburos, que hasta 1986 fue dueño del 100% de la petrolera. Hacia fines de los 80 comenzó a abrir su capital parcialmente a la Bolsa, y recién en 1997 se culminó el proceso de privatización de Repsol.

Repsol y Telefónica comparten también tres de sus principales accionistas: La Caixa, el banco BBVA y el fondo de inversión norteamericano Black Rock.

Ninguno de ellos es especialista en petróleo ni en comunicaciones, son empresas financieras: La Caixa fue originalmente Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros de Cataluña y Baleares; el BBVA nació en 1999 como resultado de la fusión del Banco de Bilbao y el Banco de Vizcaya (la “A” corresponde a Argentaria, una previa fusión de bancos públicos del Estado español); y Black Rock es el tercer mayor fondo de inversión del mundo, con sede en Estados Unidos, y cuenta con inversiones ocho veces mayores que el producto bruto de España y comparables con el producto bruto de Estados Unidos. Tantos fondos son en parte resultado de que Black Rock invierte por cuenta de los fondos de pensión (nuestras AFJP). El CEO de Black Rock, Larry Fink, aparece en la televisión de su país como una celebridad.

Repasando las fechas, se observa que el proceso privatizador fue en España más o menos en la misma época que en Argentina, y que los agentes financieros que primero se quedaron con las empresas estatales españolas luego siguieron hacia Sudamérica aplicando su modelo. Su origen son instituciones financieras que también se constituyeron en los 90 como resultado de fusiones de bancos e instituciones financieras menores.

No surgieron por arte de magia, sino que fueron el resultado del apogeo español paralelo a la consumación de la Unión Europea, que les permitía acceder a créditos con una tasa de interés mucho más baja que la de los bancos de Sudamérica. ¿Se acuerda del riesgo país? Es eso; no se trataba de que los bancos españoles tuvieran gerentes geniales, sino de que pagaban un riesgo país cinco veces menor que los bancos argentinos o brasileños.

Parte de la no inversión de Repsol en YPF en los últimos años se explica también en que el costo del crédito para los bancos españoles se disparó proporcionalmente al aumento del riesgo país español, que de ser casi cero hasta 2008 hoy es de más de 400 puntos, que equivalen al 4% adicional. O sea, cualquier inversión que dejara menos del 10% de rentabilidad ya no le era rentable porque, descontando el 35% de impuesto a las ganancias, restaba lo mismo que los intereses.

Para colmo de Repsol, su otro gran accionista vino siendo Sacyr Vallehermoso Participaciones Mobiliarias, una de las empresas afectadas con el fin de la burbuja inmobiliaria española.

En el caso de Telefónica la situación es distinta, porque tiene un mejor gerenciamiento y la rentabilidad sobre la inversión en telecomunicaciones en Argentina dependió menos del gobierno, ya que sólo la telefonía de línea quedó con sus precios primero congelados y luego arbitrados por el Estado, y se le compensó todo con el fenomenal crecimiento de los celulares.

España fue el gran socio de las privatizaciones argentinas de los 90 y hoy le va peor que a la Argentina. El contexto internacional que le corresponde a Cristina Kirchner es más parecido al del primer Perón, cuando Evita llevaba ayuda a la empobrecida España de Franco, que al de Menem, cuando España emergía como una potencia mundial. Simplificadamente, la marca país España hoy “vale” menos, y la marca Argentina, más.

El logo de YPF con la bandera argentina y el de Repsol con los colores de la española encierran simbólicamente todo este trasfondo geopolítico, macroeconómico y financiero global.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de La Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 4 de Mayo de 2012.