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lunes, 7 de agosto de 2017

Verdades alternativas… @dealgunamanera...

Verdades alternativas…

El ministro Nicolás Dujovne, en su despacho. Fotografía: Facundo Iglesias.

La verdad está ligada circularmente a los sistemas de poder que la producen y la mantienen, y a los efectos de poder que induce y que la acompañan; los medios de comunicación.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 06/08/2017 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El cuadro del muralista del movimiento Pablo Siquier en el despacho del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, se reflejaba sobre la mesa mezclándose con su cara durante el reportaje largo que publica hoy este diario. Reflejo también del movimiento que está sucediendo en la economía. Movimiento con una dirección ascendente para algunos y descendente para muchos otros, que de alguna forma se expresará en las elecciones del próximo domingo.

También representa el deseo de cambio del ministro porque, por primera vez, se cambiaron los cuadros de ese despacho, por el que pasaron Lavagna, Cavallo, Sourrouille, Martínez de Hoz, Aldo Ferrer o Alsogaray, entre tantos otros. Hijo de padres arquitectos y coleccionistas de arte, Dujovne solicitó que el Fondo de las Artes enviara a préstamo distintas obras.

En el reportaje, el lector podrá comprobar cómo todos los ministros de Economía, y éste ahora de Hacienda, explican que se hace todo bien. Pero a cada información positiva o prometedora de Dujovne, muchos argentinos tienen para demostrar en su propia vida cotidiana consecuencias de lo contrario. ¿Cuál es la verdad?

La verdad no es lo uno sino lo múltiple. No sucede sólo una cosa en cada momento sino varias simultáneamente.

No hay una sola verdad, nuestra actual economía es un buen ejemplo de “verdades alternativas”, parafraseando a Kellyanne Conway, la consejera del presidente Trump, quien defendió las particulares visiones del actual gobierno norteamericano calificándolas de hechos alternativos (alternative facts).

“Régimen” de la verdad. 

Para Nietzsche, “no hay hechos, hay interpretaciones”. No sucede una sola cosa en cada momento sino varias, y cierto periodismo o un ministro pueden elegir contar unos hechos verdaderos y la oposición otros, sin faltar a la verdad aunque se contradigan. La verdad no es lo uno sino lo múltiple. Para Hegel, “la verdad (única) es el delirio báquico en el que cada miembro se entrega a la embriaguez”.

Podría decirse que una concepción verticalista de la verdad como se escucha en los programas de Navarro en C5N y Radio 10, o bastante a menudo desde los medios tradicionales, busca sujetar al sujeto en su verdad.

En Verdad y poder, Foucault sostuvo que “la verdad es una conquista de la voluntad del poder”. Que “cada sociedad tiene su régimen de verdad, su política general de la verdad: es decir, los tipos de discurso que ella acoge y hace funcionar como verdaderos; los mecanismos y las instancias que permiten distinguir los enunciados verdaderos o falsos, la manera de sancionar unos y otros; las técnicas y los procedimientos que son valorizados para la obtención de la verdad; el estatuto de aquellos encargados de decir qué es lo que funciona como verdadero”. Entendiendo como verdad al conjunto de “procedimientos reglamentados por la producción, la ley, la puesta en circulación y el funcionamiento de los enunciados”. En el caso de los ministros, ese procedimiento reglamentado son las estadísticas y las representaciones matemáticas.

La verdad está ligada circularmente a los sistemas de poder que la producen y la mantienen, y a los efectos de poder que induce y que la acompañan; los medios de comunicación, entre ellos: cuando C5N muestra el florecimiento del trueque como en la crisis de 2002 pero ahora cambiando ropa usada por comida, no está mintiendo. Tampoco miente Dujovne cuando detalla la lista de lo que está mejor.

Grieta. 

Al terminar el reportaje, le pedí a Dujovne salir al balcón de su oficina. Enfrente teníamos la Casa Rosada y le pregunté si cuando la mira desde su escritorio no le teme a la idea de un Macri yéndose en helicóptero al estilo de De la Rúa, como azuza la oposición. Su gesto de incomodidad se puede ver junto con su respuesta en el video

Pero hay que reconocer la cordialidad de Dujovne que, habiendo sido columnista de medios, aceptó prestarse a todos los requerimientos, como mostrar el baño donde Felisa Miceli dejaba las bolsas con dinero, registrado también en otro video.

Como parte de esta serie de reportajes a fondo durante el proceso electoral 2017, hay en todos un bonus track en video para su versión web. El video del reportaje del domingo pasado, donde Alejandra Gils Carbó mostraba su casa, mereció tantos comentarios insultantes que terminó siendo otro buen síntoma de hasta dónde la polarización está afectando a nuestros lectores. 

Los bonus track en video para la versión web de estos reportajes incomodan a mentes muy estructuradas

En compensación, después del reportaje a la procuradora también recibí mails de distintos fiscales, algunos confirmando los dichos de Gils Carbó sobre los traslados de fiscales y aclarando que no eran de Justicia Legítima, y otros explicando exactamente lo contrario. ¿Mienten algunos fiscales o dicen todos la verdad?

Estos reportajes tendrán como propósito desafiar a cierto grupo de lectores, incomodándolos al sacarlos de su zona de confort, donde el mundo se divide entre buenos totalmente buenos y malos totalmente malos. Pero sin abdicar de la búsqueda de la verdad como equilibrio entre esas diferentes verdades.
En su Historia conjetural del periodismo, Horacio González escribió: “La filosofía de las décadas recientes vino a refutar la suposición de que el periodismo sería el disciplinado registro de lo que los hombres por imprudencia o cariño llaman realidad”. Y criticó el “pensar los acontecimientos despojados de todo predicado como si una única cosa estuviera ocurriendo siempre debajo de nuestras narices”.

Suceden varias, es verdad, y el buen periodismo consiste en reflejarlas –todas– con el mayor grado de honestidad. González también cita la noción de Ludwig Wittgenstein sobre lo que es un “hecho” como aquello que existe (sólo) cuando hay disposición a percibirlo. Perfil trata de percibir las múltiples acciones que se producen simultáneamente para poder mostrarles a sus lectores la multiplicidad de hechos y verdades.



sábado, 20 de mayo de 2017

Rebajar lo humano… @dealgunamanera...

Rebajar lo humano…


El pretexto, la coartada, la excusa o el subterfugio son todas figuras propias de una conciencia que busca otra versión disimulada para sus verdaderos deseos o apetencias.

© Escrito por Horacio González el jueves 18/05/2017 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Se podría decir que esa es una característica de las personas que mantienen su ansiedad sobre un objetivo, pero que por distintas razones, vacilan en presentarlo con su identidad verdadera. Tejen redes arácnidas, tienen miedo de sus propias desmesuras. Su táctica es la de hacer constantes excepciones  sobre sí mismo, pero han aprendido que la palabra es un simple cortinado ocasional. Luego de un choque con quienes considerarán ajenos o inadmisibles esos anhelos suyos, no les cuesta ausentarse de lo que han dicho. Hacen desaparecer lo dicho como en una propagando de mosquitos. 

El atenuante de este comportamiento es conocido. Nunca es difícil encontrar un uso inevitable de coartadas en la acción humana. Esto no ocurriría en las excepcionales conductas que actúen no por intención sino en nombre de una ley universal. Pero la coartada sistemática nos lleva a una conducta de mala fe que los funcionarios de este gobierno han “protocolizado” como gravísima eximición del mundo del habla y lo que ella implica como compromiso y autoexamen. Al contrario de lo que toda persona cree, para ellos hablar no implica costos sino efímeras actuaciones. Se consideran así exentos de censuras o autocensuras.

La  teoría de una conciencia gubernamental insoportablemente opaca pero pavorosamente desdeñosa del drama del lenguaje (esto es, de la promesa, la culpa o el dolor). Hablar entonces son emisiones encadenadas de excusas y venganzas contra el tiempo. “Esto hoy lo creemos pero lo negamos, fojas cero; pero volveremos.” Y reinician el ciclo de sus alucinaciones.

De ahí el uso del pretexto y todo un bagaje de recursos evasivos para darle curso a acciones que tienen la estructura de esa mala fe, la que aplican ignorando conscientemente su verdadero sentido. En su reemplazo, esgrimen una segunda cuerda, un acorde menor, de apariencia indiscutible, para que sirva para la justificación de una decisión desmedida o agraviante. Así, para concluir el plazo de la Escuela Itinerante, el macrismo alegó que era necesario arreglar las veredas de Plaza Congreso.

Para justificar lo bochornoso del fallo de la Corte, se lo disimuló alegando la independencia de poderes. Quieren reivindicar el pasado terrorismo estatal, pero se exoneran a medida que la Ciudad les hace llegar los indicios masivos del repudio. ¿Rosenkranz? ¿Rosenkranz? ¿Quién es? ¡Ah! Un personaje “totalmente independiente” de una obra de Shakespeare. Sí, uno que tuvo que hacer un viaje con un tal Guilderstein. Con razón ni sabíamos en dónde estaban. ¿Y Rosatti y Nolasco podemos decir que son personajes de una ópera de Verdi? ¡No, no exageremos con las exoneraciones compulsivas!

Para  masacrar la vida urbana como inherente a un conjunto vital de ciudadanos-trabajadores, la desmenuzan en la atomización extrema en la figura del vecino. Es el paso para justificar  la conversión de la ciudad en vías de circulación extremadamente agresivas con sus clásicas instalaciones urbanas. Dicen que con el Paseo del Bajo se ganará en espacios verdes. Para desmantelar el jardín zoológico dicen que pondrán un parque ecológico. Para intervenir políticamente en el municipio de La Matanza dicen que lo favorecen con la extensión del Metrobús.

Los asuntos políticos los hacen pasar por cuestiones técnicas, las cuestiones técnicas por políticas de seguridad, la seguridad se transforma en un protocolo, el protocolo sustituye a la ley, y la ley ya no es más un acto deliberativo de la conciencia pública –individual o colectiva–, sino un sondeo de opinión, un nivel de encendido de un canal de televisión, un rito publicitario para vender una ciudad postiza como los pícaros que hacían loteos falsos en la película El Jefe (Ayala, Viñas, 1962). Diagramar conductas con tecnologías de sujeción de la conciencia pasó a llamarse Ley. Manipular un Metro-carpetazo-bus para investigar irregularidades, en vez de crear tribunales ecuánimes –lo que todavía no es imposible a pesar de la corrosión institucional imperante–, muestran una vocación inquisitorial que entre el necesario juicio ponderado y la metodología global del escándalo, elige una cámara de castigos a la “buena de dios”. Su verso parece republicano, pero no es la poética de Rousseau sino la de Savonarola.

Así se transforma la vida en un flujo de acoplamientos mecánicos revestidos de grácil ligustrina. Se la lleva a lógicas de experimentación humana que están por encima de códigos o de tradiciones jurídicas. Antes gobernó el Proceso, al que el macrismo añora en sus clubes políticos. Ahora gobiernan por medio de procesamientos. Denominan ley a una aleación empresarial-jurídica- gerencial y disciplinaria. De allí sale la decisión, la voluntad o el capricho. Incluso el caprichito. Y la ley siempre llega después, para sufragar un hecho consumado. Es ley macrista. Ley que recubre lo ya decidido; ley que es la retaguardia justificadora, luego que una orden de desmantelamiento fue ejecutada; ley es una retícula hueca que se hace presente con calculada demora para cubrir lo que premeditadamente fue  destruido antes.

El macrismo es fáctico, brutal, sus intelectuales disfrazan el daño realizado con ropajes de constitucionalismo republicano. La república se extingue en sus manos, la aplastan al convertirla en actos de injuria, en persecuciones basadas en exterminios morales.

¡Toquen la palabra República cada vez que Macri la pronuncia! Suena a hueca, como si una lanza hubiera rebotado contra el caballo de Troya. Adentro esperan para tomar la Ciudad los arregladores macristas de veredas.

El código que admiten es el del insulto a lo popular, para luego solaparlo todo con el dicho de que lo mejor que tenemos es el mismo conjunto de personas que acaban de vejar. (Pueden sonar bombos del Tula en este preciso momento.) Al peronismo lo consideran un pellejo vacío y precisan peronistas que se digan macristas y viceversa. No faltan apostadores. La excavación automática del subsuelo social no da abasto; lo dedos se electrizan de tanto timbrear. La leyenda del arreglador de veredas merecería estar en la Biblia.

El macrismo convirtió a la república en una monarquía del pretexto, en una autocracia de la coartada. Ese catálogo completo de la aplicación de señuelos saca de apuro de cualquier gabinete, con su jefe y todo. Incluye a trolls off shore, que globalizaron el insulto como se globalizaron las computadoras chinas.  Desaparece el lenguaje con mínimos anclajes de verosimilitud. Siempre un lenguaje vivo contiene su retractación, su pensar sobre sí mismo, su aire confesional o excusatorio. No aquí. 

Estos genuinos recursos han  desaparecidos ahogados por un planicie metálica de dos fríos enchapados: primero muestran un acto reglamentario intrascendente para impedir el juego político trascendente; luego presentan un ámbito público  individualizado –por ejemplo, la Ecobicicleta–, como cobertura bucólica de actos de afrenta laboral, vejación personal, lapidación de nombres y prestigios. La pesada herencia es lo más liviano que hay cuando es una obtusa metáfora y más pesada de lo que creen cuando es una eficaz memoria social que decide no volver a fojas cero.

La palabra volátil y desarticulada es transportada sobre decisiones de guerra. Para eso, los publicistas oficiales pintarrajean la destrucción como si fuera un umbral para la esperanza futura. Es el ameno pasaje macrista al desmigajamiento del trabajo, la anulación del legado histórico nacional en su amplitud soberana. Es el aplastamiento de la nación misma tragada en juegos corporativos no declarados algunos, alegremente declarados otros. Endeudamientos inconcebibles, operaciones contra otros estados –Venezuela–, y un proyecto de perdurabilidad infinita.

Nada tenemos contra el metrobús, como es obvio; sí contra su ideologización alcornoque; nada contra la bicisenda y sí con su explicación obtusa; nada contra la felicidad sino contra la pánfila intención de anunciarla con eufemismos melosos y huecos. ¿Por qué llamar Paseo del Bajo a una modalidad de circulación urbana que representa nada más que a una visión del capitalismo que mira las ciudades  como ámbito privilegiado de su reproducción financiera? La Avenida 9 de Julio era un verdadero Paseo antes del Metrobús. Allí sí fue una imposición de la Bicicleta financiera absorbiendo metrobuses  y Bicicletas amarillas.

No es chiste, Mordisquito; te regalan diez minutos de transporte pero te cobran la plusvalía urbana bajo la forma de un ocio represivo. ¿Te acordás, Mordisquito, quién escribió esa frase? Olvidemos. Te empobrecen bajo un protocolo obligado y te mandan a pedalear en una Eco-Ciudad que ya no es tuya. Es un eco del circulador inmaterial del gran Capitalismo. Es el plato fuerte de la globalización irresponsable, que anula lo que toda nación debe resolver en su seno, la preparación del hombre universal, de un humanismo incisivo que piense el planeta bajo el estímulo de una nueva humanidad del trabajo y la cultura emancipada.

Todos estos son planos del laboratorio maquinístico que robotiza el trabajo, lo brutaliza para quienes lo tienen y lo “pilotea cancheramente” para quienes no lo tienen y quizás no lo tendrán.  La circulación humana, un derecho histórico consagrado, la acicalan con calcomanías de alegría  y el éxtasis de un tuteo falsificado. Por eso, “vos” que me estás escuchando, vos, sí, vos, Mordisquito, como te decía Discépolo, ¿qué harías si oyeras al soberbio e improvisado Macri decir que habló con Trump sobre “vos”…?  ¿Te creías que antes, cuando el gobierno anterior decía capitalismo serio, hacia solo obra capitalista? No, Mordisco, hacía cosas a las que por improvisación les daba ese nombre pero  merecían otro. 

Ese otro nombre, costaba hacerlo salir de las gateras. Pero mirá como está el mundo, Mordi. Todo ha mutado, vos y yo también. Pensalo. Te quiero decir una cosa más, ponételo en la cabeza, que junto al corazón son emblemas alegóricos de la libertad ¡Qué frase! ¿Te diste cuenta, no? Bueno, ante esta destrucción de la lengua, la política, la cultura de textos e imágenes, de la libertad urbana, de la vocación laboral, hay una persona que debe presentarse a la lid. Con urgencia –mirá lo que te digo–, con urgencia. Porque guarda una distancia enorme con el resto. Se llama Cristina, vos la conocés. Sé que primero la viste con suspicacia y luego  te diste cuenta. Y empezaste a reírte del tintineo de mucha moneda falsa lanzada por los truchos del pretexto infinito y de la coartada sistemática. Son momentos cruciales, perentorios. Dicen que polariza mal, que con ella se discute el pasado y no “para adelante”. ¿Y? ¡Si justamente se trata también de discutir contra esos conceptos de ocasión! Es un tema de tragedia clásica no de estadística profesional.

Bueno, Mordi. Tiene  que presentarse porque no tiene otro remedio que presentarse. No me mires así. Y encima te agrego: dijo cosas importantes en Europa. ¿Pero por qué ponerlas bajo la invocación de un capitalismo serio? Concepto equívoco,  aunque sea dicho con toquecito irónico y teniendo en cuenta los nubarrones de violencia que imperan por doquier, el drama de los migrantes, las graves militancias sacrificiales de nuevas teologías políticas. Mordisquito, vos no sos el de antes, yo tampoco. Cristina debe decir presente, ni siquiera en nombre de su liderazgo ni de cómo “tracciona votos” –ojo a la jerga–, sino por la incumbencia fatal que una persona no puede eludir. Pues encarna ese pathos de la distancia –no te asustes por la frase, hasta la dicen en la Casa Rosada; es de Nietzsche pero lo comprenden mal–, distancia que la separa inevitablemente del absolutismo trivializado que nos gobierna.

Esa distancia primordial y fuera de discusión puede esfumarse en la indigna crueldad de estos días si no se asumen las quijotadas y las valentías necesarias. Debe presentarse –no me mirés así, Mordisquito–, y te digo más, debe presentarse poniendo otra palabra sugestiva y convocante en el lugar donde dice capitalismo, palabra que no está a la altura de todo lo demás que dice.

¡Date cuenta, Mordisquito! date cuenta, no es un tema político ni económico; es que están rebajando lo humano, nos dicen que estamos demás, aquí y allá, que nos corramos, que nos vayamos, que tienen que reparar esta vereda, que ni para pedalear servimos. No nos rebajemos, vos no sos el mismo Mordi, ya te lo manifesté de entrada. No sos el que desconocía por qué se estaba así, como te pinchaba Discepolín, que en el fondo te tenía como un hijo descarriado, como se decía antes. Comprendiste, comprendimos. Está el país en juego y una noción de la emancipación humana se podrá abrir ente nosotros. Dos cosas nos deben llenar el ánimo de admiración y respeto, Mordisquito. El cielo estrellado sobre nosotros y la ley moral en mí, en vos, y en todos nosotros.

Horacio González




domingo, 13 de septiembre de 2015

¿Mitos o delitos?... @dealgunamanera...

¿Mitos o delitos?...

Dos caras. Alperovich y Niembro, símbolos distintos pero parecidos de una política contaminada. Foto: Cedoc

El grupo de intelectuales que adhieren al kirchnerismo emitió un nuevo documento, en el que vuelve a caer en graves contradicciones y omisiones.

El domingo pasado, Perfil publicó la Carta Abierta Nº 20. El grupo de intelectuales donde militan Horacio González, Ricardo Forster, Eduardo Jozami y María Pía López, cuatro altos funcionarios de la administración pública, se propone explicar, una vez más, que los actos del gobierno kirchnerista son maliciosamente interpretados por la oposición. Y, a la inversa, que los actos de la oposición siempre son “intentos de restauración de una derecha que busca clausurar la totalidad de las experiencias democráticas y populares de nuestro continente”. Carta Abierta debería admitir que ser opositor no implica convertirse automáticamente en macrista o desear la caída de Evo Morales.

La Carta Abierta Nº 20 tiene un solo argumento: si se quemaron urnas en Tucumán, las quemaron los opositores, que luego salieron a denunciarlo. Todo lo demás es la decoración de esta tesis. Algo  debe haber sucedido porque, el martes pasado, la Sala I de la Cámara en lo Contencioso Administrativo provincial suspendió la proclamación de un ganador en las elecciones tucumanas.

Carta Abierta fija su atención sólo en uno de los delitos que se habrían cometido en Tucumán: la quema de urnas. Ni una palabra sobre las graves denuncias que siguieron; silencio total sobre la proliferación de acoples y listas colectoras (y esto concierne también a la oposición). Ni una palabra sobre el régimen de Alperovich.

También los pobres deben ser para Carta Abierta un mito de la oposición y lo seguirán siendo mientras esos pobres tengan hambre en provincias tan kirchneristas como el Chaco, donde acaba de morir un adolescente enfermo y desnutrido, que no emocionó a la Presidenta como la foto del niño ahogado a orillas del lejano mar. Al revés de lo que suele suceder, a la Presidenta se le hace un nudo en la garganta cuando ve un cadáver a distancia y pasa por alto el hambre en las provincias amigas. Cristina es una verdadera internacionalista. Gran oportunidad para que algún intelectual de Carta Abierta se ponga a escribir sobre el “melodrama de la tuberculosis” (a los de Carta Abierta les parece decente adornar sus pronunciamientos con temas de la literatura popular).

Carta Abierta explica Tucumán con una frivolidad pretenciosa. Similar a lo que hace Vidal con Niembro.

Inconsciencia.

Sobre los sucesos tucumanos, la Carta Abierta Nº 20 nos ofrece su interpretación: “La oposición y los poderes comunicacionales… juegan con estos elementos de la conciencia espontánea: las urnas sagradas y el agente incendiario… Los multimedios especializados en operaciones simbólicas construyen símbolos equívocos. Algo han aprendido, pero en este caso cierran la discusión: al jugar con los símbolos, juegan con fuego”. El argumento es de una frivolidad pretenciosa y provocadora, no porque ataque a los medios opositores. Evade una grave realidad que debe ser analizada: la circulación de rumores que anuncian catástrofe y cancelación de planes sociales si gana la oposición; el clientelismo en sus más bajas formas de intercambio y dependencia; la manipulación de la administración pública que hace posible el fraude posterior al recuento en las mesas. Sobre esto, ni Alperovich ni Manzur ni Carta Abierta hablan.

Quien opine que se ha gobernado mal y que se ha llegado en las peores condiciones a la elección tucumana pierde de vista la forma y el contenido de la historia, que son, según enseña Carta Abierta, “incompletos, contingentes e inconclusos”. Por lo tanto, usar adjetivos como clientelístico o nepotista (se supone que Carta Abierta se refiere al irresistible ascenso laboral de la señorita Rossi, cuyo currículum es un récord de velocidad) es cortar el flujo de ese caudaloso río en el que navega el peronismo, movimiento al que siempre se favorece con la idea de que es contingente (pero eterno), incompleto (pero total) y nepotista (pero del modo mejor justificado: de padres a hijos, de esposo a esposa).

Para Carta Abierta, toda denuncia que tenga como objeto el kirchnerismo es deslegitimizadora y desestabilizadora.  Las palabras producen imágenes que provocan hechos que después son condenados por los mismos que los provocaron. Es decir: la oposición convenció a Alperovich para que gobernara como un sátrapa a fin de atacarlo porque gobierna como un sátrapa; la oposición infló las declaraciones juradas de Manzur, para luego acusarlo de corrupto; la oposición hizo clientelismo durante doce años para acusar al FpV de ser clientelístico. Y el viernes pasado nos enteramos de que la oposición borró los videos de las cámaras de seguridad del recinto donde se guardaban las urnas, sólo para poder pedir la anulación de las elecciones tucumanas. El episodio de las cámaras de seguridad no pudo ser incorporado a los “mitos” de Carta Abierta y es una lástima, porque nos hubiera entretenido con alguna consideración sobre los relatos tecno-digitales producidos por los multimedia anti K.

Y si gana la oposición, las cosas serán peores. En un pedido conmovedor por lo ingenuo, Carta Abierta exhorta a quienes no votan a Macri ni a Scioli ni a Massa a que piensen que pueden favorecer la victoria de la derecha. Subestiman a los ciudadanos a quienes se dirigen con este ruego. Muchos de los que seguimos los filosóficos meandros de Carta Abierta no encontramos motivos para optar por Macri.

Niembro, a lo Boudou. Basta pensar en Niembro, acusado ahora por la Procelac de lavado de dinero y  fundador de una empresa “tipo Boudou” para firmar contratos directos con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. María Eugenia Vidal, que aprende rapidito las coartadas, dijo que esa acusación es como la que sufrió Enrique Olivera cuando, pocos días antes de las elecciones legislativas de 2005, desde el corazón del kirchnerismo, se lanzó una mentira flagrante. Se equivoca Vidal en un detalle: Olivera negó tener cuentas en el exterior desde el primer momento (y luego se comprobó que decía la verdad). De Narváez también sufrió una acusación que la Justicia demostró falsa.

Pero no toda acusación es falsa, sobre todo cuando el mismo acusado no niega haberse beneficiado con una pila de contrataciones directas que jamás fueron publicadas en el Boletín Oficial. A diferencia de Olivera y de De Narváez, Niembro no niega los hechos, sino que corre de una radio a un estudio de televisión para explicar que lo que parece un acto corrupto no es tan así. 

Hay ciudadanos a los que no les gusta votar encausados ni procesados; pero tampoco les gusta votar partidos que les den contratos directos a sus amigos o a las empresas ad hoc de futuros candidatos. No quieren votar sospechosos, ni patagónicos ni porteños.

© Escrito por Beatriz Sarlo el domingo 13/09/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.





domingo, 2 de marzo de 2014

Hipogresía…De Alguna Manera...

Hipogresía…


Convierten lo malo en inevitable y lo antes denostado, en parte de una etapa promisoria. Por eso acuñaron la quimera de que la devaluación de enero le fue impuesta al Gobierno desde “afuera”. Arquetípica mueca peronista, siempre hay complots enderezados a despedazarnos. Ya en mayo de 1973, con Cámpora en la Casa Rosada, a punto de volver al país para morir aquí, Perón denunciaba la doble pinza de los “centros trotskistas” y de los “centros gorilas” conjurados contra él y contra la Argentina (portada de La Opinión, el diario de Jacobo Timerman, 31 de mayo de 1973). Esa característica indoblegable que permite usar las posiciones de principios dándolas vuelta como un guante, es una visceral hipocresía.
No debo robarle la palabra a Jorge Fernández Díaz, que cada noche se hace cargo del micrófono de Radio Mitre cuando yo concluyo mi “Esto que Pasa”. Él propone hablar de hipogresía para describir la hipocresía de quienes se llaman “progresistas”. Otra colega, Luciana Vázquez, inventó la semana pasada en La Nación un adverbio ríspido pero válido, “progremente”, que adjetiva en términos de prolijidad ideológica lo que se hace en nombre de la causa, aunque haya que devorarse densos guisos de sapo.
Es lo que hizo el académico Alfredo Zaiat esta semana en Página/12. Zaiat, a quien Cristina Kirchner elogia en público, aseguró que la deuda contraída por la Argentina para indemnizar a Repsol por la expropiación de su 51% en YPF, era “buena” porque tuvo “un resultado muy favorable al Estado argentino”, algo que “culmina en saldo positivo para la Argentina”.
Es cierto que Axel Kicillof, exuberantemente elogiado por Zaiat, dijo que “no les vamos a pagar lo que ellos dicen, sino el costo real de la empresa. Dicen que son 10.000 millones de dólares. ¿Y eso dónde está? Los tarados son los que piensan que el Estado tiene que ser estúpido y comprar todo según el estatuto de YPF”. También es cierto que Kicillof y Julio de Vido habían calificado de saqueadora a Repsol y habían sugerido que debería ser la empresa española la que debería pagarle a la Argentina, no al revés.
Si bien la progresía local admite que el motivo oficial al decidir la expropiación es que el Gobierno se desayunó en 2012 con la calamidad de que la Argentina había perdido su autoabastecimiento energético, Zaiat es enternecedor en este punto. Barrunta que eso sucedió porque el Gobierno “confió (sic) en demasía en el comportamiento de las petroleras privadas, en especial de Repsol con sus socios argentinos Eskenazi”. O sea que Néstor Kirchner, uno de los dos padres de la patria, al lado de Jose de San Martín, como dictaminó estos días el gobierno argentino, fue una víctima de su buena fe. Pobre Néstor, dice la academia progresista, Repsol y los Esquenazi le hicieron el cuento del tío y luego se la llevaron con pala, hasta que llegó Cristina y “mando a parar”.
Las agachadas son movimientos tácticos geniales, los giros a cualquier extremo son artilugios monumentales que revelan la sapiencia profunda de la conducción. Todo obedece a la arcaica pero vigente doctrina nacional: así-como-te-digo-una-cosa-te-digo-la-otra. El muy presidenciable Daniel Scioli se maneja con una consigna astuta: propone alejarse del populismo y del neoliberalismo, o sea de Menem y de los Kirchner, gobiernos que han sido producidos por el peronismo. Juegos de palabras, muecas retóricas, impunidades semánticas, en todos los casos habrá siempre voluntariosos explicadores, listos para argumentar que el cambio de ruta es un imperativo táctico que no modifica el destino ideológico.
Sucedió en 1921 en la Rusia bolchevique, cuando tras los primeros años de revolución socialista, Lenin adoptó la Nueva Política Económica (NPE), una estratagema para lograr inversiones capitalistas en la derruida economía soviética. Eso incluiría libre mercado y un capitalismo de Estado que numerosos comunistas rusos aborrecían. Sin embargo, Lenin solo quería ganar tiempo y la NPE le permitiría fortalecerse para, ahí sí, lanzar a la URSS rumbo al socialismo. Lenin murió en 1924 y fue reemplazado por Stalin, que instauró un reinado del terror, en el totalitarismo mas desaforado. Así y todo, al georgiano no le tembló el pulso para pegar un volantazo en 1941 al firmar un tratado de no agresión con la Alemania de Hitler.
La feligresía intelectual del comunismo siempre justificaría las razones “del partido” para zigzaguear sin sonrojarse. Cuando la URSS se desplomó en 1990/1991, Cuba, que era a esa altura poco menos que un satélite dócil de los soviéticos, proclamó el “período especial”. Tres lustros más tarde, y ahora bajo la conducción de Raúl Castro, ha iniciado un tembloroso pero ostensible retorno a una especie de socialismo pequeño burgués o capitalismo barrial. Para todo siempre hay una explicación y una tolerancia inauditas. ¿Cómo no existirían, en esta estólida mirada, deudas “buenas”, mientras que otras serían malas?
La semana pasada este diario dedicó 12.500 palabras a reproducir una entrevista de Jorge Fontevecchia a Beatriz Sarlo y Horacio González. El director de la Biblioteca Nacional fue capaz de decir en esa ocasión que “el acto de la ESMA con (Néstor) Kirchner (en marzo de 2004) solo en la tarima, fue una injusticia hacia Alfonsín, reconocida de inmediato. Y por otro lado, el Gobierno es alfonsinista por todos los lados que lo quieras ver”. Dos patrañas en muy pocas palabras: Kirchner nunca reconoció en público el juicio a las juntas, ni jamás se rectificó de esa insolente desvirtuación de veinte años de luchas democráticas previas a 20113. Calificar de “alfonsinista” al gobierno de 2003 a la fecha es, por otra parte, una gruesa demasía, indigna de los pergaminos literarios de González, para quien el kirchnerismo es “como un intento de transformación de la trama íntima del peronismo”.
Deudas buenas y un Kirchner “alfonsinista”; para la ardorosa y florida prosa explicatoria de los sacerdotes de la hipogresía oficial no hay límites imposibles. Esas rodillas siempre se pueden flexionar un poco más.
© Escrito por Pepe Eliaschev el Sábado 01/03/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


sábado, 23 de febrero de 2013

A usted, Aliverti… De Alguna Manera...

A Propósito de víctimas, política y carroña… 

 Eduardo Aliverti.

Cuando Eduardo Aliverti comunicó que fue su propio hijo quien atropelló y mató al ciclista Rodas, en Panamericana, antepusimos la decencia y el sentido común a cualquier otro comentario.

No era de bien nacido caerle a un tipo, por lo que su hijo de 28 años hubiera hecho.

Era de canallas regodearse atacando a un periodista que justifica y defiende este modelo, a causa de la desgracia que a su muchacho le tocó protagonizar.

Pero Aliverti tuvo el desatino de salir a hablar nuevamente, y, tal como acostumbra a hacer su presidente Cristina Kirchner, descerrajó una buena dosis de ese odio tan común a los izquierdistas severos de la Argentina.

Ese odio que se soporta cada vez menos, y que provoca, cada día, más indignación.

A más de tildar de "carroña" a quienes acaso injustamente lo criticaron, Aliverti se declaró crucificado.

A usted

Aliverti, no crea que lo crucifican tres tipos con micrófono. Lo crucifica la larga lista de argentinos por usted humillados, desde su tradicional soberbia, su ironía, su miserable estigmatización del que piensa distinto.

Usted es un exitoso profesional de los medios, Aliverti. Sabe perfectamente a lo que se expone cuando habla o cuando escribe. Conoce como pocos los mecanismos para decir lo que su audiencia quiere y espera oír. Y sabe también que su palabra trasciende a los del propio palo.

Sabe, o debería saber, que también llega a los que, luego de las marchas ciudadanas del 13S y 8N, usted calificó como tilinguería.

Esa masa abstracta, según palabras de Horacio González que usted destaca, a la que se preocupó de restarle cualquier tipo de entidad mínimamente atendible.

¿Recuerda cuando escribió: "Salieron a marchar no por lo que le pasaría al país sino por lo que me pasa a mí y a los míos o, aunque repique extremadamente antipático, por lo que los medios me dicen que me pasa"?

¿O cuando desde su sitial de policía moral del pensamiento ajeno los etiquetó como "gente incapaz de tolerar que los de abajo hayan subido un poquito"?

¿No fue acaso usted mismo el que declaró: "Me importa una infinita cantidad de carajos tener el más mínimo grado de consenso con esta gente. Quiero tener con ellos una profunda división"?

Bueno, Aliverti, su cruz es recoger el desprecio de las víctimas de su soberbia.

A usted lo crucifican sus palabras. Lo crucifica haber elegido ser enemigo de muchos. Tal como afirmó cuando dijo "Eso de que en una democracia no hay enemigos sino adversarios. Pues bien: uno ya está harto de estas boludeces monumentales".

Usted eligió ser enemigo de tanta gente, Aliverti, no fueron ellos.

Luego de su comunicado inicial, usted debió callar. Era lo adecuado para que no lo hostiguen algunos de sus colegas, a quienes su presunta superioridad intelectual le impide, siquiera, reconocer como tales.

Esos a los que usted llamó "salames televisados, en rol de conductor".

Nos preguntamos cómo se debería catalogar, entonces, al miserable que tituló “El hijo de Aliverti también es víctima. ¿Qué hacía el ciclista en Panamericana?”¿….lo leyó, Aliverti? ¿Le pareció un canalla Gelblung? ¿Un salame, parte de la carroña, acaso?

Usted es un periodista político que milita para su causa. Siempre lo fue.

Su estilo no es confrontativo: es insultante.

Y la política, desgraciadamente, salta siempre. Aún cuando algunas desgraciadas situaciones personales requieren que no salte. ¿Y sabe qué, Aliverti? No lo afirmamos nosotros, lo dijo usted.

"Porque cada vez que salta lo político —y no hay forma de que no salte, por un lado o por otro y más temprano o más tarde—los choques son irreconciliables"

Su carrera no se interrumpirá por este suceso, Aliverti. Su pibe es un hombre grande, usted y yo sabemos que dentro de unos años esto será recordado como un mal trago, una pifiada de las más fuleras. Y nada más.

Pero haría bien, por su pibe y por usted mismo, en callarse un poco.

Ya que éste es, como dijo, el peor momento de su vida, amerita pues que haga lo que nunca hizo, y deje de destilar odio cada vez que habla o escribe.

Quédese musicardi y lama sus heridas en silencio; que mientras a usted, mediáticamente, lo crucifican, a Rodas le están llevando flores.

© Escrito por Fabián Ferrante el sábado 23/02/2013 y publicado en Tribuna de Periodistas.



jueves, 21 de febrero de 2013

La troupe K… De Alguna Manera...


Tratando de comprender al talibán…


En momentos en que las cosas están tan divididas, cuando desde el oficialismo se estigmatiza a todo el que piensa distinto, y ante el reparto de etiquetas por doquier, cabe analizar un poco la composición de la tropa kirchnerista. En una de esas sirve para que alguien comprenda, algo mejor, por qué motivos los funcionarios dicen lo que dicen y hacen lo que hacen, y cuáles son las razones de tantas discusiones con su cuñado.

No se habla aquí de votos, tampoco de la troupe rentada, empleados públicos ni kiosqueros oficiales, sino de genuinas adhesiones.

El kirchnerismo atrapó a muchos veteranos izquierdistas, resentidos de la política y de los demás, que corrieron a comprar el relato escrito a su medida, por Laclau, el guionista de la remake de “Bananas”.

La pasta base residual de la "juventud maravillosa", los que nunca se animaron pero se quedaron con las ganas de meter algún que otro cañito, los eternos adolescentes que echan la culpa de todos nuestros males al imperio, a las corporaciones, y al capitalismo. Muchas veces, desde el country.

Los que jamás van a entender que la mejor labor social se hace, invariablemente, desde ese capitalismo al que tanto odian. Haga capitalismo y abra fuentes de trabajo. Haga capitalismo y urbanice villas, haga capitalismo y saque gente de la pobreza.

Son los que hace 15 años apenas se animaban a decir: "Bueno, pero mirá que en Cuba la salud, por ejemplo...", quienes hoy le saltan a la yugular, ensoberbecidos con el relato y creyendo disfrutar, incluso, de alguna cuota de poder.

Docentes que ayer les hablaban a sus alumnos de la libertad, y hoy les hablan del Che Guevara, y ensalzan al régimen que más ha hecho por abolir las libertades de la gente. Comunistas que cuando se nombra a Stalin se apresuran a decir que el comunismo nunca fue bien implementado. Como si se pudiera implementar sin pisotear al pueblo y sin atraso.

Todos empapados de la pluma rentada de los Forster, los González y los Feinmann.
Muchachos que llevan décadas mirando la vida desde el balcón, viendo pasar a la gente y sin siquiera sospechar lo que a esa gente le ocurre. Sin importarles, incluso, lo que esa gente quiere.

Cautivó también a muchos hijos de la democracia, que solo conocen la historia que les contaron, convenientemente aderezada y con las imprescindibles omisiones, y creyeron que Néstor Kirchner era el padre de la patria. Porque bajó un cuadro. (Se promete desarrollar).

Pero, fundamentalmente, (y en este punto animo al lector a pensar en sus conocidos K), el kirchnerismo cautivó a demasiada gente que nunca tuvo ni determinación, ni personalidad, ni opinión propia. Los que se casaron, por aproximación, con la vecina, porque nunca se le animaron a la más linda del club. Los que se callaron la boca siempre, por no atreverse a hablar.

El gil de cada barrio hoy es acérrimo kirchnerista. Ese al que ninguna mina le daba bola y que jamás pegó un mísero grito, hoy revolea la bandera de La Cámpora y se siente parte de la cosa. Vocifera barrabasadas con autoridad suprema, lo carga un poco, incluso, se burla y le ironiza. Agrandado.

Su cuñado, el Tito, sin ir más lejos, que se quedó manejando el taxi, de peón, porque nunca se animó a poner la galletitería, hoy le da lecciones de economía y le explica con patética soberbia que la emisión y el gasto público no producen inflación. Sigue manejando el taxi, pero contento.

Los K les dieron pertenencia a todos los resentidos y eternos perdedores de la vida. Los que siempre fueron público y jamás protagonizaron ni una despedida de solteros.

Pero, atención. No se los puede eximir de responsabilidades, porque muestran una hipocresía que subleva. Repiten hasta el hartazgo lo que todos conocemos: Menem fue un gran corrupto. Vaya noticia. Aunque a casi 14 años de dejar el poder no tenga sentencia condenatoria en ninguna de sus causas por corrupción.

Sin embargo, cuando se les habla de Néstor Kirchner remiten a la justicia. Piden pruebas, fotos, recibos de las coimas, videos violando a la monjita. Asumen con naturalidad que los desaparecidos fueron 30.000, pero firman y propalan que la inflación no supera el 10% anual.

Pueden acordarse con detalles de los pollos de Mazzorín, pero nunca se enteraron de los negociados de Hebe. Defienden a Slowhand Boudou, el DJ de la UCD.

Una importante dosis de hipocresía es necesaria para sostener ese relato. Y si estos pibes derrochan algo, es hipocresía. Dicen que hay dos países y es posible. Dicen, incluso, que hay dos pueblos distintos, y no me extrañaría, pero de lo que estoy seguro es que verdad hay una sola.

Hace casi una década que, desde la impunidad que da el carnet, delinquen. Y sus seguidores se babean aplaudiéndolos. Todo lo demás es, apenas, un relato.

© Escrito por Fabián Ferrante (@FabianFerrante) el jueves 21/02/2013 y publicado por Tribuna dePeriodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.