lunes, 25 de junio de 2018

Sh... Cuento de Alberto Szpunberg... @dealgunamanera...

Sh... Por Alberto Szpunberg...


Lo conocí una tarde que entré al Bar León a repartir volantes. Yo habré tenido entonces quince años y una fe inquebrantable. Hoy el Bar León no existe, y muchas cosas más tampoco.

Me llamó con un vení, pibe, y un gesto de la mano, como si me agarrase desde el aire y me acercase, aunque su mirada seguía clavada en el tablero. Yo apuré el paso, imbatible.

No ocurría todos los días que alguien me pidiese un volante sin que yo se lo tuviese que ofrecer.

–Dame unos cuantos –me pidió sin mirarme y, sin decir gracias ni nada, levantó con dificultad sus más de 100 kilos y los paseó por entre las mesas hasta alcanzar el baño.

Para mí fue toda una decepción política, acaso la primera, pero, sin duda, como un tatuaje, me marcó para siempre. Tal es así que, en momentos de desaliento, siempre que pienso que todo se vino abajo, y cuando digo todo el Muro es lo de menos, me acuerdo de esa tarde. Días después me enteré de que su nombre era Shloime Shapiro. Me lo dijo él mismo, otra tarde que volví a entrar al Bar León y dejé volantes en todas las mesas menos, por supuesto, en la suya. Fue entonces que me llamó, con el mismo gesto:

–¿Vos no jugás, pibe? –y me señaló la silla. Me senté y, mientras ponía sus manos atrás, se presentó:

–Soy Shloime Shapiro. Como verás soy silencioso por naturaleza... Mi nombre y apellido empiezan con sh...

Luego puso sus dos puños delante de mi nariz.

–La izquierda –elegí.

–Lo sabía, pibe... –se sonrió–, a mí me da lo mismo, yo ya no creo en esas cábalas... El tablero estaba descolorido, las piezas gastadas, todo el Bar León olía a rancio, pero me lancé al ataque.

El me comió un peón y yo le comí un caballo. Así empezó mi venganza. No me imaginaba que Shloime Shapiro fuera tan fácil. A un costado del tablero se empezaron a amontonar su alfil, su otro caballo, una torre y tres peones.

–Tampoco creo en las damas... –afirmó.

Su reina pasó a engrosar mis trofeos y no sé por qué me conmoví:

–¿Tablas?

–¿Tablas? –se rió–, Moisés las escribió y él mismo, bajoneado por la poca fe, fue el primero en destrozarlas...

Y su alfil, el único que le quedaba, me desconcertó:

–¡Jaque! Moví el rey, porque no tenía otra y, cuando me di cuenta, ya era tarde.

–¡Mate! –exclamó Shloime Shapiro, y me tendió la mano. Yo iba a estrechársela, como hacen los caballeros, pero ni llegué a rozar sus uñas sucias de mugre y tabaco.

–No, pibe, unos volantes... No tuve agallas ni tiempo para ofenderme. 

Agarró unos cuantos volantes y, con dificultad, jadeante –era su manera de respirar– sacó de la silla sus más de 100 kilos y volvió pasearlos entre las mesas hasta alcanzar el baño. Se tomó su tiempo, como es lógico.

Cuando volvió, encajó como pudo sus más de 100 kilos en la silla y me miró con sus ojos claros y eternamente húmedos.

–Ahora sí –me tendió la mano–, con el estómago en paz la gente ya puede saludarse...

Se la estreché. Era una mano sudorosa, de esas que dejan su huella donde tocan.

–No es cuestión de atacar, pibe –me guiñó–; para ganar, lo importante es no aflojar...

Cuando desprendí mi mano de la suya vi que por debajo del puño sucio de su camisa asomaba un número tatuado.

–¿Y eso? –le pregunté.

Shloime Shapiro se cruzó un dedo sobre los labios y sólo me contestó:
–Sh...

Que este silencio sea mi homenaje a aquel maestro.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/1998/98-12/98-12-/contrata.htm

Alberto Szpunberg

Buenos Aires, 1940. Licenciado en Letras. En 1973 se desempeñó en la Universidad de Buenos Aires como director de la carrera de Lenguas y Literaturas Clásicas y como profesor de las materias Literatura Argentina, y Medios de Comunicación y Literatura. Como periodista fue redactor del diario La Opinión de Buenos Aires, donde dirigió el suplemento cultural de 1975 a 1976, año del golpe de estado. En 1977 se exilió a Barcelona.

Desde 2001 es profesor de Literatura y Política en la Universidad Popular de las Madres de Plaza de Mayo.

Participó en varias antologías, como Los Nuevos (1968) y Poesía social del siglo XX (Centro Editor de América Latina, 1971).

Obra

—Poemas de la mano mayor.
—Juego limpio.
—El che amor.
—El paso atrás.
—Su fuego en la tibieza.
—Apuntes.
—Luces que a lo lejos.
—La encendida calma.
—Notas al pie de nada ni de nadie.

Premios

—Mención en Premio Casa de las Américas, por El che amor.
—Alcalá de Henares de Poesía, 1983, por Su fuego en la tibieza.

—Internacional de Poesía Antonio Machado 1993/94, por Luces a lo lejos.






Gol vs. Polo vs. Golf... @dealgunamanera...

Gol vs. Polo vs. Golf: dimensiones y diseño exterior e interior… 


En este informe compararemos a los tres hatchs de Volkswagen. El Gol, el nuevo Polo -que llegará a la Argentina en 2018-, y el Golf 7, que recientemente acaba de renovarse en nuestro país.

© Publicado el jueves 19/10/2017 por Info Auto de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Volkswagen  completará a principios de 2018 su gama de autos compactos en el mercado argentino con el nuevo Polo.. Un modelo que se ubicará por encima del Gol y, por debajo del renovado Golf 7 -hatch mediano-, que ya está a la venta en nuestro país. 



A continuación compararemos mediante imágenes los tres modelos alemanes.


-DIMENSIONES:  

Los tres modelos tienen medidas diferentes. El Golf es el más grande, ya que pertenece a un segmento superior.


Los tres modelos tienen medidas diferentes. El Golf es el más grande, ya que pertenece a un segmento superior.

-LAS ÓPTICAS DELANTERAS: 


Las tres luces delanteras tienen un estilo muy similar, debido al lenguaje de diseño global de la marca.  

-EL FRENTE:


Por delante los tres modelos mantienen una misma línea, aunque con diferencias puntuales en cada uno. El renovado Gol y el nuevo Polo, fueron diseñados tomando la estética del nuevo Golf.  

-EL LATERAL:


En esta vista podemos apreciar un cierto parecido entre el Gol y el Polo. En cuanto al Golf, su diseño se diferencia mucho más. 

-LA PARTE TRASERA:  


Por detrás vemos un diseño muy similar entre el Gol y el Polo. El Golf se diferencia notablemente porque sus luces son rectangulares. 

-LAS ÓPTICAS TRASERAS: 


Las luces traseras se diferencian mucho entre sí, siendo las del Golf las más grandes. La del Gol y la del Polo tienen cierta similitud, aunque con un estilo distinto.  

-EL INTERIOR:  


Por dentro los tres modelos son muy diferentes. El Polo incorpora un interior completamente nuevo con un tablero totalmente digital y un gran centro multimedia. El Gol obtuvo una importante evolución, tomando varias características del Golf. Y el Golf quedo un poco relegado, debido a que es un diseño del año 2013 -con pequeñas novedades incorporadas en 2017-.



domingo, 24 de junio de 2018

Macri, Cristina y el juego de la cárcel… @dealgunamanera...

Macri, Cristina y el juego de la cárcel…

Candidatos. Un duelo con diálogo entre peronistas no K y Macri indicaría adultez. El Gobierno prefiere competir con Ella. Fotocomposición: Pablo Temes.

El caos solo le serviría a quienes prevén que su futuro será aún peor que ese caos.

© Escrito por Gustavo González el domingo 24/06/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Hasta el jueves pasado a las 15 las cosas parecían ir mejor: país emergente, ingreso del dinero del FMI, un dólar más tranquilo, boom en la Bolsa. Solo faltaba que la Selección le ganara a Croacia y garantizara su pase a la próxima ronda del Mundial. Pero no pudo ser.

No va a quedar otra que esperar que el clima económico cambie por vía de la razón y no por apostar a influjos mágicos o deportivos. En distintos sentidos, no sería la primera vez que las soluciones lleguen tras aprender de dolorosas derrotas.  

¿A quién le serviría el caos? En lo político y económico, el 2001 es el extremo indeseado de lo que significó tocar fondo para volver a recuperarse y coincidir luego en que ése es un lugar al que nadie quiere volver. O casi nadie.

No le conviene al Gobierno, claro, pero tampoco al peronismo no kirchnerista que por primera vez en mucho tiempo siente que puede triunfar en las próximas presidenciales. Tampoco al sindicalismo, que sabe que un descalabro social puede llevar puesto a sus viejos líderes. Incluso el paro de mañana guarda esa lógica. Puede ser discutible si es justo o injusto con el Gobierno o si logrará alguna mejora concreta para los trabajadores, pero no deja de ser una vía de expresión de un malestar social que es preferible encausado que anárquico.

El caos solo le serviría a quienes prevén que su futuro será aún peor que ese caos. Por ejemplo, para aquellos dirigentes que se imaginan presos, una crisis generalizada hasta podría representar un salvoconducto. Hay muchos kirchneristas entre éstos.

También algunos empresarios con poder de fuego financiero. Son los que están hablando de un fin de año endemoniado.

Es que cuando la cárcel puede ser un destino para una parte de la dirigencia, cualquier escenario es posible. Brasil está cerca para recordarlo.

Pero más allá de la potencial colonia carcelaria y de otros grupos políticos menos significativos, queda cerca de un 70% de la población representada en dirigentes que son la expresión del post 2001, el año que simbolizó el crack de los partidos tradicionales. Rondan los 50 años. Tenían 30 cuando estalló la Convertibilidad y cayó De la Rúa, y expresan a aquellos jóvenes que vivieron de cerca el abismo. Están inoculados con el escepticismo de su época, pero también con el miedo de que la historia se repita.

Unos son CEOs, radicales y peronistas que encontraron en Macri a un ingeniero heterodoxo que espeja a una nueva alianza policlasista.

Otros son neoperonistas, que de más jóvenes fueron menemistas o kirchneristas, pero a los que nunca se les ocurrió dar la vida por Menem ni por los Kirchner.

Los macristas buscan ser reelectos. Los peronistas no K, un candidato ganador.

El problema es que los socios fundadores del PRO (los del ala no política) creen que para triunfar deben mantener vivo el fantasma del kirchnerismo. Hasta ahora les fue bien cavando esa grieta. Su lógica es que si Cristina es candidata obtendría entre un 25 y un 35 % de votos, suficientes para perder en primera vuelta o para ir a un ballottage en el que su imagen negativa le impediría triunfar.

El riesgo es grande y es doble. Apuestan a posicionar a una competidora para la que el caos no es el peor de los escenarios y que, además, puede terminar triunfando si la economía convence a una mayoría de que con ella estábamos mejor.

Jugar a Cristina candidata demuestra el temor a que si quien sale segundo en las próximas elecciones es un Massa o un Urtubey, este peronismo se imponga en una segunda vuelta al sumar los votos del kirchnerismo, de la llamada izquierda y de algún conservadurismo desilusionado.

Para el oficialismo perder no es la peor hipótesis. La peor es perder con Cristina. Con el kirchnerismo en el poder, las chances de que quienes vayan a prisión sean los actuales funcionarios no son bajas. Salvo que estén seguros de que no tienen nada que ocultar de antes o después de asumir sus cargos y que los jueces argentinos son lo suficientemente independientes como para juzgar sus inocencias.

Cristina candidata es un riesgo también para el autodenominado “peronismo sin prontuario”. Encuestas de esta semana muestran que sigue siendo la opositora que conseguiría más votos y la que más creció con esta crisis (los sondeos también ratifican que perdería en un ballottage contra Macri).

Pero sin ella compitiendo, todo sería distinto. La pregunta es: ¿qué podría convencerla para no presentarse? Una primera respuesta es el riesgo a perder y quedarse sin tiempo y sin la última herramienta para eludir la eventual prisión.

El peligroso juego de la cárcel es el que quizás la acerque al peronismo no K. Interlocutores de ambos sectores opinan que ella podría postular a otro candidato en su lugar. Alguien como Agustín Rossi que saldría tercero, pero cuyos votos en un ballottage irían a un candidato peronista.

¿Por qué lo haría CFK? Porque tal vez piense que nada sería peor para ella y sus hijos que el triunfo de Macri, o porque suponga que los peronistas no envían a prisión a otros peronistas.

Complementarios, no enemigos. Un 2019 con dos opciones electorales con posibilidades de ganar y que reflejen cierto consenso en no regresar al pasado, significaría para una mayoría el aprendizaje de que los dolores sirven para fijar conceptos. Y transmitiría hacia dentro y fuera del país el mensaje de continuidad institucional entre alternativas razonables.

Se vienen tiempos en los que el macrismo podría requerir del peronismo no K más de lo que piensa.

En el Gobierno los recelan por ventajeros, egoístas o traidores. Pero solo tratan de ocupar el lugar de Macri.

Entender el interés del otro, le permitiría al oficialismo aprovechar sus debilidades y necesidades.

Esos peronistas son gobernadores y legisladores que ansían ayuda nacional para sus provincias, o dirigentes que están ávidos de ser tenidos en cuenta como contrafiguras del oficialismo.

Son sus complementariedades las que los deberían unir. Porque la economía definitivamente los separa.

Cambiemos apostó desde un principio a que el crecimiento vendría por la reducción del déficit fiscal, la baja de la inflación, la llegada de inversiones y un mayor endeudamiento externo. El déficit se redujo y la deuda se multiplicó, pero ni la inflación ni las inversiones reaccionaron como se preveía. Con todo, hasta abril pasado la serie de trimestres seguidos de crecimiento parecían indicar que el camino podía ser el correcto.

El peronismo cree que en un país en el que el consumo total representa casi el 80% del PBI, cualquier política que no lo aliente generará recesión. Apuntalar el consumo y mantener un dólar competitivo son –según sus economistas más reconocidos– las premisas para tentar inversores.

Estiman que recién ahí la inflación bajaría y dicen que el mismo Gobierno hizo eso en el segundo semestre del año pasado, motivado por las elecciones. Pero que luego volvió a primar la política monetarista.

La otra prisión. Hoy, los canales de comunicación entre estos representantes del 70% de la Argentina, parecen entrecerrados.

Y hasta la utopía futbolística en común está en veremos.

La cárcel no es solo ese lugar oscuro al que tantos políticos temen ir.

Cuando las inseguridades generan obstinaciones, las ideas del otro son tratadas como virus y el diálogo es de sordos, también las certezas infranqueables pueden ser una cárcel.



(Fuente www.perfil.com). El periodismo profesional es costoso y por eso debemos defender nuestra propiedad intelectual. Robar nuestro contenido es un delito, para compartir nuestras notas por favor utilizar los botones de "share" o directamente comparta la URL. Por cualquier duda por favor escribir a: perfilcom@perfil.com

Momento crucial… @dealgunamanera...

Momento crucial… 

¡Saltó la térmica! Juan José Aranguren | Dibujo: Pablo Temes

Conflictos puertas adentro y afuera. Macri necesita dar un golpe de timón y hacer un relanzamiento.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 24/06/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

En el Gobierno se vive un estado deliberativo. Aun cuando en la jura de los nuevos ministros se respiró un aire de optimismo que no se veía desde hacía semanas, las aguas siguen revueltas. Las causas para esto fueron dos: el ascenso de la Argentina a la calificación de país emergente y la liberación de los 15 mil millones de dólares correspondientes al primer desembolso del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). No obstante, el impacto de la crisis sigue siendo alto dentro del oficialismo.

La decisión de Mauricio Macri de anunciar el relevo de dos de sus ministros –Francisco Cabrera, de Producción, y Juan José Aranguren, de Energía– el sábado por la noche dejó sorprendidos a muchos.

Cabrera es alguien que nunca tendría que haber sido designado al frente de la cartera de Producción. Su proveniencia del mundo de las finanzas lo puso lejos, muy lejos, del paradigma conceptual que requería su cargo. “Nunca fue un ministro de Producción”, sostiene una voz de consulta del Gobierno. Ningún grupo de empresarios quería hablar más con Cabrera porque consideraban que la relación con él era inservible. Pero todo el mundo sabía que era un protegido de Macri y que criticar a Cabrera era criticarlo a él. Por eso muchos silenciaron sus críticas. Esa pertenencia al entorno presidencial explica también por qué el ahora ex ministro fue designado presidente del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE).

En cambio Aranguren no tuvo la misma suerte: para él hubo palabras de agradecimiento de parte del jefe de Estado pero ningún cargo. El ex ministro se fue del Gobierno enojado y dolido. Se enteró de que lo habían echado en medio de una reunión de trabajo con empresarios del sector que se estaba desarrollando en San Carlos de Bariloche. Aranguren, un hombre que dejó su cómodo sillón de la actividad privada para ingresar a la función pública, quedó expuesto al escarnio como consecuencia de la mala implementación que hizo de los aumentos de las tarifas de gas y electricidad. Le faltaron calle y sensibilidad social. Eso lo convirtió en el blanco de las críticas no solo del ciudadano de a pie sino de varios de sus colegas dentro del Gobierno. En su descargo hay que decir que todo lo que hizo –lo bueno y lo malo– contó con el respaldo total del Presidente. Por eso pudo resistir los embates del triunvirato Peña, Quintana y Lopetegui que, luego de los tarifazos –no antes– lo lapidaron.

Reacomodamiento. El presente ha descolocado al Gobierno. Lo ha sacado de un limbo en el que entró después del resonante triunfo electoral de octubre. Por eso hay un estado de reunión permanente del equipo de comunicación en el que hay suma preocupación por la evaluación día a día de la imagen de la aceptación del Gobierno. 

Los datos muestran una caída significativa. 

Esa caída lo acerca peligrosamente a los números de Cristina Fernández de Kirchner. El Gobierno hoy está en 32 puntos y la ex presidenta en 30. Por ello, en el oficialismo se está analizando la estrategia comunicacional a seguir para manejar en un momento en el que casi todo lo que se tiene para anunciar es peor que lo que había.

Por ello, a diferencia de lo que pasaba tres meses atrás, hay una suerte de integración de los equipos técnicos de Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal y Marcos Peña, a quien se ha decidido correr de la actividad diaria, sin que ello signifique que deje de monitorearla. De ahí sus recientes viajes al Reino Unido y a los Estados Unidos. El esquema de comunicación está siendo revaluado todo el tiempo porque lo que el Gobierno todavía no encuentra es un discurso que lo ayude a contener el mal humor social reinante. Esa suerte de desesperanza que generó la bochornosa actuación de la Selección de la Argentina contra Croacia y su posible vuelta anticipada encendió las alertas dentro del oficialismo, que percibe que esa desgraciada alternativa lo perjudicaría. No fue casual que haya habido un intercambio de mensajes entre el Presidente y el Kun Agüero.  

Hay diferencias internas sobre qué y cómo comunicar. Lo que están sugiriendo los especialistas en esta materia, a la que el oficialismo durante mucho tiempo despreció, es más presencia pública de los ministros, a los que se les pide que salgan a hacer el aguante. Sin embargo, hasta el momento no logran una unidad de criterio. Hoy por hoy, el Gobierno está perdiendo su contienda contra la realidad. Y el problema es que no hay una perspectiva de que las cosas mejoren significativamente en lo que resta del año. La única buena noticia fue el ascenso de la calificación de la Argentina a la categoría de país emergente, algo que pasa muy lejos de la realidad de la gente. Ni hablar del acuerdo con el FMI, que el Gobierno celebró y que muchos ciudadanos fustigaron.

Nuevo star. En el universo interno del Gobierno, la estrella del momento se llama Luis Caputo. De él fue la idea de recurrir al FMI, y su hiperactividad en estos primeros días al frente del Banco Central lo coloca en un primer plano en la consideración presidencial.

La caída del dólar y la suba de las acciones de las empresas argentinas operadas el viernes lo fortalecieron. Paradojas de la vida, su imagen fuera del Gobierno es exactamente la opuesta, sobre todo después de haber dicho que la devaluación es “lo mejor que le pudo haber pasado al país”. Solo alguien que no sabe lo que eso impacta en el día a día de la economía argentina puede decir algo así.

Es un momento crucial para Macri. Todas las expectativas generadas tras el triunfo electoral de octubre han sido barridas de un plumazo por la crisis que comenzó el 26 de abril pasado y que el Gobierno no advirtió. El Presidente necesita dar un golpe de timón y relanzar su gestión.

La conflictividad aflora. Alguna es altisonante, como el paro de la CGT de mañana y el enfrentamiento creciente con la Iglesia. Otras, como las quejas de los empresarios, son más corteses. Todas son representativas de la complejidad del presente. La tarea exigirá mucho diálogo y muñeca política. Para Macri está en juego su futuro político –su reelección–, y para el país, una vez más, su destino.

Producción periodística: Lucía Di Carlo





(Fuente www.perfil.com). El periodismo profesional es costoso y por eso debemos defender nuestra propiedad intelectual. Robar nuestro contenido es un delito, para compartir nuestras notas por favor utilizar los botones de "share" o directamente comparta la URL. Por cualquier duda por favor escribir a: perfilcom@perfil.com