Momento crucial…
¡Saltó la
térmica! Juan José Aranguren | Dibujo: Pablo Temes
Conflictos puertas adentro y afuera. Macri necesita dar un golpe de timón y
hacer un relanzamiento.
© Escrito por Nelson
Castro el domingo 24/06/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
En el Gobierno se vive un estado
deliberativo. Aun cuando en la jura de los nuevos ministros se respiró un aire
de optimismo que no se veía desde hacía semanas, las aguas siguen revueltas.
Las causas para esto fueron dos: el ascenso de la Argentina a la calificación
de país emergente y la liberación de los 15 mil millones de dólares
correspondientes al primer desembolso del acuerdo con el Fondo Monetario
Internacional (FMI). No obstante, el impacto de la crisis sigue siendo alto
dentro del oficialismo.
La decisión de Mauricio Macri de
anunciar el relevo de dos de sus ministros –Francisco Cabrera, de Producción, y
Juan José Aranguren, de Energía– el sábado por la noche dejó sorprendidos a
muchos.
Cabrera es alguien que nunca tendría
que haber sido designado al frente de la cartera de Producción. Su proveniencia
del mundo de las finanzas lo puso lejos, muy lejos, del paradigma conceptual
que requería su cargo. “Nunca fue un ministro de Producción”, sostiene una voz
de consulta del Gobierno. Ningún grupo
de empresarios quería hablar más con Cabrera porque consideraban que la
relación con él era inservible. Pero todo el mundo sabía que era un protegido
de Macri y que criticar a Cabrera era criticarlo a él. Por eso muchos
silenciaron sus críticas. Esa pertenencia al entorno presidencial explica
también por qué el ahora ex ministro fue designado presidente del Banco de
Inversión y Comercio Exterior (BICE).
En cambio Aranguren no tuvo la misma suerte: para él hubo palabras de
agradecimiento de parte del jefe de Estado pero ningún cargo. El ex ministro se
fue del Gobierno enojado y dolido. Se enteró de que lo habían echado en medio
de una reunión de trabajo con empresarios del sector que se estaba
desarrollando en San Carlos de Bariloche. Aranguren, un hombre que dejó su cómodo
sillón de la actividad privada para ingresar a la función pública, quedó
expuesto al escarnio como consecuencia de la mala implementación que hizo de
los aumentos de las tarifas de gas y electricidad. Le faltaron calle y
sensibilidad social. Eso lo convirtió en el blanco de las críticas no solo del
ciudadano de a pie sino de varios de sus colegas dentro del Gobierno. En su
descargo hay que decir que todo lo que hizo –lo bueno y lo malo– contó con el
respaldo total del Presidente. Por eso pudo resistir los embates del
triunvirato Peña, Quintana y Lopetegui que, luego de los tarifazos –no antes–
lo lapidaron.
Reacomodamiento. El presente ha
descolocado al Gobierno. Lo ha sacado de un limbo en el que entró después del
resonante triunfo electoral de octubre. Por eso hay un estado de reunión
permanente del equipo de comunicación en el que hay suma preocupación por la
evaluación día a día de la imagen de la aceptación del Gobierno.
Los datos muestran una caída significativa.
Esa caída lo acerca peligrosamente a los números de Cristina Fernández de Kirchner. El Gobierno hoy está en 32 puntos y la ex presidenta en 30. Por ello, en el oficialismo se está analizando la estrategia comunicacional a seguir para manejar en un momento en el que casi todo lo que se tiene para anunciar es peor que lo que había.
Los datos muestran una caída significativa.
Esa caída lo acerca peligrosamente a los números de Cristina Fernández de Kirchner. El Gobierno hoy está en 32 puntos y la ex presidenta en 30. Por ello, en el oficialismo se está analizando la estrategia comunicacional a seguir para manejar en un momento en el que casi todo lo que se tiene para anunciar es peor que lo que había.
Por ello, a diferencia de lo que
pasaba tres meses atrás, hay una suerte de integración de los equipos técnicos
de Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal y Marcos Peña, a quien se ha
decidido correr de la actividad diaria, sin que ello signifique que deje de
monitorearla. De ahí sus recientes viajes al Reino Unido y a los Estados
Unidos. El esquema de comunicación está siendo revaluado todo el tiempo porque
lo que el Gobierno todavía no encuentra es un discurso que lo ayude a contener
el mal humor social reinante. Esa suerte de desesperanza que generó la
bochornosa actuación de la Selección de la Argentina contra Croacia y su
posible vuelta anticipada encendió las alertas dentro del oficialismo, que
percibe que esa desgraciada alternativa lo perjudicaría. No fue casual que haya
habido un intercambio de mensajes entre el Presidente y el Kun Agüero.
Hay diferencias internas sobre qué y cómo comunicar. Lo que están sugiriendo los especialistas en esta materia, a la que el
oficialismo durante mucho tiempo despreció, es más presencia pública de los
ministros, a los que se les pide que salgan a hacer el aguante. Sin embargo,
hasta el momento no logran una unidad de criterio. Hoy por hoy, el Gobierno está
perdiendo su contienda contra la realidad. Y el problema es que no hay una
perspectiva de que las cosas mejoren significativamente en lo que resta del
año. La única buena noticia fue el ascenso de la calificación de la Argentina a
la categoría de país emergente, algo que pasa muy lejos de la realidad de la
gente. Ni hablar del acuerdo con el FMI, que el Gobierno celebró y que muchos
ciudadanos fustigaron.
Nuevo star. En el universo interno del
Gobierno, la estrella del momento se llama Luis Caputo. De él fue la idea de
recurrir al FMI, y su hiperactividad en estos primeros días al frente del Banco
Central lo coloca en un primer plano en la consideración presidencial.
La caída del dólar y la suba de las
acciones de las empresas argentinas operadas el viernes lo fortalecieron.
Paradojas de la vida, su imagen fuera del Gobierno es exactamente la opuesta,
sobre todo después de haber dicho que la devaluación es “lo mejor que le pudo
haber pasado al país”. Solo alguien que no sabe lo que eso impacta en el día a día
de la economía argentina puede decir algo así.
Es un momento crucial para Macri. Todas las
expectativas generadas tras el triunfo electoral de octubre han sido barridas
de un plumazo por la crisis que comenzó el 26 de abril pasado y que el Gobierno
no advirtió. El Presidente necesita dar un golpe de timón y relanzar su
gestión.
La conflictividad aflora. Alguna es
altisonante, como el paro de la CGT de mañana y el enfrentamiento creciente con
la Iglesia. Otras, como las quejas de los empresarios, son más corteses. Todas
son representativas de la complejidad del presente. La tarea exigirá mucho
diálogo y muñeca política. Para Macri
está en juego su futuro político –su reelección–, y para el país, una vez
más, su destino.
Producción periodística: Lucía Di Carlo
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