¿Les estalla antes la cabeza o la economía?...
“Los ritos y las ceremonias de las iglesias no hacen más que
convertir a Dios en un payaso.” Søren Kierkegaard
CRISTINA Y MORENO. Dos estilos de alteración.
El jueves, en un reportaje publicado en la revista Nuestra
Palabra del Partido Comunista, Guillermo Moreno explicó que “la Presidenta fue
muy clara cuando dijo que es inmanejable un país con una inflación por encima
del 15, 18 o 20%. La inflación es la que realmente está midiendo el Gobierno”.
¿Qué parte de la población será analfabeta numéricamente
como para todavía creerse que la inflación es del 9% o, más allá de cualquier
porcentaje, creer que la inflación crece la mitad de lo que le aumentan su
sueldo?
No parece resultar muy conveniente para el Gobierno recordar
cuando Cristina Kirchner, en la Universidad de Harvard, sostuvo que “si la
inflación fuera del 25%, el país estallaría por el aire”. Esa frase es para
psiquiátrico: un país estallando por el aire si sucediera lo que ya sucede,
advertido por la propia responsable de conducir ese país. Muchas
interpretaciones son posibles (palabra
plena, lapsus del inconsciente), pero hay un único efecto: la sospecha de que
no sólo podría estallar la economía del país sino, y no menos preocupante, que
la cabeza de quienes gobiernan está tan mal como la inflación.
Todavía existen preconceptos culturales arcaicos sobre las
mujeres que fácilmente son calificadas de locas. No sólo Cristina Kirchner
soportó esa acusación sino también Elisa Carrió, de quien –hasta oficialmente–
el que fue jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, dijo que a ella “le faltan
varios jugadores” y que “no le llega agua al tanque”.
Es cierto que en el caso de los hombres ser “loco” hasta
puede convertirse en un atributo valorativo distinto, significando que esa
persona tiene un arrojo especial que le permite ir más allá de los límites,
como podrían ser “el loco Moreno” o “el loco Néstor Kirchner”. Pero tampoco
habría que detenerse en una discriminación opuesta que impida decir que una
mujer luce alterada sin caer en violencia de género. Por eso es oportuno aquí
juntar a Moreno con Cristina, ya que resulta hasta benigno calificar de locos a
quienes desde el Gobierno sostienen que
si la inflación fuera del 25% el país estallaría.
El kirchnerismo apuesta a que en 2013 llegará un segundo
viento de cola que acomode y disimule todos los problemas económicos que su
modelo viene acumulando. Quizá se confíe demasiado, y en lo económico, al
revés, sería cuerdo estar un poco más paranoico.
Pero, más allá de la economía, el Gobierno debe reconocer
que una creciente parte de la sociedad tiene la percepción de que a su
conductora la afecta algún tipo de excitación discursiva que –sea verdadera o
falsa– atribuyen a algún grado de alteración de su ánimo.
Probablemente no sea más que otro mito urbano pero, a un año
de las elecciones que el 23 de octubre de 2011 le permitieron a Cristina
Kirchner ser reelecta con el 54% de los votos, el número de ciudadanos que dice
que nunca la votaría creció en la misma proporción en la que cayeron su imagen
positiva (más de veinte puntos) y la aprobación de su gobierno.
Es factible que Cristina Kirchner tenga hoy la misma
oralidad exaltada de siempre y aquellos que dejaron de apoyarla por otros
motivos decidieron prestar más atención a ese rasgo de su personalidad que
siempre la caracterizó, cuya percepción se inhibía en época de luto, porque
cualquier pensamiento negativo era reprimido y enviado al inconsciente. Si así
fuera, retornaría ahora con más fuerza, como todo lo reprimido, y la población
estaría atravesando “el fin del luto”.
Simplificadamente: una parte de la sociedad votó a Cristina
Kirchner en 2007 porque prometió iniciar una etapa de recuperación de la
institucionalidad dejando atrás el estado de excepción, más tolerable en los
primeros años poscrisis de 2002. En la primera presidencia de Cristina Kirchner
no hubo avances republicanos, pero se atribuyó ese estancamiento a que su
marido seguía gobernando en las sombras. Con su muerte, además de la
solidaridad en el dolor, Cristina Kirchner renovó el crédito por la promesa
electoral de 2007 no realizada, ya que recién sin él podría ser ella misma.
El actual fin del luto no sería sólo la caducidad del
sentimiento de acompañar en el dolor a quien había enviudado sino,
principalmente, el pase de una doble factura por incumplimiento de la promesa
electoral tanto de 2007 como de 2011 (obvio, de aquellos que no son
naturalmente kirchneristas).
La gente cuya politización es mediana percibe como
perturbados a quienes tienen una ideologización extrema, sea de derecha o de
izquierda. El predecesor de Obama, George W. Bush, también fue reelegido
presidente; sin embargo, en su segundo mandato se hizo mayoritaria la idea de
que sus creencias eran tan rígidas que derivaron en un encierro dogmático que
distorsionó su percepción de la realidad.
El enamoramiento, como su contraparte, el odio, implica una
forma de descalibramiento del radar con el que se registra lo externo. El amor
a una religión o a una causa necesariamente requiere que la realidad sea
retraducida de forma que no llegue a crear un conflicto insalvable con los
sentimientos y las creencias, que al ser existenciales no pueden ser
abandonadas por la persona sin perder su autoestima.
El problema del kirchnerismo es que gran parte del relato es
la economía (más la explicación de por qué fracasó en el pasado y quiénes
fueron los culpables). Otro fracaso demandaría otro relato.