La vida es un tablero de ajedrez en donde los cuadros blancos son los días y los cuadros negros son las noches... Nosotros, somos las piezas que vamos de aquí para allá para caer al final en el cuadro de la nada... De Alguna Manera... Una Alternativa…
Día 687: Es el antikirchnerismo,
estúpido. Fotografía: CEDOC
El miedo a la inestabilidad económica, un patrón
recurrente del voto argentino, volvió a hacerse presente. Esta vez, el gobierno
de Javier Milei articuló su estrategia sobre tres ideas fuerza: “kirchnerismo”,
“inestabilidad” y “caos”.
Esta columna de hoy también podría titularse como:
“El kirchnerismo leyó mal a Ernesto Laclau". O, lo que decía Peter
Drucker: “Se muere de éxito”, por aquello que dio resultado y se profundiza
hasta lograr opuesto, en este caso la polarización. Pero comencemos con nuestro
título.
En 1992, durante la campaña en la que Bill Clinton derrotó
a George W. Bush padre, un asesor de Clinton, James
Carville colocó carteles internos en las oficinas demócratas con los
ejes de campaña. 1) Cambio vs. más de lo mismo. 2) No olvidar el
sistema de salud. 3) Es la economía, estúpido. Este último apuntaba a que
el problema de la gestión republicana se centraba en los dramas cotidianos de
las personas en relación con económico. Esta frase pasó de ser un recordatorio
interno y quedó instalado en la historia política internacional.
Parafraseándola, podemos intentar explicar el triunfo libertario de ayer
con: “Es el kirchnerismo, estúpido”.
La histórica recuperación luego de la derrota bonaerense de 14 puntos
de La Libertad Avanza (LLA) en provincia de Buenos Aires, la
mayor de todas las sorpresas de anoche, se puede explicar por varios factores,
pero evidentemente lo más importante es que los ocho puntos que subieron los
libertarios entre septiembre y ayer, fueron impulsados por un antiperonismo y
más particularmente, un antikirchnerismo muy profundamente
arraigado en la sociedad, inclusive en el bastión del peronismo, que es la
provincia de Buenos Aires.
Es decir, en las elecciones bonaerenses de septiembre hubo un 61%
de participación y ayer fue a votar un 68%. Es decir, hay
un 7% de personas votaron ayer y no en septiembre. Esas personas, masivamente
fueron a votar por LLA, asustados por la potencial vuelta del kirchnerismo que
se dedujo luego del importante triunfo de Fuerza Patria por catorce puntos.
Esto llevó a LLA de 33% a 41%. El peronismo, por
su parte, perdió 261 mil votos que probablemente se
dispersaron en varias listas, el voto en blanco y el nulo que juntos sumaron
un 4%.
Quien anticipó esta tendencia en este mismo programa fue Cristian
Buttié, director de CB Consultora, siendo el único de los consultores que
ubicada al oficialismo por encima del 40%. "La elección de provincia de
Buenos Aires despertó un interés en ese segmento que no estaba yendo a votar,
que no está enamorado de Milei. Pero al ver 14 puntos de diferencia a favor del
peronismo, define ese votante apático cuál es su mal mayor y su mal menor en
esta elección. Y ese votante está definiendo si va a votar. Si va a
votar, acompañar a La Libertad Avanza porque su mal mayor es que se caiga el
Gobierno y vuelva el kirchnerismo. Entonces, ese es el vector que hay que
seguir de cerca", había anticipado en Modo Fontevecchia.
La simplificación de la política como una actividad agonística donde la
clave reside en la correcta elección de los enemigos fue una estrategia que
pudo ser útil para Néstor Kirchner en 2003, permitiéndole
confrontar y aumentar su escaso 20% inicial de votos hasta el 40%. Sin embargo,
esta tesis resulta una estrategia deficiente para el peronismo en su conjunto,
ya que en Argentina el antiperonismo es una fuerza mayor que el peronismo, y el
sistema electoral incluye balotaje.
El kirchnerismo revivió el antiperonismo que Carlos Menem había
logrado licuar en los años 90 con su corrimiento hacia la derecha. En la
actualidad, el voto a favor de LLA se interpreta en gran medida como un voto
contra el kirchnerismo. La idea de que "Sin Cristina no se puede,
con Cristina no alcanza" ha evolucionado a la conclusión de
que "Con Cristina no se puede".
Esta polarización fue auto-producida y la estrategia de Cristina
Fernández de Kirchner de intentar cruzarla nominando a Daniel
Scioli, luego a Alberto Fernández, y finalmente a Sergio
Massa, no logró trascender el hecho de que cualquier candidato en alianza
con ella termina siendo percibido como kirchnerista. El "pase de
magia" de nominar a Alberto por haber sido crítico funcionó una vez, pero
el truco ya no funcionará.
El problema electoral para el kirchnerismo no se resume únicamente en el
41% obtenido por LLA, sino en que el peronismo de Tucumán y
el Frente Cívico de Santiago del Estero no
son kirchneristas, y que más del 7% de los votos de Provincias
Unidas es directamente antikirchnerista.
Aunque el kirchnerismo representa aproximadamente un 20% de los votos,
sin los cuales el peronismo iría dividido y no llegaría a un balotaje, este
dilema es aprovechado por fuerzas opositoras como LLA y, anteriormente,
por Mauricio Macri. Además, se observa un corrimiento del
electorado hacia la derecha, lo cual ya se había manifestado con la victoria de
Sergio Massa sobre el kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires en 2013, y
con Macri en 2015.
El miedo es una emoción que se
puede manipular en el terreno político si se realiza una lectura adecuada del
contexto para identificar los temores de los ciudadanos. A partir de esto, se
crean estrategias políticas que utilizan la propaganda para incitar al voto
popular. La manipulación del miedo no es nueva en la cultura occidental, ya que
desde la retórica se posicionó como un elemento esencial que un orador debía
usar para conmover y ganar al auditorio.
A
través del tiempo, el
miedo ha ganado espacio en la política, permitiendo la
emergencia y difusión de imaginarios sociales dominantes en las ciudades. Estos
imaginarios pueden incluir la inseguridad, la violencia o las situaciones
experimentadas en los espacios públicos, aunque sus categorías varían según el
lugar y evolucionan con el tiempo.
Mientras
que en el pasado se usaban figuras como el demonio o las brujas, hoy los
prototipos de miedo difieren de acuerdo con cada país o cultura. En la cultura
moderna, quienes buscan instrumentalizar el miedo se valen de los medios de
comunicación, pues estos desempeñan un papel fundamental al producir y difundir
información saturada de imágenes sobre, por ejemplo, la delincuencia urbana.
El
miedo político se entiende como el temor de la gente a que su bienestar
colectivo resulte perjudicado -como el miedo al terrorismo, el crimen o la
descomposición moral- o la intimidación ejercida por el gobierno. Además, es un
tipo de miedo que emana de la sociedad y tiene consecuencias directas sobre
ella.
La
naturaleza del miedo hace que las personas sean vulnerables a la manipulación, tanto
individual como colectivamente. Los políticos conocen esta estrategia y
utilizan los medios para fortalecer los discursos de miedo y alcanzar sus
objetivos, a menudo mediante tácticas como el pánico moral.
El
voto del miedo es el acto de sufragar motivado por una serie de temores,
amenazas, intimidaciones e incertidumbres sobre el presente y el futuro de una
colectividad determinada. Para incitarlo, a los votantes se les suele plantear
un dilema de pánico mediante discursos que advierten que, si ganan los
candidatos opositores, se podría desestabilizar el Estado, poniendo en riesgo
la paz, el bienestar, el progreso, la seguridad o los valores. Por lo tanto, se
invita a votar para evitar esa desestabilización.
Un
ejemplo analizado es la campaña de reelección de George W. Bush en Estados
Unidos en 2004, donde el miedo fue un elemento fundamental. Aunque los votantes
expresaron que Bush no había sido eficaz en la economía y temían por el futuro
económico del país -lo que inicialmente los inclinaba haciael demócrata John Kerry-, el factor
decisivo terminó siendo el miedo a la seguridad nacional y al terrorismo. Dado
el ambiente tenso por el atentado del 11 de septiembre, se encontró que el
presidente Bush generaba más confianza en el manejo del terrorismo, lo cual
incidió directamente en el resultado final.
En
consecuencia, las emociones son fundamentales en el campo político, con una
hegemonía sobre lo racional, y el miedo se utiliza como instrumento para
persuadir a los votantes. La psicología política se ocupa de guiar estos temas,
abordando la propaganda y las decisiones políticas basadas en emociones.
Por
ejemplo, en Argentina, un patrón de comportamiento electoral históricamente
significativo se basa en el miedo a la inestabilidad económica. Este
fenómeno se manifestó por primera vez en las elecciones de 1995 como el "voto cuota".
En ese momento, a pesar de los efectos negativos de la convertibilidad, que ya
venía demostrando pérdida de empleo, y la crisis del "efecto
tequila", el temor a perder la estabilidad impulsó a las personas
endeudadas por créditos y compras, como electrodomésticos o autos, a votar por
la continuidad de la política económica del menemismo.
Esta
dinámica se repitió en 1999, cuando la coalición de la Alianza, compuesta por
el radicalismo, parte del peronismo con Chacho Álvarez, que llevaba como presidente
a Fernando de la Rúa, ganó
las elecciones. Solo logró el triunfo presidencial asegurando que mantendría la
convertibilidad y no devaluaría la moneda. El desafío político en aquel
contexto era lograr votar a favor de la economía, pero al mismo tiempo
manifestarse en contra de la corrupción.
Hoy
en día, este mismo fenómeno se estaría repitiendo, aunque con una nueva
denominación: el "voto
estabilidad". Ante este escenario, la oposición se
enfrenta al desafío de encontrar un candidato que esté dispuesto a prometer la
continuidad de dicha estabilidad económica. Su estrategia de éxito, además de
ese mensaje, dependería de que el desgaste del oficialismo por la acumulación
de casos de corrupción termine por afectar su base de apoyo y se creen las condiciones
para votar a favor de la economía y en contra de la oposición, como sucedió dos
veces en los noventa.
El
Gobierno logró conectar un conjunto de ideas fuerza: “kirchnerismo”, “inestabilidad” y “caos”.
Para eso, contó con la ayuda inestimable de Estados Unidos y probablemente la
amenaza de Donald
Trump de que si perdía Milei, retiraría su apoyo terminó
pesando más que el antiimperialismo en sangre de nuestra sociedad. Operó
generando miedo y terminó definiendo a un sector que entendió que el triunfo
del kirchnerismo significaba un estallido cambiario y un aumento de la
inestabilidad política y económica. Algo que se expresó luego de las elecciones
en la provincia de Buenos Aires.
Otro
de los datos es el magro resultado de Provincias Unidas.
En Córdoba, el
cordobesismo, liderado por Juan Schiaretti, cayó frente a LLA con una
diferencia de casi 14 puntos (42,39% para LLA frente a 28,28% para el
exgobernador). La división del voto provincial con Natalia De La Sota (más
del 8%) no es suficiente para explicar la magnitud de la derrota.
En Santa Fe, la
vicegobernadora Gisela
Scaglia obtuvo un pobre 18,66%, quedando tercera detrás de
LLA (40,69%) y Fuerza Patria (28,69%), a pesar de su alta imagen positiva.
En
otros distritos, los candidatos de la coalición en la Provincia de Buenos Aires
tuvieron un magrísimo resultado: Florencio Randazzo obtuvo el 2,5%, por
debajo de candidatos que no tenían un partido importante detrás. En Ciudad de
Buenos Aires, Martín
Lousteau cosechó el 6%. Lo mismo sucedió en los espacios
provinciales afines en Santa
Cruz (poco más del 15%), Jujuy (19,52%) y Chubut (20%), que
perdieron frente a LLA y/o el kirchnerismo.
La liga de gobernadores que se había expresado como
una oposición racional y sensata no logró ser la expresión del sector que no
está de acuerdo ni con el gobierno de Milei, ni volver al kirchnerismo. Ahora,
estos gobernadores están en serio problemas. Por un lado, serán convocados por
el Gobierno para apoyar las reformas estructurales. Si se oponen decididamente
y siguen en su rol opositor, pueden correr el riesgo de enfrentarse con parte
de su propio electorado que ayer votó por LLA y no recibir los fondos
coparticipables necesarios para afrontar sus gestiones.
Por
el otro lado, si los mandatarios provinciales son demasiado condescendientes
con el Gobierno, corren el riesgo ser absorbidos por LLA y que les suceda lo
mismo que al PRO. Hoy, el macrismo teme por su bastión, la Capital Federal.
Luego del triunfo de Patricia
Bullrich con el 50% de los votos, Jorge Macri debe estar
pensando mucho en su futuro como jefe de Gobierno porteño y la posibilidad de
caer ante Bullrich, que como se admite off the record, quiere su lugar al frente de la
Ciudad.
Volviendo
a los gobernadores y parafraseando el dilema hamletiano hoy deben pensar: “Ser oficialista u opositor, esa
es la cuestión”. Probablemente, repitan la misma táctica,
acompañar con matices ahora y esperar internamente, un nuevo cambio del viento
político, algo que como pueden ver en este país se da bastante a menudo.
Hablando
de dramas shakesperianos, se viene uno muy fuerte dentro del peronismo.
Cristina Kirchner ya le está pasando la factura a Axel Kicillof por
desdoblar la elección y generar este miedo a la vuelta del kirchnerismo. Desde
los intendentes cercanos al gobernador se quejaban de la conformación de las
listas y la falta de representación territorial, algo que debe haber afectado
en los 260 mil votos de diferencia entre septiembre y octubre. Por primera vez,
en las cuasi-provincias La Matanza y Lomas de Zamora, que tienen más habitantes
que muchas provincias, no tuvieron un solo candidato local en las listas a
diputado nacional.
Además, el gobernador bonaerense podría recriminar
que el miedo a la vuelta del kirchnerismo se centra fundamentalmente en la
figura de Cristina Kirchner y que es ella la que bloqueó toda renovación
posible. En definitiva, siguiendo con este diálogo hipotético entre Kicillof y
Cristina, si el problema es adelantar la victoria bonaerense y generar una
reacción por el miedo, si hubiese victoria en octubre, tal vez el miedo hubiera
operado hacia 2027. Mejor que la derrota ocurra ahora y se genere la
renovación.
Este
problema de concepción que analizamos en el kirchnerismo se expresó con nitidez
en dos postales de ayer. Por un lado, Cristina se mostró bailando en su balcón
sin entenderse exactamente lo que festejaba, una imagen que probablemente
motivó a millones de personas a votar por LLA por la idea de ver a Cristina
festejando en su balcón. Militantes de La Cámpora compartían el video con frases
como “al final Cristina tenía razón, esto recién empieza”. Como si Cristina
estaba festejando que tiene un argumento para derrotar en su pelea interna con
Kicillof y en su mente, si se vuelve a hacer todo lo que dice “la jefa”, el
triunfo del peronismo en 2027 estaría asegurado.
Demostrando
que kirchnerismo y antikirchnerismo son dos caras de la misma moneda con pésimo
gusto funerario la militancia libertaria festejaba cantando “saquen al pingüino del cajón”,
otro triste momento de la política argentina a 15 años de la muerte de Néstor
Kirchner.
Los
libertarios si entendieron algo que el kirchnerismo no: que justamente el
triunfo explica que “Cristina no tiene razón”, no sobre el desdoblamiento o no
de una elección local, si no sobre su la posibilidad de kirchnerismo como
alternativa de poder. Un tuit de la abogada y periodista Natalia Volosin que
es contundente al respecto. “Les ganaron con corridas, corrupción, operaciones
y candidatos chorros, narcos, desconocidos o analfabetos. Si no entienden que el problema no es el
Gobierno, sino la oposición, en 2027 Milei va a arrasar”,
escribió.
En
el fondo el problema es que hay un 60% de la sociedad que se opone a Milei,
pero el peronismo representa solo la mitad de esta mayoría. La segunda mitad se
divide en múltiples listas que ninguna alcanza los dos dígitos y no representan
ningún proyecto de poder, pero tampoco quieren tener que ver nada con el
kirchnerismo.
Gran
parte de la derrota del peronismo se centra en que Cristina apuntó por su hijo, Máximo Kirchner, o por
figuras de pura cepa como Wado de Pedro. Las discusiones con el resto
del peronismo dieron lugar a soluciones de compromiso que no expresaron una
renovación y la batalla interna los consumió tanto que terminaron haciendo una
campaña completamente vacía, esperando que la sociedad los vote simplemente
para castigar a Milei. Hoy la oposición está en crisis. Representa al 60% de la
gente que fue a votar ayer, pero no tiene un proyecto claro de alternativa de
poder a Milei.
Mención
aparte merece que si el abstencionismo, más el voto en blanco y el nulo, fueran
representados por una suerte de frente electoral, hubiesen sacado cerca de 35%,
es decir más que el peronismo. Esta fue la elección nacional legislativa con menos
participación desde la vuelta de la democracia. ¿Vendrá de este
sector que no fue a votar el apoyo a un nuevo fenómeno político? No lo sabemos,
lo que sí sabemos es que el peronismo no los motiva.
El
miedo es la palabra clave para entender esta elección y miedo también de
quienes no se sienten representados por el Gobierno y entienden que los rasgos
más autoritarios y crueles de Milei pueden ser acrecentados por esta victoria.
Esperemos no sea así.
Producción de texto e imágenes:
Matías Rodríguez Ghrimoldi.
Cuando
alguien le apunta con un arma a la cabeza de otra persona se
suspende la política. Quedan como abstracciones flotantes las instituciones y
sus códigos organizadores. Es un punto de disolución de toda comprensión.
Ética y política. Si en cualquier
situación la diferencia entre la vida o la muerte es todo, cuando la víctima
posible es un líder político, la situación se complejiza mil veces y la
probabilidad de establecer distancias analíticas se hacen mínimas. Desde ya el
repudio es un deber ético, pero no puede cancelar el análisis político. La
respuesta más próxima y fácil es buscar responsables y culpables, respuesta que
puede ser adecuada para observar, desde una perspectiva forense, la escena
donde ocurrió el intento de asesinato, pero no alcanza para tratar de entender
la intensidad del fenómeno desde una mirada histórica y estructural.
Desde la perspectiva histórica
no se puede obviar que lo largo del siglo XX la política argentina estuvo
dividida en dos facciones: en la primera mitad del siglo entre personalistas y
antipersonalistas (defensores de Hipólito Yrigoyen y sus detractores), y en la
segunda mitad entre peronistas y antiperonistas. En ambas situaciones la
violencia política fue casi una constante, y ambos procesos políticos fueron
terminados con golpes de Estado, cárcel y persecuciones. Incluso en 1935 el
senador electo Enzo Bordabehere fue muerto a balazos en el propio recinto por
el ex comisario Ramón Valdés Cora.
El restablecimiento de la democracia tampoco estuvo exento de hechos de
violencia, tanto por las resistencias de los militares a los juicios iniciados
por Raúl Alfonsín y por las condenas subsiguientes. El peronismo quedó con una
mancha indeleble por haber bloqueado una bicameral para investigar los crímenes
de la dictadura.
Luego vinieron otros hechos, en parte inexplicables, como la toma del
regimiento de La Tablada por parte del MTP, y las voladuras de la Embajada de
Israel y la AMIA, de las cuales todavía la sociedad espera que se identifique a
los culpables frente a la inacción, impericia y desinterés de la política y la
Justicia. Tampoco se puede dejar de nombrar la muerte del fiscal Nisman que
sigue dividiendo a la sociedad como el primer día.
Nos, los
indiferentes. Evidentemente
la antinomia kirchnerismo-antikirchnerismo tiñó la política argentina desde
2008, con el inicio del conflicto contra los sectores agropecuarios. Incluso la
lógica del enfrentamiento encontró sustento en los escritos teóricos de Ernesto
Laclau y Chantal Mouffe que plantean un modelo de democracia no liberal a la
que denominan “radical”. y que se basa en el “reconocimiento de la
especificidad de los antagonismos constituidos a partir de diferentes
posiciones de sujeto y, de tal modo, a la posible profundización de una
concepción pluralista y democrática” (Hegemonía y estrategia socialista, 1987,
pág. 11).
No obstante, y a diferencia de otros tiempos el antikirchnerismo encontró
dentro del sistema político un efector electoral competitivo, con la emergencia
de Mauricio Macri. La trascendencia de ambos liderazgos se da
precisamente porque ambos agrupamientos tienen núcleos duros irreductibles
(¿35, 40% en total del electorado?) mientras que el resto de la sociedad no
involucrada en la maquinaria antinómica puede decidir en forma flotante, lo que
da un aire competitivo al sistema electoral.
Mirar a este sector que oscila entre la indiferencia y el hartazgo puede
resultar instructivo ya que puede votar a Juntos por el Cambio, sin ser macrista o antikirchnerista, o
tal vez elegir al Frente de Todos, sin ser peronista o kirchnerista.
La existencia de
este espacio despolarizado (¿50-60% del electorado?), fue la razón de la
existencia de un Alberto Fernández como presidente, cuyo peso
evidentemente cae en el momento que no puede transformar a este espacio, darle
nombre propio, ni es capaz de generar políticas que den cuenta de sus demandas
efervescentes, muchas de las cuales son hoy más atendidas por los referentes de
JxC, antes que por los del FdT atados a recetas hoy inocuas. Pero también “los
indiferentes” son la razón de ser de la candidatura de Horacio Rodríguez
Larreta. Como se ha podido observar estas semanas Patricia Bullrich está mejor
equipada retóricamente para la confrontación total.
¡Radicalizados a
confrontar! Luego de la larga siesta gubernamental de casi 33 meses, arrullado
por la aflautada voz de Martín Guzmán el kirchnerismo sale del letargo, no por
los problemas propios de la administración (que por otra parte se fue
transformando en un lastre inexplicable) por el pedido de condena de los
fiscales de la Causa Vialidad.
Este hecho es casi contemporáneo con el traspaso del timón económico a Sergio Massa. Mientras éste hace malabares tratando de poner
un corsé a una economía desquiciada –y recibirá en Estados Unidos todo tipo de
interrogantes políticos–, el alegato de Cristina Kirchner por YouTube (y que el
TOF 2 no permitió que fuera dentro del proceso de la causa) planteó dos cosas:
1.El Tribunal es ilegítimo (“La
sentencia ya estaba escrita”).
2.Este episodio es solo el
comienzo de una lucha de largo aliento (“vienen por todo el peronismo”).
En los días pasados emergían dos estrategias posibles tras su discurso: 1)
negar la actuación judicial; 2) ser la candidata en 2023. Ambas estrategias son
contradictorias y tienen sus problemas, pero hoy no hay tiempo para
profundizarlas.
El llamado a la movilización general de las filas del peronismo buscando un
nuevo 17 de octubre también hace escalar en espejo a los anticristinistas (rama
radicalizada de los anti-K) con la generación de un nuevo topos político,
Juncal y Uruguay, el domicilio de la ex presidenta, espacio de acampe y
pernocte de los intensos y de la insensata represión de la Policía de la Ciudad
(¿No tienen personal más capacitado? Ese lugar también se transformó en la
trampa que le permitió a Sabag Montiel apuntar con su arma en la cabeza de CFK (¿Dónde
estaban los custodios federales?).
La mesa está servida para que los sectores radicalizados sigan dominando la
escena. La Argentina tiene frente de sí un artefacto explosivo de esos como se
ven en las películas del que hay que saber qué cables cortar para desactivarla.
Pero esos cables deben ser cortados por la política, mejor dicho, por los
líderes políticos del oficialismo y la oposición. ¿Será posible?
No
hace falta recordarlo, la caída del PBI en combinación con una alta inflación
produce una reestructuración de la economía. Hay menos recursos para
más gente, y la redistribución de los ingresos no es neutra ni homogénea.
En este marco es notable la pérdida del poder adquisitivo del salario sin
una reacción de los trabajadores o sus representantes sindicales que
en contadas excepciones lograron reabrir las paritarias.
Probablemente el
temor a la pérdida de la fuente de trabajo sea un disuasivo lo suficientemente
poderoso para suspender reclamos. La reducción de gastos como esparcimiento,
indumentaria, e incluso alimentos de mayor calidad o primeras marcas, producen
un efecto cascada en industria, comercios y cuentapropistas que sufren el
proceso recesivo sin un horizonte claro. El aumento de la canasta básica tiene
su contrapartida en el aumento de la pobreza, como mostró esta semana el
Observatorio de la Deuda Social de la UCA.
La situación económica actual tiene un atributo
particular, no hay explicación por parte del Gobierno del fenómeno: ya no se
hacen predicciones.
Si
el secreto eran las metas de inflación, hoy están en el cementerio de las
buenas ideas. Si se trata de targets de emisión monetaria, la inflación se
debería haber detenido de inmediato como pasó no bien se instaló la
convertibilidad menemista. Si el problema era el dólar, los precios se tendrían
que haber frenado o incluso bajado cuando se detuvo la corrida cambiaria. Si el
problema era la falta de competencia, la apertura a las importaciones demostró
que los productos de afuera siguen la misma curva de precios que los locales, con
la ruptura del entramado productivo. El Gobierno apuesta a que pase el tiempo,
que las tasas de interés hagan su trabajo, que los sectores agroexportadores
comiencen a liquidar divisas a más tardar la segunda quincena de marzo, lo que
permitiría aflojar el torniquete monetario y “bajar dinero” al terreno, como se
dice en las usinas gubernamentales con la reelección como objetivo. La tarea
política la hará la polarización y las divisiones dentro del peronismo.
Maldades.
La
única explicación estridente sobre el penoso devenir económico argentino
proviene de los economistas ortodoxos. La explicación que
dan al problema tiene un solo nombre: el Estado. Es el Estado opresor que
ahoga a los empresarios con altos impuestos el causante de todos los males del país. Este
razonamiento se propaga en todos los estratos y grupos de la sociedad, aun
entre los propios empleados públicos. Dentro de esta explicación, el sujeto
de la maldad son los políticos corruptos que solo quieren enriquecerse a costa
del sufrimiento de todos los demás. Un grupo que está lejos de las
preocupaciones del pueblo y que en cuya agenda figura un solo ítem:
enriquecerse.
La antipolítica es la clave y desde ahí, este grupo de
economistas sueña con su lanzamiento a la arena política.
Aspiran
a arrancarle el 5% del segmento más liberal del bloque electoral
de Cambiemos. No se trata de dar pelea al primer nivel, pero
sí armar una bancada para la próxima Cámara de Diputados. En la segunda vuelta esos votos
volverán a Cambiemos, pero ya no importará.
Los
más lúcidos se preguntan si el programa que proponen –por ejemplo, eliminar los
planes sociales, privatizar la salud y la educación– se podría hacer dentro de
los marcos de la democracia actual. Estos sectores de la “nueva”
derecha vernácula intentan sumarse al viento de cola que sobrevuela en buena
parte del planeta. Sin embargo, ni Donald Trump, ni Marine Le Pen, ni Mateo Salvini adscriben al dogma neoliberal; por el contrario,
son proteccionistas y
especialmente antiinmigrantes. El propio Salvini como hombre fuerte del
gobierno italiano causa dolores de cabeza a la “burocracia” de Bruselas por su
decisión de aumentar el déficit fiscal por encima de lo permitido por la Unión
Europea, mientras rechaza a las pateras que llegan desde África.
Entender.
El
problema es que la elite argentina tiene dificultades para comprender
lo que es el populismo, más allá de la visión construida por ciertos
comunicadores que han simplificado el fenómeno a unos forajidos que toman el
poder para beneficio propio. En este sentido, muchos autores como Gino Germani, Octavio Ianni y Torcuato Di Tella han problematizado la cuestión, antes de
que se pronunciasen las palabras kirchnerismo o chavismo. Simplificando, el
populismo es un movimiento político que surge como respuesta al fracaso de los
proyectos de modernización/globalización/liberalización cuando el resultado es
la exclusión de amplios sectores de la sociedad, incluyendo a parte de las
clases medias. Respuesta a un fracaso.
Estos
espacios sociales excluidos suelen ser lo suficientemente heterogéneos para
encontrar denominadores comunes por lo que el concepto de pueblo sirve para
reunir a todos, construyendo el antagonismo entre “los de abajo” (el pueblo)
contra los de arriba (la oligarquía o el establishment). Por definición va
contra un sector de la clase política.
La
causa contra el régimen en el yrigoyenismo.
Desde
una perspectiva más cercana a Ernesto Laclau, el populismo es la construcción de una
lógica política vertebrada por un discurso impreciso y fluctuante porque busca
representar a demandas sociales heterogéneas. En este sentido, la figura de
líder es central porque es quien logra obtener el apoyo directo, inmediato y no
institucionalizado de las bases políticas. La cuestión del “apoyo directo” es
fundamental para entender la naturaleza conflictiva con la prensa por parte de
quien lidera que no acepta la mediación que propone el periodismo.
Alianzas.
Más
allá de todo, pensar que él o la líder construyen todo el proyecto en
soledad es una ingenuidad. Se precisa de la “rosca” que
demanda Emilio Monzó. La rosca son las negociaciones informales con
dirigentes locales o sectoriales para conseguir apoyos a cambio de distribución
de espacios de poder. Entender la rosca es también entender las correlaciones
de fuerza de la sociedad. Pero Mauricio Macricon el armado del gabinete y la repartición
de los cargos hasta las terceras líneas también "rosqueó", aunque
respondiendo a la lógica de abrir el gobierno al "poder
real": el económico (los famosos CEO), relegando a los "políticos
profesionales" del radicalismo.Un modo de antipolítica.
Lo que Monzó pide entonces es otra rosca, una que amplíe la alianza de gobierno
a espacios no macristas puros. Lo impulsa la perspectiva de no llegar tan
apretado a una segunda vuelta que, a todas luces, va a ser para alquilar
balcones.
(Fuente: www.perfil.com). El periodismo profesional es costoso y por eso debemos
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