La vida es un tablero de ajedrez en donde los cuadros blancos son los días y los cuadros negros son las noches... Nosotros, somos las piezas que vamos de aquí para allá para caer al final en el cuadro de la nada... De Alguna Manera... Una Alternativa…
Día 687: Es el antikirchnerismo,
estúpido. Fotografía: CEDOC
El miedo a la inestabilidad económica, un patrón
recurrente del voto argentino, volvió a hacerse presente. Esta vez, el gobierno
de Javier Milei articuló su estrategia sobre tres ideas fuerza: “kirchnerismo”,
“inestabilidad” y “caos”.
Esta columna de hoy también podría titularse como:
“El kirchnerismo leyó mal a Ernesto Laclau". O, lo que decía Peter
Drucker: “Se muere de éxito”, por aquello que dio resultado y se profundiza
hasta lograr opuesto, en este caso la polarización. Pero comencemos con nuestro
título.
En 1992, durante la campaña en la que Bill Clinton derrotó
a George W. Bush padre, un asesor de Clinton, James
Carville colocó carteles internos en las oficinas demócratas con los
ejes de campaña. 1) Cambio vs. más de lo mismo. 2) No olvidar el
sistema de salud. 3) Es la economía, estúpido. Este último apuntaba a que
el problema de la gestión republicana se centraba en los dramas cotidianos de
las personas en relación con económico. Esta frase pasó de ser un recordatorio
interno y quedó instalado en la historia política internacional.
Parafraseándola, podemos intentar explicar el triunfo libertario de ayer
con: “Es el kirchnerismo, estúpido”.
La histórica recuperación luego de la derrota bonaerense de 14 puntos
de La Libertad Avanza (LLA) en provincia de Buenos Aires, la
mayor de todas las sorpresas de anoche, se puede explicar por varios factores,
pero evidentemente lo más importante es que los ocho puntos que subieron los
libertarios entre septiembre y ayer, fueron impulsados por un antiperonismo y
más particularmente, un antikirchnerismo muy profundamente
arraigado en la sociedad, inclusive en el bastión del peronismo, que es la
provincia de Buenos Aires.
Es decir, en las elecciones bonaerenses de septiembre hubo un 61%
de participación y ayer fue a votar un 68%. Es decir, hay
un 7% de personas votaron ayer y no en septiembre. Esas personas, masivamente
fueron a votar por LLA, asustados por la potencial vuelta del kirchnerismo que
se dedujo luego del importante triunfo de Fuerza Patria por catorce puntos.
Esto llevó a LLA de 33% a 41%. El peronismo, por
su parte, perdió 261 mil votos que probablemente se
dispersaron en varias listas, el voto en blanco y el nulo que juntos sumaron
un 4%.
Quien anticipó esta tendencia en este mismo programa fue Cristian
Buttié, director de CB Consultora, siendo el único de los consultores que
ubicada al oficialismo por encima del 40%. "La elección de provincia de
Buenos Aires despertó un interés en ese segmento que no estaba yendo a votar,
que no está enamorado de Milei. Pero al ver 14 puntos de diferencia a favor del
peronismo, define ese votante apático cuál es su mal mayor y su mal menor en
esta elección. Y ese votante está definiendo si va a votar. Si va a
votar, acompañar a La Libertad Avanza porque su mal mayor es que se caiga el
Gobierno y vuelva el kirchnerismo. Entonces, ese es el vector que hay que
seguir de cerca", había anticipado en Modo Fontevecchia.
La simplificación de la política como una actividad agonística donde la
clave reside en la correcta elección de los enemigos fue una estrategia que
pudo ser útil para Néstor Kirchner en 2003, permitiéndole
confrontar y aumentar su escaso 20% inicial de votos hasta el 40%. Sin embargo,
esta tesis resulta una estrategia deficiente para el peronismo en su conjunto,
ya que en Argentina el antiperonismo es una fuerza mayor que el peronismo, y el
sistema electoral incluye balotaje.
El kirchnerismo revivió el antiperonismo que Carlos Menem había
logrado licuar en los años 90 con su corrimiento hacia la derecha. En la
actualidad, el voto a favor de LLA se interpreta en gran medida como un voto
contra el kirchnerismo. La idea de que "Sin Cristina no se puede,
con Cristina no alcanza" ha evolucionado a la conclusión de
que "Con Cristina no se puede".
Esta polarización fue auto-producida y la estrategia de Cristina
Fernández de Kirchner de intentar cruzarla nominando a Daniel
Scioli, luego a Alberto Fernández, y finalmente a Sergio
Massa, no logró trascender el hecho de que cualquier candidato en alianza
con ella termina siendo percibido como kirchnerista. El "pase de
magia" de nominar a Alberto por haber sido crítico funcionó una vez, pero
el truco ya no funcionará.
El problema electoral para el kirchnerismo no se resume únicamente en el
41% obtenido por LLA, sino en que el peronismo de Tucumán y
el Frente Cívico de Santiago del Estero no
son kirchneristas, y que más del 7% de los votos de Provincias
Unidas es directamente antikirchnerista.
Aunque el kirchnerismo representa aproximadamente un 20% de los votos,
sin los cuales el peronismo iría dividido y no llegaría a un balotaje, este
dilema es aprovechado por fuerzas opositoras como LLA y, anteriormente,
por Mauricio Macri. Además, se observa un corrimiento del
electorado hacia la derecha, lo cual ya se había manifestado con la victoria de
Sergio Massa sobre el kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires en 2013, y
con Macri en 2015.
El miedo es una emoción que se
puede manipular en el terreno político si se realiza una lectura adecuada del
contexto para identificar los temores de los ciudadanos. A partir de esto, se
crean estrategias políticas que utilizan la propaganda para incitar al voto
popular. La manipulación del miedo no es nueva en la cultura occidental, ya que
desde la retórica se posicionó como un elemento esencial que un orador debía
usar para conmover y ganar al auditorio.
A
través del tiempo, el
miedo ha ganado espacio en la política, permitiendo la
emergencia y difusión de imaginarios sociales dominantes en las ciudades. Estos
imaginarios pueden incluir la inseguridad, la violencia o las situaciones
experimentadas en los espacios públicos, aunque sus categorías varían según el
lugar y evolucionan con el tiempo.
Mientras
que en el pasado se usaban figuras como el demonio o las brujas, hoy los
prototipos de miedo difieren de acuerdo con cada país o cultura. En la cultura
moderna, quienes buscan instrumentalizar el miedo se valen de los medios de
comunicación, pues estos desempeñan un papel fundamental al producir y difundir
información saturada de imágenes sobre, por ejemplo, la delincuencia urbana.
El
miedo político se entiende como el temor de la gente a que su bienestar
colectivo resulte perjudicado -como el miedo al terrorismo, el crimen o la
descomposición moral- o la intimidación ejercida por el gobierno. Además, es un
tipo de miedo que emana de la sociedad y tiene consecuencias directas sobre
ella.
La
naturaleza del miedo hace que las personas sean vulnerables a la manipulación, tanto
individual como colectivamente. Los políticos conocen esta estrategia y
utilizan los medios para fortalecer los discursos de miedo y alcanzar sus
objetivos, a menudo mediante tácticas como el pánico moral.
El
voto del miedo es el acto de sufragar motivado por una serie de temores,
amenazas, intimidaciones e incertidumbres sobre el presente y el futuro de una
colectividad determinada. Para incitarlo, a los votantes se les suele plantear
un dilema de pánico mediante discursos que advierten que, si ganan los
candidatos opositores, se podría desestabilizar el Estado, poniendo en riesgo
la paz, el bienestar, el progreso, la seguridad o los valores. Por lo tanto, se
invita a votar para evitar esa desestabilización.
Un
ejemplo analizado es la campaña de reelección de George W. Bush en Estados
Unidos en 2004, donde el miedo fue un elemento fundamental. Aunque los votantes
expresaron que Bush no había sido eficaz en la economía y temían por el futuro
económico del país -lo que inicialmente los inclinaba haciael demócrata John Kerry-, el factor
decisivo terminó siendo el miedo a la seguridad nacional y al terrorismo. Dado
el ambiente tenso por el atentado del 11 de septiembre, se encontró que el
presidente Bush generaba más confianza en el manejo del terrorismo, lo cual
incidió directamente en el resultado final.
En
consecuencia, las emociones son fundamentales en el campo político, con una
hegemonía sobre lo racional, y el miedo se utiliza como instrumento para
persuadir a los votantes. La psicología política se ocupa de guiar estos temas,
abordando la propaganda y las decisiones políticas basadas en emociones.
Por
ejemplo, en Argentina, un patrón de comportamiento electoral históricamente
significativo se basa en el miedo a la inestabilidad económica. Este
fenómeno se manifestó por primera vez en las elecciones de 1995 como el "voto cuota".
En ese momento, a pesar de los efectos negativos de la convertibilidad, que ya
venía demostrando pérdida de empleo, y la crisis del "efecto
tequila", el temor a perder la estabilidad impulsó a las personas
endeudadas por créditos y compras, como electrodomésticos o autos, a votar por
la continuidad de la política económica del menemismo.
Esta
dinámica se repitió en 1999, cuando la coalición de la Alianza, compuesta por
el radicalismo, parte del peronismo con Chacho Álvarez, que llevaba como presidente
a Fernando de la Rúa, ganó
las elecciones. Solo logró el triunfo presidencial asegurando que mantendría la
convertibilidad y no devaluaría la moneda. El desafío político en aquel
contexto era lograr votar a favor de la economía, pero al mismo tiempo
manifestarse en contra de la corrupción.
Hoy
en día, este mismo fenómeno se estaría repitiendo, aunque con una nueva
denominación: el "voto
estabilidad". Ante este escenario, la oposición se
enfrenta al desafío de encontrar un candidato que esté dispuesto a prometer la
continuidad de dicha estabilidad económica. Su estrategia de éxito, además de
ese mensaje, dependería de que el desgaste del oficialismo por la acumulación
de casos de corrupción termine por afectar su base de apoyo y se creen las condiciones
para votar a favor de la economía y en contra de la oposición, como sucedió dos
veces en los noventa.
El
Gobierno logró conectar un conjunto de ideas fuerza: “kirchnerismo”, “inestabilidad” y “caos”.
Para eso, contó con la ayuda inestimable de Estados Unidos y probablemente la
amenaza de Donald
Trump de que si perdía Milei, retiraría su apoyo terminó
pesando más que el antiimperialismo en sangre de nuestra sociedad. Operó
generando miedo y terminó definiendo a un sector que entendió que el triunfo
del kirchnerismo significaba un estallido cambiario y un aumento de la
inestabilidad política y económica. Algo que se expresó luego de las elecciones
en la provincia de Buenos Aires.
Otro
de los datos es el magro resultado de Provincias Unidas.
En Córdoba, el
cordobesismo, liderado por Juan Schiaretti, cayó frente a LLA con una
diferencia de casi 14 puntos (42,39% para LLA frente a 28,28% para el
exgobernador). La división del voto provincial con Natalia De La Sota (más
del 8%) no es suficiente para explicar la magnitud de la derrota.
En Santa Fe, la
vicegobernadora Gisela
Scaglia obtuvo un pobre 18,66%, quedando tercera detrás de
LLA (40,69%) y Fuerza Patria (28,69%), a pesar de su alta imagen positiva.
En
otros distritos, los candidatos de la coalición en la Provincia de Buenos Aires
tuvieron un magrísimo resultado: Florencio Randazzo obtuvo el 2,5%, por
debajo de candidatos que no tenían un partido importante detrás. En Ciudad de
Buenos Aires, Martín
Lousteau cosechó el 6%. Lo mismo sucedió en los espacios
provinciales afines en Santa
Cruz (poco más del 15%), Jujuy (19,52%) y Chubut (20%), que
perdieron frente a LLA y/o el kirchnerismo.
La liga de gobernadores que se había expresado como
una oposición racional y sensata no logró ser la expresión del sector que no
está de acuerdo ni con el gobierno de Milei, ni volver al kirchnerismo. Ahora,
estos gobernadores están en serio problemas. Por un lado, serán convocados por
el Gobierno para apoyar las reformas estructurales. Si se oponen decididamente
y siguen en su rol opositor, pueden correr el riesgo de enfrentarse con parte
de su propio electorado que ayer votó por LLA y no recibir los fondos
coparticipables necesarios para afrontar sus gestiones.
Por
el otro lado, si los mandatarios provinciales son demasiado condescendientes
con el Gobierno, corren el riesgo ser absorbidos por LLA y que les suceda lo
mismo que al PRO. Hoy, el macrismo teme por su bastión, la Capital Federal.
Luego del triunfo de Patricia
Bullrich con el 50% de los votos, Jorge Macri debe estar
pensando mucho en su futuro como jefe de Gobierno porteño y la posibilidad de
caer ante Bullrich, que como se admite off the record, quiere su lugar al frente de la
Ciudad.
Volviendo
a los gobernadores y parafraseando el dilema hamletiano hoy deben pensar: “Ser oficialista u opositor, esa
es la cuestión”. Probablemente, repitan la misma táctica,
acompañar con matices ahora y esperar internamente, un nuevo cambio del viento
político, algo que como pueden ver en este país se da bastante a menudo.
Hablando
de dramas shakesperianos, se viene uno muy fuerte dentro del peronismo.
Cristina Kirchner ya le está pasando la factura a Axel Kicillof por
desdoblar la elección y generar este miedo a la vuelta del kirchnerismo. Desde
los intendentes cercanos al gobernador se quejaban de la conformación de las
listas y la falta de representación territorial, algo que debe haber afectado
en los 260 mil votos de diferencia entre septiembre y octubre. Por primera vez,
en las cuasi-provincias La Matanza y Lomas de Zamora, que tienen más habitantes
que muchas provincias, no tuvieron un solo candidato local en las listas a
diputado nacional.
Además, el gobernador bonaerense podría recriminar
que el miedo a la vuelta del kirchnerismo se centra fundamentalmente en la
figura de Cristina Kirchner y que es ella la que bloqueó toda renovación
posible. En definitiva, siguiendo con este diálogo hipotético entre Kicillof y
Cristina, si el problema es adelantar la victoria bonaerense y generar una
reacción por el miedo, si hubiese victoria en octubre, tal vez el miedo hubiera
operado hacia 2027. Mejor que la derrota ocurra ahora y se genere la
renovación.
Este
problema de concepción que analizamos en el kirchnerismo se expresó con nitidez
en dos postales de ayer. Por un lado, Cristina se mostró bailando en su balcón
sin entenderse exactamente lo que festejaba, una imagen que probablemente
motivó a millones de personas a votar por LLA por la idea de ver a Cristina
festejando en su balcón. Militantes de La Cámpora compartían el video con frases
como “al final Cristina tenía razón, esto recién empieza”. Como si Cristina
estaba festejando que tiene un argumento para derrotar en su pelea interna con
Kicillof y en su mente, si se vuelve a hacer todo lo que dice “la jefa”, el
triunfo del peronismo en 2027 estaría asegurado.
Demostrando
que kirchnerismo y antikirchnerismo son dos caras de la misma moneda con pésimo
gusto funerario la militancia libertaria festejaba cantando “saquen al pingüino del cajón”,
otro triste momento de la política argentina a 15 años de la muerte de Néstor
Kirchner.
Los
libertarios si entendieron algo que el kirchnerismo no: que justamente el
triunfo explica que “Cristina no tiene razón”, no sobre el desdoblamiento o no
de una elección local, si no sobre su la posibilidad de kirchnerismo como
alternativa de poder. Un tuit de la abogada y periodista Natalia Volosin que
es contundente al respecto. “Les ganaron con corridas, corrupción, operaciones
y candidatos chorros, narcos, desconocidos o analfabetos. Si no entienden que el problema no es el
Gobierno, sino la oposición, en 2027 Milei va a arrasar”,
escribió.
En
el fondo el problema es que hay un 60% de la sociedad que se opone a Milei,
pero el peronismo representa solo la mitad de esta mayoría. La segunda mitad se
divide en múltiples listas que ninguna alcanza los dos dígitos y no representan
ningún proyecto de poder, pero tampoco quieren tener que ver nada con el
kirchnerismo.
Gran
parte de la derrota del peronismo se centra en que Cristina apuntó por su hijo, Máximo Kirchner, o por
figuras de pura cepa como Wado de Pedro. Las discusiones con el resto
del peronismo dieron lugar a soluciones de compromiso que no expresaron una
renovación y la batalla interna los consumió tanto que terminaron haciendo una
campaña completamente vacía, esperando que la sociedad los vote simplemente
para castigar a Milei. Hoy la oposición está en crisis. Representa al 60% de la
gente que fue a votar ayer, pero no tiene un proyecto claro de alternativa de
poder a Milei.
Mención
aparte merece que si el abstencionismo, más el voto en blanco y el nulo, fueran
representados por una suerte de frente electoral, hubiesen sacado cerca de 35%,
es decir más que el peronismo. Esta fue la elección nacional legislativa con menos
participación desde la vuelta de la democracia. ¿Vendrá de este
sector que no fue a votar el apoyo a un nuevo fenómeno político? No lo sabemos,
lo que sí sabemos es que el peronismo no los motiva.
El
miedo es la palabra clave para entender esta elección y miedo también de
quienes no se sienten representados por el Gobierno y entienden que los rasgos
más autoritarios y crueles de Milei pueden ser acrecentados por esta victoria.
Esperemos no sea así.
Producción de texto e imágenes:
Matías Rodríguez Ghrimoldi.
Hay gente que se pasa la vida diciendo que
nuestros políticos son impresentables y que en EE.UU. “estos tipos no llegarían
a ningún lado”. Es verdad que nosotros tenemos algún que otro mamarracho. Pero
ellos también.
Por estos días, allá se están disputando las internas del
Partido Republicano que, a diferencia del kirchnerismo, no niega ser de
derecha.
Va liderando Donald Trump, un autoritario, populista, mediático
y provocador al que, por las dudas, habrá que prestarle atención, no sea cosa
que todo salga mal y Hillary pierda.
Miren si será jodido Trump, que acusa de ser blando a su
principal contrincante Jeb Bush, un tipo que desayuna mirando videos de ejecuciones
en Texas.
Jeb Bush es hermano del ex presidente George W. Bush e
hijo del otro presidente George H. Bush. Una verdadera familia de millonarios
dedicada al poder. Como los Kirchner, pero con todo en blanco.
El otro que le está dando pelea a Donald Trump es Ben
Carson, un republicano cercano al Tea Party (el ala derecha del partido de
derecha) que es… ¡¡negro!! ¡¡Imagínese usted amigo lector, lo que debe ser un
negro de extrema derecha!! Cuando llega a su casa, él mismo se pone los
grilletes.
Completa el panorama una mujer que le está dando pelea a
los tres juntos y que se llama Carly Fiorina. Nadie la recuerda, pero esta
señora es una de las más importantes ejecutivas de EE.UU. y en el año 2004,
siendo la CEO mundial de Hewllet Packard, pidió una entrevista con el
Presidente Kirchner, se tomó un avión y se vino a la Argentina para verlo.
Lo estuvo esperando sentadita en un pasillo de la Rosada
y después de una hora de empollar, le dijeron que el Compañero Centro Cultural
estaba muy ocupado, que cancelaba la reunión y que mejor volviera otro día. No
volvió nunca más.
Se sabe que este gobierno nos ha dejado como el orto
frente a todo el mundo, pero igual, recemos para que esta mina no gane.
En honor a la verdad, digamos que nuestra Presidenta
también siempre maltrató públicamente a Obama, equilibrando de ese modo nuestra
política exterior ante republicanos y demócratas.
En este punto, el kirchnerismo tuvo mala suerte. Le tocó
simular que combate al imperialismo yanqui, justo cuando en la Casa Blanca
estaba sentado el presidente más progresista de la historia norteamericana. En
fin. Como siempre le digo amigo lector, seamos piadosos en la retirada.
Ese es el panorama por allá. ¿Y por casa cómo andamos?
Bien. Por ahora, Scioli primero, Macri segundo, Massa tercero y Ella haciendo
las valijas.
¿Esto puede cambiar? Claro que sí. Menos la que está
embalando floreros, todo lo demás puede modificarse: el primero, el segundo y
el tercero. No es fácil, pero no está todo dicho aún.
En pocos días, el kirchnerismo quedó pegado a la muerte
de un militante en Jujuy, quemaron las urnas en Tucumán, insultaron a Tevez, se
les inundó la Provincia, se les disparó el dólar mientras diluvian pastillas de
metanfetaminas. Con todo eso (Nisman incluido), parece ser que el Compañero
Lancha casi no ha perdido votos. Tampoco sumaron ni uno más.
O sea que por ahora no les alcanzaría para ganar en
primera vuelta e irían al repechaje.
El Compañero Mauri venía bien, pero tuvo una semana dura.
Para decirlo futbolísticamente, el equipo del PRO jugó al offside y Niembra
quedó enganchado.
Para que se entienda lo que pasó, el Compañero Niembra
tenía contratos publicitarios con el gobierno de la Ciudad por 20 palos.
Aparentemente todo legal, pero éticamente discutible porque, tiempo después, se
transformó en candidato a diputado.
Mucha gente dijo: “¡¡¡Eh, al final hacen lo mismo que el
kirchnerismo!!!” Error. Suena parecido, pero no lo es. Para que sea lo mismo,
habría que agregarle dos ceros y quemar la factura.
De hecho, aunque haya sido con factura, el gobierno
nacional le dio al Compañero Spolsky cientos de millones (literalmente) en
publicidad y otras yerbas para bancar sus medios oficialistas, y ahora es
candidato a intendente de Tigre.
Además se pasea por el Conurbano del brazo de Sabbatella
que es el candidato a vicegobernador y a su vez preside la AFSCA, el organismo
que se supone debe controlar a los medios. O sea a Spolsky. ¡¡Y van juntos en
la misma boleta!! Pegaditos. Codo a codo. Eso es hacerla bien.
Si a esto le sumás a Lázaro, Hotesur, De Vido y Ciccone,
causa gracia ver al PRO tambalear por 20 palos de mierda.
¿Quién aprovecha todo esto? El Compañero Massa que sigue
en ascenso y le va comiendo votos a todos. ¿Será que el apodo de Massa, tan
difícil de encontrar, terminará siendo “Compañero Batacazo”? Al fin y al cabo,
en 2013 ya dio uno. En un eventual ballotage, Massa se llevaría todo el voto
opositor y mucho voto peronista. No quiero ni pensar.
Pero el Compañero Mauri sigue firme al acecho de Lancha y
la pelea la da él. No ganó dos Intercontinentales y cuatro Libertadores para
que venga un pibe de Tigre y le arruine el asado.
¿Tiene esto alguna importancia? Hoy ninguna. Hoy lo único
importante es que vamos al Monumental a jugar otro superclásico. Lo de “vamos”
es una forma de decir porque, como todo el mundo sabe, cuando jugás de
visitante en la década ganada, el “vamos” sólo incluye 20 jugadores, el DT, el
utilero y el chofer del bondi que los lleva, pero tiene que esperar afuera y
escucharlo por la radio.
Todos los demás, tenemos que mirarlo por televisión. Y
está bien que así sea porque con el tornillo que hace a la hora del partido,
mejor estar calentito en casa. No se olviden que en la década ganada los
partidos de Boca y de River se juegan domingo a la noche para sumarle rating al
programa de la falange de propaganda neofascista. Ahí tenés otro que se llevó
cientos de palos por servicios al proyecto nacional, popular, eclesiástico y
hotelero, y ahora se dedica a escrachar a Niembra.
Hoy también vamos a ser testigos de otra violación
completa a la ley electoral que sólo permite publicidad partidaria 25 días
antes de las elecciones. Prestarle mucha atención a la tanda del entretiempo, a
los zócalos de Télam durante el partido y a la estática en el estadio que se ve
por la tele.
Lo mejor de todo es que mañana no habrá un puto fiscal
que diga nada. Si esta vez me equivoqué es porque esta nota sirvió para algo.
Lo dudo.
Si Dios quiere, éste será el último superclásico sin
visitantes, y el último superclásico dominguero que se juegue con luz
artificial.
Falta menos. Ya vuelve la alegría, la tolerancia, el
progresismo, la modernidad, la democracia, la legalidad. O algo parecido. Todos
juntos, bosteros y gallinas, bajo un mismo sol. Vení que para vos también tengo, Trump.
Cuál fue el efecto del cruce
entre Barack Obama y Mitt Romney. Por qué son necesarios los debates en
democracia. La economía y la política explicadas a los votantes.
Los especialistas en elecciones
sostenían que los debates presidenciales apenas influían en los votantes. Ahora
hacen silencio.
Hace diez días, las encuestas en
Estados Unidos daban al presidente Barack Obama una ventaja de ocho puntos.
Ahora, luego del primer debate de la campaña, el candidato republicano Mitt
Romney ha pasado al frente con cuatro puntos de ventaja. En suma, el encuentro
le costó al presidente 12 puntos.
Los comentarios inmediatamente
posteriores insistieron en que ambos candidatos habían sido excesivamente
técnicos, internándose en análisis económicos incomprensibles para la mayoría.
Este fue un segundo error. La audiencia siguió la discusión y entendió.
Es decir, los “especialistas”
decían que los debates no cambian casi nada y que los temas técnicos aburren.
Lo que hemos visto es más bien lo contrario. Los debates entre candidatos son
parte de un ejercicio importante para la formación de opinión de los votantes.
La sociedad puede escuchar y juzgar algo más que frivolidades.
La tercera enseñanza que deja el
debate es que el centro del interés está en la economía. La famosa frase de
Bill Clinton (“es la economía, estúpido”) pareció convertirse en un nuevo
mandamiento.
A pesar de que diversos temas
como salud y educación estuvieron presentes, todos pasaron por el tamiz
económico: cuánto costaban las reformas y qué consecuencias generaban sobre el
empleo, el crecimiento y el déficit fiscal. A su vez, en el corazón de los
temas económicos, el sancta sanctórum del debate, se reiteraba la cuestión impositiva:
¿quiénes pagaban el costo de las reformas? ¿Los ricos, las clases medias o los
que tienen menos?
Es razonable que el tema domine.
Los impuestos son el dinero que cada uno aporta al fondo común. Normalmente, el
dinero proviene del esfuerzo y del trabajo, entonces, nada más natural que no
trabajar para otros.
Es bueno recordar, lector, que el
artículo 14 de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano de 1789 dice que cada ciudadano tiene derecho a saber y a consentir
cuánto paga y en qué se usa el dinero. Aunque sea poco sabido, la cuestión
impositiva está en el centro de los derechos humanos.
No tengo bibliografía, pero por
la experiencia de haber vivido en varios países y seguido de cerca su política,
tengo la impresión que a medida que se sube en el nivel de cultura política y
desarrollo económico el tema impositivo se vuelve cada vez más presente en las
sociedades. En Haití, hablar de impuestos es por muchas razones impensable. En
Europa occidental, en Estados Unidos y en Japón, entre otros, no hablar ni
debatir sobre este tema es también impensable.
Cuánto aportan los individuos al
esfuerzo común, cuánto obtienen del esfuerzo común, las desigualdades deben o
no ser disminuidas con el uso del dinero de todos o, mucho más específico, si
se puede usar la plata de todos para el beneficio propio del gobernante y para
la propaganda de su partido.
En nuestro país, no hay debates
presidenciales y la cuestión impositiva es ignorada, los candidatos no la
mencionan. Lo esencial es invisible al pueblo. Además, ha tenido éxito la idea
que los asuntos de la economía son complejos y, por tanto, lejos de la
posibilidad de comprensión de las mayorías. De allí que las decisiones
económicas pertenezcan a un mundo en que la mayoría no incide, no decide ni se
entera. Logramos así invertir la frase de Clinton: “estúpido, la economía no es
para vos”.
El 3 de octubre pasado, Obama y
Romney discutieron de sus ideas sobre la sociedad estadounidense y del dinero
necesario para hacerlas realidad. Como los medios subrayaron, el presidente
apareció sin fuerza, confuso en sus argumentos y, sobre todo, sin la fuerza
para golpear y mostrar las contradicciones del otro. Parecía, como muchos lo
dijeron, un hombre agobiado, actuando más bien con los reflejos del boxeador
golpeado.
Romney, al contrario, estuvo en
el centro de la polémica, claro e incisivo. El único problema es que mintió
abiertamente. Se desdijo de lo que había sido su discurso de todos estos meses,
durante las primarias y después de que fuera electo candidato. Romney se
reinventó y Obama no lo dijo.
De pronto, el candidato cercano
de los conservadores fundamentalistas republicanos del Tea Party apareció
favorable a la acción estatal para mejorar la situación social. Hasta hace
poco, afirmaba que la desigualdad no era un problema del Estado.
¿Qué habrá sucedido en la cabeza
de Obama? ¿Qué presagio habrá dominado su espíritu? Me parece que la respuesta
no puede ser conocida y que probablemente poco tenga que ver con la política.
Pero los efectos son claros.
Sin embargo, las diferencias eran
notorias y documentadas. No se requería un esfuerzo particular para exhibir las
contradicciones de Romney.
Obama ha propuesto en la campaña
invertir centenas de miles de millones de dólares, provenientes de mayores
impuestos a los ricos, para reducir aún más el desempleo (hoy, el más bajo
desde que asumió). En materia de regulaciones, Obama desea disminuirlas para la
pequeña y mediana empresa. Romney desregula a todas, en especial para los
sectores de altos ingresos. No desea usar impuestos para generar empleo; quiere
reducirlos a las grandes empresas.
Sobre el déficit, Obama propone
reducir en 10 años gastos por 5 millones de millones de dólares y aumentar
impuestos para los que ganan más de 200 mil dólares por año. Romney excluye
toda posibilidad de aumentar impuestos, reduce inmediatamente el empleo público
en 10% y el gasto social.
Sin embargo, en el debate, el
republicano negó todo esto. Obama desaprovechó las decenas de citas que
mostraban el cambio de opinión.
De este modo, y sorprendentemente
si consideramos la catastrófica herencia del gobierno del republicano George W.
Bush (guerra con enormes costos en vida y recursos basada en mentiras y la
mayor crisis económica en 80 años), Estados Unidos se acerca a la inesperada
posibilidad de ser gobernado por la derecha fundamentalista.