Crispurismo...
Nuevas
muestras de cristinismo puro y para todos. Acto simbólico e YPF en crisis.
El
mensaje que quedó más contundentemente expuesto, tanto durante el acto que encabezó la Presidenta en el
estadio de Vélez como en su discurso, fue la definitiva entronización de La Cámpora como la estructura
sobre la que el kirchnerismo piensa pivotar no sólo su consolidación sino
también su proyección futura, que incluye su permanencia en el poder. Las
estructuras clásicas del PJ habrán de ser acompañantes imprescindibles que no
tendrán participación en la gestación de las decisiones que se adopten. Esto es
lo que se ve en el cristinismo.
El
medido discurso de la
Cristina Fernández de Kirchner fue un indicio de que el acto
no era tanto lo que había para decir como sí mucho lo que se quería mostrar. La
primera fila del escenario fue la exhibición del cristinismo puro. En esa
primera fila –y por orden de la
Presidenta– no estaba Daniel Scioli, quien apareció en
segundo lugar tras el vicegobernador Gabriel Mariotto. No había tampoco figuras
sindicales. A los intendentes del Conurbano se les impidió el uso de pancartas.
Esa
orden se la aplicaron también a Scioli a quien todos los días le van
serruchando el piso. Es una tarea incesante. En la provincia de Buenos Aires se
está trabajando la idea de la candidatura a diputado de Máximo Kirchner. Hay
mucho dinero pagado a una de las consultoras que trabajan para el Gobierno
destinado a medir la imagen del hijo de la Presidenta, así como
también al coaching, a los fines de enseñarle oratoria y otras artes del
escenario. La tarea parece ciclópea.
Dentro
del Frente para la Victoria,
el encumbramiento de La
Cámpora genera celos y malhumor. Pero comienzan a aceptar que
hoy es inmodificable. Tal como Alberto Fernández fue la llave para acceder al
entonces presidente Néstor Kirchner, hoy esa llave le corresponde a La Cámpora. Ese rol se
vio potenciado por el asunto YPF y por la forma en la que se implementó la
medida.
“Parte
del circo y las maneras que se usaron para concretar la estatización de la
empresa se hicieron para darle un respiro a Amado Boudou”, cuenta una voz del
oficialismo, quien señala que “desde el punto de vista de su futuro político,
hoy el vicepresidente está liquidado”. A Boudou se le sostiene porque fue la
elección personalísima de Cristina, y seguirá así hasta que en la ecuación
política el apoyo signifique un costo creciente o la aparición de nuevas
evidencias torne su situación inmanejable. Sobre este tópico volveremos más
adelante.
Los
desplazamientos internos en el peronismo son fuertes. Uno de los más
significativos es el de Hugo Moyano. Más allá de lo personal, la Presidenta no quiere un
liderazgo sindical fuerte que le pueda disputar poder. La aspiración
gubernamental es no sólo desplazar a Moyano sino también establecer una
conducción de la CGT debilitada. Algún día se sabrá por qué
líderes sindicales que fueron los vicarios de Moyano lo han abandonado. El jefe
camionero está dispuesto a dar batalla. Sea cual fuere el resultado de las
próximas elecciones en la CGT,
el Gobierno se ha comprado un rival de fuste que conoce al detalle los
entresijos del kirchnerismo. ¿Revivirá el MTA (el Movimiento de los
Trabajadores Argentinos), la organización con la que Moyano combatió al
menemismo en los 90 y a través de la cual consolidó su liderazgo y su
proyección política?
La
línea que baja la
Presidenta en estos días ordena que sus funcionarios se
limiten a hablar sólo de YPF y del rol del Estado en la economía. Por otra
parte, en el Gobierno se vive un cierto alivio porque la entrada de los miles
de millones de dólares que representan las exportaciones de soja les está dando
un bienvenido respiro a las arcas fiscales. No obstante, la situación en ese frente
sigue siendo complicada. Y lo seguirá siendo mientras el nivel de gastos del
Estado continúe siendo tan alto. El Gobierno saca plata de donde sea. En esta
semana lo hizo con la Anses
y con el Banco Nación. Las dificultades crecientes para obtener el financiamiento
del fisco están poniendo a prueba los nervios de más de un funcionario.
La
situación creada a partir de la nacionalización de YPF está lejos de
representar el ideal que ofrece la profusa propaganda oficial. Está claro que
no hay quién defienda la gestión de Repsol, de la que los gobiernos de Cristina
Fernández de Kirchner y de su difunto esposo fueron cómplices. Pero la brutal
manera de proceder para poner fin a esa mala privatización no saldrá gratis.
Las fotos del ministro de Planificación Julio De Vido y de Axel Kicillof
reuniéndose con representantes de petroleras extranjeras pretenden dar una idea
de lo que no es. El interés de esas empresas existe, como también existen sus
temores en cuanto a los riesgos que hoy implican operar en el país. En esas
conversaciones dejan expuestas las altas exigencias que bajan desde sus casas
matrices, las que significan niveles de rentabilidad superiores a los que se le
permitían a Repsol. Se habla allí de márgenes que superan en 25% a 30% a los
obtenidos por la firma española. ¿Quién asume ese costo?
Por
otra parte, los temores que la
Argentina ha despertado en los inversores a partir de esta
medida han crecido sensiblemente. A pesar de los esfuerzos del canciller Héctor
Timerman en los foros internacionales intentando negar lo incontrastable, los
inversores de peso no piensan hoy en nuestro país como una atracción.
Además,
la operación del día a día de YPF comienza a presentar problemas que demuestran
el grado de improvisación con el que se ha actuado. Hay tres cuestiones que
exigen atención:
◆ La primera es la progresiva interna que se evidencia entre De Vido y
Kicillof.
◆ Se observa un desconocimiento absoluto de los criterios profesionales
de manejo de una compañía petrolera.
◆ La tercera es la preocupación que hay para obtener los fondos
necesarios para mantener en plena operación a la empresa. Hasta aquí, la que se
encargaba de eso era Repsol.
No
obstante, en el Gobierno se vive un momento de euforia. Las encuestas le han
devuelto a la Presidenta
el grado de popularidad que le habían quitado en los primeros meses del año la
tragedia de Once y el caso Boudou-Ciccone. Al respecto, es ya sabida la alegría
con la que se festejó en el poder la decisión de la Sala I de la Cámara Federal de
apartar de la causa al juez Daniel Rafecas, al que el kirchnerismo consideró
siempre como suyo y a quien, por ende, no le perdonó el allanamiento al piso de
propiedad del vicepresidente en Puerto Madero.
Rafecas
cometió un error imperdonable que, paradojalmente, dejó expuesta su cercanía
con el Gobierno, donde ahora le apuntan al fiscal del caso, Carlos Rívolo (en
el intercambio de mensajes que provocaron su eyección de la causa, Rafecas daba
asesoramiento al abogado de José María Núñez Carmona, socio de Boudou).
La estrategia
es clara y desde el poder se quiere hacer creer que todo esto es un asunto
mediático. Sin embargo, la realidad indica que el escándalo es mayúsculo y que
habrá más novedades cuando se aquieten las aguas de esta jugada destinada a
entorpecer el accionar de la
Justicia. Por ello es que han sido penosas las expresiones
del ministro de la Corte
Suprema, Eugenio Zaffaroni, quien al hablar de este caso le
aconsejó a Boudou “que tome té de tilo o flores de Bach”, como una manera de
desacreditar la investigación judicial en marcha. Lamentable actitud de un
ministro de la Corte,
al parecer más preocupado por asegurarle al vicepresidente los beneficios de la
impunidad que en resguardar el trabajo
independiente de la Justicia
en pos del conocimiento de la verdad.
Producción
periodística: Laura Bartolomé.
© Escrito
por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciuad Autónoma de Buenos Aires
el sábado 28 de Abril de 2012.