El odio…
Nike es la cultura”, cantaba el Indio Solari en los 90 (“Vas corriendo con
tus nikes / Y las balas van detrás / Lo que duele no es la goma sino su
velocidad...”). Tiempos de pizza, champán y “zafar”, palabra clave del
menemismo. ¿Cuál será la del kirchnerismo? “Justicia”, como reclamo y
reparación, fue la más escuchada en alta voz. Frente a tribunales, en los actos
de la AMIA, en las marchas por Nisman. Ni olvido, ni perdón, “justicia” dicen
los familiares de las víctimas en la tele. “Pido justicia”, “quiero justicia”.
“espero justicia”.
“El odio es la cultura”, sería la canción de estos años (“Vas persiguiendo
la justicia/ y los delincuentes van detrás/ lo que mata no es la verdad sino la
impunidad”). Se ve en el fútbol. De tanto odiar al visitante se lo hizo
“desaparecer” y los barras empezaron a odiarse entre ellos. Se lee en las
crónicas policiales. El robo de un auto o un celular acaba en asesinato aun
cuando la víctima no se resiste. O cuando linchan a un ladrón, o le dan una
paliza brutal a un pibe en la puerta de un boliche. Se escucha en la calle. Dos
autos que se rozan, un piquete que corta, y del odio salta una chispa que
incendia todo.
En los foros de las redes sociales, en el maltrato personal, en la
violencia de género. El odio que se transpira hierve en un río de lava espesa
que corre por debajo de nuestra historia. Ciega, quema, desangra, destruye.
¿Desde cuándo? ¿Eramos así? ¿Fuimos siempre así?
Sé de un hombre grande que recuerda cuando, siendo un niño, los que
regalaban juguetes de la fundación Evita se lo negaron porque, le dijeron, “tu
papá no es peronista”. Y sé también que el dirigente sindical Julio Piumato
estuvo casi siete años en la cárcel durante la dictadura, al mismo tiempo que
otros delegados gremiales peronistas, como Gerardo Martínez, de la Uocra, eran
informantes de los servicios de inteligencia de los militares y denunciaban a
sus compañeros. Y sé de un hombre perseguido por el “vigilante político” de su
barrio porque no quería llevar luto cuando murió Evita. Y sé que después de
1955, se prohibió hasta nombrar a Perón.
En el fondo de esa memoria hay un cruce de odios ancestrales. Perón,
militar golpista, admirador del fascismo, derrocado por un golpe de Estado
militar, se transforma en un símbolo civil de las fuerzas democráticas para
enfrentar a la dictadura. El odio reencarnó con el matrimonio Kirchner,
colaboradores, aprovechadores o cómplices según se mire de la dictadura
militar, reconvertidos luego en “heroicos” millonarios liberadores de pobres.
La peronista, como toda telenovela, se funda en la necesidad de recrear el odio
para dividir y reinar con amor.
Miren el aviso de campaña. El peronista Felipe Solá acusa al peronista
Aníbal Fernández de promover a los narcos. La vieja consigna “Liberación o
dependencia” actualiza su sentido en el “Drogas sí o no” que propone Solá. Pero
en octubre los verás a todos –Boudou, De Vido, los señores feudales de las
provincias, Forster, González, Verbitsky, Menem, los que antes privatizaron y
luego estatizaron YPF, Aerolíneas, y en el trámite se quedaron con la
diferencia–, a todos los que decían odiarse, votando a Scioli y Karina, en
fotos que evocan a Perón y Evita, a Néstor y Cristina, en nombre del amor.
El cóctel del odio se toma para olvidar. Lleva dos cucharadas soperas de
traición y de promesas incumplidas que se revuelven como fracaso en más de un
25% de amargo obrero desocupado. Otro poco de ilusión perdida que deja en la
boca ese criollo sabor a frustración, y una medida del deseo de lo que hasta
ahora nunca jamás sucedió.
Cada día, en algún momento, la realidad te saca el increíble Hulk que todos
llevamos dentro. Porque mueren pibes desnutridos, o se los condena a la miseria
infinita, al paco, a la violencia, al crimen organizado, a morir por un
celular, por viajar en tren, por querer vivir. Y encima, cada mañana,
personajes miserables como Aníbal Fernández, Kunkel o Diana Conti hablan y
echan odio a la inflamable hoguera del dolor.
© Escrito por Carlos
Ares, Periodista, el sábado 25/07/2015 y publicado por el Diario Perfil de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.