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lunes, 18 de mayo de 2020

¿El "negro" Carrillo nazi?... @dealgunamanera...

¿El "negro" Carrillo nazi?...

Dr. Ramón Carrillo. Fotografía: CEDOC

La primera sensación de todo ser humano bien nacido, al leer o escuchar lo corrillos de difamación sobre la calificación de la figura emblemática y humanista de Carrillo, es el estupor.

© Escrito por Donato Spaccavento, médico sanitarista, el lunes 18/05/2020 y publicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.


La primera sensación de todo ser humano bien nacido, al leer o escuchar lo corrillos de difamación sobre la calificación de la figura emblemática y humanista de Carrillo, es el estupor.

Empezó a sonar el celular y ya no paró más, sabiendo que había que salir a defender a un prócer del sanitarismo mundial y justo en este momento histórico, mis amigues y compañeres, considerándome un gran admirador y mi referencia sanitaria al Dr. Ramón Carrillo, preguntaban. Las barbaridades que se decían, merecían dar una respuesta en un tema tan sensible, no tanto desde el intelecto sino de la ética ultrajada de alguien que tuvo como conducta la inclusión de los derechos humanos como formativos de su esencia de ser humano.

Hay que subsanar este agravio gratuito. Algunos llaman en forma despectiva a muchos de nosotros -Carrillo incluido- nacionalistas y, al decir de Jauretche, la adjetivación “nacionalista”, como denostación de los sentimientos nacionales y populares. Claro, porque una cosa es ser “nacionalista” y otra, muy distinta, es ser parte del pensamiento nacional, que es popular y democrático, inherente a su definición misma. Por lo tanto el “Negro” (con su criollísima connotación) Ramón Carrillo no es “nacionalista”, es nacional, popular y democrático, precisamente lo antitético a lo “naZionalista”, elitista, totalitario, antisemítica, ario (desechando toda otra etnia, inclusive la de la ascendencia en los pueblos originarios del “negro-indio” Carrillo) y antidemocrático, que es lo que  representó el criminal nazifascismo en la Historia Universal.


Hay algunos malos entendidos, que en realidad son malas interpretaciones de los eternos odiadores, que pueden provenir de las inquietudes de Ramón Carrillo cuando concurría a la Facultad de Ciencias Médicas de la UBA, que compartió con su primo Jorge Farías Gómez. Éste para acompañarlo en la aventura idiomática y Ramón con un sentido más utilitario, de querer estudiar alemán o el “gótico” como lo llamaban ellos. Se entiende el interés de Carrillo en la tarea por el hecho de ser Holanda y Alemania los centros del estudio del Sistema Nervioso Central, de la neurología, las neuropatías y la neurocirugía en el mundo, y como Ramón ya tenía definida su vocación en cuanto a la especialidad médica relacionada con la neurología era lógico que tuviera la necesidad de manejar aunque sea mínimamente algún idioma sajón, y en el tiempo en que él estudió y defectuosamente incorporó la habilidad de hablarlo. Todo esto está lejos de conectarlo con el perverso y criminal Hitler que alcanzaría el poder en 1934, cuando ya Carrillo no estaba en Europa, y lo que descubro de la elección idiomática fue en la década del 20 en Argentina.

Convengamos, que aún hoy cuando alguien quiere licenciarse o doctorarse se le pide la elección de dos idiomas extranjeros, uno derivado del latín y otro del anglosajón, ¿por qué entonces, y sobre todo por un tema específicamente profesional, sorprenderse que Carrillo eligió el “gótico” (como gustaba llamarle a él) o el alemán?


Carrillo, una vez recibido con medalla de oro en la Facultad de Medicina, ganó por esfuerzo propio una beca para perfeccionarse en Europa. Él eligió su itinerario de perfeccionamiento: Ámsterdam (Holanda), Berlín (Alemania) –por las razones ya expuestas de excelencia académica en el sistema nervioso central-, y, luego como complementarios París (Francia) y Madrid (España). Luego volvería para ofrecerle al país que lo había formado gratuitamente toda su sabiduría y experiencia. 

Se transformó en pocos años en el creador de uno de los sistemas de salud pública, sanitaria, preventiva y social más importantes del mundo. Frutos que estamos recibiendo hasta el día de hoy en que –a pesar de la desgracia de la pandemia- somos mirados con admiración planetaria.

Además, no coinciden las fechas para justificar de algún modo –por más errónea que sea la data– que el Dr. Carrillo pudiera ser admirador de Hitler.

Carrillo tenía 24 años y estuvo casi tres años en Europa. Se embarcó el 21 de octubre de 1930, sin haberse enterado, seguramente, que ese tal nefasto político llamado Hitler en el denominado “putch” de Münich en 1923 había querido dar un golpe de Estado subido a la mesa de una cervecería y disparando un arma. No se preocupen, es que ni en la misma Münich se habían enterado de la locura de un extraviado.

El viajero “negrocirujano” (como lo llama Asurey en una zamba), entró por Vigo, pasó unos días por Hamburgo y la mayor parte de sus estudios y experiencias los hizo en Ámsterdam, donde el profesor Brouwer testifica en un conceptuoso certificado que estuvo allí desde octubre de 1930 hasta el 30 de agosto de 1932. En Berlín estuvo un solo mes, repetimos ¡un solo mes! (cuando el pequeño partido de Adolf Hitler no había llegado siquiera al parlamento, sin saberse lo que era “nazismo” –diciembre de 1933, para llegar a ser Führer el 2 de agosto de 1934- cuando Carrillo ya estaba en Buenos Aires organizando científicamente el Instituto de Clínica Quirúrgica).

Antes de que el becario partiera para Europa escuchó disertaciones del conde Hermann von Keyserling, quien además de ser un chanta, era un plagiario de Montesquieu acerca de  cómo operaba la termodinámica en determinadas sociedades, según el clima fuera frío, templado o cálido.


Por todo esto pensamos que es muy raro que Carrillo, descendiente por línea materna de quichuas, juríes, integrado a los pueblos originarios, bien llamado “El Negro”, de los que sufrieron en carne propia el sojuzgamiento de las clases dominantes blancas, simpatice con un movimiento político racista e imperialista. Muchaches, cuando se decidan a mentir, mientan mejor, con más fundamento…

Toda esta macabra leyenda también puede venir del período de la Segunda Guerra Mundial, cuando la sociedad argentina se dividió en neutralistas (injustamente también llamados “germanófilos”, pues comprobadamente, y con poder dirigencial o popular, siempre en nuestro país predominaron los neutralistas: Victorino de la Plaza, Hipólito Yrigoyen, Alvear, los militantes de FORJA, hasta el último presidente de la Década Infame, Santiago Castillo) y los rupturistas (o aliadófilos, esta vez bien caracterizados porque abarcaban un abanico que iba de conservadores, radicales, socialistas, hasta llegar al partido comunista tradicional, estalinista, los que luego se abrazarían todos para enfrentar a Perón en la Unión Democrática, bendecida por el embajador de los EEUU, Spruille Braden). Esta grieta se vivía intensamente en las universidades, donde a Carrillo por poco y a pesar de haber dado un excelente examen para ocupar la cátedra de Neurocirugía, su antiguo maestro y co-autor de Yodoventriculografía, Dr. Balado, se opuso a que el Dr. Carrillo ocupara el cargo por su conocida posición neutralista. Al haber quedado vacante el Decanato de la Facultad de Medicina, Carrillo lo ocupó sin imaginar que iba a pasar uno de los mayores disgustos de su vida, aunque nunca lo vivió como una frustración.

Tanto sus compañeros docentes, como la FUBA, los alumnos, simpatizantes de la tendencia “rupturista”, no lo dejaban abandonar su despacho sin cargarlo de insultos, escupitajos, tizazos y al transitar sus galerías le gritaban:

“Peronista” (creyendo que lo insultaban), Entreguista, Colaboracionista, ¡¡¡¡Nazi fascista!!!

Ojalá nunca más tengamos que salir a explicar infamias tan grandes, y menos para salir a aclarar cuestiones que no eran propia de la bonhomía y el gigantesco médico que fue Ramón Carrillo, fundador del sanitarismo nacional y primer Ministro de Salud Pública y Acción Social de la Nación Argentina.




lunes, 1 de julio de 2019

¿Cuándo fue que se jodió el socialismo?... @dealgunamanera...

¿Cuándo fue que se jodió el socialismo?... 



Cómo si los socialistas fuéramos Zavalita y el proceso electoral de 2019 la Avenida Tacna, flota en el aire la pregunta que Mario Vargas Llosa plantea en “Conversación en la Catedral”, pero reformulada a nuestra realidad: ¿Cuándo fue que se jodió el socialismo argentino?

© Escrito por Federico Treguer, del Partido Socialista de CABA, el sábado 13/06/2019 y publicado en la Página Oficial del Partido Socialista en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

¿Por qué el progresismo (de aquí en más, sinónimo de socialismo y socialdemocracia) terminó desgranado, vencido por la realidad y diseminado en frentes políticos que lo subordinaron a líderes conservadores o, cuanto menos, de otras extracciones políticas?

¿Cuándo fue que la identidad política que legó legisladores como Alfredo Palacios, militantes como Alicia Moreau y estadistas como Raúl Alfonsín (entendido como líder socialdemócrata) dejó de representar efectivamente a una parte de la ciudadanía? ¿Qué hizo que no se pudiera sostener a nivel nacional una alternativa, siendo que el contexto regional favorecía y daba ejemplos exitosos de acuerdos, tanto en versiones más centristas (la Concertación en Chile) como izquierdistas (el Frente Amplio en Uruguay), e incluso provinciales (el FPCyS de Santa Fe)?

Para dar respuestas, poco sentido tendría hacer una genealogía electoral, o volver sobre el Frepaso o el FAP, o autoflagelarse con ucronías que no son ni serán. La verdad es la realidad y, eminentemente, ésta nos dice que la izquierda democrática argentina no tendrá en 2019 un candidato natural y propio, por primera vez desde que se implementó la Ley Saénz Peña en 1916. Roto, el progresismo argentino concurrirá a las urnas habiendo explotado y con sus restos penando en listas diferentes, sin una brújula ni un destino claro.

Entonces, no solamente los progresistas tenemos que dilucidar cuándo fue que nos jodimos, sino también preguntarnos cómo hacemos para volver a construir un espacio de centroizquierda en el país.

Es un debate que merece (nos merecemos) tiempo y forma. Sin embargo, en el fragor de la batalla, me permito imaginar algunas pautas urgentes que se jodieron y que es necesario poner sobre la mesa para trabajar.

Algunos ejes olvidados que explican el pantano, pero que también nos sirven de línea de flotación, con la esperanza de rehacer un espacio que, sin lugar a dudas, es sano en la democracia argentina.

I-  Nacional y federal: la estrategia 23+1
Ante todo el contexto condiciona y Argentina es un país federal. En ese sentido, sería poco sensato creer que todo el territorio está cruzado por la misma experiencia y el mismo clivaje. Aún al interior de las provincias existen grandes diferencias entre metrópolis y periferias, que hacen muy difícil tener una directiva integral en materia de programas políticos.

En los últimos años, al seno del progresismo no se ha saldado esta discusión. Una de las cosas que más daño han hecho es la imposibilidad de coordinar estrategias nacionales capaces de replicarse a lo largo y a lo ancho de Argentina. La hipótesis es simple: no hay forma de consolidar un espacio progresista si este no está dispuesto a acordar de base estrategias en todos lados.

En 2005, el gobernador de Vermont, Howard Dean, asumió como autoridad máxima del Partido Demócrata en los Estados Unidos. Desde ese lugar, Dean aplicó lo que se conoció como “estrategia de los 50 estados”.

La premisa de Dean era que los demócratas se habían resignado a perder con el Partido Republicano en muchas partes del país, y que eso había resultado en quitarle recursos a esos estados. Eso habría resultado en la configuración de fortalezas republicanas al seno de esos lugares.

Para Dean, era necesario cambiar de manera rotunda esta visión y destinar recursos (económicos, pero sobre todo capital humano) a todas partes. El Partido Demócrata entonces comenzó a fortalecer sus posiciones con un fuerte liderazgo centralizado, que si bien respetaba las realidades territoriales, no dejaba de ser un movimiento nacional con vocación de poder y convicciones claras.

El resultado inmediato fue la victoria en 2008 de Barack Obama con más del 10% (39/365) de sus votos electorales provenientes de Virginia, Indiana y Carolina del Norte, tres estados que no votaban un presidente demócrata desde 1964 (los dos primeros) y 1976 (el último).

Por otro lado, a largo plazo la estrategia de Dean se corporizó también con la irrupción de nuevos cuadros jóvenes al seno del Partido, también en lugares otrora irreductiblemente republicanos, como Beto O’Rourke en Texas o Stacey Abrams en Georgia.

La enseñanza que nos deja esta experiencia es que la construcción de un movimiento progresista capaz de articular distintas realidades nacionales no es una tarea imposible, e incluso es una tarea imperiosa.

Encerrarse en pequeños reductos solamente profundiza la fragilidad del progresismo. Desentenderse de lo que se hace en nombre del progresismo en donde el progresismo no ha hecho pie es un error que sale caro si queremos apuntar a una construcción duradera y con vocación de poder.

El desarrollo de una estrategia nacional y federal, una suerte de “estrategia de 23 provincias y una ciudad autónoma”, es una pieza clave para poder desarrollarnos como espacio político con peso en la realidad. Lograr un equilibrio superador y una coherencia práctica en las alianzas y políticas que se llevan a cabo debe ser una prioridad en la reconstrucción de nuestro espacio.

II- Las demandas del siglo XXI: Las olas verdes y otras más
En un contexto global donde la exageración es masiva, la moderación es revolucionaria. El siglo XXI dista mucho de la máxima que Francis Fukuyama exclamó en el auge neoliberal de los 90’. El fin de la historia y de las ideologías quedó sepultado bajo los escombros de las Torres Gemelas y los fantasmas del pasado volvieron a resurgir con otros nombres y apellidos.

Frente a esta realidad que nos presentan estas dos primeras décadas del nuevo milenio, el progresismo se encuentra aún falto de cintura para dilucidar cuáles son las nuevas demandas que exigen las sociedades y las amenazas que se ciernen sobre ellas. 

¿Por qué es importante descubrirlas?

Porque la vocación de poder solamente se construye dando respuestas efectivas a problemas reales. Es por ello que el progresismo debe reconciliarse con su pertenencia histórica y adaptarla a la realidad actual. 

A modo simple de enumeración, y sin la pretensión de profundizar en cada punto más que con una breve descripción, me parece necesario puntualizar algunos ejes (y sus amenazas) sobre los cuales el progresismo debería comenzar a trabajar de manera consciente y seria.

1. Feminismo:
La irrupción del movimiento de mujeres es la mayor desde el regreso de la democracia en 1983. La experiencia por la legalización del aborto en el país, sumada a las movilizaciones #NiUnaMenos dan a cuenta de una organización de base que pronto barrerá de manera transversal con viejas prácticas. El progresismo no puede quedar inmerso en estas prácticas y deberá asumir sus responsabilidades históricas con las mujeres, poniéndolas al frente de la lucha por sus derechos y comprometiéndose a desterrar todo resabio de machismo.

2. Ambientalismo:
Los movimientos verdes vienen creciendo a pasos agigantados en la agenda global, especialmente en las nuevas generaciones. Ejemplos como el Green New Deal en Estados Unidos o el crecimiento electoral de Die Grünen en Alemania son una muestra de esto. El progresismo no puede quedar divorciado de la pelea por el medio ambiente y por el cambio del paradigma entre desarrollo tecnológico y recursos naturales.

3. El futuro del trabajo y la ética de la ciencia:
Los avances científicos y tecnológicos afectan de manera profunda la forma en la que conocemos al trabajo. Muchas tareas pronto desaparecerán como actividad remunerada y el riesgo de excluir a las no capacitadas crece a medida que pasa el tiempo. Si el progresismo no se ocupa de pensar políticas públicas capaces de articular las demandas de estas personas al borde del camino y las de una industria científico-tecnológica que resulta clave para mejorar sustancialmente la calidad de vida, esa bandera quedará huérfana y el capital, otra vez, se llevará todo puesto.

4. El nuevo capitalismo:
Como bien lo señala Thomas Piketty en su libro El Capital en el Siglo XXI, la desigualdad está en aumento y no parece tener un límite a la vista. Cada vez son menos los que más tienen y nuestro país no es la excepción. Es por eso que los progresistas debemos tener un programa de acción que sea capaz de atacar este tema en todas sus dimensiones. La bandera de la igualdad ha sido un faro histórico y debe seguir siéndolo.

5. La democracia social
Retomando la frase con la que comencé esta sección, el siglo XXI sorprendió con un debate que parecía saldado, y es que el desarrollo sustentable es posible en el marco de una democracia plena, en donde los derechos civiles sean respetados, y principalmente, todos seamos iguales ante la ley. Sin embargo, la aparición de movimientos iliberales en todas partes del mundo, incluso en democracias consolidadas como Brasil, Estados Unidos, Israel o Europa oriental, han echado por tierra la fe que el gran grueso de la población tenía por este paradigma. Es por eso que el progresismo debe reencontrarse con la democracia, aun sabiendo que es un sistema falible, y defenderla como el único sistema capaz de mejorar de manera estructural y duradera la calidad de vida de las personas.

Obviamente, estos cinco puntos, que se entremezclan y se potencian, son mucho más que esa breve descripción y no son los únicos. La idea es entender que una visión integral de los problemas, las demandas y las amenazas es realmente importante si queremos construir un espacio político claro y con peso. No sirven las soluciones mágicas ni las parciales, sino que se trata de repensar el programa del movimiento progresista argentino para el siglo XXI, así como en los albores del siglo XX el Partido Socialista desarrolló sus Programas Máximo y Mínimo que sirvieron de hoja de ruta para la práctica política.

III- La trampa de Sarmiento:
Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte. Cuando Domingo Sarmiento escribió su obra máxima, pensaba en Facundo Quiroga como ese ejemplo de la barbarie, decretando para siempre en las clases dominantes la existencia de un mal mayor, emisario del atraso y causante de la miseria.

Enfundados en una tradición liberal, el socialismo criollo y el progresismo posterior se paró en una incómoda posición respecto a esos movimientos que lograron, mejor que el propio progresismo, representar irrupciones potentes en la realidad argentina.

Sea Hipólito Yrigoyen, Juan Perón o Cristina Fernández, el progresismo nunca ha podido construir una oposición a esos proyectos heterogéneos sin caer en la trampa magistral de Sarmiento, la trampa de la distancia insalvable, Civilización o Barbarie, nosotros o ellos.

Los procesos políticos mencionados no fueron, de ninguna manera, procesos progresistas en su propuesta y práctica. A pesar de ello, no se les puede negar su legado inclusivo y de ampliación de derechos. La deuda histórica del progresismo en este campo es clara, y peor aún, repetitiva.

El gran desafío de la izquierda democrática es poder superar la trampa sarmientina. Se trata de ser capaces de no quedar atrapados en polos totalizantes, inmovilizados por un tironeo entre élites. La construcción de un polo progresista en Argentina debe necesariamente abrevar de las distintas identidades políticas que han poblado la nación, como así de la sociedad civil y los movimientos de derechos humanos.

Superar la trampa sarmientina implica el reconocimiento y la reconciliación con un pasado que debe servir de recordatorio pero no de lastre. El progresismo no puede volver a caer en ese pantano que divide la sociedad en dos mitades irreconciliables y solamente le ha traído miseria a Argentina.

La centroizquierda que debemos construir debe aspirar a posicionarse como alternativa independiente de cualquier tipo de remake futuro de la película que viene proyectándose desde 1820 en todos los cines de las Provincias Unidas.

IV- La pertenencia: tenemos símbolos y modelos
El progresismo tiene una ventaja fundamental, y es que tiene a dónde mirar. Desde políticas públicas hasta ideas comunicativas, existen sobrados ejemplos en Argentina y alrededor del mundo para ejemplificar. El progresismo debe nuevamente revalorizar estas experiencias y estos símbolos si quiere cohesionar a sus adherentes.
No estamos diciendo nada nuevo si decimos que todo movimiento político necesita construir su propia historia, su relato. El progresismo argentino, en los últimos años, ha escondido a veces esa pertenencia histórica global, o peor aún, directamente ignorado.

No se trata solamente de Alfredo Palacios, Alicia Moreau o Raúl Alfonsín, mencionados previamente, sino también de modelos teóricos y prácticos existentes y exitosos alrededor del mundo. Un progresista debe reconocerse en las múltiples luchas que se han desarrollado alrededor del mundo, en América Latina y en nuestro país.

De la nada, nada viene, y por esa razón el progresismo debe volver a abrazar sin complejos su historia y su presente.

A modo de punteo, retomo algunos ejemplos claros que sirven de guía para repensar esta identidad progresista.

1. Santa Fe:
Los gobiernos encabezados por el Partido Socialista en Rosario y Santa Fe han sido modelo en salud pública, acceso libre a la cultura y educación.

Tenemos experiencia de gestión en una de las provincias más importantes del país, una que tiene ciudades importantes y un sector agrícola extremadamente preponderante. Sabemos qué significa gobernar y gestionar. Se han llevado a cabo importantísimos programas de inclusión que deberían ser estudiados y defendidos por todo militante progresista.

2. Movimiento de derechos humanos en Argentina:
Alfredo Bravo y Alicia Moreau, entre otras importantes figuras, fueron miembros fundadores de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos en nuestro país. No podemos divorciar al progresismo de la defensa irrestricta de los derechos humanos y debemos recomponer esta relación con los movimientos de derechos humanos.

3. Modelos de Estado de Bienestar Nórdicos:
Fuera de todo cliché, las experiencias de las socialdemocracias de Europa del Norte están repletas de políticas públicas que todo progresista debería conocer. Entre los ejemplos, están la educación finlandesa, 100% estatal y prioritaria; la soberanía que construyó Noruega sobre sus recursos naturales y cómo se puso al servicio de la población las ganancias; y el sistema impositivo progresivo que utiliza Suecia, entre otras cosas.

4. Experiencias rupturistas en la tradición progresista:
Así como el siglo XXI consigo nuevos formatos a la derecha, también produjo importantes novedades en el campo izquierdista occidental. Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez en Estados Unidos, Sadiq Khan y Jeremy Corbyn en el laborismo británico, la reconversión y la llegada al poder del socialismo en la península ibérica son algunos hitos progresistas en el mundo que dan cuenta de la posibilidad de construcciones atractivas al seno del progresismo.

5. Uruguay y Chile:
Como dije en la introducción, nuestros países vecinos también han sabido construir bloques de poder progresistas exitosos y coherentes. Las experiencias del Frente Amplio en Uruguay, que cumplirá 15 años al mando, o la Concertación (hoy Nueva Mayoría) en Chile con los gobiernos liderados por Ricardo Lagos y Michelle Bachelet en dos oportunidades son construcciones de las que se pueden aprender muchas cosas.

Todas estas experiencias, y muchas más que quedan injustamente fuera del punteo nos dicen que existe de donde aferrarse. Se trata de dar el debate y tomar lo que sirve para poder poner sobre la mesa qué tipo de progresismo queremos en Argentina y cómo construirlo.
La falta de identidad y simbología (¿Cuántos socialistas conocen la letra de La Internacional?) ha vaciado de contenido y de épica al progresismo. Recuperar el orgullo progresista es otra de las tareas que debemos emprender en este camino.

V- Conclusión
El socialismo se jodió en Argentina. Se jodió cuando no desarrolló una estrategia nacional coherente de La Quiaca a Ushuaia, se jodió cuando no supo desarrollar propuestas para responder las nuevas demandas, se jodió cuando se dejó arrastrar por la trampa sarmientina y se jodió cuando se olvidó de su pertenencia histórica y abdicó de sus símbolos.

Este documento no tiene otro fin que el de ser un disparador para reconstruir el espacio socialista democrático y popular en Argentina. Un espacio plural con vocación de poder, pero con convicciones férreas. No tiene pretensiones iluministas ni vanguardistas. Su única pretensión es servir a un fin mayor, que es el de la articulación y la organización de un progresismo pujante que tenga el lugar que nunca llegó a consolidar en la sociedad argentina.

Vivimos en un país que fue sistemáticamente rapiñado por su clase dirigente. Un país con una desigualdad que quema y duele, que ha perdido oportunidades y que se ha enfrascado en encendidas y vanas discusiones que han quitado el foco de la gente que necesita respuestas para sus problemas cotidianos. Un país con una pobreza estructural y una decadencia que se ha sostenido por décadas. 

Creo que el progresismo tiene y puede crecer por el bien de la Argentina.

El esfuerzo vale la pena y la militancia tiene su razón de ser, a pesar de un contexto difícil y de una realidad que asfixia. Nadie dice que esto es fácil, ni que será placentero. Ocupará tiempo, debates, cafés y voluntad. Serán tiempos de intemperie y llano, de recomposición y reconstrucción.

Si abrí este documento con Vargas Llosa, bien puedo cerrarlo con Gabriel García Márquez. En 2013, el gran prosista latinoamericano escribió en una carta una definición que bien podría caberle al socialismo en su totalidad. Así, ser socialista es saber que una persona “sólo tiene derecho a mirar a otra hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse”.

Es tiempo de mirarnos y ayudar a levantarnos.





martes, 13 de febrero de 2018

La inflación acecha a Macri... @dealgunamanera...

Crudo análisis sobre la Argentina de The Wall Street Journal...

Mauricio Macri debe dar "un golpe decisivo contra la inflación", según el Wall Street Journal. Reuters/Adriano Machado

La columnista Mary Anastasia O'Grady analiza las tensiones presentes entre la oposición y el gobierno de Cambiemos.

© Publicado el lunes 12/02/2018 por el Diario Clarín de laCiudad Autónoma de Buenos Aires.

Una columna de opinión de The Wall Street Journal afirma que el mayor logro de Mauricio Macri será terminar su mandato en 2019.

Con el título "La inflación acecha a Macri en Argentina", la columnista Mary Anastasia O'Grady analiza las tensiones presentes entre la oposición y el gobierno de Cambiemos, teniendo en cuenta la actualidad económica del país.

O'Grady señala que Macri sorprendió a Argentina al ganar la presidencia en 2015, pero su mayor logro será seguir en el poder cuando termine su mandato, en diciembre de 2019, teniendo en cuenta que el último presidente no peronista en lograrlo fue Marcelo T. de Alvear en 1928, y que desde entonces "sobrevive hasta el día de hoy una cultura de inestabilidad política", considerando que los únicos dos presidentes no peronistas desde 1983 tuvieron que dejar el poder a causa de las crisis económicas.

Si bien para la columnista Macri puede romper el hechizo, "no hay certeza de que lo hará, y dado que subestimó la magnitud de los problemas que heredó de la ex presidenta Cristina Kirchner, el argumento a favor de un gobierno más chico ahora requiere un liderazgo aún más audaz".

Hugo Moyano junto a Roberto Baradel. La movilización del líder camionero y la discusión por la paritaria docente son dos temas claves que enfrenta el gobierno. Daniel Dabove/Télam

La autora describe que los doce años de kirchnerismo dejaron al país "en la bancarrota, tanto financiera como institucionalmente".

"Los Kirchner encarcelaron a los opositores políticos, confiscaron la propiedad privada, nacionalizaron los negocios, amordazaron a los medios críticos, fomentaron las patotas callejeras, falsificaron las estadísticas gubernamentales y destruyeron la independencia del banco central", detalla O'Grady, y destaca que cuando Macri asumió la presidencia, el discurso pasó de ser imperial y vengativo a civil y conciliatorio.

Macri, para llegar a buen puerto, debe bajar la inflación y restaurar el crecimiento económico, aunque para O'Grady el presidente está "retrasado" en sus promesas y "corre el riesgo de que se le acabe el tiempo".

Para el Wall Street Journal, "el desafío a largo plazo es liberar una economía encadenada por altos impuestos, fuertes regulaciones y proteccionismo comercial". Sin embargo, en este momento "Macri se enfrenta a una situación fiscal precaria causada por el gasto gubernamental desbocado y un crecimiento lento".

La autora describe que los doce años de kirchnerismo dejaron al país "en la bancarrota, tanto financiera como institucionalmente".

"El gasto total del gobierno en los niveles federal, provincial y local, incluido el servicio de la deuda, genera hoy un déficit fiscal abrumador del 8% del producto bruto interno. La inflación cayó al 25% desde el 40%, pero reducirla más requiere una combinación de políticas más audaz", detalla O'Grady, que critica el enfoque "gradualista" del gobierno, al considerar que está "jugando con fuego".

De acuerdo a la autora, una de las grandes pruebas que enfrenta el gobierno se dará en marzo, con la discusión de la paritaria docente, y pone como anticipo decisivo la movilización encabezada por Hugo Moyano para el 21 de febrero.

"El sindicalismo espera paralizar el país, hacer que los salarios equiparen la inflación actual, sofocar los planes políticos de Macri y agregar su nombre a la lista peronista de presidentes de mandato interrumpido", advierte. 
Y, si bien Cambiemos superó con éxito las elecciones de medio término, "lo cual significa que el país apoya sus esfuerzos", para O'Grady "Argentina necesita un golpe decisivo contra la inflaciónY también lo necesita la presidencia de Macri para sobrevivir y prosperar".

 The Wall Street Journal, Captura web
Link:
Inflation Stalks Macri in Argentina.

The Peronists hope to end his presidency prematurely. They may well succeed.

Inflation Stalks Macri in Argentina.

The Peronists hope to end his presidency prematurely. They may well succeed.

Mauricio Macri shocked Argentina—and even his own supporters—by winning the presidency in 2015 in a runoff against a Peronist party rival. But if the founder of the young Republican Proposal Party is still in office when his four-year term ends in December 2019, it will be an even greater accomplishment.
The last non-Peronist president to finish his elected mandate was Marcelo T. de Alvear in 1928. Two years later the military removed President Hipólito Yrigoyen in a coup, the first since the 1853 constitution was approved. A culture of political instability survives to this day.
True, there hasn’t been a military coup in Argentina since 1976. Democracy was restored in 1983. Nevertheless economic crises forced the early resignations of the only two non-Peronist presidents elected in the most recent democratic period. Now Peronists claim that they are the only ones who can govern the country.
Mr. Macri could break the spell. But it is far from certain that he will, and because he underestimated the magnitude of the problems he inherited from former President Cristina Kirchner, the case for smaller government now requires even bolder leadership.
Twelve years of Kirchner rule—first Néstor Kirchner (2003-07), followed by his wife (2007-15)—left this country bankrupt, both institutionally and financially. The Kirchners jailed political opponents, confiscated private property, nationalized businesses, gagged media critics, fomented street mobs, falsified government statistics, and destroyed the central bank’s independence. Kirchnerismo bloated the government and left the economy in shambles.
When Mr. Macri took the oath to uphold the constitution, the presidential discourse went from imperial and vengeful to civil and conciliatory overnight. Argentina’s international image was also instantaneously upgraded. The Kirchners’ most important alliances were with totalitarian Cuba, authoritarian Venezuela and theocratic Iran. Mr. Macri symbolizes a renewed commitment to Western democracy, including the re-establishment of relations with the U.S.
Argentines describe their country as “normal” again. Yet to succeed, Mr. Macri also has to keep his pledge to slay inflation and restore economic growth. On this score he is running behind and risks running out of time.
The long-term challenge is to liberate an economy shackled by high taxes, heavy regulation and trade protectionism. These are economic policy questions but they are fundamentally cultural hurdles in a nation with deeply rooted political traditions of populism, mercantilism, crony capitalism and an outsize role for organized labor.
Only a system that guarantees economic freedom can produce fast growth and the wealth creation that Argentines yearn for. The country needs reliable laws that encourage risk taking and competition, and a new narrative in which entrepreneurial success is celebrated and businesses are allowed to fail.
This is a generational project. In the meantime, Mr. Macri faces a precarious fiscal situation caused by runaway government spending and slow growth. Total government spending at the federal, provincial and local levels, including debt service, now generates a staggering annual fiscal deficit of 8% of gross domestic product. Inflation has fallen to 25% from 40%, but bringing it down further requires a more courageous policy mix.
Mr. Macri has promised to curtail government spending. But without majorities in Congress, he has taken a gradualist approach. He imagines he’s erring on the side of caution, but he’s actually playing with fire.
The primary deficit, which excludes the cost of servicing the debt, was 3.9% of GDP last year. If the government’s forecasts are correct, this year it will remain stubbornly high, at 3.3% of GDP, and it will drop to 2.2% of GDP in 2019.
These large deficits are putting pressure on the central bank to print money. It has partially resisted by sterilizing some dollar inflows but, according to the Buenos Aires-based think tank Libertad y Progreso, last year the monetary base increased at the same rate as inflation.
In a country where union power is legendary, this is particularly pernicious because it fuels inflationary expectations. Mr. Macri will face his next big test when the government negotiates salary increases with the teachers unions in March. In anticipation of that showdown, union activists—Mrs. Kirchner’s most important constituents—have organized a nationwide mobilization for late February. They hope to paralyze the country, push wages to match current inflation, quash Mr. Macri’s agenda and add his name to the Peronist list of interrupted presidencies.
Mr. Macri’s party did well in midterm elections last year, which means the nation backs his efforts. But today’s benign global-market conditions will not last forever and punishingly high interest rates, now around 28%, stifle growth. Argentina needs a decisive strike against inflation. So does Mr. Macri’s presidency if it is to survive and thrive.





jueves, 1 de agosto de 2013

Francisco, candidato imbatible... De Alguna Manera...

Candidato imbatible...

Totus Tuus Papa Francisco. Dibujo: Pablo Temes

Por qué Francisco reúne características de próceres que hoy podrían cautivar a cualquier votante.

Le quiero hacer una confesión muy personal. Ya tengo elegido mi candidato a presidente para el 2015. Ya me convenció. Creo que no hay un argentino mejor que él para que conduzca los destinos del país. ¿No me cree? Mi voto de confianza es para un compatriota extraordinario que es lo mejor que se produjo en estas tierras, tal vez, en toda su historia. ¿Sabe por qué lo quiero votar? Porque tiene las virtudes, los valores y las ideas de los dirigentes políticos fundacionales de nuestro país y porque por su capacidad revolucionaria debería estudiarse en los colegios como muchos próceres de la argentinidad. ¿No me cree? ¿Le parece que exagero? Lea y después me cuenta. Yo se lo describo, le doy unas pistas para que entienda porqué siento tanta admiración por ese hermano nuestro que está protagonizando una epopeya.

De José de San Martín tiene el coraje para pelear por la libertad de los pueblos y para enfrentar las más grandes dificultades, incluso las que tienen el tamaño de la Cordillera de los Andes. Se siente un hombre libre y quiere que todos los hombres sean libres.

De Manuel Belgrano tiene la obsesión por la educación, la excelencia intelectual y la flexibilidad para moverse en todos los terrenos. También es creador de una nueva bandera de la fe.

De Mariano Moreno tiene la voluntad revolucionaria. La pasión por romper las burocracias del atraso y la apuesta al cambio de las viejas estructuras. Por algo los conservadores ya lo pusieron en la mira.

De Hipólito Yrigoyen tiene su amor por los más humildes, su lucha eterna para que la tortilla se vuelva, su profunda fe democrática. Su segunda Biblia, su plataforma electoral, el documento más importante que redactó, que sostiene que el Estado debe intervenir para suturar las heridas que produce el mercado, es un producto colectivo. Se realizó en la conferencia de Aparecida, con el aporte de pastores, peregrinos y obispos, pero tiene la síntesis de un sabio. De un sumo sacerdote. De un pontífice que piensa con ecumenismo y que no conoce lo que es el odio. Todo lo contrario, ayer proclamó la cultura del encuentro y llamó a “rehabilitar la política como una de las formas más altas de la caridad”. Dijo que “entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta hay una opción de los oprimidos: el diálogo, el humanismo integral”.

De Juan Domingo Perón tiene su habilidad para conducir, ese liderazgo carismático necesario para guiar la organización humana más grande del planeta con 1.200 millones de fieles. Tiene una sensibilidad especial y sabiduría popular que sólo se cosecha con mucho pavimento recorrido. La picardía argentina en el mejor de los sentidos y no la viveza criolla. Tiene humor. Se podría cantar una marchita que diga: “Por ese gran argentino/ que se supo conquistar/ a la gran masa del pueblo/ con astucia clerical.

De Evita tiene su amor por los grasitas y la mirada en la periferia. Su opción por los pobres, por los cabecitas negras de La Matanza a Lampedusa. Ese abrazo que se dio con los qom que Cristina no recibió o con el indio Pataxo que le regaló su cocar y no se arrodilló porque el Papa se lo impidió. La arenga para que nadie acepte la humillación de nadie, para que se pongan de pie y se rebelen. Por eso dice que quiere que los jóvenes hagan lío y salgan de la Iglesia. Para que ocupen las calles con alegría y peleen por un mundo más justo, más solidario y fraterno. Quiere que sean callejeros de la fe.

Siembra amor y esperanza y lucha a muerte contra los asesinos que utilizan la droga para matar pibes y los que utilizan la trata para esclavizar mujeres pobres. De aquellos que rezan: “Papa nuestro que estás en el Vaticano, santificado sea tu nombre”.

De Arturo Illia tiene la austeridad republicana y franciscana. Los votos de pobreza, el despojo de todo tipo de vanidad o riqueza frívola. No vive rodeado de millonarios ni de estrellas mediáticas. Se siente a gusto en las favelas del mundo porque conoce profundamente nuestras villas miserias. Pinta su aldea y por eso es universal. No miente, predica con el ejemplo. Tiene las manos limpias, no hace falta que presente su declaración jurada porque vive como piensa. Por eso tiene autoridad moral para decir que se puede perdonar a los pecadores pero no a los corruptos. No roba pero hace.

Es argentino como pocos y no solo porque nació en Flores en una típica familia de tanos inmigrantes. Por el mate, el tango, su San Lorenzo de Almagro y el culto a la amistad. Convoca multitudes apasionadas. Tiene olor a oveja, pero no acepta el verticalismo ni la obsecuencia. Llama a que cada uno construya su propio destino junto a sus hermanos más frágiles. Propone cooperativas para recuperar la paz, el pan y el trabajo y combatir la inflación y la inseguridad. Y si no me creen, lean el documento de Aparecida que es la génesis de su papado. Reparte estampitas cargadas de futuro. Es emocionante ver como emociona. Ya produjo su primer milagro: que todo el mundo quiera a un argentino. Y que la juventud recupere su lucha por las utopías a su imagen y semejanza. Francisco fue forjado por dos matrices que atravesaron la historia de nuestro país. Por el catolicismo y el peronismo. En esas fraguas se formó. En esas convicciones e ilusiones. Muchas veces me pregunto qué me despierta tanta admiración el Papa si yo no soy católico ni peronista, aunque a veces me gustaría serlo. Para tomar lo mejor de ambos. Para tener un oído en el pueblo y el otro en el Evangelio o en la doctrina, como decía Monseñor Angelelli.

Ya sé que no lo puedo votar. Ya sé que no es candidato. Pero es el espejo que refleja lo mejor de este país. Es el argentino que nos transmite esperanza y capacidad transformadora. Es el Papa. Tranquilamente puede ser un presidente y un prócer. Podrán imitarlo, pero igualarlo jamás. Porque el país no está temblando. Esta latiendo patriotismo, solidaridad y emoción. “Se siente, se siente, Francisco presidente”, podrían cantar las tribunas, como si el país fuera el viejo Gasómetro Y si él no puede ser, que sea algún argentino que se atreva a recoger su nombre y lo lleve como bandera a la victoria.

Aclaración: Tenía pensado escribir sobre la política doméstica. Pero hubo dos motivos que me “obligaron” a repetir con módicos cambios, esta columna que leí el viernes en Radio Continental. Primero, que tuvo una repercusión inédita por las redes sociales que superó cualquiera de las más de cuatro mil editoriales que escribí en 15 años. Eso me hizo sospechar que el texto tenía algún valor o representaba algún sentimiento. Y segundo, la osadía que tuvo Cristina de comparar a Néstor Kirchner con el Papa sin que se le cayera la cara de vergüenza. Confundir el día con la noche, me pareció too much.

© Escrito por Alfredo Leuco el domingo 28/07/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.