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domingo, 1 de septiembre de 2019

Historia repetida… @dealgunamanera...

Historia repetida…

Cuesta abajo, Mauricio Macri. Dibujo: Pablo Temes

Entre el no poder de Mauricio Macri y la imprudencia de Alberto Fernández, vuelven incertidumbres pasadas.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 01/09/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Déjà vu es una expresión cuya autoría pertenece a Emile Boirac, un investigador psíquico francés que vivió entre 1851 y 1917. Se trata de un fenómeno por el que una persona cree erróneamente que una vivencia que sucede en el presente la ha experimentado ya en el pasado. Se lo considera un tipo de paramnesia, que es una distorsión de la memoria.

A diferencia de esta definición, el déjà vu político, social y económico por el que está atravesando la Argentina del presente no pertenece a ningún tipo de paramnesia, sino a la más estricta realidad: todo lo que se está viviendo en estos días se vio y se padeció anteriormente. Ese recuerdo nos transporta, no a 2001, sino a 1989. El 14 de mayo de ese año, Carlos Menem había ganado las elecciones, y eso vació de poder la presidencia de Raúl Alfonsín. Había una larga transición de 7 meses a la que el presidente electo dinamitó. El desmadre económico que sobrevino dio pie a un proceso hiperinflacionario que dejó en la ruina a mucha gente. Esa crisis forzó la entrega anticipada del poder al presidente electo.

De ayer a hoy. Al igual que aquellas elecciones de mayo de 1989, estas PASO han agotado de poder al actual gobierno. La diferencia es que hoy no hay presidente electo.

El poder es algo inasible. Las más de las veces, ganarlo lleva una vida. Perderlo, en cambio, no. Es lo que le está pasando a Mauricio Macri. El mal resultado electoral del 11 de agosto fue “un palazo” –como él mismo lo reconoció– de cuya dimensión y consecuencias todavía no parece haberse dado cuenta, porque lo que hoy está en juego no es su reelección sino la gobernabilidad. Solo un imponderable mayúsculo –equivalente a lo que fue el cajón de Herminio Iglesias en la elección de 1983– puede revertir el resultado primario.

Por momentos, al Presidente lo invade el enojo. Eso lo perciben y lo sufren algunos de sus funcionarios que se atreven a insinuar la necesidad de autocrítica del Gobierno.

Esos funcionarios son plenamente conscientes de que el 10 de diciembre terminan. “Lo que se palpó fue un ambiente de derrota indisimulable”, era lo que se escuchaba el martes por la tarde en la curia metropolitana luego de la reunión de los miembros del episcopado con Macri.

Gobernabilidad significa llegar al 10 de diciembre sin zozobras, a fin de concretar un traspaso del mando ordenado. Lograr que un gobierno no peronista termine en tiempo y forma su mandato –algo que no ocurre desde 1928 con la presidencia de Marcelo T. de Alvear– es responsabilidad tanto del oficialismo como de la oposición.

Alberto Fernández estuvo imprudente con sus expresiones del lunes por la noche luego de la reunión que mantuvo en su oficina de la calle México con los enviados del Fondo Monetario Internacional. No porque no se supieran sus posturas divergentes sobre el acuerdo con el organismo, ni porque no le asista la razón en sus críticas, sino por las circunstancias. Alguien le hizo entender o él mismo se dio cuenta de ese error y por eso el martes anunció que se llamaría a silencio. Sus declaraciones a The Wall Street Journal publicadas el viernes hicieron añicos esa promesa. “El Gobierno está en default y lo tiene escondido”, dijo sin tapujos. ¿El presidente virtualmente electo quiere empujar a Macri al precipicio? ¿Es su deseo el de envalentonar a los sectores duros del kirchnerismo que, con sed de venganza, propician el “efecto helicóptero” para verlo al Presidente en una huida a lo De la Rúa? Debería darse cuenta de que, diciendo estas cosas. No hace más que complicarle la vida, no al Gobierno, sino a la gente.  

El Fondo Monetario tiene un acuerdo firmado que no existe más –voló por el aire–, porque las metas quedaron a años luz de lo que se firmó: no se cumplieron los objetivos monetarios, ni los fiscales, ni el de inflación, ni el del tipo de cambio, ni el de crecimiento de la actividad económica. Entonces –sobre un acuerdo que no existe más– no hay posibilidad de firmar otro acuerdo porque básicamente no hay con quién hacerlo.

Temblores. La reacción del Gobierno el miércoles fue de pánico. “Se asustaron”, describe un consultor cercano al oficialismo porque empezaron a ver que el FMI se corría y el desembolso no llegaba.

El mercado también había entrado en  pánico y por eso no hubo casi órdenes para renovar las Letes, hecho que obligó al Banco Central a vender 427 millones de dólares para tratar de contener el dólar que, así y todo, subió.

En los mercados, los anuncios que hizo el ministro Hernán Lacunza cayeron mal. En ese universo se asume que no hay dinero para pagar en el corto plazo y que no existen medidas para solucionar los problemas de fondo de la economía argentina. Nadie cree que el Congreso se ponga a trabajar con voluntad en el proyecto de reestructuración de la deuda.

Todo esto generó en el mundo financiero más duda de la que ya había. Hoy hay un anuncio de reestructuración sin ningún indicio de cómo termina.

El viernes fue un día difícil. Y mañana lunes lo puede ser aún más. En las redes sociales abundaban los mensajes de gente decidida a retirar sus dólares de los bancos. En las casas centrales de dos importantes entidades se vivieron situaciones de tensión cuando varios ahorristas quisieron efectuar retiros y se encontraron con que no había disponibilidad de billetes.

“Si esto sigue así, habrá necesidad de pensar en un control de cambio”, dijo Julio Cobos, reconociendo el difícil momento que se vive. Que Cobos haya hablado de esto marca el desconcierto existente dentro del Gobierno.

Macri no quiere oír hablar de eso. Sería para él no solo una herejía sino una capitulación. Constituiría, además, una paradoja –no la única– que quien comenzó su gobierno levantando el cepo termine reinstalándolo. Por eso, el Presidente habló con Guido Sandleris para que mañana haya suficiente disponibilidad de billetes en los bancos para satisfacer a la gente que acuda a retirar sus dólares.

La otra paradoja es la conducta de los mercados, esa especie de deidad a la que este gobierno le ha rendido una pleitesía casi sacra. Son ellos los que, en los hechos, desde el 12 de agosto pasado le vienen enviando a Macri un mensaje claro y contundente: que no confían más en él, que su proyecto de reelección está terminado y que el poder real pasa por lo que diga y haga Alberto Fernández.  

Producción periodística: Lucía Di Carlo.


martes, 13 de febrero de 2018

La inflación acecha a Macri... @dealgunamanera...

Crudo análisis sobre la Argentina de The Wall Street Journal...

Mauricio Macri debe dar "un golpe decisivo contra la inflación", según el Wall Street Journal. Reuters/Adriano Machado

La columnista Mary Anastasia O'Grady analiza las tensiones presentes entre la oposición y el gobierno de Cambiemos.

© Publicado el lunes 12/02/2018 por el Diario Clarín de laCiudad Autónoma de Buenos Aires.

Una columna de opinión de The Wall Street Journal afirma que el mayor logro de Mauricio Macri será terminar su mandato en 2019.

Con el título "La inflación acecha a Macri en Argentina", la columnista Mary Anastasia O'Grady analiza las tensiones presentes entre la oposición y el gobierno de Cambiemos, teniendo en cuenta la actualidad económica del país.

O'Grady señala que Macri sorprendió a Argentina al ganar la presidencia en 2015, pero su mayor logro será seguir en el poder cuando termine su mandato, en diciembre de 2019, teniendo en cuenta que el último presidente no peronista en lograrlo fue Marcelo T. de Alvear en 1928, y que desde entonces "sobrevive hasta el día de hoy una cultura de inestabilidad política", considerando que los únicos dos presidentes no peronistas desde 1983 tuvieron que dejar el poder a causa de las crisis económicas.

Si bien para la columnista Macri puede romper el hechizo, "no hay certeza de que lo hará, y dado que subestimó la magnitud de los problemas que heredó de la ex presidenta Cristina Kirchner, el argumento a favor de un gobierno más chico ahora requiere un liderazgo aún más audaz".

Hugo Moyano junto a Roberto Baradel. La movilización del líder camionero y la discusión por la paritaria docente son dos temas claves que enfrenta el gobierno. Daniel Dabove/Télam

La autora describe que los doce años de kirchnerismo dejaron al país "en la bancarrota, tanto financiera como institucionalmente".

"Los Kirchner encarcelaron a los opositores políticos, confiscaron la propiedad privada, nacionalizaron los negocios, amordazaron a los medios críticos, fomentaron las patotas callejeras, falsificaron las estadísticas gubernamentales y destruyeron la independencia del banco central", detalla O'Grady, y destaca que cuando Macri asumió la presidencia, el discurso pasó de ser imperial y vengativo a civil y conciliatorio.

Macri, para llegar a buen puerto, debe bajar la inflación y restaurar el crecimiento económico, aunque para O'Grady el presidente está "retrasado" en sus promesas y "corre el riesgo de que se le acabe el tiempo".

Para el Wall Street Journal, "el desafío a largo plazo es liberar una economía encadenada por altos impuestos, fuertes regulaciones y proteccionismo comercial". Sin embargo, en este momento "Macri se enfrenta a una situación fiscal precaria causada por el gasto gubernamental desbocado y un crecimiento lento".

La autora describe que los doce años de kirchnerismo dejaron al país "en la bancarrota, tanto financiera como institucionalmente".

"El gasto total del gobierno en los niveles federal, provincial y local, incluido el servicio de la deuda, genera hoy un déficit fiscal abrumador del 8% del producto bruto interno. La inflación cayó al 25% desde el 40%, pero reducirla más requiere una combinación de políticas más audaz", detalla O'Grady, que critica el enfoque "gradualista" del gobierno, al considerar que está "jugando con fuego".

De acuerdo a la autora, una de las grandes pruebas que enfrenta el gobierno se dará en marzo, con la discusión de la paritaria docente, y pone como anticipo decisivo la movilización encabezada por Hugo Moyano para el 21 de febrero.

"El sindicalismo espera paralizar el país, hacer que los salarios equiparen la inflación actual, sofocar los planes políticos de Macri y agregar su nombre a la lista peronista de presidentes de mandato interrumpido", advierte. 
Y, si bien Cambiemos superó con éxito las elecciones de medio término, "lo cual significa que el país apoya sus esfuerzos", para O'Grady "Argentina necesita un golpe decisivo contra la inflaciónY también lo necesita la presidencia de Macri para sobrevivir y prosperar".

 The Wall Street Journal, Captura web
Link:
Inflation Stalks Macri in Argentina.

The Peronists hope to end his presidency prematurely. They may well succeed.

Inflation Stalks Macri in Argentina.

The Peronists hope to end his presidency prematurely. They may well succeed.

Mauricio Macri shocked Argentina—and even his own supporters—by winning the presidency in 2015 in a runoff against a Peronist party rival. But if the founder of the young Republican Proposal Party is still in office when his four-year term ends in December 2019, it will be an even greater accomplishment.
The last non-Peronist president to finish his elected mandate was Marcelo T. de Alvear in 1928. Two years later the military removed President Hipólito Yrigoyen in a coup, the first since the 1853 constitution was approved. A culture of political instability survives to this day.
True, there hasn’t been a military coup in Argentina since 1976. Democracy was restored in 1983. Nevertheless economic crises forced the early resignations of the only two non-Peronist presidents elected in the most recent democratic period. Now Peronists claim that they are the only ones who can govern the country.
Mr. Macri could break the spell. But it is far from certain that he will, and because he underestimated the magnitude of the problems he inherited from former President Cristina Kirchner, the case for smaller government now requires even bolder leadership.
Twelve years of Kirchner rule—first Néstor Kirchner (2003-07), followed by his wife (2007-15)—left this country bankrupt, both institutionally and financially. The Kirchners jailed political opponents, confiscated private property, nationalized businesses, gagged media critics, fomented street mobs, falsified government statistics, and destroyed the central bank’s independence. Kirchnerismo bloated the government and left the economy in shambles.
When Mr. Macri took the oath to uphold the constitution, the presidential discourse went from imperial and vengeful to civil and conciliatory overnight. Argentina’s international image was also instantaneously upgraded. The Kirchners’ most important alliances were with totalitarian Cuba, authoritarian Venezuela and theocratic Iran. Mr. Macri symbolizes a renewed commitment to Western democracy, including the re-establishment of relations with the U.S.
Argentines describe their country as “normal” again. Yet to succeed, Mr. Macri also has to keep his pledge to slay inflation and restore economic growth. On this score he is running behind and risks running out of time.
The long-term challenge is to liberate an economy shackled by high taxes, heavy regulation and trade protectionism. These are economic policy questions but they are fundamentally cultural hurdles in a nation with deeply rooted political traditions of populism, mercantilism, crony capitalism and an outsize role for organized labor.
Only a system that guarantees economic freedom can produce fast growth and the wealth creation that Argentines yearn for. The country needs reliable laws that encourage risk taking and competition, and a new narrative in which entrepreneurial success is celebrated and businesses are allowed to fail.
This is a generational project. In the meantime, Mr. Macri faces a precarious fiscal situation caused by runaway government spending and slow growth. Total government spending at the federal, provincial and local levels, including debt service, now generates a staggering annual fiscal deficit of 8% of gross domestic product. Inflation has fallen to 25% from 40%, but bringing it down further requires a more courageous policy mix.
Mr. Macri has promised to curtail government spending. But without majorities in Congress, he has taken a gradualist approach. He imagines he’s erring on the side of caution, but he’s actually playing with fire.
The primary deficit, which excludes the cost of servicing the debt, was 3.9% of GDP last year. If the government’s forecasts are correct, this year it will remain stubbornly high, at 3.3% of GDP, and it will drop to 2.2% of GDP in 2019.
These large deficits are putting pressure on the central bank to print money. It has partially resisted by sterilizing some dollar inflows but, according to the Buenos Aires-based think tank Libertad y Progreso, last year the monetary base increased at the same rate as inflation.
In a country where union power is legendary, this is particularly pernicious because it fuels inflationary expectations. Mr. Macri will face his next big test when the government negotiates salary increases with the teachers unions in March. In anticipation of that showdown, union activists—Mrs. Kirchner’s most important constituents—have organized a nationwide mobilization for late February. They hope to paralyze the country, push wages to match current inflation, quash Mr. Macri’s agenda and add his name to the Peronist list of interrupted presidencies.
Mr. Macri’s party did well in midterm elections last year, which means the nation backs his efforts. But today’s benign global-market conditions will not last forever and punishingly high interest rates, now around 28%, stifle growth. Argentina needs a decisive strike against inflation. So does Mr. Macri’s presidency if it is to survive and thrive.