El límite de la
realidad…
Hugo “Grizzly”. Dibujo: Pablo Temes.
La Plaza de Mayo del
miércoles podría convertirse en el inicio de un tiempo distinto. La soledad de
CFK y su crisis personal.
En la histórica Plaza de Mayo suelen parirse los nuevos
escenarios políticos. El miércoles, ese territorio de las asambleas populares
puede dar a luz el poskirchnerismo. La postal emblemática será una movilización
de más de 100 mil personas de carácter pluralista en lo político y policlasista
en lo social, encabezada por la CGT y con reclamos en los afiches que hasta La
Cámpora comparte: “No a la criminalización de la protesta, no al impuesto al
trabajo y asignaciones familiares para todos”. Hugo Moyano desde la calle y
Jorge Lanata desde la pantalla con más de dos millones de telemilitantes,
abrieron la primera grieta en el blindaje cristinista. Y por ese hueco se
filtraron todas las quejas. Con distintas magnitudes y grados de compromiso,
van a compartir la masividad de la protesta trabajadores peronistas de tres
centrales sindicales distintas, señoras caceroleras y estudiantes de la clase
media independiente, grupos de radicales, socialistas y macristas, junto a
movimientos de desocupados de la izquierda clasista o pequeños campesinos de la
Federación Agraria. Cada uno tendrá su pancarta con su propio reclamo. Pero hay
algo que los unifica: están hartos de que les hagan sentir que no existen, que
son un mero invento de los medios hegemónicos.
Este es el tamaño del cambio. Ni el más opositor al Gobierno
hubiera imaginado hace poco que dos de los tres pilares sobre los que se
edificó el modelo oficialista iban a ser empujados a la vereda de enfrente,
como hizo Cristina con Daniel Scioli y Moyano. Y lo más incomprensible es que
no lo hizo por cuestiones ideológicas o económicas, sino por un capricho de
Estado que tiene dos negaciones obsesivas: la inflación y el diálogo. Por eso
la Presidenta se debilitó tanto en tan poco tiempo. No se puede administrar un
país desde el fanatismo sectario que tiene una única respuesta a todos los
problemas: la culpa es de Magnetto.
Mientras el teniente coronel Sergio Berni jugaba a Rambo
(Pablo Moyano, dixit) y con discurso castrense hablaba de operativo de pinzas y
de distracción, se produjo algo inquietante que no debe quedar afuera de ningún
análisis. Por primera vez en forma masiva, la Presidenta fue insultada
groseramente. Y los que cruzaron ese límite de la investidura no fueron
derechistas destituyentes de Barrio Norte. Fueron morochos y proletarios que,
casi en su totalidad, la habían votado.
La ostentación de fragilidad que hizo el Gobierno fue
patética. Le ordenaron a Scioli que agrediera verbalmente a Moyano, como una
prueba más (y van…) de lealtad. El gobernador apenas hizo un llamado “a la
responsabilidad”. Se les exigió a los gobernadores que cruzaran con
contundencia y desprecio a Scioli y sólo José Luis Gioja hizo declaraciones
pero contra la caza de brujas. Conclusión: el que disciplina con fondos frescos
pierde su principal instrumento de conducción cuando esa caja se acaba. Pronto
se escucharán las voces críticas de intendentes que tienen paralizadas las
obras públicas por falta de pago y suspensiones de trabajadores en varios
sectores.
Hay una desproporción muy grande en los niveles de
representatividad entre los que Cristina quiere pasar a retiro y los
reemplazantes que elige. Las distancias entre Mariotto y Scioli o entre Antonio
Caló y Moyano son siderales. Y encima la Presidenta está tan encerrada sobre sí
misma que tampoco les da instrumentos ni satisfacciones a aquellos que están
dispuestos a poner la cara por ella. Ni el fiel gobernador entrerriano, Sergio
Urribarri, recibió ayuda para afrontar el rojo de sus cuentas. El propio
Gerardo Martínez, de la Uocra, le confesó a un empresario que no sabían para
qué lado disparar porque no tenían interlocutores ni órdenes claras. El
Gobierno tiene mucho poder pero ya no puede hacer cualquier cosa. Las abortadas
candidaturas de Daniel Reposo y la de un asesino del idioma castellano para
dirigir los ex medios de Hadad, muestra la poca eficiencia de sus padrinos:
Amado Boudou y Juan Manuel Abal Medina, respectivamente. El kirchnerismo bobo
le complica la vida a Cristina cuando más ayuda necesita.
Con respeto institucional y responsabilidad hay que decir
las cosas como son para que nadie se haga el distraído. La Presidenta exhibe
con frecuencia su inestabilidad emocional. No hay que cargar las tintas sobre
ella. Pero ocultar los problemas no sirve para solucionarlos. Es una mujer
inteligente que viene sufriendo demasiado. No sólo por la muerte de su mentor,
esposo y jefe político. También porque la medicación para afrontar la falta de
tiroides la hace pasar de ciclos de alta a baja tensión y por momentos la
inflamación de su rostro (como se vio cuando repudió el golpe de Estado en
Paraguay) la pone de muy mal humor. Sus hijos son un dolor de cabeza. Ya es vox
populi que la internación de Máximo Kirchner fue por motivos más preocupantes
que los de una rodilla infectada y que la relación con su madre está sembrada
de fuertes discusiones. Florencia, la hija, bajó a cero su perfil. No encuentra
su lugar y tuvo que viajar a España, en pleno conflicto con Repsol, para
despejarse un poco y quedar al cuidado del embajador Carlos Bettini por pedido
de Cristina. Increíblemente, en forma simultánea, Bettini era sometido a una
operación de desgaste por los servicios K que lo acusaban de complicidad con
los españoles.
Hay una sola jefa, pero por momentos parece que no hay
ninguna. Tanto Scioli como Moyano ofrecieron cien pruebas de que estaban
dispuestos a conversar todo y de que no querían sacar los pies del plato. Pero
fue tanto el bombardeo que se desató sobre ellos que se vieron obligados a
tomar más distancia de la que les hubiera gustado. Moyano le confesó a un amigo
de la UIA: “Quieren convertirme en Zanola pero yo voy a ser Walesa”. El
electricista polaco fundó los sindicatos Solidaridad, ayudado por la Iglesia y
contra el bloque soviético, y llegó a ser presidente de su país y hasta Nobel
de la Paz. Más allá de la exageración o de la expresión de deseo, Moyano no
quiere ir preso y mucho menos si se lo acusa de maniobras en las que Néstor
Kirchner estuvo involucrado.
Pregunta final para negadores seriales y “progresimios”,
término inventado por el ferozmente intimidado Julio Piumato: ¿los conflictos y
reclamos hacia Cristina terminan el miércoles o recién comienzan? El relato
encontró el límite de la realidad.
© Escrito por Alfredo
Leuco y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el
domingo 24 de Junio de 2012.