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domingo, 20 de marzo de 2022

Una batalla imprescindible... @dealgunamaneraok...

Una batalla imprescindible...

Fotografía: Juan Mabromata / AFP

El Senado dio luz verde para que el Ejecutivo avance en la refinanciación de la deuda inviable que dejó el gobierno de Mauricio Macri, y aunque ese compromiso no desaparecerá ni se resolverá, el acuerdo con el FMI permite despejar el horizonte financiero y económico por varios años para seguir fortaleciendo el crecimiento con inclusión.

© Escrito por Carlos Heller el sábado 19/03/2022 y publicado por el Diario Tiempo Argentino de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

Como vengo sosteniendo en mis intervenciones, es el menos malo de los escenarios posibles y no hay nada para festejar, pero nos permite contar con un camino a transitar. Las opiniones y las subjetividades son infinitas y siempre se podrá decir que se podría haber negociado de otra forma. Pero lo cierto es que hoy tenemos un acuerdo en el que no está mencionada la palabra «ajuste» (o consolidación). Más aun, hay un gobierno que no se compromete a quitar derechos a trabajadores/as y jubilados/as, y por el contrario tiene un programa con aumentos en el gasto real, principalmente en las inversiones en infraestructura y conocimiento que el país precisa, y en el gasto social, junto con un mejoramiento de la recaudación fiscal, con un sesgo más progresivo. Se trata de un acuerdo radicalmente diferente de todos los que históricamente tuvo el país con el FMI. Se logró poner por delante los intereses de la economía, gracias a una intensa negociación del gobierno. Nada de esto se podría haber conseguido con un arreglo en “cinco minutos”.

También se logró instalar en el acuerdo que la inflación es un fenómeno multicausal, lo que habilita a que se puedan utilizar múltiples herramientas para abordarlo, entre ellas las políticas de precios.

Hay todo un plan, aunque muchos insistan en negarlo. Por ejemplo, el presidente del Banco Central, Miguel Ángel Pesce, enumeró diversas fuentes de financiamiento para reforzar el frente externo: principalmente, aumento de las exportaciones. Además, “les estamos diciendo a las empresas que busquen crédito en el sector privado porque después del acuerdo con el FMI seguramente lo van a conseguir. Eso mejorará también el perfil de nuestras reservas”, citó Pesce. También se estima un aumento importante del financiamiento de los organismos multilaterales de crédito y de la inversión extranjera directa, que crecería hasta U$S 2500 millones este año y seguiría recuperándose.

Enfrentar el incremento de los precios.

El martes se conoció el dato de inflación del mes de febrero (4,7%), el mayor valor desde marzo del año pasado (4,8%). No deberíamos seguir teniendo estos índices de inflación, y mucho menos el 7,5% de alimentos y bebidas y un 4,9% en transporte en ese mismo mes, que es mucho más grave, porque es el consumo básico de los sectores de menos ingresos.

Este fuerte impacto sobre los sectores más desprotegidos de la población lo podemos ver en las subas de la Canasta Básica Alimentaria (por debajo de la cual un hogar es considerado indigente), que creció en febrero un 9%, y la Canasta Total (para establecer el nivel de pobreza), que se incrementó en un 6,6 por ciento.

No se puede permitir que se carguen en el mercado interno valores que paga un consumidor europeo, para dar un ejemplo. El problema es que hay sectores que no quieren resignar márgenes en un contexto de precios internacionales récord. Es una expresión más de la puja distributiva, que también se ve apuntalada por la gran concentración económica, que hace que los formadores de precios traten de imponer sus condiciones. Ante esta situación, el Estado no debe estar ausente.

Considero que es necesario actuar en las cadenas de valor, para saber qué aumentos son justificados y cuáles no, verificando cómo funcionaron los acuerdos que se firmaron, y aplicando los correctivos necesarios. Si el tambero se queja de que le pagan poco por la leche y el consumidor que va a la góndola se queja por el precio que paga por el sachet de leche, entonces deberíamos poder conocer todos los valores de la cadena, las intermediaciones, si todas son necesarias o no, y cuáles son los márgenes de ganancia en cada eslabón. Eso permitirá, por ejemplo, pensar herramientas para lograr que los productores tengan una compensación adecuada, porque son los que tienen que producir, pero con precios que los consumidores puedan pagar. Sin embargo, no resulta fácil. Para ilustrar, cuando el gobierno estableció que la televisión por cable o Internet eran servicios públicos esenciales, y que por ende esos precios tenían que estar regulados, presentaron un amparo y desactivaron la iniciativa del Ejecutivo. Y así con muchas otras medidas.

No obstante, el gobierno conserva poder regulador. Ante la decisión del consorcio que agrupa a frigoríficos exportadores de discontinuar la provisión de carne a los supermercados para mantener “Cortes Cuidados”, desde el gobierno respondieron: “Quienes no cumplan con los compromisos asumidos con las y los argentinos, no podrán continuar exportando carne”. Luego de la reunión, el consorcio cárnico decidió continuar con el programa.

La “guerra” contra la inflación

Cuando el presidente Alberto Fernández anunció que daría una “guerra contra la inflación”, varios opositores preguntaron: “¿una guerra contra quién?”. El presidente lo respondió claramente en su discurso del pasado viernes: “Nuestra batalla hoy es contra los especuladores. Contra los codiciosos. Contra quienes buscan aun en situaciones complejas sacar una renta extraordinaria”. Un adecuado enfoque.

También dejó en claro las dificultades que implica bajar los precios, en especial, pero no solo por ello, por la guerra en Ucrania.

¿Cuáles son los objetivos de estos planes? Fernández expresó: “Nuestro objetivo debe ser, por un lado, garantizar la provisión de insumos para que la cadena de abastecimiento se cumpla. Y, por otro, asegurar que los precios de los productos de consumo más relevantes sean accesibles para todas las familias argentinas”.

¿Cuáles son las líneas directrices de esta estrategia?

Una directriz es el diálogo, convocando “a los representantes de los sectores productivos, empresarios, trabajadores formales y de la economía popular, representantes del campo y el comercio, la pequeña y mediana empresa y la sociedad civil a una mesa de acuerdo que nos permita diseñar un mañana en la lucha contra la inflación”.

Por otro lado, ha dado indicaciones a sus ministras/os “para que construyan acuerdos con los diferentes sectores pero que no duden en aplicar todas las herramientas del Estado para fijar y hacer cumplir las medidas necesarias”. Más precisamente, se refirió a aplicar la Ley de Abastecimiento si ello es necesario.

Otra herramienta es la constitución de un fondo de estabilización para evitar el traslado de las subas del precio internacional al precio que pagan los/as argentinos/as.

En estas medidas no se agota el plan: desde el enfoque de la inflación multicausal, el presidente sostuvo: “Vamos a consolidar nuestras reservas del Banco Central. Vamos a promover la inversión y la producción nacional. Vamos a mejorar el financiamiento de las políticas públicas. Vamos a profundizar el diálogo y la búsqueda de acuerdos para contener los precios y mejorar los ingresos”.

Un tema poco mencionado y que me interesa resaltar: Fernández sostuvo que “necesitamos luchadores contra la especulación y la inflación en cada comercio, en cada mesa, en cada casa”. Una definición interesante, y que nos plantea continuar en la construcción de una fuerza política y popular, con participación plena de la ciudadanía, en esta “batalla” que debemos dar para revertir esta puja distributiva, que tal como está planteada no solo genera inflación, sino también pobreza y cada vez mayor desigualdad.  



domingo, 24 de junio de 2012

Hugo Moyano, Nuevo jefe opositor… De Alguna Manera...

Nuevo jefe opositor…
El aura. Hugo Moyano. Dibujo: Pablo Temes.

El jefe de la CGT jaquea al Gobierno y desnuda sus contradicciones. El rol de Scioli. Los errores oficiales.

El comienzo de esta historia se remonta al 15 de octubre de 2010. En el estadio de River, y ante una multitud, Hugo Moyano expresó su deseo de, algún día, “tener un trabajador en la Casa de Gobierno”. A su lado estaban Néstor Kirchner y la Presidenta. Rápida y molesta, Cristina Fernández de Kirchner tomó el micrófono y le contestó: “A usted, que pide un presidente que sea trabajador, yo trabajo desde los 18 años”. Esa respuesta marcó una grieta en la relación entre la Presidenta y Moyano que el tiempo y las circunstancias no hicieron más que ahondar. Ninguno de los protagonistas de esta historia pudo imaginar que Kirchner fallecería 12 días después y que el esquema de sucesiones alternativas e indefinidas entre esposo y esposa que el matrimonio había pergeñado se vería tronchado. Así como con Kirchner Moyano tenía buen diálogo, la situación era distinta con la Presidenta.

Un hecho ocurrido en la noche de aquel fatídico 27 de octubre de 2010 aparece como premonitorio. Como se recordará, Moyano fue el último dirigente con quien Kirchner habló telefónicamente en la noche previa a su muerte. Un rumor de aquellas horas atribuía a esa conversación el origen del disgusto que habría precipitado el fallecimiento del ex presidente. Preocupado ante esta versión, Moyano convocó a una reunión en la CGT. “Me quieren echar la culpa a mí de su muerte”, se le escuchó. Hay que recordar que la gestión de Kirchner fue decisiva para lograr que Moyano alcanzara la presidencia del Partido Justicialista bonaerense, hecho que en aquel momento alarmó a varios de los intendentes peronistas del Conurbano. “La muerte de Kirchner cambió todo. Con Néstor otra vez en la Presidencia, Hugo imaginaba un futuro político mejor”, señala una voz del kirchnerismo que supo lo que se cocinaba. Nadie sabe a ciencia cierta por qué Fernández de Kirchner decidió cerrarle todas las puertas a Moyano, quien se involucró activamente en la campaña por la reelección.

El reclamo por el aumento del mínimo no imponible lo viene haciendo Moyano y la dirigencia de la CGT desde hace años. El Gobierno ha hecho siempre oídos sordos a tales exigencias. Sin embargo, nunca la situación llegó a un extremo como el que se vive por estos días. Todo quedaba en el ámbito de las declaraciones. Eso se terminó. Hay una realidad: si en los momentos de bonanza el Gobierno no quiso atender el reclamo de Moyano, que es de estricta justicia, mucho menos podría hacerlo ahora cuando las arcas fiscales necesitan hacerse de fondos de donde sea. A esa imposibilidad se le agrega ahora otro factor: satisfacer la demanda del secretario general de la CGT sería concederle una victoria política que la Presidenta no está dispuesta a tolerar. Se arriba así a un callejón sin salida que sólo podría arreglar el diálogo, para el cual surgen a primera vista dos problemas: uno es quién estaría dispuesto a levantar el teléfono primero; el otro es con qué objetivo.

La innecesaria crisis de estos días tiene cuatro vértices: Moyano, Scioli, la crisis económica y la elección de 2015.

Con Moyano no hay vuelta atrás. La Presidenta ha bajado una orden clara: hay que destruirlo. La orden –que como ocurre en este gobierno nadie que quiera seguir en su cargo puede atreverse a discutir– puede llegar a incluir la cárcel para el líder camionero. El objetivo inmediato es quitarle la conducción de la CGT. Ahí el Gobierno se encuentra con un problema, debido a la falta de figuras del mundo sindical que exhiban un liderazgo fuerte como para opacar la del actual secretario general. El otro problema, al que el Gobierno ha contribuido, es que los acontecimientos de estas horas han transformado a Moyano en el virtual jefe de la oposición. He ahí las increíbles declaraciones de apoyo de Mauricio Macri y de Francisco de Narváez como confirmación de esta novedad, que no requiere de mayores explicaciones ya que deja expuestas sus contradicciones.

Esto vale también para la interna del peronismo, que se encarniza. Moyano es consciente de ello. Por eso, el cuidado lenguaje que empleó para anunciar el paro y movilización del próximo miércoles buscó generar una convocatoria que exceda la del mero aparato sindical. Hay que tener en cuenta que el hecho de que no se aumente el mínimo no imponible termina afectando a la clase media, que seguramente hará su aporte a la manifestación en la Plaza de Mayo.

Muchos se preguntan hacia dónde se encaminará esa cuota de poder que tiene hoy Moyano. La respuesta hoy surge clara: se llama Daniel Scioli. Este es otro de los protagonistas del dramático ajedrez político al que asistimos. Por eso desde el Gobierno ha bajado también la instrucción de destruirlo. Al respecto, lo sucedido en esta semana ha sido categórico y, además, ha venido con un agregado: ya no sólo se le critican a Scioli aspectos de su gestión sino que ahora, directamente, se lo acusa de ser parte de un complot destinado a desestabilizar a la Presidenta. Por lo tanto, a esta altura no se sabe si lo que Gabriel Mariotto –que ha dejado a Julio Cobos hecho un poroto– persigue es que haya cambios en la gestión del gobierno provincial o que Scioli renuncie.

Otro hito de este conflicto lo marcó la denuncia penal contra Moyano y la amenaza de aplicarle la Ley de Abastecimiento. Esta ley refiere a una época nefasta de la Argentina en la que José López Rega, el hombre fuerte del gobierno de Estela Martínez de Perón, se enseñoreaba en el poder. Que un gobierno autodenominado “progresista” haya echado mano a esa norma para limitar una protesta sindical es otra de las paradojas del momento. Es que, como consecuencia de su doble discurso, el kirchnerismo está condenado a beber de su propia medicina. Desde esta columna se ha criticado –y se lo seguirá haciendo– la metodología de los bloqueos y de los cortes de calles y rutas como manera de protestar. Cuando le convino a sus intereses, el Gobierno no dudó en apoyar esa metodología. Es lo que reconoció Pablo Moyano hablando con quien esto escribe por Radio Mitre: “Antes, cuando bloqueábamos las plantas de Techint, de Clarín o de La Nación, desde el Gobierno nos decían que estaba todo bien; ahora, en cambio, nos trata como delincuentes”.

Lo tremendo de todo esto es que esta situación pudo haberse evitado a través del diálogo, herramienta clave de la actividad política. Esta es una verdad de Perogrullo. El problema es que el Gobierno ha hecho una mala lectura del resultado electoral, ya que ha creído y aún cree que el 54% de los votos obtenidos lo transforma en infalible. Y –en lo que constituye otra verdad de Perogrullo– se sabe que la infalibilidad es ajena no sólo a este gobierno sino también a la condición humana.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 24 de Junio de 2012.