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sábado, 8 de febrero de 2020

¿Cuántos desaparecidos dejó la dictadura?... @dealgunamanera...

¿Cuántos desaparecidos dejó la dictadura? La duda que alimenta la grieta argentina

La organización Madres de Plaza de Mayo cifra las víctimas de la Dictadura en no menos de 30.000 entre muertos y desaparecidos. Fotografía: CEDOC

La división sobre el tema seguirá vigente mientras Argentina no reconozca unida que lo que sucedió fue una atrocidad de argentinos contra argentinos, sin importar si fueron 6.000 o 30.000.

© Escrito el viernes 07/02/2020  por Darío Silva D'Andrea y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.


La petición de representantes de los organismos de Derechos Humanos al presidente Alberto Fernández para replicar una ley francesa que pena el negacionismo histórico demostró este jueves que el debate sobre el número de desaparecidos durante la última dictadura militar sigue sin cerrarse. En las redes sociales los usuarios ensancharon este jueves por la noche la “grieta” existente sobre el tema de los secuestrados y asesinados en la dictadura con consignas antagonistas, no exentas de burlas e ironías, como #NoFueron3000 y #Son30Mil: ¿pero cuál es la verdad?

La idea de implementar una ley contra el negacionismo fue abrazada por el presidente, que escuchó la propuesta al comienzo del periplo por Europa, más precisamente en Francia, donde recibió en el Hotel Regina a una veintena de argentinos que integran organismos de derechos humanos: la Asamblea de Ciudadanos Argentinos Residentes en Francia (ACAF), el Colectivo para la Memoria, H.I.J.O.S París y France Amérique Latine y Association des Amis est parents de françois disparus en Argentine.

En ese encuentro, los activistas le entregaron a Fernández la propuesta de replicar las normas francesas que penalizan el negacionismo del Holocausto, pero con la dictadura militar argentina. “Dijo que lo iba a estudiar. Nos comprometimos a entregarle un detalle pormenorizado de la ley antinegacionista que rige aquí en Francia. Acá no se puede decir a viva voz, en público, nada que implique la negación de crímenes contra la humanidad. Si andás por la calle con una esvástica, te penan”, explicó María Laura Stirnemann, de H.I.J.O.S. París.

"No está en el número, está en el hecho"

Las dudas sobre la cantidad exacta de personas desaparecidas nacieron el mismo primer día de dictadura, en 1976, y fueron alimentadas por personas de todas las posiciones. Los genocidas negaron varias veces en declaraciones públicas y entrevistas ser los responsables de la desaparición de personas, y dijeron que aquellos podían haber escapado por voluntad propia del país o asesinados por guerrilleros.

En 2003, el exdictador Reynaldo Bignone, dijo a la periodista francesa Marie-Monique Robin en el documental Escuadrones de la Muerte. La Escuela Francesa que “nuestro presidente [Néstor Kirchner] habla de 30.000, pero sólo fueron 8.000, de los cuales 1500 bajo el gobierno de ellos [peronistas]”

En 2012, durante una entrevista que le concedió al periodista Ceferino Reato, el exdictador Jorge Videla reconoció que "hubo chicos sustraídos, pero no fue un plan". "Yo soy el primero en reconocer que en ese período hubo chicos que fueros sustraídos, algunos con la mejor intención de que iban a una casa desconocida. Es un delito, pero no respondía a un plan sistemático. El gobierno no ordenó que se hiciera eso", dijo desde el Penal de Campo de Mayo, donde cumplía condena a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad. "Sobre cuántos son, se podrá discutir, no está en el número, está en el hecho", afirmó.

El represor, líder del golpe del 24 de marzo de 1976 y gobernante de facto durante cinco años, dijo en la entrevista que los cuerpos de los asesinados fueron desaparecidos "para no provocar protestas dentro y fuera del país" y que los empresarios dijeron "'tendrían que haber matado a mil, a diez mil más'".


"No había otra solución", dijo Videla; "estábamos de acuerdo en que era el precio a pagar para ganar la guerra contra la subversión y necesitábamos que no fuera evidente para que la sociedad no se diera cuenta. Había que eliminar a un conjunto grande de personas que no podían ser llevadas a la justicia ni tampoco fusiladas", dijo.

En la era de las redes sociales, el tema se volvió una provocación fácil: las frases “no fueron 30.000” y “son 6.000” son muy frecuentes. El caso más emblemático de los últimos años fue el del ex funcionario Darío Lopérfido, que cuando era ministro de Cultura porteño opinó que “en Argentina no hubo 30.000 desaparecidos” sino que “se arregló ese número en una mesa cerrada para conseguir subsidios”, lo que despertó una amarga polémica.

En respuesta, Estela de Carlotto, presidenta de la organización Abuelas de Plaza de Mayo, dio una explicación muy convincente, pero que no convenció a quienes, de un lado de la grieta, no quieren dar su brazo a torcer: “Nosotros manejamos esa cifra de 30.000 porque los propios genocidas lo llevaron a 45.000. Todavía estamos recibiendo denuncias de nietos que nacieron en cautiverio porque hay personas que se están animando ahora a contar la verdad. ¡Qué maldad empezar a manejar cifras! Que nos dé la lista de los que él piensa que son, si la tiene”.

"Pusieron ese número para poder apelar a la figura de genocidio"

El 20 de septiembre 2019 se cumplieron 35 años desde que la Comisión para la Desaparición de Personas (CONADEP) presentó el libro Nunca Más al presidente Raúl Alfonsin.

En sus páginas, el comúnmente denominado “Informe Sábato”, hacía un balance provisional de 8.960 desaparecidos forzosos durante la dictadura: “Si bien constan en los archivos de la CONADEP denuncias acerca de aproximadamente 600 secuestros que se habrían producido antes del golpe militar (...) es a partir de ese día que son privadas ilegítimamente de su libertad decenas de miles de personas en todo el país, 8.960 de las cuales continúan desaparecidas al día de la fecha”.

Se trataba de casos bien documentados, aunque Amnistía Internacional estimó en los ‘80 que el número de víctimas superaba las 15.000, mientras que las Madres de Plaza de Mayo siempre hablaron de no menos de 30.000 entre muertos y desaparecidos.


Voz experimentada en temas de derechos humanos y exintegrante de la Comisión, Graciela Fernández Meijide dijo, después de la polémica despertada por Lopérfido, recordó en un reportaje con el diario español ABC que en los gobiernos kirchneristas se dio como oficial el número de 30.000 desaparecidos, pero que la CONADEP solo pudo comprobar 7.954 casos.

“¡Cómo que no se sabe! Claro que se sabe, son todos los publicados por la Conadep”, dijo Fernández Meijide, que fue más allá: “Los exiliados en España habían formado la Comisión Argentina de Derechos Humanos. Entonces, no existía la figura de desaparición forzada”. Agregó que Eduardo Luis Duhalde, secretario de DDHH durante el gobierno de Néstor Kirchner, le contó que “pusieron ese número para poder apelar a la figura de genocidio y denunciar lo que estaba pasando”.

Según explicó la exintegrante de la CONADEP, Duhalde decidió convertir la “ficción” en versión oficial y colocó la cifra de 30.000 en un nuevo prólogo que escribió en 2006 para una nueva versión de “Nunca Más”, el libro que nombra a todas las víctimas del régimen militar registradas por la CONADEP: “De estos desamparados, muchos de ellos apenas adolescentes, de estos abandonados por el mundo hemos podido constatar cerca de 9.000. Pero tenemos todas las razones para suponer una cifra más alta, porque muchas familias vacilaron en denunciar los secuestros por temor a represalias. Y aún vacilan, por temor a un resurgimiento de estas fuerzas del mal”, escribió. 

“Pasaron los años, se acabó el miedo", responde Meijide: ¿Me van a decir que hay 20.000 familias que no han denunciado la desaparición de un miembro?”






sábado, 10 de agosto de 2019

Sobre la absolución del represor Milani. Lugares de los que no se vuelven... @dealgunamanera...

Lugares de los que no se vuelven...


Alfredo Astiz apenas si era un muchachito de 23 años cuando se infiltró en las madres y acompañó a los integrantes de derechos humanos a los que luego señalaría para su posterior desaparición. Y a nadie sorprendió que el bien apodado “ángel de la muerte” fuera joven para ser un miembro más del aparato represivo del estado de la última dictadura militar y genocida. Se dieron por válidos los testimonios de los sobrevivientes. La edad del genocida no fue un argumento para invalidarlos.

© Escrito por Estelita Pe el sábado 10/08/2019 y publicado en Facebook Revista Libertá de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

En todas las causas de lesa humanidad han sido cruciales los testimonios de los sobrevivientes. Décadas llevó que fueran escuchados, décadas de lucha y denuncias no sólo de las Madres de Plaza de Mayo, sino de cientos de ex presos políticos, familiares y compañeros que VIERON y PADECIERON in situ las torturas y ajusticiamientos, las apropiaciones de los hijos y las desapariciones de personas.

Cada megacausa contó con esos valiosos testimonios con los cuales pudimos reconstruir la barbarie de los centros clandestinos de detención y exterminio, como la ESMA y La Perla, sólo por nombrar algunas de las causas más resonantes.

Cientos de esos testigos fueron y son peronistas -como miles de los 30.000 también lo eran- y cuya memoria y perseverancia en las denuncias fueron imprescindibles para las condenas a los genocidas. Reconocerlo es un acto de grandeza, como reconocer los testimonios de aquéllos que no eran peronistas. Todos sumaron a mantener viva no sólo la memoria, sino vivos a cada compañero y compañera que vieron en las cárceles clandestinas, en las mesas de tortura, en los partos de los niños que serían apropiados, en los centros de detención ocultos a una sociedad primero anestesiada y negadora y luego espantada cuando “descubrió” la barbarie. Gracias a todos ellos hoy hay condenas a los torturadores, desaparecedores, asesinos de lesa humanidad.

Graciela Calvo de Laborde dedicó su vida entera, hasta su último suspiro, a llevar a cabo su promesa de denunciar, señalar y luchar en pos de revelar cada detalle de lo que padeció y vivió, de que cada desaparecido cobrara vida con nombre y apellido y se supiera, a través de su boca, el triste destino de cada uno. Julio López conservó durante años sus apuntes para denunciar a Etchecolaz y su banda de asesinos y le costó la vida, una segunda desaparición que todavía no ha sido esclarecida, sucedida en plena “democracia”. Como ellos, aún hay sobrevivientes que caminan los pasillos de diferentes tribunales, aportando datos y testimonios, haciendo gala de una memoria inclaudicable que ha servido para condenar a unos cuántos genocidas. También los ex presos políticos testimoniaron en causas contra los responsables de tortura y desapariciones en las cárceles federales, como la de la U9 de La Plata, donde asesinaron a Dardo Cabo, Rufino Pirles, Angel Giorgadis y Horacio Rapaport, y también desaparecieron a Gonzalo Carranza, Jorge Petiggiani, Guillermo Segali y decenas de familiares que los visitaban en las cárceles. Todo ha sido reconstruido gracias a esos testimonios de los sobrevivientes de las prisiones de la dictadura.

Aducir que Milani era joven para ser parte de la maquinaria de muerte es, como mínimo, una falacia, y como máximo, una canallada sin nombre, indigna de quienes reproducen tamaña mentira. Decir que un tenientito de INTELIGENCIA “no sabía nada” de lo que sucedía en cada lugar donde estuvo es otra falacia basada en la ignorancia de cuál era el papel que cada integrante cumplía en “inteligencia”, cocina donde se hervían a fuego lento las listas de los señalados para asesinar y cuyos cadáveres pueblan decenas de fosas comunes y tumbas desconocidas donde yacen sus restos esperando que alguna vez llegue la “justicia”.

Como resultado de la absolución del genocida Milani decenas de sátrapas pretenden tapar el sol con un dedo. Son los que piensan que la proximidad del domingo electoral hace imprescindible continuar con el mismo ocultamiento que llevó a cabo la dictadura. Eso los iguala con los genocidas. Ya no existe la anestesia de los años de plomo, ya nadie puede aducir que no sabía. Ninguno puede sostener de manera creíble que un asesino es un “compañero” para salvar las papas de las elecciones. Y, lo más sorprendente es que, lejos de salvarlas, las queman a fuego fuerte, tan sólo en unas horas en que sin el menor empacho pueden señalar a una mujer impecable como es Nora Cortiña, la madre que está, como el sol, en cada lucha popular, la que no confunde amigos con enemigos, la que no se saca fotos con genocidas ni se presta para ningún ocultamiento posible, la que nunca entró en la corrupción con el dinero del estado, la que no se dejó cooptar por ningún gobierno.

Es otra barbaridad justificar un fallo canalla dejando en soledad a la familia Olivera, darle la espalda, prácticamente decir que se joda porque no tiene pruebas e inaugurar que, por primera vez, los testimonios de los sobrevivientes se transformen en NADA. Romper con la práctica de validar los testimonios de las víctimas es uno de los pasos imprescindibles para una “reconciliación” arrancada con fórceps a una sociedad que no perdona ni perdonará jamás el genocidio. Sostener la invalidez de su testimonio no sólo deja sola a esa familia y abre la puerta para la reconciliación, sino que deja abierta la posibilidad de que todos los futuros testimonios de causas en curso sean invalidados con el mismo argumento.

Pretender que ocultando la responsabilidad de Milani detrás de un fallo amañado y parcial lo redime y lava la sangre de nuestros compañeros con las que empapó sus manos es otra estupidez que espanta, inclusive, a muchos que este domingo pensaban votarlos. Vivar la absolución como un logro político en manos de jueces “compañeros” los deja desnudos y quemados al rojo vivo. Los que apañaron a Milani solitos se metieron en un callejón sin salida: si lo condenaban, perderían votos; si lo absolvían, también, porque siembran la desconfianza y el desencanto en una sociedad ya desconfiada y desencantada, aplastada por la crisis económica y por cada medida de este gobierno avalada en las cámaras por muchos miembros de la oposición que hoy se postulan como supuesta alternativa. Varios de los que levantaron las manos y votaron a favor cada pisotón oficial sobre nuestras vidas hoy se postulan como una opción diferente, creyendo que todos adquirimos una amnesia repentina.

Mala opción vivar la absolución de Milani. Mala opción, poco inteligente y oportunista si se piensa en los votos del domingo electoral.

Afortunadamente no son todos los que optan por posiciones tan reñidas con la búsqueda de verdadera justicia que condene a mentores, torturadores y asesinos de nuestros compañeros. Vaya mi respeto profundo y agradecido hacia ellos.

Los nuestros, todos y sin excepciones, los 30.000 ya no están para dar sus testimonios, no pueden decir “a mí me torturó Fulano, a mí me asesinó Mengano, a mí me señaló Perengano”. No pueden señalar a Milani para que se haga justicia en su nombre. Pero nosotros sí podemos hacerlo, mantener la tradición de creerles a nuestros sobrevivientes, recordar a mujeres como Adriana y hombres como Julio con su coherencia hasta el final, cueste lo que cueste.

Hay otra grieta en esta sociedad: entre los que jamás dejaremos pasar a ningún genocida y los que optan o por el silencio cómplice o por el apoyo expreso a los genocidas. 

Y, de pretender embarrar a una Madre de Plaza de Mayo como Nora Cortiñas, NO SE VUELVE. Ella es una COMPAÑERA. MILANI NO. MILANI ES UN GENOCIDA.

¡Livertá!

martes, 25 de diciembre de 2018

El adiós a Osvaldo Bayer... @dealgunamanera...

Vida, obra y militancia en una misma persona…


El adiós a Osvaldo Bayer, que falleció a los 91 años. Periodista, escritor, dirigente sindical, defensor de los derechos humanos, todo eso y mucho más fue Osvaldo Bayer. No había causa popular en la que no dijera presente. Columnista de Página/12 desde los inicios del diario, fue autor de libros imprescindibles, como La Patagonia Rebelde y la biografía de Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia. Su palabra seguirá vigente mientras exista la injusticia.

© Escrito por Silvina Freira el lunes 24/12/2018 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La patria de Osvaldo Bayer es la rebeldía. “Me he propuesto no tener piedad con los despiadados. Mi falta de piedad con los asesinos, con los verdugos que actúan desde el poder, se reduce a descubrirlos, dejarlos desnudos ante la historia y la sociedad y reivindicar de alguna manera a los de abajo, a los que en todas las épocas salieron a la calle a dar sus gritos de protesta y fueron masacrados, tratados como delincuentes, torturados, robados, tirados en alguna fosa común”, explicó el queridísimo periodista, historiador y escritor, que tuvo acaso un último “gesto” de rebeldía: morir el día de la Nochebuena, a los 91 años, en “El Tugurio”, su casa sobre la calle Arcos, en el barrio de Belgrano. 

El viejo rebelde, que prometió que viviría hasta los 100 años, deja una obra fundamental para la cultura política argentina: La Patagonia Rebelde y la biografía de Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia. Osvaldo vivió luchando por un país más democrático e igualitario desde muy joven, cuando denunció la explotación y muerte de peones rurales en la Patagonia y demostró cómo las familias patricias y los sectores dominantes oprimen a los obreros y trabajadores. Siempre alzó la voz con coraje, valentía, coherencia y una ética que lo convierten en el último gran anarquista del siglo XX. Las amenazas, la persecución y la censura de la Tripla A lo obligaron a exiliarse en Alemania, desde donde denunció el terrorismo de Estado durante la última dictadura cívico-militar.

La tristeza no tiene fin en estas fiestas, las primeras sin Osvaldo. Había nacido el 18 de febrero de 1927 en la provincia de Santa Fe. Se negó a hacer el servicio militar y a modo de castigo lo destinaron a barrer y encerar pisos de los despachos de los oficiales durante dieciocho meses. En 1952 estudió Historia en la Universidad de Hamburgo (Alemania). En la ciudad de Esquel, en Chubut, fundó junto a Juan Carlos Chayep La Chispa, un periódico del que circularon solo ocho números, entre el 20 de diciembre de 1958 y el 4 de abril de 1959, que el sello Editores Ignorantes publicó en una notable edición facsimilar. No viene mal recordar que la primera edición La Chispa desplegó una serie de notas de investigación que explican paso a paso el despojo de las tierras del Cushamen mediante tretas comerciales, en el que estaban implicados comerciantes locales y Julio Telleriarte, que luego sería elegido diputado provincial por la Unión Cívica Radical (UCR); las mismas tierras que hoy siguen reclamando la comunidad mapuche a su nuevo dueño, Benetton, y que en febrero de 2017 terminó con una salvaje represión de la gendarmería contra los integrantes de esa comunidad.

La vida de Osvaldo es una catarata de anécdotas trenzadas por la atípica convivencia de la ingenuidad y la radicalidad. Un año después de haber ingresado a Clarín –donde realizó la primera huelga en la historia de la redacción de ese diario- viajó a Cuba como secretario general del Sindicato de Prensa, invitado al primer aniversario de la Revolución, en 1960. Y se reunió con el Che Guevara, quien durante dos horas y media habló sobre cómo haría la revolución en Argentina. Casi nadie de los presentes se animaba a preguntar o balbucear algún comentario. Excepto uno. “Compañero Che, es muy interesante, hasta poético lo que usted nos ha relatado, pero la represión en la Argentina es más dura que la del dictador Batista en Cuba –le retrucó Bayer-. Son fuerzas de represión muy importantes, torturan, asesinan, tienen las armas más sofisticadas y modernas”. El Che lo miró muy fijo y luego de un silencio prolongado le respondió: “Son todos mercenarios”; frase que para el historiador en ciernes fue como si le dijera “no hay que tenerlos en cuenta”. La espina de esa intervención se clavó en el imaginario del entonces joven Bayer. “Así que quedé muy mal conmigo mismo –le confesó muchos años después al periodista Julio Ferrer-. Porque digo, qué le estoy poniendo impedimentos a alguien que hizo la revolución. No tengo ningún derecho (…) Siempre pensé que para qué le hice esa pregunta; era una pregunta demasiado racional”. Para colmo de males, Susana “Pirí” Lugones se coló en un agasajo al Che, acompañada por Bayer. Aunque la guardia cubana dejó entrar a “Pirí” sin invitación, el que pagó “los platos rotos” fue Osvaldo. Lo acusaron de jugar con la seguridad del Che y lo expulsaron de la isla. Recién pudo volver en 1995.

Luchador infatigable que viajaba por los pueblos de todo el país para acompañar las causas contra los genocidas del pasado –ya sea el genocidio contra los indios como contra los militantes políticos en los años 70-, lo que vamos a extrañar de Osvaldo es su extrema persistencia, ese no bajar los brazos ni embargar la voz, aun en las peores condiciones políticas. Esa maestría con la que peleaba, con la palabra como su principal arma de combate. En la ciudad bonaerense de Rauch promovió una consulta en 1963 para cambiar el nombre del coronel prusiano por “Arbolito”, el nombre del indio ranquel que le había dado muerte. Terminó detenido por orden del general Juan Enrique Rauch, ministro del Interior de la dictadura, bisnieto de Federico Rauch. Estuvo 62 días preso en la cárcel de mujeres de la calle Riobamba. Investigó durante más de diez años la historia de los 1500 obreros rurales de Santa Cruz asesinados entre 1920 y 1921. Tuvo la suerte de encontrar a muchos sobrevivientes entre los soldados fusiladores, suboficiales y estancieros. La Patagonia Rebelde es el volumen que reúne los cuatro tomos de Los Vengadores de la Patagonia Trágica, publicados los tres primeros en Argentina, entre 1972 y 1974, y el cuarto tomo fue editado en Alemania, en 1978.

“Por Dios, patria y hogar”, los tres primeros tomos La Patagonia rebelde fueron quemados. “Jamás se hizo nada contra los quemadores de libros; no se hizo una reivindicación de los escritores cuyos libros fueron quemados, jamás se indemnizó a las editoriales”, planteaba Osvaldo en una entrevista en 2009, cuando Página/12 publicó sus Obras Completas, que incluyen -además de La Patagonia… y Severino Di Giovanni- Exilio (1984), escrita junto a Juan Gelman; Fútbol argentino (1990), ensayos prologados por Osvaldo Soriano; Rebeldía y Esperanza (1993), En camino al paraíso (1999), su primera novela Rainer y Minou (2001) y Ventana a la Plaza de Mayo (2006), las crónicas que publicó en el periódico de las Madres de Plaza de Mayo, entre otros libros. Nunca se olvidó de lo que le dijo ese milico de apellido Santuccione, en junio del 76, en Ezeiza, cuando comenzaba su exilio: “Usted va a salir ahora, pero nunca más va a volver a pisar el territorio de la patria, ¿entendió?”. Esa frase, suerte de maldición, lo perseguía y la repetía a periodistas, escritores y artistas que lo visitaban en “El Tugurio”. Una vez bromeó sobre lo que podría haber pasado si la pila de libros y carpetas se hubiera desmoronado, mientras él caminaba por el pasillo de su casa: “Sería una muerte soñada, moriría sepultado por los libros”. Osvaldo Soriano decía, con razón, que “Bayer es un hueso duro de roer. Sin él sería más fácil olvidar”.

Nadie como él desenmascaró a los asesinos, a los verdugos que han actuado desde el poder. Nadie como él defendió y reivindicó a los humillados y ofendidos -en las contratapas que escribió en este diario y en los libros que publicó-, a quienes en todas las épocas pusieron el cuerpo en las calles y fueron masacrados, tratados como delincuentes, torturados, robados y tirados a fosas comunes. Nadie como él desnudó la saña practicada especialmente contra los anarquistas, las mentiras y demonizaciones que se construyeron desde los medios de comunicación. Una de sus últimas batallas fue pedir el traslado del monumento a Roca, ubicado sobre Diagonal Sur, que homenajea al ex presidente argentino que comandó las matanzas de miles de comunidades indígenas en lo que historia oficial denomina “la conquista del desierto”, para que en su lugar se levante un monumento a la mujer originaria.

Osvaldo sabía que había que poner el cuerpo y la palabra en viejas-nuevas batallas. Si antes había denunciado la explotación y muerte de peones rurales en la Patagonia y acompañó a las Madres de Plaza de Mayo, en estos últimos años no dudó en protestar contra el avasallamiento neoliberal de los derechos humanos y sociales. “El gobierno de (Mauricio) Macri es como volver a la Edad Media -afirmó el escritor en la última entrevista con este diario, en agosto de 2016-. No saber que hubo 30.000 desaparecidos, que es uno de los hechos fundamentales de la política de derechos humanos del país, es de una ignorancia que no se puede perdonar, no se puede disculpar (…) Los 30.000 desaparecidos va a ser siempre la vergüenza más grande de la historia argentina”. El viejo rebelde, díscolo como solo él podía serlo, nos deja el mejor legado posible: la rebeldía que persigue por más libertad, más democracia y más igualdad.




sábado, 9 de junio de 2018

Muchachos, este FMI no es el mismo… @dealgunamanera...

Muchachos, este FMI no es el mismo…

Imagen: Pati /Jorh

La política argentina vio pasar una ola tras otra de supuestos ganadores eternos que al final no duraban ni dos años. Macri fue el dios del neoliberalismo en el 2015. Pasaron dos años, ya fue desalojado del podio luminoso y va siendo una sombra que hunde al país. Es el punto de inflexión donde las gigantografías de la política transmutan en figuritas. Pero tuvo tiempo para el desastre, para dejar un futuro de rodillas. El Fondo Monetario fue duro con el país pero leal con su agente. No le perdona ni un dólar a la Argentina y le impuso condiciones imposibles, pero concedió un plazo de gracia insólito que protege a Macri hasta las elecciones del 2019.

© Escrito por Luis Bruschtein el sábado 09/06/2018publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

“Fue un punto de partida” festejó Mauricio Macri al brindar con un grupo de periodistas por el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Hace dos años y medio que está en el gobierno y ahora recién habla de “punto de partida”. Pero el punto de partida real fue su primer gran triunfo en el Senado, la guillotina que dividió al peronismo, el 29 de marzo de 2016, cuando se autorizó al gobierno a endeudarse para pagar a los fondos buitre. Solamente se opusieron 16 senadores. Solamente 16 se negaron a que el país recorriera el despeñadero del endeudamiento que desembocó en este esperpento del Fondo que enajena el futuro. 

Además del sabor amargo que le quede en la boca a los legisladores que, presionados por coyunturas puntuales, levantaron la mano para acompañar el proyecto que habían presentado los radicales, el PRO, más el GEN de Margarita Stolbizer y el Frente Renovador de Sergio Massa, incluso para estos senadores también, la experiencia que puede servir para el futuro es no dejarse arrastrar por las olas de triunfalismo que pasan como tormenta de verano. Ni siquiera se trata de convocar ese momento para dividir, cuando lo que se necesita es sumar. Pero esa experiencia nefasta tiene que servir por lo menos para poder diferenciar en todas las coyunturas, lo esencial de lo secundario. Esa votación dirimió un punto esencial arrastrada por la inercia de la coyuntura.

Habrá que reivindicar a los 16 que resistieron esa presión, que soportaron los discursos hegemónicos que los acusaron de facciosos, que sufrieron el ataque de los medios y periodistas oficialistas que los acusaron de oposicionistas y obstruccionistas, o que los hostigaban por defender una causa “populista”, una causa que consagraban como perdida y desprestigiada. Ya con el diario del lunes puede decirse que esos 16 senadores dieron cátedra para los futuros legisladores.

Las Madres de Plaza de Mayo representan casi en forma bíblica esa máxima. Fueron resistencia en lo esencial contra un poder absoluto que parecía eterno. La política tiene que aprender de esas experiencias que le han costado sangre sudor y lágrimas. No se trata de rigidez maximalista ni de convertir a la política en puramente testimonial. Se trata de ser conscientes de esa diferencia entre lo esencial y lo secundario y poder desarrollar una política con principios, que puede negociar, hacer acuerdos, retroceder o avanzar pero sin renunciar a sus valores básicos.

En el llano de la sociedad está la mitad más uno que votó este engendro. Personas que van a sufrir por haber votado lo que llevó a sellar el acuerdo con el Fondo. Personas cuyo voto condenó a todos los demás a sufrir las consecuencias de esa decisión. Hay una mitad más uno que empieza a subir –o ya lo viene haciendo– al tren fantasma de la desilusión. Hay dos jubilados sentados, uno junto al otro. Y los dos están sufriendo por el precio de los remedios, el recorte de las prestaciones y el sablazo a sus haberes. Ya no llegan a fin de mes. Son el blanco central de los ajustes. Se achicarán aún más. Los dos están sufriendo ese castigo. Pero seguramente, uno de ellos, además está sufriendo por la culpa de haber votado a sus verdugos y debería sufrir también por lo que está sufriendo  su compañero de banco.

Acá no hubo 54 contra 16. Hubo 51 contra 49. Por primera vez en la historia la derecha conservadora había logrado seducir a esa mayoría que ahora transita el purgatorio de la desilusión para algunos, del arrepentimiento para otros o de la terquedad. Ya dejó de ser una mayoría satisfecha. Las encuestas dicen que el 70 por ciento de la sociedad no respalda el acuerdo con el FMI. Allí está una parte importante de esa mayoría exigua del 2015. 

Transita el momento de la desilusión. Todavía no relaciona su voto y el acuerdo con el Fondo. Tratan de encontrar respuestas en las mismas corporaciones mediáticas que los sedujeron para decidir su voto y encuentran los mismos argumentos: la pesada herencia y “éste no es el mismo FMI”.

La desilusión deberá traspasar esa pared para convertirse en pulsión positiva. Pero en la disputa de poder, el poder económico erigió su trinchera estratégica en ese lugar, sobre ese muro de manipulación de la información y construcción de sentido, incluso para la desgracia por parte de las grandes corporaciones de medios. Si llueve excremento tendrán una construcción simbólica que ayude a bailar bajo la lluvia. En algún momento el poder de la virtualidad empezará a resentirse pero su duelo mítico con la realidad no tiene un saldo absoluto.

La exigencia central del Fondo para conceder el stand by es bajar el déficit de 4,30 por ciento del PBI a 2,70 en un año. Para esta gente, reducir el déficit no es recaudar más, sino gastar menos. Son pocos lugares donde se puede gastar menos en el presupuesto y todos tienen que ver con lo social: obra pública, educación, salud, salarios,  pensiones y jubilaciones. Achicar los 3200 millones de dólares que implican esas exigencias quiere decir, miles de despidos, congelamiento salarial, achicamiento de pensiones y jubilaciones, decadencia de escuelas y hospitales.

Cuando el déficit fiscal pasa los cuatro puntos, se considera que una economía está en crisis. Se dijo que el déficit que dejaba el kirchnerismo era de siete puntos y que el gobierno lo hizo bajar a 4,30 en el primer año. No se entiende cómo puede bajar el déficit cuando se sacan retenciones y se recauda menos por la sensible baja del consumo más un tarifazo que no saca subsidios. Para cualquiera que sepa sumar y restar, medidas de ese tipo en cualquier lugar lo que producen es aumentar el déficit por la gran caída de la recaudación sin que haya recuperación del consumo. A pesar de que Cambiemos hablaba de siete puntos, los organismos internacionales ubicaron el déficit fiscal del año 2015 en 2,7 por ciento. Otros organismos hablan de 3,2. Pero no más.

Si después de todas las medidas que bajaron la recaudación, el déficit llegó al 4,3, es evidente que el kirchnerismo había dejado un buen margen para que el déficit creciera por lo menos dos puntos. Según la consultora Ferreres, en el último año del gobierno de Cristina Kirchner la economía creció 1,7 por ciento, la industria 1,1 y la inversión 1 por ciento. Para el FMI, el crecimiento fue del 1,5 por ciento. Las famosas tasas chinas de los años anteriores habían bajado pero no había estancamiento ni caída, ni siquiera para fuentes que no eran kirchneristas, como las que se señalan.

En cambio, las cuentas de este gobierno de radicales y conservadores son alarmantes: el déficit fiscal asciende al 4,30 por ciento, si se le agrega el 2,30 que se va por deuda externa, más el 1 por ciento de la deuda provincial, más el 1,70 de déficit cuasifiscal por Lebacs, el total de la sangría llega al 9,30 por ciento del PBI. Y si se hace la cuenta incorporando la última devaluación del peso, el agujero negro que abrió este gobierno es pavoroso. Los neoliberales más ultras hacen estas cuentas para presionar por más ajuste y achicamiento del Estado. Pero al mismo tiempo exponen el fracaso de las políticas que quieren impulsar, porque Macri no es comunista ni keynessiano.

Son procesos que van en el mismo sentido. Destrucción de la economía, subordinación a los organismos financieros internacionales, caída de la imagen de Macri, aumento del malestar social con el gobierno y un lento pero progresivo descongelamiento en la oposición peronista y no peronista. No hay elementos en dirección contraria a este proceso de desgaste acelerado del gobierno y de recomposición lenta de la oposición. Todo fluye en detrimento del gobierno conservador. Pero al mismo tiempo la deudodependencia de una economía, que desde que asumió Cambiemos acentuó su espiral descendente, esparciendo pobreza real y no virtual, cerrando miles de pequeñas y medianas industrias y comercios y recortando salarios y jubilaciones, plantea un cuadro muy deteriorado para el que aspire a asumir en el 2019.

domingo, 24 de diciembre de 2017

Teniente General General Juan Jaime Cesio. Q.E.P.D. @dealgunamanera...

Fundó el CEMIDA y marchó con las Madres…


Murió el general Juan Jaime Cesio, defensor de la democracia y los DDHH.

Tenía 91 años y estaba internado en el Hospital Militar con un cuadro de neumonía. Fue degradado en la dictadura por su apoyo a los organismos de derechos humanos.

El general del Ejército Argentino Juan Jaime Cesio murió ayer a los 91 años tras ser internado por una neumonía y sufrir un cuadro de sepsis en los pulmones. Su apoyo a los organismos de Derechos Humanos durante la última dictadura militar lo expuso a sanciones y amenazas, fue perseguido y degradado.
Junto con otros militares fundó el CEMIDA (Centro de Militares para la Democracia Argentina) y realizó esfuerzos por la persecución y juzgamiento de los autores de las desapariciones sistemáticas de personas.
Recién en 2006 le fueron respuestos plenamente sus cargos y honores.
El presidente Néstor Kirchner le restituyó el grado militar junto al coronel Martín Rico, asesinado por la Triple A, a quienes estaba investigando.


También fue ascendido a general de brigada, nombramiento que había sido boicoteado por José López Rega antes del golpe de estado de marzo de 1976.

Fue recibido en noviembre de 2006 por el presidente Néstor Kirchner, quien le devolvió el uso de uniforme. (Foto: Lucia Merle)



domingo, 28 de agosto de 2016

"A los Kirchner nunca les importó nunca el tema de los derechos humanos"… @dealgunamanera...

Graciela Fernández Meijide: "A los Kirchner nunca les importó nunca el tema de los derechos humanos"…


La exintegrante de la CONADEP sostuvo que los grupos guerrilleros fueron "terroristas" y propuso reducir penas a los represores que colaboren con la Justicia.

Publicado el domingo 28/08/2016 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Graciela Fernández Meijide, exintegrante de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) durante la presidencia de Raúl Alfonsín, habló durante una entrevista de su lugar en los organismos de derechos humanos, la desaparición de su hijo, el número de desaparecidos y la discusión sobre esa época que se ha reavivado en las últimos semanas.

Cuando el consultaron por qué no siguió la línea de Madres de Plaza de Mayo, Fernández Meijide contestó: “Porque mi forma de trabajo es más institucional. A mí no me alcanzaba con lo testimonial, que igual es importante. Pero había que reunirse en la calle y no había cómo guardar la documentación. En cambio, la Asamblea tenía una pequeña estructura que después se fue agrandando”.

En cuanto a la llamada "teoría de los dos demonios", consideró que “es un invento que se reverdeció cuando Alfonsín dio, en 1983, los decretos 157 y 158, por los cuales se ordenaba el enjuiciamiento de los líderes de las tres primeras Juntas Militares y de los líderes de las organizaciones armadas Montoneros y ERP que no estaban en el país. Parecía que Alfonsín los ponía en nivel de igualdad”.

“Sin embargo, si se lee la fundamentación de ambos decretos, no se dice ‘tienen igual responsabilidad’. Es por eso que se declaró crimen de lesa humanidad uno y no el otro, porque la fuerza que tiene un gobierno con todas las agencias de represión a su disposición se suma a la garantía de total impunidad”, agregó durante la entrevista al sitio Infobae. Además, sostuvo que “hoy ya no tiene sentido” enjuiciar a grupos que tomaron las armas en esa época.

“Se hacen igual que antes, por lo tanto, la verdad la aportan siempre las víctimas, y los militares niegan y niegan. No se encontró la forma”, sostuvo la exintegrante de la Conadep en cuanto a los juicios contra los represores.

Además, sobre el tema, agregó: “A aquel que diga datos concretos, que tenga reducción de pena. Hoy no tienen ningún estímulo. Si Santiago Riveros, que era el responsable de Campo de Mayo, donde seguramente mataron a mi hijo y al hermano de Eduardo, pudiera negociar no tener condena perpetua, a lo mejor nos diría si mi hijo pasó ahí”.

En cuanto a la reactivación de los juicios durante el kirchnerismo, Fernández Meijide consideró que “la intencionalidad fue política. Néstor Kirchner fue elegido con el 22% de los votos y necesitaba sectores de la sociedad que lo apoyaran. Cuando se empiezan a desarrollar los juicios, comienza la necesidad de hacer juicios y más juicios. Además, se los organizó con muy poca astucia desde el punto de los tiempos de la economía jurídica”.

Además, sostuvo que los Kirchner desmerecieron el trabajo previo de los organismos de derechos humanos “porque eran ignorantes de ignorancia supina. Ni a uno ni al otro les importó nunca el tema de los derechos humanos y nunca tuvieron nada, ninguna participación, ni física ni intelectual, con el tema. Por lo tanto, cuando lo abordaron, lo hicieron desde la mayor ignorancia”.

“La acción de recomenzar la justicia, convocar y financiar dio sus resultados. Además, los organismos estaban muy achicados ya, pensá que yo soy de las madres más jóvenes, ya muchísimas han muerto”, comentó sobre la cooptación de los organismos.

Al ser consultada por la cifra de desaparecidos, Fernández Meijide declaró: “Yo siempre digo, si fueron 30 mil, primero: ¿por qué las cúpulas no dicen quiénes son los 20 mil restantes? Segundo: ¿Qué pasó en esta sociedad que hay 20 mil personas que desaparecen y no hay una familia, un amigo o un compañero que denuncie?”.

“¡Es imposible! Son los que son, número más o número menos. Y es más, hubo muchos intentos de denuncia de desaparición posterior para poder cobrar las indemnizaciones, porque esas cosas también, desgraciadamente, pasan”, remató.

Además, polémica, Fernández Meijide sostuvo que el accionar de la Dictadura no se trató de genocidio porque eso “supone la persecución a un sector de la sociedad por raza, religión o etnia. Acá el tema era destruir las organizaciones armadas, sobre todo y básicamente ERP y Montoneros”.

Por otra parte, la exintegrante de la Conadep sostuvo que las organizaciones armadas deberían ser llamadas “terroristas. Sobre todo la guerrilla urbana, donde no hay un enfrentamiento con un ejército en un terreno. Por eso, para hacerse notar, o tomaban un cuartel o una comisaría para robar las armas o ponían una bomba”.

Para cerrar, le consultaron si cree posible cerrar ese capítulo de la Argentina, a lo que contestó: “Siempre se va a cerrar, más tarde o más temprano. Hoy por hoy es muy pronto. Primero, porque nadie dijo qué pasó con los desaparecidos. Yo todavía no sé qué pasó con mi hijo”.