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sábado, 10 de agosto de 2019

Sobre la absolución del represor Milani. Lugares de los que no se vuelven... @dealgunamanera...

Lugares de los que no se vuelven...


Alfredo Astiz apenas si era un muchachito de 23 años cuando se infiltró en las madres y acompañó a los integrantes de derechos humanos a los que luego señalaría para su posterior desaparición. Y a nadie sorprendió que el bien apodado “ángel de la muerte” fuera joven para ser un miembro más del aparato represivo del estado de la última dictadura militar y genocida. Se dieron por válidos los testimonios de los sobrevivientes. La edad del genocida no fue un argumento para invalidarlos.

© Escrito por Estelita Pe el sábado 10/08/2019 y publicado en Facebook Revista Libertá de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

En todas las causas de lesa humanidad han sido cruciales los testimonios de los sobrevivientes. Décadas llevó que fueran escuchados, décadas de lucha y denuncias no sólo de las Madres de Plaza de Mayo, sino de cientos de ex presos políticos, familiares y compañeros que VIERON y PADECIERON in situ las torturas y ajusticiamientos, las apropiaciones de los hijos y las desapariciones de personas.

Cada megacausa contó con esos valiosos testimonios con los cuales pudimos reconstruir la barbarie de los centros clandestinos de detención y exterminio, como la ESMA y La Perla, sólo por nombrar algunas de las causas más resonantes.

Cientos de esos testigos fueron y son peronistas -como miles de los 30.000 también lo eran- y cuya memoria y perseverancia en las denuncias fueron imprescindibles para las condenas a los genocidas. Reconocerlo es un acto de grandeza, como reconocer los testimonios de aquéllos que no eran peronistas. Todos sumaron a mantener viva no sólo la memoria, sino vivos a cada compañero y compañera que vieron en las cárceles clandestinas, en las mesas de tortura, en los partos de los niños que serían apropiados, en los centros de detención ocultos a una sociedad primero anestesiada y negadora y luego espantada cuando “descubrió” la barbarie. Gracias a todos ellos hoy hay condenas a los torturadores, desaparecedores, asesinos de lesa humanidad.

Graciela Calvo de Laborde dedicó su vida entera, hasta su último suspiro, a llevar a cabo su promesa de denunciar, señalar y luchar en pos de revelar cada detalle de lo que padeció y vivió, de que cada desaparecido cobrara vida con nombre y apellido y se supiera, a través de su boca, el triste destino de cada uno. Julio López conservó durante años sus apuntes para denunciar a Etchecolaz y su banda de asesinos y le costó la vida, una segunda desaparición que todavía no ha sido esclarecida, sucedida en plena “democracia”. Como ellos, aún hay sobrevivientes que caminan los pasillos de diferentes tribunales, aportando datos y testimonios, haciendo gala de una memoria inclaudicable que ha servido para condenar a unos cuántos genocidas. También los ex presos políticos testimoniaron en causas contra los responsables de tortura y desapariciones en las cárceles federales, como la de la U9 de La Plata, donde asesinaron a Dardo Cabo, Rufino Pirles, Angel Giorgadis y Horacio Rapaport, y también desaparecieron a Gonzalo Carranza, Jorge Petiggiani, Guillermo Segali y decenas de familiares que los visitaban en las cárceles. Todo ha sido reconstruido gracias a esos testimonios de los sobrevivientes de las prisiones de la dictadura.

Aducir que Milani era joven para ser parte de la maquinaria de muerte es, como mínimo, una falacia, y como máximo, una canallada sin nombre, indigna de quienes reproducen tamaña mentira. Decir que un tenientito de INTELIGENCIA “no sabía nada” de lo que sucedía en cada lugar donde estuvo es otra falacia basada en la ignorancia de cuál era el papel que cada integrante cumplía en “inteligencia”, cocina donde se hervían a fuego lento las listas de los señalados para asesinar y cuyos cadáveres pueblan decenas de fosas comunes y tumbas desconocidas donde yacen sus restos esperando que alguna vez llegue la “justicia”.

Como resultado de la absolución del genocida Milani decenas de sátrapas pretenden tapar el sol con un dedo. Son los que piensan que la proximidad del domingo electoral hace imprescindible continuar con el mismo ocultamiento que llevó a cabo la dictadura. Eso los iguala con los genocidas. Ya no existe la anestesia de los años de plomo, ya nadie puede aducir que no sabía. Ninguno puede sostener de manera creíble que un asesino es un “compañero” para salvar las papas de las elecciones. Y, lo más sorprendente es que, lejos de salvarlas, las queman a fuego fuerte, tan sólo en unas horas en que sin el menor empacho pueden señalar a una mujer impecable como es Nora Cortiña, la madre que está, como el sol, en cada lucha popular, la que no confunde amigos con enemigos, la que no se saca fotos con genocidas ni se presta para ningún ocultamiento posible, la que nunca entró en la corrupción con el dinero del estado, la que no se dejó cooptar por ningún gobierno.

Es otra barbaridad justificar un fallo canalla dejando en soledad a la familia Olivera, darle la espalda, prácticamente decir que se joda porque no tiene pruebas e inaugurar que, por primera vez, los testimonios de los sobrevivientes se transformen en NADA. Romper con la práctica de validar los testimonios de las víctimas es uno de los pasos imprescindibles para una “reconciliación” arrancada con fórceps a una sociedad que no perdona ni perdonará jamás el genocidio. Sostener la invalidez de su testimonio no sólo deja sola a esa familia y abre la puerta para la reconciliación, sino que deja abierta la posibilidad de que todos los futuros testimonios de causas en curso sean invalidados con el mismo argumento.

Pretender que ocultando la responsabilidad de Milani detrás de un fallo amañado y parcial lo redime y lava la sangre de nuestros compañeros con las que empapó sus manos es otra estupidez que espanta, inclusive, a muchos que este domingo pensaban votarlos. Vivar la absolución como un logro político en manos de jueces “compañeros” los deja desnudos y quemados al rojo vivo. Los que apañaron a Milani solitos se metieron en un callejón sin salida: si lo condenaban, perderían votos; si lo absolvían, también, porque siembran la desconfianza y el desencanto en una sociedad ya desconfiada y desencantada, aplastada por la crisis económica y por cada medida de este gobierno avalada en las cámaras por muchos miembros de la oposición que hoy se postulan como supuesta alternativa. Varios de los que levantaron las manos y votaron a favor cada pisotón oficial sobre nuestras vidas hoy se postulan como una opción diferente, creyendo que todos adquirimos una amnesia repentina.

Mala opción vivar la absolución de Milani. Mala opción, poco inteligente y oportunista si se piensa en los votos del domingo electoral.

Afortunadamente no son todos los que optan por posiciones tan reñidas con la búsqueda de verdadera justicia que condene a mentores, torturadores y asesinos de nuestros compañeros. Vaya mi respeto profundo y agradecido hacia ellos.

Los nuestros, todos y sin excepciones, los 30.000 ya no están para dar sus testimonios, no pueden decir “a mí me torturó Fulano, a mí me asesinó Mengano, a mí me señaló Perengano”. No pueden señalar a Milani para que se haga justicia en su nombre. Pero nosotros sí podemos hacerlo, mantener la tradición de creerles a nuestros sobrevivientes, recordar a mujeres como Adriana y hombres como Julio con su coherencia hasta el final, cueste lo que cueste.

Hay otra grieta en esta sociedad: entre los que jamás dejaremos pasar a ningún genocida y los que optan o por el silencio cómplice o por el apoyo expreso a los genocidas. 

Y, de pretender embarrar a una Madre de Plaza de Mayo como Nora Cortiñas, NO SE VUELVE. Ella es una COMPAÑERA. MILANI NO. MILANI ES UN GENOCIDA.

¡Livertá!

lunes, 18 de septiembre de 2017

18 de Septiembre… Nunca Más... @dealgunamanera...

18 de Septiembre… 
Néstor y Cristina Morandini

El 18 de septiembre de 1977 fueron secuestrados, presos y desaparecidos mis dos hermanos, Néstor y Cristina. Cuarenta años se interponen entre aquel domingo que partió la vida de nuestra familia. Desde entonces me debato en el dilema de si debo dar testimonio personal, familiar, íntimo, o un testimonio histórico de la que creo fue la peor tragedia contemporánea de Argentina, la que se perpetúa en el tiempo y sigue condicionando la democracia.

Hoy no tengo dudas, el pasado sólo puede ser aprendizaje, nunca venganza. Menos aún, manipulación política. La perversión de la figura del desaparecido, me temo, no termina de entenderse.

Al desaparecido nadie lo vio morir. Fue deliberadamente secuestrado para ocultar su cadáver y luego negar el crimen. Ocultamiento, secretismo y mentira, las tres lacras que la luz democrática debe erradicar como cultura política para recuperar el camino que comenzamos de la mejor manera, el juicio a las Juntas Militares y el histórico alegato del "Nunca Más", del que hoy, 18 de septiembre, también se cumplen treinta y dos años.

El mayor consenso al que llegó nuestro país cuando nadie le preguntaba al otro sobre las preferencias o pertenencias partidarias. Fue el mérito de un presidente valiente y un tribunal de jueces independientes que no especularon sobre la duración o la gobernabilidad de la democracia naciente. Sobrevivientes que vencieron su propio temor y dolor y reconstruyeron para todos la verdad sobre el terrorismo de Estado.

Y el siempre renovado respeto a esas mujeres que abandonaron el protegido lugar del hogar para lanzarse a la plaza e increpar al poder para conocer el paradero de sus hijos. Una larga peregrinación que abrir la necesidad de verdad y justicia como anhelo democrático.

Los Morandini cumplieron sus bodas de plata -veinticinco años- el 15 de marzo de 1972. Lo celebraron en familia con sus cuatro hijos: Néstor, Cristina, Norma y Lisy. 

Un 18 de septiembre también fue secuestrado Julio López, desaparecido en democracia. Una coincidencia del calendario que debiera servirnos para no banalizar el pasado y construir finalmente la república democrática que nos hemos dado como sistema de gobierno. Esto es, la división de los poderes, una justicia que investigue realmente, un Poder Ejecutivo que nos dé certezas y encare la democratización de las fuerzas de seguridad. Todo lo que no se hizo en el tiempo pasado.

A diferencia de las Fuerzas Armadas que salieron desmoralizadas de la dictadura y se subordinaron a la ley democrática, en cambio, las fuerzas de seguridad, especialmente la Policía, de purga en purga, la Gendarmería y la Prefectura no han sido entrenadas en el respeto a los derechos humanos, ni recuperaron la confianza de la ciudadanía.

Los temas pendientes de la democracia que demandan un debate responsable sin el facilismo de los slogans partidarios que ponen siempre las culpas y eluden la responsabilidad que nos corresponde a cada uno de nosotros. La desaparición de Santiago Maldonado nos pone a prueba a todos: la Justicia, que debe investigar; el Gobierno, que debe darnos certezas; y las organizaciones de derechos humanos, que no deben utilizar el pesar de una familia en la que falta uno de sus integrantes. La desaparición de una persona en democracia es intolerable.

Norma Morandini

Al recordar a mis dos hermanos desaparecidos y a mi madre de pañuelo blanco reitero mi convicción democrática para que finalmente los argentinos aprendamos a vivir en el respeto de las diferencias, con confianza en las instituciones de la Republica, sin la ira ni el odio que atentan contra la convivencia pacífica. La democracia es el único sistema que se modifica con el tiempo, legitima los conflictos y nos obliga a trabajar sobre ellos para resolverlos, en paz.




jueves, 25 de mayo de 2017

Los Hijos de los Represores... @dealgunamanera...

Hijos de represores: del dolor a la acción...


Hijos de represores: del dolor a la acción... El testimonio de Mariana D., hija de Etchecolatz, movilizó a otros hijos de represores a tender redes entre ellos. “¿Juntarnos para qué? No para seguir regodeándonos en nuestros dolores, sino para organizarse y aportar datos a los familiares que aun hoy buscan justicia, nietos y poder llorar sus muertos”, escribe Erika Lederer. Su padre fue un obstetra que actuó en la maternidad clandestina de Campo de Mayo en los ’70. Un texto que reflexiona sobre la carga del apellido, la culpa y la construcción de la identidad.

© Escrito por Erika Lederer el miércoles 24/05/2017 y publicado por Revista Anfibia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ilustración: Julieta Marziani

Me llamo Erika, con K, porque en noviembre de 1976, en Salta, un par de botas metieron el miedo suficiente en el Registro Nacional de las Personas como para que nadie se opusiera a anotar un nombre que no estaba permitido. No supe nunca de qué se vanagloriaban al contar esa anécdota. Imaginarlo es sencillo: se jactaban con alegre impunidad, del poder que a diario ejercían en las pequeñas cotidianidades.   No llegué a cumplir un mes en la provincia norteña. A mi viejo, médico obstetra y carapintada, años más tarde, lo trasladaron a La Plata. Recuerdo y sé que se conservan fotos del festejo por el campeonato mundial de fútbol en la plaza de aquella ciudad. Para el año ‘79 estábamos en Campo de Mayo, uno de los grandes centros clandestinos de detención. Mi viejo era uno de los obstetras de la maternidad que allí funcionaba. Allí, ese mismo año, nació mi hermano. 

Tengo algunos recuerdos de esos años, como cuando destruí la guardería que tenían para los hijos de los milicos. Me veo saltando de cuna en cuna, despertando bebés. Recuerdo también una jirafa enorme, grande muy grande para mis dos años y ocho meses. Tengo presente también las palizas que recibía por infiltrarme entre las botas durante los desfiles.

Fue cuando estaba en tercer grado, alrededor del año 1984, cuando algo del relato familiar empezó a no encastrar. Esas grietas en la historia son las que poco a poco fueron sembrando dudas y desconfianza en relación al relato hegemónico familiar. Ni Papá Noel existía ni mi viejo era tan bueno.   

De esa época recuerdo mis problemas para vincularme, el asma y el miedo a hablar. Algo no encajaba en mi pequeña lógica. Un par de años después, siendo todavía una estudiante primaria, escuché de boca de mi viejo -entre otros relatos- el de los vuelos de la muerte. (Nunca pude entender cómo se las arreglaba con el Juramento Hipocrático ya que la paradoja es insalvable: la mano que cura es la misma mano que puede torturar, dar a luz, decidir sobre la vida y también, criar, acompañar al colegio, abrazar y golpear. Un devenir incesante de disociaciones, ninguna gratuita).   

También recuerdo el no poder hablar, los golpes, la vergüenza, los textos prohibidos, las películas vedadas y, principalmente, lo mal fundado de los argumentos por los cuales habría uno de creer su visión de la historia era la correcta. Creo que todo ello fue deslegitimando la figura paterna y me permitió interpelarlo e interpelarme.   

Para ese entonces, se escondían ejemplares de Página/12 en casa como parte de los temas de los que no se podía hablar, en especial con Mercedes. ¿Qué tenía de particular la familia de mi compañera de colegio? Puedo decir que agradezco infinitamente haber tenido luego una cantidad inmensa de Mercedes que me abrieron los ojos. Lo extraño es que ellos nunca supieron todo lo que sembraron en mí. La duda quiebra lo hegemónico.

¿Por qué hay tantas cosas de las cuales no se puede hablar? ¿Por qué papá aparece en un diario? Página/12 lo había escrachado por defender a Camps (y uno va creciendo, leyendo –nada más hermosamente subversivo, para usar el término que ellos entienden–  e informándose respecto de quiénes eran esos personajes siniestros). Pero hay edades donde no se cuenta con esa información o no se la puede abordar. Un niño no está preparado para asimilar que sus padres no hacen bien las cosas.

El 24 de marzo de este año mi hija menor, Alba Libertad, me preguntó con sus 9 años (¿será casual la adquisición de conciencia a esa edad?), si de vivir, su abuelo estaría preso. “Sí”, le respondí de inmediato. Nunca la vi llorar como ese día. Nunca. Algo se había quebrado en aquella niñez, pero no podía ser de otro modo. Recordé que a esa edad yo le preguntaba a mi viejo si él había matado. Hay preguntas de las cuales no hay regreso posible, porque son de algún modo mayéuticas y nos solicitan como sujetos. Al salir de la caverna, después de encandilarse y ver las imágenes verdaderas, el esclavo debía regresar para contar lo que había visto fuera de ella.


Que la verdad duele es cierto, pero es necesaria, para poder construirse como sujeto. Y eso vale también para los que debemos hacernos cargo de la mierda que nos toca. No se puede vivir eternamente disociado.

A los hijos de los milicos -y más si tu viejo era comando y carapintada- nos formaban en ciertos valores más que en otros; es decir, se nos educaba para ser gallardos. El peor defecto que podíamos detentar era el de ser cobardes. Agradezco que haya sido así: había que tener valentía para mirar al verdugo a los ojos y, aun así, mantener la palabra. Memoria, Verdad y Justicia. Clarito y sin claudicar.

Todas esas inquietudes, esas fisuras dentro del relato totalitario paterno, estallaron cuando tenía 15 años, quizás todavía 14.  Si el tipo que debía cuidarme encañonaba a mi vieja delante mío, era capaz de cualquier otra cosa. Lo personal es político. El respeto a un Otro, los abusos de autoridad y de poder, la violencia como modo de disciplinamiento se juegan dentro y fuera del seno familiar. ¿Si mi viejo podía golpearme con la ferocidad que lo hacía, siendo su hija, por qué no lo haría con personas desconocidas?

Tendría alrededor de diez años cuando recogí un gato de la calle. Por si no lo saben: los felinos no son los animales preferidos de un castrense. Entendí, tijera de jardinero mediante, que lo de las siete vidas es puro camelo. El gato fue desechado en una bolsa negra de basura. Estos métodos terminan por amedrentar cualquier subjetividad.

Otra cosa que intenta quebrar un milico es la voluntad; nada de sacar los pies fuera del plato. Estudié Derecho (aunque me gustaba la filosofía, carrera vedada) con un único objetivo que me acompañó año a año: recibirme e irme de esa casa. Para ese entonces mi viejo ya no era milico, pero lo había receptado la Policía Bonaerense, Techint y los Astilleros Astarsa. Recuerdo la última golpiza, ya de grande, después de que me encontrara un periódico troskista. Entré a mi habitación y vi todo dado vuelta, como en las requisas dentro de lugares de encierro. Me juré irme y nunca más volver, cosa que sucedió.

En agosto de 2012 recuerdo haber festejado la aparición de Pablo Gaona Miranda, el nieto 106. Durante la noche y acorralado por la situación judicial mi viejo decidió quitarse la vida. Se hizo justicia popular.

Poner en cuestionamiento (en duda) el relato totalitario paterno es necesario como primer paso para la toma de conciencia (mi viejo no está haciendo las cosas bien). Y  en relación a la identidad, vivir bajo el yugo de la incertidumbre y de no saber quién es uno, no es algo que posibilite la construcción de una subjetividad sino lábil.

Cuando se comunicaron desde Abuelas ante la posibilidad de que mi ADN fuera compatible con los aportados al Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), la primera sensación que tuve fue la de traición. Hiciera lo que hiciera estaba traicionando; o bien a quien me crió o bien a mis propias convicciones que son las que me llevaron a la sede de Abuelas (Virrey Ceballos 592), y luego al Durand. Lo cierto es que no fue compatible y esto implicaba hacerse cargo de que era la hija de este personaje. Desde esa certeza es que pude hablar y asumir el camino que me tocaba. Un camino no elegido, pero que sin embargo me es propio. Por esa razón, y siendo existencialista, no sentí necesidad de cambiar mi apellido, pero sí un compromiso genuino con la búsqueda de la verdad.

El milico suele ser implacable y hay que estar preparado para defender una idea (Julio López es un argumento en este sentido).

Mientras escribo esto, mi hijo me envía un mensaje de texto preguntándome si su abuelo se había suicidado. Hasta ahora sabía todas las cosas que había hecho, incluso sabía que si su abuelo viviera estaría en cana. Pero no sabía cómo había terminado. No creí oportuno hablarle del suicidio a su edad, me parecía una crueldad innecesaria. Sin embargo hoy debo responder esta pregunta de la única manera posible, con la verdad. Y el dolor de niño otra vez.

Además, no olvidemos, que nunca se arrepintieron. Mi viejo jamás se arrepintió. Cuando leí el artículo de Anfibia sobre Mariana, la hija de Etchecolatz, se me vinieron a la mente -y al cuerpo, principalmente- mil recuerdos. Es difícil deshacerse de ellos; son como una música en sordina, para nada alegres por cierto. La disociación, la culpa, la angustia (porque uno puede comprender racionalmente que no tuvo nada que ver, pero carga la piedra de Sísifo de todos modos) encuentran a la palabra como cura, como instrumento para nombrar y generar presencia, quién sabe si una anécdota no viene a completar lagunas o dar un poco de luz a los relatos de familiares que aun hoy buscan respuestas.   

Cuando ellos piden olvido, nosotros tenemos el deber cívico y humano de dar presencia y memoria; la palabra nombra y mantiene vivo el relato. Por eso el relato de Mariana emociona, convoca y, en cierto modo, obliga. Nos interpela a contar; decir lo que sabemos, por poco insuficiente o mal articulado que sea. Coadyuvar a la construcción de la historia es un compromiso colectivo. Todavía faltan nietos por aparecer y cuerpos por despedir (hasta en la edad antigua se les permitía sepultura a los muertos del enemigo).   

Leer el testimonio de la hija de Etchecolatz me genera, más allá de la angustia por los recuerdos, la posibilidad de transformarlos en acción plena de sentido, lo cual es más útil y consecuente. Así surgió la idea de juntarnos. Hijos de milicos genocidas, bajo una única consigna inclaudicable: Memoria, Verdad y Justicia. 

Y esto es necesario dejarlo más en claro que nunca por el contexto actual: se reciben a familiares de genocidas en oficinas de gobierno, se otorgan beneficios en la ejecución de las penas a los genocidas condenados, se hizo campaña (y se ganó una elección) contra el “curro” de los derechos humanos y el más alto órgano jurisdiccional argentino desoye instrumentos internacionales en la materia y argumenta y sentencia en favor de aplicar la famosa pero no vigente ley del 2×1. 

Esto es  borrar lo logrado con años de lucha. Es increíble que se vuelva a escuchar hablar de dos demonios. Fue uno y se llamó Terrorismo de Estado. No hay reconciliación posible con las Pandos. En el año 2012 hubo justicia, porque o bien mi viejo terminaba preso en el penal de Marcos Paz o terminaba como terminó. ¿Qué respuesta judicial habría hoy para un caso como el de mi viejo?   

Ahora bien, ¿juntarnos para qué? No para seguir regodeándonos en nuestros dolores, sino para organizarse con miras a aportar datos a los familiares que aún hoy buscan justicia, nietos y poder llorar sus muertos. 

Cuando la palabra circula la historia permanece viva. Cuando nombramos generamos presencia. Y es entonces que podemos estar seguros de que no nos han vencido. 






domingo, 22 de diciembre de 2013

Amilanados… De Alguna Manera...


Amilanados…


Y un día tuvieron que comerse las palabras. Es cierto, ya se las habían tenido que devorar antes, en situaciones generalmente bochornosas. Se callaron cuando se supo lo de Bonafini y Schoklender. Enmudecieron ante la desaparición de Julio López. Aprendieron a deglutir a Boudou y su historia. Entregaron el pacto con Irán, un régimen nefasto. Todo pasó, pero quedaba un hilo de luz, una tenue esperanza. Justo en eso no iban a aflojar los autoproclamados abanderados de la pureza en materia de derechos humanos. Error: es una tropa miliciana resuelta a decir que sí, no importa a qué ni cómo. Sentido profundo del ir “por todo”: por todas las arrugadas, las genuflexiones, las cegueras, los cinismos. Cesar Milani ya es teniente general. La orden se cumplió a rajatabla; no hubo siquiera simulacro de pataleo.

Alberto Agapito Ledo
El grupo gobernante no tolera siquiera zafarranchos de pensamiento propio. Espacio que jamás cuestiona una orden, aun cuando implique zambullirse en el abismo, el oficialismo le dio al Gobierno los 39 votos en el Senado que necesitaba para que Milani alcance el grado necesario para encabezar el Ejército. Toda la argamasa de conjeturas, sospechas, alusiones y agujeros negros que en otros casos le sirvieron al grupo gobernante para escarnecer y/o desplazar a quienes no admitía, acá se derrumbó. Hubo zona liberada para el turbio Milani, aun cuando el CELS de Horacio Verbitsky hubiese objetado al oblicuo general del arma de Inteligencia, en un arranque de postrera dignidad. No sirvió: al CELS se lo llevó puesto la milicia legislativa kirchnerista. “Obediencia debida” llamó Nora Cortiñas a la brutal agachada de los 39 amilanados.


Vale la pena tomar nota de los 39 amilanados. Éste es el listado de la milicia senatorial que promovió a Milani: Aguilar, Aguirre, Barrionuevo, Bermejo, Bertone, Blas, Cabral, Magni, De la Rosa, Fellner, Fernández, Fiore Viñuales, Fuentes, García Larraburu, Giménez, Godoy, González, Guastavino, Guinle, Higonet, Irrazábal, Cappellini, Kunath, Labado, Latorre, Leguizamón, Luna, Mansilla, Mayans, Meabe, Montenegro, Pérsico, Pichetto, Pilatti Vergara, Riofrío, Rojkes de Alperovich, Roldán, Urtubey y Zamora.

Notable mueca del devenir: los monjes de la memoria pura prefirieron una aviesa amnesia. Los sacristanes de la intransigencia mutaron en blandos pedazos de plastilina y le dieron a Cristina Kirchner la unción de Milani. Ya había pasado con Roberto Bendini, jefe del Ejército de Kirchner famoso por sus denuncias de “invasión sionista” en la Patagonia argentina. Néstor no cedió ni un tranco y Bendini, antecesor nacional-popular-chavista de Milani, fue ungido jefe.

Lo grave de Milani ahora no es, sin embargo, su participación en la vieja historia del colimba desaparecido en La Rioja, una época donde el actual héroe militar kirchnerista era un oficial en servicio activo, en guerra contra la subversión. Dice ahora que no sabía, que ignoraba, que no se dio cuenta. Fue por esa candorosa omisión de conocimiento que lo coronó Bonafini, con la misma gélida alevosía con la que supo admitir a Schoklender como hijo. No es, empero, lo central. Lo cierto e implacablemente objetivo es la enorme transformación del estado de derecho de la Argentina que implica la llegada de Milani a la jefatura del Estado Mayor del arma. No importa cuán desvencijada esté, sigue siendo la estructura militar más importante del país. Los cazabombarderos no vuelan y las naves de la Armada se hunden en el puerto o duermen la siesta eterna, ancladas, pero los “verdes” tienen tanques y piezas de artillería.

Milani significa cambio de doctrina y una época nueva. Es un hombre coronado para servir un proyecto, peón de un diseño que no ha ocultado. Por eso la lúgubre foto con una Bonafini que se sacó el pañuelo para anexarse al ahora teniente general. Once son los predecesores de Milani desde la democracia: Jorge Arguindegui (1983–1984), Ricardo Pianta (1984–1985), Héctor Ríos Ereñú (1985–1987), José Segundo Dante Caridi (1987–1988), Francisco Gassino (1988–1989), Isidro Cáceres (1989–1990), Martín Bonnet (1990–1991), Martín Balza (1991–1999), Ricardo Brinzoni (1999–2003), Roberto Bendini (2003–2008) y Luis Alberto Pozzi (2008–2013). Milani es el primero que se ha atrevido desde 1983 a explicitar su ánimo deliberado de transgredir el orden preexistente. Núcleo conceptual de estirpe chavista, renace con él la vieja monserga de un ejército “nacional y popular”. Es lo ostensible, pero no lo único. Algo debe haber visto Cristina Kirchner en este revisor de archivos y rastrillador de bases de datos (en la precaria Argentina un “espía” es apenas un cartonero de datos privados, munido de algunos fierros novedosos). Enamorado del silencio, la intriga, la opacidad y el gobierno desde las sombras, el grupo gobernante halla en Milani la horma ideal.

Súbitamente politizado, munido ya de un muy buen pasar privado y dispuesto a ser el mayor de los “transgresores”, como le prometió a Bonafini, este Milani coronado escenifica un derrape colosal. Al hacer fila para depositar su promesa de vasallaje, legisladores y relatores del Gobierno acreditan que la caída no tiene límites. Su vergonzoso chapaleo en el barro del Senado revela que no tendrán escrúpulos. Están donde están mientras obedezcan. Han firmado la rendición y tenido que aceptar que el ídolo militar del modelo nacional y popular sea un oficial que proviene de las sombras de la larga noche argentina. Van por todo y no juegan juegos.

© Escrito por Pepe Eliaschev el sábado 21/12/2013 y publicado por el Diairo Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 




domingo, 11 de noviembre de 2012

Reportaje a Hermes Binner... De Alguna Manera...

"La oposición está en deuda con la gente"...


La acusación de “narcosocialistas” vociferada por el diputado kirchnerista Andrés “El Cuervo” Larroque logró desencadenar la indignación de la oposición que, la semana pasada, se retiró del recinto.

La alusión al reciente descubrimiento de posibles nexos con el narcotráfico del desplazado jefe de Policía de Santa Fe, comisario Hugo Tognoli, ha provocado una terrible preocupación, pero el claro sentido político de las afirmaciones de Larroque están sin duda dirigidas a enturbiar una figura señera como es la de Hermes Binner.

Efectivamente, a las pocas horas, Binner publicaba una solicitada en los principales diarios del país en la que, entre otras cosas, afirmaba que el comisario Tognoli debía someterse a la Justicia.

—Creo que la gente ha perdido el miedo y comienza a expresar todo lo que ve alrededor de la violencia vinculada al narcotráfico. La seguridad ocupa el primer lugar en la preocupación de la población sobre todo cuando se vincula con la violencia. Es nuestra obligación atender ese reclamo y trabajar en función de salvar las dificultades que tiene la población para expresar sus denuncias y poder, también, rectificar supuestos errores que se están desarrollando en el seno de las fuerzas policiales de la provincia de Santa Fe. A partir de una denuncia que aparece en los diarios (y esto no debiera ser así, sino fruto de una comunicación del Gobierno nacional al Gobierno provincial) se conoce (como ahora sabemos) a partir de una escucha del año 2009 una referencia a vinculaciones del ex jefe de Policía Tognoli con el narcotráfico. 

Estas cosas no significan una novedad ya que Santa Fe es una provincia de paso de la droga y la triste experiencia nos demuestra que las provincias “de paso” terminan “siendo” y quedándose con parte de la misma. Creo, también, que no se había tomado la correspondiente dimensión de la gravedad que esto representa. En ese sentido es positivo que la gente hoy se atreva a hablar y a denunciar. Esta es la parte fundamental para que comencemos a revertir el flagelo del narcotráfico. Fíjese que cuando vemos en la República Argentina que hay un millón de jóvenes que no estudian ni trabajan la pregunta es: ¿de qué viven? Y la economía del delito es una economía que viene a suplantar los trabajos formales. Hay que erradicarla.

—Y recordando también la valentía de los que se han presentado a declarar, es importante que la Justicia tome las medidas correspondientes y los proteja. Que un testigo protegido no desaparezca como Julio López.
—Por supuesto. Casualmente nosotros tenemos un decreto que firmé cuando era gobernador y que se ocupa de la protección de los testigos. No pudo salir por ley. No me aprobaron en la Cámara, pero un decreto tiene la posibilidad de ser optativo. Nos parece que hay que proteger a aquellos testigos que tienen la valentía de informar todo lo que saben. La situación entonces, hoy se encuadra en que esto es un delito federal. Con lo cual necesitamos el apoyo de las fuerzas de seguridad federales y de la Justicia Federal ratificando, una vez más, el contenido de nuestro programa que viene ya de las elecciones anteriores y que está dirigido justamente a la necesidad de integrar a todas las fuerzas de seguridad del país. Me refiero a las policías provinciales, la Policía Metropolitana y la Federal, la Prefectura, la Gendarmería, la Policía Aeroportuaria, para construir un mapa del delito en nuestro país. Es necesario saber dónde es preciso actuar, ejercer una mayor prevención y creo que en este camino (siendo un delito federal) debe ser el Gobierno nacional quien lo convoque.

—Cuando usted mencionaba recién a ese millón de chicos que no estudian ni trabajan, recordaba a las Madres del Paco que se enfrentan con la magnitud de la fuerza de la droga, y lo inquietante que resulta también saber que esos mismos chicos van a votar desde los 16 años. No sé qué piensa usted de esto.
—Bueno, usted sabe que hay países como Brasil donde votan desde los 16 años y tienen problemas resueltos y no resueltos. Brasil tiene leyes que combaten el narcotráfico como, por ejemplo, “la ley de derribe”.

—¿Qué significa?
—Es una ley por la cual, por ejemplo, un avión de matrícula desconocida puede ser apareado por aviones de la Fuerza Aérea que lo obliguen a aterrizar. Si no lo hace, tienen autorización para derribarlo.

—¿Esto no se acopla, entre nosotros, al tema de la falta de radares?
—Claro. Y, sobre todo, radares que puedan captar el negocio oscuro. Porque los radares que se están construyendo en el Invap y que son de última generación, en teoría son radares para detectar las señales que emiten con ultrasonido los aviones que se quiere identificar. Cuando este equipamiento no se pone en funcionamiento se requiere otro tipo de radares que Argentina no tiene y que no vemos mucha motivación por adquirir. Lo ideal sería tener al menos el 80% de la superficie nacional controlada.

—Nos reiteran que la mayor parte de la droga entra a través de estos aviones, que aterrizan en estancias desde las cuales parten los envíos.
—Sí, por ejemplo, a nosotros nos ha tocado en Santa Fe decomisar un avión (de matrícula paraguaya) que venía cargado con marihuana. Rápidamente el juez federal nos conminó a devolver el avión porque, al ser de otro país, era necesario devolverlo. Esto, por supuesto, significó el cierre de la investigación. Con lo cual se convirtió en uno de los tantos casos que en nuestro país, pasan a la impunidad que es para una sociedad, la peor de las enseñanzas. Por ejemplo, si usted comete un hecho delictivo, y luego consigue autorización para demostrar que ese hecho no fue delictivo, sino lícito, esto se convierte en una de las cuestiones más graves que tenemos que superar y tampoco tolerar como sociedad.

—Volvemos entonces al tema de la Justicia. Usted recordará que la semana pasada la renuncia de los jueves Farrell y Kiernan tuvo gran repercusión por la terrible presión que se ejerce sobre la Justicia.
—Desde ya esto atenta contra la independencia de los tres poderes. Nosotros estamos recolectando firmas hasta llegar a un millón y no estamos pidiendo nada extraño, sino que se respete la Constitución en tres aspectos fundamentales: uno, la independencia de los tres poderes; el otro radica en la necesidad de respetar el federalismo porque las provincias son prescindentes de la Nación (y esto lo reconoce la Constitución de 1853) y, finalmente, los derechos sociales. Me refiero al derecho a la educación; a la salud; a la vivienda; al trabajo; a la jubilación… Por lo tanto, la base fundamental de reconstruir la República pasa, en primer término, por respetar la Constitución y las leyes. Luego, vienen los Derechos de Tercera Generación que fueron incorporados en la reforma del año 1994. Creo que son elementos fundamentales como plantearle a la población que ayude a gobernar. Y si la gente tiene capacidad de formular propuestas y esas propuestas son tomadas por la sociedad, esto nos coloca en una situación positiva que permite doblegar todos los dolores que hoy tenemos en función de encontrar la integración de la ciudadanía con sus gobernantes.

—Estamos viviendo tiempos extraños. Creo que es la primera vez que escuchamos a la Corte pedir que no la presione el gobierno de turno. ¿Recuerda algún antecedente, Binner?
—No lo recuerdo. Salvo, probablemente, en regímenes militares donde esos jueces fueron reemplazados por otros que eran adictos a aquel régimen lo cual no es un ejemplo válido. Nos toca rescatar a uno de los valores fundamentales de la República. Esto lo inauguró la Gran Revolución, me refiero a la Revolución Francesa de 1789 donde se estableció justamente el respeto hacia los tres poderes.

—Es cierto, nos tocan tiempos especiales. Por ejemplo, tampoco hemos tenido nunca una fecha de calendario que se apode 7D y de la que está pendiente gran parte de la ciudadanía.
—Creo que la ley tiene que ser respetada y si no sirve para una determinada realidad hay que cambiarla. Pero la ley debe ser respetada. Para eso es ley. Tiene esa categoría. Así es que respetar la Constitución y aplicar las leyes es la base de un país democrático. Debemos aspirar a construir valores en la sociedad. Si no, ¿con qué cara les enseñamos a los niños el Preámbulo de la Constitución? De no ser así es sólo una letra que está allí y nadie respeta. Creo que al debilitarse la estructura fundamental de la República también se debilitan todos los espacios a llenar en esa estructura. Me refiero a la educación, la salud, el derecho a la vivienda, derechos que pide todo ciudadano por estar integrado en una Nación.

—Volvemos entonces al tema candente del millón de jóvenes que ni estudian ni trabajan. ¿Cuál era la necesidad urgente de otorgarles el voto a los 16 años? Yo sé que usted militó desde muy joven.
—Como dice la Constitución de 1994, la reforma reconoce el primer escalón de la democracia, de gobierno, en las ciudades. Entonces, lo lógico, sería que los jóvenes puedan votar en las ciudades porque, además, es donde ellos tienen conflictos. Con la droga, con la seguridad, con el transporte, con la noche. A partir, entonces, de esas situaciones ellos podrían aportar experiencias vivenciales y, a mi modo de ver, ése sería un camino muy adecuado para, luego, integrar a los jóvenes. Comencemos entonces por ese escalón: los jóvenes de las ciudades a quienes les estamos dando un interés para que emitan su voto, que puedan discernir dónde están sus conflictos. Participar así sería entonces también formar parte de la construcción de una sociedad mucho más integrada. Nosotros hemos hecho muchas experiencias con los niños y, por ejemplo, cuando los Consejos de Niños se reúnen para plantear temas vinculados a una ciudad más segura, amigable y donde se respeten las leyes de tránsito y al vecino es sorprendente la cantidad de aportes que hacen estos chicos. Con esto no quiero decir que los niños tienen que votar, pero sí que si les damos la palabra a los jóvenes, también podemos ayudar a solucionar los problemas que vivencian todos los días.

—En una de nuestras últimas conversaciones, yo me permití insistir en que pensemos “ya” en 2015 y usted me dijo: “¡Falta mucho para 2015!”, ¿sigue pensando lo mismo?
—Bueno, depende. En algunas cosas falta mucho y en otras, no. Nosotros queremos realmente ser gobierno y todo momento debe ser aprovechado para construir dos cosas: programa y equipo. Si usted gana una elección (no es fácil ganarla, pero es una posibilidad) tiene que comenzar a gobernar a los dos meses. Y en esos dos meses no puede hacerse lo que no se ha hecho anteriormente. Por eso nosotros, ahora, el próximo 24 de noviembre vamos a realizar un acto en Costa Salguero donde se van a integrar todos aquellos que hemos reunido en las regiones que hemos transitado. Hemos estado en todos lados; hemos hablado con los productores, los trabajadores, con las fábricas recuperadas, con las economías regionales en general y hemos visto que hay un común denominador de Argentina que necesita salir adelante y que es el tema de la competitividad. También hemos visto, a nivel social, que hay muchos deberes que no se cumplen con la población.

—¿Por ejemplo?
—La jubilación. Usted sabe que tenemos jubilaciones de las que podría decirse que son “una ayudita.”Mire, ¡el jubilado no cree que se pueda comer con seis pesos por día. Vamos a presentar un plan estratégico de largo alcance que está sintetizado en veinte ideas para veinte años. Debe haber una política de Estado que nos organice de manera tal de ir reconstruyendo desde las bases los valores de nuestro país. Son valores riquísimos y creo que allí está el nuevo plan de gobierno en el que, seguramente, continuaremos trabajando el año que viene.

—¿Y las alianzas, Binner?
—Y las alianzas también van de la mano. Nosotros hoy, tenemos el Frente Amplio Progresista (FAP). Pero sabemos que con el Frente solo no alcanza y que hay que construir otra mayoría. Y estamos en ese camino.

—Pero en las alianzas tiene que haber una base de entendimiento común. No sé si esto es factible.
—Es necesario. Tiene que haber un programa común. Usted no puede tener un ministro que tenga un criterio sobre educación vinculado a la sociedad y un ministro de Salud que opine lo contrario. Debe haber una política común; señalar el punto en el que estamos, lo que tenemos y cómo construimos aquellos aspectos que hoy estamos esperando que se desarrollen.

—¿Se acuerda cuando se hablaba de la soja como del “yuyo”? Qué bien nos ha venido “el yuyo” ¿no? Por ejemplo, frente al enorme gasto del Estado.
—Bueno, esto es parte de la situación económica y social que estamos viviendo. Por supuesto nosotros no la compartimos. Creemos que el problema principal está vinculado a la inflación. Aquí se consideró, en alguna oportunidad, que la inflación era parte del modelo, como si fuera una virtud. No debemos olvidar que el país, en democracia, ha vivido situaciones extremas. No se trataba de gobiernos dictatoriales y salir de esa situación significó mucho esfuerzo, pérdidas y trabajo para, luego, poder reconstruir una economía y una sociedad. La inflación es el impuesto más injusto que existe. Por un lado se impone sobre los ingresos fijos (los que menos tienen son los que más sufren) y, por otro, le quita competitividad a las empresas al marcar el valor del dólar. Con lo cual ésta es una situación a dos puntas que muestra su deterioro. Hoy Argentina conserva dos flotadores que le permiten avanzar o por lo menos mantenerse: la soja y el comercio con Brasil. Si Brasil no devalúa, Argentina tiene oxígeno como para seguir respirando. Pero si lo hace, nos vamos a encontrar con una seria preocupación. Lo mismo con la soja: mientras siga manteniendo el valor que tiene hay que revertir esa riqueza en más energía eléctrica; más rutas; más caminos y más bienestar.

—Volviendo al presente: ¿usted anoche no integraba la Marcha del 8N, pero estuvo en la calle hablando con la gente, no es cierto?
— Sí, en Diagonal Norte y Esmeralda. Era impresionante observar la marea humana que venía desde el Obelisco rumbo a la Plaza de Mayo y creo que es importante que escuchemos a la gente. Hay muchas demandas concretas. Diría que la más sensible es la de la inseguridad por la que la gente manifestaba con mucha fuerza, pero también hay otra que está relacionada con los valores: no robar. Creo que esto es lo que la población le está exigiendo a sus gobernantes. Por eso me parece que es muy importante, tanto para el oficialismo como para la oposición (aún cuando las responsabilidades sean diferentes) abordar este tema.

—Algo para destacar: la gran cantidad de banderas argentinas y su presencia constante en la Marcha aunque (como suele ocurrir) también aparecían carteles con menciones agraviantes sin el respeto que siempre merece en democracia la investidura presidencial. También un lamentable episodio hacia un periodista de C5N a quien un tal González Ayuso agredió cobardemente por la espalda. Pero, en líneas generales, usted concuerda en que fue una manifestación con mucho espíritu patriótico y un gran entusiasmo ¿no?
—Siempre hay algún inadaptado, pero la gente, en efecto, es muy respetuosa de los valores esenciales y de la figura presidencial. Anoche hubo reclamos de valores y también reclamos concretos.
En cuanto a valores: el respeto a la Constitución; el respeto a las leyes; la identificación con los problemas básicos de la gente. Luego, como le decía, aparecen las demandas concretas: los jubilados con el 82%. Pero lo que dominaba, insisto, era la demanda por la falta de seguridad.

—También un reclamo muy fuerte de no reformar la Constitución Nacional…
—Sí, esto aparecía en numerosas pancartas: “Respetar la Constitución”; “respetar el Federalismo”; “Respetar los derechos sociales incluidos en el artículo 14 bis”… En fin, todos estos reclamos estuvieron anoche muy presentes. También en la ciudad de Santa Fe hubo una concentración muy grande en la plaza frente a la Gobernación y, en Rosario, frente al Monumento a la Bandera la manifestación fue muy importante.

—Uno de los argumentos que usa el Gobierno para desacreditar este tipo de protestas es que la gente que participa de estas manifestaciones no tiene ningún referente claro de la oposición…Mejor dicho, un líder.
—Bueno, sí. Creo que esta es una deuda que tiene la oposición. Hay que reconocer que el Gobierno tiene un gran porcentaje de responsabilidad en esto y debe dar respuestas inmediatas. Pero a la vez es útil y necesario que la oposición vaya conformando una propuesta que tienda a superar estos elementos que son de alta preocupación para la población. Creo que estamos en un tiempo de cambio: hay un Gobierno que va a cumplir con su mandato: doce años de gestión; que ha demostrado sus fortalezas y sus debilidades. Pero tambien la democracia es renovación; es pensar en nuevas alternativas y en que hay otras respuestas para problemas no resueltos y allí nos encontramos, también, con una gran responsabilidad como es formular una propuesta donde se simplifique la oferta política pero, además, se profundice en cuanto a la respuesta concreta que hoy está reclamando la población.

© Escrito por Magdalena Ruiz Guiñazú y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 11 de Noviembre de 2012.