sábado, 10 de agosto de 2019

Sobre la absolución del represor Milani. Lugares de los que no se vuelven... @dealgunamanera...

Lugares de los que no se vuelven...


Alfredo Astiz apenas si era un muchachito de 23 años cuando se infiltró en las madres y acompañó a los integrantes de derechos humanos a los que luego señalaría para su posterior desaparición. Y a nadie sorprendió que el bien apodado “ángel de la muerte” fuera joven para ser un miembro más del aparato represivo del estado de la última dictadura militar y genocida. Se dieron por válidos los testimonios de los sobrevivientes. La edad del genocida no fue un argumento para invalidarlos.

© Escrito por Estelita Pe el sábado 10/08/2019 y publicado en Facebook Revista Libertá de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

En todas las causas de lesa humanidad han sido cruciales los testimonios de los sobrevivientes. Décadas llevó que fueran escuchados, décadas de lucha y denuncias no sólo de las Madres de Plaza de Mayo, sino de cientos de ex presos políticos, familiares y compañeros que VIERON y PADECIERON in situ las torturas y ajusticiamientos, las apropiaciones de los hijos y las desapariciones de personas.

Cada megacausa contó con esos valiosos testimonios con los cuales pudimos reconstruir la barbarie de los centros clandestinos de detención y exterminio, como la ESMA y La Perla, sólo por nombrar algunas de las causas más resonantes.

Cientos de esos testigos fueron y son peronistas -como miles de los 30.000 también lo eran- y cuya memoria y perseverancia en las denuncias fueron imprescindibles para las condenas a los genocidas. Reconocerlo es un acto de grandeza, como reconocer los testimonios de aquéllos que no eran peronistas. Todos sumaron a mantener viva no sólo la memoria, sino vivos a cada compañero y compañera que vieron en las cárceles clandestinas, en las mesas de tortura, en los partos de los niños que serían apropiados, en los centros de detención ocultos a una sociedad primero anestesiada y negadora y luego espantada cuando “descubrió” la barbarie. Gracias a todos ellos hoy hay condenas a los torturadores, desaparecedores, asesinos de lesa humanidad.

Graciela Calvo de Laborde dedicó su vida entera, hasta su último suspiro, a llevar a cabo su promesa de denunciar, señalar y luchar en pos de revelar cada detalle de lo que padeció y vivió, de que cada desaparecido cobrara vida con nombre y apellido y se supiera, a través de su boca, el triste destino de cada uno. Julio López conservó durante años sus apuntes para denunciar a Etchecolaz y su banda de asesinos y le costó la vida, una segunda desaparición que todavía no ha sido esclarecida, sucedida en plena “democracia”. Como ellos, aún hay sobrevivientes que caminan los pasillos de diferentes tribunales, aportando datos y testimonios, haciendo gala de una memoria inclaudicable que ha servido para condenar a unos cuántos genocidas. También los ex presos políticos testimoniaron en causas contra los responsables de tortura y desapariciones en las cárceles federales, como la de la U9 de La Plata, donde asesinaron a Dardo Cabo, Rufino Pirles, Angel Giorgadis y Horacio Rapaport, y también desaparecieron a Gonzalo Carranza, Jorge Petiggiani, Guillermo Segali y decenas de familiares que los visitaban en las cárceles. Todo ha sido reconstruido gracias a esos testimonios de los sobrevivientes de las prisiones de la dictadura.

Aducir que Milani era joven para ser parte de la maquinaria de muerte es, como mínimo, una falacia, y como máximo, una canallada sin nombre, indigna de quienes reproducen tamaña mentira. Decir que un tenientito de INTELIGENCIA “no sabía nada” de lo que sucedía en cada lugar donde estuvo es otra falacia basada en la ignorancia de cuál era el papel que cada integrante cumplía en “inteligencia”, cocina donde se hervían a fuego lento las listas de los señalados para asesinar y cuyos cadáveres pueblan decenas de fosas comunes y tumbas desconocidas donde yacen sus restos esperando que alguna vez llegue la “justicia”.

Como resultado de la absolución del genocida Milani decenas de sátrapas pretenden tapar el sol con un dedo. Son los que piensan que la proximidad del domingo electoral hace imprescindible continuar con el mismo ocultamiento que llevó a cabo la dictadura. Eso los iguala con los genocidas. Ya no existe la anestesia de los años de plomo, ya nadie puede aducir que no sabía. Ninguno puede sostener de manera creíble que un asesino es un “compañero” para salvar las papas de las elecciones. Y, lo más sorprendente es que, lejos de salvarlas, las queman a fuego fuerte, tan sólo en unas horas en que sin el menor empacho pueden señalar a una mujer impecable como es Nora Cortiña, la madre que está, como el sol, en cada lucha popular, la que no confunde amigos con enemigos, la que no se saca fotos con genocidas ni se presta para ningún ocultamiento posible, la que nunca entró en la corrupción con el dinero del estado, la que no se dejó cooptar por ningún gobierno.

Es otra barbaridad justificar un fallo canalla dejando en soledad a la familia Olivera, darle la espalda, prácticamente decir que se joda porque no tiene pruebas e inaugurar que, por primera vez, los testimonios de los sobrevivientes se transformen en NADA. Romper con la práctica de validar los testimonios de las víctimas es uno de los pasos imprescindibles para una “reconciliación” arrancada con fórceps a una sociedad que no perdona ni perdonará jamás el genocidio. Sostener la invalidez de su testimonio no sólo deja sola a esa familia y abre la puerta para la reconciliación, sino que deja abierta la posibilidad de que todos los futuros testimonios de causas en curso sean invalidados con el mismo argumento.

Pretender que ocultando la responsabilidad de Milani detrás de un fallo amañado y parcial lo redime y lava la sangre de nuestros compañeros con las que empapó sus manos es otra estupidez que espanta, inclusive, a muchos que este domingo pensaban votarlos. Vivar la absolución como un logro político en manos de jueces “compañeros” los deja desnudos y quemados al rojo vivo. Los que apañaron a Milani solitos se metieron en un callejón sin salida: si lo condenaban, perderían votos; si lo absolvían, también, porque siembran la desconfianza y el desencanto en una sociedad ya desconfiada y desencantada, aplastada por la crisis económica y por cada medida de este gobierno avalada en las cámaras por muchos miembros de la oposición que hoy se postulan como supuesta alternativa. Varios de los que levantaron las manos y votaron a favor cada pisotón oficial sobre nuestras vidas hoy se postulan como una opción diferente, creyendo que todos adquirimos una amnesia repentina.

Mala opción vivar la absolución de Milani. Mala opción, poco inteligente y oportunista si se piensa en los votos del domingo electoral.

Afortunadamente no son todos los que optan por posiciones tan reñidas con la búsqueda de verdadera justicia que condene a mentores, torturadores y asesinos de nuestros compañeros. Vaya mi respeto profundo y agradecido hacia ellos.

Los nuestros, todos y sin excepciones, los 30.000 ya no están para dar sus testimonios, no pueden decir “a mí me torturó Fulano, a mí me asesinó Mengano, a mí me señaló Perengano”. No pueden señalar a Milani para que se haga justicia en su nombre. Pero nosotros sí podemos hacerlo, mantener la tradición de creerles a nuestros sobrevivientes, recordar a mujeres como Adriana y hombres como Julio con su coherencia hasta el final, cueste lo que cueste.

Hay otra grieta en esta sociedad: entre los que jamás dejaremos pasar a ningún genocida y los que optan o por el silencio cómplice o por el apoyo expreso a los genocidas. 

Y, de pretender embarrar a una Madre de Plaza de Mayo como Nora Cortiñas, NO SE VUELVE. Ella es una COMPAÑERA. MILANI NO. MILANI ES UN GENOCIDA.

¡Livertá!

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