Mostrando las entradas con la etiqueta República Oriental del Uruguay. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta República Oriental del Uruguay. Mostrar todas las entradas

viernes, 2 de noviembre de 2018

Sangre de su sangre. Cómo "maté" a mi hija… @dealgunamanera...

Sangre de su sangre. Cómo "maté" a mi hija…


"Cómo maté a mi hija” la removedora crónica de un padre conquista las redes

© Escrito por Cadu de Castro el martes 04/09/2018 y publicado Montevideo Portal de la Ciudad de Montevideo, República Oriental del Uruguay.

Narrado en primera persona, el relato procura llamar la atención sobre la responsabilidad colectiva en los casos de feminicidio.

Brasil es un país sumamente castigado por el flagelo del feminicidio, lacra que en nuestro país también campa a sus anchas.

Conmovido por esas muertes cotidianas -trece al día, según las estadísticas- el historiador brasileño Cadu de Castro escribió y compartió en Facebook una conmovedora crónica.

En su breve relato, el autor deja claro que un feminicidio no se produce sólo en el instante en el que un hombre le arrebata la vida a una mujer. Comienza mucho antes, y con la involuntaria y anónima complicidad de todos.

Publicado hace menos de un mes, el relato de Castro fue compartido más de cincuenta mil veces y reproducido en varios medios de prensa brasileños.

A continuación, ofrecemos el texto traducido al español.

Soy machista. Fui criado así. Crecí, me casé y tuve una hija. Siempre sometí a mi mujer, algo que me parecía completamente natural. Al fin y al cabo, el machismo es tan estructural que se naturaliza. Usaba adjetivos como incompetente, idiota, estúpida, para criticar muchas de sus palabras y posturas, y así disminuirla, empequeñecerla. Nunca la agredí físicamente, pero ejercía violencia psicológica. Mi hija fue criada en ese ambiente.

Me reía de los chistes que humillan o descalifican a las mujeres, y los reproducía. Cuando alguna se ofendía y protestaba le preguntaba si no tenía sentido del humor, era sólo un chiste, una broma. Aparte de eso, siempre fui muy moralista, especialmente cuando veía mujeres con ropas muy cortas. Muchas veces dije que estaban pidiendo ser violadas. Recuerdo que una vez me contaron sobre un caso de violación de una chica "modernosa" del barrio donde vivo, y cuestioné si se trataba realmente de una violación. Al fin y al cabo, ella abusaba, lo pedía ¿no? Mi hija escuchaba todo eso.

Defendía que hombres y mujeres son muy diferentes y por eso sus derechos no podían ser iguales. Reproducía las falacias de que el hombre es más racional y la mujer más sentimental, que tener muchas mujeres en un mismo lugar de trabajo no da resultado, que la mujer habla demasiado, que le gustan los chismes, que los hombres son más competentes para gerenciar negocios, que hay mujeres a las que les gusta que les peguen, que los niños mal educados lo son por culpa de la madre, etc. Mi hija aprendió todo eso.

Una vez, un vecino agredió físicamente a su mujer. Mi esposa y mi hija hablaron de llamar a la policía, pero lo impedí. Dije que "en pelea de marido y mujer no se mete cuchara". ¿Quién sabe lo que ella hizo para hacerle perder a él la cabeza? Mi hija incorporó esa idea.

Deshumanizaba la figura femenina. A las mujeres más independientes y despegadas de esas reglas morales que yo defendía, las llamaba vacas, yeguas, cerdas. Decía que el feminismo era cosa de mujeres "mal atendidas", feas, desequilibradas, desubicadas. Me ofendía cuando alguien me llamaba machista, y decía, "ni machismo ni feminismo, nada de ismos". Mi hija llegó a reproducir algunas de mis expresiones.

Recuerdo cuando ella me lo presentó. Estaban empezando a salir. Una vez la oí conversando con una amiga y le contaba que a veces era un poco grosero, pero los hombres son así, ¿verdad? Yo era su referencia.

En otra ocasión hablaba con una prima sobre cómo lo encontró con otra, pero él se disculpó y dijo que era sólo un desliz, que la amaba. Recordó que unos años antes, su madre había descubierto algunas aventuras mías, y que eso era, al fin y al cabo, cosa de hombres.

Él me caía bien. Era un muchacho simpático y trabajador. Reía mucho de los chistes sobre mujeres que le contaba, y hasta aportó algunos nuevos que ampliaron mi repertorio.

Se casaron. Con mi bendición. Una vez ella se quejó con la madre de que él era muy celoso y posesivo, que la agobiaba. Me metí en la conversación y dije que él era el hombre de la casa y que ella tenía que respetarlo, y que los celos eran señal de amor. Ella estuvo de acuerdo. Noté que algunas veces hablaba con ella de manera agresiva. Lo llamé para tener una charla. Me pidió disculpas y dio que procuraría controlarse "pero que la mujer habla demasiado y sabes cómo es eso, a veces hace que uno se ponga nervioso". Terminé concordando con él.

Hace poco ella llegó a casa con un hematoma en un ojo, el rostro hinchado y marcas en los brazos. Le pregunté sobre eso y contestó que se había caído por las escaleras, pero que estaba bien, que no hacía falta que me preocupara. Le pregunté si todo iba bien con su marido y me dijo que sí, que él la amaba.

Ayer recibí una llamada de la policía. Supe que mi hija estaba muerta. Su compañero la había tirado del balcón desde un décimo piso. O la había apuñalado, o baleado, o estrangulado, o golpeado hasta la muerte durante una pelea conyugal.

Los vecinos oyeron sus gritos pidiendo socorro, pero nadie intervino ni llamó a la policía. Al fin y al cabo, en pelea de marido y mujer no se mete cuchara.

Yo caí, o fui apuñalado, o baleado o estrangulado junto con mi hija. Ahora yazgo en este suelo frío, La caída, o el tiro, o el estrangulamiento, o los golpes, o la puñalada que destrozó mi alma, agudizó mis sentidos. Puedo ver, oír. Veo ahora con una claridad y lucidez que me lastiman: el machismo, que siempre naturalicé y reproduje, oprime, hiere, mata. Oigo el grito de los feminismos. Es un grito de dolor. Es un grito ancestral. Es un grito por igualdad de derechos y oportunidades. Es un grito por respeto. Es un grito por la vida. Es el grito de mi hija. Es el grito de tu hija.

Es tarde para mí. Es tarde para ella. Maté a mi hija. En cada acto machista maté a mi hija. Maté también otras hijas, hermanas, madres. Defender y reproducir el machismo es mancharse las manos con sangre. Tú puedes aún salvar a tu hija, hermana, madre y tantas otras mujeres. Actúa antes de que sea tarde.

Debes estar preguntándote si esta historia es verídica. Respondo: sí y no. Sí porque ocurre todos los días, en muchos lugares y a muchas familias. Criamos una serie de feminicidas, y algunos feminicidas en serie. Brasil está entre los países con mayor tasa de feminicidios: ocupa la quinta posición en un ranking de 83 naciones. Mueren 13 mujeres al día en casos de feminicidio, y casi el 80% de ellas a manos de sus parejas.

Y no, no es verídica porque no me ocurrió a mí.

Simplemente escribí esta crónica porque me sentí tocado por un grave problema social: el machismo, al que tenemos que exponer, revelar y combatir todos los días y en todas partes.

Tengo la dicha de estar rodeado de mujeres feministas. Esposa, hija, sobrina, nuera, primas y amigas

Crié una hija feminista. Desde pequeña le enseñé a aceptar un NO sólo si tenía una justificación coherente, proviniera de quien proviniera, incluido yo.

Cuando surgieron expectativas sobre hacerla estudiar ballet, la apoyé para que entrenara taekwondo como ella quería. Ahora es cinturón negro segundo dan. Fue campeona brasileña combatiendo con hombres (en aquella época no había otras mujeres) y campeona panamericana. Está casada con un tipo maravilloso. Y ahora esperamos a Mel, su hija y mi primera nieta, y sólo de pensarlo me lleno de amor y ternura.

Necesito luchar por un mundo mejor para ella. Por un mundo mejor para todas las mujeres. Quiero un mundo mejor para todas las personas.

Y para eso, nosotros, los hombres, tenemos que empeñarnos en una férrea lucha que comienza dentro de cada uno de nosotros, contra el machismo nuestro de cada día. Tenemos que desaprender lo que somos.

¡Sólo los feminismos salvan! Esa lucha es de todos nosotros. Le enseño eso a mi hijo, que es un tipo maravilloso.


domingo, 31 de agosto de 2014

El teléfono celular… De Alguna Manera...


El teléfono celular…


Me confesaba una señora hace  algunos días que,  mientras se dirigía hacia su casa en bus, una joven que iba en el asiento de al lado, colgada del móvil,  le contaba a su interlocutor durante todo el trayecto una historia tan apasionante, que la señora, cuando  llegó a su parada, decidió no bajar. Sólo lo hizo dos paradas más allá,  para poder enterarse de cómo terminaba la historia. El móvil, querámoslo o no, ha cambiado nuestras vidas, nuestro sentido de la intimidad, de la soledad y la instantaneidad. Quizás algunos lectores de cierta edad podrán recordar todavía cuando era necesario "poner una conferencia". "Tienen dos horas de demora", avisaba la telefonista, y a veces no se conseguía hablar porque las líneas estaban saturadas.

Nuestros abuelos e incluso algunos de nuestros padres vivieron sin el móvil, como subsistieron  sin Internet, sin reproductores de mp3, computadoras, pda y otros descubrimientos tecnológicos. Cabe preguntarse si eran o no más felices que nosotros, tan intercomunica-dos, pero a veces tan solitarios en medio de la tecnópolis.

Sería interesante saber hasta qué punto sociológica, psicológica  y cotidianamente han cambiado nuestras vidas con la invasión del móvil o "celular" (en España, con más de 50 millones de líneas, son más celulares que españoles, que son 45 millones), cabe preguntarse en qué hemos ganado y qué hemos perdido o podemos perder con este masivo advenimiento.

No hay duda que tal adminículo, que de mero teléfono se ha convertido en minicomputadora cargada de prestaciones  -agenda, oficina portátil, conexión a internet, reproductor de música e imágenes, cámara fotográfica y de video, máquina de juegos, plataforma publicitaria y sobre todo terminal de mensajería- ha disparado las cifras de un gran negocio y  desde luego ha facilitado nuestra vida, en la misma medida que ha creado nuevas necesidades.

Como todo invento, en sí mismo es bueno. Todo depende de cómo se use. La imprenta, el tren, el automóvil y el avión cambiaron nuestras formas de relacionarnos. Pero en el momento en que el coche, por ejemplo, se convirtió en Leviantán de nuestras carreteras, nos puede crear dependencias, gastos abusivos  y, sobre todo, de hecho se está tragando vidas humanas. La televisión es otro gran invento, pero puede convertirnos en estúpidos integrales, si la tenemos todo el día encendida y no sabemos seleccionar nuestra dieta de imágenes.

El celular nos acerca a la familia, amigos, compañeros, socios o clientes, y de qué manera. Nos facilita la comunicación e información. Nos da seguridad, y, como cuenta el profesor Domingo Gallego, puede prestar libertad e incluso liberación a poblaciones aisladas. Pero también está destruyendo el lenguaje de nuestros adolescentes, fomenta una comunicación trivial y un gasto absurdo ("Fulanita, ¿le has cambiado los pañales al niño?" Las tarifas españolas son unas de las más abusivas de todo el mundo) y es uno de los instrumentos que contribuyen más al "ruido ambiental" (falta de silencio, de estar con uno mismo), a no parar, síndrome de nuestro tiempo. Rara es la  clase, la conferencia, la proyección  de una película, hasta el oficio religioso donde no suene un móvil. ¿Y qué me dicen de la proliferación de contestadores, esas diabólicas máquinas con que las empresas se liberan de nuestras preguntas y reclamaciones?

Quizás, como en tantas cosas, nos convendría hacer un alto en el camino y dejar sonar, sin respuesta, nuestro teléfono,  para reflexionar en qué nos hace crecer y en qué retroceder en nuestra alegría y paz interior.

Mario Benedetti, cuenta qué  se trajo consigo Mambrú cuando regresó de la guerra: "Señores no sé de qué me están hablando. Traje una brisa con arpegios, una paciencia que es un río, una memoria de cristal. Un ruiseñor, dos ruiseñoras, traje una flecha de arco iris y un túnel pródigo de ecos. Tres rayos tímidos y una sonata para grillo y piano. Un lorito tartamudo y una canilla que no tose. Traje un teléfono de ensueño y un aparejo para náufragos. Traje éste traje y otro más. Y un faro que baja los párpados, traje un limón contra la muerte y muchas ganas de vivir. Fue entonces que nació la calma y hubo un silencio transparente…, y Mambrú viejo y joven y único sintió por fin que estaba en casa".

© Escrito por Pedro M. Lamet el Domingo 31/08/2014 y publicado por la Revista Umbrales de la Ciudad de Montevideo, República Oriental del Uruguay.


domingo, 24 de agosto de 2014

Entrevista a José Mujica, presidente de Uruguay… De Alguna Manera...


Entrevista a José Mujica, presidente de Uruguay…

“No aceptaría el Nobel de la Paz en este mundo”. Foto: Fernando Pena

Fiel a sí mismo, José Mujica ha cambiado las comodidades del palacio presidencial por una chacra a las afueras de Montevideo. El Mundo ha viajado hasta esta pequeña finca para entrevistar al presidente de Uruguay, el hombre que ha logrado que su país pueda presumir de ser el menos corrupto de la región.

Apenas quedan unos meses para que termine su legislatura. ¿Qué balance hace?
Esto no es una mercancía, por eso no hago balance. Hicimos algunas cosas y otras quedaron en el tintero, pero en síntesis logramos una baja sustantiva de la pobreza: en estos nueve años bajó del 38% al 11%. Nuestro PIB ha aumentado y ha habido una mejora en la redistribución de la riqueza.

Esos han sido algunos de los logros, pero ¿qué se ha quedado en el tintero?
La educación tenía bastante retraso. Teníamos a profesores y maestros muertos de hambre. Tal vez lo que aumentamos no haya sido suficiente: hay que reconocer que una educación mejor es cara necesariamente porque no se puede hacer educación de primera con profesores de tercera porque no tienen tiempo, porque tienen varios trabajos y mal pagados. Pretender tener una mejor educación sin desarrollo económico es imposible. Estamos en una sociedad de mercado, sometida a los vaivenes del consumo y en un Estado de derecho. Decisiones que pueden tomarse en otros sitios, en Uruguay sería imposible. Los cubanos pudieron priorizar la medicina y la formación médica y el resultado es maravilloso. Ahora, si nosotros nos planteamos aquí una escuela de Medicina como la de Cuba, los propios estudiantes nos matan porque nos dirían: 'Esto es un cuartel, hay que levantarse a una hora...'. El milagro que lograron los cubanos en medicina supone una eficiencia que en un país como éste no podríamos aplicar.

¿Y qué se podría aplicar en Uruguay para que funcionara?
Hay que pagar y bien. Y tal vez los recursos que tenemos hay que multiplicarlos. ¡Ojo!, no digo que esto sólo se arregle con dinero, lo que digo es que no se arregla sin él, que es diferente.

Uruguay es el primer país del mundo en el que el comercio, distribución y comercialización de la marihuana está en manos del Gobierno. ¿Con qué resultado estaría satisfecho?
Con que se empiece una experiencia de forma honrada donde el Estado trate de sacar a la luz un mercado que existe y donde se atienda a los consumidores sin que se les considere unos delincuentes, pero reconociendo que están en una situación que si se acentúa puede llegar a ser una enfermedad. Tenemos que evitar que un adicto tolerable se transforme en uno crónico peligroso. Todo esto tiene que ver con que la vía represiva ha fracasado reiteradamente. Un cierto consumo puede ser tolerable sin ser recomendable, ocurre con el alcohol y el tabaco, pero cuando se hace penoso es una enfermedad y hay que tratarla. Con ese mismo criterio vemos nosotros la cuestión de la marihuana.

¿Cree que otros países seguirán su ejemplo?
No tengo ninguna duda. Ya lo están haciendo en algunos lugares, pero con una actitud más liberal. En Estados Unidos -Washington y Colorado- se puede comprar, se usa como medicina, pero es una forma hipócrita de eludir la realidad. Nosotros no queremos eso, queremos ir más allá.

Su nombre suena para el Nobel de la Paz. ¿Se ve ganando este premio?
No, en absoluto. Yo no puedo ni debo aceptar premios a la paz en las condiciones de este mundo. Se criticó mucho la Guerra Fría y, obviamente, no fueron años dulces; pero fueron mucho más ordenados que el desastre que tenemos hoy en día. Por lo menos antes había teléfonos y los tipos se hablaban, había reglas del juego. Lo de hoy es una locura. Que no me vengan a decir ¡ay la Guerra Fría! porque esto es la guerra caliente. Conflictos en Ucrania, en Libia, en Irak, ni hablemos de Siria, Palestina o África...En esas condiciones el Nobel de la Paz no lo veo.

Habla de conflictos internacionales, ¿teme que pudiera surgir un clima parecido al de la Guerra Fría con lo que está ocurriendo entre Rusia y Ucrania?
Ni Europa es la misma ni Rusia es la misma. Es mucho más complejo. Pero quienes manejan Europa no deberían manejar tanta tontería y deberían entender los mensajes elementales de la geopolítica. El primero dice: nunca pidas o exijas lo que no te pueden dar y es una provocación a la vieja Rusia en su puerta. Ucrania es un territorio que debería ser puente y lo han querido transformar en una parte definida de Europa. Esto desató al oso de la estepa, que no puede permitirlo. No es que Rusia tenga derecho a apropiarse de Ucrania, es que Ucrania debe ser objetivamente mucho más neutral entre Rusia y Europa para que sea una tierra habitable. De lo contrario, entra en contradicciones muy dolorosas dada la conformación de su población, su historia y su pasado.

Recientemente ha calificado de genocidio las acciones de Israel sobre la Franja de Gaza. ¿Cree que este conflicto terminará algún día?
Por sí solo no puede terminar, hay una responsabilidad de la comunidad internacional. Si hay una frontera que precisa cascos azules, ésa es la de Gaza; pero Israel no quiere porque lo percibe como un atentado a su soberanía. En lugar de hacer muros, sería más inteligente permitir cascos azules y terminar con el infierno de la guerra y entrar a negociar las condiciones de paz y reconocimiento mutuo. Lo que dice Hamas sobre que Israel tiene que desaparecer del mapa es un disparate, ésa es la lógica del odio. Pero claro, esa espiral militar de unos tirando cohetes a ciegas y los otros bombas, ya sea sobre una escuela o un hospital, no crea más que odio de guerra. Eso es lo más estúpido para encontrar soluciones de carácter político. Estados Unidos podía ahí ser un poco más imperialista. Meter a los rubios entre medias y mandar parar a los dos bandos, pero no le da por ese imperialismo, ése sería un imperialismo bueno.

¿Y cómo ve la evolución de Venezuela?
Es un proceso que debe decantarse por sí mismo y hago votos para que se luche dentro de un sistema de libertades políticas que aseguren los procesos electorales. Creo que hay que ayudar a que las contradicciones se racionalicen y no meter tanto caldo desde afuera, tanto mensaje intervencionista. La provocación en un país como Venezuela no lleva a ningún lado, más bien puede llevar a la intolerancia del propio régimen.

¿Cuál es el principal problema de este país?
Venezuela es un país riquísimo y esa es su mayor condena. El petróleo es como una maldición, tiene una brecha agrícola enorme de importación de alimentos, el coste interno de la energía es increíble, pero pese a todo eso, tiene posibilidades gracias a su gente. Por eso, necesita reencontrarse como sociedad. Pero no hay derecho a meterse en las cosas de Venezuela. Siempre me preguntan: ¿qué piensa de Venezuela y de Cuba?, pero ¿por qué no me preguntan sobre China? No lo hacen porque es una potencia económica muy importante. Hay una tolerancia bárbara con China, pero no con Venezuela y Cuba. ¿Por qué no me pregunta sobre esos señores de Arabia que van con toga y brillantes? Que Dios me libre si a eso se le puede llamar democracia...

El año pasado viajó a España y allí se reunió con empresarios y políticos. ¿Cómo ha cambiado la relación política y comercial entre ambos países en este tiempo?
Se está avanzando. Hay empresas españolas que están participando en montar molinos de viento. Pero no es algo quijotesco. Hemos instalado muchos gracias a inversiones españolas. Estamos trabajando, además, en construcciones navales con empresas gallegas. Esperamos que este acuerdo se pueda seguir desarrollando, ya que se pueden hacer construcciones de tipo naval para las necesidades de Brasil. Es una oportunidad para las empresas del sector utilizar a Uruguay como plataforma para entrar en el mercado brasileño.

En ese viaje también pidió a España que tenga un papel decisivo para lograr un acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea que incluya el libre comercio. ¿Se ha avanzado?
Mercosur tiene su propuesta lista, pero Europa no. Para nosotros es muy importante porque cada día es más fuerte la presencia de China, que es nuestro principal comprador en la región. Necesitaríamos preservar mercado en Europa como elemento que trate de compensar esa presencia china cada vez más fuerte. No pretendemos sustituir a China, pretendemos compensar y no depender de una sola puerta porque sería nefasto. Nuestro objetivo fundamental debe ser erradicar la pobreza, transformar a los pobres de América Latina en nuestro principal mercado, pero no lo podemos hacer a puerta cerrada, tenemos que tener otra puerta abierta y activa hacia afuera.

¿Qué opina de la actual situación económica que atraviesa Argentina? ¿Cómo es su relación con el país vecino?
Respaldamos a Argentina, y si tuviéramos que ayudarla en el marco de otros países de América Latina lo haríamos. Es un país grande, rico, orgulloso, tiene pasado de potencia. Hay que pensar que los vecinos no se mudan y hay que aprender a vivir con esas contradicciones.

Hasta Uruguay están llegando jóvenes españoles que huyen de la crisis y uruguayos que hace años emigraron. ¿Qué opina al respecto?
Es bueno recuperar a nuestra gente. Yo quisiera una ola migratoria y que llegaran 50.000 personas por año para que los uruguayos se quejaran y dijeran que vienen a quitarles el trabajo porque ése fue el Uruguay que más se desarrolló. No es buena la actitud conservadora de temor. El problema más grave de nuestro país es que tiene poca población. Me parece bárbaro que la gente joven quiera venir a trabajar aquí, pero no es lo que la mayoría de los uruguayos piensan. Creen que les van a quitar el trabajo, cuando en realidad les van a dar más trabajo. También en España se piensa así y dicen: ¡Que vienen los sudacas'. Es el miedo, pero ¿sabes lo que precisamente hizo a EEUU una gran potencia? Esos barcos llenos de gente que iban a hacer las Américas, eso fue lo que les convirtió en lo que son ahora.

Las elecciones europeas en España desencadenaron una serie de cambios. La indignación parece haber pasado de la calle a las urnas y han surgido nuevos partidos como Podemos. ¿Qué lectura hace de este proceso?
Para construir hay que tener herramientas políticas porque las crisis se enfrentan políticamente. Las manifestaciones están bien siempre y cuando sirvan para potenciar una construcción de herramientas políticas. De lo contrario, sólo sirven para destruir y paralizar. Necesitamos obrar sobre la realidad con voluntades colectivas. Encontrar una salida política a la frustración y a la impotencia es una manera de transformar una fuerza positiva y creadora porque va a tener un programa, unos objetivos definidos, un horizonte de lucha, y eso se retroalimenta, ayuda a educar a la gente, a racionalizar las cosas.

¿Qué hará cuando ya no sea presidente? ¿Va a echar de menos la política?
Yo voy a ser siempre militante social y político hasta que me lleven al cajón y los huesos no me respondan. No lo hago como una carga, lo hago por necesidad. Milito desde que tenía 14 años y no concibo la vida de otra manera. Claro que voy a militar de manera diferente, al principio iré al Senado, daré consejos como hacen los viejos a los que ya no les hacen caso. Pero, sobre todo, voy a hacer docencia en mi barrio en el oficio de la tierra.

© Escrito por María García Arenales el Sábado 23/08/2014 y publicado por el Diario El Mundo de la Ciudad de Madrid, España.





sábado, 13 de abril de 2013

Somos amigos, ¡por favor!... De Alguna Manera...


Somos amigos, ¡por favor!...


Fue para reírse. De hecho, me reí a carcajadas. Y también fue para preocuparse; alguna vez en la historia una cosa así pudo producir una guerra. Todos pensamos a veces algo de otros, o lo decimos, en términos como los que usó el presidente Mujica. Del mismo modo, sabemos lo que muchos piensan del presidente Mujica; más allá de que tiende a caer simpático, muy simpático, y es una persona querida sin duda, hemos oído expresiones comparables para referirse a él. Yo las he oído hasta en boca de algunos de sus compatriotas. Pero esas cosas no las dicen en público y delante de un micrófono, claro. No se dicen ciertas cosas en ciertas situaciones, y sobre todo cuando se llega a ciertas posiciones.

Pero el presidente Mujica lo dijo. No ahorró detalles ni referencias, como para que fuese imposible retractarse ni alegar equívocos. ¿Estaría enojado? Podrá tener sus razones, pero…

¿Qué cabe hacer a partir de esta situación? Se tiene la impresión de que las reglas de la diplomacia ya están desajustadas de la vida real. El mundo real, los factores reales de poder, han perdido recursos para mantener a los protocolos en su lugar y mandar debajo de la alfombra lo que conviene ocultar a la mirada de todos. Es posible que en todos los tiempos gobernantes y personas de alta posición pública hayan dicho barbaridades similares, pero las más de las veces no trascendieron. Ya no hay manera; cada vez más, todo trasciende, todo se sabe, aquí, como en la Corte de Inglaterra –las gaffes al estilo Mujica del príncipe Felipe referidas a China son memorables–, o en las grabaciones de los devaneos de Clinton en el Salón Oval, o en algunas notables expresiones de Berlusconi...

Si un presidente puede decir algo así en una situación pública –más allá del accidente de un micrófono que debería estar en off y está conectado– es que queda poco lugar para la diplomacia y el protocolo. La realidad ya es otra.

En esta realidad de hoy, el poder se parece cada vez más a la vida de la calle y se maneja cada vez más con las mismas prácticas de la gente de la calle. Y en la vida cotidiana, ¿hasta dónde confía uno en sus amigos? Sabemos que algunos amigos hablan mal de nosotros –a veces en serio, o enojados, a veces en broma, burlonamente o no tanto– cuando no los escuchamos; y a veces lo hacen para que alguien nos cuente lo que dicen. Y no pocas veces los más capaces de hacer eso resultan más confiables que los más “diplomáticos”. Las expresiones burlonas y los enojos hasta pueden ser una manera de querer. Enojarse demasiado por esas cosas puede ser un error.

Imagino que nuestra presidenta está enojada, al margen de la inevitable protesta protocolar. No la imagino tomándose esto con suficiente sentido del humor como para restarle entidad. Como sí imagino que podría haberlo hecho Néstor Kirchner. No lo sé. Ojalá que no pase a mayores. Pienso que sería un error enojarse demasiado con el presidente Mujica.

Ahora, más allá de eso, lo de los presidentes uruguayos despachándose con brulotes insólitos contra los argentinos se está pareciendo a una compulsión. ¿Qué les pasa, muchachos? Sabemos que nos quieren bastante, nosotros los queremos; sabemos que entre amigos se gastan bromas, inclusive bromas pesadas, y expresiones burlonas y duras… pero todo tiene límites. Sí, los argentinos somos más corruptos que los uruguayos –más “anómicos” decimos los sociólogos–; el presidente Batlle exageró pero pocos creen que no tenía bastante razón; pero no es esperable que esas cosas las diga alguien cuando ocupa la presidencia de un país.

Todo el mundo fuera de la Argentina piensa que los argentinos somos arrogantes, pero también que somos simpáticos y amigables; los presidentes suelen hablar de estos atributos buenos, o se quedan callados, pero no hablan de nuestra arrogancia; la gente, cotidianamente, habla de todo. Los uruguayos parecen más modestos, y también son simpáticos y amigables, da gusto estar con ellos. Los argentinos nos sentimos cómodos en el Uruguay y los uruguayos se sienten cómodos en la Argentina. El río nos une en lugar de separarnos. Y nos necesitamos mutuamente, ¡vaya si nos necesitamos!

Entonces, si somos amigos, portémonos como amigos, por favor.

© Escrito por Manuel Mora Y Araujo, Sociólogo, el domingo 07/04/2013 y publicado por del Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Fotos: