Entrevista
a José Mujica, presidente de Uruguay…
“No aceptaría el Nobel de la Paz en este mundo”. Foto: Fernando Pena
Fiel a
sí mismo, José Mujica ha cambiado las comodidades del palacio presidencial por
una chacra a las afueras de Montevideo. El Mundo ha viajado hasta esta pequeña
finca para entrevistar al presidente de Uruguay, el hombre que ha logrado que
su país pueda presumir de ser el menos corrupto de la región.
Apenas quedan
unos meses para que termine su legislatura. ¿Qué balance hace?
Esto no es una mercancía, por eso no hago balance. Hicimos algunas cosas y
otras quedaron en el tintero, pero en síntesis logramos una baja sustantiva de
la pobreza: en estos nueve años bajó del 38% al 11%. Nuestro PIB ha aumentado y
ha habido una mejora en la redistribución de la riqueza.
Esos han sido algunos de los logros, pero ¿qué se ha quedado en el tintero?
La educación tenía bastante retraso. Teníamos a profesores y maestros
muertos de hambre. Tal vez lo que aumentamos no haya sido suficiente: hay que
reconocer que una educación mejor es cara necesariamente porque no se puede
hacer educación de primera con profesores de tercera porque no tienen tiempo,
porque tienen varios trabajos y mal pagados. Pretender tener una mejor
educación sin desarrollo económico es imposible. Estamos en una sociedad de
mercado, sometida a los vaivenes del consumo y en un Estado de derecho.
Decisiones que pueden tomarse en otros sitios, en Uruguay sería imposible. Los
cubanos pudieron priorizar la medicina y la formación médica y el resultado es
maravilloso. Ahora, si nosotros nos planteamos aquí una escuela de Medicina
como la de Cuba, los propios estudiantes nos matan porque nos dirían: 'Esto es
un cuartel, hay que levantarse a una hora...'. El milagro que lograron los
cubanos en medicina supone una eficiencia que en un país como éste no podríamos
aplicar.
¿Y qué se
podría aplicar en Uruguay para que funcionara?
Hay que pagar y bien. Y tal vez los recursos que tenemos hay que
multiplicarlos. ¡Ojo!, no digo que esto sólo se arregle con dinero, lo que digo
es que no se arregla sin él, que es diferente.
Uruguay es el
primer país del mundo en el que el comercio, distribución y comercialización de
la marihuana está en manos del Gobierno. ¿Con qué resultado estaría satisfecho?
Con que se empiece una experiencia de forma honrada donde el Estado trate
de sacar a la luz un mercado que existe y donde se atienda a los consumidores
sin que se les considere unos delincuentes, pero reconociendo que están en una
situación que si se acentúa puede llegar a ser una enfermedad. Tenemos que
evitar que un adicto tolerable se transforme en uno crónico peligroso. Todo
esto tiene que ver con que la vía represiva ha fracasado reiteradamente. Un
cierto consumo puede ser tolerable sin ser recomendable, ocurre con el alcohol
y el tabaco, pero cuando se hace penoso es una enfermedad y hay que tratarla.
Con ese mismo criterio vemos nosotros la cuestión de la marihuana.
¿Cree que otros
países seguirán su ejemplo?
No tengo ninguna duda. Ya lo están haciendo en algunos lugares, pero con
una actitud más liberal. En Estados Unidos -Washington y Colorado- se puede
comprar, se usa como medicina, pero es una forma hipócrita de eludir la
realidad. Nosotros no queremos eso, queremos ir más allá.
Su nombre suena
para el Nobel de la Paz. ¿Se ve ganando este premio?
No, en absoluto. Yo no puedo ni debo aceptar premios a la paz en las
condiciones de este mundo. Se criticó mucho la Guerra Fría y, obviamente, no
fueron años dulces; pero fueron mucho más ordenados que el desastre que tenemos
hoy en día. Por lo menos antes había teléfonos y los tipos se hablaban, había
reglas del juego. Lo de hoy es una locura. Que no me vengan a decir ¡ay la
Guerra Fría! porque esto es la guerra caliente. Conflictos en Ucrania, en
Libia, en Irak, ni hablemos de Siria, Palestina o África...En esas condiciones
el Nobel de la Paz no lo veo.
Habla de
conflictos internacionales, ¿teme que pudiera surgir un clima parecido al de la
Guerra Fría con lo que está ocurriendo entre Rusia y Ucrania?
Ni Europa es la misma ni Rusia es la misma. Es mucho más complejo. Pero
quienes manejan Europa no deberían manejar tanta tontería y deberían entender
los mensajes elementales de la geopolítica. El primero dice: nunca pidas o
exijas lo que no te pueden dar y es una provocación a la vieja Rusia en su
puerta. Ucrania es un territorio que debería ser puente y lo han querido
transformar en una parte definida de Europa. Esto desató al oso de la estepa,
que no puede permitirlo. No es que Rusia tenga derecho a apropiarse de Ucrania,
es que Ucrania debe ser objetivamente mucho más neutral entre Rusia y Europa
para que sea una tierra habitable. De lo contrario, entra en contradicciones
muy dolorosas dada la conformación de su población, su historia y su pasado.
Recientemente
ha calificado de genocidio las acciones de Israel sobre la Franja de Gaza.
¿Cree que este conflicto terminará algún día?
Por sí solo no puede terminar, hay una responsabilidad de la comunidad
internacional. Si hay una frontera que precisa cascos azules, ésa es la de
Gaza; pero Israel no quiere porque lo percibe como un atentado a su soberanía.
En lugar de hacer muros, sería más inteligente permitir cascos azules y
terminar con el infierno de la guerra y entrar a negociar las condiciones de
paz y reconocimiento mutuo. Lo que dice Hamas sobre que Israel tiene que
desaparecer del mapa es un disparate, ésa es la lógica del odio. Pero claro,
esa espiral militar de unos tirando cohetes a ciegas y los otros bombas, ya sea
sobre una escuela o un hospital, no crea más que odio de guerra. Eso es lo más
estúpido para encontrar soluciones de carácter político. Estados Unidos podía
ahí ser un poco más imperialista. Meter a los rubios entre medias y mandar
parar a los dos bandos, pero no le da por ese imperialismo, ése sería un
imperialismo bueno.
¿Y cómo ve la
evolución de Venezuela?
Es un proceso que debe decantarse por sí mismo y hago votos para que se
luche dentro de un sistema de libertades políticas que aseguren los procesos
electorales. Creo que hay que ayudar a que las contradicciones se racionalicen
y no meter tanto caldo desde afuera, tanto mensaje intervencionista. La
provocación en un país como Venezuela no lleva a ningún lado, más bien puede
llevar a la intolerancia del propio régimen.
¿Cuál es el
principal problema de este país?
Venezuela es un país riquísimo y esa es su mayor condena. El petróleo es
como una maldición, tiene una brecha agrícola enorme de importación de
alimentos, el coste interno de la energía es increíble, pero pese a todo eso,
tiene posibilidades gracias a su gente. Por eso, necesita reencontrarse como
sociedad. Pero no hay derecho a meterse en las cosas de Venezuela. Siempre me
preguntan: ¿qué piensa de Venezuela y de Cuba?, pero ¿por qué no me preguntan
sobre China? No lo hacen porque es una potencia económica muy importante. Hay
una tolerancia bárbara con China, pero no con Venezuela y Cuba. ¿Por qué no me
pregunta sobre esos señores de Arabia que van con toga y brillantes? Que Dios
me libre si a eso se le puede llamar democracia...
El año pasado viajó a España y allí se reunió con empresarios y políticos.
¿Cómo ha cambiado la relación política y comercial entre ambos países en este
tiempo?
Se está avanzando. Hay empresas españolas que están participando en montar
molinos de viento. Pero no es algo quijotesco. Hemos instalado muchos gracias a
inversiones españolas. Estamos trabajando, además, en construcciones navales
con empresas gallegas. Esperamos que este acuerdo se pueda seguir
desarrollando, ya que se pueden hacer construcciones de tipo naval para las
necesidades de Brasil. Es una oportunidad para las empresas del sector utilizar
a Uruguay como plataforma para entrar en el mercado brasileño.
En ese viaje
también pidió a España que tenga un papel decisivo para lograr un acuerdo entre
el Mercosur y la Unión Europea que incluya el libre comercio. ¿Se ha avanzado?
Mercosur tiene su propuesta lista, pero Europa no. Para nosotros es muy
importante porque cada día es más fuerte la presencia de China, que es nuestro
principal comprador en la región. Necesitaríamos preservar mercado en Europa
como elemento que trate de compensar esa presencia china cada vez más fuerte.
No pretendemos sustituir a China, pretendemos compensar y no depender de una
sola puerta porque sería nefasto. Nuestro objetivo fundamental debe ser erradicar
la pobreza, transformar a los pobres de América Latina en nuestro principal
mercado, pero no lo podemos hacer a puerta cerrada, tenemos que tener otra
puerta abierta y activa hacia afuera.
¿Qué opina de la actual situación económica que atraviesa Argentina? ¿Cómo
es su relación con el país vecino?
Respaldamos a Argentina, y si tuviéramos que ayudarla en el marco de otros
países de América Latina lo haríamos. Es un país grande, rico, orgulloso, tiene
pasado de potencia. Hay que pensar que los vecinos no se mudan y hay que
aprender a vivir con esas contradicciones.
Hasta Uruguay
están llegando jóvenes españoles que huyen de la crisis y uruguayos que hace
años emigraron. ¿Qué opina al respecto?
Es bueno recuperar a nuestra gente. Yo quisiera una ola migratoria y que
llegaran 50.000 personas por año para que los uruguayos se quejaran y dijeran
que vienen a quitarles el trabajo porque ése fue el Uruguay que más se
desarrolló. No es buena la actitud conservadora de temor. El problema más grave
de nuestro país es que tiene poca población. Me parece bárbaro que la gente
joven quiera venir a trabajar aquí, pero no es lo que la mayoría de los
uruguayos piensan. Creen que les van a quitar el trabajo, cuando en realidad
les van a dar más trabajo. También en España se piensa así y dicen: ¡Que vienen
los sudacas'. Es el miedo, pero ¿sabes lo que precisamente hizo a EEUU una gran
potencia? Esos barcos llenos de gente que iban a hacer las Américas, eso fue lo
que les convirtió en lo que son ahora.
Las elecciones
europeas en España desencadenaron una serie de cambios. La indignación parece
haber pasado de la calle a las urnas y han surgido nuevos partidos como
Podemos. ¿Qué lectura hace de este proceso?
Para construir hay que tener herramientas políticas porque las crisis se
enfrentan políticamente. Las manifestaciones están bien siempre y cuando sirvan
para potenciar una construcción de herramientas políticas. De lo contrario,
sólo sirven para destruir y paralizar. Necesitamos obrar sobre la realidad con
voluntades colectivas. Encontrar una salida política a la frustración y a la
impotencia es una manera de transformar una fuerza positiva y creadora porque
va a tener un programa, unos objetivos definidos, un horizonte de lucha, y eso
se retroalimenta, ayuda a educar a la gente, a racionalizar las cosas.
¿Qué hará
cuando ya no sea presidente? ¿Va a echar de menos la política?
Yo voy a ser siempre militante social y político hasta que me lleven al
cajón y los huesos no me respondan. No lo hago como una carga, lo hago por
necesidad. Milito desde que tenía 14 años y no concibo la vida de otra manera.
Claro que voy a militar de manera diferente, al principio iré al Senado, daré
consejos como hacen los viejos a los que ya no les hacen caso. Pero, sobre
todo, voy a hacer docencia en mi barrio en el oficio de la tierra.
© Escrito por María García Arenales el Sábado
23/08/2014 y publicado por el Diario El Mundo de la Ciudad de Madrid, España.
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