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domingo, 29 de septiembre de 2013

La dibujante... De Alguna Manera...

La dibujante...

 


El Presupuesto, la seguridad, los medios y la paranoia: vale todo. Hay cosas sobre las que hay que ponerse de acuerdo”, señaló Cristina Fernández de Kirchner en su “Aló Presidenta” del jueves en Misiones, al criticar a los diputados que no votaron afirmativamente el proyecto de Ley de Presupuesto 2014. Curiosa aspiración de imposible concreción para un gobierno que considera que la búsqueda de acuerdos con la oposición es la representación de una apostasía. Es que, por otra parte, y tal como ha ocurrido en años anteriores, el Presupuesto 2014 es un dibujo de tales dimensiones que la posibilidad de llegar a lograr la unanimidad requerida por la jefa de Estado tenía el valor de un esfuerzo vano.


Como tantas de las cosas que suceden con el kirchnerismo, hay afirmaciones hechas desde el oficialismo que son exactamente al revés de lo que exhiben las mismísimas planillas oficiales. Así, por ejemplo, donde se habla de superávit, lo que habrá es déficit; y donde se habla de desendeudamiento, lo que sucederá, en verdad, es un creciente endeudamiento.

Veamos, si no, unas pocas cifras: para 2013, el Presupuesto proyectaba un superávit de $ 1.085 millones. Ahora, en cambio, los números del Gobierno muestran que lo que hay es un déficit de $ 46 mil millones. A pesar de ello, la mayoría de los analistas económicos independientes reconoce que, a fin de año, esa cifra –la del déficit– trepará a los $ 60 mil millones. Por otra parte, en el Presupuesto de 2014, se estipula un superávit de $ 3.500 millones. Lo que nadie explica es cómo se hará para pasar de un déficit de 60 mil millones a un superávit de 3.500 millones. Esa es la “magia” del kirchnerismo.

El año que viene la Argentina tiene que hacer pagos de su deuda externa que ahondarán el rojo de las cuentas públicas. A ello hay que agregarle el monumental desembolso que habrá que hacer para seguir abasteciendo el requerimiento energético del país. Según los cálculos actuales, esa cifra oscilará entre los 15 mil y los 16 mil millones de dólares. Todos estos números representan no sólo desafíos para el actual gobierno, sino también para el que lo sobrevenga a partir de 2015. Estos datos, sobre el que quienquiera que aspire a suceder a Cristina Fernández de Kirchner deberá reflexionar muy bien, exigirán un arduo estudio para idear soluciones que la realidad le exigirá con premura.

El Gobierno ha puesto a trabajar a la maquinita de hacer billetes a toda velocidad. El clima interno que se respira allí es horrible. La semana estuvo tomada por los fuertes rumores sobre la posible renuncia de Guillermo Moreno. A ciencia cierta, nadie sabe con precisión qué es lo que va a pasar con él. El secretario de Comercio Interior es un campeón del fracaso. Nada de lo que ideó y puso en práctica funcionó. Sin embargo, la Presidenta, que lo defiende a capa y espada, le sigue otorgando un rol preponderante y un sitial privilegiado dentro del desbande que constituye el inarticulado rejunte de funcionarios que ocupan los diferentes cargos del área económica. Lo peor para Moreno es que ahora ya ni el florido repertorio de sus aprietes –bravuconadas, insultos, groserías y ofensas– surge ya efecto.

Todo es poco en esta carrera contra reloj orientada a tratar de revertir el resultado adverso de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). En la provincia de Buenos Aires, a cuyo gobernador acusaban de ser un pésimo administrador que no se hacía cargo de nada y al que le retaceaban fondos para pagar el aguinaldo de los docentes, ahora el dinero fluye en abundancia. La incógnita por develar es si esto continuará después del 27 de octubre. A Daniel Scioli, el kirchnerismo de paladar negro lo quiere cada vez menos.

Acorde con lo que es norma en el oficialismo, el manejo de la así llamada “nueva política” de seguridad en territorio bonaerense exhibe los mismos defectos de discrecionalidad, arbitrariedad y favoritismo político de los que el Gobierno hace gala todo el tiempo. Así, pues, el grueso de los efectivos de Gendarmería está siendo desplegado en los municipios kirchneristas. A los que no lo son les llegan menos –en algunos casos, con el desconocimiento absoluto del intendente del lugar– o, directamente, no les envían a nadie.

Envuelta en su tirria contra los medios, la Presidenta ha echado mano en estas últimas semanas a una nueva teoría conspirativa, según la cual los medios argentinos –sobre todo la televisión– no dan cuenta de las noticias internacionales con el objetivo de que los argentinos no se enteren de cuán mal le va al mundo y de cuánto mejor, en comparación, le va al país.

Al decir esto, Fernández de Kirchner demuestra un desconocimiento profundo de la realidad. Para mencionar tres ejemplos que la contradicen, ahí están Pedro Brieger, Telma Luzzani y Raúl Dellatorre, que conducen un muy buen programa sobre temas internacionales en Canal 7; Pepe Gil Vidal que, con igual calidad, hace lo mismo en TN, al margen de sus columnas en Telenoche; y Andrés Repetto con su labor en Telefe.

Al decir cosas como éstas, la Presidenta demuestra una vez más cuán profundamente la ha afectado el Síndrome de Hubris, un mal del poder.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 29/09/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


 

martes, 23 de abril de 2013

Ninguneadores... De Alguna Manera...


Ninguneadores...

COMPROMETEDORAS VALIJAS. Dibujo: Pablo Temes.

Reclamos de unidad opositora. Las denuncias de corrupción oficial son ahora más verosímiles para la ciudadanía. Los hitos de una protesta popular cuyo crescendo eriza la piel del kirchnerismo: 13S, 8D, 18A. Es un clamor que abarca igualmente a los opositores para quienes también hay reproches. “Únanse” es la demanda que se escuchó en las calles y plazas de la República en las que transcurrieron las manifestaciones.

Es un reclamo viejo que va en aumento en forma directamente proporcional a la protesta contra el Gobierno; frente al cual, hasta aquí, los opositores han hecho tan poco, como si no hubiesen hecho nada. Construir una oposición sólida no es fácil ni sencillo, y se torna quimérico cuando entra a jugar la hoguera de vanidades en la que sumergen sus egos muchos de sus dirigentes.

El último ejemplo de esa lamentable puja se dio en 2009 luego de la elección legislativa que Néstor Kirchner perdió en la provincia de Buenos Aires. No habían pasado 24 horas de terminado el comicio cuando las disputas por espacio de poder entre Felipe Solá, Francisco De Narváez y Mauricio Macri transformaron a la entonces denominada Unión-Pro en una resonante desunión. Igual curso siguió el Acuerdo Cívico y Social que, pocos días después de la elección, quedó transformado en un decepcionante desacuerdo. El desafío para los opositores pasa entonces por demostrar si son capaces de constituir una verdadera coalición y no un rejuntado.

La manifestación dejó al Gobierno pasmado. No esperaba tanta gente ni un reclamo tan fuertemente concentrado en tres aspectos esenciales que sacuden la actualidad política: no a la reforma judicial, no a la re-reelección y no a la corrupción. Hay una realidad evidente: estos temas, que durante meses ciñeron las disputas a los ámbitos de las estructuras políticas, ahora bajaron a la calle.

La gente ha comenzado a padecer las consecuencias de esos males. “La corrupción mata” ha dejado de ser una frase hecha y se ha transformado en una dolorosa realidad: la tragedia de Once es un ejemplo; la inundación en La Plata. A ello hay que agregarle el impacto de las denuncias contra Lázaro Báez en el programa de Jorge Lanata. No darán abasto los tribunales cuando haya fiscales y jueces con real intención de investigar la corrupción en estos años de gestión kirchnerista. Los sobreprecios de la obra pública están en boca de todos. El día que deje de ser ministro, es muy probable que a Julio De Vido le lluevan citaciones judiciales. A muchos de sus subordinados, también.

Báez no hubiera sido lo que es sin Néstor Kirchner. Y los Kirchner no habrían amasado la escandalosa fortuna que hoy poseen si no hubiesen accedido al poder. Muchos que ahora se animan a hablar recuerdan cómo, para las campañas y otros “menesteres”, el ex presidente pedía que los “aportes” se hicieran en euros.

La “conferencia de prensa sin preguntas” de Báez el viernes en Río Gallegos comenzó con una apelación que las crónicas no recogieron y que heló la sangre de varias de las pocas personas allí presentes. “Con muchos de ustedes nos conocemos, el manejo de la información”, dijo el hombre que de cajero del Banco de Santa Cruz pasó, en pocos años, a ser un potentado y a quien la Presidenta le reprochó en estos días que para sus maniobras haya elegido a personas tan desprolijas como Fariña, Elaskar y compañía.

“Báez está en la lona”, es la expresión que atraviesa la inmensidad de Santa Cruz. Otra –una más de las tantas– que se ha reavivado por estas horas en esa provincia es la historia del “camino hacia la nada”. Son doce kilómetros de un camino prolijamente diseñado y asfaltado que, saliendo de Puerto Deseado, termina en medio de la estepa patagónica. Iba a ser parte de un polo industrial que hace años quedó en el olvido. El sobreprecio pagado por ese “camino” indigna aún a muchos que no se resignan a que eso quede impune.

La Presidenta y su entorno piensan que esto se arregla con el “relato”. El “relato” es una estrategia de poder consistente en creer que, a la realidad, se la enfrenta ignorándola a través de un armado mediático elaborado desde el poblado “Ministerio de Humo” con que cuenta el Gobierno. El “Aló Presidenta” y los tweets de la Dra. Fernández de Kirchner, en los que abunda la banalidad, son algunas de las herramientas de esa metodología de progresiva ineficacia.

El Gobierno ha acentuado en las últimas semanas su perfil absolutista, que responde a una concepción monárquica del poder. Es la antítesis de la democracia. En las monarquías absolutistas hay un solo poder: el del rey o la reina. Es lo que busca imponer el kirchnerismo con la reforma judicial. El juez debe ser un súbdito del Poder Ejecutivo. Es justo al revés de lo que proclama la Constitución Nacional, entre cuyos redactores estuvo la hoy Presidenta. Es la misma Presidenta que, siendo senadora, el 24 de abril de 2002 dijo que “limitar los amparos era inconstitucional e inútil”. Es la misma Presidenta que en 2006 propició la reducción del número de miembros del Consejo de la Magistratura y la necesidad de que a los jueces se los elija por el voto de los dos tercios de sus integrantes.

En este contexto, el ninguneo de la opinión diferente genera un malhumor social que va en aumento, montado sobre una economía que ya no tiene la bonanza de otros años. La actitud de mucha gente que el jueves decidió marchar al Congreso, y los llamados que cruzan las redes sociales por estas horas para que quienes se oponen a la reforma judicial se manifiesten frente a la sede legislativa el día que se voten en diputados los proyectos aprobados por el Senado, están marcando que la realidad política ha entrado en una nueva dinámica. Así como el Gobierno escuchó a quienes les son afines –es el caso del CELS–, hay un reclamo legítimo para que se escuchen y se atiendan las peticiones de quienes no lo son. Esa es, al fin y al cabo, la esencia de la democracia.

En uno de sus mensajes, la Presidenta dijo textualmente: “Uno de los peores defectos de la condición humana es querer destruir al otro”. Curiosa manifestación hecha por quien, hasta aquí, es lo que ha hecho y ordenado hacer con aquellos que no coinciden con su pensamiento, sus ideas y sus deseos.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 21/04/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



martes, 12 de febrero de 2013

Como en el '73… De Alguna Manera...


Escraches, inflacion y atentados. Como en el '73…

COMPAÑERO MAHMUD. Mahmud Ahmadineyad. Dibujo: Pablo Temes.

Los riesgos de la disparada de las demandas sindicales y los precios. La inseguridad iraní. 

La turbulencia no cesa. El escrache contra Axel Kicillof, las agresiones verbales contra Amado Boudou, el claudicante acuerdo con Irán, el control de precios, la nueva embestida contra los diarios de Buenos Aires, la escalada del dólar “blue” y los aprietes de la AFIP contra los productores para que vendan sus existencia de soja y liquiden dólares a un mercado sediento de ellos son parte de una trama cada vez más compleja que sacude a la sociedad argentina día tras día.

La horrible circunstancia que vivieron Kicillof y su familia debe ser repudiada sin medias tintas. Estas prácticas son absolutamente criticables, vengan de donde vinieren, las haga quien las hiciere. Si la sociedad se abandona inercialmente a la utilización de esta metodología como medio preponderante para expresar sus diferencias y sus críticas, se corre el riesgo de transformar al país en el reino de la intolerancia. (Este párrafo esta remarcado para las/os paparulos que critican a Nelson Castro. Tipo ético, mal que les pese manga de zonzas/os)

Por supuesto que este fenómeno tiene causas y responsables. Señalar esto debe servir sólo para entender por qué se ha llegado a esta situación. La primera responsabilidad le cabe al Gobierno. La práctica de la intolerancia y la descalificación pública es una herramienta que el kirchnerismo puso en práctica desde el comienzo de su gestión para, después, acentuarla fuertemente el gobierno de la doctora Cristina Fernández de Kirchner a partir de la crisis con el campo. Desde ahí se ha vivido un crescendo que no ha cesado. Prácticas similares por sectores de la oposición merecen el mismo reproche. 

Sin embargo, las responsabilidades no son las mismas. Nada puede igualar el nivel de descalificación y de agresión que genera la Presidenta cuando, por la Cadena Nacional trata de delincuente al agente inmobiliario que habla de la baja actividad en el sector o vilipendia al abuelo que quiere comprar un dólar o maltrata a jueces porque le disgustan sus fallos o cuando, con sus silencio, avala los escraches, campañas de difamación y linchamientos a personalidades públicas y periodistas críticos por organizaciones afines al Gobierno con la participación de algunos funcionarios. 

Con todo lo malo que ello es, las cosas no terminan ahí sino que, en muchos casos, son complementadas con el uso de la AFIP –la Gestafip– que, con sus aprietes, cumple un rol fundamental: meter miedo. Por si alguien lo olvidó, ahí está el caso de Eliseo Subiela para dar fe de ello.

El presidente de la República tiene un rol modélico, por lo cual, las cuestiones de forma terminan siendo, también, de fondo. El kirchnerismo ha hecho de la confrontación permanente y de la división herramientas fundamentales en su objetivo de construir poder. Hay que reconocer que, hasta aquí, eso le ha dado buenos resultados. El kirchnerismo ha logrado que amigos de ayer no lo sean más hoy; que familias en las que todo era unión, hoy estén atravesadas por la desunión; que la discusión política entre los que están a favor y en contra del Gobierno sea un imposible. Así, en poco tiempo, la tolerancia que campeó sobre la sociedad desde octubre de 1983 se transformó en cosa del pasado. De golpe, el país retrocedió cincuenta años. El primer paso para revertir esta situación lo deberá dar la Presidenta. ¿Se dará cuenta de ello?

El acuerdo de precios –en realidad, un congelamiento de precios– es otra contradicción del Gobierno y, a la vez, un reconocimiento implícito de la existencia de la inflación y sus nocivos efectos. Es una contradicción porque, hace no muchos días, la mismísima doctora Fernández de Kirchner había señalado, en uno de sus habituales “Aló Presidenta”, que esos acuerdos no sirven para nada. En eso tenía razón. ¿Por qué, entonces, hizo lo contrario? Por otro lado, ¿cuál es la racionalidad de tomar medidas que ya han fracasado? Durante el apogeo del “Pacto Social”, que con un nivel de aquiescencia mucho mayor al de hoy en día se firmó en 1973, fue imposible mantener la “inflación cero”. Así pues, a los pocos meses de haberse firmado, las organizaciones sindicales comenzaron a reclamar aumentos salariales porque el aumento del costo de vida era notoriamente superior a cero.

Al forzar este “acuerdo” de precios por sólo sesenta días, el Gobierno ha creado automáticamente el fantasma del día 61. Allá por los finales del 2005, Néstor Kirchner, con buen tino, se negó a una medida similar. ¿La Presidenta, olvidó eso? Una razón para esta medida es la intención de asegurar algún grado de estabilidad durante el tiempo en que se desarrollen varias de las negociaciones paritarias. Lo que se busca es lograr que no se pacten aumentos mayores al 21%. Hoy, eso parece una quimera.

Con la excusa de este “acuerdo de precios”, el Gobierno dio otro paso en su permanente intención de ahogar a la prensa crítica. No hay otra razón para los llamados telefónicos –aprietes– de Guillermo Moreno a las cadenas de grandes supermercados para que no publicitaran sus ofertas de fin de semana en los diarios de Buenos Aires. Esta actitud hace recordar a aquella otra en que Néstor Kirchner daba la orden de presionar a los anunciantes privados para que no publicitaran sus productos en PERFIL. El sesgo autoritario del kirchnerismo está en su génesis política. Es intolerancia pura.

El memorándum de acuerdo entre los gobiernos de la Argentina e Irán por el atentado contra la AMIA es, sencillamente, inentendible. En el mismo show por Cadena Nacional en el que la Presidenta buscó explicar lo inexplicable, quedaron expuestas las contradicciones del acuerdo. Las consideraciones legales y las dudas que se plantean acerca del pacto dejan al descubierto su endeblez. El fiscal de la causa, Alberto Nisman, sobre quien pesa un pedido de captura internacional solicitado por el gobierno de Mahmud Ahmadineyad, ¿con qué seguridad viajará a Teherán? Por todo ello, la verdadera dimensión de las implicancias de este acuerdo la dio el presidente de la AMIA, Guillermo Borger, cuando dijo que este pacto “deja la puerta abierta a un tercer atentado”. La frase impacta y, su significado, de sólo pensarlo, estremece.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 09/02/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.