Cinismo e inflación…
Volador. Sergio Massa.
Dibujo: Pablo Temes
La debacle inflacionaria se sostiene sobre una
irracionalidad que construye su subrelato.
© Escrito por Nelson Castro el sábado 17/12/2022 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, república Argentina.
La inflación sigue
siendo el principal problema del Gobierno. Económico y político. El 4,9% registrado en el mes de noviembre generó suspicacias entre los
analistas, festejos dentro del Frente de Todos contra Todos y hasta algunas
reacciones desmedidas, como la de la portavoz presidencial, Gabriela Cerruti, que dijo muy suelta de cuerpo que
“entramos en un proceso de descenso de la inflación, lo notamos todos los que
vamos al supermercado”. El nivel de cinismo y de pérdida de contacto con la
realidad es una marca registrada del oficialismo. Sin embargo, desde el ala
dura de la coalición no se lo dejaron pasar: “La gente está sufriendo y
resignando cantidad y calidad cada vez que va a hacer las compras. Es
inadmisible que ante la primera señal de una leve mejora alguien salga a hacer
este tipo de declaraciones. El horno no está para bollos. Nos mancha a todos”.
Pero ¿qué le hace una
mancha más a un tigre que ya se parece a una pantera?
Está claro que la suba
de los precios sigue generando un daño irreparable en los consumidores argentinos.
El país sigue entre
las naciones más afectadas por este flagelo y acumula un 92,4% anual. La semana
pasada, el Banco Central de la República Argentina
publicó el último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM).
Las consultoras y las
entidades bancarias que participan de esa encuesta habían pronosticado un IPC
de 6,1% para noviembre –el contraste generó algunas suspicacias respecto al
número final–, también calcularon que subiría a 6,3% en diciembre y que sería
del 6% en enero, Descendería en febrero al 5,9% y volvería a retomar la senda
alcista en marzo al 6,2% impulsado por motivos estacionales.
El Gobierno sigue
aferrado a lo simbólico. De eso se nutre para construir su subrelato. Por eso
es tan importante cerrar el año con una inflación por debajo del 100%. Sin
embargo, los consultores esperan que el año que viene termine con una inflación
anual nuevamente muy cercana a esa cifra innombrable.
Desde lo político ya
hemos narrado en esta columna la irracionalidad que sostiene y explica la
debacle inflacionaria. El gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, es quien endulza los oídos de la
vice en funciones con los cuentos de empresarios buenos y malos, teorías
conspirativas y recetas de látigo y banquito. Son tal para cual. Los dos
sostienen que el elevado gasto público y la descontrolada expansión monetaria
no alteran los precios. Dale a la maquinita hasta que reviente.
Déjà vù. Por si todo
esto fuera poco, gran parte de la economía argentina se encuentra paralizada
por el abrupto cierre de importaciones como medida para cuidar las alicaídas
reservas del BCRA. Cualquier similitud con la época del “supersecretario” de
Comercio Interior Guillermo Moreno es pura coincidencia. Pasaron diez años de
aquel gran fracaso y la historia se repite. Empresas que no pueden operar,
suspensión de personal y adelantos de vacaciones. No entran productos
terminados pero tampoco insumos, incluidos medicamentos de primera necesidad
para patologías crónicas que afectan la calidad de vida de los pacientes. En
estos casos se registran demoras de 45 días para aprobar el ingreso de algunos
medicamentos. Pero hay más ejemplos: metales para la fabricación de
herramientas, plásticos y chips para tarjetas de crédito, alimento para
animales y hasta insumos para contenedores domésticos de alimentos. Nada
funciona con normalidad en el país donde lo anormal es la regla.
Rápido de reflejos, el
presidente Alberto Fernández dijo –entre otras cosas– hace exactamente una
semana en el reportaje que le concedió a Jorge Fontevecchia, publicado en la edición impresa de
este diario, que “este gobierno también es el gobierno de Cristina”. No piensa
hundirse solo. El problema es que, efectivamente, está cada vez más solo y
distanciado de los intendentes y los gobernadores de peso. Pasa sus horas
haciendo equilibrio para ganar tiempo. Sus chances se esfuman mientras repite
que las PASO (elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias) son
una buena herramienta para dirimir el frente interno de cara a las elecciones,
con la esperanza de tener alguna chance real de competir de manera digna. Las
cosas tampoco están fáciles para la arquitecta egipcia, ahora condenada en
primera instancia. Detesta su situación y la amenaza de no presentarse a ningún
cargo electivo en las próximas elecciones tiene más que ver con la realidad que
con un intento de operativo clamor: como están las cosas al día de hoy, nadie
le asegura un triunfo. Por eso el debate en el seno del FdT tiene que ver con
la ausencia de su figura en las boletas. Esa orfandad hace más difíciles las
chances para quien quiera que se pruebe el traje de candidato ya sea un
gobernador peronista, el ministro del Interior Wado de Pedro o el propio
ministro de Economía Sergio Massa.
En la oposición el
descalabro sigue. Diego Santilli lanzaría su candidatura a
gobernador provincial en los primeros días de febrero. Acto seguido, lo haría
Horacio Rodríguez Larreta. La relación con Mauricio Macri sigue fría. El
témpano de hielo se instaló cuando el expresidente rompió los planes más o
menos acordados y propuso a Cristian Ritondo en lugar de Santilli. La Unión
Cívica Radical sigue siendo un misterio. Lo único seguro es que mantiene su
encono por el destrato que recibió dentro de Cambiemos en la última gestión.
Hay dirigentes que no olvidan pero suman al desconcierto general que pone en
riesgo las chances de empezar a construir una Argentina coherente.
Si Argentina gana esta
tarde el duelo ante Francia, el Gobierno debería ser muy
cuidadoso en el uso político de un posible triunfo. La gente no es tonta, y el
propio plantel albiceleste se ha venido cuidando mucho de no quedar como rehén
de quienes quieren servirse de él.
El pan y circo es hoy
una fórmula agotada.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario