Enrique Vázquez y un
tilingo ejemplar…
Enrique Vázquez,
si, el mismo. El que nos hacía ir corriendo al Kiosco el día que salía Humor.
El académico del periodismo de investigación. El tipo que se formó en Córdoba y
Londres. El hombre de confianza de Raúl Alfonsín. El que en plena dictadura
publicaba lo que casi nadie se animaba a publicar. El que en soledad, brava
soledad, siguió escribiendo desde el exilio interno durante el Menemismo que se
prolongó durante el Kirchnerismo, porque siguió investigando y publicando
libros.
© Escrito por Luis "Coni" Cherep el sábado
01/08/2020 y publicado en conichrep.com de la Ciudad de Santa Fe, Provincia de
Santa Fe, República Argentina
Ese
Vázquez. El que se negó a callarse y se ganó el desprecio de los grandes grupos
de medios. El coherente, el decente. El que nos enseñaba radio en las noches de
la Belgrano en la primavera democrática. Ese Vázquez, ese mismo Vázquez,
publica en su facebook:
Autoestima por el piso.
Llamo al dueño de una radio. Me presento y le
pregunto cuánto cuesta una tira de lunes a viernes. Antes de soltar una cifra,
el tipo tantea:
– ¿Pero vos ya hiciste radio antes?
Y se ríe, pero a mí me da bronca. Me angustia y me enoja.
¿Qué pedazo de ignorante se atreve a preguntarle a Enrique Vázquez si alguna
vez hizo radio?
¿A qué clase de tilingos le dan la responsabilidad de
recibir los proyectos periodísticos, en las radios periodísticas?
Si
no conoce a Enrique, es probable que no conozca a decenas de periodistas
centrales de la historia argentina. Y
yo me niego a aceptar que eso sea posible. Ese tipo que ignora a Vázquez,
ignora a Neustand, a Grondona, a Abrevaya, a Grondona White, a la Mona
Moncalvillo, y a todos los que sobreviviendo, se fueron quedando afuera del
«Mainstream», por cuestiones políticas o decisiones editoriales.
Es
probable que no sepa de sus libros. Esos que publicaba con los represores vivos
y jóvenes. Esos a los que denunciaba cuando todavía ocupaban la Casa Rosada, la
Policía Federal y los peores servicios de inteligencia.
Ignorar la carrera y el prestigio de Enrique Vázquez no es
ignorarlo a él, sino a una generación de periodistas trascendentes. Y nadie que
ignore lo estructural de su trabajo puede hacerlo bien.
Cuando veo a chicos de veinte insultando a Lanata por sus
esperpénticos productos de TV, me dan ganas de gritarles que guarden respeto.
Que nadie que haya fundado Página/12 o inventado productos memorables en los
medios que ellos mismos creen estar inventando, merece esa burla.
Me da igual la ideología de los periodistas que ignoran o
prefieren ignorar, pero me resulta insultante que se vanaglorien de ignorar sus
historias, y el peso que tuvieron en su propia historia. Lanata, Vázquez,
Aliverti, Caparrós, Ulanovsky, Héctor Ruiz Nuñez y un montón de tipos se
encargaban de decir las cosas que Cascioli se ocupaba de convertir en dibujos
extraordinarios, que serán por siempre las caricaturas que cuentan la historia
del país de los últimos 4 años de la dictadura y los primeros de la democracia.
¿Cómo es posible que ignoremos a cualquiera de esos
nombres, si estamos a cargo de seleccionar proyectos periodísticos?
No le importa a nadie, lo sé. Ahora están los fundadores
del neo-periodismo, de la Post-Verdad. El periodismo ligero, los militantes del
riesgo cero, los guapos con sobres de asesores de los gobiernos de turno. Los
rebeldes de Prime Time. Y todos ellos, o la inmensa mayoría de ellos, ignoran a
los padres que nos permitieron hacer, decir y pensar, antes de que naciéramos.
Antes de que soñáramos con hacer lo que hacemos. Y yo no lo quiero dejar pasar.
Me da mucha tristeza que un tal Enrique Vázquez, esté
buscando espacio en una radio. Sobre todo cuando se repasa los diales de las
radios porteñas y nos encontramos con un 70% de analfabetos políticos. Con
repetidores de consignas, con mediocres descriptores del presente que
convierten en leyenda a figuras que no pueden explicar sus cuentas.
Y más bronca aún, que se tope con gente que lo desconoce.
Que no se toma el trabajo siquiera de googlearlo para tratarlo con el mínimo
respeto que se merece: el reconocimiento a las bases de tu propio piso.
No.
No vale ignorar lo que nos permitió ser. Vázquez es, sin ninguna duda, uno de
los tipos que me ilusionó – y para ser sincero, uno de los pocos que no me
defraudaron en 40 años- para hacer este oficio que amo.
Vázquez es y será siempre un periodista definido desde la
identidad de su pensamiento. Radical alfonsinista, sí, pero sobre todo un
socialdemócrata que no soporta las levedades del Macrismo y el Kirchnerismo, y
pelea desde los pocos lugares que le quedan, para decir que la verdad no es esa
verdad moldeada desde las usinas de los bunkers que miden clics y shares.
Que lo maltraten, que lo ignoren, que lo desconozcan, me
parece un síntoma del triunfo de la vulgaridad. Ese escenario de tilingos que
gobierna los espacios centrales de los medios, donde funcionan como repetidoras
de pensamientos ajenos. Dónde no hay lugar para el pensamiento diferente a los
polos. Dónde no caben los que piensan, los que estudian, los que investigan y
los que trabajan al periodismo desde un lugar profundo.