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lunes, 2 de junio de 2025

¿Dónde quedó la libertad?... @dealgunamanera...

¿Dónde quedó la libertad?...

Luis Capuo. Dibujo: Pablo Temes.

Las agresiones contra Ricardo Darín fueron incesantes. Se llame relato o batalla cultural, el adoctrinamiento siempre es malo.

© Escrito por el Doctor Neson Castro el domingo 01/06/2025 y públicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.


La empanada cuyo origen, contra la creencia de muchos, nos lleva a la antigua Persia –hoy Irán– era la comida principal que se ingería durante una larga travesía. Este alimento tan arraigado a nuestra cultura tiene su efeméride: el 8 de abril. En esa fecha se celebra el Día Mundial de la Empanada. No obstante, durante estos últimos siete días pareció celebrarse en la Argentina la “Semana de la Empanada”. Comenzó en el mismísimo momento en que Ricardo Darín se quejó en la mesa de Mirtha Legrand del precio de la docena. La andanada de agresiones y descalificaciones lanzadas desde el oficialismo hacia el actor fueron incesantes, empezando por el ministro de Economía, Luis Caputo, y culminando en el Presidente. Todo tan lamentable como planificado. ¿Dónde quedó la libertad?

Son los mismos métodos que usaban Néstor y Cristina Kirchner para con quienes los criticaban.

Según manifestó Javier Milei en la red X, “el liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión (PNA) y en defensa del derecho a la vida, la libertad y la propiedad privada”. Parece que tanto él como sus seguidores han olvidado esta definición, sobre todo cuando habla del principio de no agresión (PNA). El pueblo argentino votó en las elecciones por un cambio. Ese cambio no significa sostener los métodos con otro contenido. El adoctrinamiento es siempre malo, viniendo de quién viniere.


Otro ejemplo lamentable que hemos sufrido los argentinos en épocas del kirchnerismo fue la omnipresencia de ciclos como 6,7,8 cuyo fin último era sostener el relato y despedazar a quien se atreviera a pensar distinto. Para los más chicos –más grave aún– estaba Paka Paka que se encargaba de bajar línea reescribiendo la historia de forma muy cuestionable. Resulta que ahora el Gobierno de los Milei apuntará a dibujos animados enlatados por el mismo medio para sostener la visión ideológica opuesta.

Más kirchnerismo no se consigue. ¿Hasta cuando los gobiernos de turno buscarán controlar la mente y el pensamiento de los ciudadanos como si estos no fueran capaces de razonar por sí mismos? Es la Argentina pendular, la de los extremos... otra vez la grieta. Lo que antes era relato ahora se llama batalla cultural. Concepto un poco más elegante, pero igual de peligroso, según quién sea el iluminado que seleccione los contenidos.

La capitulación del PRO sigue su marcha. Inexorable. La comenzaron algunos la misma noche del domingo 18 de mayo en que Manuel Adorni ganó las elecciones porteñas. La oficializó Mauricio Macri con la carta de felicitación que le envió a Javier Milei. Y tuvo una última y contundente manifestación que fue la decisión de Jorge Macri de echar al consultor político y asesor de campaña Antoni Gutiérrez-Rubí. Así las cosas, la reunión que tuvo lugar en la Casa Rosada el lunes pasado entre Karina Milei, Diego Santilli y Cristian Ritondo fue un paso clave en dirección a tejer acuerdos entre los dos espacios. Esto es producto de una necesidad que emerge de la más estricta realidad: si en la provincia de Buenos Aires no se unen, lo que les aguarda en las próximas elecciones es una derrota segura y lapidaria. Claramente no los ha unido el amor sino el espanto, como diría Jorge Luis Borges. A esta altura está claro que La Libertad Avanza es un lugar en el que no se observa ni la generación ni la dación de amor. A eso habría que agregarle el reproche de un número significativo –y seguramente mayoritario– de los ciudadanos y ciudadanas que viven en el primer Estado argentino y que, desde hace largo tiempo, están hartos de ser gobernados por el peronismo en general y por Axel Kicillof en particular.

Que se entienda bien, desde esta columna hemos insistido en la necesidad de unidad opositora para competir en la PBA, pero los últimos pasos del PRO se parecen más a una entrega total del partido –o lo que queda de él– que a un frente o coalición. Otro dato clave: en la Ciudad de Buenos Aires las cosas no son muy distintas. El último anuncio de la vocera de Uspallata, Laura Alonso, intentó –por orden de su jefe– simular la idea de que habían entendido el mensaje de las urnas y que se encaminan a una reestructuración del Gabinete y de sus prioridades. Se trata de más humo de una gestión que se viene quemando desde hace rato. “Si no se construye una nueva coalición similar a lo que fue Juntos por el Cambio en la Ciudad, todos van a terminar pintados de violeta, muy a pesar de Jorge Macri –apuntó un legislador al tanto de todas las internas. El clima en el Gobierno porteño es irrespirable. El último que apague la luz.

Hay en el fondo un problema compartido entre el PRO y el peronismo, como principales opositores: ni Mauricio Macri ni Cristina Fernández tuvieron la grandeza política de preparar un sucesor. El poder se agotó en dos figuras extremadamente personalistas y ahora están pagando el precio. El único ganador en esta orfandad de ideas y liderazgos de peso es el propio presidente Javier Milei, quien se limitó a prender la aspiradora para absorber a los dirigentes que necesita y que todavía le sirven para sostener sus planes de Gobierno. El éxodo es interminable.

La otra nota triste de la semana la ha dado la jueza del caso Maradona, Julieta Makintach, la cara viva de la degradación institucional del Poder Judicial. No todos los jueces son iguales, pero este caso de frivolidad e inmadurez inconmensurable ha desparramado mugre en todas las direcciones. ¿Qué puede tener en la cabeza una magistrada que aspiró a convertirse en figura pública grabando un documental autorreferencial, banal, adolescente y libidinoso?

El guión y las tomas que se dieron a conocer dan vergüenza ajena. Sin mencionar que utilizó un juicio público y la muerte de Maradona para uso personal. ¿Dinero, poder, fama? Habría que preguntarle al ideólogo y guionista qué tipo de buzón le vendió. Sea cuál fuere la especie, la única responsabilidad es de la magistrada que para colmo, tuvo el tupé de intentar resistir en su cargo a pesar de la abrumadora cantidad de pruebas en su contra.

Argentina necesita desintoxicarse de esta clase de funcionarios y elevar drásticamente la vara si quiere llegar a ser un país de verdad. Aún estamos a tiempo.










domingo, 9 de noviembre de 2014

Dejemos al mundo chorear en paz... De Alguna Manera...


Dejemos al mundo chorear en paz...


Sin el Prode Bancado, el mamarracho del torneo de 30 equipos tiene fecha de inicio aunque nadie sepa bien cómo se va a jugar. ¿Por qué no dar marcha atrás con ese esperpento?

El asunto no es demostrar lo contrario, sino exigir pruebas al otro. Ese es el ejercicio del negador, del señor que, por distintas razones –van desde el soborno hasta la imbecilidad ad honórem–, antepone el reclamo de la investigación inviable –no hay recibos para la coima– a la necesidad de defender el dinero que es de todos. Es más, desde los medios, el mejor ejercicio es el de decir que no existen pruebas del robo, aunque las pruebas estén impresas en libros, exhibidas en la tele o hayan sido publicadas por el Boletín Oficial. A los alcahuetes no les basta ni que el chorro confiese en público.

Siempre me provocó entre curiosidad e indignación no poder explicar cómo hace cierta gente para vivir de cierto modo. De cabrón –y envidioso, seguramente–, más que necesitar pruebas que expliquen la corrupción, trato de sumar y restar para ver cómo se llega a tener un patrimonio millonario siendo monotributista. Me pasa con ciertos políticos, con ciertos gremialistas y con ciertos dirigentes deportivos. También con algunos hombres de prensa. Lo más probable es que mi prejuicio tenga que ver con mis malos modos. Y con mi escasa capacidad de ahorro.

A veces, cuando uno se enoja con el corrupto no sabe si lo que le molesta es la corrupción o no animar a corromperse. Tal vez, no tener ofertas tentadoras.

Del mismo universo de los negadores seriales forman parte los que se indignan cuando se critica a un muerto. “Es de cobarde criticar a quien no puede defenderse”, se enojan al mismo tiempo que no paran de ensalzar al finado, lo que no deja de ser parte de lo mismo. Muchas veces, ambas características conviven bajo un mismo DNI.

Es imposible hablar del fútbol argentino sin remitir a Julio Grondona. Para bien o para mal, sus 35 años entronizado en el sillón de Viamonte 1366 lo convierten en omnipresente, cosa que, por cierto, cualquier persona que lo haya tratado mano a mano más de cinco minutos sabe que es algo que Julio disfrutó y fomentó.

Como para bajar la histeria de sus viudas conceptuales –si acaso la palabra concepto tuviese acceso al edificio madre de nuestro fútbol–, tampoco se podría hablar de peronismo sin citar a Perón, ni de kirchnerismo sin citar a Néstor, ni de Paka Paka sin citar a Sarmiento. Se trata, básicamente, de un lugar común más del medio pelo autóctono que, en lo que a fútbol se refiere, compite con brillanteces del estilo de “2 a 0 es el peor resultado”, “no hay mejor ataque que una buena defensa”, “nunca hay que cerrar para adentro” o “el hincha paga y puede hacer lo que se le antoje”.

Dudo mucho de que la misma dirigencia de nuestro fútbol no hable de Don Julio todo el tiempo. Y no siempre con la nostalgia de los buenos recuerdos.

La estructura del fútbol argentino cruje de la mano de los nudos que sólo el más notorio de los Grondona sabe cómo se ataron. A esta altura, cabe sospechar que se llevó la solución dentro del cofre de sus más entrañables recuerdos.

Nadie tiene la menor idea de cómo solucionar el mamarracho del torneo de treinta equipos. 

A menos de tres meses del comienzo, ni siquiera se sabe fehacientemente cómo se va a 
jugar. Lo que todos saben es que el argumento madre con que se apuró a los dirigentes –si quieren más plata, será a través de un negocio de apuestas que exige un torneo de treinta equipos– hoy ya no existe: el asunto del Prode Bancado tiene la consistencia del AFA Plus.

¿Por qué no dar marcha atrás con ese esperpento? El argumento más frecuente es que no se puede defraudar a quienes sueñan con el ascenso masivo. Especialmente a los gobernadores e intendentes que aportaron a la causa. Al fútbol argentino le importa un carajo la infamia de que un dirigente de alto rango gaste el dinero del agua potable, los jubilados, los maestros o las cloacas, en comprar un puntero derecho o sobornar a un árbitro. Genial. Un ejemplo. Me pregunto si los dirigentes que avalan asuntos como éstos no son los mismos que, para sus emprendimientos privados, exigen honradez y reglas claras.

Para contrarrestar la versión de las apuestas –y cuidar la memoria de Grondona, lo que, insisto, también es hablar de alguien que ya no está físicamente entre nosotros–, Miguel Silva, secretario general de la AFA (en este tipo de organismos, ningún cargo que no sea el de presidente influye más que el de secretario general), habla de federalización del fútbol y de contar con un torneo más competitivo. Respecto de la federalización, en el mejor de los casos el nuevo torneo tendría representada a menos de la mitad de los distritos provinciales. Por cierto, no sería un ejemplo de federalización que la final de la Copa Argentina no se transmitiese por televisión abierta.

Respecto de la competitividad, es como si en los mundiales, después de la fase de grupos, se pasara de 32 equipos a 64. En ningún deporte, ampliar la cantidad de participantes garantiza mejorar el nivel competitivo. Por lo general, es al revés.

No lo culpo a Silva. Es noble de su parte defender los trapos que quedaron colgados de la azotea. Pero de estas cosas se trata la herencia que quedó en la AFA. 

De torneos llenos de asteriscos. 

De partidos que se suspenden por lluvia y se juegan dos semanas después en vez de hacerlo al día siguiente. 

De partidos que se juegan bajo el agua y otros que nadie sabe por qué se suspenden (Aldosivi-Argentinos). 

De espectáculos sin visitantes que se frustran porque se matan a tiros los locales. 

De dirigentes desesperados por viajar con un seleccionado al cual, al mismo tiempo, le niegan jugadores. 

De cotejos que, por el torneo doméstico, se juegan sólo con público local, mientras por la Copa Argentina van todos y por la Sudamericana no se sabe. 

De estadios con molinetes fantasma por los que pasan los mismos barrabravas que, en on, los dirigentes pretenden que otros condenen. 

De entrenadores y futbolistas huyendo como delincuentes de los estadios porque cometen el pecado mortal de perder partidos o patear mal una pelota mientras son agredidos por barrabravas que jamás harían nada bueno por un club. 

De clubes que soportaron el desguace de administraciones incalificables –especialmente, la privada, la de Blanquiceleste– pero que su clase dirigente no aprende la lección y no consigue presentar lícitamente los avales que le permitan participar de una elección. 

De clubes de los mejores, como Vélez, a cuyos padrones la justicia electoral acaba de detectarle una enorme cantidad de socios mayores de cien años o ya fallecidos, suficientes como para, con ellos solos, ganar una elección. 

De árbitros que no pueden explicar ciertas decisiones que toman y, en vez de aclarárselo a la opinión pública, la opción es hacerlos descansar una semana, castigarlos con un partido de ascenso o mandarlos a algún curso de la FIFA.

Entiendan la tolerancia de hablar, apenas, de cosas sucedidas dentro de la última semana. 

El repaso de tan sólo siete días sobra para entender de qué se trata esta mierda.

Lo más triste es que tienen razón quienes argumentan que buena parte de lo mencionado le importa poco y nada no sólo al hincha de fútbol sino al mismísimo socio de los clubes a los que pocos cuidan. El espectáculo deportivo que más amamos es el peor tratado de todos. Y el hincha que paga y banca el negocio –incluido el de muchos barras y algunos dirigentes– soporta cuando va a la cancha lo que no toleraría en ninguna otra circunstancia.

Fue en la cancha de Boca, pero podría haber sido en cualquier otra con convocatoria importante. Cada una de las miles de personas que esperaban pacientemente –hacinadas, observadas con fastidio por los muchachos de la policía– dejó en el primer cacheo encendedores, paraguas, botellas de plástico, hasta lapiceras.

Esas mismas personas acababan de ver, a diez cuadras de allí, cómo se cortó el tránsito para que, escoltados por patrulleros y a contramano, avanzaran un colectivo con gente colgada hasta de la rueda de auxilio y cuatro autos particulares –una cuatro por cuatro incluida– con una parte de la barra brava boquense.

La misma policía que ayudó a que los miserables llegasen sin complicaciones a su feudo de droga, robo y estafa a la pasión prohibió entrar en la cancha con elementos prohibidos por culpa de los que ellos mismos acompañaban como si se tratase de la Guardia Suiza y el papa Francisco.

No pretendo sorprender a nadie con el relato de algo tan común en nuestras canchas. Sólo quiero que el contrasentido quede impreso.

Nadie se tome el trabajo de discutir presuntas honradeces a partir de la falta de pruebas del robo. Dejemos al mundo chorear en paz.

Al fin y al cabo, basta con hechos concretos, vacíos de teoría y repletos de imágenes, para dejar en claro que, aun si nadie se llevase nada que no le correspondiese, vivimos en una sociedad infectada de personas que ocupan lugares que son incapaces de honrar.

© Escrito por Gonzalo Bonadeo el Domingo 11/11/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Todo el contenido publicado es de exclusiva propiedad de la persona que firma, así como las responsabilidades derivadas.