Mansa y tranquila…
PARA LA FOTO, CFK y Fidel. Dibujo: Pablo Temes.
CFK, de apacible viaje. Tras una
semana de furia, la Presidenta disfrutó de una gira que la calmó. Aunque los
problemas sigan.
Hubo menos furia presidencial en
la semana que pasó. Eso se notó tanto, que hasta una encuesta habló de un freno
en la caída de la imagen de Cristina Fernández de Kirchner por el solo hecho de
no exhibirse a través de la Cadena Nacional de Radio y Televisión. Apenas si
hubo un tuit desde los Emiratos Arabes con acusaciones contra el diario La
Nación por la información que publicó sobre la parálisis de la flota de aviones
de la Presidencia a la que intentó desmentir y que fue confirmada, una vez más,
por la realidad. Seguramente, a su vuelta y en sus habituales “Aló Presidenta”,
nos informará de los “grandes éxitos y logros de este viaje”. Por ahora, lo más
trascendente ha sido su foto con los hermanos Fidel y Raúl Castro, su encuentro
con Diego Armando Maradona –oficialista del gobierno de turno, de quien en el
poder parecen haberse olvidado que supo llamarlo al entonces vicepresidente
Julio Cobos para felicitarlo por su voto “no positivo” a la Resolución 125–, y
la sorpresa por el regalo que le hicieron los empresarios argentinos de una
muñeca que no se le parece en nada.
El dato proyectivo más
preocupante de la semana lo dio, con todo, el presidente de la Unión Industrial
Argentina, José Ignacio de Mendiguren. A De Mendiguren de ninguna manera se lo
puede considerar un opositor. Por el contrario, se lo ve a menudo en las
primeras filas de los “Aló Presidenta” como parte del elenco cuasi estable de
los aplaudidores que deben acudir a la Casa Rosada a participar de actos sobre
cuyos motivos la mayoría de las veces no tiene la más mínima idea y con los que
su área de acción no tiene relación alguna. El titular de la UIA señaló que, si
los gremios lograsen imponer su voluntad en las negociaciones paritarias y, por
ende, alcanzaran aumentos salariales del 25%, el Rodrigazo estaría a la vuelta
de la esquina. Los que recuerdan y saben lo que fue el Rodrigazo se estremecen,
y con razón. Aquello fue un ajuste brutal de la economía del país, cuyos
números reales venían siendo disfrazados y ocultados desde los orígenes de
aquel gobierno que comenzó con Héctor Cámpora, siguió con el general Perón y
terminó con el derrocamiento de su esposa.
Hay un dato no menor que ocurrió
esta semana y que seguramente encendió las luces anaranjadas –nada que ver con
Scioli– en los sectores empresariales. Ese dato fue la coincidencia manifestada
por todas las centrales sindicales –incluidas obviamente las afines al
Gobierno– en su reclamo no sólo de ese nivel de reajuste salarial, sino también
de la elevación del mal llamado “mínimo no imponible”, al cual los puristas del
lenguaje exigen se denomine “máximo no imponible”, ya que es el máximo sueldo
que un trabajador puede alcanzar sin estar abarcado por el pago del Impuesto a
las Ganancias. Esto se hace impostergable porque, con los nuevos aumentos que
se acuerden en las negociaciones paritarias, la no modificación de los valores
a partir de los que se tributa esa gabela hará que muchos trabajadores
experimenten el doloroso proceso de apreciar cómo gran parte de su mejora va a
parar a las arcas de la AFIP. A propósito del organismo recaudador de
impuestos: ¡qué bien parece estar pasándola la familia de Ricardo Echegaray en
Punta del Este! ¿Se les hará tan difícil como se les está haciendo a otros
conciudadanos lograr que la AFIP les reintegre el recargo del 15% a los gastos
con tarjeta de crédito realizados en el exterior?
La escapada del dólar blue trae
la imagen de un país del pasado. Hasta aquí teníamos el dólar oficial y el
blue, eufemismo con el que se denomina a la divisa adquirida en el mercado
negro que, a modo de muestra, se ofrece a la vista y a los oídos de todos y
de todas a lo largo de la calle Florida, en donde de tanto “arbolito” voceando
la venta de dólares, reales y euros ya se forma a veces un verdadero bosque. A
ese dólar ilegal –al que muchos empleados de la mismísima AFIP sugieren como
solución a los atribulados ciudadanos que con fondos genuinamente acreditados
necesitan comprar dólares para viajar al exterior– se le ha agregado ahora el
dólar “implícito”.
En el frente interno del
peronismo las aguas se agitan cada día un poco más. La última víctima política
de la Presidenta es el intendente de San Carlos de Bariloche, Omar Goye, que
hasta hoy pertenecía al Frente para la Victoria, y quien a partir de hoy
seguramente se habrá dado cuenta de la manera en que se actúa desde la Babel de
Olivos. El intendente ahora suspendido no era precisamente un monumento a la
virtud. No hacía falta investigar mucho para enterarse de eso. Con sólo caminar
por las calles de la ciudad y hablar con la gente, bastaba para saberlo. Sin
embargo, nada de ello le había importado al poder central. Goye pasó a ser mala
palabra para el kirchnerismo después de los saqueos. Entonces vino la alusión a
su responsabilidad en esos hechos que hizo Fernández de Kirchner en uno de los
últimos “Aló Presidenta” del año pasado, y todos entendieron que, para el
intendente de Bariloche, ello equivalía a una sentencia que dictaminaba su
muerte política. A cualquier otro que hubiese osado desplazar así a un jefe
comunal, el kirchnerismo lo hubiera descalificado aplicándole el mote de
destituyente.
Continuando la navegación por las
procelosas aguas del oficialismo, el desvelo mayor que allí se sigue viviendo
lo representa Daniel Scioli. La desesperación va en aumento porque ninguna de
las maniobras y de los ataques que en su contra se lanzan desde la Casa Rosada
viene dando resultado. A esta altura, la Presidenta ya sabe que no podrá
prescindir de la figura del gobernador si aspira a lograr una victoria en la
provincia de Buenos Aires en las decisivas elecciones legislativas de octubre
venidero. La contrafigura de Alicia Kirchner como contrincante de Scioli no
funciona, y el proyecto de Máximo Kirchner como candidato a diputado nunca
llegó a levantar a más de medio metro del suelo. La Presidenta sabe que hoy no
tiene herederos y que si no logra continuar en el poder por, al menos, cuatro
años más, el kirchnersimo será devorado por la línea interna del peronismo que
logre tomar el poder. Es lo que les pasó a Menem y a Duhalde; al menemismo se
lo llevó puesto el duhaldismo; y a este último, el kirchnerismo. ¿Y al
kirchnerismo, quién?
Producción periodística: Guido
Baistrocchi.
© Escrito por Nelson Castro el domingo 20/01/2013 y publicado por el
Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.