Doble moral K...
"Hebe continúa en estado de shock" Sra. de
Bonafini. Dibujo: Pablo Temes.
La hipocresía del
“asado”. ¿Y si lo hubiera hecho Macri? Amenazas contra la Justicia.
Qué habría sucedido si,
en lugar de Julio Alak, hubiera sido Mauricio Macri quien hubiese organizado el
asado en la ESMA? ¿Qué no le habrían dicho los representantes de algunos de los
organismos de derechos humanos que, insólitamente, han salido a “bancar” al
ministro y su cohorte? Este fenómeno social del relativismo moral –según el
cual una conducta es mala o buena no por su valor en sí sino de acuerdo con
quien la lleve adelante– constituye uno de los principales éxitos del
kirchnerismo. La utilización política de los derechos humanos –por cuya
reivindicación los Kirchner mucho han hecho– es otro de los éxitos del
oficialismo. La ESMA, el principal campo de concentración y exterminio de la
dictadura, resume la verdadera dimensión de esta situación. Allí, el 24 de
marzo de 2004, Néstor Kirchner mostró su estrategia: la de apoderarse de los
derechos humanos y usarlos como instrumento de construcción y acumulación de
poder.
Allí, también, fue cuando
mostró la hilacha de lo que sería una constante K: la reinvención de la
historia a través del “relato”. En esa oportunidad Kirchner cometió una de sus
más brutales injusticias, al pedir perdón por todo lo que el Estado no había
hecho para castigar a los culpables de las atrocidades del terrorismo de
Estado. Al hacerlo olvidó el histórico juicio a las Juntas Militares, que se
desarrolló en condiciones institucionales dificilísimas, durante el gobierno de
Raúl Alfonsín. Las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, que significaron
un gran retroceso en ese proceso de búsqueda de verdad y justicia, no opacan la
dimensión de aquel juicio. En aquellos duros años, y tras los levantamientos
carapintadas, desde el mismo justicialismo se le pedía a Alfonsín poner fin a
los juicios que restaban y que pudieron reactivarse después del fallo histórico
del juez federal Gabriel Cavallo, en 2001, en el que declaró la
inconstitucionalidad de esas dos leyes que consagraban la impunidad.
Aquel acto en la ESMA
tuvo un después desconocido para la inmensa mayoría de la ciudadanía. Néstor
Kirchner, que nunca tuvo la grandeza de disculparse públicamente ante Alfonsín,
lo llamó para hacerlo en privado. Vale la pena reproducir el breve diálogo que
mantuvieron:
Kirchner: Doctor
Alfonsín, le pido disculpas por mi olvido de hoy. Sé que debe estar enojado, y
por eso le hago este llamado.
Alfonsín: Enojado, no;
dolido. Y no por mí, sino por las muchas personas que en aquellos días
difíciles no dudaron en poner en peligro sus vidas para hacer posible que los
juicios se llevaran adelante y los integrantes de las Juntas tuvieran sus
merecidas condenas.
Desde entonces, el manejo
de la ESMA ha sido motivo de disputas, a veces sórdidas, entre las
organizaciones de derechos humanos. Tampoco allí se ha privado el oficialismo
de generar divisiones. Por otra parte, según han reconocido otras voces
cercanas al Gobierno, el asado del 27 de diciembre pasado no fue el primero de
la era K. Los sobrevivientes de la ESMA les reprocharon al ministro y al
Gobierno por qué para ellos ese asado fue y es una afrenta: en aquellos años de
terror, la palabra “asado” era sinónimo de muerte, ya que aludía a la
incineración de los cuerpos de quienes habían sido allí asesinados por la
Armada, procedimiento en el que se usaban gomas de vehículos para enmascarar el
olor a carne quemada. Así de impresionante y así de horroroso era eso.
En la ESMA ensayó Fuerza
Bruta para su participación en los actos de la celebración del Bicentenario.
En la ESMA se dan cursos
de cocina.
En la ESMA ensayan murgas
sus pasos para el carnaval.
En la ESMA se hacen
espectáculos infantiles.
También hay que recordar
que desde 2006, por iniciativa del kirchnerismo, el 24 de marzo se ha
transformado en feriado. Antes, en los colegios, se utilizaba el día para hacer
memoria. Ahora es un feriado más que nutre al rubro turístico. ¿Eso es la
memoria?
La escalada gubernamental
contra la Justicia no se detiene. El que calla otorga. Ese es el valor del
estrepitoso silencio oficial ante las barbaridades dichas contra la Corte
Suprema por Hebe de Bonafini en las escalinatas de los Tribunales. A eso le
agregó más: la promesa de hacer públicos supuestos hechos y antecedentes de los
miembros del alto tribunal, con la excepción, claro, de Eugenio Zaffaroni. Cabe
preguntarse quién o qué organización es la que proveerá a la fracción de las
Madres de Plaza de Mayo, que encabeza Bonafini, esa información. Que se sepa:
esta agrupación no tiene la estructura necesaria para llevar adelante una
investigación, con fines intimidatorios, de tamaña envergadura. No hace falta
un esfuerzo neuronal extraordinario para buscar en los servicios de
inteligencia del Estado la respuesta a tal interrogante.
Es lo que hace siempre el
Gobierno cuando tiene enfrente a alguien que, por no responder a sus órdenes o
deseos, adquiere la categoría de enemigo. Ahí entran en acción, entonces, los
servicios de inteligencia o la “Gestafip”. Las piruetas son de antología. La
misma Corte que hasta ayer constituía algo así como una gema que le generaba al
kirchnerismo un reconocimiento mayoritario –que incluía el de sectores que le
son críticos– es hoy objeto de uno de sus mayores denuestos. El principal
motivo de la furia de la Presidenta contra la Corte es su independencia.
Supuestamente era eso lo que dijeron buscar los Kirchner cuando forzaron su
modificación.
El otro frente abierto en
estas horas por la Presidenta tiene como protagonista –en realidad, víctima– al
intendente de Bariloche, Omar Goye. Llegó a ese cargo tras ganar la elección el
año pasado. Goye es kirchnerista. Cristina Fernández de Kirchner lo crucificó,
sin nombrarlo, durante el Aló Presidenta en el que se refirió a los saqueos;
ella está convencida de que ese funcionario –y no la crisis social– fue clave
en la génesis de esos actos de vandalismo que se desataron allí y amenazaron
con extenderse por todo el país el 20 de diciembre pasado. Alguien debería
recordarle a la Presidenta –abogada exitosa, según ella– que hay un mecanismo
institucional para desplazar a un intendente: el juicio político.
Curioso:
cuando al intendente de Necochea se lo removió del cargo a través de un juicio
político, desde el oficialismo se habló de un golpe institucional, cuando en
verdad lo que ocurrió allí fue que se cumplieron los pasos que marca la carta
orgánica municipal. En cambio, nada se dice cuando –ignorando la ley– es la
Presidenta la que ordena que a un intendente lo saquen de su cargo manu
militari. Sin sutileza alguna, a Goye ya le hicieron saber que, si no se va, no
le enviarán los fondos que requiere para su gestión. Es lo mismo que le está
pasando al gobernador de Santa Cruz, Daniel Peralta. He aquí la esencia del
kirchnerismo: para los amigos, todo; para los enemigos, ni la ley.
Producción periodística:
Guido Baistrocchi.
© Escrito por Nelson
Castro el sábado 05/01/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires.