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domingo, 10 de noviembre de 2019

La foto en la CGT. No fue magia: Macri lo hizo… @dealgunamanera...

La foto en la CGT. No fue magia: Macri lo hizo…

Tránsito liviano, Alberto Fernández y Hugo Moyano. Dibujo: Pablo Temes.

Estuvieron todos: los distanciados, los humillados, también los ofendidos. No faltó nadie para recibir a Alberto Fernández.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 10/11/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Fue la foto de la semana. Allí, en la sede de la CGT, estuvieron todos. Los que se habían peleado, los que se habían enojado, los que se habían sentido ofendidos y humillados. No faltó nadie para recibir al presidente electo.

No fue magia. Macri lo hizo. De no haber sido por las catastróficas consecuencias económicas de su gobierno y por la errada endogamia que desarrolló durante su gestión, eso no habría ocurrido.

De no haberse aferrado a ese absurdo eslogan de que “el pasado no vuelve”, habría hecho una lectura mejor de la dinámica del proceso político de la Argentina del presente.

Pasado y futuro. El gobierno de Macri ha entrado en el pasado. Es a Alberto Fernández a quien el futuro aguarda. Y, por supuesto, el curso de ese futuro dependerá del enfoque que le dé a su administración. Si lo que prima es la vuelta del pasado, fracasará.

El tema de la deuda es un asunto central y prioritario para la nueva administración. La historia se repite. Macri comenzó su gobierno teniendo como prioridad la solución del problema con los fondos buitre. Cuando arregló con ellos  pareció que se abrían para la Argentina las puertas del cielo. Nada de ello ocurrió.

Paradojas del destino de condena de nuestro país, este gobierno se va dejando al que viene una deuda enorme con un acreedor externo: el Fondo Monetario Internacional. Es una deuda impagable en los términos en los que está planteada en los acuerdos firmados entre el ex ministro Nicolás Dujovne –increíble que un personaje tan minúsculo e inepto haya sido ministro– y Christine Lagarde.

La centralidad de este asunto motivó una actividad intensa de Guillermo Nielsen en Miami durante la última semana. Esa actividad incluyó la ya conocida reunión con Alejandro Werner, funcionario del FMI nacido en Córdoba, que tiene a su cargo el caso argentino.

Pero no fue ese el único movimiento en relación con la deuda. El presidente electo se lo dijo categóricamente a Rafael Correa. La deuda es impagable. Carlos Melconian fue también categórico: el acuerdo con el Fondo debe ser renegociado.

Gabinete y Consejo. De los nombres que van a conformar el gabinete que acompañará a AF sigue sin saberse mucho. El presidente electo los tiene “in mente retentis” y su decisión es darlos a conocer la semana previa a su asunción.

Más allá de nombres que parecen cantados –Santiago Cafiero, Felipe Solá, Gustavo Beliz– nadie tiene la silla asegurada.

Lo que más le preocupa a Fernández es trazar una hoja de ruta para los primeros cien días de su administración. No es novedad que habrá llamado a sesiones extraordinarias. Tampoco lo es  su decisión de darle al Consejo Económico y Social –al cual convocará de inmediato– vuelo institucional a través de una ley.

Ese consejo representará un verdadero desafío para el nuevo presidente. No sería lo correcto la idea de muchos de remedar aquel otro acuerdo social que, por orden del general Juan Domingo Perón, se creó al comienzo del gobierno de Héctor J. Cámpora. Ese acuerdo terminó en el rodrigazo como consecuencia de la mala gestión del ministro de Economía José Ver Gelbard. Muerto Perón, se quedó sin sustento político.

Por eso, el modelo a mirar y en el cual referenciarse debería ser el del Pacto de la Moncloa. Aquel acuerdo fue motivado por la crisis económico social por la que atravesaba esa España apenas salida de la brutal dictadura del general Francisco Franco. Era presidente del gobierno Adolfo Suárez, quien advirtió el riesgo que representaba para el país la prolongada crisis económica que, de prolongarse, tenía el potencial de poner en riesgo la novel democracia española.

La amplia convocatoria, que involucró a los sindicatos, a las instituciones empresariales y a los partidos políticos tuvo tres características esenciales: primero, se discutió con franqueza e intensidad pero con una visión absolutamente acuerdista de todos los protagonistas; segundo, los protagonistas de estas discusiones tuvieron en claro desde el comienzo de las negociaciones que, en pos de alcanzar un acuerdo, cada uno debía ceder algo; tercero, cada uno de los signatarios del pacto se comprometieron a cumplir con la palabra empeñada.

El impacto de este acuerdo fue tal que España nació a la modernidad. Vino luego el gobierno socialista de Felipe González, que entendió que esa apertura a la modernidad requería dejar atrás prejuicios ideológicos.

Si en el espíritu de quienes sean los participantes del Consejo Económico y Social que aspira a implementar Alberto Fernández no están las premisas arriba especificadas, el acuerdo no tendrá más destino que la nada.

Justicia. AF debería ser más cuidadoso en sus expresiones sobre la Justicia. Una cosa es criticar –y en muchos casos con razón– la aplicación de la prisión preventiva y otra cosa es generalizar y afirmar que toda la investigación de la corrupción que hubo durante el kirchnerato es producto de una persecución política.

No caben dudas de que la Justicia Federal debe ser transformada. El mal funcionamiento que allí se observa es producto de los males de la política. Abundan los nombramientos de jueces con un solo objetivo por parte de quienes lo designaron: asegurar su propia impunidad.  

El último político que intentó llevar adelante una verdadera renovación y adecentamiento de la Justicia Federal fue Gustavo Beliz, cuando se desempeñó como ministro de Justicia de Néstor Kirchner.

La memoria nos recuerda que, por querer llevar adelante ese proyecto Beliz fue eyectado del gobierno por el ex presidente por haber denunciado su falta de transparencia en el manejo de la SIDE,  principal apoyo de muchos de los jueces federales con despacho en Comodoro Py al 2000.

La principal crítica a los jueces que investigan los hechos de corrupción sucedidos durante los doce años del kirchnerato es no haber actuado en tiempo y forma para investigar los hechos de corrupción denunciados con todo detalle.

Con esa molicie permitieron que se cometieran ilícitos que perjudicaron a la población.

Hay daños que ninguna sentencia –por más dura que sea– logrará reparar. Alberto Fernández supo ser duro con la corrupción del kirchnerismo. ¿Lo habrá olvidado?


Video: © Infobae





domingo, 20 de octubre de 2019

Macri y Fernández. Autocrítica en default... @dealgunamanera...

Autocrítica en default…

Teatro de operaciones. Dibujo: Pablo Temes 

El Presidente expone como comentarista y Fernández no menciona los males que dejó Cristina.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 20/10/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Afirmó alguna vez Mauricio Macri: “Fue Perón quien dijo que gobernar es crear trabajo. Hoy tenemos el deber de darle un trabajo digno a cada argentino”. Y agregó: “El peronismo no es narcotráfico, no es prepotencia y soberbia. El peronismo es la búsqueda de la igualdad de oportunidades, la búsqueda de la justicia social. A eso quiero invitar a los peronistas”. El “alguna vez” tiene fecha, lugar y circunstancia: ocurrió el 8 de octubre de 2015, durante el acto de inauguración del monumento al general Juan Domingo Perón en la plaza ubicada frente a la Aduana. Además del hoy presidente, compartieron el escenario –entre otros– Hugo Moyano, Eduardo Duhalde, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta. Moyano, que habló, dijo: “Me sentí emocionado al ver la figura de Perón. Después se llenan la boca en contra del PRO y nunca hicieron esto. Concurrimos acá porque Perón está por encima de todos y nos pareció importante lo que está haciendo Macri”. (sic).

Cuenta la leyenda que, cuando aún compartían una amistad luego perdida, Mario Vargas Llosa le dijo a Gabriel García Márquez: “¡Ay, Gabo! qué difícil escribir ficción en Latinoamérica con su increíble realidad”.  Sea verdad o mito, la frase refleja a la perfección la sinuosidad increíble de la política en la Argentina.

Ahora, el presente. Más allá del multitudinario acto de ayer, en el Gobierno todo tiene aire de despedida. Es una despedida larga y dolorosa, a la que Mauricio Macri ha intentado dotar de una cierta épica. Eso es lo que han sido esta serie de actos que encabezó en distintas ciudades del interior y que culminó en el Obelisco. A lo largo de esa especie de caravana, el Presidente desplegó un discurso pobre, lleno de clichés y, en algunos casos, desopilante, como cuando confundió en su saludo al Chaco con Corrientes. Al fin y al cabo, es difícil prometerles un futuro mejor a los miles y miles de ciudadanos y ciudadanas que se han quedado sin presente. Luego del 5,9% que en septiembre dio el índice de inflación comunicado por el INDEC, escucharlo a Macri diciendo: “No se puede vivir con este nivel de inflación que nos mata a todos”, es paradójico. Parece un comentarista de la realidad que, además, se pasa echándole la culpa de las desgracias de su gobierno al que le precedió. Es lo mismo que hacía CFK cuando dedicaba su incontenible verborrea por cadena nacional para atribuir a otros –Clarín, Obama y el mundo entero– las causas de sus errores de gestión.

En los actos, el Presidente les habla a sus votantes. Y el problema es que con sus votantes no le alcanza para ganar. Le ha sucedido algo similar a lo que le ocurrió a Sergio Massa. Luego de su resonante victoria en 2013, el error que cometió  el ex intendente de Tigre fue no darse cuenta de que muchos de los que pusieron su boleta en la urna eran partidarios de Macri que buscaban derrotar a CFK.

La historia –que como signo del fracaso de la Argentina siempre se repite– lo ha hecho ahora de una manera inversa. Llevado por la omnipotencia del poder y de sus entornos, el Presidente no advirtió que muchos de los votantes que hicieron posible que ocupara el sillón de Rivadavia, eran de Massa. Tampoco pensó que el peronismo se reunificaría. Es lo que durante un reportaje reconoció María Eugenia Vidal, quien, a su discurso de IDEA, le imprimió un tono de despedida. La gobernadora no tiene ninguna chance de dar vuelta esa elección que en Buenos Aires se define por un voto de diferencia. A partir del 10 de diciembre próximo tendrá un sucesor: Axel Kicillof.

Las palabras de Vidal pivotearon entre la evaluación de su gestión y el esbozo de su futuro. De su gestión, se encargó de diferenciarla de la de Macri. Lo hizo con sutileza, pero con claridad. “A un gobernador se lo debería juzgar por lo que hace en materia de educación, seguridad, obras públicas y salud”, dijo con voz serena. Los que la escuchaban entendieron el metamensaje: la responsabilidad de la economía, por la que terminará perdiendo la elección, es del Presidente. De su futuro lo único cierto es la incertidumbre.

No le va a ser fácil. Necesitará apoyos territoriales importantes. Por eso, es clave lo que suceda con las elecciones municipales y la cantidad de intendencias que queden en manos de Juntos por el Cambio. Dependerá también de lo que decida hacer Macri que, por lo que se sabe, ni sueña con abandonar la política.

En el Frente de Todos, todo es ganancia. El índice de inflación del 5,9% que se conoció el miércoles cayó como anillo al dedo frente al debate de esta noche. Alberto Fernández tendrá en ese dato una ayuda para enfrentar los embates que, en su contraofensiva, intentará Macri. En el del domingo pasado en la Universidad de Santa Fe, se lo vio enojado, tenso y, en los primeros cuarenta minutos, desenfocado. El principal problema que enfrentó en ese debate no fue el dedo del candidato del Frente de Todos ni su estilo agresivo, sino la realidad.

Y, a propósito de ese debate, dos apuntes más: hubo dos contradicciones por parte de Alberto Fernández: la primera, su modo agresivo que no se compatibiliza con el espíritu de diálogo que pregona en campaña; la segunda, la falta de mención a los males del kirchnerismo que él mismo critica.

El segundo apunte tiene que ver con CFK. En la presentación de su libro Sinceramente en El Calafate, dijo que no vio todo el debate porque había tenido gente en su casa. Nada que sorprenda: para la ex presidenta nada de lo que sucede por fuera de ella es relevante. Se ve que ni siquiera le interesaba lo que decía su compañero de fórmula. El narcisismo está en la esencia de su patológica personalidad.  

Mientras, Fernández continúa con su agenda de presidente virtualmente electo. Por eso, en su oficina de la calle México, su entorno habla y discute sobre gestión. Una gestión que, con una cuota de poder enorme, no tendrá período de gracia. La realidad apremia. Y de eso está hablando, entre otros, con Guillermo Nielsen, quien, por estos días, se encuentra en Washington. Al margen de atender asuntos particulares, Nielsen quien, por lo poco que se sabe hasta ahora no sería ministro de Economía del nuevo gobierno, activó sus contactos en el FMI. Y allí comprobó, con preocupación y sin sorpresa, que, en el centro de la escena, está la Argentina y su inevitable sino: el conflicto.

Producción periodística: Lucía Di Carlo.




sábado, 12 de octubre de 2019

Después de Octubre. Los unos y los otros... @dealgunamanera...

Los unos y los otros…



El Cámpora. Dibujo: Pablo Temes.

Las elecciones van a definir más el futuro de Macri y Cambiemos que otra cosa. La Cámpora al poder.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 06/10/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


¿Sabés quién va a ocupar mi puesto?”, le preguntó un funcionario con despacho en la Casa de Gobierno a un periodista que lo había llamado para hacer una pregunta vinculada con la agenda del Presidente. La pregunta refleja el ánimo que campea en los ámbitos del oficialismo.

Es que la perspectiva del resultado de la elección presidencial del próximo 27 no hace más que ratificar lo que sucedió en las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias del 11 de agosto. Lo que proyectan todas –absolutamente todas– las encuestas es la victoria del binomio Fernández-Fernández en primera vuelta. Por ello, para mucha gente esta campaña no existe. Cree que todo está resuelto.

Qué será de ti. La campaña de Mauricio Macri es desvaída y a destiempo. Desvaída porque se enfrenta con contradicciones y disensos internos que surgen de un escenario de “sálvese quien pueda” que atraviesa a Juntos por el Cambio. A destiempo porque las medidas que el Presidente viene anunciado para favorecer a la ciudadanía llegan, en muchos casos, muy tarde.

Lo de Mendoza el domingo pasado es un ejemplo de las tensiones internas que se experimentan dentro del oficialismo. El triunfo de Rodolfo Suárez fue una victoria del actual gobernador, Alfredo Cornejo, quien fue el que, a comienzo de año, le dijo a Macri en una reunión en el country Cumelén, donde pasaba sus vacaciones, que si no adoptaba medidas que atendieran la creciente crisis socioeconómica perderían la elección. Los que conocen sus términos hablan de una reunión fuerte y tensa que dejó secuelas. Secuelas que se van a ahondar luego de los comicios si es que se termina de confirmar el triunfo del Frente de Todos. Por eso, el Presidente se mantuvo en un segundísimo plano en el festejo.

Cornejo deberá luchar ahora por hacer la mejor elección posible el 27 porque, además del presidente y del vice, se eligen legisladores nacionales. Él es candidato a diputado. De lo buena o mala que sea la cosecha de votos que obtenga va a depender su poder dentro del Cambiemos que viene. Y ese futuro Cambiemos tiene a muchos de sus dirigentes pensándolo sin Macri. No es precisamente ese el pensamiento del Presidente quien, según algunos de sus allegados, estaría pensando en buscar la revancha en 2023.

Ese Cambiemos posmacrista tendrá como protagonistas principales a Horacio Rodríguez Larreta, a María Eugenia Vidal, a Martín Lousteau, a Emilio Monzó –si no se va al Frente de Todos– y al mencionado Cornejo. La presencia de la UCR es clave para preservar territorio y potencia opositora.

Vidal va a seguir parada en la provincia de Buenos Aires porque, aunque pierda, le va a quedar una estructura donde pararse.

Esto es, un bloque importante en la Legislatura, algunos intendentes que van a ganar –varios van a perder– y radicales del interior de la Provincia que la apoyan mucho. No pasa lo mismo, en cambio, a nivel nacional.

El radicalismo, que hace mucho tiempo está desmembrado, no puede hacer pie en pos de una construcción política sólida. Hay una parte más cercana al peronismo y hay un radicalismo más lejano que nunca se va a sentar a compartir nada con el peronismo.

Mientras tanto, los intendentes de Cambiemos están haciendo la campaña del corte de boleta del candidato del Frente de Todos. Un ejemplo gráfico se da en Pilar, donde su intendente, Nicolás Ducoté, está colgando por las calles afiches con la boleta del Frente de Todos y en el último tramo se ve una tijera, para que corten el candidato. Es como si dijera: “Votá a Alberto, pero poneme a mí”.

Posturas. Alberto Fernández sigue actuando como presidente virtualmente electo. Como pasa con todo presidente electo, una de las grandes incógnitas es conocer la composición de su gabinete y su modelo de gestión. Respecto de esto último, se sabe que se va a apoyar mucho en las estructuras territoriales, algo similar a lo que hizo Néstor Kirchner en el arranque de su gobierno. La idea es construir un dispositivo con gobernadores e intendentes y apoyarse en ellos. Fernández tiene un especial feeling con los gobernadores de Tucumán, Manzur; de San Juan, Uñac, y Perotti, electo recientemente en Santa Fe. Entre los intendentes, con Katopodis, de San Martín, y Zabaleta, de Hurlingham.

De su gabinete futuro, la danza de nombres hace baza en Santiago Cafiero, jefe de Gabinete; Eduardo “Wado” de Pedro, ministro del Interior; y Felipe Solá, ministro de Relaciones Exteriores. Solá no solo acompañó a AF en su viaje a España y Portugal sino que, a su pedido, llevó adelante una gestión secreta con el embajador de Brasil para intentar acercar posiciones con su presidente, Jair Bolsonaro.

Esta semana, Fernández tuvo su primer test de gestión. Fue cuando decidió intervenir en el duro conflicto –azuzado por cuestiones políticas– entre los pilotos de Aerolíneas Argentinas y Austral, que los llevó a anunciar un paro para este fin de semana. Fue un test significativo de cara al futuro. El desaire que primero le hicieron los dirigentes que llamaron al paro no pudo ser pasado por alto por el candidato. ¿Un presagio de futuros frentes de tormenta?

Axel Kicillof aún no habló con nadie del tema gabinete. Ese nadie incluye a Máximo Kirchner. A todos los que se le acercan (dirigentes, intendentes, sindicalistas, etc.) les dice: “Elaborame una propuesta, armá un proyecto y traélo. Después del 27 voy a sentarme a estudiar todo y elijo”.

Haciendo lugar. La Cámpora va a tener un rol importante en la provincia de Buenos Aires. Ello surgirá de lo que decidan Kicillof y el hijo de la ex presidenta.

Los intendentes podrán tener algún lugar en esa estructura de poder. Pero todo será después del 27 de octubre. Un posible interlocutor de los intendentes con la gobernación va a ser Martín Insaurralde, quien viene hablando y negociando con Máximo Kirchner.

Párrafo aparte para la Justicia: en la semana que pasó, la Corte Suprema falló a favor de la provincia de Entre Ríos por el reclamo de la devolución del IVA luego de que el Gobierno decretara su quita por medio de un DNU; y se dictaminaron las libertades de los empresarios kirchneristas Gerardo Ferreyra y Cristóbal López.

¿Es la impunidad que avanza?  

Producción periodística: Lucia Di Carlo.




domingo, 29 de septiembre de 2019

Macrismo – Kirchnerismo. Reacomodamientos… @dealgunamanera...

Macrismo – Kirchnerismo. Reacomodamientos…

A la hora señalada, Mauricio Macri. Dibujo: Pablo Temes

Puertas adentro, Mendoza será clave para la UCR y su futuro. Halcones y palomas para Alberto Fernández.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 29/09/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


No fue el viaje soñado”. Quien lo dice es alguien de la entraña del poder. Se refiere a la fugaz presencia de Mauricio Macri –menos de 24 horas– en Nueva York. Entre una de las cosas que no salieron bien estuvo el hecho de que la cercanía con Donald Trump esta vez no sirvió para torcerle el brazo al board del Fondo Monetario Internacional a fin de lograr lo que hoy obsesiona al Presidente: la liberación de los 5.400 millones de dólares prometidos en el último acuerdo. Tanta es su obsesión, que decidió irrumpir en la reunión que mantuvo el ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, con funcionarios de la segunda línea del Fondo. 

Fue no solo un desacierto sino también una muestra de la desorientación, falta de know how, timing político y hasta desesperación que embarga a Macri y a parte de su gobierno. A estas reuniones, el Presidente solo va cuando está todo acordado y solucionado, nunca antes. Es una regla clásica y elemental de la política. Para colmo, ya no está Christine Lagarde quien, dicho sea de paso, sigue de cerca –y con preocupación– las desventuras de la economía de nuestro país. Ella, que hizo mucho para que el FMI le prestara a la Argentina, ha recibido y recibe críticas de parte de varios de los países miembros del organismo a causa de los incumplimientos del gobierno.

La situación de la deuda argentina es también ahí un problema. Es que el Fondo teme no cobrar, lo que generaría un descalabro interno.

El jueves, Alberto Fernández dijo en Córdoba que su idea es hacer una reestructuración amigable de la deuda, “a la uruguaya”. Pero, ¿cómo es una reestructuración amigable? Se trata de un acuerdo por el que, mientras se negocia la reestructuración, el deudor va pagando los cupones que van venciendo. Entre los asesores económicos del hoy virtual presidente electo esto genera preocupación. “Al paso que vamos, este gobierno no nos va a dejar reservas suficientes para hacer frente a esos pagos”, afirma uno de ellos, alguien que tiene un gran conocimiento del tema y de contacto fluido con Hernán Lacunza.

En sus contactos en Nueva York, Macri insistió en que la elección no está aún perdida y que su lucha es ahora por llegar a la segunda vuelta, lo que, en verdad, sería un hecho cercano al milagro. El problema que tiene el Presidente es que no le creen. Lo que el poder económico vislumbra a futuro tiene como protagonista a Alberto Fernández. Y por eso hablan con él, se reúnen con él y hacen planes con él.

Al interior del Frente de Todos se vive una situación extraña y compleja: extraña porque conviven la necesidad de llevar adelante la campaña para la elección del 27 de octubre con las demandas de lo que es una virtual transición. La cercanía al poder ha hecho que en los venideros comicios se diriman cuestiones que tienen que ver con el equilibrio de poder interno que encierra la fórmula Fernández-Fernández. Por eso, uno de los objetivos del candidato presidencial es ganar la elección por un guarismo superior al 54% que obtuvo Cristina en 2011. 

Otro de los focos de atención está puesto en el papel que tendrá Sergio Massa. En las reuniones que mantiene el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, con Máximo Kirchner queda claro que la transición se va a manejar con Massa. Esto, que incluye los aspectos burocráticos, los presupuestos y las estructuras de la Cámara, da idea de que quien la presidirá será el ex intendente de Tigre

Sin embargo, se sabe que CFK presiona para que Massa sea el jefe de Gabinete del eventual gobierno de Alberto Fernández. La ex presidenta argumenta a favor de esa designación señalando que, debido a la miríada de problemas que deberá enfrentar la nueva administración, habrá necesidad de contar con una figura del peso y el volumen político de Massa para manejar el diálogo con los diferentes sectores ante un escenario de una alta conflictividad que, sin duda, persistirá por un largo tiempo.

A Massa, en cambio, lo que le interesa es la presidencia de la Cámara baja. Enfocado como está en ser uno de los que activamente trabajen en el acuerdo social que proyecta implementar Fernández, el ex intendente de Tigre es de la idea de que ese acuerdo requerirá no solo de un trabajo intenso y sostenido por parte del Poder Ejecutivo sino también de un fuerte respaldo legislativo que le asegure el necesario sustento y fuerza legal, sin los cuales lo que se acuerde correrá el riesgo de quedar reducido a palabras y/o gestos vacuos con destino de fracaso. Y hay una razón más que mueve a Massa en su deseo de presidir la Cámara baja: la carrera por la presidencia de la Nación.

Junto con el tema económico, el otro gran problema que enfrenta el virtual presidente electo es el de los sectores duros del kirchnerismo, que no cesan de hacer su aporte destinado a azuzar el miedo de los sectores de la sociedad que no comparten sus ideas.

En la semana que pasó fue el turno del ex ministro de la Corte Suprema de Justicia, Eugenio Zaffaroni, quien reflotó la idea de la reforma de la Constitución y de la Ley de Medios. Eso equivale a insistir en asuntos que dividieron a la sociedad y marcaron el fracaso del gobierno de CFK. Se emparenta, además, con el “vamos por todo” y con el “vamos a volver”, expresiones inquietantes y sinónimo de falta, no solo de tolerancia sino, fundamentalmente, de respeto hacia el que piensa diferente.

En campaña. La marcha del “Sí, se puede” seguramente retempló el ánimo de Macri. Pero con eso no alcanza para revertir el resultado de las PASO. La campaña del oficialismo enfrenta un presente imparable de malas noticias económicas. Los cierres de pequeñas y medianas empresas siguen sucediéndose semana tras semana; las suspensiones y la reducción de personal, también.

Hoy, la atención electoral estará centrada en Mendoza. Allí, el radicalismo se preocupó por blindar la campaña y despegarla lo más posible del ámbito nacional. Por eso Macri ni apareció.

Habrá que prestar atención a las consecuencias internas que tenga el resultado de los comicios para el futuro de Juntos por el Cambio. Si Rodolfo Suárez gana, el peso de su mentor, el actual gobernador y futuro diputado nacional, Alfredo Cornejo, será un factor determinante en el realineamiento de fuerzas internas de la UCR. La disputa por la jefatura del bloque entre él y Mario Negri será, pues, inevitable.

En ese universo campea un ánimo de ruptura que, de confirmarse el 27 de octubre la derrota del oficialismo, será muy difícil de evitar. Muchos que, para no perjudicar a Macri, callaron comenzarán a hablar. Y serán muy críticos del Gobierno y de los sectores partidarios que lo apoyaron resignadamente.

Este es otro punto a tener en cuenta: el eventual gobierno de Alberto Fernández, como es la norma cada vez que gobierna el peronismo, tendrá mucho poder, hecho al que contribuirá una oposición que pinta desmembrada. La historia de siempre.

Producción periodística: Lucía Di Carlo.




domingo, 22 de septiembre de 2019

Octubre lejano. La cuenta regresiva… @dealgunamanera...

La cuenta regresiva… 

Caretas y caras. Mauricio Macri. Dibujo: Pablo Temes

Por más que la brigada optimista se empeñe, el Gobierno vive la transición como una carga pesada. 

© Escrito por Nelson Castro el domingo 22/09/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


La larga transición transcurre lentamente, escasa en alternativas de relevancia y abundante en incógnitas. La circunstancia parece asemejarse a "esa curiosa luz de tarde inmóvil que efunde el vago cielo desde el alba" (Jorge Luis Borges).

El Gobierno le ha puesto proa a un objetivo con visos de utopía: revertir parte de los números de las PASO para llegar. Esa meta se parece a una orilla cada vez más lejana. Es como si el oficialismo nadara contra la corriente. A cada paso, aparece un obstáculo. No hay buenas noticias en este presente de hastío y, lo que es más triste, no las habrá tampoco en el futuro. Entendámoslo bien: futuro para Mauricio Macri significa el 27 de octubre. Y, de no ocurrir un cisne negro, es un futuro que lo deja al Presidente sin porvenir político: ninguna encuesta vaticina hoy que siquiera el oficialismo pueda llegar al desesperadamente ansiado ballottage.

En camino. De cara a la elección, se perciben en el Gobierno dos actitudes: están los que forman parte de una especie de brigada del optimismo, que se muestran convencidos de que no solamente habrá segunda vuelta, sino también de que Macri será reelecto.

A la cabeza de este grupo está Marcos Peña. Recuérdese que fue el mismo Peña quien en la tarde noche del 11 de agosto dijo que Juntos por el Cambio estaba haciendo una muy buena elección y que algunos de los funcionarios dependientes del jefe de Gabinete el viernes 9 fatigaron los teléfonos de algunos periodistas y dirigentes para informarles que Macri estaba 3 puntos arriba de los Fernández y que María Eugenia Vidal lo pasaba por arriba a Axel Kicillof.

Frente a esa brigada del optimismo están quienes, con los dos pies sobre la tierra, no ven en el horizonte del oficialismo otra cosa que no sea la repetición de la derrota ocurrida en las PASO. Entre ellos están los intendentes de la provincia de Buenos Aires. Por eso, varios –en verdad, muchos– han tomado la decisión de favorecer el corte de boleta. “Cada vez que aparece o se lo menciona a Macri, perdemos votos”, se sincera uno de ellos, que estuvo con el Presidente la semana que pasó. Entre esos muchos hay varios que, además, unirán su boleta a la de Axel Kicillof y Alberto Fernández.

Esos intendentes se quejaron con firmeza ante Macri a causa de una situación que les genera azoramiento: que la ayuda social que baja desde la Nación hacia las barriadas pobres no sea distribuida por los municipios y sí por las organizaciones sociales aliadas al Frente de Todos. “No seamos boludos. Parece que estamos jugando para el adversario en lugar de hacerlo para retener nosotros los lugares que podemos ganar. Es el mayor sinsentido que se ha visto en la política vernácula”, le escuchó decir el Presidente a uno de esos intendentes.

Salvo en la primera elección que perdió Macri en la Ciudad de Buenos Aires en 2003, el PRO, que llevó la voz cantante dentro de Cambiemos, nunca experimentó el duro trance de una derrota. Y eso ha dejado shockeados a muchos de sus dirigentes. En gran parte del gobierno bonaerense se vive una desazón palpable a cada paso. “Muchos ministros, secretarios y funcionarios intermedios ya han bajado los brazos”, señala una voz que convive diariamente con esa realidad. De ahí que, más allá de las arengas y los anuncios, la gestión de Vidal está, en los hechos, paralizada. No hay ni estrategia de campaña ni estrategia de gestión. La reunión de “reconciliación” de la gobernadora con Peña aportó poco para revertir esa situación.  

En la mitología griega, Sísifo es conocido por haber sido condenado a empujar cuesta arriba por la ladera de una montaña una pesada piedra que, a poco de alcanzar la cima, volvía a caer, hecho que se repetía hasta la eternidad.

Algo así, y de forma absolutamente terrenal, le está ocurriendo al Gobierno en los atribulados días de esta larga transición. Cuando parece que está a punto de concretar un logro, aparece un imponderable que tira todo para atrás. Esta semana ocurrió con el precio de los combustibles. Luego de la batalla por su congelamiento, sucedió el aumento del barril de petróleo, consecuencia del atentado terrorista acaecido en Arabia Saudita contra sus refinerías de petróleo el martes pasado, lo que forzó al Gobierno a dar marcha atrás con la medida que había impuesto hace un par de semanas. Y, para hacer la cuesta más empinada aún, estuvo la difusión del índice de desempleo del segundo trimestre –10,6–, que será todavía mayor en el tercer trimestre.

Tira y afloja. En el Frente de Todos, lo que se vive es lo propio que deviene de las tribulaciones del poder. Uno de los tironeos del presente tiene que ver con la conformación del futuro gabinete del virtual presidente, Alberto Fernández. Como barrera para esas pujas internas, AF planea valerse de Sergio Massa, Felipe Solá, Héctor Daer y los gobernadores peronistas que, en su gran mayoría, le responden. El apoyo de los gobernadores le será caro.

La reunión –con posterior foto– que mantuvo Sergio Massa con Hugo y Pablo Moyano es otro indicio claro del rol activo que está teniendo y va a tener el ex intendente de Tigre que, de no mediar sorpresas, será el futuro presidente de la Cámara de Diputados. “Su objetivo es mediar para garantizar la gobernabilidad hasta el 10 de diciembre y, luego, trabajar para instrumentar buena parte del acuerdo sociopolítico que buscará AF”, sostiene una voz que trabaja intensamente al lado de Massa. Su presencia será un freno también para los sectores más radicales del kirchnerismo que no dejan de menear el delicadísimo tema de la reforma de la Constitución Nacional. La historia de fracasos de la Argentina incluye este tema. Cada vez que se intentó reformar la Constitución se lo hizo con un objetivo primordial, enmascarado en otros de mayor nobleza: otorgarle al presidente la posibilidad de mantenerse en el poder indefinidamente y de gobernar con la suma del poder público.

Massa está intercediendo en estas horas ante el cuestionado gobernador de Chubut, Mario Arcioni, de quien, en la intimidad, se muestra crítico. El mandatario provincial  fue compañero de estudios universitarios y se considera amigo personal del ex intendente de Tigre, que fue quien lo vinculó con Mario Das Neves, un férreo opositor del kirchnerismo que superpobló de empleados la administración pública provincial. El problema de base es que Arcioni hizo promesas en campaña que hoy no puede cumplir. Salvando algunas distancias, es lo mismo que le ha pasado a Macri con varias de las promesas que hizo en 2015. Ese fue, al fin y al cabo, el mensaje de las urnas el 11 de agosto.

Producción periodística: Lucía Di Carlo. 





viernes, 20 de septiembre de 2019

Temporada de piruetas… @dealgunamanera...

Temporada de piruetas…

¡Aplazado!, a Octubre Mauricio Macri. Fotografía: Pablo Temes

Funcionarios e intendentes se despegan de Macri y de Vidal. Mientras tanto, Alberto Fernández se acerca a Melconian.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 15/09/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Nos estamos yendo, esa es la verdad", decía un ministro importante del actual gobierno que, además, suele ser dispendioso en sus críticas y el uso de adjetivos descalificativos dedicados al ex ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, a quien en el futuro veremos deambular por los pasillos de los tribunales federales de la avenida Comodoro Py al 2000. Pero Dujovne no será el único. Y, al paso con que ha comenzado a activarse la causa del Correo que involucra a la familia Macri, el Presidente se convertirá también en uno de sus transeúntes.

Maraña. Nadie que conozca lo que sucede dentro de Cambiemos puede sorprenderse con lo que está sucediendo entre los funcionarios y ex funcionarios del área económica y de la jefatura de Gabinete. Se vive allí algo parecido a un zafarrancho de combate, en donde todos hablan mal de todos. Más allá de esos enconos personales, lo que surge de esos testimonios es la miopía política de Macri, su mal diseño de gestión y la ineptitud y soberbia de muchos de sus funcionarios.

Como consecuencia del catastrófico devenir económico de sus ya casi 4 años de gobierno, Mauricio Macri enfrenta un problema creciente para la elección del 27 de octubre: la pérdida de apoyo en una buena parte de su base electoral. Las declaraciones de los directivos de la Unión Industrial Argentina son un ejemplo.  “Decepción”, “desilusión” “fracaso”, “gobierno anti industrial”, es de lo más escuchado por estos días en bocas industriales. Si algo faltaba para azuzar aún más esa caldera es el bono de 5.000 pesos para los trabajadores, algo conversado entre el gobierno y la CGT sin la UIA.

El enojo con Macri no es solo fronteras adentro. Los hay también fronteras afuera. Uno de los lugares en donde la cosecha de enojos es creciente es el Fondo Monetario Internacional. No hay mayores registros de un gobierno que haya defaulteado la deuda por él contraída. Pues bien, Macri lo hizo. Por eso, en el board del organismo internacional hay una decisión ya tomada y que es firme: de no ocurrir un imponderable, no habrá más plata para la Argentina hasta después de la elección presidencial. Es decir, que el desembolso de los 5.400 millones de dólares por el que el gobierno mendiga no llegará -si es que llega- hasta después del  27 de octubre. El imponderable al que se alude tiene nombre y apellido: Donald Trump. Con él hablará Macri la semana que viene, cuando viaje a los Estados Unidos para dar su discurso  en la apertura de las sesiones ordinarias de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Allí le pedirá a su viejo amigo que ordene la liberación de esos fondos por el que el país parece desesperar.  

Otro juego. Alberto Fernández continúa con su derrotero de virtual presidente electo. Lo hace en el medio de las tensiones que poco a poco se van sumando dentro del Frente de Todos. Fernández  sabe que va a necesitar del mundo para enfrentar la pesada herencia que le dejará el actual gobierno. Por eso en sus oficinas de la calle México habla  con representantes de fondos de inversión y con sectores empresariales de los más diversos.

En esas conversaciones recibe la evidencia de los dos mayores problemas que tendrá para convencer a sus interlocutores: cuál será su real poder y el miedo que genera el regreso al poder del peronismo kirchnerista y su sed de revancha. Todas sus afirmaciones en pos de dejar atrás el pasado se evanecen cuando, por ejemplo, aparece la organización que responde a Juan Grabois irrumpiendo en distintos centros comerciales al grito de “vamos a volver.

Sus contactos son abarcativos e incluyen a personas cercanas al oficialismo, como es el caso de Carlos Melconián. Fernández y Melconian tienen una relación desde hace casi 15 años, que se mantuvo durante los años en que el virtual presidente electo fue jefe de Gabinete.

Luego de las PASO, la frecuencia de esos encuentros se incrementó. Son reuniones a solas que continuarán en las que el economista asiste con papeles y cifras en mano. Sus informes contienen datos del pasado y del presente y proyecciones a futuro. “Si Alberto me hubiera pedido un plan económico, el último que lo diría sería yo”, se le escuchó decir a Melconian por estas horas en que su nombre fue sujeto de rumores y conjeturas.     

El modelo “a la portuguesa” por el que el virtual presidente electo se interesó en su último viaje a Europa, demandará, parafraseando a Winston Churchill, mucha “sangre, sudor, lágrimas y conversación”. A Portugal le llevó diez años superar su profunda crisis socioeconómica. Lo que se hizo tuvo tres características fundamentales: un acuerdo político y un acuerdo sindical empresarial que fueron amplios y discutidos en profundidad, y una observancia a rajatabla de los compromisos pactados. Nada fue fácil. Todos sabían que los resultados tardarían en verse, por lo que nadie sacó los pies del plato.

Internismo. Una de las internas más intensas que se viven en el Frente de Todos es la de la provincia de Buenos Aires. Nada que pueda sorprender. Axel Kicillof está fastidioso con varios de los intendentes peronistas del conurbano que lo vienen presionando con el viejo asunto del reparto de cargos desde el día después de las PASO. Para estos barones del poder, las cosas se complicaron porque el ex ministro de Economía sacó muchos más votos de los que ellos pensaban. Eso le da al candidato una independencia que no esperaban. Kicillof siente que no le debe nada a nadie, por lo que en el armado de su gabinete su idea es la de colocar a gente que le responda a él y solo a él, sin el clásico reparto del poder y la devolución de favores. Envalentonado, su campaña tiene ahora como meta aumentar en octubre su caudal de votos. Por eso su despliegue proselitista viene transcurriendo principalmente por aquellos municipios en los que ganó por poco, donde se reúne con empresarios de distintos rubros con el objetivo de disipar los miedos que despierta su ideología.  ¿Lo logrará?

María Eugenia Vidal es la contracara: recorre la provincia con el propósito de perder por la menor diferencia posible. En ese peregrinar experimenta los efectos brutales del resultado de las PASO. Donde había pleitesía, domina la indiferencia. Donde abundaban elogios, resuenan sin eufemismos los reproches. Para la gobernadora, es un cuesta abajo que le hacen sentir hasta los mismos intendentes de Cambiemos que luchan desesperadamente por permanecer en el poder.  Ninguno de ellos quiere aparecer pegado ni a la gobernadora ni al Presidente. Es al fin y al cabo “el dolor de ya no ser” y su circunstancia.

Producción periodística: Lucía Di Carlo.