La cuenta regresiva…
Caretas y caras. Mauricio Macri. Dibujo: Pablo
Temes
Por más que la brigada optimista se empeñe, el Gobierno vive la transición
como una carga pesada.
© Escrito por Nelson Castro el domingo 22/09/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
La larga transición transcurre lentamente, escasa en
alternativas de relevancia y abundante en incógnitas. La circunstancia parece
asemejarse a "esa curiosa luz de
tarde inmóvil que efunde el vago cielo desde el alba" (Jorge Luis Borges).
El Gobierno le ha puesto proa a un objetivo con visos de
utopía: revertir parte de los números de
las PASO para llegar. Esa meta se parece a
una orilla cada vez más lejana. Es como si el oficialismo nadara contra la
corriente. A cada paso, aparece un obstáculo. No hay buenas noticias en este
presente de hastío y, lo que es más triste, no las habrá tampoco en el futuro.
Entendámoslo bien: futuro para Mauricio
Macri significa el 27 de octubre. Y, de no ocurrir un cisne negro, es un
futuro que lo deja al Presidente sin porvenir político: ninguna encuesta
vaticina hoy que siquiera el oficialismo pueda llegar al desesperadamente
ansiado ballottage.
En camino. De cara a la elección, se perciben en el Gobierno dos
actitudes: están los que forman
parte de una especie de brigada del optimismo, que se muestran convencidos de
que no solamente habrá segunda vuelta, sino también de que Macri será reelecto.
A la cabeza de este grupo está Marcos Peña. Recuérdese que fue el mismo Peña quien en la tarde
noche del 11 de agosto dijo que Juntos por el Cambio estaba haciendo una muy
buena elección y que algunos de los funcionarios dependientes del jefe de
Gabinete el viernes 9 fatigaron los teléfonos de algunos periodistas y
dirigentes para informarles que Macri estaba 3 puntos arriba de los Fernández y
que María Eugenia Vidal lo pasaba
por arriba a Axel Kicillof.
Frente a esa brigada del optimismo están quienes, con los
dos pies sobre la tierra, no ven en el horizonte del oficialismo otra cosa que
no sea la repetición de la derrota ocurrida en las PASO. Entre ellos están los
intendentes de la provincia de Buenos Aires. Por eso, varios –en verdad, muchos–
han tomado la decisión de favorecer el corte de boleta. “Cada vez que aparece o
se lo menciona a Macri, perdemos votos”, se sincera uno de ellos, que estuvo
con el Presidente la semana que pasó. Entre esos muchos hay varios que, además,
unirán su boleta a la de Axel Kicillof y Alberto Fernández.
Esos intendentes se quejaron con firmeza ante Macri a
causa de una situación que les genera azoramiento: que la ayuda social que baja
desde la Nación hacia las barriadas pobres no sea distribuida por los
municipios y sí por las organizaciones sociales aliadas al Frente de Todos. “No
seamos boludos. Parece que estamos jugando para el adversario en lugar de
hacerlo para retener nosotros los lugares que podemos ganar. Es el mayor
sinsentido que se ha visto en la política vernácula”, le escuchó decir el
Presidente a uno de esos intendentes.
Salvo en la primera elección que perdió Macri en la
Ciudad de Buenos Aires en 2003, el PRO, que llevó la voz cantante dentro de
Cambiemos, nunca experimentó el duro trance de una derrota. Y eso ha dejado
shockeados a muchos de sus dirigentes. En gran parte del gobierno bonaerense se
vive una desazón palpable a cada paso. “Muchos ministros, secretarios y funcionarios
intermedios ya han bajado los brazos”, señala una voz que convive diariamente
con esa realidad. De ahí que, más allá de las arengas y los anuncios, la
gestión de Vidal está, en los hechos, paralizada. No hay ni estrategia de
campaña ni estrategia de gestión. La reunión de “reconciliación” de la
gobernadora con Peña aportó poco para revertir esa situación.
En la mitología griega, Sísifo es conocido por haber sido
condenado a empujar cuesta arriba por la ladera de una montaña una pesada
piedra que, a poco de alcanzar la cima, volvía a caer, hecho que se repetía
hasta la eternidad.
Algo así, y de forma absolutamente terrenal, le está ocurriendo
al Gobierno en los atribulados días de esta larga transición. Cuando parece que
está a punto de concretar un logro, aparece un imponderable que tira todo para
atrás. Esta semana ocurrió con el precio de los combustibles. Luego de la
batalla por su congelamiento, sucedió el aumento del barril de petróleo,
consecuencia del atentado terrorista acaecido en Arabia Saudita contra sus
refinerías de petróleo el martes pasado, lo que forzó al Gobierno a dar marcha
atrás con la medida que había impuesto hace un par de semanas. Y, para hacer la
cuesta más empinada aún, estuvo la difusión del índice de desempleo del segundo
trimestre –10,6–, que será todavía mayor en el tercer trimestre.
Tira y afloja. En el Frente de Todos, lo que se
vive es lo propio que deviene de las tribulaciones del poder. Uno de los
tironeos del presente tiene que ver con la conformación del futuro gabinete del
virtual presidente, Alberto Fernández. Como barrera para esas pujas internas,
AF planea valerse de Sergio Massa, Felipe
Solá, Héctor Daer y los gobernadores peronistas que, en su gran mayoría, le
responden. El apoyo de los gobernadores le será caro.
La reunión –con posterior foto– que mantuvo Sergio Massa con Hugo y Pablo Moyano es otro indicio claro del rol activo que está
teniendo y va a tener el ex intendente de Tigre que, de no mediar sorpresas,
será el futuro presidente de la Cámara de Diputados. “Su objetivo es mediar
para garantizar la gobernabilidad hasta el 10 de diciembre y, luego, trabajar para
instrumentar buena parte del acuerdo sociopolítico que buscará AF”, sostiene
una voz que trabaja intensamente al lado de Massa. Su presencia será un freno
también para los sectores más radicales del kirchnerismo que no dejan de menear
el delicadísimo tema de la reforma de la Constitución Nacional. La historia de
fracasos de la Argentina incluye este tema. Cada vez que se intentó reformar la
Constitución se lo hizo con un objetivo primordial, enmascarado en otros de
mayor nobleza: otorgarle al presidente la posibilidad de mantenerse en el poder
indefinidamente y de gobernar con la suma del poder público.
Massa está intercediendo en estas horas ante el
cuestionado gobernador de Chubut, Mario
Arcioni, de quien, en la intimidad, se muestra crítico. El mandatario
provincial fue compañero de estudios universitarios y se considera amigo
personal del ex intendente de Tigre, que fue quien lo vinculó con Mario Das Neves, un férreo opositor del
kirchnerismo que superpobló de empleados la administración pública provincial.
El problema de base es que Arcioni hizo promesas en campaña que hoy no puede
cumplir. Salvando algunas distancias, es lo mismo que le ha pasado a Macri con
varias de las promesas que hizo en 2015. Ese fue, al fin y al cabo, el mensaje
de las urnas el 11 de agosto.
Producción periodística: Lucía Di Carlo.
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