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lunes, 24 de septiembre de 2018

Ases en la manga… @dealgunamanera...

Ases en la manga…

Bailando al ritmo de George Washington. Dibujo: Pablo Temes.

El Presidente se juega mucho en su viaje al norte. Cambio de estilo y de nombres.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 23/09/208 y publicado por el Diario Peril de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Mauricio Macri necesita relanzar su gobierno ante inversores internacionales que no le creen. Ese es el motivo principal del viaje a Estados Unidos. Para enfrentar ese universo de gente dura con cara de circunstancia el Presidente lleva dos ases en la manga: uno es el nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que contempla una ampliación del monto del préstamo de 50 mil a 60 mil o 70 mil millones de dólares. Esa negociación quedará sellada con el apretón de manos entre Macri y la directora del FMI, Christine Lagarde y, fundamentalmente, con la reunión que el primer mandatario argentino tendrá con Donald Trump. "Amigos son los amigos", como dice la canción de Queen.

Sin embargo, las cosas no serán fáciles para Macri quien, seguramente, nunca imaginó ser tratado con tanta incredulidad en ese olimpo de hombres y mujeres de negocios del que él se siente parte.

El problema de la Argentina tiene dos líneas: una, económico-financiera, que es la que les está sucediendo a otros miembros del grupo de países emergentes muy afectados por la apreciación de los bonos del Tesoro de los Estados Unidos. La otra, en cambio, es de neto corte político que, a su vez, comprende dos hechos: uno es la incertidumbre del resultado de la elección presidencial de Brasil –el 7 de octubre próximo– que, por su condición de vecino y principal socio comercial, golpea a nuestro país; el otro son las elecciones presidenciales del año que viene en la Argentina. Las últimas encuestas, que se leen en Buenos Aires y media hora después en Nueva York, tienen a muchos inversores muy preocupados preguntándose qué pasará si Macri pierde a manos de Cristina Fernández de Kirchner. Por eso es que desde esos ámbitos se está pidiendo algún nivel de compromiso para aprobar el Presupuesto con un acuerdo amplio, al menos de lo que se considera el peronismo más racional. Es de este acuerdo de lo que se habla en las oficinas de las consultoras a las que acuden los inversores para definir sus planes en la Argentina.

El acuerdo real sería que los gobernadores de la oposición se comprometieran a un sacrificio compartido entre todos y a olvidarse por un tiempo más de la cuestión electoral. Sin este compromiso, lo que quedará es una foto carente de contenido.

Durante estos tres primeros años de gestión, el Gobierno pudo sentarse a la mesa de las negociaciones con los gobernadores con una herramienta clave: la billetera. En esto no hubo innovación: es lo que hicieron todos los gobiernos desde el renacimiento de la democracia en 1983. El problema para Macri es que hoy la billetera está vacía. El trabajo de hormiga para alcanzar esos acuerdos está a cargo del ministro del Interior, Rogelio Frigerio. Frigerio es uno de los ministros que consolidó su posición y su poder después de la cumbre borrascosa que se vivió en la quinta de Olivos durante el fin de semana del 9 y 10 de septiembre. Los que conocen lo que pasa en la trastienda del poder describen un cambio significativo en la forma de gestionar del Presidente.

Los que hablan con Dujovne sostienen que el ministro no ve la hora de dejar el cargo.

Cambios. 

Hasta aquel fin de semana de furia y desasosiego, manejaba las cosas como si fuera el CEO de una gran empresa. En ese esquema, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, actuaba a la manera de un gerente general y era el encargado de llevar adelante la gestión. A él le correspondía encarar los problemas y llevarle a Macri las soluciones. Por eso es que, junto con el ido Mario Quintana y el desplazado Gustavo Lopetegui, él era los ojos y los brazos de Macri. Ese fue uno de los motivos por los que a Alfonso Prat Gay se lo echó del Gobierno. Nunca reconoció la autoridad de ese triunvirato al que le endilgó una supina ignorancia en asuntos económicos. De hecho, cuando las reuniones de gabinete las encabezaba Peña, el entonces ministro de Hacienda nunca asistía.

Ese esquema de gestión ahora cambió. "Hay un diálogo más directo con Mauricio", reconoce uno de los ministros que hoy ocupa posiciones de relieve dentro del gabinete.

Con ese trasfondo, quien esta semana lució un poco más aliviado fue Nicolás Dujovne. El malestar que lo obligó a una consulta de urgencia en el Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento –el cuadro de dolor toracoabdominal inespecífico y la normalidad de los estudios complementarios llevaron a considerar un espectro diagnóstico que fue desde una arritmia cardíaca pasajera hasta un ataque de pánico– no le fue indiferente. Por eso, los que hablan con Dujovne sostienen que no ve la hora de dejar el cargo. Toda la situación de ese sábado y domingo de furia lo afectó. No es para menos: ya le habían avisado que se iba y 48 horas después le dijeron que se tenía que quedar porque no se había aceptado el reemplazante, que iba a ser Carlos Melconian.

Ha habido un quiebre muy fuerte en la relación de Marcos Peña con María Eugenia Vidal y con Horacio Rodríguez Larreta. La gobernadora y el jefe de Gobierno porteño han debido tragarse el sapo de asumir el costo de las tarifas subsidiadas en sus propios distritos sin obtener nada a cambio, como algunos de los beneficios que están negociando los gobernadores del peronismo.

Ese manoseo más todos los problemas posteriores generaron para Dujovne un desgaste imposible de soportar, del que su salud no pudo salir indemne.
La rápida recuperación del ministro produjo alivio en el Gobierno ya que, al día de hoy, en Washington solo quieren hablar con él en pos de lograr un acuerdo que tenga la firmeza de la que hasta ahora ha carecido el primer acuerdo firmado entre el FMI y el Gobierno.

Ha habido un quiebre muy fuerte en la relación de Marcos Peña con María Eugenia Vidal y con Horacio Rodríguez LarretaLa gobernadora y el jefe de Gobierno porteño han debido tragarse el sapo de asumir el costo de las tarifas subsidiadas en sus propios distritos sin obtener nada a cambio, como algunos de los beneficios que están negociando los gobernadores del peronismo.

Vidal y Rodríguez Larreta sienten, por lo tanto, que nadie les agradece nada por lo que han cedido en pos de dar sustento al gobierno nacional a fin de evitarle mayores costos políticos a Macri. Al Presidente lo golpean duramente las cifras negativas de la economía, que lo han llevado a tomar medidas que han hecho trizas sus promesas de campaña. Ya lo dijo Maquiavelo: "La promesa dada fue una necesidad del pasado; la palabra rota es una necesidad del presente".

Producción periodística: Lucía Di Carlo.



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lunes, 7 de mayo de 2018

Temblor Político – Financiero… @dealgunamanera…

Es la política (y no es estúpido)

Dujovne-Caputo. Sería riesgoso dejar en manos de economistas el destino económico del país. Dibujo: Pablo Temes.

Si una Nación se manejara como una empresa todo sería más sencillo. Lo que se gasta nunca podría ser más de lo que ingresa, no al menos por mucho tiempo.

© Escrito por Gustavo González el domingo 06/05/2018 y publicado por el Diario Perfíl de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La célebre “the economy, stupid” fue una jugada perfecta que el Duran Barba de Clinton (James Carville) le propuso para vencer a Bush padre. El republicano venía con una alta imagen positiva producto de su política exterior y parecía invencible si el demócrata no conseguía correr de allí el foco de la opinión pública. Lo logró con aquella frase contundente e instalando la dicotomía entre “el cambio vs. lo viejo”, otra de las patas estratégicas de la campaña de Carville.

Los estadounidenses lo interpretaron como la promesa de mejorar sus condiciones económicas cotidianas, más allá de los grandes relatos políticos, y le dieron su voto.

Para los economistas, la frase remite a que, detrás de todo, se esconde el interés, la lógica y la necesidad económica. Entienden, con razón, que la economía es la estructura de una sociedad sobre la que se montan luego superestructuras legales, jurídicas y hasta culturales y religiosas.

Eso es cierto, solo que los que mueven las teclas de la economía son los dedos de la política. Esa misma ductilidad que usaron Clinton y Carville para llegar a la presidencia de la primera potencia mundial. La economía es la estructura, pero la política es la que determina qué estructura se elige.

La economía. Esta semana la Argentina terminó conmovida por lo que más la suele conmover: la disparada del dólar. Se la asocia de inmediato a tres problemas serios:

1) Corrida financiera.
2) Inflación.
3) Recesión.

Como si le faltara alguna dosis de dramatismo a un dólar de 23,30; el jueves pasado se cerraba con Carrió transmitiendo en vivo desde la Casa Rosada para “llevarle tranquilidad” a los argentinos.

En el Gobierno sostienen que ninguno de esos tres fantasmas existe. Creen que sobre hechos reales, otros debatibles y muchos falsos, la oposición y cierto establishment “juegan con fuego”.

Explican en privado lo mismo que en público: hay un reacomodamiento de la divisa tras la suba de tasas en los Estados Unidos y cambios de cartera en el mercado local, y que el Central tiene el poder de fuego para controlarlo: “Corrida es otra cosa y, más allá de la incertidumbre que se genera, el mercado financiero está tranquilo”.

El problema incuestionable es el de la inflación y el temor a que el nuevo aumento del dólar vaya a los precios. Algo que, pese a lo que digan los funcionarios, va a suceder. Y no solo por la porción de productos total o parcialmente importados que se consumen aquí y que ahora habrá que pagar más al convertirlos en pesos. O por los bienes dolarizados, como las propiedades y el combustible. También por las empresas extranjeras cuyas casas centrales seguirán pidiendo los mismos resultados en dólares que tenían previsto, más allá de la cotización en pesos de la divisa.

En cualquier caso, será inevitable que el incremento del dólar se traslade, en mayor o menor porcentaje, a los precios.

Abril rondaría 2,5% de inflación y, con el nuevo dólar, mayo difícilmente baje del 2%.

Las mismas cifras que los Kirchner escondían y subestimaban, son un grave problema para un Presidente que llegó prometiendo que no solo bajaría la inflación sino que hacerlo sería fácil. No es fácil, pero sí imprescindible para cualquier gobierno que pretenda ordenar cuentas y darle previsibilidad a la sociedad.

El otro desafío que Macri se autoimpuso es el de terminar con el déficit fiscal. El viernes Dujovne y Caputo celebraron que este año incluso se superará la meta prevista, bajándolo del 3,2 al 2,7% del PBI.

Es el resultado de un ajuste en la administración pública y de la quita de subsidios. Y la reducción de subsidios es el origen del incremento de las tarifas de luz (560% en promedio), agua (416%) y gas (290%) aplicado desde la asunción de Macri. Solo en este primer semestre, las subas en el transporte le agregarán un 62% a los boletos de tren y otro 67% a los de colectivo y subte. 

Estos aumentos achican el déficit, pero retroalimentan mes a mes el proceso inflacionario y dejan en manos del Banco Central la difícil responsabilidad de, aun así, frenar la espiral. Lo intenta, acotando la flotación libre del dólar y sin mucha suerte. Debió vender US$ 7.500 millones de reservas en dos meses y llevar las tasas al 40%, con el consiguiente enfriamiento de la economía. El primer trimestre terminó con una caída del consumo del 1% con respecto al mismo trimestre de 2017, que ya había sido frío.

El déficit y la inflación son dos problemas que los gobiernos deben afrontar. La diferencia es que el primero afecta a casi todos los países y el segundo a casi ninguno.

De 186 estados, hay 147 que están en rojo con sus cuentas fiscales. Casi el 80% del total. De ellos, algo más de un tercio está igual o peor que la Argentina.

Con la inflación, el ranking es distinto. Hay solo seis países con más inflación que el nuestro: Venezuela, Sudán del Sur, Congo, Siria, Libia y Sudán. Naciones cruzadas por miserias y guerras internas.

La política. 

La definición de que la política es el arte de lo posible, indica como contrapartida que el arte de alcanzar objetivos imposibles no se llama política. Puede ser magia u otra ciencia social, pero política no es.

El objetivo de Cambiemos de ordenar la economía es meritorio. La cuestión es cómo hacerlo. ¿Será posible reducir el déficit con shock de incrementos en tarifas y servicios, bajar la inflación a pesar de eso y aplicando tasas del 40% y lograr, con todo, que ni la economía ni la sociedad se enfríen?  

Si una Nación se manejara como una empresa todo sería más sencillo.

Lo que se gasta nunca podría ser más de lo que ingresa, no al menos por mucho tiempo. No habría más empleados que los necesarios ni obligación de donar dinero para que el vecino viva mejor. Manejar un Estado es tan distinto que, por ejemplo, para salir de las crisis recurrentes del capitalismo (y solo para eso) Keynes recomendaba profundizar el endeudamiento y la impresión de billetes. Imagínense si un CEO tuviera esa posibilidad.

Sería un error decir que Macri no entiende de política, por algo llegó donde llegó, pero su especialidad es la administración privada, la elaboración de estrategias electorales y la voluntad para estar preparado cuando la historia lo necesitó.

Los economistas tienen que saber sumar, restar y alguna otra operación compleja. Pero los políticos son los filósofos de la economía, los que estudian las causas y efectos de esas sumas y restas.

Que Macri sea un ingeniero no significa que no pueda desarrollar una mayor sensibilidad para entender que en la conducción de un país no hay física sin metafísica ni matemática sin cierta épica. Y que no habrá eficiencia económica sin eficiencia política.

Un poeta español, Antonio Machado, decía que en política solo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire, no quien pretende que sople el aire donde pone la vela. Macri ganó porque supo representar a una mayoría social que soplaba en esa dirección. Su desafío ahora es tener la sensibilidad suficiente para hacer de la política el arte de obtener los resultados económicos que pretende a través de un camino posible y en los tiempos posibles.

No es algo que puedan resolver sus múltiples ministros de Economía. Es algo que solo pueden resolver los políticos.



domingo, 23 de julio de 2017

Encuestas y realidad… @dealgunamanera...

Encuestas y realidad…

¡De Números, ni hablar! Jaime Duran Barba. Dibujo: Pablo Temes

Los sondeos le dan valor de realidad al futuro. Así lo entienden Macri e intendentes que van con CFK.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 22/07/2017 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Hay que pasar el invierno. El frío finalmente llegó con toda su crudeza, y en plena campaña, las cosas se complican para el Gobierno. Y ahí surgen las disputas internas entre los que se sienten cerca de la gente y los que ven la vida desde un escritorio o un despacho. Para estos últimos, no hay lugar para la sensibilidad. Vaya como ejemplo esta anécdota.

En la provincia de Buenos Aires, el intendente de General Madariaga, Carlos Santoro (Cambiemos), presentó un recurso de amparo para socorrer a los vecinos que estaban angustiados por la llegada de las facturas de gas que, en algunos casos, superaron largamente los 5 mil pesos. La intención del jefe municipal fue frenar los aumentos, considerando que el año pasado junto a su par de Villa Gesell habían elevado un pedido para que esas localidades fueran incluidas –al igual que sus vecinas Mar del Plata y Mar Chiquita– en la categoría de “zona fría”. Esta es una categoría que resulta en importantes beneficios para sus habitantes. La respuesta había sido negativa. A mediados de marzo de este año el jefe comunal insistió con esa solicitud que, al no tener respuesta positiva, desembocó en el amparo presentado hace diez días.

Reto. 

El color político de Santoro le valió un reto del propio ministro Juan José Aranguren, quien lo llamó y le preguntó qué era lo que estaba haciendo, para luego ordenarle que si no podía levantar el amparo le enviara lo presentado para su análisis a fin de estudiar el caso. La intención era evitar el efecto contagio ante la eventualidad de que la Justicia le diera la razón, hecho que generaría un nuevo problema que, en lo posible, sería mejor solucionar puertas adentro del paraguas partidario.

Esta es una parte de la realidad que no trasciende pero que mantiene en alerta a María Eugenia Vidal. Es que –a los ojos de la gobernadora– ante el afán de mantener la casa en orden hay funcionarios que pierden de vista el objetivo de máxima, que es estar cerca de la gente. La mujer fuerte de Cambiemos lucha para que no se pierda el costado social de la gestión por más que la planilla de Excel muestre los números en rojo. En campaña no se puede cometer esos errores.

La campaña de Cambiemos –ante la falta de resultados positivos en materia de economía– seguirá ligada a la confrontación con el pasado, la apelación a la lucha contra la corrupción y la necesidad de profundizar el cambio. Como le pasa a cualquier gobierno, el actual es rehén de la realidad. Y el presente abunda en datos y vivencias que reflejan una situación socioeconómica muy difícil para muchos.

El 33% del índice de pobreza es algo que se palpa en la calleLa vivencia que están teniendo los principales candidatos de Cambiemos en la tercera sección electoral –que es la que define la elección–los está impactando. El nivel de marginalidad es brutal. Allí no se vive sino que, en muchísimos casos, se sobrevive. Por eso, el propio Duran Barba sugirió que se dejen los temas de la economía de lado. Salvo en boca de expertos. Al parecer, más allá del lanzamiento de créditos blandos y el asistencialismo, agregado a la lucha por el control de la inflación, no habrá grandes novedades para los más necesitados. Cada maestro con su librito, y el oficialismo, con el mismo desde hace un largo tiempo.

En la vereda de enfrente también existen los cautivos de la realidad. Pero muy lejos del síndrome de Estocolmo, los rehenes de CFK comienzan a hablar por lo bajo: “No podíamos suicidarnos detrás de un nuevo proyecto de peronismo con los números de las encuestas indicando que en el Conurbano profundo y no tan profundo el clamor por CFK todavía es alto. Queremos un mandato en paz”, se escuchó decir al colaborador de un intendente que no está feliz por apoyar a la ex presidenta pero que prefiere tragarse el sapo. “Ella sigue igual que siempre, pero optamos por acompañar un resultado que parece puesto. Hay que tomarlo como mal menor. 

Los que realmente la quieren se cuentan con los dedos de una mano”, dijo otro funcionario municipal que recuerda muy bien alguna de las barbaridades que decía Martín Insaurralde sobre Cristina en reuniones del grupo Esmeralda, antes de cambiarse de bando. ¿“Alguien piensa que cambió de opinión? ¡No! eligió con las encuestas en la mano”, vociferó un economista que conoce las internas de ambos espacios. “El problema es que, más allá de la inquietud por la gestión, los intendentes son muy mezquinos. Nadie la quiere pero todos se tapan la nariz y acompañan”, concluyó.

Luego de un optimismo infundado que inexplicablemente imperó en despachos gubernamentales, el baño de realidad les va llegando a todos. La mayoría de las encuestas que se analizan en la Rosada generan preocupación. La ex presidenta está ganando. El primero en tener noción de esto es Macri. El Presidente ya comprendió que la suerte de su gobierno se juega ya en las PASO. Si el Gobierno pierde por más de 5 puntos, las posibilidades de un triunfo en octubre serán muy difíciles. Lo que está en juego, además, es la gobernabilidad.

Indicios. 

Lo que está pasando con el dólar en estos días es un indicio de lo que va a suceder si Cristina Fernández de Kirchner gana. Si hasta aquí –con todas las expresiones de entusiasmo que recibió– la lluvia de inversiones de la que tantas veces habló Macri nunca llegó, es un hecho que nunca vendrá si el Gobierno pierde. Y esto no es producto de un ejercicio deductivo, sino una información que el jefe de Estado ya conoce. Ha transcurrido casi la mitad de su mandato y la economía no arranca. Va a ser muy difícil que lo haga si no se atacan aspectos estructurales claves. Uno de ellos es el enorme déficit fiscal. Para lograrlo habrá necesidad de buscar acuerdos políticos que serán de cuasi imposible logro con una CFK triunfadora. 

Porque una cosa es cierta: de ganar, al otro día habrá de comenzar su campaña por la vuelta a la presidencia en 2019, una obsesión fogoneada por una sed de revancha incontenible.

Producción periodística: Santiago Serra.