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martes, 14 de agosto de 2012

Señales amenazantes... De Alguna Manera...

Señales amenazantes...

Señales amenazantes
 A dos voces, Marcelo Bonelli. Dibujo: Pablo Temes.

El Gobierno confronta con los propios y ataca a los no alineados. Las internas en YPF y los límites al periodismo.

Todo fue absolutamente cierto: el ingeniero Miguel Galuccio estuvo a un paso de renunciar al cargo de presidente del directorio de Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Ello sucedió tras haberse anoticiado del decreto de regulación del mercado hidrocarburífero, que se emitió sin su conocimiento mientras él se reunía con representantes de importantes compañías petroleras, a los que trataba de convencer de los supuestos beneficios de asociarse con YPF. La situación interna que se vive allí no augura tiempos de calma si no se procede a tomar medidas que detengan la potencialidad de enfrentamientos entre las distintas líneas que se han conformado. En efecto, conviven en la petrolera tres líneas directrices: una primera que responde a la dupla De Vido - Cameron (Daniel Cameron es el secretario de Energía de la Nación, que, aunque no parezca, existe); una segunda que responde al viceministro de Economía, Axel Kicillof; y una tercera, profesional, que está encolumnada detrás del ingeniero Galuccio, a quien se le reconoce haber incorporado a su gestión gente de primer nivel internacional. Los que a Galuccio lo conocen bien y lo respetan sostienen que todo el discurso y el accionar político del Gobierno son diametralmente opuestos a los criterios profesionales que desarrolló en su brillante carrera. Para muchos profesionales que se desempeñan en la compañía, que apoyaron su nacionalización y que se alegraron e ilusionaron con la designación de Galuccio, se vive una atmósfera irrespirable que, además de temor, les provoca una gran decepción. Como es norma en el kirchnerismo, a varios de los que quieren hacer oír sus voces críticas se los amedrenta desde la conducción política de la empresa para que guarden silencio.

El decreto que encumbró a Kicillof en la Comisión de Planificación y Coordinación Estratégica del Plan Nacional de Inversiones Hidrocarburíferas produjo escozor en los gobernadores de las provincias petroleras que jugaron un rol clave en el proceso fulminante que terminó con la renacionalización de YPF. La reunión que tuvieron con el ministro De Vido en la semana que pasó fue más para la foto que otra cosa. En diferentes conversaciones, varios de ellos se quejaron amargamente por el rol de Kicillof. “Nos usaron”, fue la frase que se escuchó decir a más de uno de ellos mascullando bronca.

Con todo, no es el de YPF el principal problema que hoy preocupa a la ciudadanía de la Capital Federal y del conurbano bonaerense. Para decenas de miles de ellos, su vía crucis del presente es cómo llegar a sus trabajos y cómo regresar a sus casas. Es la consecuencia de un paro salvaje que vienen desarrollando los metrodelegados del subterráneo, que amenazan con extenderlo por tiempo indeterminado. Lo del subte es un cambalache en el que se mezclan una empresa, Metrovías, que desde siempre ha brindado un servicio deficitario, y dos luchas explosivas: la primera entre los metrodelegados y la UTA; la segunda, la feroz guerra política que el Gobierno nacional ha lanzado contra el Gobierno de la Ciudad. El Ejecutivo Nacional quiere usar este asunto para deteriorar la figura de Mauricio Macri. Es parte de una misma ofensiva que apunta a dos blancos: Scioli y Macri. La Presidenta busca la destrucción política de los dos. El principal problema de Macri es no tener plan B para enfrentar esta embestida. Si ante cada uno de esos embates la respuesta habrá de ser “no se puede hacer nada”, corre el riesgo de quedarse sin gestión y sin futuro político.

El que, en cambio, estuvo decidido a hacer punta fue José Manuel de la Sota. El gobernador de Córdoba se plantó y dijo basta al retaceo de la plata para los jubilados que le deben desde la Anses. Logró que la Legislatura provincial aprobara una ley por la que Córdoba abandonó el Pacto Fiscal de 1992. Su carta a los gobernadores para que lo imitaran tuvo más un propósito político que práctico: sabía que las probabilidades de que lo acompañaran algunos de sus pares oficialistas eran casi nulas –ya varios le contestaron negativamente–; su intención era posicionarse como un líder alternativo del peronismo con capacidad para aglutinar a los muchos malheridos que ha dejado y que sigue generando el kirchnerismo.

En medio de todo este batifondo, Cristina Fernández utilizó su Aló Presidenta por la cadena nacional de radio y televisión para a atacar a Marcelo Bonelli y lanzar una idea que constituye una seria amenaza para el ejercicio del periodismo en la Argentina. Lo que le molestó a la Presidenta fue que Bonelli contara la verdad de lo que sucedió con el ingeniero Galuccio. Por ello, junto con el repudio que merece la actitud difamatoria contra nuestro colega y su familia, la propuesta de una ley de ética pública para los periodistas –que, dicho sea de paso, no son funcionarios públicos– es de una enorme gravedad. Y lo es no por lo novedoso, sino porque, al contrario, no hace más que traer al presente otras iniciativas del mismo tenor e iguales intenciones –la de coartar la libertad de prensa– que ya hubo en el pasado. La más relevante desde la recuperación de la democracia fue la impulsada por el ex presidente Carlos Menem, quien no se cansó de impulsar la idea de un tribunal de ética para juzgar a periodistas independientes cada vez que pretendió silenciar las investigaciones que pusieron al desnudo la gestión de aquel gobierno emblemático de la corrupción.

A Cristina Fernández de Kirchner se le hace intolerable el trabajo de los periodistas que ejercen su profesión con honestidad y actitud crítica.  La idea de una ley de ética pública para los periodistas es parte de una ofensiva feroz que persigue como finalidad no mejorar la calidad del ejercicio profesional, sino imponer el objetivo del pensamiento único, que desvela a un gobierno que pretende ejercer el poder no en virtud de consensos sino a través de la dominación. Y, como decía Voltaire, “la pasión de dominar es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano”.

© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 12 de Agosto de 2012.


lunes, 13 de agosto de 2012

Usted miente, señora Presidenta… De Alguna Manera...

Usted miente, señora Presidenta…   

 
Marcelo Bonelli, denunciado por Perfil en el 2005. Encabezó la lista de quienes recibían publicidad por orden de Scoccimarro, entonces vocero de De Vido y hoy de Cristina.

Usted miente, señora Presidenta. Usted no quiere mejorar el periodismo, usted quiere destruirlo. Y en eso, aunque no en otras cosas, va a fracasar.

Miente cuando pide una ley de ética pública para los periodistas que obligue a los medios a “publicar qué empresas reciben dinero” (le aclaro que me encantaría que así fuera). Sus deseos no son sinceros, porque si eso se implementara todo su aparato de propaganda oficial quedaría al descubierto.

Usted dice que encontraron en YPF facturas de 11 millones de pesos por año de periodistas y medios por publicidad que se pagaba pero no se emitía: “Publicidad no convencional, la pagás y no aparece” (sic). Pero mencionó solamente el millón de pesos que dice que cobraron el socio y la esposa de Marcelo Bonelli desde 2008.

Los 240 mil pesos anuales que durante cuatro años recibieron los allegados de Bonelli, según usted, representan sólo el dos por ciento de esos 11 millones de pesos anuales, lo que permite deducir que hay, en promedio, otros 46 periodistas o medios que también recibieron sistemáticamente dinero por publicidad que, como usted dice, “la pagás y no aparece”.

Urge que usted difunda esa lista, así la opinión pública se entera de quiénes son esos medios y periodistas que cobran por servicios no prestados. Imagino que habrá varios simpatizantes de su Gobierno en ella. Pero lo importante es que se sepa quiénes son porque, más allá de los intereses que defiendan, cobrar por un servicio que no se presta es una estafa o un acto de corrupción.

El tema no es sólo Bonelli. El tema es ese sistema de corrupción de periodistas y medios. Pero lo curioso es que, si ustedes no lo inventaron, señora, ustedes lo engrandecieron a niveles inconmensurables. Y de lo que no cabe duda es de que ustedes lo institucionalizaron como una práctica normal. Usted se escandaliza de su propio espejo y encima cree que refleja la imagen de otro.

Algo comparable les pasa con el tema de la dictadura: ustedes acusan a algunos de sus críticos de acciones negativas que no existieron, se agregan en su propia biografía acciones positivas que nunca realizaron y terminan creyéndose héroes de la ética.

Mire, señora, hace siete años el diario PERFIL publicó en El Observador del 18 de septiembre de 2005 una larga investigación titulada “Caja negra”. Allí se informaba que “el propio Estado utiliza cajas negras para promocionar su gestión”, y desarrollaba en detalle el caso de 27 periodistas que por orden del vocero de De Vido, Alfredo Scoccimarro, debían estar en la pauta publicitaria.

La lista la encabezaba Marcelo Bonelli y, mire lo que son las vueltas de la vida, señora, nueve de los 27 periodistas de esa lista trabajaban en alguna de las empresas del Grupo Clarín. Y hoy Scoccimarro ya no es el vocero de De Vido sino que es su vocero y, además, es el secretario de Comunicación Pública, cargo en el que reemplazó nada menos que a Abal Medina cuando asumió como jefe de Gabinete.

Son ustedes, señora, los que inventaron lo que usted denuncia. Hace siete años era PERFIL quien denunciaba la relación entre Scoccimarro y Bonelli cuando Clarín era aliado del Gobierno. En aquella oportunidad, Bonelli pidió derecho a réplica explicando que él no trabajaba en la radio FM Palermo que aparecía en la planilla publicada en la nota de PERFIL, lo que justificó una contrarréplica de los periodistas de El Observador para demostrar que era la hija de Bonelli quien trabajaba en ese programa, y la publicidad había sido gestionada por una productora de A dos voces, el programa de Bonelli.

Siguiendo el mismo manual, ayer PERFIL pidió a Bonelli precisiones sobre los montos que cobraron su socio y su esposa de YPF, ya que en los descargos que realizó en Clarín y Telenoche no se refirió a ellos. Bonelli dijo que su esposa sólo cobró 6 mil pesos por mes de julio de 2007 a marzo de 2008, 54 mil pesos en total, por traducciones de inglés (tiene el título del Lenguas Vivas), y que él no tiene ningún socio porque la publicidad de los programas que realiza en los distintos medios del Grupo Clarín es vendida directamente por la empresa, de la que él es un empleado. Quedará por ver si existe una contrarréplica, como en el caso anterior de Bonelli ante la denuncia de PERFIL en 2005.

En Clarín y en Telenoche Bonelli sí explicó que todos sus ingresos están en blanco y que lo que publicó sobre que Galuccio estuvo por renunciar es totalmente cierto. Ese no era el núcleo de la acusación, porque podría haber cobrado un millón de pesos en blanco, nunca la Presidenta dijo que fuera en negro. Y es obvio que la crítica que recibió por cadena nacional no es por su nota del 3 de agosto último sobre Galuccio, porque ya el 10 de julio Perfil.com y el diario La Nación habían informado que Galuccio analizaba renunciar.

Lo que a la Presidenta le molesta de Bonelli es su prédica contra la restricción a la venta de dólares, que realiza todos los días, a la mañana, a la tarde y a la noche (hay que reconocer que Bonelli es un trabajador esforzado) en TN, Radio Mitre y Telenoche, desde hace nueve meses con notable efecto. Y aprovechó las pagos de YPF a la esposa de Bonelli y su supuesto socio para –en el contexto de la inauguración de una planta de refinado– pegarle un palazo.

Pero a buena hora su enojo, señora, la lleva a proponer debatir ética periodística e ilumina con la llegada de su cadena nacional la problemática sobre de dónde viene el dinero que financia a los medios de comunicación y a los periodistas, y se debate ese método degenerativo del periodismo que además el kirchnerismo promovió. Y es también deformante de la publicidad porque, debo informarle, señora, que su ejemplo cunde: programas de radio y de TV con audiencias no muy grandes vienen quejándose de que anunciantes que antes tenían bien clara la “separación de Iglesia y Estado”, es decir que poner publicidad no les daba derecho a solicitar no ser criticados si eran sujeto noticioso de algún hecho negativo, han cambiado y ahora amenazan abiertamente con retirar la publicidad si sus empresas son criticadas. Eso no se animan a hacer con medios más importantes, pero el flagelo superó una frontera.

El problema es cualitativo y cuantitativo. Siempre hubo departamentos de relaciones públicas en las empresas que compraban publicidad con criterios no comerciales, pero el deterioro institucional, que comenzó con Menem, explotó en 2002 y el kirchnerismo elevó y cristalizó, hizo que aquello que antes permitía a un periodista de radio tener su pequeña productora para su programa se convirtiera en empresa, teniendo a Hadad como el precursor más aventajado a la hora de vender silencio y protección en forma de “publicidad que pagás y no aparece”, dicho en sus propias palabras.

No es que usted mienta sobre Bonelli. PERFIL criticó cuestiones relacionadas con la que usted difundió por cadena nacional. Usted mintió sobre su propio Gobierno, al que mostró sólo como víctima de lo que mayoritariamente fue victimario.

No olvide que los últimos cuatro años de YPF, donde se gastaron esos 11 millones de pesos por año en periodistas y medios de forma tan irregular, a los que usted se refirió, coinciden con el desembarco del management nacional y la retirada de la dirección de YPF de los principales ejecutivos españoles. Es en 2008 que ingresa Eskenazi de la mano del propio Gobierno.

La buena memoria es a veces un obstáculo para la política.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 12 de Agosto de 2012.