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viernes, 29 de mayo de 2020

51º Aniversario del Cordobazo... @dealgunamanera...

El Cordobazo, una jornada inédita de obreros y estudiantes…

La revuelta que conmocionó al país. Fotografía: Cedoc

El 29 de mayo de 1969, por primera vez en la historia argentina, salieron a las calles juntos. Enfrentaban a una dictadura que llevaba en el poder más de 14 años.

© Escrito por Víctor Ramos el viernes 29/05/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.


Desde las primeras horas de la mañana una columna de trabajadores de la industria automotriz organizada por el SMATA -Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor de la República Argentina- marchaba amenazadoramente con carteles y banderas hacia el centro de la ciudad. Venían de los talleres de la IKA-Renault avanzando por la Avenida Vélez Sarsfield.

Se plegaron inmediatamente los estudiantes del barrio de clínicas de las facultades de medicina, derecho y todos los centros académicos. La policía se replegó ante la multitudinaria manifestación. Fue el soleado 29 de mayo de 1969.

Obreros y estudiantes de la ciudad de Córdoba, por primera vez en la historia argentina, salieron a las calles juntos. Enfrentaban a una dictadura que llevaba en el poder más de 14 años.

Recuerdan los testigos de la época a la Policía Montada a caballo retrocediendo ante el avance de la multitud.

Los protagonistas obreros de la jornada fueron Elpidio Torres del SMATA, Atilio López de la UTA (transporte), Alejo Simó de la UOM (metalúrgicos) y Agustín Tosco de Luz y Fuerza.


El 16 de setiembre de 1955 cuando los generales y almirantes, acompañados por todos los partidos políticos, derrocaron al presidente Juan Domingo Perón, la democracia fue archivada.

El presidente, teniente general Juan Carlos Onganía, había declarado que para llegar a las elecciones ordenadamente había que pensar en un período de no menos de 20 años. El Cordobazo le dijo basta e hizo vibrar a una Argentina petrificada.

Ese 29 de mayo se dieron a conocer las masas obreras y estudiantiles. El fervor combativo recorrió el país y comenzó un proceso de nacionalización de las clases medias antiperonistas.

Entre los líderes estudiantiles del Cordobazo podemos destacar a los presidentes de los centros de estudiantes, Pascual Bianconi de la Facultad de Medicina, Eduardo González de la Facultad de Matemáticas y al catamarqueño Simón Gómez de la Facultad de Derecho.


Fue Bianconi quien habló en el barrio clínicas ante una asamblea de varios miles de estudiantes adhiriendo al paro de la CGT y luego junto a Elpidio Torres, desde el balcón del local de la CGT a los trabajadores movilizados.

La unidad obrero estudiantil fue un fenómeno histórico ya que la FUA, Federación Universitaria Argentina, tradicionalmente en manos de la Franja Morada de la UCR o del PC, Partido Comunista, siempre habían estrechado filas con los sectores oligárquicos, tanto en 1930 contra Hipólito Yrigoyen, como en 1945 y 1955 contra Juan Domingo Perón.

El Cordobazo fue una inflexión. Al año siguiente la FUA tuvo elecciones en todo el país y la corriente que se impuso fue la de la “Izquierda Nacional”. Pascual Bianconi fue su secretario general y su AUN, Agrupación Universitaria Nacional, establece contactos con Perón en Madrid y exige a la dictadura elecciones libres.

Si bien las jornadas de lucha fueron sorpresivas, todo el año fue un encadenamiento de conflictos y movilizaciones. El antecedente ineludible es que los empresarios de la industria metalúrgica venían produciendo quitas salariales a los trabajadores de la UOM de Córdoba. Finalmente la CGT de esa seccional sale en apoyo del reclamo metalúrgico y todos los gremios llamados “vandoristas” son promotores y vanguardia del Cordobazo que se estaba gestando.


Los grupos de la izquierda -sin excepción- que hoy reivindican el Cordobazo, en las vísperas del mismo, se opusieron. En la asamblea multitudinaria de estudiantes que hicimos referencia, realizada por la tarde del 28 de Mayo en el Barrio Clínicas, rechazaron adherir al paro del día siguiente porque era convocado por “los burócratas de la CGT y el vandorismo.”

Alejo Simó de la UOM, Elpidio Torres del Smata y Atilio López de la UTA integrantes de la CGT Azopardo y las 62 Organizaciones impulsadas por Vandor, fueron quienes convocaron al paro y movilización del 29 de Mayo de 1969. Y fueron éstos los gremios que comenzaron una serie de movilizaciones, huelgas y asambleas que desembocarían en las heroicas jornadas del mayo cordobés.

Sobre el tema es concluyente uno de los protagonistas de estas jornadas, Lucio Gastón Maceda cuando afirma que “la CGT de Ongaro, no cumplió un papel decisivo, no así algunos gremios que en Córdoba la apoyaban, caso de Luz y Fuerza y otros menores. Y sin exagerar, en algunas circunstancias (en el Cordobazo), la CGT marcó el rumbo al movimiento estudiantil.”

Años después de los hechos, con el radicalismo y el estalinismo nuevamente en el control de los claustros universitarios, la tesis del “espontaneísmo” en las jornadas de Córdoba hicieron encarnadura. Omitiéndose el protagonismo del SMATA, de la UOM y de la UTA.


Se alegó, incluso, que los hacedores de la rebelión de 1969 habían sido “dirigentes clasistas”, de los gremios de Fiat, quienes como se sabe, tuvieron gravitación pública dos años después. “Del sindicalismo peronista nada se dice, de Elpidio Torres, menos”, asegura Garzón Maceda.

Ninguna organización armada tuvo participación en el Cordobazo, incluso Roberto Santucho y su grupo no apoyaron esas jornadas, y el dirigente guerrillero, Héctor Jouvé del EGP, Ejército Guerrillero del Pueblo, que combatió en Salta con Ricardo Masetti a las órdenes del Che Guevara señala que: 

”Lo que me impactó más fue el Cordobazo en sí mismo. Primero porque no me lo esperaba, y segundo porque desbordó cualquier previsión. Le pasó por encima a todas las organizaciones.”

Las jornadas del 29 de Mayo fueron la culminación de la lucha social desarrollada desde 1955. Luego de los levantamientos obreros estudiantiles en todo el país, la CGT Azopardo es intervenida por la dictadura militar y treinta días después asesinan al dirigente obrero, Augusto Timoteo Vandor.




martes, 14 de agosto de 2012

Señales amenazantes... De Alguna Manera...

Señales amenazantes...

Señales amenazantes
 A dos voces, Marcelo Bonelli. Dibujo: Pablo Temes.

El Gobierno confronta con los propios y ataca a los no alineados. Las internas en YPF y los límites al periodismo.

Todo fue absolutamente cierto: el ingeniero Miguel Galuccio estuvo a un paso de renunciar al cargo de presidente del directorio de Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Ello sucedió tras haberse anoticiado del decreto de regulación del mercado hidrocarburífero, que se emitió sin su conocimiento mientras él se reunía con representantes de importantes compañías petroleras, a los que trataba de convencer de los supuestos beneficios de asociarse con YPF. La situación interna que se vive allí no augura tiempos de calma si no se procede a tomar medidas que detengan la potencialidad de enfrentamientos entre las distintas líneas que se han conformado. En efecto, conviven en la petrolera tres líneas directrices: una primera que responde a la dupla De Vido - Cameron (Daniel Cameron es el secretario de Energía de la Nación, que, aunque no parezca, existe); una segunda que responde al viceministro de Economía, Axel Kicillof; y una tercera, profesional, que está encolumnada detrás del ingeniero Galuccio, a quien se le reconoce haber incorporado a su gestión gente de primer nivel internacional. Los que a Galuccio lo conocen bien y lo respetan sostienen que todo el discurso y el accionar político del Gobierno son diametralmente opuestos a los criterios profesionales que desarrolló en su brillante carrera. Para muchos profesionales que se desempeñan en la compañía, que apoyaron su nacionalización y que se alegraron e ilusionaron con la designación de Galuccio, se vive una atmósfera irrespirable que, además de temor, les provoca una gran decepción. Como es norma en el kirchnerismo, a varios de los que quieren hacer oír sus voces críticas se los amedrenta desde la conducción política de la empresa para que guarden silencio.

El decreto que encumbró a Kicillof en la Comisión de Planificación y Coordinación Estratégica del Plan Nacional de Inversiones Hidrocarburíferas produjo escozor en los gobernadores de las provincias petroleras que jugaron un rol clave en el proceso fulminante que terminó con la renacionalización de YPF. La reunión que tuvieron con el ministro De Vido en la semana que pasó fue más para la foto que otra cosa. En diferentes conversaciones, varios de ellos se quejaron amargamente por el rol de Kicillof. “Nos usaron”, fue la frase que se escuchó decir a más de uno de ellos mascullando bronca.

Con todo, no es el de YPF el principal problema que hoy preocupa a la ciudadanía de la Capital Federal y del conurbano bonaerense. Para decenas de miles de ellos, su vía crucis del presente es cómo llegar a sus trabajos y cómo regresar a sus casas. Es la consecuencia de un paro salvaje que vienen desarrollando los metrodelegados del subterráneo, que amenazan con extenderlo por tiempo indeterminado. Lo del subte es un cambalache en el que se mezclan una empresa, Metrovías, que desde siempre ha brindado un servicio deficitario, y dos luchas explosivas: la primera entre los metrodelegados y la UTA; la segunda, la feroz guerra política que el Gobierno nacional ha lanzado contra el Gobierno de la Ciudad. El Ejecutivo Nacional quiere usar este asunto para deteriorar la figura de Mauricio Macri. Es parte de una misma ofensiva que apunta a dos blancos: Scioli y Macri. La Presidenta busca la destrucción política de los dos. El principal problema de Macri es no tener plan B para enfrentar esta embestida. Si ante cada uno de esos embates la respuesta habrá de ser “no se puede hacer nada”, corre el riesgo de quedarse sin gestión y sin futuro político.

El que, en cambio, estuvo decidido a hacer punta fue José Manuel de la Sota. El gobernador de Córdoba se plantó y dijo basta al retaceo de la plata para los jubilados que le deben desde la Anses. Logró que la Legislatura provincial aprobara una ley por la que Córdoba abandonó el Pacto Fiscal de 1992. Su carta a los gobernadores para que lo imitaran tuvo más un propósito político que práctico: sabía que las probabilidades de que lo acompañaran algunos de sus pares oficialistas eran casi nulas –ya varios le contestaron negativamente–; su intención era posicionarse como un líder alternativo del peronismo con capacidad para aglutinar a los muchos malheridos que ha dejado y que sigue generando el kirchnerismo.

En medio de todo este batifondo, Cristina Fernández utilizó su Aló Presidenta por la cadena nacional de radio y televisión para a atacar a Marcelo Bonelli y lanzar una idea que constituye una seria amenaza para el ejercicio del periodismo en la Argentina. Lo que le molestó a la Presidenta fue que Bonelli contara la verdad de lo que sucedió con el ingeniero Galuccio. Por ello, junto con el repudio que merece la actitud difamatoria contra nuestro colega y su familia, la propuesta de una ley de ética pública para los periodistas –que, dicho sea de paso, no son funcionarios públicos– es de una enorme gravedad. Y lo es no por lo novedoso, sino porque, al contrario, no hace más que traer al presente otras iniciativas del mismo tenor e iguales intenciones –la de coartar la libertad de prensa– que ya hubo en el pasado. La más relevante desde la recuperación de la democracia fue la impulsada por el ex presidente Carlos Menem, quien no se cansó de impulsar la idea de un tribunal de ética para juzgar a periodistas independientes cada vez que pretendió silenciar las investigaciones que pusieron al desnudo la gestión de aquel gobierno emblemático de la corrupción.

A Cristina Fernández de Kirchner se le hace intolerable el trabajo de los periodistas que ejercen su profesión con honestidad y actitud crítica.  La idea de una ley de ética pública para los periodistas es parte de una ofensiva feroz que persigue como finalidad no mejorar la calidad del ejercicio profesional, sino imponer el objetivo del pensamiento único, que desvela a un gobierno que pretende ejercer el poder no en virtud de consensos sino a través de la dominación. Y, como decía Voltaire, “la pasión de dominar es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano”.

© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 12 de Agosto de 2012.