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domingo, 15 de diciembre de 2024

Clima de Conspiración - Ya nadie es intocable… @dealgunamanera...

 Clima de Conspiración - Ya nadie es intocable…

¡Viva la libertad, carajo! Edgardo Kueider. Dibujo: Pablo Temes

El caso del senador Kueider provocó papelones entre las fuerzas del cielo y la casta, tanto kirchnerista como del PRO.

Se lee en la primera línea de “Everness” –poema de Jorge Luis Borges– lo siguiente: “Sólo una cosa no hay: es el olvido”. Parafraseando el comienzo de ese conmovedor poema, bien se podría decir: “Sólo una cosa no hay en la política argentina: el aburrimiento”.  

Eso da marco con exactitud a lo acaecido en el Senado en la sesión especial del jueves pasado, en la que se aprobó la expulsión del senador Edgardo Kueider. La sucesión de irregularidades y contradicciones –la vicepresidenta presidiendo la sesión con el Presidente ausente, por lo cual en los hechos estaba a cargo del Poder Ejecutivo; la grave inobservancia del derecho de defensa del senador eyectado de su banca; las acusaciones cruzadas entre Javier Milei y Victoria Villarruel; la posterior actitud contradictoria de los senadores de La Libertad Avanza pidiendo la nulidad de la sesión y, por ende, la expulsión del legislador entrerriano que ellos habían votado favorablemente; los senadores de Unión por la Patria impulsando la destitución de Kueider y rechazando la suspensión de Oscar Parrilli, procesado por la firma del Memorándum del acuerdo con Irán, delinea con exactitud el nivel de degradación irrefrenable que sigue exhibiendo –con pocas excepciones– la dirigencia política vernácula... Que quede claro: la suerte de Kueider está echada: más tarde o más temprano, será expulsado inexorablemente del Senado. Pero eso no quita gravedad a lo ocurrido.

Por otra parte, los hechos del jueves demuestran que en el Gobierno no hay una noción real de las consecuencias nocivas que la pelea entre Milei y Villarruel le generan. Está claro que los puentes entre ellos dos están absolutamente dinamitados. La ausencia de la vice en el discurso que por el primer año de gobierno dio el Presidente el martes 10 por la Cadena Nacional de Radio y Televisión fue muestra de ello. El ruido que produjo esa ausencia era absolutamente evitable. Era cuestión de aplicar un poco –sólo un poco– de sentido común y lógica.

Milei no quería la sesión especial del Senado. Por eso, se la culpó a Villarruel por su impericia para evitarla. En verdad, la vicepresidenta no tenía cómo hacerlo. Por eso, en estas horas de tribulaciones, hay quienes especulan con la posibilidad de que el desaguisado institucional del jueves que pone en duda la validez de la sesión del Senado, haya sido generado ex profeso por la poderosísima secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, para anular o demorar la expulsión de Kueider. Como dice el proverbio, “Se non è vero, è ben trovato”.

Verdadero o no, lo cierto es que en este clima de conspiración permanente, todo puede ser verosímil. Lo que sí es absolutamente tangible es que el Gobierno carece de una estrategia para manejar asuntos tan delicados como éste.

Como se señala más arriba, la ecuación Kueider afuera y Parrilli adentro, también representa un bochorno. El senador Oscar Parrilli, procesado por el Memorándum de acuerdo entre la Argentina e Irán, por el atentado terrorista que voló la sede de la AMIA es la constatación de la doble moral –al fin y al cabo una inmoralidad– que está en la esencia del kirchnerismo.

Cristina Fernández de Kirchner aparece como la ganadora de este grotesco. Es una victoria pírrica de poco vuelo. Puede que haya ganado un voto más en el Senado, ya que quien va a reemplazar a Kueider es Stefanía Cora, una integrante de La Cámpora. Lo que CFK no dimensiona es el deterioro que la inmoralidad de mantener a alguien tan poco presentable y desprestigiado como Parrilli le acarrea. Sigue pensando que la sociedad no cambió en nada. Por eso la foto grotesca de una supuesta unión –inexistente en los hechos– entre ella, su hijo Máximo, Sergio Massa y Axel Kicillof es la de un tren fantasma. Es el pasado que vuelve. Ni CFK ni su cohorte se hacen cargo del desastre que fue su último gobierno. Fingen amnesia y, por las dudas, en esa imagen impostada había cierta distancia entre ellos y un acartonamiento supino. La real desconfianza que se tienen entre sí, no pudo ser disimulada por la lente de la cámara.

El otro evento cargado de significado contradictorio fue la asunción de CFK como presidente del PJ. El acto en la sede de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET), en el que la exmandataria intentó reagrupar al peronismo rumbo a las elecciones legislativas de 2025 tuvo al gobernador Axel Kicillof como uno de los grandes ausentes. Tampoco hubo Marcha Peronista. La señora la desprecia, como despreció al partido durante toda su carrera política. Para matizar el encuentro, sonó la canción Fanático que Lali Espósito compuso en alusión a Javier Milei. En este caso, le sirvió de trampolín a CFK para impulsar las críticas al Gobierno.

Dijo que “la sociedad está aceptando un ajuste violento” y trató al jefe de Estado de “infantil y cholulo”. Está claro que no puede tolerar que un outsider de la política haya logrado bajar la inflación, ordenar las cuentas y, a pesar del ajuste brutal, conservar un buen caudal de imagen positiva. Los peronistas de pura cepa deberían haber tenido un poco de amor propio y evitar que la condenada los utilice políticamente una vez más. La explicación es corta y elocuente: no hay dentro del partido figuras de recambio.

En el otro extremo ideológico de la política, el PRO sigue haciendo agua. Un síntoma inequívoco de la pérdida de poder es la denuncia que recayó sobre Cristian Ritondo por departamentos y sociedades en el exterior sin declarar. Ya nadie es intocable. En el partido amarillo ven con buenos ojos la distancia de Villarruel con el primer mandatario, hay quienes ya piensan en darle asilo político si el vínculo institucional se rompiera.

Como broche de oro entre tantos papelones de la casta y de las fuerzas del cielo por igual, la Legislatura rechazó la posibilidad de sancionar ficha limpia en el ámbito de la Ciudad. Otra oportunidad perdida para elevar la calidad de la política doméstica.



lunes, 9 de diciembre de 2024

Siempre oficialistas... @dealgunamanera...

Siempre oficialistas...

Altri tempi. Álbum fotográfico. Kueider en ‘la mesa de los senadores héroes’ del 11 de septiembre. Fotografía: Cedoc.


El presidente debería recordar que un juez que adhiere al oficialismo siempre lo hará, no importa el color político.


© Escrito por Nelson Castro el sábado 07/12/2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

El caso del senador Edgardo Kueider tiene aire de cosa repetida. La conclusión es simple: la corrupción política en nuestro país sigue vivita y coleando. El Congreso se ha convertido en una guarida para los corruptos. Casi un aguantadero. Eso no es nuevo.

No obstante, es menester no generalizar. Hay honestos. Sin embargo, lo que pervive no son sólo los deshonestos sino también los circuitos de la corrupción. Cuando Javier Milei llamó al Congreso “un nido de ratas” cometió el error de usar la descalificación. Debió, en cambio, haber usado la descripción y hablar concretamente de los nichos de corrupción que allí subsisten.

El impactante caso descubierto en la frontera, ha dado pie a una disputa entre Milei y Cristina Fernández de Kirchner por ver a quién se le debe cargar la responsabilidad de que Kueider sea senador. La respuesta es indubitable: esa responsabilidad es de la expresidenta. La boleta electoral con la foto suya y del senador es lapidaria. Dicho esto, lo que tampoco se puede negar, es que el senador había entrado en el grupo de los predilectos del Gobierno como consecuencia de haber votado positivamente la Ley Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos junto a su par Carlos “Camau” Espínola. Hay que recordar que el Presidente había tratado de “héroes” a los diputados que votaron a favor de la ley. Por carácter transitivo, Kueider estaba en esa categoría y estaba nominado a ser el presidente de la Comisión de Inteligencia del Senado, nada menos. Afortunadamente no ocurrió. 

El senador viajó a Paraguay los días 3 y 6 de marzo, 16 y 21 de junio y 13 de octubre. Su secretaria, Lara Guinsel Costa lo acompañó en cuatro de esos viajes. Hizo uno más –sola– el día 18 de junio. En total, los dos hicieron seis viajes.

En la investigación en curso se sabrá seguramente cuáles fueron los motivos de esos desplazamientos hacia el Paraguay compartidos con su subordinada. Algún día se sabrá qué pasó esta vez para que el senador fuera sometido a la revisión que evidentemente, nunca había ocurrido. ¿Alguien lo vendió? ¿Se trata, acaso, de un pase de facturas?

“Esa plata no es mía”, dijo el legislador. Fue lo mismo que dijo Guido Antonini Wilson cuando, el 4 de agosto de 2007, fue sorprendido con 790.550 dólares que llevaba en una de sus valijas por la entonces funcionaria de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) María del Luján Telpuk. Aquella plata se supo luego que era para la campaña presidencial de CFK. La otra reminiscencia nos lleva a José López y los bolsos con 5 millones de dólares en el monasterio de Nuestra Señora de Fátima en General Rodríguez. “Ese dinero no es mío” expresó el exsecretario de Obras Públicas de los tres primeros gobiernos kirchneristas hoy preso. Más tarde, luego de prestar declaración, atinó a decir que era plata de la política.

El caso Kueider pone otra vez en superficie el tema de la ficha limpia, algo de lo cual hay una enorme necesidad. Sin embargo, lo que se ve hasta hoy en los hechos es la escasa –o nula– voluntad del Presidente de enviar el nuevo proyecto prometido para el cual, como se recordará, se convocó al destacado abogado Alejandro Fargosi. No hay indicios de que este proyecto sea enviado para su tratamiento en el período de sesiones extraordinarias del Congreso. Tampoco se ve una acción decidida para acelerar el proceso de destitución del senador entrerriano. Quien tiene sí una sorprendente voluntad para forzar el desafuero del legislador, es CFK, quien no tuvo la misma actitud antes, considerando que él ya venía siendo cuestionado por sospechas de corrupción al momento de candidatearse.

Cabría preguntarse por qué la exvicepresidenta ignoró esos antecedentes a la hora de postularse. Por lo pronto, hay un dato clave para entender esta súbita preocupación por la decencia de “la condenada” por activar los mecanismos de destitución del senador. Es que, en caso de prosperar, su reemplazante sería Stefanía Cora, referente de La Cámpora. Créase o no, a CFK volvió a preocuparle la política. En realidad, lo que necesita es volver a contar con una masa crítica de votos –dentro y fuera del Congreso– que le permitan postularse como cabeza de lista y blindarse tras los fueros para gozar de impunidad.

Existe una cuestión de fondo que es la piedra fundamental para alargar la vida de este tipo de maniobras: los interminables tiempos de la Justicia. Sobran ejemplos a lo largo de la historia política reciente y, por si esto fuera poco, vale la pena recordar las palabras del juez de la Corte Suprema de Justicia, Juan Carlos Maqueda, quien ya se había expresado sobre la ratificación de la condena a Cristina Fernández de Kirchner en la Causa Vialidad y la posibilidad de que sea el Máximo Tribunal el que defina la suerte de la expresidenta. “La Corte estudiará el caso en los tiempos correctos. Seguramente habrá un pronunciamiento en un tiempo prudencial”. ¿Cuál sería un tiempo prudencial? La respuesta es obvia. Veamos otro caso paradigmático: el expresidente Carlos Menem murió con una condena confirmada por la Cámara de Casación, pero sin que la Corte resolviera su caso y, por ende, sin que la pena empezara a hacerse efectiva. Más claro agua.

Se entiende, pues, el porqué de la necesidad de muchos expresidentes de nombrar jueces compulsivamente. Por este camino la calidad institucional no tiene oportunidad de mejorar y el caso de Javier Milei no es la excepción. La intención de nombrar al juez Ariel Lijo para ocupar un sillón en el Máximo Tribunal, es una muestra cabal de ello. El primer mandatario debería tener presente una de las mayores lecciones de la historia: un juez oficialista es oficialista siempre, más allá del color político. Lo que hoy se defiende con naturalidad, mañana sin dudas, cambiará.