Clima de Conspiración - Ya nadie es intocable…
El caso del senador Kueider
provocó papelones entre las fuerzas del cielo y la casta, tanto kirchnerista
como del PRO.
Se lee en la primera línea de “Everness” –poema de Jorge Luis Borges– lo
siguiente: “Sólo una cosa no hay: es el olvido”. Parafraseando el comienzo de
ese conmovedor poema, bien se podría decir: “Sólo una cosa no hay en la
política argentina: el aburrimiento”.
Eso da marco con exactitud a lo acaecido en el Senado en la sesión
especial del jueves pasado, en la que se aprobó la expulsión del senador
Edgardo Kueider. La sucesión de irregularidades y contradicciones –la
vicepresidenta presidiendo la sesión con el Presidente ausente, por lo cual en
los hechos estaba a cargo del Poder Ejecutivo; la grave inobservancia del
derecho de defensa del senador eyectado de su banca; las acusaciones cruzadas
entre Javier Milei y Victoria Villarruel; la posterior actitud contradictoria
de los senadores de La Libertad Avanza pidiendo la nulidad de la sesión y, por
ende, la expulsión del legislador entrerriano que ellos habían votado
favorablemente; los senadores de Unión por la Patria impulsando la destitución
de Kueider y rechazando la suspensión de Oscar Parrilli, procesado por la firma
del Memorándum del acuerdo con Irán, delinea con exactitud el nivel de
degradación irrefrenable que sigue exhibiendo –con pocas excepciones– la
dirigencia política vernácula... Que quede claro: la suerte de Kueider está
echada: más tarde o más temprano, será expulsado inexorablemente del Senado.
Pero eso no quita gravedad a lo ocurrido.
Por otra parte, los hechos del jueves demuestran que en el Gobierno no
hay una noción real de las consecuencias nocivas que la pelea entre Milei y
Villarruel le generan. Está claro que los puentes entre ellos dos están
absolutamente dinamitados. La ausencia de la vice en el discurso que por el
primer año de gobierno dio el Presidente el martes 10 por la Cadena Nacional de
Radio y Televisión fue muestra de ello. El ruido que produjo esa ausencia era
absolutamente evitable. Era cuestión de aplicar un poco –sólo un poco– de
sentido común y lógica.
Verdadero o no, lo cierto es que en este clima de conspiración
permanente, todo puede ser verosímil. Lo que sí es absolutamente tangible es
que el Gobierno carece de una estrategia para manejar asuntos tan delicados
como éste.
Como se señala más arriba, la ecuación Kueider afuera y Parrilli
adentro, también representa un bochorno. El senador Oscar Parrilli, procesado
por el Memorándum de acuerdo entre la Argentina e Irán, por el atentado
terrorista que voló la sede de la AMIA es la constatación de la doble moral –al
fin y al cabo una inmoralidad– que está en la esencia del kirchnerismo.
Cristina Fernández de Kirchner aparece como la ganadora de este
grotesco. Es una victoria pírrica de poco vuelo. Puede que haya ganado un voto
más en el Senado, ya que quien va a reemplazar a Kueider es Stefanía Cora, una
integrante de La Cámpora. Lo que CFK no dimensiona es el deterioro que la
inmoralidad de mantener a alguien tan poco presentable y desprestigiado como
Parrilli le acarrea. Sigue pensando que la sociedad no cambió en nada. Por eso
la foto grotesca de una supuesta unión –inexistente en los hechos– entre ella,
su hijo Máximo, Sergio Massa y Axel Kicillof es la de un tren fantasma. Es el
pasado que vuelve. Ni CFK ni su cohorte se hacen cargo del desastre que fue su
último gobierno. Fingen amnesia y, por las dudas, en esa imagen impostada había
cierta distancia entre ellos y un acartonamiento supino. La real desconfianza
que se tienen entre sí, no pudo ser disimulada por la lente de la cámara.
El otro evento cargado de significado contradictorio fue la asunción de
CFK como presidente del PJ. El acto en la sede de la Universidad Metropolitana
para la Educación y el Trabajo (UMET), en el que la exmandataria intentó
reagrupar al peronismo rumbo a las elecciones legislativas de 2025 tuvo al
gobernador Axel Kicillof como uno de los grandes ausentes. Tampoco hubo Marcha
Peronista. La señora la desprecia, como despreció al partido durante toda su
carrera política. Para matizar el encuentro, sonó la canción Fanático que Lali
Espósito compuso en alusión a Javier Milei. En este caso, le sirvió de
trampolín a CFK para impulsar las críticas al Gobierno.
Dijo que “la sociedad está aceptando un ajuste violento” y trató al jefe
de Estado de “infantil y cholulo”. Está claro que no puede tolerar que un
outsider de la política haya logrado bajar la inflación, ordenar las cuentas y,
a pesar del ajuste brutal, conservar un buen caudal de imagen positiva. Los
peronistas de pura cepa deberían haber tenido un poco de amor propio y evitar
que la condenada los utilice políticamente una vez más. La explicación es corta
y elocuente: no hay dentro del partido figuras de recambio.
En el otro extremo ideológico de la política, el PRO sigue haciendo
agua. Un síntoma inequívoco de la pérdida de poder es la denuncia que recayó
sobre Cristian Ritondo por departamentos y sociedades en el exterior sin
declarar. Ya nadie es intocable. En el partido amarillo ven con buenos ojos la
distancia de Villarruel con el primer mandatario, hay quienes ya piensan en
darle asilo político si el vínculo institucional se rompiera.
Como broche de oro entre tantos papelones de la casta y de las fuerzas
del cielo por igual, la Legislatura rechazó la posibilidad de sancionar ficha
limpia en el ámbito de la Ciudad. Otra oportunidad perdida para elevar la
calidad de la política doméstica.